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a Palabra<br />

leditación y poesía (ciclo A)<br />

PEDRO JARAMILLO RIVAS<br />

JOAQUÍN FERNÁNDEZ MARTÍN


La Palabra:<br />

meditación<br />

y poesía<br />

Ciclo A<br />

Pedro Jaramiílo Rivas<br />

Joaquín Fernández Martín<br />

SAN PABLO


Pedro laramillo Rivas, sacerdote de la diócesis de Ciudad Real es doctor<br />

en Teología bíblica por la Universidad Gregoriana y licenciado en Sagrada<br />

Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico de Roma Apenas puesta en marcha<br />

la reforma litúrgica fue el secretario-coordinador de los Comentarios<br />

Bíblicos editados por Coeditores Litúrgicos Su producción bibliográfica se<br />

centró después en todo lo referente a la Pastoral Social por su vinculación a<br />

Cantas en sus diferentes niveles (del Parroquial al Internacional) Son numerosos<br />

sus artículos en revistas especializadas y su intervención en diferentes<br />

congresos y encuentros En la actualidad desarrolla su ministerio pastoral en<br />

una parroquia periférica de la ciudad de Guatemala y es Delegado Episcopal<br />

de Cantas de Guatemala<br />

Joaquín Fernández Martín es sacerdote de la diócesis de Ciudad Real<br />

Fue el primer director de la emisora de la COPE en la diócesis y estuvo<br />

siempre muy cercano al mundo de la radiodifusión Es autor de vanas<br />

obras poéticas Los sonetos de este libro que publicó originariamente en<br />

la Ho)a Diocesana recogen la esencia de las lecturas bíblicas y confieren<br />

originalidad a esta obra<br />

Fruto de su colaboración es en esta misma colección La Palabra meditación<br />

y poesía dedicados a los Ciclo B y C<br />

© SAN PABLO 2007 (Protasio Gómez 11-15 28027 Madrid)<br />

Tel 917 425 113 - Fax 917 425 723<br />

E-mail secretaria editt&sanpablo es<br />

© del texto Pedro laramillo Rivas 2007<br />

© del poemano loaquín Fernández Martín 2007<br />

Distribución SAN PABLO División Comercial<br />

Resina 1 28021 Madrid<br />

Tel 917 987 375 - Fax 91 5 052 050<br />

E-mail ventas@sanpablo es<br />

ISBN 978-84-285-3207-5<br />

Depósito legal SE-3990-2007 Unión Europea<br />

Pnnted by Publidisa<br />

Pnnted ín Spam Impreso en España


Introducción<br />

Metido en la Palabra, a uno le suena bien que «los primeros<br />

sean los últimos»... Así le ha pasado al «Ciclo A».<br />

Siendo el primer Ciclo, ha sido el último en «ver la luz».<br />

Los sonetos ya los tenía confeccionados nuestro poeta,<br />

Joaquín Fernández Martín. Pero el comentario «acaba de<br />

salir del horno».<br />

Y nunca mejor dicho lo del «horno»... Bien se puede decir<br />

que los he hecho «en caliente»... En un barrio periférico<br />

de la ciudad de Guatemala, en donde estoy ayudando a<br />

un venerable monseñor honorífico de 86 años de edad...<br />

Los dos «solos ante el peligro»: 100.000 habitantes empobrecidos<br />

por periféricos y periféricos por pobres...<br />

Los contextos son importantes para el acercamiento<br />

al texto... También cuando el texto forma parte de la<br />

celebración litúrgica. Ese ha sido mi caso... En un primer<br />

momento pensé que me sería imposible «dar cuenta» del<br />

Ciclo A, en medio de tantas complicaciones y urgencias...<br />

¡Peligro de que la «trilogía» quedara sin terminar!<br />

Pero dos factores fundamentales influyeron en ponerme<br />

al trabajo, incluso con más «pasión», si cabe, que en<br />

los Ciclos anteriores. El primero, la cercanía del contexto<br />

social de estas latitudes con muchos de los contextos


íblicos de las lecturas de la Liturgia. Puestos en ambiente<br />

celebrativo, los textos pueden perder su «arraigo».<br />

Aquellas raíces que los hacen expresión escrita de la historia<br />

de un pueblo, también sufriente de muchas de las<br />

calamidades naturales y provocadas por el hombre.<br />

Los contextos se aproximan tantas veces con tal fuerza,<br />

que a uno «le es dado» un criterio hermenéutico con<br />

simplemente «abrir los ojos» a la realidad que lo rodea.<br />

Los «ojos para ver»... son también «ojos para interpretar».<br />

Y la vida de toda esta gente da mucho para la interpretación<br />

bíblica...: parece que se acerca uno mejor al «Dios<br />

de la opción preferencial por los pobres».<br />

El segundo factor, el abundantísimo uso que por esta<br />

tierras se hace de la Escritura. No siempre, sin embargo,<br />

con la debida seriedad que se merece. En el ámbito de<br />

la mayoría de las sectas (tan abundantes en Guatemala)<br />

se puede hablar claramente no de un uso, sino de un<br />

abuso.<br />

De la lectura fundamentalista de la Escritura está<br />

saliendo una «religiosidad práctica», incluso «una religión»<br />

que no tiene ya nada que ver ni con el pueblo de<br />

la antigua Alianza ni con el cristianismo. En muchas de<br />

ellas, incluso, Jesucristo ha dejado de ser la «clave» de<br />

interpretación de las Escrituras antiguas. La ausencia<br />

de «lectura cristológica» del Antiguo Testamento ha colocado<br />

a muchos grupos religiosos en una etapa de la<br />

historia de la salvación, ya superada... Y además, los ha<br />

colocado allí, «en lo antiguo», leído como en una especie<br />

de «arquelogismo», que quita al Antiguo Testamento toda<br />

su fuerza de «promesa» desde la realización cristiana.<br />

Lo malo es cuando los mismos grupos de la Iglesia<br />

católica, fuertemente «condicionados» por las metodologías<br />

bíblicas de las sectas, tienen la «tentación» de hacer


lo mismo, pensando que un uso fundamentalista de la<br />

Biblia «rinde» pastoralmente.<br />

¡Qué bien viene insistir en las dos dimensiones de la<br />

lectura bíblica, hecha a través de los tres Ciclos del Leccionario<br />

dominical! La dimensión comunitaria. Una lectur<br />

hecha en el seno de la comunidad para la comunidad,<br />

reunida en torno a la «mesa de la Palabra». Y la «homilía»<br />

como la actualización del mensaje para el aquí y el<br />

ahora, cuando es realmente una homilía que «saca» el<br />

sentido de los textos para hoy, en una especie de «exégesis»<br />

pastoral. Desde ella, «lo que dice el texto», como<br />

palabra de Dios en lenguaje humano, es previo a «lo que<br />

me/nos dice el texto», como aplicación y estímulo en el<br />

aquí y en al ahora.<br />

Y la dimensión unitaria de los dos Testamentos. La<br />

relación que, especialmente en los domingos del tiempo<br />

ordinario, se establece entre la primera lectura, del<br />

Antiguo Testamento, y el texto evangélico, va progresivamente<br />

formando una espiritualidad bíblica que, desde<br />

la experiencia de la correlación, de la matización y hasta<br />

de la misma «corrección» que Cristo, como culmen de<br />

la revelación del Padre, supone para el conjunto de las<br />

Escrituras. La «clave» de lectura, de comprensión y de<br />

apropiamiento espiritual de la Palabra, se encuentra así<br />

en Cristo Jesús. «En el principio», en efecto, no existía la<br />

Escritura; «en el principio, existía la Palabra».<br />

He tenido mucho interés en que esta relación entre<br />

primera lectura y texto evangélico quede, hoy, subrayada<br />

en los comentarios. Me parece, en efecto, un aspecto<br />

fundamental de la «construcción» del Leccionario, que no<br />

puede pasar desapercibida. Ya los mismos títulos que se<br />

dan a cada uno de los comentarios tienen esta finalidad.<br />

Como he repetido, sin embargo, en las introducciones


a los otros dos ciclos, no se trata, en realidad, de unos<br />

comentarios «formales»... Yo los he llamado «ecos». Fundados<br />

en una lectura seria del texto, pero con toda la<br />

subjetividad que los «ecos» tienen en la interioridad de<br />

cada uno, también en la mía.<br />

Se trata, por tanto, de compartir «interioridad». No<br />

intimismo. Y para ese compartir he intentado subrayar<br />

aspectos reales del texto, con la intención, sin embargo,<br />

de «hacer cómplices» de la misma mirada. Los lectores/<br />

meditadores (que de eso se trata, de ayudar a meditar y<br />

asimilar el texto bíblico), verán que hay una gran reiteración<br />

del tema de la confianza. Cada vez que el texto lo<br />

permitía, casi me salía espontáneo hasta el subrayado<br />

material de la palabra. Estoy convencido, en efecto, de<br />

que la confianza (en Dios, en Jesús, en el Evangelio y en<br />

los hombres y mujeres de hoy) es presupuesto imprescindible<br />

para una pastoral de la esperanza. De ella necesitam<br />

todos. Los unos, por todo aquello que les sobra y no<br />

les sacia; los otros por todo aquello que les falta aún y<br />

saben y quieren «esperar contra toda esperanza».<br />

Como en los Ciclos anteriores, los sonetos de Joaquín<br />

Fernández eran anteriores (una especie de «comentario<br />

en poesía»). En verdad, ellos son fuente de inspiración<br />

para muchos subrayados.<br />

¡Ojalá que este acercamiento a la Palabra, servida «en<br />

la mesa» para preparar la «mesa de la Eucaristía» nos<br />

introduzca a todos en el misterio de la entrega de Jesús<br />

por nosotros y en la urgencia de nuestra entrega, en Jesús,<br />

para la salvación de todos!<br />

Guatemala, 10 de mayo de 2007,<br />

festividad de san Juan de Ávila<br />

Pedro Jaramillo Rivas


ADVIENTO<br />

«De las espadas forjarán arados-,<br />

de las lamas, podaderas»


Primer domingo de Adviento<br />

1. Un camino abierto a la utopía<br />

(Is 2,1-5)<br />

La esperanza en el pórtico de Adviento. No podía ser<br />

de otro modo. La esperanza no colmada de los tiempos<br />

anteriores no pudo con la mirada ilusionada hacia el futuro.<br />

Desde las mismas ruinas, la mirada del profeta se<br />

proyecta hacia delante: hacia «el final de los días».<br />

«Al final de los días», la firmeza de todo lo que, al presente,<br />

es tan sólo debilidad y miseria: un monte de Sión<br />

firme, en la cima de las montañas.<br />

«Al final de los días», un camino universal, abierto a t<br />

dos los peregrinos, venidos de los pueblos numerosos<br />

de la tierra.<br />

«Al final de los días», una nueva enseñanza con una<br />

nueva obediencia. Enseñanza acerca de los caminos que<br />

salvan y obediencia de recorrido fiel que aboca a la salvación.<br />

«Al final de los días», la llegada a la meta de la paz. Lo<br />

instrumentos de guerra, hechos medios de labranza. La<br />

enemistad entre pueblos fuera de toda enseñanza: no<br />

habrá más entrenamiento para guerras.


«Al final de los días», un camino conjuntado con la luz<br />

y hacia la luz que procede del Señor. La luz del Señor que<br />

recrea los ojos y corazones, acercando la utopía.<br />

2. Una noche abierta a la mañana<br />

(Rom 13,11-14)<br />

El hombre viejo se recrea con las tinieblas, en un mundo<br />

oscuro de simple satisfacción de los instintos más bajos.<br />

Es ¡a engañosa quimera de obtener la salvación a baj<br />

precio. Se une Pablo a una denuncia bíblica que venía ya<br />

de lejos: la vida licenciosa adormece la esperanza y la<br />

vigilia. Produciendo la inconsciencia, distrae al hombre<br />

de su propia plenitud y lo hace insensible al camino de<br />

los otros.<br />

Esa noche ya termina. Desde dentro le nace la mañana<br />

porque tiene en su entraña una salvación en crecimiento:<br />

«Ya es hora de espabilarse». Ya apunta la luz de la<br />

mañana. Se precisan ya las «armas de la luz» y el vestido<br />

nuevo de meter la propia vida en la de Cristo: «Dejemos<br />

las tinieblas a la zaga/ y, revestidos de la luz que amaga/<br />

velemos, listos, mientras caminamos».<br />

3. Una vida abierta a la vigilia<br />

(Mt 24,37-44)<br />

Es preciso mantener tensa la espera, ¡que no todo acaba<br />

con la muerte! La muerte es un momento de encuentro<br />

para quien espera vigilante. Aquellos que de la vida hacen<br />

una dormida en la ausencia, no descubrirán el gozo<br />

de adivinar y acoger la presencia.


La vigilia preocupada de Noé lo salvó cuando el diluvio<br />

inesperado. Los hechos y las personas que no se<br />

anuncian sólo encuentran preparados a aquellos que lo<br />

están siempre.<br />

«Estad en vela». Es permanente advertencia, para ver<br />

cumplido el gozo. El encuentro con quien llega se prepara<br />

sólo en la vida que se abre en permanente vigilia.<br />

Vayamos al encuentro<br />

Vayamos jubilosos al encuentro<br />

universal por sendas y caminos...<br />

En Sión confluyen todos los destinos<br />

y es la Morada del Señor su centro.<br />

La santa Ley de Dios refulge dentro,<br />

ilustrando a los pueblos peregrinos<br />

que llegan, rastreando los divinos<br />

preceptos, correctores del descentro.<br />

La noche está avanzada; apunta el día<br />

del Nacimiento..., de la Parusía...,<br />

del Reino de los cielos que anhelamos...<br />

Dejemos las tinieblas a la zaga<br />

y, revestidos de la luz que amaga,<br />

velemos, listos, mientras caminamos.


Segundo domingo de Adviento<br />

1. El anhelo de utopía<br />

(Is 11,1-10)<br />

Para Israel fue la esperanza un continuo aprendizaje. En<br />

el fondo de la espera, la seguridad de la promesa y la co<br />

fianza en el Dios fiel de su historia. A los momentos de<br />

duda suceden los de certeza. Duda en la guía de Dios,<br />

cuando se inicia la monarquía: ¿no será el rey un intruso<br />

que suplante el único cayado de Dios? Certeza de la<br />

misión del monarca: será el lugarteniente de Dios en ¡a<br />

defensa del pobre. Duda que entra en los huesos al comprobar<br />

la ineptitud de los reyes. Certeza de la llegada d<br />

rey-mediador que cumpla los anhelos de Dios y los del<br />

pueblo. Es la certeza que mantiene tensa la espera.<br />

«Brotará un renuevo del tronco de Jesé; un vastago<br />

florecerá de su raíz». Y, desde esa certeza, la descripción<br />

de sus dotes personales y de la situación de su reino. Un<br />

descripción de lo que sería el reinado mismo de Dios a<br />

través del mediador. Entre Dios y el nuevo rey, el Espíritu<br />

del Señor, posándose y llenando al rey con sus dones.<br />

La posesión del Espíritu es la fuente de toda gracia. Sin<br />

Espíritu, la mediación se diluye y deteriora.


Con el Espíritu del Señor, habrá defensa del pobre y<br />

desamparado, y derrota del violento y del impío. Con<br />

justicia y fidelidad, el rey-mediador inaugura un mundo<br />

nuevo. Un mundo de retorno al «paraíso perdido».<br />

El mundo de la armonía expresada en la unión de los<br />

contrarios. No se trata de una paz que se quedara en lo<br />

externo; es tan honda, que procede de un «país que está<br />

lleno de la ciencia del Señon>. Tan lleno «como las aguas<br />

colman el mar».<br />

Una realidad así es la meta de los pueblos: «La buscarán<br />

los gentiles, y será gloriosa su morada». Un renuevo<br />

y un vastago florecidos para todos.<br />

2. La utopía realizada<br />

(Rom 15,4-9)<br />

Eso quiere Pablo que sea aquella comunidad de Roma:<br />

una sencilla expresión de la utopía realizada. Una comunidad<br />

llamada a vivir la armonía pregustada como anticipo<br />

de los tiempos del Mesías. Hacer realidad sencilla<br />

y humana el sueño del paraíso que transita por el texto de<br />

Isaías.<br />

También lo considera Pablo como una dádiva de Dios.<br />

Una dádiva acaecida entre paciencia y consuelo-, paciencia<br />

porque la nueva comunidad no acontece de repente;<br />

consuelo, porque, una vez acaecida, se convierte en<br />

fuente inagotable de gozo.<br />

El «acuerdo» entre cristianos que se expresa en acogida<br />

y servicio. Con un modelo y estímulo: la acogida y<br />

el servicio de Jesús. Expresión de la acogida ilimitada del<br />

Padre: a judíos y a gentiles.<br />

Y una alabanza «unánime»: la que hace de la viz de


todos la sola voz que proclama fidelidad y perdón misericordioso.<br />

Alabanza al Salvador que realiza la utopía de la<br />

comunión con Dios y de la unión gozosa entre todos.<br />

3. Una utopía que pide conversión<br />

(Mt 3,1-12)<br />

Si todo lo que vale, cuesta, la utopía tampoco es barata.<br />

Cierto que es un regalo. Pero un regalo que pide la<br />

acogida.<br />

La utopía se concentra en el Reino que es ofrecido.<br />

Un Reino que es tan de Dios que es «el Reino de los<br />

cielos». Es tan grande la promesa que su anuncio, en<br />

los labios del Bautista, pide ya la conversión: «Convertios<br />

porque está cerca el Reino de los cielos».<br />

Juan es la voz que lo predica y lo anuncia. Pero es una<br />

voz exigente que pide


Retoño salvador<br />

Del tocón de Jesé brota un renuevo,<br />

prenda de la utopía del Paraíso,<br />

clamor -como en el páramo el narcisodel<br />

Reino que inaugura un tiempo nuevo.<br />

El Verbo se hace carne. Es el relevo<br />

del hombre envanecido. A Dios sumiso,<br />

ganó su Nombre en la obediencia: quiso<br />

y dijo «¡aquí estoy!». Se hizo coevo<br />

de cada Adán, gustando cada muerte...;<br />

así cambió el sentido de la suerte<br />

que al hombre le dictó el primer pecado...<br />

¡Haz presente a Enmanuel en tus hermanos!<br />

Colma de amor el cuenco de tus manos,<br />

y en tu entrega cabal serás salvado.


Tercer domingo de Adviento<br />

1. Lo nuevo que va a germinar<br />

(Is 33,1 -6a. 10)<br />

El anuncio seguro de lo nuevo tiene arraigo en la visión esperanzada<br />

del profeta. La confianza en el Dios que salva<br />

es más grande que todas las trabas y tropiezos.<br />

Esperanza que se expresa en la transformación de l<br />

naturaleza y del ser humano. El yermo y el desierto,<br />

llamados a alegrarse con el regocijo de una floración<br />

inesperada. Una belleza tal que abrirá los corazones a la<br />

belleza misma de Dios: «Verán la gloria de Dios, la belleza<br />

de nuestro Dios».<br />

Y unos seres humanos deprimidos que se abren a la<br />

nueva fortaleza. Ni debilidad ni vacilación ni cobardía: «Sed<br />

fuertes, no temáis». Incluso aquellos que experimentan el<br />

deterioro físico reciben el anuncio de gozar en plenitud<br />

de la función de sus órganos atrofiados: los ojos, los<br />

oídos, las piernas y la lengua. No más ciegos ni sordos<br />

ni cojos ni mudos.<br />

Todos vienen «rescatados» por el Señor. Una gran<br />

peregrinación de hombres renovados, guiados por «la<br />

alegría perpetua»; flanqueados en su camino por «el gozo<br />

y la alegría». Al resguardo de toda «pena y aflicción».


Novedad maravillosa que, en medio del sufrimiento,<br />

estimula y anima la esperanza.<br />

2. Esperando con firmeza<br />

(Sant 5,7-10)<br />

Esperando, como lo hace el labrador que aguarda la<br />

cosecha, con una paciencia inquieta y activa. Se sabe el<br />

brador llamado a trabajar su parcela, pero ha aprendido<br />

a mirar al cielo en espera de las lluvias. Las necesita y<br />

anhela, pero no puede causarlas, «ni las tempranas ni las<br />

tardías». Las espera. Y lo hace con inquietud y paciencia,<br />

pero siempre con una segura firmeza.<br />

Cuando las lluvias se tardan, apuntan la desesperanza<br />

el cansancio de tanto trabajo frustrado. Lo mismo pasa en<br />

la vida, cuando se teme que el Señor se ha ocultado y retrasa<br />

su venida: la «venida» en el final; y las «venidas» en<br />

cada momento de nuestra historia, tantas veces reseca<br />

y agostada como la tierra en sequía.<br />

Pero, en los momentos duros, es cuando crece la esperanza.<br />

Esperanza tantas veces dolorida por el retraso<br />

y silencio de quien tiene que venir y no acaba de llegar.<br />

En la paciencia esperanzada está también la firmeza: «La<br />

venida del Señor está cerca... Él está ya a la puerta».<br />

3. Lo nuevo que ha germinado<br />

(Mt 11,2-11)<br />

¿Se cumplió ya la promesa o sigue el tiempo de espera?<br />

Dos períodos se entrecruzan: el de Juan que se pregunta:<br />

«¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a


otro?». Y el de Jesús que responde con la promesa cump<br />

da. La promesa de Isaías y los profetas se hace en Jesús<br />

realidad: Con Él llega la salvación que, abrazando a enfermos<br />

y marginados, llega hasta a los mismos muertos,<br />

llamados a resucitar.<br />

Esta síes Buena Noticia. Noticia de salvación, que tiene<br />

en todos los pobres sus primeros destinatarios: «A los<br />

pobres se les anuncia la Buena Noticia». Se habían mezclado<br />

en la espera otros muchos intereses, que viciaron<br />

lo más hondo de la esperanza: Aguardar desde la pobre<br />

Cuando no existe el despojo, es difícil la esperanza. Uno<br />

cree tenerlo todo, incluso la mejor idea de la misión del<br />

Mesías. Y de ahí la advertencia de Jesús: «Y dichoso el<br />

que no se sienta defraudado por mí».<br />

No fue Juan uno de los defraudados. L,a firmeza de su<br />

arraigo de profeta en el desierto, y no «en los palacios,<br />

donde habitan los que visten de lujo», lo hizo mensajero<br />

y preparador del camino. Grandeza de misión y de respue<br />

ta. Una singular grandeza que está al alcance de todos:<br />

«El más pequeño en el Reino de los cielos es más grande<br />

que él».


El Señor está cerca<br />

i Cómo emulan al Líbano su gloria<br />

el páramo y la estepa! ¡Cómo arde<br />

el vigor en el pecho del cobarde!<br />

¡Cómo pronuncia el Salvador su historia!<br />

No pongáis la esperanza en vuestra noria.<br />

Siempre llega el Señor, aunque se tarde...<br />

Al tempero o tardía..., sin alarde<br />

cae la lluvia en la tierra promisoria...<br />

Salta el cojo su júbilo. Se alerta<br />

el oído del sordo. Está a la puerta<br />

el Juez que impartirá misericordia...<br />

¡Haz tuya la belleza del Carmelo<br />

y tu pecho una estancia de su cielo<br />

donde vivan los hombres en concordia!


Cuarto domingo de Adviento<br />

1. «Dios-con-nosotros»: la promesa<br />

(Is 7,10-14)<br />

Tener a Dios junto a él en su camino: no hay otra certeza<br />

en la vida que dé al ser humano más gozo.<br />

Caminar acompañado por Dios-. Ahí descubre el creye<br />

la más honda trama de toda la historia de la salvación.<br />

La íntima seguridad que a todos los personajes bíblicos<br />

los hubiera debido llevar a la más grande confianza. Pero<br />

no siempre fue así. No lo fue en el caso de! rey Acaz que,<br />

a su desconfianza, añadía la búsqueda de sus propios<br />

medios para salvar a su pueblo de la guerra.<br />

Una desconfianza tal que llega a «cansar a Dios», por no<br />

querer ni siquiera pedir al cielo señales. Ni confianza ni<br />

oración. Por eso, el propio Señor irrumpe, tomando la<br />

iniciativa: «El Señor, por su cuenta, os dará una señal».<br />

Tan sencilla y tan cercana, que hace falta ahondar en ella<br />

para no pasar de largo: una doncella preñada y el hijo<br />

dado a la luz.<br />

El nombre va hacia el hondón del sentido: «Y le pone<br />

por nombre Enmanuel, que significa Dios-con-nosotros».


2. «Dios-con-nosotros»:<br />

el Hijo de Dios humanado (Rom 1,1-7)<br />

Ahonda san Pablo en la Buena Nueva de Dios, el Evangelio<br />

del Padre. La señal es también un Hijo: «Su Hijo»,<br />

el mismo Hijo de Dios. Y es señal, porque es un Hijo<br />

humanado-. «Nacido, según lo humano, de la estirpe de<br />

David». Y es señal, porque apunta a su futuro; de nuevo<br />

en el lugar mismo de Dios: «Constituido, según el Espíritu<br />

Santo, Hijo de Dios, con pleno poder, por la resurrección<br />

de la muerte».<br />

«Jesucristo, nuestro Señor» es «Dios-con-nosotros» y<br />

Dios para nosotros. Llamados por él, somos nosotros de<br />

Dios y para Dios. Ese es el mayor don recibido y el mayor<br />

don que ofrecemos a todos: «Que todos los gentiles respondan<br />

a la fe», a la filiación compartida en adopción.<br />

3. «Dios-con-nosotros»: el cumplimiento<br />

(Mt 1,18-24)<br />

«Nunca tan adentro tuvo al sol la tierra». Jamás hubiera<br />

podido pensarse en un Dios en-carnado, metido en la<br />

carne del hombre, para ser hombre «semejante en todo a<br />

nosotros, menos en el pecado».<br />

La sencillez del relato nos aboca al misterio de un<br />

«ser-Dios-con-nosotros» siendo uno de los nuestros. Al<br />

mejor estilo bíblico, a través del «sueño» de José se revela<br />

la hondura del misterio: María y la criatura en su seno,<br />

pero el Espíritu Santo como el definitivo sustento del<br />

misterio allí encerrado: «Ella esperaba un hijo por obra<br />

del Espíritu Santo».<br />

El honesto repudio decidido por José se convierte


en acogida: «Se llevó a su casa a su mujer», y en tarea:<br />

«Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su<br />

pueblo de sus pecados».<br />

Y, salvando, cumple la profecía: El «Dios-con-nosotros»,<br />

que es el Hijo de María, no es como un Dios ocioso<br />

para la vida del hombre y de la historia. Él es el Dios<br />

que nos salva desde la cercanía acompañante.<br />

La Virgen está encinta<br />

Por su infidelidad, Acaz, indigno<br />

del empeño y el don de la realeza,<br />

rehuye la palabra de certeza<br />

que le brinda el profeta fidedigno:<br />

una virgen puérpera es el signo<br />

del Señor, que es poder y fortaleza...;<br />

un niño hará visible la terneza<br />

y la proximidad del Dios benigno...<br />

José vence la duda en el empeño<br />

de su amor, que se afirma con un sueño<br />

en que la fe por la palabra crece.<br />

Abre tu corazón a la aventura<br />

de fiarte de Dios..., y a la locura<br />

de creer que aconteció lo que acontece.


NAVIDAD<br />

«Un niño nos ha nacido-,<br />

un hijo se nos ha dado»


Navidad<br />

(Misa de medianoche)<br />

1. «Un niño nos ha nacido»<br />

(Is 9,1-3.5-6)<br />

En medio de las tinieblas alumbra la esperanza En medio<br />

de la opresión germina la liberación Todo se inunda<br />

de la luz y del gozo que brotan de la presencia de Dios<br />

Todos «se gozan en tu presencia» (en metáfora agrícola<br />

«Como gozan al segar», en metáfora guerrera «Como se<br />

alegran al repartirse el botín»)<br />

La presencia de Dios destruye la opresión Dios mism<br />

quebranta la vara, el yugo, el bastón del opresor Una<br />

opresión ejercida hace, estrépito y empapa de sangre los<br />

vestidos Y una opresión castigada «Serán combustible,<br />

pasto del fuego»<br />

En medio de tanta violencia, es entrañable la señal «U<br />

niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado» Un niño<br />

con atributos de Dios, porque lo es Un niño con misión<br />

Salvador para sostener y consolidar el Reinado nuevo de<br />

David «con la justicia y el derecho», en cumplimiento de<br />

promesas que tienen a Dios por autor «El celo del Señor<br />

lo realizará»


2. «Ha aparecido la gracia de Dios»<br />

(Tit 2,11-14)<br />

La gracia de Dios aparece en-carnada y en pleno dinamismo:<br />

«Trae la salvación para todos los hombres». El<br />

nacimiento de Jesús es el más logrado momento de una<br />

historia de gracia y de gracias. La gracia que jamás nadie<br />

hubiera pensado. Pero ha aparecido. Ha tenido historia y<br />

un destino concretos. Su aparición se hace nacimiento<br />

visible de un niño. Se hace historia real y concreta de un<br />

hombre. Se hace entrega generosa que lleva a la muerte.<br />

Se hace rescate de resurrección y de vida. Y se hace promesa<br />

de vuelta en comunión solidaria con todos.<br />

No puede el hombre olvidar su inmersión en esta histo<br />

de gracia. La espera de «la aparición gloriosa del gran<br />

Dios y Salvador nuestro, Jesucristo» da al conjunto de la<br />

vida una tensión salvadora.<br />

Y al gozo entrañable del recuerdo del nacimiento del<br />

Niño se une la gracia de una existencia nueva: «Llevar ya<br />

desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa». Una<br />

vida en espera: el Señor vino y vendrá. Venidas de Dios<br />

la historia del hombre. Expresión permanente de su gran<br />

amor que nos lleva a re-nacer y a esperar.<br />

3. «Os ha nacido un Salvador»<br />

(Le 2,1-14)<br />

Promesa (primera lectura) y cumplimiento (evangelio)<br />

lleno de desconcierto. La espera mesiánica había engrandecido<br />

las señales de la aparición. El cumplimiento<br />

ahonda la realidad que se muestra y envuelve las señales<br />

en una chocante pobreza.


A la normalidad del nacimiento: A María «le llegó el<br />

tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito y lo<br />

envolvió en pañales» (como hacen todas las madres), se<br />

añade una sobria anotación de marginación y pobreza-.<br />

lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la<br />

posada».<br />

Y el anuncio no se hace a los grandes; se reserva a los<br />

sencillos, a los pastores, también ellos marginados.<br />

A la grandeza del don: «Os ha nacido un Salvador, el<br />

Mesías, el Señor» corresponde también la pobreza en<br />

la señal: «Encontraréis a un niño envuelto en pañales y<br />

acostado en un pesebre». Es preciso ahondar en la ley<br />

que hace a Dios revelarse en lo sencillo. Muchas veces,<br />

el miedo al encuentro el que oscurece la visión de las<br />

señales. Uno las quisiera grandes y espectaculares, para<br />

evitar así el camino que desentraña el misterio.<br />

Pero la paz y alegría se encuentran tan sólo allí donde<br />

Dios se manifiesta desconcertando esquemas prefabricados.


Envuelto en pañales<br />

Fueron cuarenta y dos generaciones<br />

caminando por sombras de esperanza...<br />

El tiempo llegó al fiel de su balanza<br />

y la Luz encendió los corazones.<br />

Se inundaron los últimos rincones<br />

de silencio con himnos de alabanza...<br />

Un Niño trajo al hombro la Alianza<br />

de paz y amor a todas las naciones...<br />

Un Hijo que es el centro de la historia...,<br />

que inscribe de un pesebre la memoria<br />

en el rol de los tronos singulares,<br />

que, ceñido en pañales de caricia,<br />

confirma a los pastores la Noticia<br />

que los ángeles dicen a millares.


La Sagrada Familia<br />

1. Una autoridad que es amor<br />

(Si 3,2-6.12-14)<br />

La mirada a la Familia de Nazaret le trae a la liturgia<br />

recuerdos sapienciales del Antiguo Testamento. El lug<br />

principal de la reflexión lo ocupan el padre y la madre.<br />

El origen de su «oficio» está en el mismo Dios, que es el<br />

sujeto de toda la exhortación.<br />

Un movimiento de los padres a los hijos, y de estos<br />

hacia aquellos. Dios es el que hace al padre digno de<br />

respeto y el que da autoridad a la madre. Puesta esta<br />

premisa, derivan como a raudales las consecuencias de la<br />

actitud de los hijos: La relación con sus padres es filialm<br />

regeneradora: perdón de los pecados, acumulación de<br />

tesoros (no sólo materiales), alegría en los propios hijos<br />

venideros, seguridad de oraciones escuchadas, una vida<br />

larga y confiada.<br />

La condición es la incondicionalidad del amor y del re<br />

No sólo cuando los padres son aún jóvenes y de ellos<br />

puede aún esperarse... También, y sobre todo, cuando,<br />

ya ancianos, pueden ser considerados como estorbo, y<br />

acecha siempre la tentación de arrinconarlos: «No los


abandones mientras vivas». Para que la familia sea de<br />

verdad paradigma de «un tiempo venidero».<br />

2. En torno al amor, las virtudes familiares<br />

(Col 3,12-21)<br />

Lo que Pablo afirma de manera general, tiene una aplicación<br />

concreta e insuperable para la familia. Contra una<br />

tendencia a ser mejores fuera (en la calle y en relación<br />

con otras personas) que dentro (en el propio hogar),<br />

hay que agarrarse al amor «que es ceñidor de la unidad<br />

consumada».<br />

Y en torno al amor, todas aquellas virtudes que lo hacen<br />

cercano y concreto: «La misericordia entrañable, la bondad,<br />

la humildad, la dulzura, la comprensión...». Pablo es, sin<br />

embargo, realista y da una importancia especial al perdón,<br />

entendido como capacidad de sobrellevar los defectos<br />

del otro. El ejemplo de perdón es Cristo: «El Señor os ha<br />

perdonado, haced vosotros lo mismo»... También la paz familiar<br />

está forjada con el perdón. Sin él, es impensable una<br />

reconciliación que llegue a producir «la paz en Cristo».<br />

También para la familia el origen y manantial de la vida<br />

es la Eucaristía, «vínculo de unidad y signo de caridad». Y<br />

la oración, en sus múltiples manifestaciones: una oración<br />

comunitaria, abierta a la súplica y vida de toda la comunidad<br />

que «canta a Dios de corazón con salmos, himnos<br />

y cánticos inspirados».<br />

Desde una recia espiritualidad familiar, las relaciones<br />

funciones de los distintos miembros no son consideradas<br />

como cargas; son expresión de una honda experiencia de<br />

amor: el respeto, el afecto, la dulzura, la obediencia... se<br />

traban en una vivencia de relación singular.


3. El cuidado paterno, manifestación de amor<br />

(Mt 2,13-15.19.23)<br />

¡Difícil descubrir tras ciertas decisiones paternas el cuidado<br />

amoroso de Dios! Momentos difíciles para decisiones<br />

durasl<br />

La huida a Egipto tiene en José al protagonista de<br />

la decisión. Tras ella, una expresa voluntad de Dios... Y<br />

tras una situación difícil, el cumplimiento de la promesa<br />

salvadora: «De Egipto llamé a mi hijo». La dura experiencia<br />

de la «salida» (el Éxodo) del pueblo de Israel, «hijo<br />

de Dios», que se cumple en esta nueva salida del Hijo,<br />

dejando atrás para siempre la tierra de la opresión y de<br />

la esclavitud. En la lectura de los acontecimientos que<br />

Mateo hace para judeo-cristianos, transmite toda una<br />

«lectura» de la acción de Dios que «escribe derecho con<br />

renglones torcidos».<br />

¡Mirada serena a acontecimientos cercanos que pued<br />

torcer la andadura familiar! ¡Quién sabe la justeza de<br />

cumplimientos que puede esconderse en momentos<br />

humanamente apurados; de decisiones difíciles! «Mis<br />

caminos no son vuestros caminos...».


Amor de esmero<br />

Os desveláis por un trabajo estable,<br />

una vivienda con holgura y lujo,<br />

un lugar bajo el sol de gran influjo<br />

y una cuenta corriente respetable.<br />

¿Es esa vuestra vida perdurable...,<br />

vuestra seguridad...? Pobre garujo<br />

incapaz de aguantar el recio flujo<br />

del tiempo, que lo bate infatigable...!<br />

Hay otra perspectiva...; otro cemento...:<br />

la aventura vivida en el adviento<br />

de una fidelidad que no termina...<br />

Jesús, María y José... Amor de esmero,<br />

paradigma de un tiempo duradero,<br />

que en el carel del tiempo se reclina...


Santa María, Madre de Dios<br />

1. Bendecidos en el Hijo<br />

(Núm 6,22-27)<br />

Bendición de salvación, realizada en el envío del Hijo.<br />

Bendición de salvación, realizada en las entrañas maternales<br />

de María. Bendición de salvación que se acompasa<br />

también con el tiempo cronológico, encontrando en él<br />

una pauta de su ritmo: un año nuevo de gracia salvadora<br />

que comienza.<br />

Aquella fórmula de bendición «israelita» se hace realidad<br />

de bendición «cristiana»: la protección permanente<br />

Dios, «a la sombra de las alas» del Hijo; la iluminación<br />

de su rostro en una revelación definitiva de la paternidad<br />

de Dios y de nuestra filiación; la concesión del favor, q<br />

es «gracia» definitiva de favores compartidos; la mirada<br />

de Dios, hecha desde los ojos humanos de Jesús; la paz<br />

como don esperado de Cristo, nuestra paz definitiva.<br />

En verdad nuestro tiempo es tiempo de salvación,<br />

porque «este niño que nos ha nacido es mucho más que<br />

un sueño.../ es el latido de eternidad injerta en nuestro<br />

tiempo».


2. ... nacido de una mujer<br />

(Gal 4,4-7)<br />

Siempre inmersos en el misterio dei tiempo, pero ahora<br />

es su cumplimiento-. «Cuando se cumplió el tiempo...». Y<br />

que el tiempo no es una realidad plana; el tiempo tiene<br />

sus relieves, y tuvo el relieve decisivo cuando «Dios envió<br />

a su Hijo, nacido de una mujer». Nacido de una mujer<br />

como nacimos nosotros; de unas entrañas creadas para<br />

concebir, engendrar y dar a luz, dando la vida.<br />

Y nacido como nosotros en una concreta sociedad:<br />

«Nacido bajo la ley»... Una sociedad que precisa redención:<br />

«Para rescatar a los que estaban bajo la ley». Nacimiento<br />

salvador; entrañas maternales que engendran<br />

filiación: a través del fruto de las entrañas de María,<br />

recibimos el «ser hijos por adopción»; hijos en el Hijo,<br />

desde una paternidad común: la de Dios.<br />

En el Hijo, nacido de una mujer, acabó para siempre<br />

nuestra condición de esclavos de Dios. Aquel Dios de libertad<br />

que se manifestó espectacularmente en el Éxodo,<br />

se manifiesta ahora en la humanidad de quien, confesán<br />

«esclava» es, también ella, «hija»; pero es, sobre todo,<br />

«madre»: la mujer de cuyas entrañas nació verdaderamente<br />

el Hijo enviado.<br />

3. ... y anunciado a los sencillos<br />

(Le 2,16-21)<br />

Los pastores reciben el anuncio, se ponen en camino,<br />

y ellos mismos se hacen heraldos de su desconcertante<br />

experiencia. Encuentran el hecho anunciado: «A María,<br />

a José y al Niño acostado en un pesebre». Aquel ver,


les hace anunciar: «Contaron lo que les habían dicho<br />

de aquel Niño». El anuncio del Ángel era solemne: en<br />

el pesebre iban a encontrar al Salvador de Israel. No es<br />

extraña la admiración de quienes les oyeron semejante<br />

grandeza en tan gran humildad.<br />

Entre todos los humildes y sencillos que saben escuchar,<br />

señala Lucas a una oyente especial: «María escuchaba<br />

todas estas cosas, meditándolas en su corazón».<br />

Oyente singular no sólo por la maternidad; también por<br />

el modo con que escucha. María no se limita a oír. Su<br />

escucha se hace contemplación interior.<br />

Ver, oír y contemplar se entrecruzan ante el acontecimiento<br />

que cumple las promesas: los pastores alaban<br />

a Dios «por lo que han visto y oído»; María lo conserva<br />

todo en su corazón... Los sencillos israelitas ya entrevén<br />

la salvación en aquel recién nacido... Por eso, el nombre<br />

en la circuncisión: Jesús, que significa «Yavé salva».


