jaramillo, pedro - l..

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12.04.2013 Views

Segundo domingo de Adviento 1. El anhelo de utopía (Is 11,1-10) Para Israel fue la esperanza un continuo aprendizaje. En el fondo de la espera, la seguridad de la promesa y la co fianza en el Dios fiel de su historia. A los momentos de duda suceden los de certeza. Duda en la guía de Dios, cuando se inicia la monarquía: ¿no será el rey un intruso que suplante el único cayado de Dios? Certeza de la misión del monarca: será el lugarteniente de Dios en ¡a defensa del pobre. Duda que entra en los huesos al comprobar la ineptitud de los reyes. Certeza de la llegada d rey-mediador que cumpla los anhelos de Dios y los del pueblo. Es la certeza que mantiene tensa la espera. «Brotará un renuevo del tronco de Jesé; un vastago florecerá de su raíz». Y, desde esa certeza, la descripción de sus dotes personales y de la situación de su reino. Un descripción de lo que sería el reinado mismo de Dios a través del mediador. Entre Dios y el nuevo rey, el Espíritu del Señor, posándose y llenando al rey con sus dones. La posesión del Espíritu es la fuente de toda gracia. Sin Espíritu, la mediación se diluye y deteriora.

Con el Espíritu del Señor, habrá defensa del pobre y desamparado, y derrota del violento y del impío. Con justicia y fidelidad, el rey-mediador inaugura un mundo nuevo. Un mundo de retorno al «paraíso perdido». El mundo de la armonía expresada en la unión de los contrarios. No se trata de una paz que se quedara en lo externo; es tan honda, que procede de un «país que está lleno de la ciencia del Señon>. Tan lleno «como las aguas colman el mar». Una realidad así es la meta de los pueblos: «La buscarán los gentiles, y será gloriosa su morada». Un renuevo y un vastago florecidos para todos. 2. La utopía realizada (Rom 15,4-9) Eso quiere Pablo que sea aquella comunidad de Roma: una sencilla expresión de la utopía realizada. Una comunidad llamada a vivir la armonía pregustada como anticipo de los tiempos del Mesías. Hacer realidad sencilla y humana el sueño del paraíso que transita por el texto de Isaías. También lo considera Pablo como una dádiva de Dios. Una dádiva acaecida entre paciencia y consuelo-, paciencia porque la nueva comunidad no acontece de repente; consuelo, porque, una vez acaecida, se convierte en fuente inagotable de gozo. El «acuerdo» entre cristianos que se expresa en acogida y servicio. Con un modelo y estímulo: la acogida y el servicio de Jesús. Expresión de la acogida ilimitada del Padre: a judíos y a gentiles. Y una alabanza «unánime»: la que hace de la viz de

Con el Espíritu del Señor, habrá defensa del pobre y<br />

desamparado, y derrota del violento y del impío. Con<br />

justicia y fidelidad, el rey-mediador inaugura un mundo<br />

nuevo. Un mundo de retorno al «paraíso perdido».<br />

El mundo de la armonía expresada en la unión de los<br />

contrarios. No se trata de una paz que se quedara en lo<br />

externo; es tan honda, que procede de un «país que está<br />

lleno de la ciencia del Señon>. Tan lleno «como las aguas<br />

colman el mar».<br />

Una realidad así es la meta de los pueblos: «La buscarán<br />

los gentiles, y será gloriosa su morada». Un renuevo<br />

y un vastago florecidos para todos.<br />

2. La utopía realizada<br />

(Rom 15,4-9)<br />

Eso quiere Pablo que sea aquella comunidad de Roma:<br />

una sencilla expresión de la utopía realizada. Una comunidad<br />

llamada a vivir la armonía pregustada como anticipo<br />

de los tiempos del Mesías. Hacer realidad sencilla<br />

y humana el sueño del paraíso que transita por el texto de<br />

Isaías.<br />

También lo considera Pablo como una dádiva de Dios.<br />

Una dádiva acaecida entre paciencia y consuelo-, paciencia<br />

porque la nueva comunidad no acontece de repente;<br />

consuelo, porque, una vez acaecida, se convierte en<br />

fuente inagotable de gozo.<br />

El «acuerdo» entre cristianos que se expresa en acogida<br />

y servicio. Con un modelo y estímulo: la acogida y<br />

el servicio de Jesús. Expresión de la acogida ilimitada del<br />

Padre: a judíos y a gentiles.<br />

Y una alabanza «unánime»: la que hace de la viz de

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