jaramillo, pedro - l..
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ción primera de la mayor de las gracias-, que un Dios así, «nos tome como heredad suya». 2. El Dios del amor está con nosotros (2Cor 13,11-13) Sumergido en la intimidad de Dios, también Pablo lo descubre como amor. Pablo invoca al Dios del amor, ansiando su compañía en el camino de la propia santificación: «trabajad por vuestra perfección»... Un «parecerse a Dios» que se realiza en el corazón reconciliado: «Tened un mismo sentir y vivid en paz». Bien le podríamos decir con nuestro poeta: «Quiero que me acompañes en todos mis caminos/ gustar en la oración de tu amistad sabrosa/ y encadenar mi suerte a los claros destinos/ que a Israel otorgó tu salvación graciosa». Pablo da un paso más, y con la sencillez de un saludo personal, formula el despliegue del misterio trinitario-. «L gracia de nuestro Señor Jesucristo; el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con vosotros». Casi nos sale «y con tu espíritu»... Es, en efecto, el saludo litúrgico al iniciar la Eucaristía. Es hermoso comenzarla, reconociendo que «Dios es uno solo, pero no solitario». 3. El Dios que ama al mundo (Jn 3,16-18) Adentrarse en el misterio de Dios es sumergirse en el amor. El amor en la intimidad misma de la Trinidad y el
amor que se expande en la creaoón y llega a su extremo en la salvación El amor dentro de la Trinidad es tan misteriosamente intenso que, dándose eternamente entre el Padre y el Hijo, genera una relación «personal» entre ambos el Espíritu Santo, «que procede del Padre y del Hi|0» (confesamos en el Credo) Y el amor de la Trinidad hacia fuera es un amor tan gran de al mundo «que Dios le entregó a su propio HIJO para que lo salvara» Sólo desde la experiencia del amor nos adentramos en el misterio de Dios Con nuestro poeta, le pedimos «Concédeme, Señor, vivir el misterio/ de tu misericordia , de tu amor compasivo ,/ tu lealtad sublime , tu talante afectivo » Y sólo desde el amor podemos entender la encarnación y la redención el Hi]o de Dios, enviado en la carne, para que el mundo se salve por Él Hacia Él se dirige la confesión de fe que nos salva «Creer en el nombre del Hijo único de Dios» «Mientras el gozo aguarda mi pobre entendimiento/ de verte cara a cara en su justo momento»
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«trabajad por vuestra perfección»... Un «parecerse<br />
a Dios» que se realiza en el corazón reconciliado: «Tened<br />
un mismo sentir y vivid en paz».<br />
Bien le podríamos decir con nuestro poeta: «Quiero<br />
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a los claros destinos/ que a Israel otorgó tu salvación<br />
graciosa».<br />
Pablo da un paso más, y con la sencillez de un saludo<br />
personal, formula el despliegue del misterio trinitario-. «L<br />
gracia de nuestro Señor Jesucristo; el amor del Padre y<br />
la comunión del Espíritu Santo estén siempre con vosotros».<br />
Casi nos sale «y con tu espíritu»... Es, en efecto,<br />
el saludo litúrgico al iniciar la Eucaristía. Es hermoso<br />
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Adentrarse en el misterio de Dios es sumergirse en el<br />
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