Latido de eternidad<br />

Cronos saca hoy del fondo de su arca<br />

un día, un mes, un año, que su andanza<br />

desigual inauguran... Sin tardanza<br />

rendirán su periplo ante la Parca.<br />

Con todo el fluir del tiempo marca<br />

un final, recamado de esperanza,<br />

el corazón se arriesga sin tardanza<br />

a cuanto sueño la ilusión abarca...<br />

Pero este Niño que nos ha nacido<br />

es mucho más que un sueño..., es un latido<br />

de eternidad injerta en nuestro tiempo...<br />

La Paz indefectible que florece...;<br />

la Bendición perenne que acontece<br />

más allá del temor al contratiempo...


Segundo domingo de Navidad<br />

1. La sabiduría de Dios arraiga en su Pueblo<br />

(Si 24,1-4.12-16)<br />

Interesante la querencia de Dios por echar raíces en<br />

medio de los suyos. Una querencia experimentada con<br />

tal fuerza por el pueblo de Israel que hasta le lleva a «revisar»<br />

su monoteísmo sin fisuras... Nunca pensará Israel<br />

en muchos dioses, pero ya en el Antiguo Testamento se<br />

abre una concepción de Dios que no se cierra celosamen<br />

en su propia intimidad.<br />

Se perfila ya el Dios que envía su Sabiduría a «poner<br />

su morada entre los elegidos, a habitar en Jacob, a tener<br />

a Israel como heredad». Aún no se describe la relación<br />

de la Sabiduría con el Dios Creador..., pero, en ella, algo<br />

muy de Dios comparte ya la suerte de los hombres.<br />

Se diría que en esta Sabiduría, «incardinada» en medio<br />

de su Pueblo, se expresa con fuerza la querencia de l<br />

encamación, que atraviesa toda la historia de la salvación.<br />

Aquella voluntad de Dios de «unir a su elección nuestro<br />

destino de ser hijos, pueblo sagrado, pan de su pan y<br />

vino de su vino».


2. Bendecidos antes de la creación del mundo<br />

(Ef 1,3-6.15-18)<br />

En el tiempo de Navidad, lo eterno y lo temporal se entrecruzan,<br />

se complementan y mutuamente se explican.<br />

Nuestra elección en Cristo sucedió en el tiempo,<br />

pero, en realidad, «aconteció ya antes de la creación del<br />

mundo». En el tiempo sucede el que «en Cristo seamos<br />

"hijos de Dios"», pero, en realidad, siéndolo, hoy, revelamos<br />

la eterna «gloria de su gracia»... Admirable intercamb<br />

que arranca de aquella pre-existencia de la Palabra que<br />

proclamará Juan en su prólogo.<br />

Sólo así, Jesús en su historia con nosotros, puede<br />

ser «el mediador de toda clase de bienes espirituales»,<br />

objeto de la bendición de Dios. Y sólo así, y también en<br />

Él, podemos nosotros «ser santos e irreprochables ante<br />

Dios por el amor».<br />

Nada de extraño que Pablo pida a Dios para nosotros<br />

«el espíritu de sabiduría y revelación» para conocer la<br />

profundidad y la hondura del misterio de Jesús, y la «iluminación<br />

de los ojos del corazón para comprender» el<br />

destino final de tanta riqueza encarnada: «La gloria que<br />

da en herencia a los santos».<br />

3. La palabra de Dios habita entre nosotros<br />

(Jn 1,1-18)<br />

Lo que en el Antiguo Testamento era «querencia de Dios»<br />

(«tener sus delicias en estar entre los hombres») se hace<br />

en Cristo realidad de encarnación. El prólogo del cuarto<br />

evangelio combina admirablemente los dos grandes momentos<br />

de la existencia del Verbo: la eterna, junto a Dios,


«desde el principio»; y la histórica, entre los hombres,<br />

desde su entrada real en la carne (en-carnación).<br />

La en-carnación da a la carne de Jesús todo su valor<br />

teológico: «A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único<br />

de Dios que está en el seno del Padre, es quien nos lo<br />

ha dado a conocer». La «carne de Jesús» (sus raíces humanas,<br />

su historia, la totalidad de su existencia) son para<br />

siempre revelación de Dios.<br />

La en-carnación da a la carne de Jesús todo su valor<br />

salvador: «A cuantos la recibieron les da poder de ser<br />

hijos de Dios»... «De su plenitud todos hemos recibido<br />

gracia tras gracia».<br />

Pero, la en-carnación da también a la carne de Jesús<br />

toda la carga escandalosa del Dios humanado. Y por eso,<br />

quedará siempre abierta la posibilidad del rechazo: «Vino<br />

a su casa y los suyos no la recibieron». ¡Que nos contemos<br />

entre «los que hemos contemplado su gloria»!


Germinó la Palabra<br />

Germinó la Palabra..., echó raíces<br />

en Sión su ancestral sabiduría...<br />

resplandecientes cual luz del día,<br />

brillan en Israel sus directrices...<br />

Más allá de abandonos y deslices<br />

profetizó a su Pueblo la amnistía,<br />

sació el hambre y la sed de su ardentía<br />

con maná, agua de roca y codornices...<br />

Antes que el mundo fuera pronunciado,<br />

decía la Palabra su divino<br />

designio de habitar a nuestro lado,<br />

de unir a su elección nuestro destino<br />

de ser hijos de Dios, pueblo sagrado,<br />

pan de su pan y vino de su vino.


I. Todos vienen a ti<br />

(Is 60,1-6)<br />

Epifanía del Señor<br />

Se va cumpliendo la manifestación del en-carnado. En<br />

la Navidad fueron los padres de Jesús y los pastores, los<br />

sencillos de Israel, quienes vieron, oyeron y contemplaro<br />

Contempló, sobre todo, la Madre, «guardando todo<br />

aquello en su corazón».<br />

Pero no podía quedar allí encerrado, ni podían ser las<br />

fronteras de Israel los límites de la «contemplación de su<br />

gloria».<br />

Isaías, el profeta que ve en Jerusalén la morada de<br />

Dios, la abre con fuerza decidida a todos los pueblos. Recib<br />

Jerusalén la luz que le viene de su Dios, y por eso brilla.<br />

Recibe Jerusalén la aurora de la gloria del Señor, convirtiéndose<br />

así para todos los pueblos en un glorioso amanecer...<br />

Ha amanecido el Señor, quitando la oscuridad de<br />

los pueblos.<br />

Y los pueblos responden con una peregrinación hacia<br />

la señal levantada por Dios, atraídos por la luz y por la<br />

aurora. Hay multitud de caminantes y abundancia de<br />

riqueza y de dones. Cuando se divisa la meta, el camino<br />

se hace ligero y jubiloso.


2. Coherederos de la promesa<br />

(Ef 3,2-3a.5-6)<br />

Muchos judíos se consideraban herederos exclusivos de las<br />

promesas de Dios. Compartirlas con los gentiles les parecía<br />

renegar de su propia identidad de pueblo elegido. Una<br />

elección que consideraban como privilegio incondicional.<br />

En este contexto particularista, Pablo desvela «el misterio».<br />

No se refiere Pablo tanto al misterio de la identidad<br />

de Jesús como al destino universal de su misión-. «Q<br />

también los gentiles son coherederos».<br />

Las promesas no son propiedad de unos pocos. En<br />

la multitud de miembros del único cuerpo de Cristo, los<br />

gentiles no son extraños o advenedizos. Lo que no era<br />

privilegio (la elección) jamás puede convertirse en exclusión.<br />

Y todo por un Evangelio que es Buena Noticia para<br />

todos: Los cercanos y lejanos-, los de siempre y los de últim<br />

hora; los justos y los pecadores... En Cristo Jesús, todos<br />

podemos ser coherederos.<br />

3. ...para adorar al que ha nacido<br />

(Mt 2,1-12)<br />

En el relato evangélico, los magos juegan de símbolo,<br />

como de símbolo jugaron los pastores en la primera manifestación<br />

del recién nacido a los sencillos.<br />

Se trata ahora de una manifestación del en-carnado<br />

a los de lejos-, «unos magos de oriente». No toman ellos la<br />

iniciativa... Hacen camino, siguiendo a una estrella. La<br />

señal les viene de arriba: «hemos visto salir su estrella»...<br />

Cuando el tiempo se ha cumplido, despunta su estrella y<br />

se convierte en señal del acontecimiento.


La peregrinación de los magos no es de simple verifica<br />

astronómica. Es una peregrinación religiosa: «venimos a<br />

adorarlo». Los gentiles son llamados a la común adoración,<br />

con los judíos..., en la extraña sencillez del origen<br />

del Mesías: Belén, la pequeña aldea de Judá, hecha grande<br />

por la cuna del Mesías.<br />

Hacia aquella humilde cuna ¡es guía la estrella... Y aco<br />

pañan la adoración con multitud de dones... Comienza a<br />

cumplirse la visión universalista de Isaías. Desde aquella<br />

pequeña aldea de Belén brilla la estrella, convirtiéndose<br />

en luz para todas las naciones... En respuesta, una buena<br />

súplica de todos: «¡No me otorgues, Señor, otro tesoro<br />

que contemplar la gloria de tu nombre!».


Caminar tras la estrella<br />

Ni el perfume oriental que embriaga al hombre,<br />

ni el destellar hipnótico del oro...<br />

¡No me otorgues, Señor, otro tesoro<br />

que contemplar la gloria de tu nombre!<br />

No ambiciono riqueza... ni renombre...,<br />

ni un marchamo de público decoro...;<br />

sólo habitar tu casa sin desdoro,<br />

contemplando una estrella que me asombre...<br />

¡Tolera el roncear de mi jumento...,<br />

la terca voluntad que no se rinde<br />

al ver que sólo da cuanto prescinde!<br />

¡Ciega eí orgullo de mi entendimiento,<br />

con la fecunda antorcha del misterio,<br />

que trueca en esperanza el cautiverio!


Bautismo del Señor<br />

1. La investidura del Siervo<br />

(Is 42,1-4.6-7)<br />

Poco importa la misteriosa identidad del Siervo para poder<br />

calibrar la sobria solemnidad de su investidura. En<br />

su misterio, se trata de una identidad abierta. Segurament<br />

estamos ante una pretendida intención del profeta: Un<br />

Siervo identificable en su perfil y misión, pero pretendidamente<br />

no identificado en su nombre y concreción.<br />

Siervo elegido, sostenido y preferido por Dios. Lleno<br />

de su Espíritu, para una misión universal: «traer el derecho<br />

a las naciones». Pero, lo hará «al estilo de Dios»:<br />

sin gritos ni algarabías, sin espectáculos ni clamores...<br />

Colmará, más bien, la esperanza de los débiles: «La<br />

caña cascada no la quebrará; el pabilo vacilante no lo<br />

apagará». Para los sencillos y con ellos, cumple la misión<br />

recibida de su Dios: «Implantar el derecho en la tierra».<br />

A la misión ha precedido la vocación-. «Te he llamado..<br />

te he tomado de la mano, te he formado». Llamado para<br />

los demás («alianza de un pueblo»; «luz de las naciones»),<br />

actuará al dictado de los preferidos de Dios: «Para que<br />

abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de


la prisión, y de las mazmorras a los que habitan en las<br />

tinieblas». Un Siervo llamado e investido para una misión<br />

liberadora.<br />

2. La investidura de lesús<br />

(He 10,34-38)<br />

La recuerda Pedro en el libro de los Hechos. Es para él la<br />

acción fundamental del Espíritu sobre lesús: «Ungido por<br />

Dios con la fuerza del Espíritu Santo». Aquello aconteció<br />

con ocasión del bautismo predicado por luán y recibido<br />

por Jesús.<br />

Subraya Pedro la fuerza del Espíritu. Por ella, «Dios e<br />

taba con él»; y por ella, el misterio de Jesús es también<br />

liberador: «Pasó... curando a los oprimidos por el diablo».<br />

Un mesianismo sanante de todo lo que interna o externamente<br />

oprime al hombre.<br />

Con la sencillez de quien «pasa entre los hombres<br />

haciendo el bien». Se trata de una descripción de la vida<br />

pública de Jesús que sobrecoge por su sencilla austeridad.<br />

Sin aspavientos ni alardes, simple y sencillamente<br />

«.haciendo el bien-» para vencer la fuerza del mal con<br />

múltiples expresiones... ¡Qué hermosa descripción para<br />

toda vida de un bautizado! Pasó haciendo el bien y liberando...<br />

3. «Se presentó a luán para que lo bautizara»<br />

(Mt 3,13-17)<br />

El bautismo de Jesús cierra el ciclo de «presentaciones».<br />

Después del largo período de la vida oculta, esta ma-


nifestación/investidura arranca la «vida pública»... En el<br />

fondo, el misterio y el respaldo de Dios, revelando su<br />

identidad: «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto».<br />

La proclamación/investidura viene de Dios. De él viene<br />

también el Espíritu que se posa sobre él. Jesús se había<br />

agregado a la fila de cuantos venían a recibir el bautismo<br />

de Juan «para la conversión y el perdón de los pecados».<br />

Así de sencillo y así de solidario. ¿Escandaloso también<br />

para aquella comunidad primitiva que lo comparaba con<br />

Juan? Mateo intenta arreglar delicadamente el problema,<br />

y pone en los labios del Bautista: «Yo soy el que necesita<br />

que tú me bautices, ¿y tú vienes a mí?». La respuesta de<br />

Jesús lo justifica: «Déjalo ahora. Está bien que cumplamos<br />

así todo lo que Dios quiere».<br />

Bautismo histórico de Jesús en el Jordán que desvela,<br />

a través del Espíritu y la voz, la importancia mesiánica del<br />

momento. Jesús ya «oficialmente presentado/investido»<br />

va a iniciar la tarea con la fuerza del Espíritu y el respaldo<br />

amoroso e incondicional del Padre.


El siervo es el Hijo<br />

Llega la Navidad a la otra orilla...<br />

¡Mirad al Siervo convertido en Hijo!<br />

No es el juego verbal de un acertijo...,<br />

es una misteriosa maravilla.<br />

En el dolor humilde de su arcilla<br />

late la majestad del Crucifijo;<br />

tras la muerte, a la luz del regocijo<br />

florecerá el vigor de la semilla...<br />

No hace Dios con los hombres distinciones,<br />

el Siewo es rey de todas las naciones,<br />

que hacen la paz, obrando la justicia.<br />

Ungido con la fuerza de lo alto,<br />

roborará lo débil y lo falto<br />

con su gran compasión, siempre propicia.


CUARESMA<br />

«SÍ?/ de tu tierra y de la casa de tu padre<br />

hacia la tierra que te mostraré»


Miércoles de Ceniza<br />

1. «La bendición del Señor, nuestro Dios»<br />

(112,12-18)<br />

Con el miércoles de ceniza iniciamos la Cuaresma. Pero<br />

ya desde el comienzo, incluso cuando en nuestras cabezas<br />

se impone un símbolo de penitencia y conversión,<br />

con el profeta Joel apuntamos ya a un término de plenitu<br />

de gloria: «La bendición y la ofrenda» a un Dios que se<br />

muestra «compasivo y misericordioso».<br />

Porque ese es el término, podemos recorrer el camino<br />

de la conversión con esperanza. Y porque se trata de<br />

una conversión del corazón, «rasgad los corazones, no<br />

las vestiduras», la asamblea penitencial, convocada por<br />

el profeta, se encamina, a través de los ritos, a la santificación:<br />

«santificad la asamblea».<br />

La santidad de la asamblea es una gracia. No sería pos<br />

ble sin el perdón generoso que Dios ofrece y otorga. Por<br />

eso, el perdón se hace súplica en labios de los sacerdotes:<br />

«Perdona, Señor, perdona a tu pueblo». Un perdón<br />

personal, pero también comunitario. Es toda la comunidad<br />

la que, mediante el perdón de Dios, es sacada del<br />

oprobio y puede dar testimonio de tener en medio a su<br />

Dios, como salvación para todo el mundo.


2. «Ahora es el tiempo de la gracia»<br />

(2Cor 5,20-6,2)<br />

También la lectura de Pablo orienta todo el camino cuaresmal<br />

en positivo: «tiempo de gracia, día de salvación».<br />

Hacia ahí marcha la reconciliación con Dios-, hacia la ex<br />

periencia de la salvación personal y comunitaria. En la I<br />

exhortación de Pablo a reconciliarnos con Dios, la experiencia<br />

religiosa se nos hace cercana y favorable. No es el<br />

«Dios enemigo» que necesitara estrategias a la defensiva, .<br />

es el «Dios amigo», que ofrece y actúa en nosotros la<br />

plenitud.<br />

La oferta de Dios fue y sigue siendo seria y definitiva:<br />

Todo el misterio de la redención a través de la entrega ,<br />

del Hijo, «para que nosotros, unidos a él, recibamos la<br />

justificación de Dios», fustificación que es plenitud de i<br />

salvación gratuita. ¿Cómo considerar adversario a quien \<br />

se ofrece para plenificar? ¿Cómo pensar en un Dios ]<br />

vengativo, cuando, en Cristo, se abre a nosotros como<br />

salvación? Verdaderamente, «ahora es tiempo de gracia,<br />

ahora es día de salvación».<br />

3. La salvación, recompensa del Padre<br />

(Mt 6,1-6.16-18)<br />

También Mateo apunta en el evangelio de hoy a la «recompensa<br />

del Padre», que es la salvación. Su instrucción<br />

es acerca del camino para conseguirla.<br />

No la alcanzamos como recompensa a prácticas externas<br />

que no cambian el corazón. La limosna, el ayuno<br />

y la oración se pueden quedar, en efecto, en puros ritos,<br />

sin vida. No es lo mismo dar limosna que ser persona


entregada; ni nacer ayuno que ser persona solidariamente<br />

austera; ni hacer oración que ser persona que vive permanentemente<br />

su existencia desde y dentro del misterio de<br />

Dios. No es lo mismo.<br />

Hacia esas dimensiones positivas y hondas apuntan<br />

las advertencias del Señor. En definitiva, él quiere que<br />

evitemos engañarnos a nosotros mismos...<br />

Con nuestro poeta, pedimos lo mismo para comprender<br />

el signo de la ceniza en nuestras cabezas: «Que avive<br />

mi memoria olvidadiza/, como signo final de la caída.../<br />

de la fe y la esperanza trascendida / que cubrirá de carne<br />

mi caliza».<br />

La ceniza no es muerte<br />

Concédeme, Señor, que esta ceniza<br />

centre mi condición en su medida:<br />

Ni fuera de razón, ni confundida<br />

con una humildad torpe y enfermiza;<br />

que avive mi memoria olvidadiza<br />

como signo final de la caída...,<br />

de la fe y la esperanza trascendida,<br />

que cubrirá de carne mi caliza...<br />

Quiero en su levedad ver la importancia<br />

del ayuno, la entrega y la fragancia<br />

de la oración, que no deviene en muerte...;<br />

comprender en la fuerza de su nada<br />

la condición cabal de esta posada<br />

hasta que de la nada me despierte...


Primer domingo de Cuaresma<br />

1. «Se dieron cuenta de que estaban desnudos»<br />

(Gen 2,7-9; 3,1-7)<br />

Relato de la tentación y del pecado de origen. Narración<br />

sencilla y popular, de fina observación y de realista mens<br />

je. Al hombre, modelado con cariño de alfarero, lo cuida<br />

el mismo Creador con mimos de jardinero. Todo está<br />

abierto al disfrute. Todo aquello que era bueno y que<br />

había sido creado para el hombre.<br />

Pero, es el mismo Dios el que quiere que el hombre<br />

«se merezca» este regalo. Y es así como media el cumplimiento<br />

de su querer, expresado en el mandato: «Del<br />

fruto del árbol que está en medio del jardín, nos ha dicho<br />

Dios: "No comáis ni lo toquéis, bajo pena de muerte"».<br />

Acaba de ponerse en marcha la psicología de lo prohib<br />

La sospecha que corroe y nos lleva al autoengaño: «Se<br />

os abrirán los ojos y seréis como Dios». La atracción y el<br />

apetito de aquello que, por prohibido, se hace aún más<br />

deseable. Y, en el fondo, la soberbia negación de todo<br />

tipo de de-pendencia con relación al Creador. En realidad<br />

la experiencia de la propia desnudez. El paso de una relación<br />

amorosa a una desnudez sin asideros. La conciencia


de estar desnudos por dentro es una buena introducción<br />

al camino cuaresmal<br />

2. «No hay proporción entre la culpa y el don»<br />

(Rom 5,13-17)<br />

El pecado y su presencia universal Aquella desobedienc<br />

primera, propagada y repetida «Y la muerte se propagó<br />

a todos los hombres, porque todos pecaron» El panorama<br />

es sombrío El uno y los muchos agarrados por el<br />

pecado ¿Una situación definitiva?<br />

San Pablo nos presenta a otro uno y a los muchos<br />

inmersos en una justicia nueva Con Jesús se despeja el<br />

horizonte en apertura desbordante ]esús, la cabeza solida<br />

de la nueva humanidad, abre un camino más ancho en<br />

Él, «la benevolencia y el don de Dios desbordaron para<br />

todos», porque «no hay comparación entre la culpa y el<br />

don»<br />

Dos entronques en la vida el que nos une a la experien<br />

de Adán, haciéndonos pecadores, y el que nos une a la<br />

experiencia de Cristo, constituyéndonos justos Se nos<br />

abre el corazón a la justicia primera, descubriendo en<br />

Dios al padre amigo y cercano Ante Él nos situamos no<br />

en de-pendencia humillante Es de-pendencia amorosa q<br />

se vive en el mutuo amor y la entrega<br />

3. «Al Señor, tu Dios, adorarás»<br />

(Mt 4,1-11)<br />

También Jesús tuvo que «entroncar» su mesianismo<br />

Habían crecido en Israel concepciones de la misión del


Mesías que, en el fondo, hacían de éi una figura independiente,<br />

sin referencia ninguna al Dios de quien era<br />

enviado y mediador.<br />

lesús tiene que enfrentarse a la tentación de ser el<br />

Mesías desde el éxito material: «Di que estas piedras se<br />

conviertan en panes». El pan absolutizado cierra el corazón<br />

del hombre a percibir otras hambres: «No sólo de<br />

pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la<br />

boca de Dios».<br />

Tampoco puede ser el Mesías desde el éxito milagrero<br />

El milagro fácil y espectacular, el realizado para gloria<br />

personal y no para cuidarse de los demás, se le presenta<br />

a Jesús como una tentación a Dios, como una especie de<br />

juego que utiliza a la divinidad.<br />

¿Un Mesías de poder? El poder que le hace a uno sentirse<br />

dueño del mundo. La tentación es enorme: realizar<br />

la misión sin que nadie pueda oponerse. Y, embebido en<br />

el poder, cortar toda referencia. La adoración a Dios es<br />

reconocimiento vital de que sólo hay un entronque en la<br />

vida: el que nos sumerge en Dios, para, desde él, ser los<br />

hombres y ¡as mujeres de su designio de amor.


Vivir en el desierto<br />

Saltar al suelo desde los fastigios...,<br />

poseer cuantos reinos ven tus ojos<br />

y, a cambio del poder, caer de hinojos...,<br />

ser como Dios..., brillar..., hacer prodigios...<br />

He aquí del pecado los vestigios:<br />

Muerte, exilio, fatigas, duelo, abrojos...,<br />

esconderse de Dios por los sonrojos...,<br />

cambiar las venturanzas por prestigios.<br />

¡Proclama con David tu «miserere»!<br />

Besa la mano que de amor te hiere<br />

y vive en el desierto tu condena.<br />

Cristo pagó tu culpa con su pena,<br />

para que, nuevo Adán por la obediencia,<br />

goces resurrección por penitencia...


Segundo domingo de Cuaresma<br />

1. La llamada «original»<br />

(Gen 12,1-4a)<br />

El momento es decisivo para el conjunto de la historia<br />

de la salvación. Es el comienzo originante que pone la<br />

historia en camino. La amplitud del escenario del relato<br />

de creación se concentra y se concreta en una llamada<br />

personal. Abrahán sale, respondiendo a una invitación de<br />

Dios. Señalará el autor de la Carta a los hebreos que es<br />

una salida «sin saber a dónde iba, guiado tan sólo por<br />

la fe». La fe y la confianza puesta en la promesa y en la<br />

fidelidad de Dios para cumplirla.<br />

La llamada y la respuesta engendran fecundidad: «Haré<br />

de ti un gran pueblo». Con el pueblo y desde el pueblo,<br />

germinada en la llamada personal, Abrahán abrirá de nuevo<br />

la escena. Todo se hace de nuevo universal en forma<br />

de bendición. Abrahán y el pueblo que de él nace «serán<br />

una bendición para todas las familias del mundo». ¡Que<br />

no cierra la vocación en los propios intereses! Abre a «los<br />

intereses de Dios», que abarcan a todos los pueblos.<br />

Nunca se podrá cerrar la llamada universal que Dio<br />

hace a cada uno. ¡Qué hermoso es percibirse convertido


en bendición para todas aquellas personas que encontramos<br />

caminando por la vida!<br />

2. «Nos llamó a una vida santa»<br />

(2Tim 1,8b-10)<br />

La bendición originaria de Abrahán se repite en la historia<br />

personal de cada uno de los creyentes. No por méritos<br />

nuestros, sino por su pura gracia, «nos llama Dios a una<br />

vida santa». Nos llamó y nos salvó. Todo es misterio de<br />

gracia. Un designio inmemorial: La misma vida de Dios<br />

que se dona en Jesucristo.<br />

Y, en Jesucristo, se dona, salvando. La mayor esclavitud<br />

es para el hombre la muerte. Destruirla en su raíz y<br />

sacar a la luz una vida en plenitud es la obra de Jesús y<br />

la entraña misma de su Evangelio.<br />

La invitación de san Pablo a «tomar parte en los<br />

duros trabajos del Evangelio» es apremiante llamada a<br />

una apuesta por la vida. Acogerla es emprender la march<br />

por el camino que lleva a una meta, y nos salva. Como<br />

Abrahán, también nosotros somos peregrinos de la fe,<br />

en la confianza.<br />

3. Una llamada con meta: la transfiguración<br />

(Mt 17,1-9)<br />

En el camino de la llamada, Jesús se muestra a lo suyos,<br />

anticipando la meta: «Se transfiguró delante de ellos». Les<br />

revela una identidad de luz-, la expresada en los vestidos<br />

la infundida en los apóstoles para la comprensión cabal<br />

de su misterio. En la hondura del misterio del Señor, el


ser se inunda de gozo-. «¡Qué hermoso es estar aquí!»,<br />

disfrutando la intimidad del Señor transfigurado.<br />

En Jesús, el hombre queda inundado de Dios, que lo<br />

cubre con su sombra y le deja oír su voz, remitiéndolo de<br />

nuevo a la intimidad de Cristo: «Este es mi Hijo, el amado,<br />

mi predilecto». Y, desde la identidad divina, el mandato:<br />

úEscuchadloh. Una escucha que se va a realizar de<br />

nuevo en la vida corriente con Jesús. A él se encuentran<br />

de nuevo remitidos: «Al alzar los ojos no vieron a nadie<br />

más que a Jesús solo». Tienen, sin embargo, ahora un<br />

nuevo criterio para escuchar a Jesús. Desde la experiencia<br />

de la transfiguración, podrán decir de verdad al Jesús<br />

de la llamada y del camino: «Tú solo tienes palabras de<br />

vida eterna».


Desde Ur al Tabor<br />

¡Transfigurar la realidad humana!<br />

Encontrarse con Dios y, de ese encuentro,<br />

dar sentido a la vida desde dentro,<br />

abrevando en su pródiga fontana.<br />

Nunca dice el Señor palabra vana.<br />

Él dicta las partidas y el recuento.<br />

Si de su voluntad haces tu centro,<br />

al punto brotará tu carne sana.<br />

Creyó Abrán, y al final de su camino<br />

cuajó en un mar de estrellas su destino,<br />

Pueblo de Dios..., arenas incontables...<br />

Ser en el mundo recia levadura,<br />

acompañar a Pablo en la locura<br />

de transmitir palabras inefables.


Tercer domingo de Cuaresma<br />

1. El agua de la roca<br />

(Éx 17,3-7)<br />

Dureza de la vida en el desierto. El fantasma de la muerte,<br />

causada por la sed: «¿Nos has hecho salir de Egipto<br />

para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y<br />

a nuestros ganados?». Una queja que encierra en lo más<br />

hondo el dolor de la pregunta: «¿Está o no está Dios en<br />

medio de nosotros?». El hombre, herido de muerte por<br />

la sed, y profundamente dolido por el silencio de Dios.<br />

y silencio. Necesidades de vida y silencios de muerte.<br />

Camino doloroso de una vida nunca fácil.<br />

Angustia en la pregunta en los labios del mediador<br />

amenazado: «¿Qué puedo hacer por este pueblo?». Volver<br />

a Dios la mirada y confiar en su constante compañía<br />

salvadora. Es el mismo cayado que, en las aguas del río,<br />

abrió un nuevo camino, el que va a golpear la roca para<br />

que brote de ella «el agua para que beba el pueblo-».<br />

mismo Dios salvador, acompañante incansable de los<br />

caminos del hombre, aunque, a veces, pese y cueste su<br />

silencio.


2. «La esperanza no defrauda»<br />

(Rom 5,1-2.5-8)<br />

Las razones más hondas de la espera suelen ir siempre<br />

por dentro. Desde ellas, cualquier desierto puede tornarse<br />

en vergel. Son las aguas abundantes que brotan d<br />

corazón y riegan toda la vida, y la fecundan<br />

Hechos justos por la fe, a la medida de Dios, por medio<br />

de Jesucristo, recibimos como modo propio de ser el<br />

vivir en esperanza-. Lo que ya somos tendrá que manifest<br />

se, para nuestro propio gozo y para el gozo de aquellos<br />

con quienes vivimos nuestra vida cotidiana.<br />

Tenemos en el corazón para manifestarlo en la vida el<br />

mismísimo amor de Dios: «El amor de Dios ha sido derramado<br />

en nuestros corazones con el Espíritu Santo que<br />

se nos ha dado». Teniendo semejante don, ¿cómo puede<br />

defraudarnos o defraudar a otros la esperanza? Hermosa<br />

es la paradoja de esperar lo que tenemos-. Lo que ya lleva<br />

por dentro, aún no manifestado del todo. Lo que se nos<br />

va mostrando y nosotros revelamos en el camino creyente<br />

y en la meta que, como don, nos aguarda. El amor de<br />

Dios ya manifestado en Cristo. El amor real de Cristo que<br />

no «pesa» nuestros méritos: «La prueba de que Dios nos<br />

ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores,<br />

murió por nosotros».<br />

3. El agua que salta hasta la vida eterna<br />

(Jn 4,5-42)<br />

El agua de la roca, para abrevar desde fuera, se hace<br />

agua en el corazón para saciarse por dentro, bebiendo<br />

del manantial de la vida. De la roca que da el agua por


la fuerza del cayado (primera lectura) a Cristo, la nueva<br />

roca, que da el agua como don, compartiendo su propio<br />

ser: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te<br />

pide de beber...».<br />

Todo empieza por comulgar eñ la sed. La misma sed<br />

en la mujer que llega al pozo y en Jesús que le pide de<br />

beber. La comunión en la necesidad abre al diálogo y<br />

al don. Desde una necesidad real lesús pide agua a la<br />

mujer samaritana: «Jesús, cansado del camino, estaba<br />

allí, sentado, junto al manantial», sin cubo para sacar el<br />

agua del pozo hondo. Jesús se nos presenta necesitado<br />

de alguien que pueda calmar su sed.<br />

Jesús, necesitado de agua y en comunión de necesidad<br />

con una mujer marginada -por mujer y por samaritana-,<br />

se hace ofertador de otra agua-. «El que beba del<br />

agua que yo le daré, nunca más tendrá sed». La oferta<br />

de lo que no se ve: «El surtidor de agua que salta hasta<br />

la vida eterna», desde la necesidad palpada y compartida<br />

de beber. Desde la necesidad al don. Desde la pobreza<br />

a la gracia. Del vacío a la plenitud. De la carencia a la<br />

abundancia.<br />

Jesús se presenta a la mujer como agua, como profeta,<br />

como único lugar para el culto verdadero, superando los<br />

espacios «reservados» por el hombre para el encuentro<br />

con Dios. Con la samaritana también confesamos: «Sabemos<br />

que él es de verdad el Salvador del mundo».


El agua que no cesa<br />

\ laz brotar de tu roca el agua que no cesa<br />

ele remediar sequías y sanar arideces;<br />

el agua saltarina, Señor, con la que acreces<br />

el hambre de saciarnos con el pan de tu mesa...;<br />

el agua que nos lava la suciedad espesa<br />

cié la ambición sin tino, las taimadas dobleces,<br />

la soberbia crecida, las torpes estrecheces,<br />

el corazón de piedra y la intención aviesa...;<br />

el agua cristalina y tersa, que refleja<br />

la brizna de lo eterno que, a ciegas, tanteamos<br />

y el fulgor de tu luz, para que más creamos...;<br />

el agua primigenia, activa, que no deja<br />

de batir con sus olas la voluntad inerte,<br />

cié fecundar el ansia de vida tras la muerte...


Cuarto domingo de Cuaresma<br />

1. Ver con los ojos de Dios<br />

(ISam 16,lb.6-7.10~13a)<br />

Se puede decir con verdad que «las apariencias engañan».<br />

También para personajes bíblicos de la talla de Samuel.<br />

El momento relatado en la lectura tiene toda la importancia<br />

que se da a la unción del rey. Con el rey cambia, e<br />

efecto, el modo mismo de guiar Dios a su pueblo.<br />

No es extraño que Samuel, mirando con sus propios<br />

ojos, se fijara en la apariencia, resumida en una gran estatura.<br />

Un hombre corpulento y fuerte, le hace pensar a<br />

Samuel: «Sin duda está ante el Señor, su ungido». Pero,<br />

recibe la primera gran lección, vista desde los ojos de<br />

Dios. Un criterio repetido en los relatos de vocación:<br />

«La mirada de Dios no es como la mirada del hombre,<br />

hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón».<br />

La mirada humana no repara en lo pequeño. Con afanes<br />

de grandeza, había hecho Samuel pasar a los hijos<br />

de Jesé ante el Señor. Y, extrañado, recibe la pregunta:<br />

«¿No quedan más muchachos?». Y es que faltaba por pasar<br />

el pequeño. A él lo habían enviado a cuidar el rebaño,


porque no estaba previsto que entrara en el «desfile». Y<br />

sin embargo, «dijo el Señor, levántate, porque este es».<br />

¡Cuánta teología de lo pequeño encierran los relatos<br />

vocación!..., como para andar buscando apariencias de<br />

grandeza...<br />

2. Las tinieblas y la luz<br />

(Ef 5,8-14)<br />

Las tinieblas y la luz no son sólo realidades externas al<br />

hombre. Son también metáfora y referencia de situaciones<br />

internas. El hombre mismo puede ser tiniebla o<br />

puede ser luz. Nuestra tendencia espontánea nos lleva a<br />

la oscuridad («en otro tiempo erais tinieblas»); somos luz<br />

por conversión («ahora sois luz en el Señor»).<br />

Y como «el movimiento se demuestra andando», la luz<br />

ilumina el camino y se puede y se debe caminar «como hi<br />

jos de la luz». La luz engendra bondad, justicia y verdad.<br />

Un camino que es agradable a Dios y realiza al caminante.<br />

Situaciones de plenitud en la luz, que contrastan<br />

con la esterilidad: esa sensación vacía que acompaña,<br />

invariable, a las obras de la maldad.<br />

La conversión de «las obras estériles de las tinieblas»<br />

es la mayor obra de la luz, aunque sea una obra dolorid<br />

Porque todo lo descubierto es luz, aunque sean las propias<br />

tinieblas. Cuando dejamos nuestro propio pecado<br />

inmerso en nuestras oscuridades, le estamos impidiendo<br />

a Dios que, desde su misma luz, pueda «sacar bienes<br />

de los males»..., «incluso del pecado», como le gustaba<br />

apostillar a san Agustín.


3. «Era ciego y ahora veo»<br />

(Jn 9,1-41)<br />

El ciego es acosado. Y lo es por quienes, en su curación<br />

han visto sólo infidelidad y pecado. Pero él se aferra con<br />

toda su fuerza a lo que ha sido su experiencia. Desde ella<br />

defiende a Jesús: «Sólo sé que yo era ciego, y ahora veo».<br />

Los fariseos «sabían» que Jesús era pecador. ¿Su pecado?:<br />

haber curado en sábado. En ellos no había experiencia;<br />

sólo había un aferrarse legalista a los preceptos de la<br />

ley.<br />

El ciego de nacimiento ahora ve. El cuarto evangelio<br />

une el agua y la iluminación en el relato milagroso: «V<br />

lávate en la piscina de Siloé (que significa Enviado).<br />

Él fue, se lavó y volvió con vista». En el fondo está la<br />

experiencia de la iluminación bautismal. La fe ilumina<br />

corazón e ilumina el camino de quien ahora puede ver.<br />

La ignorancia del ciego acerca de Jesús y de su ámbito<br />

se va progresivamente convirtiendo en confesión: «Creo,<br />

Señor, y se postró ante él».<br />

En contraste del camino que lleva de la ceguera a la<br />

fe, se da el camino inverso: ¡De/ saber a la ceguera] Los f<br />

seos que «sabían» (desde la «ciencia de la ley») que Jesús<br />

era un pecador, se convierten ahora en ciegos, incapaces<br />

de mirar desde los ojos de Dios. Los ojos eternos de Dios<br />

hechos ojos históricos y carnales en los ojos de Jesús,<br />

convertidos en ojos decisivos para ver la realidad: «Para<br />

un juicio he venido yo a este mundo: para que los que<br />

no ven vean; y los que ven, se queden ciegos».<br />

En el fondo, se aplica el criterio de la primera lectura:<br />

«La mirada de Dios no es como la mirada del hombre,<br />

pues el hombre mira las apariencias, pero Dios mira el<br />

corazón».


De la noche a la luz<br />

Juzga Tú mi pecado y mi ceguera,<br />

Señor, que no valoras la apariencia...,<br />

que conoces a fondo mi conciencia,<br />

mi endeblez, mi apatía, mi cansera...<br />

Purifica los cienos de mi albuhera<br />

con el agua lustral de tu clemencia<br />

pues me ungiste mi torpe inexperiencia<br />

con el óleo sacral de tu aceitera.<br />

Quiero ser luz, brillando en las oscuras<br />

tinieblas, que extravían los corazones,<br />

bondad en las sangrantes desventuras,<br />

verdad frente a las necias sinrazones,<br />

como hijo de la luz, que sus locuras<br />

sepultó en la justicia de tus dones.


Quinto domingo de Cuaresma<br />

1. «Os infundiré mi espíritu y viviréis»<br />

(Ez 37,12-14)<br />

En situación de abatimiento, Dios apuesta por la vida. E<br />

el fondo, está el poder del Señor que levanta la débil<br />

esperanza de su pueblo.<br />

La mayor debilidad la experimenta el hombre en el<br />

drama de su muerte. En Ezequiel hay un atisbo seguro d<br />

esperanza: «Os infundiré mi espíritu y viviréis». El pueblo<br />

abatido se parece, en efecto, a los muertos que yacen<br />

en sus sepulcros.<br />

La esperanza de una vida triunfadora de la muerte s<br />

perfilando poco a poco en el Antiguo Testamento. Lo<br />

hace desde la antropología que le es propia. No sólo<br />

se abrirá camino la idea de la inmortalidad del alma (de<br />

cuño más griego), sino de la resurrección que incluye<br />

también el cuerpo. En la entraña del progresivo desarrollo<br />

de esa fe está la confianza en el Señor-, el «sabréis q<br />

yo soy el Señor, lo digo y lo hago» (que recuerda la obra<br />

de la creación) amplía progresivamente su ámbito, en la<br />

línea de la re-creación.<br />

También el poder creador de Dios podrá definitiva-


mente contra la muerte y «vuestra tierra» donde seréis<br />

colocados, no será sólo esta tierra, perteneciente a este<br />

pueblo, sino el mismo Dios como tierra y patria definitiva.<br />

La lectura de Ezequiel marcha por este camino. Aún<br />

no ha llegado a la meta. Pero su apuesta por la vida y su<br />

confianza en el poder de Dios marcan un hito importante,<br />

abierto al anuncio de la resurrección.<br />

2. Dios «vivificará también vuestros cuerpos<br />

mortales» (Rom 8,8-11)<br />

San Pablo reflexiona sobre el futuro personal y colectivo,<br />

más allá de la muerte, ya desde la resurrección de Cristo.<br />

Y, en su apuesta por la vida, apunta a la comunión en el<br />

mismo Espíritu de Dios (el «espíritu» de Ezequiel se ha<br />

convertido ya en «el Espíritu» de la revelación de la intimidad<br />

de Dios), para atribuir igual suerte a Cristo y a los<br />

cristianos. El Espíritu une tan estrechamente al cristiano<br />

con Cristo que lo hace propiedad suya.<br />

Si «el que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo»,<br />

el que lo tiene, lo tiene de tal manera que se hace<br />

uno con Él. Y para Cristo, el Espíritu es la fuente de su<br />

resurrección y su vida. Lo mismo para el cristiano que,<br />

aun muerto, «vive para la justicia» y será «vivificado por<br />

el mismo Espíritu que en él habita».<br />

Toca el Apóstol el eje fundamental de la vida creyente.<br />

Sin la resurrección y la vida para siempre en el Señor,<br />

nada en la vida cristiana alcanzaría su meta ni su sentido.<br />

Todo quedaría a mitad de camino, si la esperanza que<br />

tenemos nos defrauda.


