jaramillo, pedro - l..
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propia lengua», en la propia situación, en el propio am- \ biente, en el lenguaje en que cada cual entiende y se j expresa. El Espíritu «diversifica» para unir, se expande ¡ para convocar. ; 2. Diversidad de dones, pero un mismo Espíritu (ICor 12,3b-7.12-13) También en la Iglesia, el Espíritu es fuente de diversidad y de unidad. La diversidad de carismas, de dones y servicios es una riqueza que el Espíritu regala a la Iglesia... Como ricos son los diferentes miembros que componen la única realidad del cuerpo. Somos muchos y diferente No está en la diversidad el pecado; el pecado es «la algarabía» desordenada que produce la diversidad sin la conciencia de la unidad que la origina: «Un solo Espíritu; un solo Señor; un solo Dios». Como al cuerpo le son necesarios todos los miembros, así todos los dones, ministerios y carismas son necesarios a la Iglesia. Su unidad no significa uniformidad. No se trata, en efecto, en el ser una sola cosa, de tener una misma «forma externa»... No somos «uniformados». Se trata de la unidad de corazones en la misma confesión: un solo cuerpo. Y también, como en el cuerpo, son diversas las funcion pero son complementarias. No todos hacemos lo mismo pero todo lo hacemos en función de lo mismo; de que el cuerpo esté completo, de que en él desarrolle la plenitud de la vida en el Espíritu.
3. Resurrección y Pentecostés (Jn 20,19-23) El cuarto evangelio no separa Resurrección y Pentecostés. El Espíritu que da la vida y la gloria al Resucitado pasa de él a los discípulos, en continuidad de vida y de experiencia. La experiencia del Resucitado es la experiencia de su Espíritu entregado y recibido. El envío que hace posible el Espíritu recibido acontece «el primer día de la semana», cuando Jesús resucitado se aparece a los discípulos, deseándoles la paz y mostrándoles sus manos y costado con las heridas de gloria: «Como el Padre me ha enviado..., así os envío yo... Recibid el Espíritu Santo». El Espíritu para el envío, con la fuerza del perdón que regenera y hace nuevas las cosas y cambia los corazones: «A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados». Con Pentecostés se pone en marcha la Iglesia, para hacer posible en cada hombre y mujer de toda la historia la experiencia de la Pascua; la experiencia nueva de la Pascua del Señor: «En el Pentecostés de la concordia/ encontró, al fin, el hombre el buen camino,/ que en la esperanza y la misericordia/ lo lleva -dios con Dios- a su destino».
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3. Resurrección y Pentecostés<br />
(Jn 20,19-23)<br />
El cuarto evangelio no separa Resurrección y Pentecostés.<br />
El Espíritu que da la vida y la gloria al Resucitado<br />
pasa de él a los discípulos, en continuidad de vida y de<br />
experiencia.<br />
La experiencia del Resucitado es la experiencia de su<br />
Espíritu entregado y recibido. El envío que hace posible<br />
el Espíritu recibido acontece «el primer día de la semana»,<br />
cuando Jesús resucitado se aparece a los discípulos,<br />
deseándoles la paz y mostrándoles sus manos y costado<br />
con las heridas de gloria: «Como el Padre me ha enviado...,<br />
así os envío yo... Recibid el Espíritu Santo».<br />
El Espíritu para el envío, con la fuerza del perdón que<br />
regenera y hace nuevas las cosas y cambia los corazones:<br />
«A quienes les perdonéis los pecados, les quedan<br />
perdonados».<br />
Con Pentecostés se pone en marcha la Iglesia, para<br />
hacer posible en cada hombre y mujer de toda la historia<br />
la experiencia de la Pascua; la experiencia nueva de<br />
la Pascua del Señor: «En el Pentecostés de la concordia/<br />
encontró, al fin, el hombre el buen camino,/ que en la<br />
esperanza y la misericordia/ lo lleva -dios con Dios- a<br />
su destino».