3. «Yo soy la resurrección y la vida»<br />

(Jn 11,1-45)<br />

La resurrección de Lázaro no es sólo un gesto de entrañable<br />

amistad por parte de Jesús, Es, ante todo, un signo<br />

que abre los ojos para ahondar más sobre la identidad<br />

del Maestro: «Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros<br />

de que no hayamos estado allí, para que creáis».<br />

Creer en Jesús como resurrección y vida para siempre<br />

se contenta Jesús con que Marta confiese que espera<br />

la resurrección de su hermano que acontecerá cuando<br />

llegue «el último día». No se trata, en efecto, de una<br />

resurrección anónima. La resurrección tiene un nombre,<br />

Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida». La fe en él es ya<br />

germen de lo nuevo que está naciendo para vivir: «El que<br />

cree en mí no morirá para siempre».<br />

La resurrección de Lázaro es un signo de la vida que n<br />

acaba. Él revivió, para volver a morir. Pero, en esa vida<br />

mortal, regalada otra vez al amigo por Jesús, él se manifiesta<br />

como Señor de la vida, capaz de hacerla nacer en<br />

la entraña misma de la muerte, como un nuevo y definitivo<br />

nacimiento. Es la expresión más cabal de que él es<br />

el Enviado: «Te doy gracias porque me has escuchado...,<br />

para que crean que tú me has enviado».


La esperanza enamorada<br />

Desde el calcáreo osar de la existencia<br />

mi súplica te grita confiada,<br />

porque sabe que el polvo de su nada<br />

tiene amparo, Señor, en tu clemencia.<br />

Como el vigía atisba con paciencia<br />

el lívido rumor de la alborada,<br />

aguarda mi esperanza enamorada<br />

el cenital fulgor de tu presencia...<br />

Resucitar no es cosa de futuro,<br />

es invertir el tiempo en el seguro<br />

de crecer al amor en cada instante...,<br />

vivir la eternidad ya en esta vida,<br />

pues no hay muerte, distancia ni partida,<br />

que separe al amado del amante.


SEMANA SANTA<br />

«Me amó y se entregó por mí»


1. La ayuda del Señor<br />

(Is 50,4-7)<br />

Domingo de Ramos<br />

La misión del Siervo es «decir al abatido una palabra de<br />

aliento». Desde la experiencia de la palabra de ánimo que<br />

él mismo recibe del Señor en sus propios sufrimientos.<br />

Él los ofrece y acepta en expiación por todos-. «Ofrecí la<br />

palda»... «no oculté mi rostro».<br />

En la entraña de esta entrega total está la más radica<br />

confianza-, la escucha sencilla y acogedora, hecha posible,<br />

porque Dios mismo interviene en la decisión de la<br />

obediencia: «El Señor Dios me ha abierto el oído». Dios<br />

mismo lleva la iniciativa de la obediencia. Al iniciado le<br />

toca responder: «Yo no me he rebelado ni me he echado<br />

atrás».<br />

La obediencia lleva al Siervo por caminos desconcertantes.<br />

Humanamente, incomprensibles. Pero, en su<br />

interior habita una inquebrantable confianza-. El Señor<br />

ayuda... no quedaré confundido». Inspiración veterotestamentaría<br />

para adentrarse y describir el misterio de Jesús,<br />

Siervo sufriente en rescate por muchos.


2. «Dios lo levantó sobre todo»<br />

(Flp 2,6-11)<br />

También para Jesús, el sufrimiento está teñido de una<br />

confiada esperanza. El himno de la Carta a los filipenses t<br />

ne los dos movimientos: el de bajada hasta lo más hondo<br />

de la experiencia humana- «Se rebajó hasta someterse a<br />

una muerte de cruz» -no sólo hombre; en su humanidad,<br />

«varón de dolores, conocedor de todos los quebrantos»-.<br />

Encarnación llevada hasta las últimas consecuencias: la<br />

experiencia de la extrema debilidad de la carne.<br />

Pero está también el movimiento de subida. No buscado,<br />

sino recibido en la confianza: «Por eso, Dios lo levantó<br />

sobre todo». Es el misterio insondable de la Pascua. El<br />

grano que muere y germina; el anonadado y rebajado a<br />

quien es concedido «el Nombre-sobre-todo-nombre»; el<br />

Siervo, convertido en Señor, «ante quien toda rodilla se<br />

dobla»; el Crucificado que es el Exaltado, del que toda la<br />

comunidad confiesa: «Jesucristo es el Señor»; la más explícita<br />

confesión de su divinidad (el Kyrios griego -Señor-,<br />

que traduce en los LXX al Yavé hebreo).<br />

El himno vuelve así a su comienzo: «la condición divina»,<br />

de la que Cristo «no hizo alarde»... Como en el caso<br />

del Siervo, una obediencia voluntaria.<br />

3. ¿No ha confiado en Dios?<br />

(Mt 26,14-27,66)<br />

La burlona pregunta de los sacerdotes, letrados y senadores<br />

frente al Crucificado revela el desconcierto que<br />

produce el primer movimiento de la Pascua: el de la bajada<br />

hasta el fondo de la debilidad de la carne. . Y no sólo


es pregunta burlona de enemigos , es también súplica<br />

desconcertada de Jesús «Dios mío, Dios mío, cpor qué<br />

me has abandonado?»<br />

En el pretendido desarrollo temporal que la liturgia<br />

hace de las Pascua, en la Semana Santa, el relato de la<br />

pasión se queda en ese primer movimiento del acontecimiento<br />

pascual Quiere la Iglesia que también nosotros<br />

nos adentremos en el desconcierto humano, en esas cont<br />

dicciones escandalosas que hacen tambalear los mismos<br />

cimientos de la confianza Tantos «por qué » que no<br />

son arrogancia frente a la omnipotencia de Dios, sino<br />

cuestionamientos desconcertados de quienes aún no<br />

hemos comprendido que «sus caminos no son nuestros<br />

caminos»<br />

«Quiso Dios llevarlo a la perfección por la cruz» La<br />

liturgia de hoy nos de]a sólo en el camino la cruz La perfección,<br />

que es acabamiento y plenitud, la reserva para<br />

la Vigilia de la resurrección<br />

Pero, incluso en el mismo relato del camino desconcertante<br />

(«por la cruz a la luz»), Mateo introduce ya<br />

la mejor de las pistas para entrever que en la cruz no<br />

está el final es la confesión del centurión, testigo de la<br />

muerte de jesús «Realmente, este era Hi¡o de Dios» Ya<br />

se apunta a otra dimensión, que recoge nuestro poeta<br />

«Palabra fiel afronta su destino/ de dar al hombre la esperanza<br />

cierta»


¡Callen las piedras!<br />

¡Callen las piedras, que los niños cantan<br />

hosannas de alabanzas y victoria!<br />

Llega a Sión el Rey de la Gloria<br />

y las viejas compuertas se levantan...<br />

¡Hablan los mudos y los cojos saltan,<br />

la Promesa florece en la memoria,<br />

los anhelos de ayer se hacen historia,<br />

ceden las leyes, que la Ley quebrantan...!<br />

Huele a incienso y espliego la mañana,<br />

Jerusalén se apresta y engalana.<br />

¡El Hijo de David está a la puerta!<br />

Rey humilde, cabalga en un pollino.<br />

Palabra fiel, afronta su destino<br />

de dar al hombre la esperanza cierta...


jueves Santo<br />

{en la Cena del Señor)<br />

1. «Celebraréis la fiesta del Señor»<br />

(Éx 12,1-8.11-14)<br />

A la celebración de la Cena del Señor llegamos, cuando<br />

ya hemos celebrado la Eucaristía de la consagración de l<br />

óleos, signos sacramentales que brotan del manantial de<br />

la Pascua: «Cambiad vuestra tristeza en alegría/ vuestro<br />

luto, en perfumes y en canciones».<br />

La tarde del Jueves Santo tiene el fondo veterotestamentaño<br />

de la celebración de la Pascua judía, «la fiesta<br />

del Señor». Aquella cena ritual (la lectura nos ofrece los<br />

detalles de su celebración) era, sin embargo, un auténtico<br />

memorial: el recuerdo actualizado del «paso» del pueblo<br />

de Dios desde la esclavitud de Egipto al servicio filial a<br />

su Dios, en la Tierra Prometida.<br />

La sangre del cordero fue para los israelitas señal de<br />

protección: «Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo ante<br />

vosotros». Es fácil la transposición a la «sangre de la nueva<br />

alianza»: La vida de Cristo entregada (la sangre, como<br />

expresión de entrega sacrificial) por todos. Así nos lo<br />

recuerda nuestro poeta: «Jesús, testigo fiel, en su porfía,/<br />

con su muerte asedia los bastiones.../ todos los pueblos,<br />

islas y naciones degustarán la gracia y la amnistía».


Contexto pascual liberador. Objeto de celebración y<br />

ta para siempre, la comida pascual es el memorial que<br />

actualiza el acontecimiento fundante del pueblo de la<br />

antigua Alianza. Comida pascual antigua que establece<br />

el marco para la que será la nueva y definitiva «cena del<br />

cordero».<br />

2. «Pronunciando la Acción de Gracias»<br />

(ICor 11,23-26)<br />

La «acción de gracias» pronunciada por Jesús es acción de<br />

gracias por la liberación, don de Dios experimentado en<br />

Éxodo y actualizado en cada cena de Pascua...<br />

Sólo que va a cambiar el cordero. Ya no será un anim<br />

ni su holocausto sangriento el que salve... Será la misma<br />

vida entregada de Jesús hasta una muerte de cruz... De<br />

ella surgirá el nuevo pueblo de Dios: «Los que fuimos tinieblas<br />

y pecado,/ seremos reino..., pueblo consagrado,/<br />

sacerdotes de Dios -Alfa y Omega-».<br />

Aquella cena pascual de Jesús se convierte en anticipo<br />

de su muerte. En la cruz, él será el nuevo cordero que<br />

salva con su sangre (su vida entregada en sacrificio): «mi<br />

cuerpo que se entrega..., mi sangre que se derrama...». Es<br />

también memorial, recuerdo y actualización permanente<br />

hasta que el Señor vuelva: «Haced esto en memoria de<br />

mí».<br />

«Acción de gracias» (Eucaristía), en el centro y culm<br />

de la vida de la Iglesia, en todos los tiempos y en todos<br />

los rincones del mundo... Invitación a una permanente<br />

alabanza, a la que nos invita nuestro poeta: «Cantad la<br />

compasión eternamente/ del que estuvo, estará y está<br />

siempre presente/ en el triunfo del Hijo que se entrega».


3. «Los amó hasta el extremo»<br />

(Jn 13,1-15)<br />

Tal misterio de entrega no puede tener otro fundamento<br />

que el amor; un amor «en exceso»: «hasta el extremo». Un<br />

amor que se hace servicio... La muerte de Jesús en la cruz e<br />

su «gran servicio»: redención salvadora para todos («en<br />

rescate por muchos»).<br />

Pero el servicio es también cotidiano y sencillo: el lavatorio<br />

de los pies Juan lo presenta con una introducción solemne...,<br />

tanto que hace de él paradigma de la condición<br />

servidora del discípulo y de la comunidad A imitación del<br />

maestro, el discípulo y la comunidad «no han venido para<br />

que les sirvan, sino para servir y entregar su vida...».<br />

En la Última Cena, quedaron para siempre unidos Eucaristía<br />

y servicio fraterno. No podrán separarse nunca. Par<br />

los dos, el mismo mandamiento: «Haced vosotros lo<br />

mismo». Conciencia, para siempre, de que la Eucaristía<br />

no termina con su celebración, se prolonga en toda la<br />

vida..., «una misa que no acaba», hace que toda la vida<br />

sea «vida eucarística», permanente entrega en constante<br />

acción de gracias.


Ungidos del Señor<br />

¡Cambiad vuestra tristeza en alegría,<br />

vuestro luto en perfumes y canciones!<br />

¡Elevad al Señor los corazones<br />

afligidos, que llega vuestro día!<br />

Jesús, testigo fiel, en su porfía<br />

con la muerte asedia sus bastiones...<br />

Todos los pueblos, islas y naciones<br />

degustarán la gracia y la amnistía...<br />

Los que fuimos tinieblas y pecado,<br />

seremos reino..., pueblo consogrado...,<br />

sacerdotes de Dios -Alfa y Omega-.<br />

¡Cantad la compasión eternamente<br />

del que estuvo, estará y está presente<br />

en el triunfo del Hijo, que se entrega...!


1. Varón de dolores<br />

(Is 52,13-53,12)<br />

Viernes Santo<br />

De nuevo, los Cánticos del Siervo, para dar fondo bíblico<br />

a la narración de la Pasión y muerte de Jesús. El texto<br />

de Isaías subraya la magnitud del sufrimiento y el «por<br />

demás» y «en lugar de los demás», que es tema central<br />

en la teología de la redención.<br />

Las expresiones, los verbos, toda la terminología del<br />

sufrimiento del Siervo es sobrecogedora. Algo «inaudito»,<br />

afirma el profeta...; tanto que hasta parece increíbl<br />

«¿Quién creyó nuestro anuncio?».<br />

Impresiona la manara en que nace y crece el Siervo<br />

ante Dios: «Como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza».<br />

Un crecimiento en medio del desierto de «nuestras<br />

rebeliones y nuestros crímenes». Una solidaridad admirable<br />

con la debilidad dolida de todas las víctimas de la historia-<br />

«Soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros<br />

dolores».<br />

Ahí está el otro gran tema: el «por nosotros»... «en<br />

lugar nuestro»: «Nuestro castigo saludable vino sobre él;<br />

sus cicatrices nos han curado. . El Señor cargó sobre él


todos nuestros crímenes...». ¡Qué lejos de las tentaciones<br />

mesiánicas del domingo primero de cuaresma!<br />

La actitud interior del Siervo es de obediencia confiada:<br />

una humillación voluntaria. La actitud pretendidamente<br />

enmudecida de quien no abre la boca para la queja o la<br />

defensa. La disponibilidad a ser tratado y contado entre<br />

los malhechores..., «aunque no había cometido crímenes,<br />

ni hubo engaño en su boca».<br />

Pero, en él se cumple anticipadamente la fecundidad<br />

del grano que se pudre en la tierra: «Verá su descendencia,<br />

prolongará sus años..., justificará a muchos».<br />

Su sufrimiento ha sido fecundo. Y por eso, Dios mismo<br />

proclama: «Le daré parte entre los grandes».<br />

2. El acceso confiado al trono de la gracia<br />

(Heb 4,14-16; 5,7-9)<br />

Nos hemos adentrado en la obra del Sirvo. Desde ella<br />

nos sentimos llamados a vivir y expresar la confianza ilimi<br />

tada en un amor que nos sobrepasa y nos sobrecoge. El<br />

Siervo toma nuevo rostro en Jesús, el Hijo, presentado<br />

por la Carta a los hebreos como «el Sumo Sacerdote que<br />

ha atravesado el cielo». Se ha realizado en él la profecía<br />

de Isaías: «el lugar adquirido entre los grandes».<br />

Pero, siendo esa la meta, el autor de Hebreos describe<br />

el camino de Jesús desde la experiencia real de una<br />

debilidad solidaria-. «Probado en todo, igual que nosotros<br />

menos en el pecado». En el contexto de una teología de<br />

la exaltación, impresiona la mirada del autor a la verdadera<br />

«lucha» de Jesús frente a su propio sufrimiento. No<br />

es Jesús el personaje estoico que no se inmuta. Al contrario,<br />

«en los días de su vida mortal presentó oraciones


y súplicas a quien podía salvarlo de la muerte»... Pero, el<br />

plan de Dios, incluso para él, era desconcertante: «A pesa<br />

de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer».<br />

Se trata también de un sufrimiento salvador: «Se h<br />

convertido para todos los que le obedecen en autor de<br />

salvación eterna».<br />

3. «Todo está cumplido»<br />

(Jn 18,1-19,42)<br />

Con razón puede, en su agonía, hablar Jesús de «cumplimiento».<br />

Dios mismo lo había llevado a la «consumación»<br />

para salvarnos. Lo expresa así nuestro soneto: «Carga<br />

el Siervo la cruz de mi locura/ hacia el Calvario de su<br />

amor sin tasa/ un amor tan intenso que rebasa/ la razón<br />

y trasciende la cordura». Es verdad: «Habiendo amado a<br />

los suyos..., los amó hasta el extremo».<br />

En aquel sublime «exceso» llegaba a su término «la<br />

consumación y el cumplimiento». Después de proclamar<br />

cumplido el proyecto de amor que se le había encomendado,<br />

relata el evangelista con austera sencillez: «E,<br />

inclinando la cabeza, entregó el espíritu». Consumación<br />

y cumplimiento en una cabeza inclinada y en un espíritu<br />

entregado.<br />

Comienza ya a entreverse que tampoco en Cristo va<br />

a tener la muerte la última palabra..., en él, de quien el<br />

Siervo y su descendencia son sólo figura.<br />

La «entrega del espíritu» y el agua y la sangre que brotan<br />

del costado «traspasado» comienzan ya a anunciar<br />

un futuro glorioso. Llega al colmo la amargura: «Y..., por<br />

acaso fue la sangre escasa/ un soldado feroz el trance<br />

apura/ y con su lanza el corazón traspasa»... Pero, mira-


án al que traspasaron con los ojos nuevos de la visión<br />

del Resucitado.<br />

Sin aspecto ni figura<br />

Carga el Siervo la cruz de mi locura<br />

hacia el Calvario de su amor sin tasa...,<br />

un amor tan intenso que rebasa<br />

la razón y trasciende la cordura...<br />

Colgado, sentirá la mordedura<br />

de una sed espantosa, que lo abrasa...,<br />

la arremetida de un dolor sin tasa...,<br />

abandono..., ludibrios..., noche oscura...<br />

¡Mirad la más hermosa criatura!<br />

¡Cómo se espanta todo aquel que pasa,<br />

al verlo sin aspecto ni figura!<br />

Y..., por si acaso fue la sangre escasa,<br />

un soldado feroz el trance apura<br />

y con su lanza el corazón traspasa...


Vigilia Pascual<br />

1. Noche de vela (el recorrido por la historia de la<br />

salvación en la extensa liturgia de la Palabra)<br />

La liturgia de la Palabra de la Vigilia Pascual es extensa<br />

y rica un recorrido por la historia de la salvación Justamente<br />

en la noche en que esta historia «culmina» Desde<br />

la creación «en el principio» hasta la mueva creación-»<br />

cuerpo resucitado del Señor, primicias de un mundo<br />

nuevo, «sin llanto ni dolor», un mundo de plenitud de<br />

vida sin fin<br />

La Iglesia nos pone en esta noche en una vela contemplativa<br />

Es preciso acostumbrarse al «estilo de Dios»,<br />

para verlo cumplido en la resurrección de Jesús<br />

El «estilo de Dios» lo recordamos y acogemos en la<br />

liturgia de la Palabra de esta noche el Dios creador, qu<br />

quiere expandir libre y gratuitamente su ser, dando vida<br />

a todas las criaturas y dejando su «imagen y semejanza»<br />

en el hombre y la mujer, encargados de «contemplar» al<br />

mismo Creador en su obra<br />

El Dios que llama a Abrahán, para iniciar con él la av<br />

tura de una salvación, encarnada en un pueblo concreto,<br />

pero destinada a todas las naciones, para las que<br />

Abrahán será una bendición


El Dios liberador, que saca a su pueblo de la esclav<br />

tud de Egipto, compartiendo para siempre su causa de<br />

pueblo pobre y oprimido: «He visto... me he fijado... he<br />

bajado a liberarlos».<br />

Is 54,5-14 (cuarta lectura) es una invitación a la meditación.<br />

La mirada al Dios creador y salvador sosiega el alma<br />

«Con misericordia eterna te quiere el Señor, tu redentor».<br />

La relación entre Creador y criatura se estrecha y se hace<br />

esponsal la nueva relación liberadora: «El que te hizo, te<br />

tomará por esposa». En oposición a la dura experiencia<br />

de Egipto, «estarás lejos de la opresión, y no tendrás que<br />

temer; y lejos del terror, que no se te acercará».<br />

Y es que entre Dios y el pueblo se ha establecido una<br />

alianza eterna (Is 55,1-11: quinta lectura): Dios se hace<br />

manantial inagotable, para saciar por siempre la sed de<br />

todos los sedientos, y alimento que da vida: «Escuchadme<br />

y viviréis». Alianza perpetua, búsqueda del Señor,<br />

invocación de su nombre salvador, confesión y perdón,<br />

confianza en caminos misteriosos, pero seguros; Palabra<br />

que constantemente desciende y empapa la tierra y la<br />

fecunda.<br />

Permanente fidelidad de Dios, no siempre correspondida<br />

por el pueblo. Baruc (3,9-15.32-44: sexta lectura) le recuerda<br />

el origen de su deportación y destierro: «Abandona<br />

la fuente de la sabiduría»... Seducido en tierra extranjera,<br />

al pueblo le invadió el olvido, el hecho de que «él es nuestro<br />

Dios y no hay otro frente a él».<br />

Pero Dios sigue dispuesto a la misericordia y al perdón<br />

36,16-28: séptima lectura): va a derramar un agua pura y<br />

purificadora. Viva y vivificadora. El corazón del hombre y<br />

del pueblo podrá ser un corazón nuevo y en permanente<br />

renovación. El agua que limpia, fecunda y da alegría a la<br />

vida tiene en Dios su manantial inagotable.


2. Una resurrección «compartida»<br />

(Rom 6,3-11)<br />

Subraya Pablo la dimensión salvadora del acontecimien<br />

decisivo de la historia de Jesús: la resurrección. Jesús<br />

no se apropia la vida nueva de resucitado, la comparte:<br />

por el bautismo, con-sepultados en su muerte, «para<br />

que también nosotros andemos en una vida nueva». La<br />

afirmación paulina es tajante y esperanzadora: «En una<br />

resurrección como la suya».<br />

El proceso es el de la criatura nueva; dos condicione<br />

que se contraponen para crear una nueva identidad: la<br />

«vieja condición, crucificada con Cristo», una «personalidad<br />

de pecadores» que muere con Cristo, dando paso a<br />

la vida en libertad.<br />

Se entrecruzan las afirmaciones confesantes de la vida<br />

y resurrección de Jesús con las referidas a nuestra propia<br />

resurrección y vida para siempre (la cristología y la soteriología):<br />

la muerte «ya no tiene dominio sobre Cristo».<br />

Pero también nosotros la podemos desafiar: «¿Dónde<br />

está, muerte, tu victoria?»... Nosotros «estamos vivos<br />

para Dios en Cristo Jesús, nuestro Señor».<br />

3. «Impresionadas y llenas de alegría»<br />

(Mt 28,1-10)<br />

Según Mateo, así quedan las mujeres después de hallar<br />

el sepulcro vacío y del anuncio divino que lo explica: «N<br />

está aquí, porque ha resucitado». Ha resucitado el mismo<br />

que había sido crucificado... A su sepulcro se dirigían las<br />

mujeres con el ánimo de hacer los necesarios servicios<br />

funerarios. Nos lo recuerda el soneto: «Purgan sus ojos


cuantos ojos vieron/ morir al Siervo... Emprende la jornada/<br />

un sol, que va cautivo de su nada/ porque callan los<br />

labios que lo hicieron».<br />

Entre aquel silencio apesadumbrado y el asombro y<br />

la alegría de las mujeres, la resurrección de Jesús y su<br />

anuncio: «Ha resucitado de entre los muertos y va por<br />

delante de vosotros a Galilea».<br />

María Magdalena y la otra María, en camino para compartir<br />

el anuncio, son las primeras en «ver al Señor»... Lo<br />

ven en el «camino del anuncio». Las palabras del Resucitad<br />

terminan con el miedo de la impresión misteriosa: «No<br />

tengáis miedo», y les infunde la alegría interior: «¡Alegraos!»...<br />

Sólo desde la alegría podrán hacer el «camino del anuncio»:<br />

«Id a comunicar a mis hermanos -hermosa denominación<br />

de los discípulos- que vayan a Galilea». Es un<br />

camino con meta: «Allí me verán». Un camino de toda la<br />

creación en palabras de nuestro poeta: «Mientras la tierra<br />

gira sin demora/ y ansia llegar al punto y a la hora/ de dar<br />

a luz al Sol que lleva dentro».


Soledad y silencio<br />

Soledad y silencio... Enmudecieron<br />

los recios trenos de la tierra airada.<br />

El Cuerpo yace, muerto, en su posada.<br />

Lloraron las tinieblas y se fueron.<br />

Purgan su asombro cuantos ojos vieron<br />

morir al Siervo... Emprende la jornada<br />

un sol, que va cautivo de la nada,<br />

porque callan los labios que lo hicieron...<br />

Soledad y silencio... Todo espera<br />

esa definitiva primavera,<br />

en que la creación vuelva a su centro.<br />

Mientras, la tierra gira sin demora<br />

y ansia llegar al punto y a la hora<br />

de ciar a luz al Sol que lleva dentro.


TIEMPO PASCUAL<br />

El solemne testimonio<br />

de que }esús está vivo


Domingo de Resurrección<br />

1. «Nos lo hizo ver y nos encargó predicar»<br />

(He 10,34a.37-43)<br />

El discurso de Pedro contiene el «kerigma apostólico»:<br />

anuncio de la vida, muerte y resurrección de }esús. La<br />

proclamada parte del bautismo: «Ungido por Dios con la<br />

fuerza del Espíritu Santo», y se resume de manera admirablemente<br />

sencilla: «Pasó haciendo el bien y curando a<br />

los oprimidos por el diablo». El alma de la vida y la obra<br />

de Jesús.- «Dios estaba con él». Por esta presencia de<br />

Dios, será la suya «una vida no abandonada a la muerte».<br />

La muerte hace alusión al modo concreto de su ejecución:<br />

«Lo mataron, colgándolo de un madero». Y la resurrección<br />

apunta a la acción de Dios que no abandona:<br />

«Pero Dios lo resucitó de entre los muertos».<br />

Pedro insiste en la experiencia de las apariciones. El m<br />

Dios que lo resucitó concede esta «gracia» a los suyos.<br />

En efecto, no dice Pedro: «Lo vimos», sino: «Dios nos lo<br />

hizo ver». La visión se realiza en el contexto de las comidas<br />

pascuales con el Resucitado: «A los que comimos con<br />

él después de la resurrección». Prepara ya la lectura de<br />

Hechos el entrañable relato de la «comida» de Emaús.


«justificados por su resurrección», dirá san Pablo El<br />

solemne testimonio de Pedro se une al testimonio unánime<br />

de los profetas en toda la historia de la salvación «Los que<br />

creen en él reciben en su nombre el perdón de los pecados»<br />

En el Resucitado, se abre para todos la posibilidad<br />

de la vida nueva<br />

2. «Buscad los bienes de allá arriba»<br />

(Col 3,1-4)<br />

Pablo saca la consecuencia de haber resucitado con Cristo<br />

De nuevo, la insistencia en una resurrección «compart<br />

Una vida nueva no sólo para Él, sino para todos los que<br />

crean en Él En palabras de nuestro soneto «Buscar<br />

bienes, ocultos a los OJOS/ más allá de tus lábiles anto-<br />

]os ,/ saber que estás muerto y que tu vida/ en Dios -sin<br />

fin- con Cristo está escondida»<br />

«Buscad los bienes de allá arriba» ¿.Por qué se apunta<br />

tan alto 9 Allá «está Cristo sentado a la derecha del Padre»<br />

La unión bautismal con Cristo suscita ¡a «querencia»<br />

de estar con él y vivir como él Vivir una vida que pueda<br />

ser también, un día, resucitada Lo será en la medida en<br />

que -como la vida de Cristo- haya sabido adherirse «a<br />

los bienes de arriba, no a los de la tierra» No se trata de<br />

«ausentarse», se trata de la nueva presencia en el mundo<br />

desde Dios «Vuestra vida está con Cristo escondida en<br />

Dios»<br />

Y con Cristo, en Dios, está la vida resucitada para la sal<br />

vación del mundo Pablo apunta al futuro «Cuando aparezca<br />

Cristo» La segunda venida en gloria transformante,<br />

que será una gloria compartida «Apareceréis, justament<br />

con él en la gloria»


3. La primera testigo: María Magdalena<br />

(Jn 20,1-9)<br />

Para el cuarto evangelio, María Magdalena es la primera<br />

testigo de la Resurrección..., y la primera encargada del<br />

anuncio. Bien se la ha podido llamar «apostóla apostolorum»<br />

(«apóstola» de los apóstoles).<br />

Es verdad que en la escena del texto evangélico de<br />

hoy, en María Magdalena sólo existe el desconcierto ante<br />

el sepulcro vacío; es un primer «anuncio negativo»; «Se<br />

han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo<br />

han puesto». Pero, más adelante, recibirá el encargo del<br />

propio Resucitado: «Vete a mis hermanos y diles...».<br />

El cuarto evangelio presenta, sin embargo, la resurrección<br />

«creída» por los apóstoles como el primer eslabón<br />

de toda la cadena de testimonios: frente al sepulcro vacío,<br />

el desconcierto de María Magdalena y la extrañeza<br />

de Pedro... Frente al mismo signo desconcertante, la fina<br />

intuición del «otro discípulo a quien el Señor quería»:<br />

«Vio y creyó». Para Pedro y para Juan; para la Magdalena y<br />

para toda la comunidad, la nueva comprensión de las Escr<br />

turas antiguas: «Hasta entonces no habían entendido las<br />

Escrituras». Desde su profundización -como la que hace<br />

el propio Jesús con los discípulos de Emaús- se imponía<br />

una «evidencia de fe»: «Que él había de resucitar de entre<br />

los muertos».


Los bienes de allá arriba<br />

Pasar haciendo el bien. Seguir la estela,<br />

que nos marcó su humano itinerario:<br />

curar al ciego, al mudo, al perdulario...,<br />

descerrajar el hambre y la cancela.<br />

Despabilar la llama de tu vela,<br />

ceñirte a tu papel en tu escenario,<br />

abrazarte a tu cruz en tu calvario<br />

y amar a tu enemigo, aunque te duela;<br />

buscar bienes, ocultos a los ojos,<br />

más allá de tus lábiles antojos...;<br />

saber que estás muerto y que tu vida<br />

en Dios -sin fin- con Cristo está escondida.<br />

Eso es resucitar..., sentirte amado,<br />

al ver el monumento abandonado.


Segundo domingo de Pascua<br />

1. Una comunidad de vida<br />

(He 2,42-47)<br />

En los domingos de Pascua, la primera lectura de los<br />

Hechos de los Apóstoles nos lleva, de la mano de Lucas,<br />

a la comunidad de los discípulos, «tocados» por la resur<br />

ción del Señor. En los textos evangélicos del Ciclo C, el<br />

mismo Lucas se había centrado en «lo que Jesús hizo y<br />

enseñó»... La segunda parte de su obra (los Hechos) la<br />

centra en la comunidad de los discípulos, continuadora<br />

de la vida de Jesús y de su estilo salvador.<br />

Hoy, aparece la comunidad encarnando el que había<br />

sido también ideal en la vida de Jesús: la relación con<br />

pobres; la creación de una verdadera fraternidad. Una<br />

concreción «cristiana» final de la exhortación de Dt 15:<br />

«No habrá pobres entre vosotros».<br />

La comunidad de vida lo abarca todo-, la enseñanza<br />

comunión interna (koinonía), la fracción del pan, la oración...,<br />

y la comunión de bienes (diakonia), que pretendidamente<br />

Lucas no sólo enuncia, sino que la desarrolla<br />

más: no sólo vivían unidos, «lo tenían todo en común»...,<br />

y no sólo los bienes espirituales, tan fáciles de compartir;<br />

también los bienes materiales: «Vendían posesiones


y bienes y los repartían entre todos según la necesidad<br />

de cada uno».<br />

Los detalles pueden estar idealizados, pero dan buena<br />

razón de una comunidad unida, aíegre, atrayente por<br />

testimonial.<br />

2. Un nuevo nacimiento y una esperanza viva<br />

(IPe 1,3-9)<br />

La novedad y la vida son típicos temas pascuales. La pri<br />

mera Carta de Pedro nos va a adentrar en esa novedad<br />

y vida que, en la comunidad, son signos de la presencia<br />

del Resucitado. Nos lo dice bellamente nuestro poeta:<br />

«Cristo se hace presente en la esperanza/ cuando la cota<br />

del amor alcanza/ la fe latente de la noche oscura».<br />

La novedad se llama re-nacer. Un tema típico de la catequesis<br />

bautismal. Se encuentra en el cuarto evangelio.<br />

En el diálogo de Jesús con Nicodemo. Lo nuevo en la primera<br />

de Pedro es la relación explícita que establece entre<br />

resurrección y bautismo: «Por ía resurrección de Jesús de<br />

entre los muertos nos ha hecho nacer de nuevo».<br />

La resurrección de Jesús es causa también de una «esperanza<br />

viva», una herencia de hijos. De ahí, el ambiente de<br />

alegría que respira esta catequesis bautismal: «alegraos»<br />

de la herencia.<br />

La alegría es realista. Cuenta con momentos duros en<br />

la vida: «De momento, tenéis que sufrir un poco»..., pero,<br />

en la cadena de la vida cristiana: creer en Jesucristo, aun<br />

sin verlo; amarlo, aun sin tocarlo..., la alegría es el final:<br />

«Os alegraréis con un gozo inefable y transfigurado». El<br />

motivo no puede ser más pleno: se ha alcanzado «la<br />

meta de vuestra fe: vuestra propia salvación».


3. Una comunión de experiencia<br />

(Jn 20,19-31)<br />

Los textos evangélicos del tiempo de Pascua nos ponen<br />

en comunión de experiencia con la vivencia apostólica de<br />

Resucitado. El «Dios nos lo hizo ver» del discurso de<br />

Pedro se va a ir desglosando en los relatos de apariciones.<br />

El día de la aparición es «el primero de la semana».<br />

Fuerza tuvo la experiencia como para poder con «el sábado»,<br />

haciendo del «día del Señor» (dies dominica=domingo)<br />

el día consagrado al Señor.<br />

La paz, el envío, la donación del Espíritu, el perdón<br />

de los pecados..., las grandes experiencias de la vida<br />

cristiana puestas en los mismos labios del Resucitado.<br />

Y la experiencia que se realiza en medio de la comunidad. Los<br />

que intentan realizarla fuera de ella, por su cuenta, están<br />

simbolizados en Tomás, que «no estaba allí cuando<br />

vino Jesús». No vio y dudó: «Tomás que por amor está<br />

sufriendo/ afirma no creer... y está creyendo/ en la noche<br />

abismal de su amargura».<br />

Le bastó, en efecto, estar de nuevo en la comunidad,<br />

para no necesitar de las evidencias que exigía como condiciones<br />

de su fe solitaria: «Señor mío y Dios mío» es su<br />

confesión ante el Señor Resucitado... Y, en comunión de<br />

experiencia, la dicha de la fe en el Resucitado se extiende<br />

en el tiempo: «Dichosos los que crean sin haber visto».


Presente en la esperanza<br />

Hay que buscar las pautas y los modos<br />

de poner en común la fe y la vida,<br />

de orar una alabanza compartida,<br />

de lograr que lo tuyo sea de todos...;<br />

de anunciar la palabra sin recodos,<br />

que atenúen su verdad comprometida;<br />

de asumir que el camino a la Manida<br />

no se mide por días ni por codos...<br />

Cristo se hace presente en la esperanza,<br />

cuando la cota del amor alcanza<br />

la fe latente de la noche oscura...<br />

Tomás, que por amor está sufriendo,<br />

afirma no creer... i y está creyendo<br />

en la noche abismal de su amargura...!


Tercer domingo de Pascua<br />

1. Un resurrección «atestiguada»<br />

(He 2,14.22-33)<br />

El texto de Hechos está tomado del discurso de Pedro,<br />

el día de Pentecostés. Tiene el sabor de inicio de una<br />

nueva etapa en la historia de la salvación. En ella, la obra<br />

lucana concede un valor especial al Espíritu y al testimon<br />

de los Doce. A la circunstancia del día de Pentecostés, s<br />

añade la relación expresa del Resucitado con el Espíritu<br />

Santo: «Ha recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba<br />

prometido, y lo ha derramado».<br />

Como en todo el kerigma apostólico, subraya Pedro la<br />

identidad entre el Señor resucitado y Jesús de Nazaret. Por<br />

eso recuerda su vida, «acreditada por Dios con milagros,<br />

signos y prodigios». Aquellos que anticipaban ya la «gran<br />

acreditación»: la resurrección de entre los muertos.<br />

La vida y la muerte de Jesús quedan iluminadas por l<br />

resurrección en gloria. La misma cruz no queda fuera de<br />

designio divino de gloria: «Conforme al designio previsto<br />

y sancionado por Dios, os lo entregaron... y vosotros lo<br />

matasteis en una cruz». El «per crucem ad lucem» (por la<br />

cruz a la luz) es la entraña del misterio de la Pascua.


La «acreditación» por parte de Dios y la «atestiguación<br />

parte de los Doce pertenecen al núcleo mismo del discurso<br />

de Pedro: «Dios resucitó a Jesús, y nosotros somos<br />

testigos de ello». Iluminación del Espíritu que alcanza<br />

también a una mayor penetración en las antiguas Escrituras:<br />

cuando David afirmó que «Dios no lo entregaría a<br />

la muerte, hablaba previendo la resurrección del Mesías».<br />

El Espíritu da la clave de lectura que les faltaba a los discípulos<br />

de Emaús (lectura cristológica de las Escrituras<br />

del Antiguo Testamento).<br />

2. Una resurrección «creída»<br />

(IPe 1,17-21)<br />

La primera Carta de Pedro se dirige ya a cristianos que no<br />

tuvieron el contacto directo con el Resucitado; a aquellos<br />

que se encuentran dentro de la bienaventuranza proclamada<br />

por Jesús: «Dichosos los que sin ver han creído».<br />

Lo mismo que el corazón de la confesión veterotestamentaria<br />

es «el Dios que sacó a Israel de la esclavitud<br />

de Egipto», la del Nuevo Testamento se concentra en «el<br />

Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos».<br />

En ambos casos, una confesión salvadora. No por los p<br />

pios méritos- «Por Cristo, vosotros creéis en Dios, que lo<br />

resucitó y le dio gloria». Este es el mensaje fundamental<br />

de esta segunda lectura, hecha en contexto pascual. Lo<br />

demás, son consecuencias: la fe y la esperanza (no sólo l<br />

fe), puestas en Dios, la conciencia de haber sido rescatados<br />

de un proceder inútil y vacío a precio de la sangre de<br />

Cristo, el nuevo estilo de vida derivado de la confesión<br />

de Dios como Padre. Novedad y plenitud que tienen en<br />

la resurrección de Jesús su origen y meta.


3. Una resurrección «experimentada»<br />

(Le 24,13-35)<br />

Lo había dicho Pedro en Hechos: las comidas se hicieron<br />

lugar de encuentro con el Resucitado. Las que siguieron<br />

a aquellas otras comidas de la vida histórica de Jesús:<br />

Comidas de integración y cercanía, de convivencia y de f<br />

ternidad, expresión de un Reino abierto a los excluidos<br />

y marginados, a todos aquellos a quienes era negado un<br />

lugar en la mesa. Y las comidas que van a continuar en<br />

la comunidad de los discípulos, cuando también ellos<br />

compartan el pan de la fraternidad y realicen el mandato<br />

Jesús, perpetuando su memoria y su presencia.<br />

Como modelo y síntesis del múltiple valor de las comidas<br />

de Jesús, la comida de Emaús. Precedida por un prim<br />

encuentro anónimo en el camino. Jesús no se da a conocer,<br />

pero encuentra a sus discípulos en su situación real:<br />

el desconcierto después de lo sucedido en Jerusalén. Su<br />

esperanza estaba por los suelos: «Nosotros esperábamos<br />

que él fuera el libertador de Israel»... Y, para colmo, los<br />

que de ellos se habían acercado al sepulcro, soliviantados<br />

por las mujeres, «a él no lo vieron». De repente,<br />

todo se les ha convertido en oscuridad. El acompañante<br />

desconocido da una razón: «Su necedad y torpeza»; solamente<br />

deberían haber abierto las Escrituras... Lo que<br />

había ocurrido a Jesús, había sido, en efecto, «según las<br />

Escrituras».<br />

El atardecer cronológico («quédate con nosotros que<br />

atardece») coincide con un amanecer anímico («¿no ardía<br />

nuestro corazón mientras nos explicaba las Escrituras?»).<br />

Pero no se hace luz plena sino en la mesa, cuando Jes<br />

«toma el pan, pronuncia la bendición, lo parte y se lo


da». La rememoración es intensa: aquella Última Cena,<br />

anticipo de la muerte y de la nueva comida en el Reino.<br />

Fue sólo entonces «cuando se les abren los ojos y lo<br />

reconocen» de nuevo vivo y entre ellos. Alusión eucarís<br />

tica como lugar privilegiado de encuentro como el que<br />

está vivo en medio de la comunidad de discípulos. Ellos<br />

confesaron y nosotros confesamos: «Era verdad, ha resucitado<br />

el Señor»... y lo seguimos experimentando «en<br />

la fracción del pan».<br />

¡Camina con nosotros!<br />

Comemos y bebemos en tu mesa<br />

algunos cada día, otros de tarde en tarde<br />

y aún somos ese fuego que no arde,<br />

aunque tu vino embriaga y tu maná no cesa.<br />

¡Señor Jesús! Cumpliste tu promesa<br />

pero de tu victoria sólo hacemos alarde.<br />

¡Camina con nosotros cualquier tarde<br />

y prende en nuestro pecho tu llamarada espesa!<br />

¡Muéstranos el sendero de la vida<br />

y enséñanos de noche tu Ley internamente<br />

desde el ocaso hasta la amanecida!<br />

Y, pues llamamos nuestro al Padre providente,<br />

fiador de tu Iglesia renacida,<br />

seguiremos tus pasos de día, dignamente...


Cuarto domingo de Pascua<br />

1. La apertura de la comunidad del Resucitado<br />

(He l,14a.36-41)<br />

En la liturgia de hoy, quiere la Iglesia mirar al Resucitado<br />

como al Buen Pastor, que reúne a cercanos y lejanos en<br />

un mismo rebaño.<br />

El constituido por la resurrección «Señor y Mesías»<br />

es el mismo crucificado que «ha entregado su vida en<br />

rescate por muchos». Viviente en Dios y en medio de la<br />

comunidad, Jesús es «el Pastor y guardián de nuestras<br />

vidas». Él es la puerta para llegar a Dios y la puerta para<br />

entrar a la comunidad.<br />

La conversión y el bautismo, predicados por Pedro,<br />

significan la vida nueva en el Espíritu, recibida «en nombre<br />

de Jesucristo». Con él y desde él nos ha quedado abie<br />

el acceso al Padre. Y ha quedado abierto «para todos lo<br />

que llame el Señor, Dios nuestro, aunque estén lejos»....<br />

Lejos por condición religiosa (los gentiles) y lejos por<br />

el pecado... Así nos recuerda el soneto esta lejanía.- «El<br />

desapego de mi lejanía/ no te impidió, Señor Jesús, llamarme/<br />

tender praderas para recostarme/ surtir la mesa<br />

de la Eucaristía».


2. «El Pastor y guardián de vuestras vidas»<br />

(lPe2,20b-25)<br />

Todo el proceso de vuelta (conversión) lo fija la primera<br />

Carta de Pedro en la mirada ai rostro sufriente de Cristo<br />

su sangre había dicho que era «el precio de nuestro rescate».<br />

Así, el ejemplo del Señor ilumina la vida nada fácil<br />

del discípulo. El discípulo comparte dificultades con los<br />

hombres y mujeres que lo rodean. No le quita la fe la<br />

dureza de la vida. Pero sí da a sus ojos una mirada nueva:<br />

Mirada a «Cristo que padeció su pasión por vosotros,<br />

dejándoos un ejemplo, para que sigáis sus huellas».<br />

Resuena de nuevo la figura del Siervo: «Cargado con<br />

nuestros pecados..., para que, muertos al pecado, vivamos<br />

para la justicia. Sus heridas nos han curado».<br />

Y la curación se ha convertido en seguimiento-. Por<br />

crucificado al resucitado. Por la cruz («da la vida por las<br />

ovejas») a la gloria («constituido Señor y Mesías»). Jesús<br />

se convierte así en «pastor y guardián de nuestras vidas».<br />

A él volvemos desde nuestros descarríos. De nuevo en<br />

la voz del soneto: «El desamor de mis lejanos días/ te<br />

ató de pies y manos en un leño.../ Gracias por tu pasión,<br />

Señor Mesías».<br />

3. Jesús, «puerta de las ovejas»<br />

(Jn 10,1-10)<br />

Todo el capítulo 10 del cuarto evangelio está dedicado<br />

a jesús, buen pastor de su rebaño. Una imagen entraña<br />

representada ya desde las sencillas pinturas de las catacumbas.<br />

El núcleo de esta hermosa imagen es la afirmación<br />

nada metafórica con que termina el texto escogido


para la liturgia de hoy: «Yo he venido para que tengan<br />

vida, y la tengan en abundancia».<br />

Porque se trata de venidas y de entradas en la vida y en la<br />

historia personal y colectiva. Muchos son los que quieren<br />

entrar en nuestra vida, para poder hacerla o deshacerla a<br />

su antojo... Son todos los que «no entran por la puerta»,<br />

tienen que «asaltar» nuestra existencia, metiéndose abusivamente<br />

por encima de las tapias de nuestra intimidad<br />

personal... Son «ladrones y bandidos».<br />

Sólo al pastor se le abre la puerta del rebaño. La<br />

puerta física y la puerta interior: sólo en su pastor se<br />

reconocen las ovejas: «Atienden su voz..., las llama por<br />

su nombre». Todos necesitamos al Pastor en quien reconocernos,<br />

para que salve nuestro ser y nuestra historia.<br />

Pastor y puerta para entrar a lo hondo de la vida, y para<br />

salir, fortificados, al mundo que aguarda el anuncio de su<br />

guía. «Solícito Pastor de tu rebaño,/ no permitas que el<br />

lobo le haga daño/ dejándote la vida en el empeño».


El buen pastor<br />

El desapego de mi lejanía<br />

no te impidió, Señor Jesús, llamarme,<br />

tender praderas para recostarme,<br />

surtir la mesa de la Eucaristía...;<br />

guiar mi senda, darle a mi sequía...<br />

fuentes tranquilas en las que abrevarme,<br />

lavarme en el Bautismo, perfumarme<br />

con óleos de verdad y de alegría...<br />

Solícito Pastor de tu rebaño,<br />

no permitas que el lobo le haga daño,<br />

dejándote la vida en el empeño.<br />

El desamor de mis lejanos días<br />

te ató de pies y manos en un leño.<br />

¡Gracias por tu perdón, Señor..., Mesías!


Quinto domingo de Pascua<br />

1. Los nuevos compañeros de misión<br />

(He 6,1-7)<br />

La expansión geográfica y cultural del mensaje de Jesús<br />

requiere nuevos misioneros. En la visión de la obra lucan<br />

aceptado como un hecho el retraso de la Parusía, la nueva<br />

venida de Jesús en gloria, el tiempo de la Iglesia ahon<br />

en la nueva presencia salvadora de Jesús en la comunidad<br />

de los discípulos.<br />

Pero, una comunidad anclada en la historia y llamada<br />

a responder a los problemas nuevos que se dan en su<br />

seno y en su servicio a la misión; o, más precisamente:<br />

se dan en su seno a causa de su servicio a la misión.<br />

La lectura de hoy refleja el inicio de una de aquellas<br />

grandes cuestiones de los primeros pasos del cristianismo:<br />

La relación mutua entre cristianos procedentes del ám<br />

bito geográfico-cultural palestino, en torno a Jerusalén; y<br />

los procedentes del ámbito geográfico-cultural helenista,<br />

en torno a Antioquia: «Las tensiones que la Iglesia libera<br />

en andadura/ son signos de la humana catadura/ que no<br />

empece la fuerza de los dones».<br />

Lucas da una importancia especial al ministerio de


los Doce, en el tiempo de la continuidad: «Los apóstoles<br />

convocaron al grupo de los discípulos». Pero de aquella<br />

reunión, convocada por los apóstoles, emerge un nuevo<br />

ministerio, más lanzado a la misión: ¡os siete elegidos, que<br />

lo son, no sólo para el «servicio de las mesas», sino como<br />

auténticos nuevos misioneros para ambientes culturalmen<br />

nuevos.<br />

2. Todos somos piedras de un único edificio<br />

(IPe 2,4-9)<br />

Parece que el «elitismo vocacional» aparece pronto en<br />

las comunidades primitivas: ¿sólo algunos...., o todos?<br />

Si, como parece, la primera Carta de Pedro es una catequesis<br />

bautismal, la respuesta es: todos los bautizados: «<br />

piedras vivas entráis en la construcción del templo del<br />

Espíritu». Piedras vivas para la construcción de una comunidad<br />

que toda ella es «un sacerdocio sagrado», con<br />

una finalidad: «Ofrecer sacrificios espirituales» y con una<br />

seguridad: que «Dios los acepta por Jesucristo».<br />

En un tono más directo, un apunte sobre la identidad d<br />

todos: «Vosotros sois una raza elegida, una nación consagrada,<br />

un pueblo adquirido por Dios»... Y la misión común<br />

«Para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de<br />

las tinieblas y a entrar en su luz maravillosa».<br />

Toda la comunidad, ministros y pueblo, con un solo<br />

apoyo: la piedra angular que es Cristo. La aceptación o e<br />

rechazo tienen siempre a Cristo como término. Entrar<br />

en su construcción es una gracia; el rechazarlo, un tropiezo.


3. En Jesús, camino, verdad y vida<br />

(Jn 14,1-12)<br />

La comunidad de los discípulos se expande Requiere<br />

nuevas respuestas (primera lectura) y estar siempre repensando<br />

su propia identidad (segunda lectura) , pero<br />

en medio de su movimiento expansivo, no olvida jamás<br />

la referencia que la construye Cristo-Jesús, resucitado pie<br />

angular del edificio del Espíritu (segunda lectura), y, para<br />

cada creyente «camino, verdad y vida» «Piedra angular,<br />

Palabra poderosa/ Verdad, camino, Vida desbordada /,<br />

Jesús, luz cenital, maravillosa»<br />

I^a meta del camino el Padre En Él está Jesús y hacia É<br />

quiere conducir a los suyos Revelador del Padre, Jesús<br />

no sólo lo manifiesta, posibilita el acceso a Él «Con-vivir»<br />

con Jesús es tener «la propia estancia» en el misterio<br />

mismo de Dios Jesús «está en el Padre y el Padre está en<br />

él» Él es «mediador de una fe tan laboriosa/ que construye<br />

en el cielo mi morada»


Camino, verdad y vida<br />

Dios anda entre pucheros... Las tensiones<br />

que la Iglesia libera en su andadura,<br />

son signos de la humana catadura,<br />

que no empece la fuerza de los Dones.<br />

Tomás... Felipe... purgan sus pasiones:<br />

la lógica -virtud de la cordura-...;<br />

la experiencia sensible..., ¡tan segura<br />

que descarta la fe y las mediaciones...!<br />

Piedra angular, Palabra poderosa,<br />

Verdad, Camino, Vida desbordada...<br />

Jesús, luz cenital, maravillosa,<br />

que triunfa del pecado y de la nada...,<br />

Mediador de una fe tan laboriosa<br />

que construye en el cielo mi morada.


Sexto domingo de Pascua<br />

1. Se rompen las fronteras<br />

(He 8,5-8.14-17)<br />

Eran vecinos, pero no se trataban: samaritanos y judíos<br />

estaban enfrentados. Pero uno de los Siete (Felipe) comienza<br />

la misión con los samaritanos. La fe en Cristo comienza<br />

su expansión-. «El gentío escuchaba con aprobaci<br />

lo que decía Felipe». Y es que la palabra y los signos se<br />

entrecruzan en su «evangelización», como había ocurrido<br />

con los Doce, repitiéndose en toda la Iglesia naciente el<br />

estilo mismo de Jesús.<br />

Resultado de aquella acogida: la alegría (tema especialmente<br />

lucano): «Samaría había recibido la palabra de<br />

Dios». Y la había recibido con toda legitimidad. La expansión<br />

de la fe, más allá del grupo inicial, no era un abuso.<br />

Detrás de ella estaban los mismos apóstoles (de nuevo<br />

el tema lucano de los Doce), que envían a Pedro y a Juan,<br />

en una visita de verificación evangelizadora...<br />

La imposición de las manos de los apóstoles sobre<br />

los samaritanos que habían creído les otorga la plenitud:<br />

plenitud de fe y plenitud de Espíritu: «Aún no había bajado<br />

sobre ninguno, estaban sólo bautizados en el nombre<br />

del Señor Jesús».


2. El Espíritu y la vida<br />

(IPe 3,15-18)<br />

La glorificación que la primera Carta de Pedro pide a los<br />

creyentes se dirige directamente a Jesucristo. Es una consecuencia<br />

del misterio de la Pascua: «Como era hombre,<br />

lo mataron: pero como poseía el Espíritu fue devuelto<br />

a la vida». Se trata de la raíz misma de la esperanza del<br />

cristiano, aquella de la que «tiene que estar siempre<br />

pronto a dar razón».<br />

El «dar razón de la esperanza» no será siempre fácil.<br />

Acontece muchas veces entre sufrimientos. Para dar una<br />

explicación de estas «trabas» procedentes de los que<br />

«denigran vuestra conducta en Cristo», recurre el autor a<br />

la Pascua del Señor.<br />

Para el cristiano pide las mismas actitudes del Cristo<br />

sufriente: «mansedumbre, respeto y buena conciencia»,<br />

cuando llega la prueba: «Mejor es padecer haciendo el<br />

bien... que padecer haciendo el mal».<br />

La última palabra la tendrá la vida: el sufrimiento de<br />

cristiano, como el de Cristo, es también «para conducirnos<br />

a Dios», y «ser devueltos a la vida» como lo fue el Resucitado,<br />

por medio del Espíritu. Así canta esa seguridad<br />

nuestro poeta: «Tolera la calumnia..., el sufrimiento . / si<br />

tu carne se inmola en el tormento/ surgirá, de la muerte,<br />

vencedora».<br />

3. El desamparo y la vuelta<br />

(Jn 14,15-21)<br />

Los apóstoles tuvieron la tentación de sentirse desamparados.<br />

La nueva presencia de Jesús se realizaba de un


modo diferente a la que habían experimentado cuando<br />

lo acompañaban por los caminos de Galilea. Se les pide<br />

ahora otro seguimiento-, desde la fe y desde la observancia<br />

del mandamiento. Tendrán que llegar a saborear «que el<br />

Mandamiento no es cadena/ sino amor, que redime la<br />

condena/ y fuerza que el Espíritu robora».<br />

La nueva presencia del Señor está, en efecto, ligada al<br />

«Espíritu de la verdad», el «otro Defensor». Cuando Jesús<br />

caminaba con ellos, él mismo los defendía, como Pastor,<br />

como Guardián... con el mismo cuidado de la gallina que<br />

cubre con sus alas a los polluelos.<br />

Ahora, el Defensor será el Espíritu. Con él tienen los<br />

discípulos cierta connaturalidad, expresada en el conocimiento<br />

cercano: «Lo conocéis, porque vive con vosotros<br />

y está con vosotros»... Él les da la seguridad de poder seguir<br />

viendo a Jesús, de una forma completamente nueva.<br />

Y no sólo de verlo; también de poder vivir con él y como<br />

él. Jesús es el Viviente que los sumerge en la misma vida<br />

del Padre, como en una progresión en cascada: «Yo estoy<br />

en el Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros».<br />

Una atmósfera nueva de Espíritu y de Amor. Su expresión<br />

es la fidelidad en el seguimiento: «Aceptar sus manda<br />

mientos y guardarlos». Eso es amor a Cristo. Desde ese<br />

amor, se recibe como hijos el amor mismo del Padre. Hay<br />

reciprocidad con el mismo amor de Cristo y verdadero<br />

conocimiento del Señor: «Yo también lo amaré y me revelaré<br />

a él».


La fuerza del Espíritu<br />

Se hace visible el «don» en Samaría...,<br />

-Ha fe que no es, Felipe, una quimera,<br />

ha derribado la ancestral frontera!y<br />

la ciudad se llena de alegría.<br />

Convierte tu esperanza en luz de día<br />

y cuantos te contemplen desde fuera<br />

verán en el respeto y la manera<br />

la verdad que les da tu profecía.<br />

Sabrán que el Mandamiento no es cadena,<br />

sino amor que redime la condena<br />

y fuerza que el Espíritu robora.<br />

Tolera la calumnia..., el sufrimiento...<br />

si tu carne se inmola en el tormento,<br />

surgirá de la muerte vencedora.


1. Misión y testimonio<br />

(He 1,1-11)<br />

Ascensión del Señor<br />

Aun celebrada en el domingo, la Ascensión no pierde<br />

su referencia a los cuarenta días después de la Pascua.<br />

Referencia intencionada de quien quiere subrayar el<br />

«éxodo pascual» de Jesús, librado definitivamente de «las<br />

ataduras de la muerte» por la resurrección de entre los<br />

muertos.<br />

De esa resurrección liberadora, la ascensión subraya el<br />

carácter definitivo y único: La exaltación para siempre de<br />

Jesús a la derecha del Padre, y su presencia salvadora y<br />

viva en medio de los suyos «hasta el fin del mundo». Por<br />

estar vivo y haber sido exaltado, Jesús puede enviar su<br />

Espíritu como «bautismo de agua y fuego», de purificación<br />

y ardor misionero.<br />

Porque la ascensión se convierte en acontecimiento d<br />

misión. Otra «presencia física» del Señor. Ya no será su humanidad<br />

glorificada la que vemos, por mucho que hacia<br />

ella nos lleve la nostalgia: «¿Qué hacéis ahí plantados,<br />

mirando al cielo?». Lo vemos ahora a través de la misión<br />

de los testigos: con la fuerza del Espíritu, y en la carne d


su cuerpo y de su historia, harán presente a Jesús «hasta<br />

los confines del mundo». Lo harán siempre con la certeza<br />

de la «vuelta del Señor» en gloria, como «omega» y recapitulación<br />

de la creación entera.<br />

2. La Iglesia es su cuerpo<br />

(Ef 1,17-23)<br />

Nos decía la primera lectura: «Lo vieron levantarse, hasta<br />

que una nube se lo quitó de la vista». Sentido hondo de<br />

ausencia. Jesús ya no es visible como lo era en su historia,<br />

porque ha recibido del Padre su humanidad gloriosa<br />

e inaccesible a los ojos de la carne.<br />

Conscientemente, Pablo pide para los Efesios «espíritu<br />

de sabiduría y de revelación para conocerlo». Sin ello, ni<br />

el misterio de Cristo ni el misterio de la experiencia cristiana<br />

(«la riqueza de la gloria desplegada en la resurrección<br />

de Jesucristo») podrían ser acogidos y vividos.<br />

Ni mucho menos podría acogerse y vivirse la nueva<br />

presencia visible del Resucitado: la Iglesia, de la que él es<br />

Cabeza viva. El «cuerpo eclesial» de Cristo como sacramento<br />

primero de una eficacia salvadora que no acaba.<br />

Grandeza y responsabilidad sin límites: ser cuerpo visible<br />

del Resucitado. Un misterio de «ausencia/presencia» que<br />

estimula la identidad y misión de la Iglesia.<br />

3. La misión hasta el ñn del mundo<br />

(Mt 18,16-20)<br />

Fiesta misionera, la ascensión abre las puertas de la Iglesia<br />

hasta los confines del mundo, animada y sostenida


por una seguridad inquebrantable: «Yo estoy con vosotros».<br />

La palabra de confianza ante el miedo y la dureza<br />

de la misión, se la apropia el mismo Cristo, poniéndose<br />

en el lugar mismo del que envía...<br />

¡Cuántas veces la había pronunciado Dios en la vocación<br />

y en la misión en el Antiguo Testamento!: «No<br />

temas, yo estoy contigo». Y es que a Cristo «se le ha<br />

dado el poder en el cielo y en la tierra». Por eso, puede<br />

llamar y enviar... y, por eso, no es baldía la confianza en su<br />

presencia acompañante.<br />

La misión es para el bautismo, el que hace discípulos de<br />

todos los pueblos. Una «consagración al Padre, al Hijo y<br />

al Espíritu Santo» que no se queda en un rito. Creando<br />

el discipulado, el bautismo inicia el seguimiento como<br />

un nuevo estilo de vida, abierto a una realización eterna: «<br />

realidad de lo que fue desvelo/ se encarna en Enmanuel.<br />

Su poderosa/ presencia da sentido a cada cosa/ y asocia<br />

al hombre a su crecido vuelo».


Vivir en la misión<br />

Subir..., ser como Dios..., tocar el cielo...<br />

no es hoy una utopía pretenciosa.<br />

La unidad hace al pétalo ser rosa,<br />

aupado en el aroma de su anhelo...<br />

La realidad de lo que fue desvelo<br />

se encarna en Enmanuel. Su poderosa<br />

presencia da sentido a cada cosa<br />

y asocia al hombre a su crecido vuelo...<br />

Unido al Enmanuel resucitado<br />

puede mi afán llegar al otro lado,<br />

subiendo en la medida en que se humilla...<br />

Convivir la injusticia y la pobreza,<br />

la soledad, el duelo y la flaqueza<br />

es la «ascensión» más cierta y más sencilla.


Pentecostés<br />

1. Las maravillas de Dios en la propia lengua<br />

(He 2,1-11)<br />

Con la solemnidad de Pentecostés culminan los acontecimientos<br />

de la Pascua, termina «el día en que actuó el<br />

Señor» a favor de Jesús y de la comunidad de los discípulos.<br />

A ellos se lo dio Dios como Pastor y Cabeza del<br />

nuevo Pueblo, construido con la fuerza del Espíritu.<br />

El ruido del fuerte viento..., las llamaradas de fuego<br />

sobre las cabezas..., todas son imágenes para describir lo<br />

inefable, la honda realidad interior: «Se llenaron todos de<br />

Espíritu Santo». Todos los que estaban reunidos en aquel<br />

mismo lugar, con «María, la Madre de Jesús»..., y todos<br />

los que acudieron tienen la misma experiencia: «Escuchar<br />

las maravillas de Dios en la propia lengua».<br />

El contraste con Babel es pretendido: en Babel, confusión<br />

de lenguas; en Pentecostés, comunión de idioma,<br />

«con-vocación», una llamada común a gentes dispersas y<br />

distantes geográfica y culturalmente. Y ocurre una nueva<br />

maravilla de Dios: su Espíritu comienza a formar en torno<br />

a Cristo un nuevo Pueblo de toda raza, legua y nación.<br />

Es preciso escuchar las maravillas de Dios en «la


propia lengua», en la propia situación, en el propio am- \<br />

biente, en el lenguaje en que cada cual entiende y se j<br />

expresa. El Espíritu «diversifica» para unir, se expande ¡<br />

para convocar.<br />

;<br />

2. Diversidad de dones, pero un mismo Espíritu<br />

(ICor 12,3b-7.12-13)<br />

También en la Iglesia, el Espíritu es fuente de diversidad<br />

y de unidad. La diversidad de carismas, de dones y servicios<br />

es una riqueza que el Espíritu regala a la Iglesia...<br />

Como ricos son los diferentes miembros que componen<br />

la única realidad del cuerpo. Somos muchos y diferente<br />

No está en la diversidad el pecado; el pecado es «la algarabía»<br />

desordenada que produce la diversidad sin la<br />

conciencia de la unidad que la origina: «Un solo Espíritu;<br />

un solo Señor; un solo Dios».<br />

Como al cuerpo le son necesarios todos los miembros,<br />

así todos los dones, ministerios y carismas son<br />

necesarios a la Iglesia. Su unidad no significa uniformidad.<br />

No se trata, en efecto, en el ser una sola cosa, de tener<br />

una misma «forma externa»... No somos «uniformados».<br />

Se trata de la unidad de corazones en la misma confesión:<br />

un solo cuerpo.<br />

Y también, como en el cuerpo, son diversas las funcion<br />

pero son complementarias. No todos hacemos lo mismo<br />

pero todo lo hacemos en función de lo mismo; de que el<br />

cuerpo esté completo, de que en él desarrolle la plenitud<br />

de la vida en el Espíritu.


3. Resurrección y Pentecostés<br />

(Jn 20,19-23)<br />

El cuarto evangelio no separa Resurrección y Pentecostés.<br />

El Espíritu que da la vida y la gloria al Resucitado<br />

pasa de él a los discípulos, en continuidad de vida y de<br />

experiencia.<br />

La experiencia del Resucitado es la experiencia de su<br />

Espíritu entregado y recibido. El envío que hace posible<br />

el Espíritu recibido acontece «el primer día de la semana»,<br />

cuando Jesús resucitado se aparece a los discípulos,<br />

deseándoles la paz y mostrándoles sus manos y costado<br />

con las heridas de gloria: «Como el Padre me ha enviado...,<br />

así os envío yo... Recibid el Espíritu Santo».<br />

El Espíritu para el envío, con la fuerza del perdón que<br />

regenera y hace nuevas las cosas y cambia los corazones:<br />

«A quienes les perdonéis los pecados, les quedan<br />

perdonados».<br />

Con Pentecostés se pone en marcha la Iglesia, para<br />

hacer posible en cada hombre y mujer de toda la historia<br />

la experiencia de la Pascua; la experiencia nueva de<br />

la Pascua del Señor: «En el Pentecostés de la concordia/<br />

encontró, al fin, el hombre el buen camino,/ que en la<br />

esperanza y la misericordia/ lo lleva -dios con Dios- a<br />

su destino».


De Babel a Pentecostés<br />

Sinaar es una historia de egoísmo...,<br />

de no querer poblar la tierra entera,<br />

de hacerse el hombre Dios a su manera,<br />

rizando, necio, el rizo del autismo...<br />

(Escalar el empíreo de sí mismo,<br />

vivir en suficiencia pordiosera,<br />

confundir la razón con la quimera,<br />

el laurel de la gloria y el abismo...).<br />

Sinaar fue la Babel de la discordia.<br />

Así pudo cumplirse el plan divino.<br />

En el Pentecostés de la concordia<br />

encontró, al fin, el hombre el buen camino,<br />

que en la esperanza y la misericordia<br />

lo lleva -dios con Dios- a su destino...


La Santísima Trinidad<br />

1. Dios, compasivo y misericordioso<br />

(Éx 34,4b-6.8-9)<br />

Impresiona la familiaridad con que Dios trata a Moisés:<br />

«El Señor bajó... y se quedó con él»... La iniciativa de<br />

darse a conocer parte de Dios. Pero esa iniciativa gratuita,<br />

descrita como «un paso», introduce al Señor en un<br />

misterio. Los atributos que el mismo Dios se arroga son<br />

entrañablemente cercanos: «Compasivo y misericordioso,<br />

lento a la ira y rico en piedad y lealtad». Es un atisbo de<br />

la intimidad de Dios, que se irá desplegando en una reve<br />

lación progresiva.<br />

Un Dios que, desde la hondura de su misterio, es así<br />

de cercano, se convierte en un Dios querido y apetecid<br />

Con un Dios así, uno está dispuesto a caminar: «Que<br />

mi Señor vaya con nosotros», le pide Moisés, ansiando<br />

cercanía misteriosa.<br />

Esta cercanía de Dios queda truncada por el pecado<br />

del hombre. Por la dureza interior tan bien descrita por<br />

Moisés, hablando de su pueblo: «Es un pueblo de dura<br />

cerviz». Pero, habiendo conocido ya las entrañas de misericordia,<br />

Moisés puede invocar el perdón, como condi-


ción primera de la mayor de las gracias-, que un Dios así,<br />

«nos tome como heredad suya».<br />

2. El Dios del amor está con nosotros<br />

(2Cor 13,11-13)<br />

Sumergido en la intimidad de Dios, también Pablo lo<br />

descubre como amor. Pablo invoca al Dios del amor, ansiando<br />

su compañía en el camino de la propia santificación:<br />

«trabajad por vuestra perfección»... Un «parecerse<br />

a Dios» que se realiza en el corazón reconciliado: «Tened<br />

un mismo sentir y vivid en paz».<br />

Bien le podríamos decir con nuestro poeta: «Quiero<br />

que me acompañes en todos mis caminos/ gustar en la<br />

oración de tu amistad sabrosa/ y encadenar mi suerte<br />

a los claros destinos/ que a Israel otorgó tu salvación<br />

graciosa».<br />

Pablo da un paso más, y con la sencillez de un saludo<br />

personal, formula el despliegue del misterio trinitario-. «L<br />

gracia de nuestro Señor Jesucristo; el amor del Padre y<br />

la comunión del Espíritu Santo estén siempre con vosotros».<br />

Casi nos sale «y con tu espíritu»... Es, en efecto,<br />

el saludo litúrgico al iniciar la Eucaristía. Es hermoso<br />

comenzarla, reconociendo que «Dios es uno solo, pero<br />

no solitario».<br />

3. El Dios que ama al mundo<br />

(Jn 3,16-18)<br />

Adentrarse en el misterio de Dios es sumergirse en el<br />

amor. El amor en la intimidad misma de la Trinidad y el


amor que se expande en la creaoón y llega a su extremo<br />

en la salvación<br />

El amor dentro de la Trinidad es tan misteriosamente intenso<br />

que, dándose eternamente entre el Padre y el Hijo,<br />

genera una relación «personal» entre ambos el Espíritu<br />

Santo, «que procede del Padre y del Hi|0» (confesamos<br />

en el Credo)<br />

Y el amor de la Trinidad hacia fuera es un amor tan gran<br />

de al mundo «que Dios le entregó a su propio HIJO para<br />

que lo salvara»<br />

Sólo desde la experiencia del amor nos adentramos<br />

en el misterio de Dios Con nuestro poeta, le pedimos<br />

«Concédeme, Señor, vivir el misterio/ de tu misericordia ,<br />

de tu amor compasivo ,/ tu lealtad sublime , tu talante<br />

afectivo »<br />

Y sólo desde el amor podemos entender la encarnación<br />

y la redención el Hi]o de Dios, enviado en la carne,<br />

para que el mundo se salve por Él Hacia Él se dirige la<br />

confesión de fe que nos salva «Creer en el nombre del<br />

Hijo único de Dios» «Mientras el gozo aguarda mi pobre<br />

entendimiento/ de verte cara a cara en su justo momento»


Vivir en tu misterio<br />

Concédeme, Señor, vivir en el misterio<br />

de tu misericordia..., de tu amor compasivo...,<br />

tu lealtad sublime..., tu talante afecto<br />

al aire de las normas que marcó tu criterio.<br />

Llévame hasta tu nube desde mi cautiverio;<br />

inunda con tu amor mi corazón esquivo;<br />

con la gracia del Hijo, el desierto en que vivo,<br />

y el Fuego mi desvío sane con su cauterio.<br />

Quiero que me acompañes por todos<br />

mis caminos,<br />

gustar en la oración de tu amistad sabrosa<br />

y encadenar mi suerte a los claros destinos,<br />

que a Israel otorgó tu salvación graciosa,<br />

mientras el gozo aguarda mi pobre<br />

entendimiento<br />

de verte cara a cara en su justo momento.


El Cuerpo y la Sangre de Cristo<br />

1. El pan para el camino<br />

(Dt 8,2-3.14b-16a)<br />

El Deuteronomio pone en boca de Moisés reflexiones<br />

sobre el desierto y su duro recorrido hacia la tierra de la<br />

libertad: un camino largo, arduo y, en ocasiones, doloroso.<br />

Un camino de purificación: «El camino que el Señor<br />

Dios te ha hecho recorrer, para ponerte a prueba y conocer<br />

tus intenciones». El camino de la vida, el camino que,<br />

tantas veces, se hace cuesta arriba... El camino recorrido<br />

con el resto de los hombres, teniendo en el Señor su<br />

meta, «si guardas sus preceptos».<br />

El texto del Deuteronomio subraya el carácter de<br />

aflicción y de prueba que el desierto significa. El tono de<br />

discernimiento-. «Si guarda sus preceptos o no» hace del de<br />

sierto la gran imagen de la vida del hombre, probado tantas<br />

veces en el crisol del sufrimiento, externo e interno.<br />

En ese contexto, resalta con más fuerza el maná como<br />

alimento para un camino duro. Un maná/alimento inesperado,<br />

que se funde con el don de la Palabra. Porque<br />

es un alimento que recuerda y que remite a otro tipo de<br />

comida: «Que no sólo de pan vive el hombre, sino de<br />

toda palabra que sale de la boca de Dios».


Alimento del maná, gratuito y memorial. Recuerdo p<br />

manente de la acción liberadora del Señor. Al comerlo,<br />

«no te olvides del Señor tu Dios, que te sacó de la esclavitud<br />

de Egipto».<br />

2. El nuevo pan para construir la unidad<br />

(ICor 10,16-17)<br />

El antiguo maná era imagen del pan nuevo, ofrecido y<br />

recibido desde la dimensión personal: Jesucristo mismo,<br />

entregado y recibido por todos en el pan y el vino de la<br />

Eucaristía.<br />

De ese nuevo alimento compartido, subraya Pablo su<br />

fuerza de comunión: Comunión con Cristo: el cáliz nos<br />

todos en la sangre de Cristo; el pan nos une a todos con<br />

el cuerpo del Señor. Y comunión de unos con otros en el<br />

ñor: «Formamos un solo cuerpo, porque comemos todos<br />

del mismo pan».<br />

Ya no vale expresar distancias con quien hemos<br />

comulgado, con aquel duro refrán español: «Tú y yo,<br />

¿cuándo hemos comido en el mismo plato?». La Eucaristía<br />

compartida quita sentido a esa pregunta En cada<br />

celebración y en las celebraciones de todo el mundo,<br />

muchos, muchísimos, «comemos el mismo pan»... Permanece<br />

una pregunta inquietante: ¿Formamos un mismo cue<br />

po, el cuerpo eclesial del Señor?... Y, machaconamente,<br />

la Eucaristía nos recuerda que en ella alimentamos la<br />

unidad de la Iglesia y de que, por ella, la Iglesia/comunión<br />

no deja de crecer y fortalecerse.


3. El pan para la vida eterna<br />

(Jn 6,51-58)<br />

El cuarto evangelio ensancha los horizontes del camino<br />

y le da un nuevo sentido a la meta: ya no es sólo el paso<br />

por el desierto caminando hacia la tierra, para asegurar<br />

un «pedazo de subsistencia».<br />

La vida es un camino más largo, porque su meta supera<br />

un puro destino terreno. Se trata ahora, en Cristo, de<br />

vivir con Dios para siempre. Vida eterna ofrecida como<br />

para todo el mundo.- «Mi carne para la vida del mundo».<br />

Un camino que precisa de extraordinario alimento:<br />

«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo»...: «Si duro<br />

es el lenguaje, sabroso es el consuelo/ de saber por la fe<br />

lo que no ven nuestros ojos». Jesús, ofrecido y recibido<br />

como pan y como vino. «La carne y la sangre», la vida<br />

entera del Hijo, entregada en sacrificio y ofrecida ahora a<br />

todo aquel que la comulga. Comer y beber a Cristo como<br />

alimento de vida eterna-. «Mi carne es verdadera comida y<br />

sangre es verdadera bebida».<br />

Pablo subrayaba (segunda lectura) la comunión eclesia<br />

derivada de Jesús-Eucaristía; el cuarto evangelio insiste<br />

en la unión personal: «El que come mi carne y bebe mi san<br />

gre habita en mí y yo en él». Unión llamada a transformar<br />

la vida entera en vida nueva de Cristo: «El que come mi<br />

carne vivirá por mí».<br />

El maná, en el desierto, queda sólo como imagen de<br />

este nuevo alimento: «Vuestros padres lo comieron y<br />

murieron; el que come de este pan (quien come la Eucaristía)<br />

vivirá para siempre».


La fuerza del pan vivo<br />

El Pan de la Palabra..., la elocuencia del Trigo<br />

y del Vino que alegra el corazón humano...<br />

¡Qué claridad restalla la sombra del arcano<br />

en la mesa que nutre el corazón amigo!<br />

Aquí allega valor la sangre del testigo,<br />

la virgen acicala su corazón lozano,<br />

aguza el confesor su lenguaje galano<br />

y la piedad encuentra acomodo y abrigo...<br />

«Jesús es el pan que ha bajado del cielo...».<br />

Si duro es el lenguaje, sabroso es el consuelo<br />

de saber por la fe lo que no ven los ojos...<br />

Corre certero el Verbo al corazón abierto,<br />

transformando en oasis su inhóspito desierto<br />

y en flores de virtud sus punzantes abrojos...


TIEMPO<br />

ORDINARIO<br />

El humilde caminar junto al Señor


Segundo domingo<br />

1. Presentación del Siervo y de su misión<br />

(Is 49,3.5-6)<br />

Las enseñanzas de Isaías sobre el misterioso Siervo de<br />

Dios y su misión sirvieron de inspiración, en la Iglesia<br />

apostólica, para describir a Jesús y su tarea de enviado.<br />

Se describe la complacencia de Dios en su Siervo: «Tú<br />

eres mi Siervo de quien estoy orgulloso». Y a ella sigue<br />

un breve apunte sobre su llamada-. «Desde el vientre me<br />

formó Siervo suyo». Subraya la pre-cedencia de Dios y<br />

una iniciativa, siempre gratuita, que parte del Señor. La<br />

vocación no se gana, en efecto, a fuerza de puños, sino<br />

escuchando con humilde docilidad la llamada.<br />

Siguen unas indicaciones sobre su misión. Misión particular:<br />

la reunificación de Israel; misión universal: «Te hago<br />

luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta<br />

el confín de la tierra».<br />

El Antiguo Testamento es ya testigo del querer de Dios<br />

de salvar a todos. Quedó, sin embargo, recortado por una<br />

visión particularista de un pueblo a quien gustaban más<br />

los privilegios que la gracia. La gracia era la de saberse<br />

luz para alumbrar a todas las naciones.


2. La hondura de un saludo<br />

(ICor 1,1-3)<br />

Nuestros saludos se nos han hecho formalistas y rutina- 1<br />

rios, los saludos escritos y aquellos con los que celebra- I<br />

mos personales encuentros.<br />

Pero, no hay rutina en el saludo de Pablo a la Iglesia d<br />

Corinto. Es, más bien, un «concentrado» de la eclesio- '<br />

logia que va a desarrollar en su carta. Frente a quienes<br />

cuestionaban su apostolado, se auto presenta como<br />

«apóstol por voluntad de Dios»; y a Sostenes, incorporado<br />

a la escritura de la carta, lo presenta sencillamente<br />

como hermano, desde la intensa experiencia de fraterni- \<br />

dad de los discípulos del Señor. '<br />

Escriben «a la Iglesia de Dios en Corinto», comunidad<br />

de discípulos concreta, establecida en un preciso lugar<br />

que es, sin embargo, Iglesia de Dios, en la que se realiza<br />

el plan salvador de Dios en Cristo Jesús. Sus miembr<br />

son «consagrados» por Jesucristo. Su procedencia poco<br />

importa, porque todos han sido llamados. Jesucristo, en<br />

efecto es «Señor nuestro y de ellos».<br />

Es un saludo que nos sabe a liturgia. Los dones del<br />

Padre y del Hijo asociados en una misma acción salvadora:<br />

la gracia y la paz son del Padre y de su Hijo, Jesús<br />

Deseadas a los de Corinto, son prenda del amor, la confianza<br />

y la plenitud.<br />

3. Presentación de Jesús y de su misión<br />

(Jn 1,29-34)<br />

El cuarto evangelio pone la presentación de Jesús en labios<br />

de Juan el Bautista. Y lo presenta, «cumpliendo» en


su identidad y misión la misteriosa figura del Siervo. Juan<br />

presenta a Jesús como «Cordero que quita el pecado del<br />

mundo». Las resonancias del Siervo de Isaías saltan a la<br />

vista la designación de «cordero» y aquel sufrir y dolerse,<br />

asociando a los suyos en el sufrimiento y por todos<br />

ofreciendo su vida.<br />

En la presentación de Juan hay, además, una indicación<br />

de pre-existencia: «Existía antes que yo», y de relación<br />

de tareas: «He salido a bautizar, para que él (no yo)<br />

sea manifestado a Israel». Con relación a Jesús, Juan es<br />

indicación y referencia.<br />

La presentación adquiere solemnidad con la categoría<br />

del testimonio. Para darlo, incluye Juan la presencia<br />

especial del Espíritu, señalando la identidad («ese es») y la<br />

misión encaminada a un nuevo bautismo.- «No sólo con<br />

agua, sino con Espíritu Santo». Espíritu repartido, para<br />

formar la comunidad de los discípulos. El Bautista, que<br />

ha visto cómo se realiza en Jesús la figura del Siervo,<br />

ahonda ahora su testimonio: «Doy testimonio de que<br />

este es el Hijo de Dios».


Luz de las naciones<br />

Ya está el «Siervo» dispuesto a la batalla:<br />

vibra en la voz tonante del profeta,<br />

alienta en la arpillera del asceta<br />

y chasca con los avisos de la tralla...<br />

Empuña, firme, el asta de la dalla,<br />

sus ojos queman, su palabra inquieta...,<br />

reprueba el disimulo y la careta,<br />

aparta la basura y la morralla...<br />

Pero, en el fondo, sólo es un «Cordero».<br />

Rociará con su sangre el mundo entero,<br />

para arruinar la muerte y el pecado.<br />

Será «luz» para todas las naciones,<br />

retornará al Señor los corazones<br />

y la gloria de un pueblo renovado.


Tercer domingo<br />

1. La «sospechosa» Galilea de los gentiles<br />

(Is 8, 23b-9,3)<br />

En todas partes la opinión popular «reparte suertes». Y la<br />

mala suerte había caído sobre Galilea, en comparación<br />

con el resto de las regiones de Palestina. Comparada<br />

con las ortodoxas tribus del sur, aparecía Galilea como<br />

heterodoxa y hereje: «.la Galilea de los gentiles-». De G<br />

no se podía esperar nada bueno.<br />

Pero, los caminos de Dios desconciertan y, muchas<br />

veces, no se atienen a la lógica de las expectativas humanas.<br />

La Galilea de los gentiles será ahora ensalzada<br />

¡Escándalo para los bienpensantes de la época! Pero,<br />

será lugar de salvación para un Dios que desconcierta: l<br />

tinieblas se convierten en luz; las tierras sombrías, en<br />

tierras fulgurantes.<br />

Desde esa nueva mirada de Dios, termina la opresión:<br />

el opresor y su yugo, junto con su orgulloso bastón de<br />

mando serán quebrados por la acción liberadora de<br />

Dios.<br />

Desborda la alegría y el gozo. De lo inesperado y sospec<br />

so brota una situación nueva, de alegría cumplida: «Se go


en tu presencia como se gozan al segar» (metáfora agrícola);<br />

«como se gozan al repartir el botín» después de la<br />

batalla (metáfora bélica). Ambas, expresiones de un gozo<br />

inesperado y completo, en la Galilea de los gentiles.<br />

2. El «acuerdo comunitario»<br />

(ICor 1,10-13.17)<br />

La división en las comunidades viene de lejos. A Pablo le<br />

duele la que se da en la Iglesia de Corinto, que él mismo<br />

ha fundado. Casi inconscientemente, aquellos cristianos<br />

se han ido agrupando en torno a algunos líderes, incluido<br />

el mismo Pablo... Y desde los líderes, ellos mismos se<br />

han puesto la «etiqueta»: «cristianos de Pablo», «cristianos<br />

de Apolo», «cristianos de Pedro»... ¡Cómo se repite<br />

la historia! Cada uno «intentando llevarse el agua a su<br />

molino», robando un pedazo de algo (mejor, de Alguien)<br />

que es indivisible: «¿Está dividido Cristo?».<br />

El cristiano es un bautizado, un «consagrado» no a su l<br />

der, sino a Cristo. Y es Cristo el único salvador de todos...<br />

Para no ofender a los otros líderes, Pablo pregunta a los<br />

corintios en primera persona: «¿Ha muerto Pablo en la<br />

cruz por vosotros? ¿Habéis sido bautizados en el nombre<br />

de Pablo?». Pablo y todos los líderes son sólo mensajeros<br />

del Evangelio cuyo único centro es Cristo.<br />

El Apóstol quiere ver reflejada en la comunidad esta<br />

eclesiología-. hay que ponerse de acuerdo u no andar divi<br />

Y no se trata de una simple estrategia externa. La unidad<br />

ahonda en el interior-. «Estad bien unidos con un mismo<br />

pensar y sentir».


3. «La cosa empezó en Galilea»<br />

(Mt 4,12-23)<br />

Subrayar el inicio del ministerio público de Jesús en<br />

Galilea no significa una simple información geográfica.<br />

Fstá cargado de sentido. Mateo ve cumplida la profecía<br />

de la primera lectura. Jesús «se retiró a Galilea» después<br />

del arresto de Juan, para que «en la Galilea de los gentiles»<br />

de donde nadie esperaba nada bueno, se iluminara<br />

la duz grande-» que brilla para todas las naciones... Es e<br />

choque entre los caminos de Dios y los caminos del hom<br />

El hombre, organizando el camino de la Salvación en<br />

Jerusalén..., y Dios, «despistando» una vez más, haciéndola<br />

venir de la sospechosa Galilea.. A algunos, Dios les<br />

pone la fe difícil; a la mayoría, les abre la esperanza de<br />

tenerla.<br />

En Galilea comienza Jesús la predicación, que Mateo<br />

centra en la conversión; un cambio de dirección de la pro<br />

pia vida, porque «ya se acerca el Reino de los cielos» que<br />

invita a la adhesión de la fe.<br />

L^a invitación la concreta el texto evangélico de hoy en<br />

la llamada: «Venid y seguidme»; en la misión-. «Os haré p<br />

cadores de hombres»; y en la respuesta: «Inmediatamente<br />

dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron»... Con ellos<br />

va iniciando Jesús el camino de la salvación en «la Galilea<br />

de los gentiles»: «Recorría toda Galilea». Va desarrollando<br />

con sencillez lo que había sido toda la historia de la<br />

salvación: hechos y palabras: «Proclamando el Evangelio<br />

y curando las enfermedades y dolencias del pueblo»: el<br />

Reino, proclamado y realizado.


Una luz les brilló<br />

Siempre hay alguna angustia, alguna pena,<br />

algún rincón del hombre sojuzgado...,<br />

alguna mordedura del pecado,<br />

en que amenaza el pus o la gangrena.<br />

Siempre hay una tinaja medio llena,<br />

la sombra de un mensaje, mutilado<br />

por la voz del heraldo, que ha velado<br />

la claridad de la palabra plena.<br />

Pero hay siempre una estrella en cada trance<br />

un criterio de fe viva al alcance<br />

del corazón que hacia la luz camina...<br />

¡Espera en el Señor y sé valiente!<br />

¡Ten ánimo! Un brazo omnipotente<br />

acompaña a la iglesia peregrina.


Cuarto domingo<br />

1. La dicha de caminar humildemente<br />

junto al Señor<br />

(Sof 2,3; 3,12-13)<br />

Hoy vamos de dichas, de bienaventuranzas. En el fondo,<br />

se trata de los auténticos valores con los que se construye<br />

la vida. En ese nivel es donde el hombre percibe<br />

más la paradoja. En ese fondo, se dan las mayores contradicciones<br />

entre los proyectos propios y aquellos que<br />

son acogidos con la humildad de quien ha escogido a<br />

Otro como fuente de su dicha: «Un pueblo humilde que<br />

confiará en el nombre del Señor».<br />

La raíz de la dicha es la confiama: saberse dejar y apoyarse<br />

en quien puede ofrecer felicidad «desconcertante».<br />

En la confianza está el apoyo para el cumplimiento de lo<br />

mandatos. Arranca, incluso cuando la dificultad arrecia y la<br />

contradicción se siente, de una convicción: «Sé de quién<br />

me he fiado»... como la oveja que pasta y se siente sin<br />

sobresaltos, desde el «instinto confiado» de que hay un<br />

pastor que siempre vela.


2. La dicha de poner la gloría en el Señor<br />

(ICor 1,26-31)<br />

Pablo va, hoy, también en la línea de la sencilla humildad<br />

Lo recoge muy bien en el texto escriturístico que emplea<br />

al final de la lectura: «La gloria del hombre es la gloria de<br />

Dios». Justamente, porque «la gloria de Dios es la gloria<br />

del hombre».<br />

Ese admirable intercambio de «.glorias» sólo se realiza<br />

el creyente y la comunidad que reconocen su pobreza:<br />

«No hay en ella muchos sabios a lo humano ni muchos<br />

poderosos ni muchos aristócratas».<br />

Lo que somos lo podemos ser «a lo humano» o «Í¡ l<br />

divino-»-, según los criterios de los hombres o según lo<br />

criterios de Dios. Que buscamos «ser» es incuestionable.<br />

Que intentamos «ser felices» no necesita demostración.<br />

Lo importante es dar con el camino. Ahí es donde la<br />

mente se oscurece y los criterios se entrecruzan... Y es<br />

ahí donde se da la paradoja. Toda una provocación: lo<br />

necio, lo bajo, lo despreciable, lo que no cuenta... como<br />

cauce de salvación.<br />

El modelo es el mismo (esús: «Se abajó a sí mismo».<br />

La meta.- «Ser en Cristo Jesús». Sólo él es para nosotros<br />

«sabiduría, justicia, santificación y redención». No estamos<br />

llamados a «no ser», sino a «ser de otra manera».<br />

3. La dicha de la otra manera de ser<br />

(Mt 5,1-12a)<br />

En esa «otra manera de ser» está el núcleo de las Bienaven<br />

turanzas. Son, en efecto otra manera de ser felices. «Ser<br />

un pobre integral de prima a nona...,/ compasivo, sufrido,


justo honesto;/ ser humilde, pacífico y modesto/ en la<br />

breve estrechez de una persona», dice nuestro soneto.<br />

Las bienaventuranzas recogen la humilde sencillez d<br />

caminar junto al Señor (primera lectura). La recogen, la<br />

radicalizan y la hacen «nueva ley». Que Mateo ponga las<br />

Bienaventuranzas en el sermón del «monte» no es una<br />

simple indicación de geografía. Más bien se trata de una<br />

clara indicación de teología: un nuevo Moisés y una nueva<br />

Ley. Un nuevo legislador y un nuevo camino.<br />

En las bienaventuranzas destacan la felicidad y la parad<br />

ja del camino para conseguirla. La meta es la dicha... Y n<br />

sólo como un final que reivindica sólo para el «más allá»,<br />

mira también a la situación de desastre de un «más acá»<br />

mísero y pobre. Es la felicidad que se encuentra ya aquí<br />

en «el ser de otra manera». Un buen refrán nos puede<br />

ayudar a entenderlo: «No es oro todo lo que reluce». El<br />

relucir es externo; el oro se mide en quilates de interior.<br />

Las bienaventuranzas no son una ley para superficiales;<br />

lo son para quienes se planearon en serio «buscar ser<br />

de otra manera». El «ser en Cristo» paulino, enseñado por<br />

el mismo Jesús.


La pobreza integral<br />

El «resto» cié Israel... ¿Quién ambiciona<br />

ser élite en el seno de ese «resto»?<br />

¿Quién tiene el corazón tan bien dispuesto<br />

que sueñe con tal cruz y tal corona?<br />

Ser un pobre integral de prima a nona...,<br />

compasivo, sufrido, justo, honesto,<br />

ser humilde, pacífico y modesto<br />

en la breve estrechez de una persona...<br />

¿Demasiado? No hay «pobre» que sea ajeno<br />

a las ocho divinas venturanzas,<br />

que en la Montaña dijo el Nazareno.<br />

Si tienes una, las demás alcanzas.<br />

Toda razón de amor está integrada<br />

en la oblación de un alma despojada.


Quinto domingo<br />

1. Una luz que alumbra hacia abajo<br />

(Is 58,7-10)<br />

Hay luces que alumbran hacia arriba y no nos permiten<br />

ver la realidad que nos rodea..., aunque sean luces fuertes.<br />

Peo las hay que, aun no siendo fuertes, como no<br />

es fuerte la aurora, alumbran hacia abajo, haciéndonos<br />

descubrir la realidad y la vida cotidiana.<br />

La lectura de Isaías está escogida para hoy por el<br />

tema de la luz-. «Entonces romperá tu luz como la aurora<br />

¿Cómo le parece al profeta que alguien pueda iluminar y<br />

sentir sana su propia carne? Apunta hacia abajo. Y en ese<br />

abajo hacia los más «abajados»: hambrientos, sin techo,<br />

desnudos... Todo, sin embargo, parte de «la propia carne»,<br />

a la que sería absurdo cerrarse. La luz se expande<br />

desde la solidaridad. Se genera con la aurora que «rompe»<br />

la oscuridad del egoísmo... y se va haciendo pleno<br />

día en la donación.<br />

«Iluminar las tinieblas», hacer que la «propia oscuridad<br />

se vuelva pleno día»... pasa, en el profeta, por el ejercicio<br />

de una caridad fraterna, no sólo de acciones, sino de<br />

auténtica conversión del corazón: «Desterrar la opresión,


el gesto amenazador y la maledicencia». Sólo desde ahí<br />

se puede compartir el pan. Y del compartir surge la luz.<br />

2. La debilidad y el miedo<br />

(ICor 2,1-5)<br />

Por raro que parezca, son también «.cualidades» de la<br />

apostólica... Cuando pensamos en el apóstol, nos viene<br />

a la mente con más facilidad la «valentía», Pero, la vida<br />

apostólica está hecha de paradojas. La experiencia de<br />

Pablo le llevará a confesar que «la fuerza se realiza en la<br />

debilidad». Y es que valentía no puede confundirse con<br />

arrogancia.<br />

El arrogante se apega a su «sublime elocuencia o sabiduría».<br />

El arrogante va por la vida intentando lucirse...<br />

Pero, la cruz de Cristo daba para poco lucimiento. Ella es,<br />

sin embargo, el orgullo de Pablo. En medio de lucimien<br />

arrogantes, él no se precia sino en Cristo Crucificado...<br />

Pablo es el apóstol del Resucitado; en una «experiencia<br />

gloriosa» comienza su cambio... Pero, la vida cristiana<br />

le enseña a agarrarse a la cruz como estilo y camino de<br />

predicación.<br />

Contra «la persuasiva sabiduría humana», la cruz se<br />

convierte paradójicamente en confesión del poder de Dios<br />

El poder es gloria manifestada en Cristo resucitado. Pero<br />

el camino lo traza el crucificado, rompiendo los esquemas<br />

de llegada a la gloria.


3. Una luz que alumbra a todos<br />

(Mt 5,13-16)<br />

Que era luz lo dijo Jesús de sí mismo, cumpliendo el oráculo<br />

profético de «ser luz para todas las naciones». Pero,<br />

Jesús también aplicó la metáfora a los discípulos, junto<br />

con la sal.<br />

De la utilidad de ambas y de su mal uso saca Jesús<br />

consecuencias prácticas para el estilo del discipulado. De<br />

la sal, la necesidad de «saber» a Cristo que tiene nuestro<br />

mundo... Se trata de una sal esparcida que, a través de<br />

cada insignificante grano, llega a salar el conjunto... Y<br />

una sal que es inútil, cuando se ha vuelto sosa, cuando<br />

ya no puede dar sabor. Su destino es «ser tirada» y tratada<br />

sin respeto: «Tirarla fuera y que la pise la gente». Nos<br />

recuerda nuestro soneto: «Haz de tu sal sabor y garantía./<br />

Verás cómo a tu zaga irá la gloria/ del Señor, pregonando<br />

tu victoria/ y el fulgor de un intenso mediodía».<br />

De la luz se derivan también consecuencias para el<br />

discipulado. Debe estar en un sitio visible... La visibilidad<br />

que al discípulo le da el testimonio. La cima del monte y<br />

el candelera no son lugares de altura soberbia; lo son de<br />

altura servicial: la ciudad, para ser divisada desde lejos;<br />

las lámpara «para que alumbre a todos los de casa». El<br />

discípulo se hace visible y alumbra con sus obras...<br />

Pero la gloria va también a lo alto; es «para el Padre q<br />

está en los cielos». Nos advierte también nuestro poeta:<br />

«Tú que buscas la luz, haz de tu vida/ luz que encienda<br />

los vidrios de la aurora...,/ que transforme tu carne pecadora/<br />

en arcilla de amor recién nacida...».


Sal y luz del servicio<br />

Tú, que buscas la «Luz», baz de tu vida<br />

luz que encienda los vidrios de la aurora...,<br />

que transforme tu carne pecadora<br />

en arcilla de amor recién nacida...;<br />

que alumbre el caminar de su seguida<br />

-sin condiciones de lugar ni horatras<br />

la justicia redistribuidora<br />

de tu pan..., tus vestidos..., tu acogida...<br />

No fíes de oratoria o escenario,<br />

que no sean la sangre y el calvario.<br />

Haz de tu «sal» sabor y garantía.<br />

Verás cómo a tu zaga irá la gloria<br />

del Señor, pregonando tu victoria,<br />

y el fulgor de tu intenso mediodía.


i. La libertad y la ley<br />

(Si 15,16-21)<br />

Sexto domingo<br />

Así comienza la lectura: «si quieres...». ¡Que Dios no obliga<br />

a nadie! Sólo llama a la conciencia. Sólo quiere que el<br />

hombre vaya descubriendo que es humano el mandato:<br />

«Es prudencia cumplir su voluntad». Es el hombre quien<br />

decide. El mandato sólo pretende alumbrar su decisión. H<br />

cerle caer en la cuenta de que no son iguales ni le aprovechan<br />

lo mismo todos los caminos: «Al hombre le darán<br />

lo que él escoja». Lo importante es que él sepa qué es lo<br />

que tiene delante. ¡Que no es lo mismo llenar las manos<br />

de agua que meterlas en el fuego; ni es indiferente escoger<br />

la muerte o la vida como último y como presente<br />

destino! Obedecer el mandato es un acto de confiada ele<br />

«Es grande la sabiduría de Dios, es inmenso su poder»...<br />

Puesto en su presencia, el hombre no es un ser librado<br />

al miedo; está más bien remitido a poder desenterrar lo<br />

que es su propia mentira: «No deja inmunes a los mentirosos»,<br />

porque se engañaron a sí mismos, a pesar de que<br />

el mandato ayudaba su elección.<br />

¡Lástima que este hondo sentido de la ley en libertad


quedara luego tan solamente metido en lo externo y lo<br />

legal! El hombre no quedó, en efecto, confrontado con<br />

la ley en lo que es su verdad o su mentira.<br />

2. La libertad y la sabiduría<br />

(1 Cor 2,6-10)<br />

Ahondar el propio misterio y la razón del obrar no es<br />

posible para el hombre sin una sabiduría nueva que procede<br />

de Dios. Aquella que «si la hubieran conocido los<br />

príncipes de este mundo, no habrían crucificado al Señor<br />

de la gloria».<br />

Para conocerse en hondura, el hombre necesita de Di<br />

«Una sabiduría divina, misteriosa, predestinada por Dios<br />

antes de los siglos para nuestra gloria». Una sabiduría<br />

que, asumiendo ya perfiles personales en el Antiguo<br />

Testamento, apunta ya hacia jesús, revelador del ser y<br />

del querer del Padre.<br />

Aquel misterio de salvación que abarca a todos y no<br />

acaba con el tiempo: «Ni el ojo vio ni el oído oyó, ni el<br />

hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para<br />

los que lo aman». Tampoco nuestros ojos podrían ver ni<br />

nuestros oídos escuchar. Ha sido obra de la manifestación<br />

de Dios a través del Espíritu, porque «el Espíritu lo<br />

penetra todo, hasta las profundidades de Dios». Ha sido<br />

el don de Cristo a la comunidad de sus discípulos. El<br />

Espíritu de sabiduría e inteligencia.


3. La libertad y el corazón<br />

(Mt 5,17-35)<br />

Cuando la ley no se queda en lo externo y llega al corazón,<br />

se produce el misterio de «la espontaneidad». No<br />

se cumple simplemente la letra, se llega al espíritu de la<br />

Ley. Es un camino de libertad consentida. Se trata del<br />

mismo núcleo de la relación de Jesús con la Ley. Su enfrentamiento<br />

con el legalismo no significa anomía: «No<br />

creáis que he venido a abolir la ley o los profetas», sino<br />

plenitud acabada: «No he venido a abolir la ley, sino a<br />

dar plenitud».<br />

La plenitud de la ley no está tanto en su extensión,<br />

sino en el nivel de la intensidad. La plenitud es la ley<br />

que descubre estar escrita en el corazón y, espontáneamente,<br />

«se excede» en el cumplimiento hacia niveles<br />

que el legalismo no puede percibir, porque crecen en la<br />

interioridad.<br />

La Ley evangélica toca el corazón, transformándolo.<br />

No lleva cuenta de actos, sino de actitudes; no mide por<br />

el tamaño externo, sino por el ahondamiento interior.<br />

Queda siempre la advertencia de Jesús: «Si no sois mejores<br />

que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino<br />

de los cielos».<br />

Cuan el corazón se ha forjado en el discipulado del<br />

Maestro, ¡que nadie tema a la libertad del corazón! Habrá<br />

un «exceso de cumplimiento», de plenitud y, además,<br />

se tratará de un «exceso espontáneo».


Saber elegir<br />

¡La libertad! Ese vital dilema,<br />

humana concreción del «don» divino...<br />

Ni el oído oyó jamás, ni el ojo indino<br />

contempló su esencial categorema.<br />

¡La libertad! Preciosa diadema<br />

del hijo de adopción. Mesura y tino<br />

del buen obrar. Baquiana del camino.<br />

De la razón cabal motor y emblema.<br />

Con ella quiero, lejos del pecado,<br />

hacer lo más perfecto y acabado,<br />

sabiduría que en Dios está escondida,<br />

y saber elegir entre agua y fuego,<br />

eludir el fatal destino ciego,<br />

optando ante la muerte por la vida.


Séptimo domingo<br />

1. Amar al prójimo «amigo»<br />

(Lev 19,1-2.17-18)<br />

El amor al prójimo no es una innovación de Jesús. Ya estaba<br />

prescrito en el Antiguo Testamento. En el texto del<br />

Levítico aparece una formulación negativa del precepto:<br />

«No odiarás de corazón a tu hermano», y otra positiva:<br />

«Amarás a tu prójimo como a ti mismo». El ámbito,<br />

sin embargo, es la propia familia o el propio pueblo.<br />

Se repite por dos veces los que son destinatarios: «Tu<br />

pariente»/«tus parientes». Y es verdad que los de la propia<br />

familia son los más cercanos «próximos», pero no son<br />

los únicos.<br />

Tampoco es nueva en el Nuevo Testamento, la motivación<br />

teológica de este amor. El mismo Levítico apunta<br />

la razón más profunda de este amor: la participación y<br />

la imitación por parte del creyente de la santidad misma<br />

de Dios: «Seréis santos, porque yo, el Señor vuestro Dios<br />

soy santo». El modo más hondo del precepto: la imitación<br />

de Dios... A imitación de Dios, amar al prójimo.


2. Los creyentes, nuevo templo de Dios,<br />

son santos (ICor 3,16-23)<br />

De la realidad del templo material como morada de lasantidad<br />

de Dios arranca Pablo la exhortación con la que<br />

va a dibujar el perfil del predicador del Evangelio.<br />

Del templo material da el paso a un templo nuevo y<br />

existencial. La morada de Dios en el templo de piedras<br />

se hace inhabitación del Espíritu Santo en los creyentes<br />

la exigente santidad del templo material se convierte en<br />

exigencia de vida renovada: «Porque el templo de Dios es<br />

santo, y ese templo sois vosotros».<br />

El templo se construye y se destruye. Material y espiritualmente.<br />

Y destruir el templo es acarrear la destrucción<br />

de uno mismo: «Si alguno destruye el templo de Dios,<br />

Dios lo destruirá a éh>.<br />

Y vuelve de nuevo Pablo al tema de la sabiduría verda<br />

ra, insistiendo en la paradoja: a los necios y a los sabios<br />

no los mide Dios con la misma vara con que lo hacemos<br />

nosotros. Ahí reside la «sorpresa» de la sabiduría evangélica.<br />

Su inspiración es siempre la incomprensible sabiduría,<br />

manifestada en la Pascua: «A la luz por la cruz».<br />

«Enganchar» y «engancharse» al liderazgo, aun dentro<br />

de la Iglesia, por motivos humanos es una «vana-gloria»<br />

«Que nadie se gloríe en los hombres». El hombre es<br />

punto de partida, pero, en una sucesiva cadena de pertenencias,<br />

el punto de llegada es Dios: «Todo es vuestro,<br />

vosotros, de Cristo; Cristo, de Dios».


3. Amar al prójimo «enemigo»<br />

(Mt 5,38-48)<br />

Ahí sí que hay novedad y contraposición «Habéis oído,<br />

pero yo os digo » Contraposición exigente en el tema<br />

del amor, que es núcleo del mensaje evangélico Aquí<br />

se difuminan las fronteras familiares, tribales o sociales<br />

Inspirándose en la moral evangélica se ha podido afirmar<br />

como lema «Todo hombre es mi hermano» Frente a<br />

todas las tendencias restrictivas del amor el Evangelio<br />

tiende a ampliar cHasta dónde? Hasta llegar a los mismos<br />

enemigos<br />

Así de tajante «Amad a vuestros enemigos», y así de<br />

concreto «Haced el bien a los que os aborrecen y orad<br />

por los que os calumnian o persiguen» ¿La razón de un<br />

comportamiento tan a contracorriente 7 La imitación misma<br />

de Dios (primera lectura), hecha providencia cercana<br />

y amorosa para todos el sol nace tanto para buenos<br />

como para malos, y el agua no distingue entre los justos<br />

e in|ustos<br />

Y es que en la vida hay simple «cumplimiento», pero hay<br />

también «perfección» Ese «estar hechos por completo» a<br />

golpe de acciones contraculturales frente a la «cultura de<br />

la reciprocidad» («te amo para que me ames, te doy para<br />

que me des»), la «cultura evangélica de la gratuidad», que<br />

es regalo de la perfección del Padre<br />

En la raíz de este cambio, la meta de la perfección<br />

cristiana «Sed perfectos, como vuestro Padre celestial<br />

es perfecto» Tan «bien y completamente hechos» como<br />

el mismo Dios Sólo de ahí brota el comportamiento que<br />

supera la venganza del «ojo por ojo y diente por diente»<br />

Y sólo desde ahí se llega a una generosidad «desmedida»<br />

La que multiplica el don más allá de lo pedido


La razón del amor<br />

El odio es Satanás. Dios es la vida,<br />

la fuerza original que crea y perdona,<br />

la razón del amor que no razona<br />

la venganza, aunque sea merecida...<br />

La santidad de Dios vive escondida<br />

en el templo de tu alma peleona...,<br />

¡busca en ella la fuerza que condona<br />

el daño de la ofensa y de la herida!<br />

Surte la necedad sabiduría,<br />

cuando el hombre, venciendo su agonía,<br />

ama de corazón a su enemigo<br />

y en lugar de exigir diente por diente,<br />

hace la salvación de Dios presente<br />

con su veraz perdón como testigo.


Octavo domingo<br />

1. El abandono en manos de Dios<br />

(Is 49,14-15)<br />

No se puede decir más y mejor en tan sólo dos versículos.<br />

En el fondo, la búsqueda de apoyo para vivir con dign<br />

dad. Es en esa búsqueda donde arraiga el misterio de la<br />

fe, pero es también en ella donde tiene sus raíces todo<br />

tipo de idolatría... Al final, la pregunta será siempre en<br />

dónde busco yo el fundamento de mi propia vida.<br />

Isaías llega a la altura mística del «sólo Dios basta».<br />

Y pide esa confianza para momentos de «noche oscura»:<br />

«Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado».<br />

Desde la perspectiva religiosa, la más tormentosa de todas<br />

las preguntas: el pesado silencio de Dios.<br />

Y es, por eso, más hondo el nivel de la confianza. El<br />

apoyo confiado no sólo se hace maternal: «Como niño en<br />

brazos de su madre»; se abandona aún mucho más... Con<br />

la madre, podría darse el olvido; pero, al contrario de la<br />

madre olvidadiza, «yo nunca te olvidaré». Una ternura<br />

maternal en Dios que toca los límites mismos del apoyo<br />

ofrecido y pide un «sin límites» de abandono confiado.


2. La alabanza de Dios, respuesta a la fidelidad<br />

(1 Cor 4,1-5)<br />

Supone Pablo una tarea encomendada. La que recibe<br />

cada creyente al ser llamado y enviado como «servidores<br />

de Cristo y administradores de los misterios de Dios».<br />

Un tesoro que no es propio («administradores», no propietarios)<br />

y que es llevado, además, en nuestras vidas<br />

de barro.<br />

Un motivo mayor para insistir en la fidelidad que se<br />

pide a todo administrador. Una fidelidad tan exquisita<br />

que no termina en el bien hacer: «La conciencia no me<br />

remuerde». Avanza mucho más allá: ponerse, con libertad,<br />

bajo la luz que Cristo mismo proyecta en la vida.<br />

«Sólo él iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá<br />

al descubierto los designios del corazón». Una fidelidad<br />

exquisita que no se mide en balanza alguna de tribunales<br />

humanos. Únicamente está abierta a «recibir la alabanza<br />

de Dios»: «Ven, siervo bueno y fiel, entra en el banquete<br />

de tu Señor».<br />

3. ¿A quién me he abandonado?<br />

(Mt 6,24-34)<br />

La respuesta del Señor: «A aquel en quien hayas puesto tu<br />

confianza». En cuestión de abandono confiado no valen,<br />

en efecto, componendas: «Nadie puede estar al servicio<br />

de dos amos... No podéis servir a Dios y al dinero».<br />

La invitación de Jesús es a abandonarse en Dios. Inclu<br />

cuando las necesidades apremian y hay que darles respuesta,<br />

el agobio no se puede convertir en una especie<br />

de «angustiosa agonía».


Las sencillas comparaciones que hace Jesús no son<br />

invitación a la pereza o a dejarse. Son aviso contra el<br />

angustioso agobio que nos invade y atenaza. El agobio<br />

consumista que va poniendo confianza en las cosas adquiridas.<br />

Lo importante en nuestra vida es alcanzar a<br />

«ser»: «Vale más la vida que el alimento; y el cuerpo que<br />

el vestido».<br />

Los pájaros, los lirios, la naturaleza, gratuitamente<br />

revestida y regalada, son parábola de confianza, que intenta<br />

profundizar el abandono sencillo en las manos fuertes<br />

del Padre. Cuando nuestra dimensión pagana crece, nos<br />

afanamos y ponemos nuestro deseo de lucro por encima<br />

de todos nuestros anhelos. Cuando nuestra dimensión<br />

creyente crece, confiamos y, en el centro de la búsqueda,<br />

ponemos el Reino y su justicia. ¿Y las cosas? Hay que<br />

atenderlas, pero son añadidura. Contra todo agobio enfermizo<br />

por buscar seguridad, Jesús nos sale al encuentro<br />

con una «seguridad» abandonada sencillamente en las<br />

generosas manos del Padre.


La angustia del mañana<br />

Cierto. Es un poderoso caballero<br />

que abre puertas y rinde voluntades...,<br />

consigue poderío..., seguridades...<br />

¿Quién se hurta al atractivo del dinero?<br />

Pero, escucha a Jesús: hay un primero<br />

y un tocio lo demás de realidades...<br />

¡Olvídate de las necesidades<br />

y hallarás el tesoro verdadero!<br />

Vive en la libertad de la esperanza.<br />

Es tu desprendimiento lo que alcanza<br />

la anuencia de Aquel en quien confías...<br />

Más que el celo instintivo de una madre<br />

la tierna providencia de Dios-Padre<br />

velará tus trabajos y tus días.


Noveno domingo<br />

1. «Poner por obra todos los mandamientos<br />

de Dios» (Dt 11,18.26-28)<br />

¿Una ética sin religiosidad? Así acusan los hombres «religiosos»<br />

a quienes, en su relación con Dios, sólo piensan<br />

en el compromiso. ¿Una religiosidad sin ética? Es la extrañeza<br />

de los que subrayan el compromiso contra todo<br />

espiritualismo que encarnan muchos creyentes.<br />

La primera lectura de hoy nos centra en la necesidad<br />

de cumplir la voluntad de Dios, para que la fe no quede<br />

mera palabrería. La insistencia de Moisés es expresiva:<br />

«Meteos mis palabras (mis mandatos) en el corazón y en<br />

el alma»... Y, como signo de que han calado hasta dentro,<br />

«atadlas a la muñeca..., ponedlas de señal en vuestra<br />

frente» (¡Lástima que el signo se convirtiera en meta, y la<br />

voluntad del Señor quedara sólo materialmente «colgada»<br />

como señal en la frente..., quedando el corazón vacío de<br />

voluntad de Dios!).<br />

La metáfora del camino, para expresar la andadura con<br />

su Dios tuvo éxito en Israel. Es expresiva en su significado:<br />

está en juego la meta a la que los caminos llevan.<br />

Los hay que llevan a «ninguna parte»; o llevan a «la


mentira» (designación de los falsos dioses), meta de «la<br />

maldición»... Y hay caminos que tienen la meta en Dios,<br />

aquel que por ser «verdad» es fuente de «bendición».<br />

Les preceptos son camino. Quien humildemente lo re<br />

corre está caminando a la meta; desviarse es andar de<br />

vagabundos en busca de cualquier meta idolátrica que<br />

satisfaga el momento. Sería bueno confesar con nuestro<br />

soneto: «¡Lo sé, Señor, lo sé! Hay dos caminos/ que rinden<br />

en distinto paradero/ el que conoces Tú, no el que<br />

yo quiero/ me llevará a los últimos destinos».<br />

2. Una salvación sin distinciones<br />

(Rom3,21-25a.28)<br />

Comienza la Carta de Pablo a los romanos. Y lo hace con<br />

la afirmación central de su doctrina: la salvación de Dios<br />

no depende de las obras de la Ley. No es una cuestión<br />

de méritos, sino de gracia.<br />

«La justicia de Dios-» no es el atributo divino que estu<br />

viera en el origen del castigo. En sentido bíblico, «la justicia»<br />

es misericordia, fidelidad y perdón. Por eso, Dios es<br />

justo cuando salva, porque cumple así su promesa. Para<br />

evitar confusiones, empleamos la expresión de justicia<br />

salvadora.<br />

Se trata de aquella justicia que, más allá de la Ley, se<br />

ha manifestado en Cristo para todos, sin ninguna distinción.<br />

Todos, también ios judíos, necesitan del perdón;<br />

y todos, también los gentiles, «son justificados gratuitamente<br />

por la gracia». La justificación (la acción que nos<br />

hace justos) no es cuestión de privilegios o de méritos.<br />

Sólo hay un modo de alcanzarla, que es igual para todos<br />

(sean judíos o gentiles): «La redención en Cristo Jesús».


Redención que, sin distinciones, alcanza a todo aquel<br />

que, en y desde la fe, responde con apertura a la llamada<br />

de Dios.<br />

3. «Obras son amores, y no buenas razones»<br />

(Mt 7,21-27)<br />

«Escuchar la Palabra y ponerla en práctica» es la dinámica<br />

que ¡esús pide a sus discípulos. Una respuesta de meras p<br />

labras, aunque sean tan sagradas como el Nombre del Señor,<br />

no vale para nada. Se precisa la respuesta de las obra<br />

«Cumplir la voluntad del Padre que está en el cielo».<br />

De una buena armonización de estas dos dimensiones<br />

depende la consistencia de la construcción creyente. No<br />

«haber profetizado en nombre de Jesús, de haber echado<br />

demonios en su nombre, o en su nombre haber hecho<br />

milagros». Los que simplemente se quedan en eso, escuchan<br />

palabras duras de labios de Jesús: «¡Malditos, no<br />

os conozco!».<br />

La casa sobre roca y la casa sobre arena son imágene<br />

cuentes. Está, en efecto, en juego la consistencia madura<br />

del creyente. Sólo escuchando y practicando, puede<br />

el creyente considerarse en camino. La escucha sin la<br />

práctica es construcción sobre arena («pan para hoy y<br />

hambre para mañana»).<br />

¡Qué bueno sería cumplir el propósito al que nuestro<br />

soneto invita!: «Endereza mis pasos peregrinos/y..., pues<br />

decir "Señor" no es lo certero,/ haré de tu voluntad con<br />

todo esmero/ tratando de encauzar mis descaminos».


Los dos caminos<br />

¡Lo sé, Señor, lo sé! Hay dos caminos<br />

que rinden en distinto paradero;<br />

el que conoces Tú, no el que yo quiero,<br />

me llevará a los últimos destinos...<br />

Endereza mis pasos peregrinos<br />

y.., pues decir ¡Señor! no es lo certero,<br />

haré tu voluntad con todo esmero,<br />

tratando de encauzar mis descaminos.<br />

Sé que tu bendición me ahorra el cuidado,<br />

pues la justicia se ha manifestado<br />

en Cristo sin tarifa ni medida.<br />

Con la fidelidad como bandera<br />

iré tras tus palabras, a la espera<br />

de entregarte mi alma agradecida.


Décimo domingo<br />

1. «Misericordia quiero y no sacrificios»<br />

(Os 6,3-6)<br />

Lo que se ventila es el conocimiento del Señor y el esfuerzo<br />

del hombre por conseguirlo El Señor está permanentemente<br />

llegando «Su amanecer es como la aurora<br />

y su sentencia surge como la luz» Él viene, pues, como<br />

aurora y como luz Bastaría sólo dejarse iluminar Su bajada<br />

es tan segura como la lluvia, bastaría sólo con dejarse<br />

empapar y fecundar<br />

Bastaría , pero, ¿dónde está el tropiezo? tPor qué,<br />

a pesar de la llegada de Dios, el encuentro con el hombre<br />

resulta tantas veces fallido? El profeta apunta a la<br />

sequedad del corazón Y es que a Dios se le conoce y se<br />

encuentra con el corazón Un corazón abierto a la misericordia<br />

y al perdón Pero, la misericordia de los hombres de<br />

Judá ha sido intermitente e inconsistente «Como nube<br />

mañanera, como rocío de madrugada que se evapora»<br />

Una misericordia sin arraigo Más de apariencia que de<br />

hondura estimulante<br />

Pero Dios se ofrece siempre para poder ser conocido<br />

desde el corazón entregado No se contenta con el cul


(«sacrificios y holocaustos»). Él pide el conocimiento que<br />

arraiga de manera cómplice en una misericordia compartida.<br />

2. La fe se hace confianza<br />

(Rom 4,18-25)<br />

Apoyar la vida en Dios es arraigar la fe en el acto más<br />

vital: la propia construcción personal. Y es optar por Dios<br />

como sólido cimiento.<br />

La lección la concreta Pablo, recordando el camino de<br />

Abrahán, entendido como ejemplo: «También está escrito<br />

por nosotros». El itinerario de Abrahán es una verdadera<br />

«carrera de obstáculos»..., no el plácido paseo mañanero<br />

o vespertino... Y es que la vida se le va constantemente<br />

presentando como una tenaz negación de lo que se le<br />

había prometido, pero aún él no había visto.<br />

Dios abre su horizonte a la paternidad: será padre de<br />

una multitud de naciones. Pero «las evidencias» están en<br />

contra: «Su cuerpo estaba ya medio muerto y estéril el<br />

seno de Sara».. Pero, surge, gigantesca, una confianza sin<br />

límites, que se hace humilde fidelidad. Se hace fiel en la<br />

oscuridad a lo que había visto claro en la luz. «Que Dios<br />

es capaz de hacer lo que promete».<br />

Aparece la fidelidad, cuando la confianza está sometida<br />

a la prueba... Sólo así es una fidelidad válida para<br />

«hacer justo a Abrahán» y para hacernos justos a nosotros.<br />

Por aquella fe fiel, desde una esperanza probada,<br />

participó Abrahán de la justicia de Dios que lo llamaba,<br />

una justicia salvadora. Nuestra fe fiel tiene nuevas metas:<br />

a Jesús, «resucitado de entre los muertos, para hacernos<br />

justos a nosotros».


3. La misericordia en la mesa compartida<br />

(Mt 9,9-13)<br />

)esús expresa misericordia en la mesa compartida con<br />

quienes, por ley, estaban excluidos y sentían sobre sus<br />

hombros el peso de una marginación injusta.<br />

Con Mateo, uno de ellos, comparte ]esús la mesa despu<br />

de haberlo llamado al seguimiento. ¡Había que celebrar<br />

la vocación y la respuesta! ¡Había que celebrar lo inesperado!...<br />

El ambiente se hace propicio para ensanchar<br />

horizontes: «Muchos publícanos y pecadores, que habían<br />

acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos».<br />

La enseñanza de Jesús la va realizando con hechos. Uno<br />

hechos que se ven y que no dejan a nadie indiferente. La<br />

pregunta de los fariseos es más bien afirmación de dura<br />

crítica: Jesús, «come con los publícanos y pecadores».<br />

Y, ahora con la palabra, Jesús da la explicación del<br />

hecho. Son los enfermos los que tienen necesidad de<br />

médico; así son también los pecadores quienes tienen<br />

necesidad de perdón... Y, para más evidencia expositiva,<br />

les cita la Escritura que comparten: «Misericordia quiero<br />

y no sacrificios» (primera lectura). La llamada de Mateo<br />

se hace ejemplo de llamadas: «No he venido a llamar a<br />

los justos, sino a los pecadores».


Su lluvia siempre llega<br />

Como la aurora, como el mediodía<br />

amanece el Señor y nos entrega<br />

todo su amor..., su lluvia siempre llega<br />

a tiempo, la temprana y la tardía...<br />

Abrahán en la oscurana de su día<br />

creyó a la luz de la esperanza ciega...,<br />

¡que, al fin, sabe de Dios, la humildad lega<br />

más que la cultual sabiduría!<br />

Mira a Jesús, por obediencia humano,<br />

compartir mesa con el publicano<br />

que en obediencia inmola su telonio.<br />

El amor, que es la ley de la concordia,<br />

hace culto agradable el testimonio<br />

de la amistad y la misericordia.


Undécimo domingo<br />

1. «Vosotros seréis mi propiedad personal»<br />

(Éx 19,2-6a)<br />

La vocación de todo un pueblo: «Ser propiedad personal<br />

del Señor... un reino de sacerdotes y una nación santa».<br />

Así se entendía Israel ante Dios y así lo retrotrajo hasta<br />

el momento fundante del Éxodo.<br />

A la vocación, como quien intenta provocar asentimien<br />

to, precede una hermosa descripción de los cuidados y<br />

desvelos de quien llama. Llama el Señor a Israel, pero<br />

no le impone la respuesta; solamente le pide un recuerdo<br />

agradecido a su guía por el desierto, expresada en metáfora<br />

conmovedora: «A vosotros os he llevado sobre las<br />

alas de águila»..., para que se dé un encuentro personal:<br />

«Os he traído a mí».<br />

Una vez con el Señor, la elección no es incondicional.<br />

Dios quiere que Israel entienda siempre la realidad de<br />

su vida como una respuesta fiel: «Si de veras escucháis m<br />

voz y guardáis mi alianza...». De nuevo, la escucha de la<br />

Palabra y el compromiso de vida de una Alianza que mira<br />

hacia Dios y a los hermanos. iLástima que el pueblo no<br />

entendiera siempre su elección! Muchas veces, su his-


toria lo cerró sobre sí mismo, impidiéndole conocer y,<br />

sobre todo, ejercer, su misión universal.<br />

2. Poner el orgullo en Dios<br />

(Rom 5,6-11)<br />

«Hacernos justos» con su justicia es una expresión concreta<br />

de la «.lógica» de Dios... Hoy reflexiona Pablo sobre<br />

mensaje central del domingo pasado: Dios no llama a los<br />

justos, sino a los pecadores... Más aún, son los pecadores<br />

los primeros en recibir la gracia de la muerte redentora<br />

de Jesús... Por un justo, por un hombre de bien, se<br />

entiende la disponibilidad de dar la vida (esa es la lógica<br />

humana), pero según la «ilógica-» de Dios, la muerte de J<br />

no fue por los justos, sino por los pecadores.<br />

Y en el pecado, Pablo nos mete «afortunadamente»<br />

(felix culpa) a todos. Para poder experimentar la miserico<br />

desde dentro y «ser hechos justos» por su sangre. No con<br />

nuestra propia justicia. Con la justicia salvadora de Dios.<br />

Pero, con ella y por ella, realmente justos y salvos, a pesar<br />

de nuestra condición pecadora.<br />

Una nueva relación desde la realidad de la nueva vida<br />

concedida por su gracia. Ahora- amigos, reconciliados y<br />

salvos..., actuando en todos nosotros la vida misma del<br />

Resucitado.<br />

Con semejante camino para llegar a la meta, no costaría<br />

demasiado «poner el orgullo en Dios». «Nuestro<br />

Señor Jesucristo» ha sido el mediador «por quien hemos<br />

obtenido ahora la reconciliación». En verdad, somos obra<br />

de su gracia.


3. La nueva propiedad personal:<br />

elección y misión de los Doce (Mt 9,36-10,8)<br />

El contexto es de compasión y acompañamiento, de<br />

cuidado y pastoreo... Actitudes que le salen a Jesús de<br />

las entrañas al ver que las gentes «estaban extenuadas<br />

y abandonadas como ovejas que no tienen pastor». Necesidad<br />

de un nuevo pueblo mediador, construido sobre<br />

pilar de los Doce (evocación de las Doce tribus de Israel<br />

del antiguo Pueblo de Dios)... Los Doce y sus continuadores,<br />

la nueva «propiedad personal» para una misión<br />

que es inmensa: «Rogad al dueño de la mies que mande<br />

trabajadores a su mies».<br />

Nombres propios y misión para renovar la «propiedad<br />

personal» del Señor. La «.autoridad» de los Doce es<br />

liberadora: expulsión de demonios, curación de enfermos,<br />

resurrección de muertos, curación de leprosos... Una<br />

heredad nueva, construida desde el realismo de una huma<br />

nidad dolorida.<br />

Restaurado el redil de las ovejas descarriadas de Israel,<br />

la misión puede de nuevo comenzar: «Id y proclamad que<br />

el Reino de los cielos está cerca»..., y llega como «regalo<br />

de Dios». Por eso, la misión es gratuita: «Lo que habéis<br />

recibido gratis, dadlo gratis». Gratuita la «autoridad»<br />

para restaurar, gratuita ha de ser también la restauración<br />

ofrecida.


Ungidos, salvados, enviados<br />

Pueblo de Dios, ovejas del rebaño<br />

sobre alas de águilas traído<br />

desde Egipto..., por Cristo redimido<br />

del pecado de Adán y de su daño.<br />

Reino de sacerdotes, que en el baño<br />

del Bautismo nació a su cometido:<br />

ser rostro del Pastor y su silbido<br />

en el lueñe rincón de cada extraño...;<br />

curar, resucitar, echar demonios,<br />

rendir la oposición con testimonios<br />

de caridad gratuita y persuasiva...;<br />

dar razón de la fe con alegría,<br />

prenda de una gozosa Parusía<br />

que la cautividad hará cautiva.


Duodécimo domingo<br />

1. Confianza: «El Señor está conmigo»<br />

(Jer 20,10-13)<br />

La vida de Jeremías no fue fácil El delicado momento<br />

histórico de su profecía le hace, incluso, aparecer como<br />

traidor Exhorta, en efecto, a «acostumbrarse» al destierro,<br />

percibido como voluntad de Dios Y le toca la suerte<br />

del profeta la verdad que proclama suscita reacciones<br />

fuertes contra él Rodeado por el «pavor» que le causa<br />

la gente, sale de su boca dolorida una de sus «confesiones»<br />

Le duele en el alma la traición de sus propios<br />

amigos «Mis amigos acechaban mi traspiés», ellos son<br />

los que organizan la traición Violación y venganza<br />

En medio de un cerco de insidias tan descarado y<br />

violento, impresiona la confianza del profeta «El Señor e<br />

conmigo» Asimila ahora vitalmente la que había sido<br />

promesa del Señor, cuando la llamada «No les tengas<br />

miedo, yo estoy contigo» Siente la fuerza del Señor que lo<br />

defiende, presintiendo así el fracaso de quienes son sus<br />

adversarios<br />

Confiadamente, él ha puesto su causa en las manos<br />

del Señor, «que examina al justo y sondea lo íntimo del


corazón». La seguridad le viene de su adentramiento en<br />

el estilo salvador de Dios. Siempre, el Señor «libró la vida<br />

del pobre de mano de los impíos». Un estilo que espera,<br />

confiado, que se cumpla en su propia vida amenazada.<br />

2. La desproporción entre el pecado y la gracia<br />

(Rom 5,12-15)<br />

La confrontación muerte/vida no es sólo cuestión de<br />

biología. Es también una cuestión interior que tiene en<br />

la relación o separación respecto a Dios su criterio de<br />

apreciación.<br />

El pecado es muerte. Rompe, en efecto, en el hombre<br />

su unión con «la fuente de la vida». Pablo descubre esta<br />

situación de muerte extendida a todos. «Todos pecaron<br />

en el pecado de Adán». Un «pecado de origen» del que<br />

procede una situación general de pecado y de muerte, «i<br />

sobre los que no habían pecado con un delito como el<br />

de Adán». Un misterio de implicación solidaria negativa<br />

en quien es representado como «cabeza» de toda la<br />

humanidad pecadora: «Por la culpa de uno, murieron<br />

todos».<br />

Pero, en su condición de «cabeza», Adán era sólo una<br />

imagen de quien lo iba a ser a título propio. Adán era<br />

«figura» de quien había de venir. Pero jesús es «.cabezauna<br />

solidaridad nueva y positiva: en él se origina la vida<br />

de todos. Y se origina con una abundancia tal «que no<br />

hay proporción entre el delito y el don»..., porque «donde<br />

abundó el pecado, sobreabundó la gracia».<br />

Venido para que «tengan vida abundante», inaugura<br />

Jesús un «ministerio de gracia» que se expande por todo<br />

lo creado como esperanza de vida y de gloria.


3. Confianza: «No tengáis miedo»<br />

(Mt 10,26-33)<br />

Ante situaciones de agobio, la insistencia de Jesús: «No<br />

tengáis miedo». Una nueva exhortación a la confianza (primera<br />

lectura).<br />

«No tengáis miedo» a la mentira. La mentira que en Jeremías<br />

terminó en traición, y en la historia personal de<br />

mucha gente se traduce en las sospechas y calumnias,<br />

en abiertas acusaciones y en martirio. En algún momento,<br />

la verdad resplandecerá: «Nada hay cubierto que no<br />

llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue<br />

a saberse».<br />

«No tengáis miedo» a los que matan... Matando, no<br />

podrán destruir a la persona. No se destruye la persona<br />

con la muerte física. Su verdadero «malogro» es la condenación;<br />

el no haber llegado nunca a poseer la vida en<br />

plenitud. El «humano temor» se vence desde la comprensión<br />

total de lo que somos. El «santo temor de Dios»<br />

nos lleva a estar siempre alerta para no perder la vida en<br />

plenitud.<br />

«No tengáis miedo»-, el Dios que cuida providentemente<br />

de los pájaros del cielo, mucho más cuidará de la vida de<br />

los hombres: «No hay comparación entre vosotros y los<br />

gorriones».<br />

Providencia de Dios manifestada en Jesucristo. La confesión<br />

de su nombre es apertura total al Dios de la vida;<br />

su negación abre el camino hacia la muerte: «Me pondré<br />

de su parte..., también yo lo negaré».


Más que los gorriones<br />

No sé si por tu amor o mi pecado<br />

me acecha el cuchicheo..., la venganza...,<br />

y el aguijón de la desesperanza<br />

que se clava en mi pecho atribulado.<br />

Pero el miedo no turba mi cuidado,<br />

aplicado al quehacer de tu alabanza,<br />

pues me anima, Señor, la confianza<br />

de sufrir en tu cruz resucitado.<br />

En tus manos sopesas mis acciones,<br />

que valen más que un par de gorriones...,<br />

más que la más frondosa cabellera.<br />

Si antaño lejos, ahora estoy contigo.<br />

Libra mi corazón del enemigo<br />

y colma mi esperanza a tu manera.


Decimotercer domingo<br />

1. La generosidad se hace fecunda<br />

(2Re 4,8-11.14- 16a)<br />

Eliseo y la mujer sunamita: caso concreto de la fecundidad<br />

engendrada en una generosa comunión de bienes.<br />

La mujer sunamita es rica, pero sabe compartir con el<br />

profeta y su criado. Comparte no sólo la comida, comparte<br />

la acogida hogareña, abriéndole su casa: «Cuando<br />

venga a visitarnos, se hospedará aquí». Se abre el corazón<br />

en la hospitalidad.<br />

En el corazón de Eliseo, «ese santo hombre de Dios»,<br />

nace el deseo de responder, que ¡amor con amor se<br />

paga! Pero es la mujer sunamita la que ha desencadenado<br />

todo este intercambio de dones. Es ella y su com<br />

portamiento hospitalario y generoso los que hacen que<br />

Eliseo se pregunte: «¿Qué podemos hacer por ella?». La<br />

insinuación viene de Guiezi, el criado de Eliseo. Él ha<br />

intuido una necesidad fundamental en aquella mujer rica<br />

y anciana: su esterilidad.<br />

En el intercambio de dones, la esterilidad se hace fecun<br />

«El año que viene, por estas fechas, abrazarás un hijo». El<br />

profeta necesitaba el alimento para continuar el camino;


aquella anciana y rica mujer de Sunén necesitaba al hijo<br />

que diera sentido a su seno, arrancándole la esterilidad...<br />

Y es la mutua acogida la que produce «el milagro del<br />

don».<br />

2. Del bautismo recibido al bautismo<br />

existencialmente vivido (Rom 6,3-4.8-11)<br />

El bautismo entraña todo un misterio de incorporación- a<br />

muerte de Cristo y a su vida; a la totalidad del misterio de<br />

su Pascua. El bautizado con-muere con Cristo y con-vive<br />

con él. Por el agua y el Espíritu, es Cristo mismo quien<br />

realiza esta misteriosa y real incorporación a su destino<br />

personal.<br />

La existencia histórica de todo bautizado bien pudiera<br />

definirse como eí despliegue existencial diario de ía vid<br />

nueva recibida: «Que también nosotros andemos en una<br />

vida nueva»<br />

Lo nuevo y lo viejo preocupaban a Pablo. Entusiasmado<br />

con la novedad de Cristo Jesús, tuvo siempre el temor de<br />

que sus comunidades recayeran en «lo viejo», que ya se<br />

había quedado atrás, crucificado con Cristo. Es como si<br />

ya no existiera.<br />

Esa «nueva» situación reclama de todo bautizado una<br />

traducción existencial: «Consideraos muertos al pecado».<br />

Muertos al pecado por el bautismo; y muriendo cada dí<br />

pecado por la actualización de aquello que aconteció<br />

como un verdadero, re-nacer a una vida distinta.<br />

Con la muerte al pecado, Pablo no lo ha dicho, sin<br />

embargo, todo; más aún, no ha dicho lo principal: «Lo<br />

que importa es la criatura nueva». E importa la novedad<br />

de vida que la criatura nueva genera en el día a día de su


existencia: «Consideraos vivos para Dios en Cristo Jesús»,<br />

haciendo actual cada día la nueva condición recibida:<br />

«Andando, día a día, en una vida nueva».<br />

3. La generosidad se hace don<br />

(Mt 10,37-42)<br />

El evangelio de Mateo tiene un claro subrayado de vida<br />

eclesial. Lo que sucede o debiera suceder en una comunidad<br />

que ha sido iluminada por el hacer y enseñar del<br />

Señor.<br />

En este texto, es importante para el discípulo la<br />

«aprobación del examen»-, la renuncia a la propia familia,<br />

cargar con la cruz de cada día con estilo, el tomar como<br />

pauta de la propia vida aquel «ser en la entrega», tan bellamente<br />

expresados en la exhortación de jesús: «El que<br />

encuentra su vida la perderá, y el que pierda su vida por<br />

mí, la encontrará».<br />

En consonancia con la primera lectura, subraya la<br />

liturgia de hoy la acogida del discípulo. En una predicación<br />

aún itinerante, el evangelista señala la hospitalaria acogida<br />

que merece el predicador de la Palabra. Y apunta al<br />

«acogido invisible» que resulta ser el mismo Dios, según<br />

una cadena de envíos: «El que os recibe a vosotros, me<br />

recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me ha<br />

enviado».<br />

Dios mismo que envía es el mayor don que se entrega<br />

a quien recibe al enviado. Poco importa la sencillez de<br />

los gestos. Un simple vaso de agua no quedará sin respuesta.<br />

Una experiencia de compartir generoso que recoge así<br />

nuestro soneto: «¿Cuándo comprenderemos que acogida/


significa ceder, perder la vida,/ ser agua en cada sed que<br />

Cristo pena?/ Dejaré de estar solo, si acompaño;/ amando,<br />

haré imposible el desengaño,/ pues cuanto más da el<br />

alma, está más llena»<br />

Ser agua en cada sed<br />

Nos dolemos -me duelo- con frecuencia<br />

de soledad, olvido, desapego...<br />

Nuestro llar no crepita con el fuego<br />

del diálogo que engendra convivencia.<br />

Al buscar los porqués de tal carencia,<br />

dejamos siempre a salvo nuestro «ego»...;<br />

para ponerle enmienda, surge un «luego»<br />

o la muralla de una inconveniencia...<br />

¿Cuándo comprenderemos que acogida<br />

significa ceder, perder la vida,<br />

ser agua en cada sed que Cristo pena...?<br />

Dejaré de estar solo, si acompaño;<br />

amando, haré imposible el desengaño,<br />

pues cuanto más da el alma, está más llena.


Decimocuarto domingo<br />

1. Por los caminos de la sencillez<br />

(Zac 9,9-10)<br />

Canto de Zacarías a la sencillez y a los sencillos. La senci<br />

de su propio rey produce la alegría de Sión; la modestia<br />

de su soberano arranca el canto de Jerusalén. La elección<br />

de una borrica para la entrada gloriosa después de<br />

la victoria deja atrás los carros y las caballerías. Aquella<br />

escena desconcertante produce la alegría y el gozo.<br />

Pero, la sencillez no es, sin embargo, simpleza. Sencillamente,<br />

con el estilo de quien no busca el estruendo, el<br />

rey modesto y sencillo realiza con eficacia su tarea liberadora,<br />

destruyendo los símbolos de opresión: los carros y<br />

los caballos, los arcos de los guerreros. Todos los medios<br />

violentos pensados para «imponer» la paz. Sin ellos, por<br />

haberlos destruido, el rey manso y sencillo «dictará la paz<br />

a las naciones y dominará hasta el confín de la tierra».<br />

Un reino de sencillos y modestos al servicio de una aut<br />

paz, no impuesta con la violencia. Una paz acogida como<br />

don y construida con el tesón de quien cree en la sencilla<br />

bondad del corazón.


2. Nuestra deuda es con el Espíritu<br />

(Rom 8,9.11-13)<br />

Somos deudores con quien nos ha dado, con quien ha<br />

puesto a nuestro alcance el don de la vida nueva. Más<br />

que deber, nos debemos, porque no podemos responder<br />

tan sólo con unos bienes externos: «No estáis sujetos a<br />

la carne, sino al Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita<br />

en vosotros».<br />

La «carne y el Espíritu» significan en Pablo dos estilos de<br />

vida-, la fundada en la debilidad de nuestra propia condición<br />

humana (la carne); la misma vida de Dios, participada<br />

en nosotros de manera personal (el Espíritu).<br />

La vida en el Espíritu ya no está sometida a la debilidad<br />

humana ni a su más dramática expresión, «la<br />

muerte»: «Dios vivificará también vuestros cuerpos por<br />

el mismo Espíritu que habita en vosotros». Frente a toda<br />

debilidad caduca, la promesa de una vida en plenitud.<br />

Demasiado horizonte para una vida tan pequeña. A<br />

quien se lo debamos como don, nos debemos nosotros<br />

mismos. No es ciertamente la carne la que nos abre este<br />

horizonte de vida. No podemos contentarnos con una<br />

vida camal, acostumbrándonos a nuestra propia debilidad<br />

y de ella haciendo la ley. Nuestra deuda es con el Espíri<br />

Una deuda paradójica, pues ella misma redunda en paga<br />

para nosotros: «Si con el Espíritu dais muerte a las obras<br />

del cuerpo, viviréis».


3. Los sencillos conocen el misterio de Dios<br />

(Mt 11,25-30)<br />

¡Un ]esús para sencillos*. Llegar a la sencillez para po<br />

comprender el misterio íntimo de Dios. No es la sencillez<br />

un punto de partida perezoso para evitar recorrer<br />

el camino que tan sólo poco a poco nos adentra en el<br />

arcano. Es, más bien, un punto maduro de llegada de<br />

quienes han hecho el recorrido, abandonándose a la<br />

gracia, lejos de confianzas pretenciosas en el poder y la<br />

fuerza de los propios argumentos: «Has escondido estas<br />

cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a<br />

la gente sencilla». Los sencillos se dejan acompañar por l<br />

revelación del misterio.<br />

Sencilla revelación del misterio de Dios en la carne de J<br />

sús. Tan sencilla que a muchos escandaliza, como escandalosa<br />

resultaría para muchos aquella sencilla entrada de<br />

un rey después de celebrar su victoria (primera lectura).<br />

Jesús, manso y humilde de corazón, nos invita a<br />

acercarnos a él. Con una promesa de alivio para las vida<br />

cansadas, a pesar de la confianza puesta en las propias<br />

fuerzas. La construcción personal en solitario nos abruma<br />

y nos agobia..., dejando esa extraña sensación de no<br />

conseguirla nunca.<br />

Jesús, ofreciendo «un yugo y una carga», pero como<br />

ley nueva de amor, que introduce en el descanso, en aque<br />

gozo inefable de haber definitivamente encontrado el<br />

descanso tan buscado. Aquel tan difícil de hallar desde un<br />

corazón «entendido y sabio» tan sólo a nivel humano.


Un rey manso y humilde<br />

El Rey de Paz, jinete en un pollino,<br />

llega manso hasta ti en la Eucaristía,<br />

bebida y pan candeal que, cada día,<br />

es vianda celestial para el camino.<br />

Al hacerse, gozoso, tu inquilino,<br />

asume como suya la agonía<br />

que el Espíritu libera en su porfía<br />

con la carne, rebelde a su destino.<br />

Acude a su llamada generosa<br />

y carga con su yugo llevadero,<br />

pues su peso es más leve que tu pena.<br />

Él, que le dio quicio a cada cosa,<br />

te señaló el remedio verdadero<br />

al pagar con su muerte tu condena...


1. Una Palabra eficaz<br />

(Is 15,10-11)<br />

Decimoquinto domingo<br />

Un breve texto de Isaías, centrado en la palabra de Dios.<br />

Una cualidad destacada.- su eficacia: «No volverá a mí vacía,<br />

sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo».<br />

Una imagen agrícola sugerente: la lluvia. De la Palabra,<br />

la imagen de la lluvia sugiere origen y destino: el cielo;<br />

sugiere su arraigo: la tierra; sugiere su proceso: «Empaparla,<br />

fecundarla, hacerla germinar»; sugiere su provechosa<br />

finalidad: «Dar semilla al sembrador y pan para el<br />

que come».<br />

Son todos ellos rasgos que, de la imagen, pasan a<br />

la Palabra: Viene de Dios y a Dios retorna, una vez que<br />

ha cumplido su misión. Unos destinatarios que, «como<br />

tierra reseca, agostada y sin agua» están a la espera de<br />

ser también empapados por una lluvia abundante. No es<br />

ajena la lluvia de la Palabra a la sequedad del corazón del<br />

hombre que ansia «ser llovida». Llegada de la Palabra a la<br />

tierra del corazón. Realización de un misterio de germinaci<br />

u crecimiento.<br />

La Palabra en el corazón-. Alimento para preguntas q


sin ella, quedarían en el misterio de un hambre humana<br />

insaciada. Se da la mutua atracción entre corazón humano<br />

y Palabra. La Palabra-lluvia para el corazón-sequía... Gozoso<br />

anuncio de un cabal cumplimiento. Mutua atracción<br />

así descrita en nuestro soneto: «En el silencio de mi noche<br />

oscura/ atisbo la palabra de tu boca,/ que hace tu<br />

encarno y nunca se equivoca,/ sembrando de prodigios<br />

su andadura».<br />

2. Todos y todo, salvados<br />

(Rom 8,18-23)<br />

La salvación del Señor es universal: su destino son todos<br />

y todo. Toda la humanidad y la creación entera. Una<br />

salvación cósmica que tiene trazado el camino en la<br />

comunidad sufriente de los discípulos. Unos «trabajos,<br />

sin embargo, que no pesan tanto como la gloria que se<br />

revelará».<br />

Porque esa gloria no se limita a ser una recompensa<br />

moral por los trabajos sufridos. Es una gloria/meta del<br />

conjunto de la creación, que asume en su caminar los<br />

trabajos realizados y sufridos por los hombres. Será «la<br />

plena manifestación de los hijos de Dios» la que colmará<br />

la expectativa de toda la creación. Una especie de regoc<br />

cósmico por una humanidad salvada.<br />

Pero hay aún más. La creación no es sólo testigo de la<br />

salvación humana; es testigo, pero es ella también sujeto:<br />

«Sometida a la frustración, con la esperanza de verse<br />

libre de la esclavitud de la corrupción». Los horizontes<br />

se ensanchan hacia un futuro plenamente liberado. El<br />

final no será aniquilamiento; será plenificación. El destino<br />

de todo lo creado es «entrar en la libertad gloriosa de los


hijos de Dios». Creación y salvación unidas en el designio<br />

de Dios.<br />

El camino hacia esa meta es de engendramiento doloroso<br />

Una «creación entera, gimiendo toda ella con dolores de<br />

parto». Una creación incompleta e imperfecta tendiendo<br />

dolorosamente a su plenitud; una creación inacabada<br />

con señales escandalosas de imperfección... Pero, «una<br />

creación aguardando», acompañando a los redimidos en<br />

el gemido interior. Costará, pero, por la fuerza del Espíritu,<br />

también será redimido el cuerpo, esa parte de una creación<br />

material, toda ella expectante. Una creación dinámica,<br />

en camino permanente hacia la plenitud de Dios.<br />

3. La palabra eficaz y la tierra buena<br />

(Mt 13,1-23)<br />

Inicio de la sección de las parábolas en Mateo: el sembrador.<br />

Una especie de contrapunto a la eficacia de la Palabra<br />

en la imagen de Isaías. Isaías, puesto del lado de la<br />

Palabra, la compara con ¡a lluvia; Mateo, puesto del lado<br />

del creyente, la compara con la tierra. La semilla, la lluvia<br />

y la tierra..., y, en medio la sementera.<br />

En el caso de Isaías, el proceso es fulminante: «No<br />

volverá a mí vacía»; en caso de Mateo, el proceso es<br />

lento y laborioso, como el de una sementera, a la que<br />

acecha el fracaso del vacío.<br />

En las dos lecturas, la Palabra. Cuando ha caído en<br />

tierra buena, fecundada por la lluvia, produce el ciento<br />

por uno. Es la Palabra que se ha tornado eficaz, produciendo<br />

la alegría de la cosecha.<br />

No basta con que haya sembrador y haya semilla,<br />

y la lluvia no niegue su presencia... El crecimiento de


la Palabra no se encuentra asegurado de una manera<br />

automática. Es preciso contar con la suerte de la tierra.<br />

En ella existen tropiezos para el natural crecimiento: las<br />

piedras de los caminos, los zarzales sofocantes, las malas<br />

hierbas tenaces... ¡Que la tierra puede impedir la eficacia<br />

de la Palabra! No estamos frente a un crecimiento que<br />

fuera incondicional. Sólo en la tierra que es buena alcanz<br />

la sementera la abundancia de sus frutos... ¡Que «no es<br />

lo mismo predicar que dar trigo»!<br />

La semilla del Reino<br />

En el silencio de mi noche oscura<br />

atisbo la palabra de tu boca,<br />

que hace tu encargo y nunca se equivoca,<br />

sembrando de prodigios su andadura.<br />

Ella sacó a Israel de su presura,<br />

hizo brotar el agua de la roca<br />

y hará que mi esperanza, tibia y poca,<br />

sea colmada, Señor, por tu largura<br />

Sé que el mundo en tensión aguarda<br />

el ciento<br />

por uno de mi humilde labrantío,<br />

pendiente de tu lluvia y de tu nieve.<br />

Si del dolor depende el rendimiento,<br />

en vez de sol y lluvia, dale frío<br />

y sequedad, para que el ciento lleve...


Decimosexto domingo<br />

1. Dar lugar al arrepentimiento<br />

(Sab 12,13.16-19)<br />

Dos conclusiones saca el texto de la Sabiduría del concreto<br />

proceder de Dios con el hombre pecador: a) que<br />

«el justo debe ser humano»; b) que Dios «da a sus hijos<br />

la esperanza de que, en el pecado, hay lugar para el<br />

arrepentimiento».<br />

Dios da tiempo al pecador, porque es paciente y porq<br />

obra desde «un juicio hecho con moderación y un gobierno<br />

realizado con indulgencia». En la raíz de este clemente<br />

proceder está «la soberanía universal de Dios que le hace<br />

perdonar a todos» («muestra su poder con la misericordia<br />

y el perdón»). Ante nadie tiene que justificar su poder<br />

misericordioso: «Porque puede hacer cuanto quiere».<br />

La únclinaciónn) de Dios al perdón y la indulgencia inf<br />

en el piadoso israelita dos actitudes: a) debe parecerse a<br />

su Dios: Debe «ser humano» como su Dios es «humano».<br />

Sus entrañas deben estar inclinadas a la misericordia y<br />

no a la venganza; b) se mira a sí mismo como un ser perdo<br />

nado, porque Dios está abierto a su arrepentimiento.<br />

Nosotros decimos del pecador: «En su pecado lleva la


penitencia»; con la Sabiduría, deberíamos decir: «En su<br />

pecado lleva el arrepentimiento». La primera sentencia es<br />

castigadora; la segunda, esperanzadora.<br />

2. El Espíritu y nuestra debilidad<br />

(Rom 8,26-27)<br />

La experiencia de su debilidad es siempre dolorosa para<br />

el hombre. Llega, en efecto, a tocar dimensiones hondas<br />

de su ser, confrontándolo con la expresión más grande<br />

de su débil condición: la muerte.<br />

Frente a los esfuerzos titánicos por superarla, introduce<br />

Pablo una fuerza externa de superación que es, sin<br />

embargo, «don» para la interioridad del creyente: el Espíritu.<br />

Su ayuda a nuestra debilidad la concreta el Apóstol<br />

en la hondura de la oración.<br />

Por lógica, la experiencia de la debilidad se convierte<br />

en súplica. La certeza interior es que Alguien pueda remediarla.<br />

Pero, incluso nuestra súplica es débil por humana:<br />

«No sabemos lo que nos conviene». Nos es difícil<br />

llegar al nivel de nuestras hondas necesidades. Cuando<br />

pedimos, creemos pedir lo que nos conviene..., pero sólo<br />

lo creemos.<br />

El Espíritu se convierte en nuestro intérprete. Él conoc<br />

los deseos más íntimos de nuestro propio corazón. Con<br />

«gemidos inefables» da forma a nuestros débiles gemidos.<br />

Ahondando en nosotros mismos el manantial de<br />

nuestros clamores. Hacer coincidir nuestros deseos con<br />

los deseos del Espíritu sólo lo puede hacer quien conoce<br />

el corazón humano en su mayor y mejor hondura... En<br />

esa profunda y misteriosa dimensión en la que el deseo<br />

humano se identifica con el de Dios.


3. Frente al pecado: la espera de Dios<br />

y la impaciencia del hombre (Mt 13,24-43)<br />

La parábola de la cizaña contrapone dos actitudes: la<br />

impaciencia y la espera. Ambas, ante un hecho de evidencia:<br />

el mal moral que existe en el mundo.<br />

Presentado como campo para la siembra, la semilla<br />

que se siembra en este mundo tiene importancia decisiva...<br />

Cuando la tierra está bien cultivada, la semilla echa<br />

raíces, crece y fructifica... El mundo va alcanzando así,<br />

progresivamente, su meta.<br />

Pero es preciso contar con el misterio del mal. La pa<br />

rábola lo refiere a una mala intención personal: «Un<br />

enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo, y se<br />

marchó»... El mal también germina, y se desarrolla, y se<br />

concreta en personas, instituciones y realidades que lo<br />

encarnan. Situación diferente y contradictoria: el trigo y<br />

la cizaña. Dos diferentes sementeras y dos concreciones<br />

de enfrentado crecimiento.<br />

Más allá de una simplista oposición maniquea entre el<br />

bien y el mal, distinción que no conoce matices, se abre<br />

ya un contraste de actitudes: la de Dios, intentando dar<br />

lugar al arrepentimiento (primera lectura); la del hombre,<br />

deseoso de establecer diferencias, «tomando la justicia<br />

por su mano».<br />

Llegará el momento del discernimiento final, que sól<br />

toca a Dios... Mientas tanto, hay lugar para la misericordia<br />

y el perdón- la cizaña puede ser tocada por el trigo...,<br />

y el trigo se puede malograr, convirtiéndose en cizaña...<br />

Mientras tanto, «este es el tiempo de la misericordia».


¡Esperad a la siega!<br />

Si con el pecador eres humano,<br />

Señor..., si no te rindes en la espera,<br />

dame tiempo de llevar hasta tu era<br />

las postrimeras garbas del verano...<br />

Esparcí la cizaña con mi mano<br />

en cada noche de tu sementera...;<br />

la gracia hizo crecer la espiga entera...;<br />

-superando mi empeño- grano a grano.<br />

Sumido en el hondón de mi horizonte,<br />

no encuentra mi problema otro remonte<br />

que el poder salvador de tu justicia.<br />

Gima por mí el Espíritu inefable,<br />

pues no hay desvío yerro ni malicia<br />

que ante tus ojos sea imperdonable.


Decimoséptimo domingo<br />

1. Donde está tu tesoro...<br />

(IRe 3,5.7-12)<br />

La «fantasiosa» pregunta de Dios a Salomón nos la<br />

hemos hecho y la hemos hecho con frecuencia: «Si te<br />

dejaran pedir ío que quieras, ¿qué pedirías?». Y nos ha<br />

corroído la envidia de quien sí lo puede realizar, «porque<br />

le tocó la lotería».<br />

Salomón responde desde la «ambición» de quien «es<br />

un muchacho y no sabe aún desenvolverse». Su ambición<br />

es, sin embargo, sana-. «Gobernar a un pueblo numeroso,<br />

incontable, innumerable». Entender y vivir el gobierno<br />

como un servicio a su pueblo.<br />

Pero, como no todo gobierno sirve, Salomón pide «un<br />

corazón dócil para discernir el bien y el mal». Sin este<br />

tipo de discernimiento, sería imposible el gobierno. En la<br />

respuesta de Dios, «el tesoro» del discernimiento incluye<br />

«saber escuchar». El que sabe discernir es porque ha<br />

aprendido a escuchar. Una escucha paciente y dócil.<br />

Salomón ha sabido pedir. Se olvidó de las cosas materiales:<br />

«vida larga .., riquezas», incluso la victoria sobre los<br />

enemigos, y centró su corazón en suplicar discernimiento. Y


aquella actitud fue del agrado del Señor: un muchacho,<br />

frente a una responsabilidad, que sabe el lugar de su<br />

tesoro. Y de ahí, la recompensa-. «Un corazón sabio e int<br />

ligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después<br />

de ti».<br />

2. Una salvación en cascada<br />

(Rom 8,28-30)<br />

Breve texto de Pablo. Pero, hermosa descripción de quiénes<br />

son los que, por saber amar a Dios, «todo les sirve<br />

para el bien».<br />

Han sido llamados..., y no de casualidad. Lo han sido,<br />

según el plan salvador de Dios. En su vocación concreta<br />

y temporal se ha realizado un designio eterno.<br />

Llamados y escogidos, han sido predestinados. No se<br />

refiere aquí Pablo a la predestinación de cada uno; es,<br />

más bien, el destino al que se aboca el plan salvador de<br />

Dios: a reproducir la imagen de su Hijo. Hechos «hijos en<br />

el Hijo», podemos llamar a jesús «hermano».. Desde esa<br />

filiación participada y compartida, es él el primogénito de<br />

todos.<br />

Sólo en la comunión con Cristo hay llamada, realización<br />

del designio de Dios, justificación y glorificación...<br />

La mirada se nos va a la resurrección de lesús con quien,<br />

por su bautismo, el llamado y escogido ha con-resucitado<br />

ya. Explícita Pablo, casi en cascada, una cadena salvadora<br />

que termina siendo con Cristo en la gloria.


3. ...allí está tu corazón<br />

(Mt 13,44-52)<br />

La relación con la primera lectura, hace de las dos pequeñas<br />

parábolas de Jesús el eje del relato La enseñanza<br />

es la misma saber elegir La elección, ilógica a primera<br />

vista tiene toda la fortaleza de quien sabe llegar a lo<br />

esencial<br />

Vender todo lo que se tiene aparece, a primera vista,<br />

como locura y derroche Así se percibe, con frecuencia,<br />

la renuncia se trata de ir contracorriente sin enca]ar en<br />

la lógica de quien pone en «el tener» el afán de su corazón<br />

En la compra del campo del tesoro y de la perla preciosa<br />

no se alaba simplemente al labrador y al negociante<br />

por haber hecho un buen negocio La parábola intenta,<br />

más bien, señalar diferentes niveles de valores Es posible<br />

contrar valores por los que «quemar las naves», aquellos<br />

que agarran el corazón y lo lanzan<br />

Los valores se «singularizan» frente a los abundantes<br />

bienes vendidos, «UH tesoro», «una perla» el Reino de<br />

los cielos se adueña del corazón En comparación con<br />

él, que nos hace «ser de otro modo», de poco valen<br />

las riquezas ¿.Será que no sabemos caminar a lo esencial^<br />

¿.Será que andamos perdidos en tantos afanes sin<br />

meta' 5<br />

Llegados a nuestro final, desearíamos encontrarnos<br />

entre el «pescado escogido» Sólo el pensar en poder ser<br />

«arro]ados» por inútiles y malos, nos asusta en lo más<br />

hondo Pero es justo ese final el que vamos preparando,<br />

sabiendo escoger en la historia


Discernimiento<br />

Tú, que llamas, Señor, a los que quieres,<br />

los justificas y les das tu gloria,<br />

haz de mi corazón grata memoria,<br />

grata alabanza de mis menesteres.<br />

Dame, Señor, constancia en los deberes,<br />

tino y sagacidad sin vanagloria,<br />

para mostrarme al hilo de mi historia<br />

imagen fiel del Hijo, que Tú eres...<br />

Enséñame a inclinarme hacia lo bueno,<br />

a discernir la triaca del veneno,<br />

a negociar la perla y el tesoro,<br />

a vencer, convenciendo, a mi enemigo,<br />

a no saber vivir, si no es contigo<br />

y a ser pez en las redes de tu aforo.


1. Algo más que pan<br />

(Is 55,1-3)<br />

Decimooctavo domingo<br />

Una serie de pequeñas «incongruencias» ofrecen al profeta<br />

la forma literaria para hablar del pan como alimento,<br />

y de «otro alimento» significado con el pan<br />

La oferta de agua y de pan es gratuita Son llamados<br />

a comprarlos los que no tienen dinero «Comed sin pagar<br />

vino y leche de balde» Se enumeran los elementos<br />

fundamentales para una buena comida el agua, el pan,<br />

la leche, el vino<br />

Porque los alimentos pagados, son alimentos sin más,<br />

de los que uno compra en el mercado La abundancia y<br />

la gratuidad apuntan a un nuevo modo de alimentarse, el<br />

que no puede comprarse, porque es de otra catadura<br />

De este tipo de alimentos se dice que «no alimentan»,<br />

que «no dan hartura» ¿Merece la pena gastar dinero en<br />

unas compras semejantes? El nuevo alimento procede de<br />

la escucha atenta de la palabra de Dios «Escuchad atenta<br />

mente y comeréis bien» la escucha será vuestro alimento<br />

Escuchar para «saborear» lo que de veras alimenta y<br />

satisface


La escucha de la Palabra alimenta para dar vida: «Escuchadme<br />

y viviréis»... Y se aboca a ratificar la alianza para<br />

siempre. El banquete festivo de la Alianza como signo de<br />

la comunión personal producida por el pacto.<br />

2. El amor seguro<br />

(Rom 8,35.37-39)<br />

La inseguridad en el amor entre personas es verdadero<br />

tormento. El mismo tormento sufre el creyente, pensando<br />

en el amor de Cristo.<br />

Con preguntas retóricas comienza Pablo a subrayar<br />

una dimensión del amor de Jesucristo: es un amor inquebrantable-.<br />

Ni aflicción ni hambre, ni angustia ni persecución,<br />

ni desnudez ni peligro. . y ni siquiera la espada del<br />

martirio nos podrán algún día separar del amor de Jesucristo.<br />

¿No es confiar demasiado en nosotros mismos?<br />

¿Lo podría yo afirmar así del amor que tengo a Jesús?<br />

Pablo nos lleva a otra seguridad: no se trata de qu<br />

estemos confiados..., hasta en el amor a Cristo nos sentimos<br />

inseguros. Esa fácil victoria y perseverancia en el<br />

amor nos vienen «por Aquel que nos ha amado». Se trata<br />

de ahondar en mi amor como respuesta y aceptar en el<br />

difícil día a día que «amor con amor se paga».<br />

De esta seguridad, que es gracia, le viene a Pablo el co<br />

vencimiento: nada ni nadie nos podrá separar del amor<br />

de Dios, que se nos ha manifestado en Cristo. En Jesús,<br />

en su vida y en el misterio de su entrega. Dios se nos<br />

ha dicho como amor hasta el extremo y ha puesto en el<br />

corazón el anhelo de dar nosotros también un «exceso<br />

de amor».


3. El pan de la abundancia salvadora<br />

(Mt 14,13-21)<br />

Comió una gran multitud y sobró... Y la escena había<br />

comenzado con cinco panes y dos peces...<br />

En el relato de la multiplicación de los panes se mezclan<br />

muchos temas salvíficos: la satisfacción gratuita («de<br />

balde»), que une con la primera lectura; la iniciativa de<br />

dar el «pan de la compasión» a los que le siguen sin importarles<br />

su comida material; les importa el seguimiento:<br />

«La gente lo siguió por tierra desde los pueblos»; la conjunción<br />

entre lo poco que los discípulos pueden ofrecer<br />

u lo mucho que recibe la multitud; el tono eucarístico del<br />

relato de multiplicación: acción de gracias, bendición,<br />

mirada al cielo, fracción del pan...<br />

Estamos ante una narración que trasciende el simple<br />

relato de una acción prodigiosa... Es una invitación a profundizar<br />

en el significado del «pan de la compasión», re<br />

entre los hambrientos, para calmar el hambre: «Comieron<br />

hasta que quedaron todos satisfechos».<br />

La satisfacción apunta no sólo al pan material... Se<br />

adivina ya la existencia de «otro pan» que sacia para<br />

siempre. Importante, sin embargo, que «el otro pan» esté<br />

significado en un compartir «este pan» que es material, y<br />

en hacerlo como fruto de la compasión.


Panes y peces<br />

Te afanas por el pan, la leche, el vino<br />

y gastas tu salario sin hartura...<br />

No remedia el dinero la presura<br />

ni la tristeza el caldo del barquino...<br />

No moltura ambiciones el molino<br />

ni avenía el huracán la desventura...<br />

Si dejas de buscar la «añadidura»,<br />

te sentirás saciado de continuo.<br />

Escucha al que de gracia da la vida<br />

y firma con su sangre la alianza<br />

de no dar ni una oveja por perdida.<br />

Aplica a lo que importa la esperanza<br />

y dedica tu tiempo y tu partida<br />

en modelar en ti su semejanza.


Decimonoveno domingo<br />

1. La presencia de Dios en el susurro<br />

(IRe 19,9a.l l-13a)<br />

El Señor pasa. Como a Elias, se nos invita: «Sal y aguarda<br />

al Señor en el monte, que el Señor va a pasar». Una<br />

seguridad que contrasta con la incertidumbre de los signo<br />

de su paso.<br />

Intentando leer los signos del paso del Señor, nos<br />

vamos como Elias tras lo espectacular: el viento huracanado,<br />

el terremoto, el fuego... Todos son símbolos bíblicos<br />

que guardan su relación con la dimensión «tremenda» de la<br />

experiencia del misterio de Dios.<br />

El relato nos quiere llevar, sin embargo, a la dimensión<br />

«fascinante»: aquel leve «susurro» en que el Señor se hace<br />

el encontradizo. Como signo de estar en su presencia,<br />

Elias «se cubrió el rostro con el manto y salió a la entrada<br />

de la cueva». Ha pasado la noche, y Elias puede<br />

volver a caminar tranquilo con su Dios... «Solo, pero no<br />

de Dios».


2. Las raíces del Mesías<br />

(Rom 9,1-5)<br />

El texto de la Carta a los romanos está lleno de una<br />

cierta añoranza teológica. El Mesías, lesús, tiene raíces<br />

humanas. Aunque Pablo nos dice poco de la vida de Jesús<br />

(ilógico, dado el tiempo de su adhesión a la fe!) sí que<br />

refiere y repite su arraigo humano.<br />

El arraigo del Mesías en la historia concreta lo lleva,<br />

en la lectura de hoy, a repasar los grandes hitos que jalona<br />

el acompañamiento de Dios a! pueblo de su heredad. Lo<br />

hace como judío, y la añoranza le arranca sentimientos<br />

conmovedores. Su sinceridad tiene la garantía del Espíritu:<br />

«Mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me<br />

asegura que no miento».<br />

Su pena y su dolor por la obstinación judía frente a Jesús<br />

son auténticos. Y son tan intensos que preferiría ser él<br />

mismo un proscrito, lejos de Jesús (¡dura afirmación de<br />

Pablo, el gran evangelizador!) con tal de que los judíos<br />

aceptaran a Jesús. Lo está diciendo quien confiesa en<br />

otro lugar: «Para mí la vida es Cristo».<br />

Ellos, ios judíos, son las raíces-, tienen todo-, la adopc<br />

filial, la presencia del Dios de la alianza, la ley, el culto,<br />

las promesas..., tienen a los patriarcas, «de quienes, según<br />

lo humano, nació el Mesías». Tienen todas las raíces,<br />

pero no reconocieron el fruto.


3. La presencia de Dios en la calma<br />

y el silencio (Mt 14,22-23)<br />

Grande tuvo que ser la tormenta y más sobrecogedora<br />

aún la calma silenciosa para que el texto evangélico de<br />

hoy termine con una confesión de fe: «Realmente tú eres<br />

el Hijo de Dios».<br />

Detrás de la confesión de fe, se puede adivinar una<br />

lectura teológica del milagro, concentrada en las espontáne<br />

reacciones de Pedro. La experiencia de la tormenta es de<br />

todos: «La barca iba ya muy lejos, sacudida por las olas,<br />

porque el viento era contrario». En aquel viento tormentoso<br />

no está Jesús (primera lectura), ¡esús se acerca sereno, má<br />

allá de la tormenta. Una llegada tan silenciosa que los<br />

confunde y asusta: «Creyeron que era un fantasma». La<br />

presencia de Jesús es una exhortación a la calma («Ánimo,<br />

soy yo, no tengáis miedo») en medio de una situación<br />

tormentosa.<br />

¿Se puede creer que en medio de la tormenta, alguien<br />

se acerque dominando aquellos elementos naturales adversos?<br />

Pedro lo duda y lo quiere constatar... De nuevo,<br />

una alusión a


Caminar sobre el agua<br />

Escala hasta el Horeb, pues Dios se entrega<br />

al hombre en el silencio de la altura...;<br />

el viento, el sismo, el fuego... son figura,<br />

pero es en el susurro como llega...<br />

La viva fe que hervía en su bodega,<br />

dio a Elias su peculiar investidura...,<br />

no el arrojo verbal ni la bravura<br />

de un celo, disfrazado de ira ciega.<br />

Escala hasta el Horeb. Ora y espera...<br />

Pon en manos de Dios tu sementera,<br />

pues suyos son la lluvia y el tempero.<br />

Templa el alma en la llama de su fragua...<br />

y mientras tú caminas sobre el agua,<br />

se llenará de trigo tu granero.


Vigésimo domingo<br />

1. Un Dios, abierto al extranjero<br />

(Is 56,1.6-7)<br />

Más que «abierto», mejor decir-, un Dios también de los<br />

extranjeros. No hay en efecto, nada ni nadie extraño<br />

para quien a todos los creó. La apertura de Dios es su<br />

creación. Quien debe abrirse al extranjero es el pueblo<br />

de Israel. El pueblo había entendido la elección como un<br />

privilegio y no como mediación para todas las naciones. De<br />

hecho, lo que desarrolla Israel es el particularismo.<br />

La pauta de comportamiento que el Señor les ofrece<br />

(«guardad el derecho; practicad la justicia») es verdadera<br />

para todos. La revelación de «la victoria de Dios» alcanza<br />

también a las naciones. Lo que se pide al extranjero,<br />

como se pide al judío, es «que se entregue al Señor para<br />

servirlo».<br />

Un servicio cultual («guardad el sábado»), pero, sobre<br />

todo, un servicio existencial: «Amar el nombre del Señor...;<br />

perseverar en su alianza»)... Y un templo abierto para<br />

todos los pueblos, como casa común de oración.


2. La misericordia de Dios es para todos<br />

(Rom 11,13-15.29-32)<br />

La última frase de la lectura de hoy da la pista para entender<br />

todo el texto: «Todos encerrados en desobediencia,<br />

para ser todos objeto de la misericordia de Dios».<br />

Históricamente la mediación de esa misericordia pasó de<br />

los judíos a los gentiles... Pero, sean quienes sean los<br />

mediadores, la misericordia del Señor está destinada a<br />

todos.<br />

Pablo escribe este trozo de su carta desde el «lado<br />

gentil», pero con la intención de «despertar la emulación<br />

en los de su raza y salvar a alguno de ellos»... Su convicción<br />

respecto a la salvación de los judíos es firme: «Los<br />

dones y la llamada de Dios son irrevocables».<br />

A través de la obediencia de los judíos, la salvación<br />

estaba destinada a todos; lo mismo ahora: a través de la<br />

obediencia de los gentiles, la salvación llegará también a<br />

judíos. Y lo hará de manera extraordinaria: «Si su reprobación<br />

es salvación del mundo», ¿qué será su reintegración<br />

sino un volver de la muerte a la vida?<br />

Dejando aparte los «cálculos» de la conversión del<br />

pueblo judío a la fe cristiana, lo importante aquí es<br />

subrayar su universalidad. A alcanzar misericordia están<br />

convocados los judíos y los gentiles. Todos alejados de<br />

Dios, pero todos llamados a su cercanía entrañable.<br />

3. Enviado a Israel, para salvación de todo el<br />

que cree (Mt 15,21-28)<br />

La lectura evangélica de hoy se sitúa en el paso, nada<br />

fácil, del particularismo judío al universalismo cristiano. L


primeras comunidades necesitaban luz para discernir una<br />

evangelización que se hacía universal.<br />

Mateo responde, presentando a un Jesús «judío» (su<br />

evangelio va destinado a judeocristianos): «Sólo me han<br />

enviado a las ovejas descarriadas de Israel», pero que<br />

atiende a la llamada de compasión que le hace una mujer<br />

extranjera («una mujer cananea»). Lo que conmueve<br />

a lesús de aquella mujer es que quiera compartir el pan de<br />

la mesa de ¡a salvación, aunque sólo sea comiéndose las<br />

migajas (en la designación de los gentiles, hay reminiscencias<br />

de designaciones judías: guardaban el título de<br />

«hijos» para los judíos, y no era infrecuente designar a los<br />

gentiles como «perros»).<br />

Pero la fe rompe barreras. Se está llevando hasta el<br />

tiempo de Jesús, lo que fue práctica de la Iglesia primitiva:<br />

«Dios no hace distinción de personas, salva a todos<br />

los que creen en él, sean de la nación que sean». La<br />

apelación de Jesús a la fe de la cananea para romper definitivamente<br />

la barrera: «Mujer, ¡qué grande es tu fe!». Es<br />

la fe la que «hace milagros».


Los hijos y los perros<br />

«Porque riges la tierra con justicia,<br />

proclaman su alegría las naciones...».<br />

Sahuma el incienso de sus oraciones<br />

tu casa de oración, siempre propicia...<br />

El día al día le pasa la noticia<br />

y la noche a la noche tus sermones<br />

le susurra... ¡Saltad los corazones!<br />

¡La salvación de Dios es gentilicia!<br />

¡Atiende mi oración, Señor! Que crea<br />

como creyó la humilde cananea<br />

tras oír tus palabras rigurosas...<br />

¡Que mi esperanza aguarde tu clemencia<br />

amorosa, tu tierna providencia,<br />

que cuida de la vida y de las cosas!


Vigesimoprimer domingo<br />

1. El poder de las llaves<br />

(Is 22,19-23)<br />

La primera lectura de hoy es una explicación de lo que<br />

significan las llaves como signo del ortorgamiento de<br />

un poder. Un infiel mayordomo de palacio, Sobná, es<br />

destituido de su cargo. Y es reemplazado por Eliacín. La<br />

lectura relata los símbolos de la investidura; a la túnica<br />

y la banda, se le añaden las llaves-. «Colgué de su hombro<br />

la llave del palacio de David», y el poder que esas llaves<br />

significan: «Lo que él abra, nadie lo cerrará; Jo que él<br />

cierre, nadie lo abrirá».<br />

El resultado de esta encomienda es la firmeza en el<br />

oficio: «Lo hincaré como un clavo en sitio firme», la finalidad<br />

de su tarea-. «Será padre para todos los habitantes de<br />

Jerusalén» y la segundad de su fuluw. «Un trono glorioso a<br />

la casa paterna».<br />

El texto de Isaías no es una profecía sobre el «ministerio<br />

de Pedro». La liturgia de la Iglesia lo escoge para que<br />

los símbolos de la encomienda que da Jesús a Pedro, pue<br />

ser entendidos en el contexto bíblico en que se sitúan,<br />

especialmente el que después se conocerá como «el poder<br />

de las llaves», referido al «ministerio petrino».


2. Dios: origen, guía y meta del universo<br />

(Rom 11,33-36)<br />

Dios ante todo y sobre todo: «¿Quién le ha dado primero<br />

para que él le devuelva?». Un Dios gratuito; no está recompensando<br />

favores de nadie; él se está haciendo gracia y<br />

favor para todos.<br />

Este alarde de generosidad, expresada en la universa<br />

gratuita salvación, hace exclamar al Apóstol: «¡Qué insondables<br />

sus decisiones y qué irrastreables sus caminos!».<br />

Un Dios gratuitamente participado por los que son obra<br />

sus manos.<br />

Dios, guía y sustentador permanente de las cosas que<br />

existieron por el acto de su amor. Dios, «que no odia<br />

nada de lo que ha creado». Lo sostiene, lo guía y lo conduce<br />

hacia la meta.<br />

Dios, meta y futuro del mundo, que en él tiene el punt<br />

de llegada. Él está en el origen y en el fin..., sin abandonar<br />

nunca la obra de sus manos; sin abandonar nada, no<br />

sólo al hombre. Su relación es con todo lo creado.<br />

3. Las llaves del Reino<br />

(Mt 16,13-20)<br />

La «composición» bíblica que hoy hace la liturgia de la<br />

Iglesia (cf primera lectura) nos hace poner la mirada en<br />

el ministerio de Pedro dentro de la comunidad de los dis<br />

pulos.<br />

Las «.llaves del Reino», prometidas a Pedro son símbo<br />

lo de su posición de primacía entre los apóstoles. Él es<br />

la roca de la nueva construcción. Por eso, cambiará su<br />

nombre; de Simón a «kefas», que significa «piedra». La


«piedra» que de una manera especial va a representar<br />

al que es la única piedra angular de toda la edificación:<br />

Cristo, Jesús.<br />

Por eso, a la promesa del Señor a Pedro, ha precedido<br />

la confesión de Pedro sobre el Señor: «Tú eres el<br />

Mesías, el Hijo de Dios vivo». Un Mesías insustituible<br />

como «piedra angular» de la construcción eclesial... Pero<br />

la confesión de Pedro, hecha por revelación del Padre,<br />

hace que jesús lo elija para re-presentar la dimensión de<br />

firmeza y confirmación en la fe, que hace afirmar al Señor:<br />

«El poder del infierno no la derrotará».<br />

Es verdad que todos y siempre somos interrogados<br />

por nuestra confesión de fe en Jesús. Es verdad que<br />

esa confesión está llamada a transformar nuestras vidas<br />

(transformación indicada por el cambio de nombre),<br />

pero, hoy, la lectura litúrgica nos centra en la principalidad<br />

que, en la Iglesia, Jesús otorga al Pedro confesante en la<br />

Iglesia. Se utilizan para ello los símbolos ofrecidos por la<br />

tradición bíblica (primera lectura).<br />

Desde esa misión, nuestra misión: «Diles quién es Jesús.<br />

El mundo espera/ en el espejo de tu vida entera/ ver<br />

el rostro invisible del Mesías».


Las llaves del Reino<br />

¿Quién dices que es Jesús? Habla sin miedo.<br />

Busca en el hondón de tu conciencia,<br />

pues, si hallas su figura y su presencia<br />

harás verdad la letra de tu Credo.<br />

Decía «su figura»..., no el remedo<br />

de un «poster» a tu humana conveniencia:<br />

«su figura»..., la clara referencia<br />

al misterio, afrontado con denuedo...<br />

Y «su presencia», en gracia substanciada,<br />

motor de tus afanes, anudada<br />

al discurrir fecundo de tus días...<br />

Diles quién es Jesús. El mundo espera<br />

en el espejo de tu vida entera<br />

ver el rostro invisible del Mesías.


Vigesimosegundo domingo<br />

1. El camino difícil del profeta: la Palabra,<br />

oprobio y desprecio (Jer 20,7-9)<br />

Otra de las conmovedoras «confesiones» del profeta Jeremías.<br />

Dios le ha probado de tal modo en su vida que él<br />

mismo llega a sentirse como «un profeta a la fuerza»: «Me<br />

forzaste y me pudiste». En el fondo, una crisis tentadora;<br />

echarlo todo por la borda, «tirar la toalla». Siente como<br />

un dardo que se clava la reacción hostil de la gente: «Se<br />

burlaban todos de mí».<br />

A Jeremías, persona sensible y de delicadas reacciones,<br />

le toca, sin embargo, un ministerio profético du<br />

anunciar violencia y destrucción para quienes habían<br />

«disfrutado» la seguridad en el refugio de la sombra del<br />

templo.<br />

Tan grande y difícil es el peso, que el profeta se propone<br />

a sí mismo el abandono: «No me acordaré más de<br />

él; no hablaré más en su nombre». La respuesta le viene<br />

de muy dentro; de la Palabra misma que, en su adentro<br />

ha llegado a ser nueva entraña y huesos consistentes<br />

para una existencia nueva. Una imposibilidad interna de<br />

darse ya por vencido: «Intentaba contenerla y no podía».


La respuesta comienza a hacerse fiel, cuando proviene<br />

de una vida tan probada que se torna en respuesta dolo<br />

rosamente forzada: le toca ser profeta, y lo acepta, muy<br />

su pesar.<br />

2. La vida, ofrecida como culto<br />

(Rom 12,1-2)<br />

La cuestión del culto preocupaba a la Iglesia primitiva. M<br />

chas manifestaciones externas, tan queridas al Antiguo<br />

Testamento, habían ido desapareciendo, cuando el culto<br />

cristiano se centra en «la fracción del pan», que tanto<br />

tiene que ver con la vida de cada día.<br />

San Pablo apunta a la vida misma como el lugar privilegiado<br />

de culto. Se hace eco de una larga y exigente<br />

tradición profética. Los profetas, en efecto, no podían<br />

concebir un culto que no contuviera vida. Pero, Pablo<br />

avanza más: no concibe una vida cristiana que, al mismo<br />

tiempo, no sea culto: «Vuestros cuerpos como hostia<br />

viva, santa, agradable a Dios». Este es el culto debido, e<br />

realizado «como Dios manda»; el «culto razonable».<br />

Un culto nuevo que tiene estos ecos en nuestro poeta:<br />

«Sed culto razonable, no ostentosa/ y vana complacencia...,<br />

lucrativo/ afán de merecer..., obrar cautivo/ de<br />

una fe cicatera o pretensiosa».<br />

La «renovación de la mente» es aquella «metanoia»<br />

que significa la conversión y que centra en quien la acoge<br />

su capacidad de discernir; es el juzgar desde Dios la vida,<br />

para transformarla de acuerdo con su querer.


3. El camino difícil de Jesús<br />

(Mt 16,21-27)<br />

En el contexto de la inspirada confesión de Pedro, una<br />

confesión sincera de Jesús acerca de su propio destino.<br />

¡Semejante identidad y tal destino] Un final humaname<br />

impropio de quien ha sido confesado como «el Hijo del<br />

Dios vivo».<br />

Pero Jesús, sin hacer ningún tipo de concesiones,<br />

presenta, contundente y clara, la suerte que a él le aguar<br />

«Ir a Jerusalén y padecer mucho hasta ser ejecutado»...<br />

El anuncio de la resurrección queda como un poco acallado.<br />

Al menos, no es percibido por Pedro. Él, que había<br />

sido el confesante no se aviene a la incoherencia de un<br />

Mesías ejecutado, y protesta con toda contundencia.<br />

Como respuesta recibe de Jesús una de sus más duras<br />

sentencias: «Quítate de mi vista, Satanás». La razón es<br />

que Pedro está juzgando «a lo humano» lo que sólo desde<br />

Dios puede ser aceptado y realizado.<br />

El programa de Jesús es humanamente poco atrayente.<br />

Pero, aun así, lo propone él como programa al<br />

discipulado; un caminar de cruz-, una vida de renuncias, o<br />

mejor, una vida renunciada que, paradójicamente será en<br />

contrada en plenitud. Así dice nuestro soneto: «Caminar<br />

tras Jesús es despojarse/ renovar los criterios, entregarse/<br />

y cargar con la cruz a la medida».


Negarse a sí mismo<br />

¡Acoged la palabra poderosa<br />

de Dios, si dulce miel o fuego vivo;<br />

haced del cuerpo víctima y testigo,<br />

ofrenda y cáliz que su don rebosa!<br />

Sed culto razonable, no ostentosa<br />

y vana complacencia..., lucrativo<br />

afán de merecer..., obrar cautivo<br />

de una fe cicatera o pretenciosa.<br />

Caminar tras Jesús es despojarse,<br />

renovar los criterios, entregarse<br />

y cargar una cruz a la medida.<br />

De nada sirve conquistar el mundo,<br />

pues nada hay para el hombre tan fecundo<br />

que darlo todo por ganar la vida.


Vigesimotercer domingo<br />

1. El profeta: atalaya para el pueblo de Israel<br />

(Ez 33,7-9)<br />

Misión del profeta es anunciar y denunciar. La valentía d<br />

la denuncia es una de las características de la profecía<br />

verdadera. No extrañan, pues, sus consecuencias: hostilidad,<br />

confrontación y hasta muerte.<br />

Ezequiel ha sido puesto de atalaya para el pueblo de<br />

rael. La «altura» necesaria para ver y discernir la conducta<br />

de su pueblo, no le viene de sus propias fuerzas. Allí<br />

está dando voz a las palabras de Otro-. «Cuando escuc<br />

palabras de mi boca -dice el Señor- les darás la alarma<br />

de mi parte». El profeta no puede callar. No es él «un perr<br />

mudo que sea incapaz de ladrar».<br />

La corrección es personal y se hace en nombre de Dios<br />

Hay que advertir al malvado que rectifique sus caminos.<br />

Su reacción podrá ser positiva (escuchar) o negativa<br />

(hacer oídos sordos). Pero, una vez advertido, de su actitud<br />

depende su salvación... Sea cual fuere el resultado, se<br />

imposible que el profeta calle.<br />

Por ser


nuestro soneto: «El profeta no puede dar la mano,/<br />

traicionando su recto ministerio,/ ni enarbolar la ira o el<br />

dicterio/ al corregir el yerro de un hermano».<br />

2. Amar es cumplir la ley entera<br />

(Rom 13,8-10)<br />

La apremiante exhortación de Pablo a poner en el amor<br />

el centro mismo de la ley, la coloca la liturgia de la Iglesia<br />

en medio de la necesaria corrección (primera lectura y<br />

Evangelio).<br />

El Apóstol nos da, hoy, el mejor criterio para discernir<br />

el conjunto de la moral cristiana-. «El que ama tiene cum<br />

plido el resto de la ley». En cada uno de los preceptos<br />

descubre Pablo la entraña que los valida: «Amarás a tu<br />

prójimo como a ti mismo». Por eso, el amor no es sólo<br />

centro, sino resumen de toda la ley.<br />

Es atrevida la doctrina de Pablo. Desenmascara de una<br />

vez todo cumplimiento hipócrita de los preceptos. Aleja<br />

al creyente de las puras apariencias. En ellas no puede<br />

poner el cristiano la medida de su propio cumplimiento.<br />

La medida del comportamiento del creyente es otra:<br />

«Amar es cumplir la ley entera»<br />

Cuando hay amor, se destierra el miedo. Y los preceptos<br />

no sólo se «cumplen», se viven desde su más honda<br />

finalidad: «Uno que ame a su prójimo no le hace daño».<br />

«No hacer daño» por amor, no por una simple y externa<br />

obligación.


3. El cristiano: guardián de su hermano<br />

(Mt 18,15-20)<br />

El despecho de Caín, alejándose del cuidado de su<br />

hermano («¿acaso soy yo guardián de mi hermano?») es<br />

totalmente ajeno a lo que pide Jesús en la comunidad de<br />

sus discípulos: la corrección fraterna.<br />

Una corrección que procede de la responsabilidad de<br />

cuidado fiel: «Todos somos responsables de todos» (Juan<br />

Pablo II, Sollicitudo rei socialis). Todos estamos llamados<br />

prestarnos mutuamente un «.cuidado fraterno».<br />

Jesús hace una delicada gradación-, a solas, con otro h<br />

mano, en el seno de la Iglesia... La finalidad de este proceso<br />

es única: es preciso «salvar al hermano». Acercarse<br />

a él con humildad significa reconocer la propia necesidad<br />

de salvación; acercarse con sinceridad es señal del querer<br />

discernir en común; acercarse con «teclesialidad» signifi<br />

la confianza de encontrar siempre abierto el seno de la<br />

comunidad para acoger. «Decírselo a la comunidad» no<br />

es inmadura acusación. Es la seguridad de quien sabe<br />

que en el seno de la Iglesia se encuentran y se disfrutan<br />

espacios de reconciliación.


La corrección fraterna<br />

El amor es la norma del cristiano,<br />

ajustada a unas pautas, a un criterio.<br />

Amar es ejercer el magisterio<br />

frente a los usos del vivir pagano.<br />

El Profeta no puede dar la mano,<br />

traicionando su recto ministerio,<br />

ni enarbolar la ira o el dicterio<br />

al corregir el yerro de un hermano.<br />

La comprensión y la misericordia<br />

llevará al pecador a la concordia<br />

consigo y con la Iglesia lastimada.<br />

Sea el amor la luz de la conciencia,<br />

para la autoridad y la obediencia,<br />

que en Cristo fue asumida y encarnada.


Vigesimocuarto domingo<br />

1. El imposible perdón, sin humana compasión<br />

(Si 27,33-28,9)<br />

Querer entenderse directamente con Dios ha sido siempre<br />

tentación de la experiencia religiosa. Dar un «rodeo<br />

interior» para no encontrar al hermano.<br />

La sabiduría de Israel había avanzado ya mucho, para<br />

evitar esos espiritualismos desencarnados. Para relacionarse<br />

con Dios, hay que contar con el prójimo. Para obte<br />

el perdón, es preciso aprender a perdonar. «Del vengati<br />

se vengará el Señor y llevará estrecha cuenta de sus culpas».<br />

Para dar escalofrío al echar una mirada cada uno a<br />

su propio corazón.<br />

La medida del perdón ya estaba dada por los sabios d<br />

Israel: «Perdona y se perdonará». Fuera de esta lógica<br />

del perdón que se recibe en la medida en que se otorga,<br />

todo es absurdo: pedir la salvación, guardando rencor<br />

a los demás; querer expiar los propios pecados, manteniendo,<br />

a un tiempo, la ira.<br />

Y una serie de saludables recuerdos: del propio final, p<br />

que cese el enojo (todo se hace relativo, mirado desde el<br />

propio término); de los mandamientos, para no enojarse


con el hermano; de la alianza, para perdonar siempre el<br />

error.<br />

Con tino lo dice el soneto: «Perdonar el error..., ser<br />

perdonado/ ¡qué cabal es el fiel de la justicia!/ y hay<br />

quien se obstina, necio, en la estulticia/ de esperar, sin<br />

piedad, ser indultado».<br />

2. Vivir y morir para el Señor<br />

(Rom 14,7-9)<br />

Con un breve texto de la carta a los Romanos terminamos<br />

su recorrido por la lectura dominical del tiempo<br />

ordinario. Un mensaje que nos proyecta hacia el final, aun<br />

en medio del diario caminar. El dilema es vivir y morir<br />

para uno mismo, o vivir y morir para el Señor.<br />

Pablo, que ha desarrollado en la carta una teología<br />

de la salvación, lo tiene claro: «Ninguno de nosotros viv<br />

para sí mismo y ninguno muere para sí mismo». Vivimos<br />

y morimos para el Señor. Como creyentes, y aun como<br />

criaturas, somos seres «des-centrados». Nuestro centro<br />

está en Otro.<br />

La pertenencia al Señor es muy honda. Está arraigada<br />

en el creyente de manera sacramental: el bautismo<br />

es una consagración tan fuerte al Señor que resulta en<br />

morir-con y resucitar-con Él. Entre el creyente y su Señor<br />

hay una comunión de destino. Desde la estrecha unió<br />

personal, afirma categóricamente el Apóstol: «En la vida<br />

y en la muerte somos del Señor».<br />

Somos «del» Señor para ser «como» el Señor. Es la<br />

razón fundamental que da Pablo en esta última parte<br />

exhortativa de su carta: «Actuemos como el Señor» (exhortación),<br />

porque «somos del Señor» (teología).


3. Quien no perdona no puede ser perdonado<br />

(Mt 18,21-35)<br />

La última frase de la lectura evangélica de hoy «pone el<br />

dedo en la llaga»: «Lo mismo hará con vosotros mi Padre<br />

del cielo, si cada cual no persona de corazón a su hermano».<br />

Sin otorgar el perdón, no podemos esperar perdón.<br />

Es, por otra parte, la enseñanza del padrenuestro:<br />

«Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a<br />

que nos ofenden». La medida del perdón que nosotros<br />

pedimos, se la damos a Dios en la cantidad y calidad del<br />

perdón que somos capaces de dar.<br />

¿La cantidad? La indica el Señor respondiendo a Pedro,<br />

que estaba dispuesto a llegar hasta siete veces. Es<br />

preciso llegar hasta «setenta veces siete». ¿La calidad? Se<br />

refleja en la parábola que sigue. El perdón es cuestión de<br />

generosidad agradecida. Sólo quien siente el agradecimie<br />

por el perdón recibido es capaz de perdonar con generosidad:<br />

«Se le ha perdonado mucho, porque ha amado<br />

mucho».<br />

Así lo recuerda nuestro soneto: «Setenta veces siete<br />

son la tasa/ de la gracia... Si el malo las rebasa/ podrá el<br />

justo emularle en la subida».


Perdonar... Ser perdonado<br />

Perdonar el error..., ser perdonado...<br />

¡Qué cabal es el fiel de la justicia!<br />

¡Y hay quien se obstina, necio, en la estulticia<br />

de esperar, sin piedad, ser indultado!<br />

Es perdiendo el sentido del pecado<br />

como el hombre renuncia a la franquicia<br />

de sus yerros, y cae en la injusticia<br />

de exigir el error contra el malvado.<br />

Setenta veces siete son la tasa<br />

de la gracia... Si el malo las rebasa,<br />

podrá el justo emularle en la subida...<br />

¡Qué inútil es vivir para sí mismo!<br />

¡Qué fecunda es la muerte..., el heroísmo<br />

de ganar al encono la partida!


Vigesimoquinto domingo<br />

1. Nuestro Dios es rico en perdón<br />

(Is 55,6-9)<br />

Apemia la búsqueda del Señor. Todos son llamados a<br />

invocarlo. La cercanía de Dios estimula a recorrer el camino.<br />

¿Todos son llamados? ¿Lo son también los malvados?<br />

son, cuando recorren el camino del arrepentimiento («un<br />

corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias,<br />

Señor»). Desandar el propio camino y cambiar los propios<br />

proyectos es lo que Dios espera de nosotros, pecadores.<br />

Aunque nos cueste reconocer que habíamos errado el<br />

tino, al intentar recorrer nuestra particular andadura. Y<br />

aunque sea duro pensar que comenzamos a recorrer el<br />

camino que nos ha trazado Otro.<br />

Cuando el cambio realmente se da, queda en el corazón<br />

la gozosa convicción de que «Dios tiene piedad», porqu<br />

Él es «rico en perdón». Se trata de una experiencia de hon<br />

dura-, comparada con la ruindad y egoísmo de nosotros,<br />

Dios mismo tiene que «justificar» su camino tan distinto.<br />

Caminos de gratuidad generosa: «Mis caminos no son<br />

vuestros caminos... ni mis planes son vuestros planes».


2. El dilema de partir o de quedarse<br />

(Flp l,20c-24.27a)<br />

Comenzamos, hoy, con un primer texto de la Carta de<br />

san Pablo a los cristianos de Filipos. El tono de todo el<br />

escrito es entrañable y personal.<br />

En la lectura de hoy, nos quiere demostrar san Pablo<br />

una «santa indiferencia»: «Sea por mi vida, sea por mi<br />

muerte»..., lo importante es que Cristo sea glorificado.<br />

No es pequeña la meta: Des-centrarse de uno mismo,<br />

niendo la propia satisfacción en la gloria que es de Otro.<br />

Pero ahí se da la paradoja: una gloria que es de Otro y<br />

termina siendo la propia: «Para mí, la vida es Cristo».<br />

Identificación reiteradamente afirmada por san Pablo:<br />

«No yo, Cristo en mí». De alguna manera, «un Yo cristifica<br />

don>.<br />

Si ese «ser en Cristo» se hace más fuerte después de<br />

esta vida, Pablo no duda en considerar la muerte como<br />

auténtica ganancia. En ese anhelo místico de la unión d<br />

finitiva con quien es vida en plenitud, una sola variante:<br />

el trabajo por quienes considera «suyos»; todos aquellos<br />

que Dios mismo le ha encomendado. Sólo esta encomienda<br />

de Dios es capaz de frenarle su deseo de estar,<br />

ya muerto, plenamente con Cristo.<br />

Más que su propio camino hacia Cristo, le importa al<br />

apóstol Pablo la andadura cristiana de los fieles de Fil<br />

«Lo importante es que vosotros llevéis una vida según el<br />

evangelio de Cristo». Espiritualidad de evangelizador que<br />

se alimenta acompañando con fidelidad a todos aquellos<br />

a quienes anuncia el Evangelio.


3. Los hay que no quieren «que Dios sea bueno»<br />

(Mt 20,1-16)<br />

«Los de toda la vida» y los de última hora. Quienes iniciaro<br />

pronto el seguimiento tienen un evidente peligro: pensar<br />

que recibirán más, porque empezaron primero. Y llegan<br />

hasta enfadarse con el mismo Dios porque da la misma<br />

suerte a quienes se acercaron a él en el mismo ocaso<br />

de su vida. Se portan como quienes han «soportado un<br />

peso» y consideran injusta la paga a quienes no soportaron<br />

nada.<br />

Pero, ¿es que puede ser considerado el seguimiento<br />

como carga? ¿Puede la vida cristiana entenderse como<br />

«obligación externa» que se lleva con desgana resignada?<br />

Muchos así lo pensaron y lo piensan. Creen haberse<br />

ganado el salario a base de cumplimiento; y se enojan<br />

con el amo que, con su amor, recompensa con la misma<br />

paga a los últimos. No se han acostumbrado a la extraña<br />

gratuidad de los caminos y planes de Dios.<br />

Nuestro soneto recoge bien la «.ilógica» del Dios bue<br />

«Quiero ser en tu viña jornalero/ desde el amanecer hasta<br />

el ocaso,/ aunque premie igualmente tu dinero/ el tiempo<br />

breve y el trabajo escaso/ pues no busco otra cosa en el<br />

salario/ que el amor contenido en tu denario».<br />

Los planes de Dios desconciertan, en efecto, cuando<br />

uno se ha salido de la «ilógica del amor»..., cuando no se<br />

percibe ya que el amor es capaz de llegar hasta el extremo.


Un denario de amor<br />

¡Regresar a la Tierra prometida,<br />

gustando en el deseo tu cercanía...,<br />

otear la aurora de la Parusía...<br />

ganar tu intimidad, perder la vida...!<br />

Porque en Ti mi esperanza está escondida,<br />

vivo, mientras te busco, la alegría<br />

de la misericordia y la amnistía<br />

que tu largueza eroga sin medida...<br />

Quiero ser en tu viña jornalero<br />

desde el amanecer hasta el ocaso,<br />

aunque premie igualmente tu dinero<br />

el tiempo breve y el trabajo escaso,<br />

pues no busco otra cosa en el salario<br />

que el amor, contenido en tu denario.<br />

i


Vigesimosexto domingo<br />

1. Conversión y salvación<br />

(Ez 18,25-28)<br />

El perdón de Dios es tan «ilógico» que a muchos escandaliza<br />

«No es justo el proceder de Dios» Y es que hay<br />

gente que no puede tolerar a un Dios perdonador que, recreándolo,<br />

iguala al pecador con el justo<br />

Pero, ni santidad ni pecado son dos realidades estáticas,<br />

como fijas Puede la vida seguir un progresivo camino<br />

positivo (santidad) o un camino negativo (pecado)<br />

Pero estos caminos que parecen tan trillados, pueden<br />

sufrir un cambio de dirección «Cuando el justo se aparta<br />

su justicia, comete la maldad, y muere» Es buen aviso<br />

para navegantes «Quien se cree seguro, tenga cuidado,<br />

no sea que caiga» Y «cuando el malvado se convierte<br />

de la maldad que hizo, y practica el derecho y la justicia,<br />

él mismo salva su vida» Un buen panorama de esperanz<br />

«Volved al Señor y viviréis»<br />

El contexto de la enseñanza de Ezequiel es la responsabilidad<br />

personal No puede uno refugiarse en el comporta<br />

miento del grupo El grupo ayuda para bien o para mal,<br />

pero no sustituye el camino Puede, sin embargo, hacerse


una opción personal para el bien desde una conciencia clar<br />

de la propia vida de injusticia: «Si el malvado recapacita y<br />

se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá<br />

y no morirá»: Dios trabaja en lo íntimo del corazón el<br />

camino que lleva hacia él.<br />

2. Despojarse del rango<br />

(Flp 2,1-11)<br />

Al deseo de «ensalzarse» por encima de los otros, «endiosándose»;<br />

al afán de aparentar un rango que no se<br />

tiene; a la codicia de estar encumbrado por todos... se<br />

contrapone la actitud de Jesucristo. Es un himno primitivo<br />

al abajamiento del Verbo que Pablo encontró ya hecho<br />

Pero es muy ilustrativo el contexto en que lo inserta,<br />

escribiendo a los filipenses.<br />

El Apóstol les ha pedido una vida de humildad: «No<br />

obréis por envidia ni por ostentación; dejaos llevar por la<br />

humildad y considerad siempre superiores a los demás»,<br />

justo todo lo contrario de lo que es tendencia humana.<br />

Una vida alternativa, como alternativo es no andar buscan<br />

do el propio interés, sino el interés de los demás.<br />

¿Es de locos este salir radical de uno mismo? Es el<br />

llegar a tener en nosotros «los mismos sentimientos de<br />

una vida en Cristo Jesús». El ser y el obrar «en Cristo<br />

Jesús» trastocó la vida del Apóstol y trastoca la vida del<br />

creyente.<br />

Y modelo no le falta a san Pablo: El «despojarse del<br />

rango» es la entraña de la encarnación de quien tiene l<br />

condición divina. Un despojo que al Verbo le hace «pasar<br />

por uno de tantos». Un despojo que lo lleva hasta la expropiación<br />

de la muerte. Y para más abajamiento, hasta


una muerte de cruz Un auténtico «descenso» hasta la<br />

miseria humana Pero un abajamiento fecundo hay un «p<br />

eso» que une «el despo]0 de su rango» con la exaltación<br />

de su nombre «Por eso, Dios lo exaltó sobre todo y le<br />

concedió el Nombre-sobre-todo-nombre»<br />

3. Conversión en las obras<br />

(Mt 21,28-32)<br />

«De buenas intenciones están los infiernos llenos», dice<br />

nuestro refrán Y no le falta razón las bonitas palabras y<br />

las buenas intenciones no tocan el corazón<br />

La parábola de Jesús no puede ser más sencilla y<br />

expresiva cumple la voluntad del padre quien hace realmente<br />

lo mandado, a pesar de su espontánea y negativa<br />

respuesta Y se queda sin cumplirla quien todo lo dejó<br />

en palabras Fueron realmente «de las que se llevó el<br />

viento», porque no hizo lo mandado<br />

El ambiente que la parábola deja es un contexto excelente<br />

para que Jesús proclame quién tiene la preceden<br />

en el Reino Los publícanos y prostitutas, que creyeron<br />

el mensaje de Juan, llevan la delantera en el camino hacia<br />

el Reino Es en verdad paradójico A pesar de haber<br />

dicho «no» ellos, al final, sí acudieron, mientras que los<br />

que habían dicho «sí», no dieron nunca después el paso<br />

definitivo «Vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis»<br />

Ya nos lo había dicho Ezequiel ni la santidad ni el<br />

pecado son realidades estáticas Y ahora añade Jesús<br />

Tampoco son realidades de palabras, se trata de realidades<br />

de obras


¿Vas o no vas al tajo?<br />

Tú eres quien peca y quien se arrepiente,<br />

pues sólo la persona es responsable;<br />

la razón de tu obrar abominable<br />

no está en los avatares o en la gente.<br />

Para Dios la mejor «cuenta corriente»<br />

no es tu mérito ruin y deleznable:<br />

lo pasado no es bien ni mal contable,<br />

le importa tu actitud en el presente.<br />

¿Vas o no vas al tajo de la viña?<br />

Es el ir no el decir lo decisivo.<br />

Si en la mentira asientas la rapiña<br />

de tu bien parecer, serás un «vivo»,<br />

pero no lo estarás..., pues solamente<br />

resurge, tras morir, el obediente.


Vigesimoséptimo domingo<br />

1. Los cuidados..., y la ingratitud de la viña<br />

(Is 5,1-7)<br />

Una deliciosa alegoría..., y una lección magistral sobre la<br />

ingratitud. Un labrador íntimamente afectado por la poca<br />

relación entre el cuidado ofrecido y los frutos cosechados.<br />

Una imagen certera de «/a frustración de Dios» frente a<br />

la ingratitud del pecado.<br />

Una descripción detallada de los cuidados-, el lugar de<br />

plantación, el cuidado de la tierra y su labranza, el guarda<br />

para vigilarla y el lagar ya preparado a la espera de unos<br />

frutos que se convirtieran en vino...; los detalles del cuida<br />

aumentan la frustración- «Esperó que diera uvas, pero d<br />

agrazones». El corazón destrozado de un viñador cuidadoso...<br />

Se le agolpan en su mente los «porqués» hasta que<br />

llega a una dolorosa decisión-. «Quitar la valla para que<br />

viña sirva de pasto..., destruir su tapia para que la pisoteen».<br />

En lugar de frutos, desolación y sequedad, zarzas<br />

y cardos... Y, sin embargo, el labrador esperaba, porque<br />

«la había cuidado»<br />

Era fácil adivinar en la alegoría la relación de Dios con


pueblo. Pero Isaías la explícita: «La viña es la casa de Israel...,<br />

los hombres de Judá, su plantón preferido»... Una<br />

preferencia mostrada en toda la historia de la salvación.<br />

Por eso, por la ingratitud, impresiona la constatación del<br />

profeta: «Esperó de ella derecho, y ahí tenéis: asesinatos;<br />

esperó justicia, y ahí tenéis: lamentos».<br />

2. Confiados, en las manos de Dios<br />

(Flp 4,6-9)<br />

Intento de Pablo de llevar a los filipenses a la raíz misma<br />

del abandono en las manos de Dios-. «Nada os preocup<br />

(podría añadir santa Teresa: «Sólo Dios basta»).<br />

Con la vida puesta en la presencia de Dios (la oración,<br />

las súplicas, la acción de gracias...), podemos esperar,<br />

seguros, el don de la paz. Una paz tan fuera de serie que<br />

«sobrepasa todo juicio», todo aquello que pudiéramos<br />

pensar o esperar.<br />

Una paz que hará de «.guardián-» en la vida. Guardi<br />

para no dejar entrar la agitación en el corazón o la turbación<br />

en el pensamiento... Una paz, arbitro de comportamientos,<br />

para realizarla con los demás, haciéndonos sus<br />

artífices. Una paz que, desde el corazón, se vuelca hacia<br />

toda situación de violencia y de guerra, empujando fuerte<br />

hacia la fraternidad.<br />

Puede así obrar el creyente, incluso con quienes no<br />

comparten su fe. Dentro de su corazón ha ahondado un<br />

humanismo profundo-. «Lo verdadero, lo noble, lo justo,<br />

amable, lo laudable, todo lo que es virtud o mérito» no<br />

le puede ser ajeno a un cristiano .. Es el «nada humano<br />

lo considero ajeno».<br />

Y no le asusta a Pablo ponerse él mismo de modelo


para su comunidad de Fiüpos. Parecería una osadía, pero<br />

es un sencillo acto de fidelidad paterna: «Lo que aprendisteis,<br />

recibisteis, oísteis y visteis en mí, ponedlo por<br />

obra».<br />

3. Unos viñadores ingratos (Mt 21,33-43)<br />

El tema de la viña une la lectura evangélica con la primera<br />

lectura. Sólo que allí la referencia es la viña como<br />

conjunto del pueblo, aquí son los viñadores, sus jefes,<br />

arrendatarios (que no propietarios) del pueblo. En las dos<br />

lecturas también el tema de la ingratitud: la viña misma (e<br />

pueblo) es ingrata; los viñadores arrendatarios (sus jefes)<br />

llevan la ingratitud al extremo-, la muerte del hijo-herede<br />

La viña que es Israel no tiene más amo que a Dios.<br />

Él es quien la ha confiado en arriendo... y, siempre, a la<br />

espera de los frutos. A recoger esos frutos mandó Dios<br />

sus mediadores en toda la historia del pueblo. Los profetas<br />

sobre todo, exigieron con vehemencia a aquellos arrendatarios<br />

los frutos que no eran suyos... La historia se repetía:<br />

hacerlos desaparecer, para apropiarse del pueblo.<br />

Es tentación permanente para quien cambia su vocación<br />

de servicio por la opresión y el dominio.<br />

La parábola culmina con el envío del «/u/o»; él ya no es<br />

emisario; por derecho, es heredero. ¿Cambiarían así las<br />

cosas en el nivel de los frutos? Así lo esperaba el «padre».<br />

Y así lo esperaba el «Padre»: que el envío de Jesús cambiara<br />

el corazón de los viñadores ingratos y, finalmente,<br />

rindieran la cuenta de los frutos esperados...<br />

El Padre «esperaba» ..; pero la reacción de aquellos<br />

arrendatarios es llevada hasta el extremo del linchamiento<br />

del Hijo. Los dirigentes que oían a lesús entendieron hacia


quien iba la parábola. Entendieron, pero no reaccionaron,<br />

pretendiendo continuar en posesión de la viña. Sólo<br />

que, desde entonces, pesó sobre sus cabezas la sentencia<br />

de ]esús: «Se os quitará a vosotros e\ reino de Dios, y<br />

se dará a un pueblo que produzca sus frutos»<br />

La viña del Señor<br />

¡Señor! dale a mi viña de agrazones<br />

el cultivo tenaz de tu paciencia;<br />

llueve el agua lustral de tu clemencia,<br />

que empape la aridez de sus raigones;<br />

cólmala de tus mimos y atenciones:<br />

el cálido fluir de tu querencia<br />

ablandará el rigor de su conciencia,<br />

trocando en gratitudes las traiciones.<br />

La cepa que tu diestra poderosa<br />

plantó y cavó hasta hacerla vigorosa,<br />

se olvidó de tu amor entre amoríos...<br />

Desciende desde el cielo a visitarla,<br />

porque, si Tú te cansas de cuidarla<br />

tornará a sus antojos y desvíos.


Vigesimoctavo domingo<br />

1. Un banquete «a lo grande»<br />

(Is25,6-I0a)<br />

¿El motivo?: «Festejar y gozar la salvación». El banquete es,<br />

por lo tanto, festivo, sin lágrimas, sin duelos y sin muerte,<br />

que ya estará aniquilada para siempre. Es un festín de<br />

alegría encima mismo del monte Sión.<br />

Es banquete de abundancia de manjares y de vinos de<br />

solera. «Enjugadas las lágrimas de todos los rostros», la<br />

abundancia del gozo de la salvación.<br />

Es banquete de presencia-. «Aquí está nuestro Dios». E<br />

poder de su mano salvadora sobre el monte: «La mano<br />

del Señor se posará sobre este monte». Y el mismo Señor<br />

que prepara el banquete, como generoso anfitrión. En<br />

aquella comida da Dios todo lo que tiene y lo que es. La<br />

comida, acercando a Dios y a su pueblo en experiencia<br />

gozosa de salvación.<br />

Es banquete abierto a las naciones. Quitado su oprobio,<br />

el Israel del banquete de Dios volverá a ser la medicación<br />

para su acción salvadora. Todos los pueblos podrán sentarse<br />

a la mesa, en una comunión universal: el Señor «arrancará<br />

el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa<br />

a todas las naciones».<br />

Se rompen las barreras que mantenían a los gentiles


apartados de la salvación. Se abre generosamente el<br />

círculo de los invitados: no unos pocos privilegiados; es<br />

un banquete abierto para todo el que quiera saciar su<br />

hambre en la mesa preparada por el Señor.<br />

2. Un buen entrenamiento<br />

(Flp 4,12-14.19-20)<br />

La evangelización exige siempre entrenamiento. Lo exigió<br />

a Pablo, lo ha exigido en la historia y lo exige hoy: estar<br />

bien entrenados para todo u en todo.<br />

Desde una nueva jerarquía de valores, la ofrecida por<br />

vida de Jesús y su evangelio, todo se hace relativo. Y llega<br />

a que dé lo mismo estar hartos que hambrientos, nadar<br />

en la abundancia o estar privados de todo. La tendencia<br />

natural nos lleva a la satisfacción, que quisiéramos colmada.<br />

Pero la experiencia diaria es distinta. El evangelizar<br />

cada día nos confronta con frecuencia con una insatisfacción<br />

marcada por la propia debilidad y por la debilidad<br />

humana del evangelio ofrecido.<br />

Pablo apunta hacia fuera de sí mismo, cuando habla<br />

del origen de su fuerza-. «Todo lo puedo en aquel que me<br />

conforta». En Él experimenta el fundamento de la gracia<br />

que sostiene. Pero, los propios filipenses no son tampoco<br />

ajenos a esta fortaleza del Apóstol: «Hicisteis bien en<br />

compartir mi tribulación». En el mutuo compartir los «duro<br />

trabajos del evangelio» se expresa la fortaleza en la misma<br />

debilidad.<br />

Así lo expresa nuestro soneto de hoy: «Sobrevivir en<br />

copia y en pobreza./ Me dio tu providencia gozo y duelo/<br />

yo te di la pobreza de mi celo/ y el mezquino calor de mi<br />

tibieza».


3. Un banquete para todos<br />

(Mt 22,1-14)<br />

Los israelitas se consideraban los únicos comensales del<br />

banquete del Señor. El resto de las naciones había quedado<br />

excluido de la mesa. No consideró Israel su oficio<br />

de mensajero, escogido para invitar. Le pareció y defendió<br />

que sólo él era el invitado.<br />

Tomando pie de la tradición bíblica (primera lectura),<br />

Jesús compara la realidad consumada del Reino con un<br />

banquete de bodas. Pero es un banquete extraño. Y en<br />

extrañeza, encierra el banquete la lección.<br />

Los convidados no quisieron asistir. Y sin embargo, habían<br />

sido ellos los primeros llamados-. «Mandó criados pa<br />

que avisaran a los convidados». La invitación se hace<br />

insistente: «Mandó a enviar criados para comunicarles:<br />

"Todo está a punto, venid a la boda"»... Toda una historia<br />

de llamadas a su pueblo, que culmina con la invitación a<br />

este banquete final, el banquete del Mesías... Pasada la<br />

preparación, ha llegado la etapa final: «Venid», son las<br />

bodas del Cordero.<br />

Pero Israel busca pretextos para no incorporarse al<br />

banquete. Y desde ese rechazo y la cólera del rey («son<br />

un pueblo de dura cerviz») se produce la apertura a la<br />

invitación universal. Una invitación que llega a todos lo<br />

excluidos. Los primeros invitados no fueron dignos de<br />

la gratuita invitación. Habrá, ya desde ahora, otros nuevos<br />

invitados con otro «merecimiento», el fundado en la gratuidad<br />

de la llamada y no en los méritos propios para<br />

ser los invitados: «A todos los que encontréis, invitadlos<br />

a la boda». Por los caminos del mundo invitando, por la<br />

gracia, hasta que el salón de bodas se llene de comensales.


Sólo hay un traje de fiesta. El traje de quien es invitado<br />

por la gracia. El traje de los méritos propios es un traje<br />

tan indigno que no vale para sentarse en la mesa de invitados.<br />

Banquete universal<br />

¡Invítame al festín ele tu largueza<br />

y que la salvación colme mi anhelo;<br />

arranca de mis ojos este velo,<br />

que les hurta el color de tu belleza!<br />

Supe vivir en copia y en pobreza.<br />

Me dio tu Providencia gozo y duelo.<br />

Yo te di la torpeza de mi celo<br />

y el mezquino calor de mi tibieza.<br />

Mi traje no es lujoso ni adecuado,<br />

pero mi corazón se ha despojado<br />

de cualquier apetencia o atadura...<br />

Pon Tú lo que le falta a mi atalaje,<br />

pues no tengo otro hatillo o equipaje<br />

que el afán de gozar de tu ventura...


Wigesimonoveno domingo<br />

1. Ciro, instrumento de Dios<br />

(Is 45,1.4-6)<br />

El mensaje bíblico de hoy gira en torno a la «.división d<br />

poderes-»-, lo del César y lo de Dios.<br />

Pero la primera lectura quiere subrayar que «el poder<br />

del César» no ocurre al margen de Dios. De ahí la reflexión<br />

de Isaías sobre la relación del Dios de Israel con<br />

un monarca extranjero. Nunca a ningún rey de afuera se<br />

le había dado el título de «ungido», que era título mesián<br />

co. Y nunca, con ningún rey extranjero, se había «aliado»<br />

Dios de tal modo que llegase a considerar sus hazañas<br />

como propias.<br />

Ciro es el monarca del retorno del exilio. Su nueva<br />

política con los desterrados, les permitió volver a la tierra<br />

que dejaron. Aquella acción del monarca, que se tradujo<br />

en su beneficio, hace que, en todo Israel, Ciro disfrute<br />

de una especial estima. Se da la llamada-. «Te llamé por<br />

tu nombre». Una llamada extraña: «Aunque tú no me<br />

conocías». Expresión de una soberanía de Dios, que se<br />

extiende a las naciones. Y una extraña entronización-. «<br />

pondré la insignia, aunque no me conoces». Es frecuente


en la teología del Antiguo Testamento: Dios cumple sus<br />

designios, sirviéndose de instrumentos ajenos a la mediación<br />

propia de Israel. El Dios de Israel no es un Dios<br />

confinado.<br />

Pero, tampoco la vida de los pueblos gentiles es ajena<br />

a la providencia de Dios. Incluso sin saberlo ni confesarlo,<br />

todos los pueblos y sus dirigentes no son ajenos a<br />

los proyectos de Dios sobre la historia de los hombres y,<br />

muy en concreto, sobre la historia del Israel de la alianza.<br />

2. Palabras y convicciones<br />

(ITes 1,1 -5b)<br />

Comienza, hoy, la lectura de la primera Carta de Pablo a<br />

los tesalonicenses. Nos va introduciendo ya en la dimensión<br />

escatológica de los últimos domingos de este tiemp<br />

ordinario.<br />

Es una comunicación cercana y entrañable con los<br />

cristianos de Tesalónica: «Damos gracias por vosotros y<br />

os tenemos presentes en nuestras oraciones». Una descripción<br />

de la vida cristiana de la comunidad fundada por<br />

Pablo. En torno a las tres virtudes teologales, un breve, p<br />

significativo apunte: una fe activa, un amor esforzado y<br />

esperanza con aguante. En el cuerpo de la carta, desarroll<br />

Pablo lo que aquí sólo enuncia. Y, sobre todo, desarrollará<br />

el tema de la esperanza-, ella será la clave de la esper<br />

de la segunda venida del Señor.<br />

Recuerda a los tesalonicenses su elección. No son una<br />

comunidad formada por casualidad. Ellos se deben a un<br />

designio amoroso de Dios que llama. La construcción de<br />

la comunidad tuvo una base-, la proclamación del Evange


Interesante la descripción paulina de la acción evangelizados,<br />

origen de la comunidad: palabras y convicci<br />

profunda. Y en ambas, la fuerza del Espíritu Santo. Un<br />

ciado breve de todo esfuerzo evangelizador.<br />

3. Dios y el César<br />

(Mt 22,15-21)<br />

Astuta tentación para poner a prueba a Jesús. Intento de<br />

que confronte a los dos poderes en juego: el de Dios con<br />

del César; el del César con el de Dios.<br />

La respuesta de Jesús se ha utilizado siempre para<br />

distinguir esferas-, la civil y la religiosa. Cuando no hay t<br />

distinción, se siguen las confusiones y funcionan los<br />

atropellos. Las dos esferas son independientes. Pero, es<br />

Dios mismo quien instituye a la autoridad civil, incluso<br />

en el caso de aquellos que aún no lo reconocen (primera<br />

lectura). Pero, aun procedente de Dios, tiene esta autoridad<br />

su ámbito y sus propios fines, que es preciso respet<br />

«Dad al César ¡o que es del Cesan).<br />

Pero tampoco puede el César invadir el espacio que co<br />

rresponde a Dios-. «Dad a Dios lo que es de Dios». Dios n<br />

puede quedar arrinconado. Ni la historia puede cortar el<br />

«cordón umbilical» que la une al origen y a la meta de las<br />

cosas.<br />

Los caminos son distintos, y ambos gozan de su justa<br />

autonomía. Pero ambos tienen en Dios el origen, dirigién<br />

dose los dos a una única meta.<br />

En un lenguaje actual, podríamos hablar de que es<br />

preciso no confundir secularidad con secularismo, ni<br />

laicidad con laicismo. Y con el Concilio, hablaríamos de<br />

la legítima autonomía de las realidades temporales -in-


cluida la política-. Pero una autonomía -diríamos- que<br />

no corta el cordón umbilical que a toda realidad humana<br />

la liga con el Creador.<br />

Dios y el César<br />

Entre el César y Dios no hay competencia.<br />

Tiene cada nivel su autonomía.<br />

Todo en la creación es armonía,<br />

que condice poder y omnipotencia.<br />

La fe no invade el campo de la ciencia,<br />

pues el valor no quita cortesía;<br />

no humilla a ningún ser la jerarquía<br />

ni empaña el albedrío de la obediencia.<br />

Ciro es ungido, pese a ser pagano,<br />

y el mismo Dios lo lleva de la mano<br />

-liberando a Israel- a la victoria.<br />

No le importa la fe en ningún momento:<br />

lo elige como dócil instrumento<br />

de su amor en el curso de la historia.


Trigésimo domingo<br />

1. «Los» preceptos del amor<br />

(Éx 22,20-26)<br />

Gran parte del Código legal del Éxodo se refiere a las relaciones<br />

interhumanas. Una aplicación concreta de la rela<br />

horizontal que produce la alianza. La alianza con su Dios<br />

no hace que el pueblo mire tan sólo hacia arriba, para<br />

ser fiel a lo pactado. La alianza le hace también mirar<br />

hacia el prójimo. En el hombre se defiende o se maltrata l<br />

causa del mismo Dios.<br />

Ni opresión ni vejación al forastero..., subrayando la<br />

zón: «También vosotros fuisteis forasteros en Egipto».<br />

Gratuitamente recibieron la mirada y la visita del Dios<br />

liberador. Ahora les toca a ellos expresar la misma actitud<br />

liberadora.<br />

Nada de explotar a las viudas y a los huérfanos (exp<br />

para señalar a las clases más débiles del pueblo) ¡Que<br />

no se puede repetir hacia dentro la humillación que ellos<br />

mismos sufrieron causada por los de fuera!<br />

Nada tampoco de usura ni cualquier aprovechamient<br />

de la debilidad económica del prójimo. No se puede<br />

«comprar» al débil, aprovechando sus necesidades para<br />

el interés personal.


En todo comportamiento con el prójimo es Dios mismo<br />

quien está puesto en causa.- «Si gritan a mí, yo los escucharé,<br />

porque soy compasivo».<br />

2. La alegría de la Palabra acogida y anunciada<br />

(ITes 1,5c-10)<br />

Continúa el diálogo de Pablo con la Iglesia de Tesalónica.<br />

La mayor alabanza del Apóstol, que acogieron la Palab<br />

Una acogida que se realiza en medio de dificultades:<br />

«Entre tanta lucha». Pero también la actitud imprescindible<br />

para acogerla como Buena Nueva: «Con alegría del<br />

Espíritu Santo».<br />

La Palabra acogida se convierte en los tesalonicenses<br />

en Palabra anunciada. Y anunciada, ante todo, con la vid<br />

«Llegasteis a ser un modelo para todos los creyentes». Es<br />

toda la comunidad la que se ha hecho misionera... ¡y a lo<br />

grande! «Desde vuestra comunidad, la palabra del Señor<br />

ha resonado no sólo en Macedonia y en Acaya, sino en<br />

todas partes».<br />

Ha sido una tarea misionera cercana-. Pablo no tiene<br />

explicar nada, «porque su fe en Dios ya ha corrido de<br />

boca en boca». Y ha sido una evangelización testimoni<br />

Ellos han contado su propia experiencia a los demás:<br />

Han abandonado los ídolos para seguir al Dios vivo y<br />

verdadero.<br />

Marcada por la esperanza escatológica, la comunidad<br />

de Tesalónica añade a su predicación su mirada hacia e<br />

futuro: viven «aguardando la vuelta de jesús, el Hijo, desde<br />

el cielo». Apertura a la Parusía, fundada en el núcleo de<br />

la fe: aguardan «a que se manifieste quien ha resucitado<br />

a Jesús de entre los muertos».


3. «El» precepto del amor<br />

(Mt 22,34-40)<br />

Gracias a aquel fariseo que quiso poner a prueba a Jesús,<br />

tenemos de sus propios labios el resumen de todos sus<br />

preceptos.<br />

A Jesús le preguntaron por el precepto primero y el más<br />

fundamental del conjunto de la Ley. Responde con la<br />

recitación cotidiana de todo piadoso israelita: «Amarás<br />

al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma,<br />

con todo tu ser». El mismo Jesús recitaría a diario el<br />

«shema», el «escucha, Israel», con el que se introduce el<br />

mandamiento del amor a Dios.<br />

Pero, en labios de Jesús, hay otro mandamiento que,<br />

aunque segundo, «es semejante al primero». Tanta es la semejanza<br />

que no se puede dar el uno sin el otro. «Estos<br />

diez mandamientos se encierran en dos», aprendimos ya<br />

desde niños en el catecismo, que se inspiraba en esta<br />

respuesta de Jesús.<br />

La semejanza de amores eleva el amor al prójimo, dándole<br />

un rango teológico... Las expresiones de este amor enunciadas<br />

en la primera lectura, las que jalonaron la vida<br />

de Israel y han embellecido la vida de la Iglesia son, en<br />

definitiva, expresiones de un mismo amor a Dios, unido<br />

por voluntad expresa de él de manera indisoluble al amor<br />

a nuestro prójimo.<br />

Lo resume así nuestro soneto: «Amar es convivir sin<br />

hacer daño,/ dialogar sin trastienda y sin engaño,/ rendir<br />

con humildad las sinrazones.../ compartir la escasez o<br />

la abundancia/ y dejar a tu paso la fragancia, de la Ley<br />

encarnada en tus acciones».


Ama y haz lo que quieras<br />

«Ama y haz lo que quieras...». ¡Qué evidencia<br />

suma san Agustín al Mandamiento!<br />

Porque el amor es más que sentimiento...,<br />

es fuego que transforma la querencia.<br />

Amar es eficacia, no apariencia<br />

o ensoñación sin quicio ni cimiento...,<br />

es obrar con sentido y argumento<br />

a la luz cenital de la conciencia.<br />

Amar es convivir sin hacer daño,<br />

dialogar sin trastienda y sin engaño,<br />

rendir con humildad las sinrazones...,<br />

compartir la escasez o la abundancia<br />

y dejar a tu paso la fragancia<br />

de la Ley, encarnada en tus acciones.


Trigésimo primer domingo<br />

1. La ley convertida en un tropiezo<br />

(Mal I,l4b-2,2b.8-l0)<br />

Puestos para guiar, los sacerdotes se convierten en<br />

tropiezo. Acusación de Malaquías de una dureza implacable.<br />

A los sacerdotes de Jerusalén les falta obediencia y<br />

disponibilidad ante el nombre del Señor. Recibirán de Él l<br />

maldición.<br />

Los guías se han apartado del camino; los acompañantes<br />

hacen tropezar a muchos; los custodios de la<br />

alianza, la invalidan... ¡Sombrío panorama! Los pecados<br />

de los sacerdotes se resumen en «no haber guardado mi<br />

caminos». Pero se destaca uno de ellos: «Os fijáis en las<br />

personas al aplicar la Ley». La injusta acepción de perso<br />

que tanto sufrimiento y dolor causó siempre en los humildes.<br />

Y es que, con la acepción de personas, se ofende al P<br />

de todos. La pregunta retórica de Dios a estos parciales<br />

sacerdotes es convincente y tierna: «¿No tenemos todos<br />

a un mismo Padre?». Ya apuntaba Malaquías a la común<br />

filiación para urgir fraternidad. La imagen y semejanza<br />

impresas por el Creador a todos nos alcanza, sin exclu-


siones parciales: «¿No nos creó el mismo Señor?»,<br />

Y la impresionante implicación de Dios en las ofensa<br />

al prójimo. Es el mismo nombre de Dios el que queda<br />

profanado, «cuando un hombre despoja a su prójimo».<br />

2. El rostro materno de la acción pastoral<br />

(lTes2,7b-9.I3)<br />

Desahogo personal de Pablo con la Iglesia de Tesalónica...<br />

Un desahogo realizado con exquisita ternura. Los ha<br />

tratado, en efecto, «como una madre cuida de sus hijos».<br />

Un «oficio materno» que subraya toda la fuerza oblativa<br />

del cariño. Él es el motor de una entrega sin reservas. E<br />

un cariño tan grande, «que deseábamos entregaros no<br />

sólo el evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias<br />

personas» (¡qué diferencias con «los guías» de la primera<br />

lectura).<br />

Y es un cariño acreditado por las obras: los trabajos<br />

Evangelio. A los esfuerzos y fatigas, añade Pablo el gesto<br />

de la gratuidad: «Trabajando día y noche, para no serle<br />

gravoso a nadie».<br />

El cariño es recíproco. Pablo ve recompensado su<br />

trabajo por una respuesta generosa por parte de los tésal<br />

nicenses «que le habían ganado su amor».<br />

La respuesta tiene que ver con la acogida de la Palab<br />

En medio de tanto y tan fiel recíproco cariño, la acogida<br />

no se refiere a la palabra de Pablo («no la acogisteis<br />

como palabra de hombre»), sino a la misma palabra de<br />

Dios (la acogisteis, «tal cual es en verdad, como palabra<br />

de Dios»).<br />

El recíproco cariño entre Pablo y la comunidad encuent<br />

una referencia última: «La palabra de Dios que permane-


ce operante en vosotros, los creyentes»... Una Palabra<br />

que es más grande que Pablo y que la comunidad de<br />

Tesalónica.<br />

3. La ley convertida en fardo<br />

(Mt 23,1-12)<br />

No es menos dura la denuncia de Jesús contra los líderes,<br />

comparada con la de Malaquías (primera lectura).<br />

Ambas tienen en común una queja. Ponen ambas en el<br />

punto de su mira a aquellos que agobian a los demás<br />

con cumplimiento de leyes, quedándose ellos al margen:<br />

«Dicen, pero no hacen». Estos no se merecen la escucha:<br />

«Porque no hacen lo que dicen». «No hagan lo que ellos<br />

hacen».<br />

Son muchos los motivos de la queja de jesús-, imponen a<br />

otros las cargas que ellos mismos no están dispuestos a<br />

llevar; obran por ostentación: «Para que los vea la gente»;<br />

les gusta hacer las cosas con boato y son ambiciosos a<br />

la hora de escoger los puestos: «Les gustan los primeros<br />

puestos en los banquetes y los puestos de honor en las<br />

sinagogas»; disfrutan con que otros se humillen ante<br />

ellos: «Que les hagan reverencias por las calles y que la<br />

gente los llame "maestros"».<br />

No deben de ser nunca así los líderes cristianos. Su calidad<br />

es de hermanos y no de padres ni jefes... Del propio<br />

Jesús han aprendido la norma: «El primero entre vosotros<br />

sea vuestro servidor». Podemos rogar con nuestro soneto:<br />

«Guarda mi alma, Señor, de la arrogancia,-/ de la ambición<br />

mezquina y traicionera;/ que la unción, entendida<br />

a tu manera,/ me aleje del boato y la jactancia».


Predicar y dar trigo<br />

Guarda mi alma, Señor, de la arrogancia,<br />

de la ambición mezquina y traicionera;<br />

que la unción, entendida a tu manera,<br />

me aleje del boato y la jactancia.<br />

Ayúdame en cualquiera circunstancia<br />

a henchir de su presencia cada espera,<br />

a encender con tu luz cada ceguera<br />

y aliviar la escasez con tu abundancia.<br />

Que al decir con rigor el Padrenuestro,<br />

te aclame como el jefe y el maestro,<br />

situado al nivel de mis hermanos.<br />

Que en senda abrupta o en jornada larga<br />

ayude a todos a llevar su carga<br />

hasta dejar sus vidas en tus manos...


Trigésimo segundo domingo<br />

1. La vela y la madrugada<br />

para encontrar la Sabiduría (Sab 6,12-16)<br />

Cercanos ya al final del año litúrgico, la liturgia nos<br />

confronta con la espera vigilante. Una vigilia y espera qu<br />

tienen su recompensa en el encuentro anhelado.<br />

En la primera lectura es la Sabiduría la que nos sale<br />

al encuentro: «La ven fácilmente los que la aman, y la<br />

encuentran los que la buscan». Ella misma toma la iniciativa...<br />

y se muestra. Y espera, paciente, a todos los que<br />

la buscan<br />

Hay quienes la desean y hasta madrugan por ella. Allí «<br />

encuentran, sentada a la puerta». Los hay que velan por<br />

ella y, en su vigilia, «pronto se ven libres de preocupaciones»<br />

Aunque no todos velan ni madrugan... Pero, también<br />

para ellos, ella misma se convierte en buscadora del encuentro<br />

«Va de un lado para otro, buscando»; eso sí,<br />

buscando «a quienes la merecen». Con benignidad, ella<br />

anda por los caminos, «y les sale al paso en cada pensamiento»<br />

Una hermosa descripción de la «.inquieta Sabiduría»


toda costa, quiere el encuentro para comunicar todo<br />

aquello que ella es y todo lo que posee. Hacemos la<br />

súplica de nuestro soneto: «¡Oh Dios, Tú eres mi Dios,<br />

por ti madrugo!/ Anhela mi alma tu Sabiduría./ Llueve sus<br />

aguas sobre mi sequía...,/ pon sabor en mis labios con su<br />

jugo».<br />

2. La «suerte» de los difuntos<br />

(ITes 4,13-17)<br />

Lo que toca a los difuntos es su «suerte». ¿Mirarla con<br />

aflicción y honda desesperanza? Es duro el que nuestra<br />

vida venga a acabar en la tumba. Una brecha queda abier<br />

en lo más hondo del hombre. Para cerrar esa brecha escribe<br />

Pablo a los cristianos de Tesalónica. No los quiere<br />

afligidos ni desesperados ante el misterio de la muerte,<br />

como ocurría con tantos a su alrededor. Como ocurre y<br />

ocurrirá siempre: confrontados con el misterio del fin.<br />

La clave hay que buscarla en la resurrección de jesú<br />

Creída por la fe, la resurrección no es un «acontecimiento»<br />

que afecte tan sólo a Jesús. Ella abarca mucho más:<br />

«A los que han muerto en Jesús, Dios los llevará con él».<br />

Nuestra unión sacramental en el bautismo con Jesús crucificado<br />

es también una unión con jesús resucitado-. «Un<br />

con él con una resurrección como la suya»<br />

Queda fuera de lugar la preocupación por la «suerte»<br />

de los muertos. Se trata de una «buena suerte»: ser los<br />

primeros en estar con el Señor, aventajando a los que<br />

quedamos vivos. Llegar antes a la meta; ser, por tanto,<br />

los primeros vencedores.


3. La vela para encontrar al Señor<br />

(Mt 25,1-13)<br />

La exhortación final da el tono a todo el texto: «Velad,<br />

porque no sabéis ni el día ni la hora». Se trata también<br />

de un encuentro. Un encuentro que es seguro, pero incierto.<br />

Su espera puede producir pereza y hasta sueño.<br />

Dos actitudes frente a la espera, reflejadas en dos gru<br />

de doncellas. La parábola sólo se fija en su vela. No se<br />

trata de juzgar si las doncellas sensatas fueron poco<br />

generosas con las necias. Es una imagen sencilla con la<br />

simple intención de comparar un encuentro logrado con u<br />

encuentro fallido.<br />

El secreto está en el aceite sobrante. En el aceite llevad<br />

por si la espera era larga. Las unas se proveyeron; las<br />

otras se descuidaron. La previsión o el descuido de llenar<br />

buenas obras el largo tiempo de espera.<br />

E! encuentro se realiza, si es que el aceite rebosa; pe<br />

cuando el aceite falta no puede lucir la lámpara que permita<br />

el poder reconocerse: «Os aseguro, no os conozco».<br />

No puede darse una mayor frustración para quien esperaba<br />

el encuentro. Les vino a faltar aceite para poder<br />

«alumbrarlo».


Cuando llegue el Esposo<br />

«¡Oh Dios, Tú eres mi Dios, por ti modrugo!».<br />

Anhela mi alma tu Sabiduría.<br />

¡Llueve sus aguas sobre mi sequía...,<br />

pon sabor en mis labios con su jugo!<br />

Quiero nutrir mi fe con un mendrugo<br />

de su pan suculento, cada día...,<br />

vocear por las plazas su valía<br />

tras rumiarla en la sombra de mi ostugo...;<br />

ir a su luz urdiendo la esperanza<br />

y el amor radical con que se alcanza<br />

la vida en la fontana de su centro...,<br />

y aderezar con su óleo generoso<br />

mi lámpara, aguardando a que el Esposo<br />

llegue, resucitado, hasta mi encuentro.


Trigésimo tercer domingo<br />

1. Para saber trabajar en la espera<br />

(Prov 31,10-13.19-20.30-31)<br />

Un canto al trabajo honrado y bien hecho. Se concreta<br />

en el ejemplo de una mujer hacendosa y con gracejo.<br />

Una cascada de alabanzas que vienen a terminar en un<br />

verdadero canto «por el éxito de su trabajo».<br />

Ese canto al trabajo resuena en la primera lectura de<br />

la liturgia de este domingo. La espera en la venida del<br />

Señor nunca podrá convertirse en una esperanza pasiva<br />

Para una esperanza activa, esta mirada a la exaltación de<br />

trabajo en el Antiguo Testamento.<br />

Más allá de la referencia utilitarista que la mujer trabajadora<br />

reporta a su marido, hay en el texto afirmaciones<br />

hermosas sobre el trabajo, concretado en este ejemplo<br />

de una mujer hacendosa.<br />

Es un trabajo que da a la persona más valor que las<br />

perlas. Y es de más consistencia que el gracejo y la hermosura.<br />

Es fruto del temor de Dios, y da lugar para poder<br />

compartir: «Abre sus manos al necesitado y extiende el<br />

brazo al pobre». Es causa de la mejor pública alabanza<br />

de la gente: «Sus obras se alaban en la plaza».


Retenemos este valor del trabajo con el que el ser hu<br />

mano (hombre/mujer) multiplica los bienes recibidos para<br />

ser administrados, los comparte y, por su gran actividad,<br />

recibe la alabanza.<br />

2. Como un ladrón en la noche<br />

(ITes 5,1-6)<br />

Las especulaciones sobre la venida gloriosa del Señor hacían<br />

las delicias de muchos en la Iglesia primitiva (...y la<br />

siguen haciendo en grupos religiosos cristianos de cuño<br />

apocalíptico). Tesalónica fue testigo de muchas de estas<br />

especulaciones. El anuncio de una llegada inminente del<br />

Señor desactiva la esperanza activa. Introduce al creyent<br />

o a la entera comunidad en una pasividad perezosa y<br />

culpable.<br />

Pablo apela a lo que los tesalonicenses «saben perfectamente».<br />

Él lo habría repetido con frecuencia: «Que el<br />

día del Señor llegará como un ladrón en la noche». Y saca<br />

las consecuencias: será un día repentino y de improviso.<br />

Es inútil hacer cálculos. Y a muchos los sorprenderá desprevenidos...<br />

Pero hay otro tipo de espera: quien no vive en la noche<br />

ni en las tinieblas no debe temer nada... Para ese,<br />

no hay sorpresas de los ladrones nocturnos, porque ha<br />

hecho toda su vida una experiencia del día. Y en el día<br />

ha establecido su existencia. Una permanente vigilia co<br />

una preparación que nunca el sueño interrumpe. Así lo<br />

recuerda nuestro soneto: «Alejado de necias fantasías/<br />

realiza tu deber aquí y ahora/ como si al sol de la siguiente<br />

aurora/ fuera a ocurrir la vuelta del Mesías».


3. La encomienda de un trabajo permanente<br />

(Mt 25,14-30)<br />

La parábola de los talentos cierra el pequeño ciclo de los<br />

últimos domingos del tiempo ordinario. Y nos fija la mirada<br />

en el compromiso con la tierra. Son domingos de sa<br />

escatológico. Pero, bien lo sabemos ya, la escatología no<br />

nos saca de ¡a historia.<br />

No importa lo que hayamos recibido. Lo que importa<br />

es recibirlo «con gratitud» y trabajarlo «.con empeño-». N<br />

tros bienes no son nuestros. Nos han sido encomendados.<br />

Pero están en nuestras manos. No para ser cautelosamente<br />

guardados; lo están para ser multiplicados;<br />

y aumentados en un serio compromiso, ser de nuevo<br />

devueltos a las manos que los dieron.<br />

¡Que no podemos ser en la vida «empleados negligentes<br />

y holgazanes»! Quedarnos sin realizar la tarea<br />

significa no llenar nuestra existencia de la obediencia a<br />

la herencia y al mandato: «Llamó a sus empleados y los<br />

dejó encargados de sus bienes». Nos viene a la memoria<br />

el encargo del cuidado de la tierra que, al principio, hiz<br />

Dios a los humanos... Y la espera se nos llena así de un<br />

empeño permanente en devolver al Señor los bienes mult<br />

plicados.


Negociar los talentos<br />

¡Vendrá el Señor! No gastes energías<br />

especulando el cómo, el día o la hora...<br />

Vendrá sin adelanto ni demora.<br />

¡Negocia los talentos y los días!<br />

Alejado de necias fantasías,<br />

realiza tu deber aquí y ahora<br />

como si al sol de la siguiente aurora<br />

fuera a ocurrir la vuelta del Mesías.<br />

Teme al Señor y sigue su camino:<br />

te nutrirá, sabroso el pan y el vino<br />

de tu trabajo y de su Eucaristía.<br />

Medrarás en los hijos..., y tu esposa<br />

será parra fecunda y vigorosa<br />

en al cálido hogar de la alegría.


1. El Rey-Pastor<br />

(Ez 34,11-12.15-17)<br />

Cristo, rey del universo<br />

Culmina el año litúrgico con la solemnidad de Cristo Rey.<br />

La gloria universal que supone su Reinado realiza la profe<br />

cía de Ezequiel sobre un futuro pastoreo universal de Di<br />

Frente a la ineficacia de todos los reyes-pastores de<br />

su pueblo, el mismo Señor se auto presenta como el futuro<br />

Rey-Pastor: «Yo mismo en persona buscaré mis ovejas,<br />

siguiendo su rastro». La iniciativa es una búsqueda<br />

que parte de Dios. Una búsqueda que es liberadora: «La<br />

libraré, sacándolas de todos los lugares donde se dispersaron».<br />

Dispersión y alejamiento son un mal para las ove<br />

Acontecieron en «un día de oscuridad y nubarrones».<br />

El Señor ofrecerá también nuevos pastos, y con sus cui<br />

dados podrán las ovejas descansar. Un pastoreo ideal que<br />

en Israel, esperaba al mediador que algún día lo hiciera<br />

realidad.<br />

En el pastoreo de Dios hay una preferencia: los débil<br />

y perdidos, los enfermos y descarriados...; todas aquellas<br />

ovejas que los reyes-pastores de Israel no habían sabido<br />

o no habían querido cuidar.


Tal cuidado de Dios engendra responsabilidad. No pue<br />

den las ovejas quedarse indiferentes. Ya no pueden poner<br />

el pretexto de estar abandonadas, como si no tuvieran<br />

pastor. Por eso, el Rey-pastor va a pedir la respuesta:<br />

«Voy a juzgar entre oveja y oveja; entre carnero y macho<br />

cabrío».<br />

2. «Cristo tiene que reinar»<br />

(ICor 15,20-26.28)<br />

La resurrección de Jesús como «primicias-» desencaden<br />

una corriente de resurrección y de vida que alcanza a<br />

todo el universo. En las primicias, en efecto, ya quedaba<br />

consagrado el conjunto de la cosecha. Hubo una<br />

«primicia» de muerte en el primer hombre, Adán; y hay<br />

una «primicia de vida, en Cristo», el hombre nuevo y<br />

definitivo.<br />

El primero, por tanto, Cristo. Con él, todos los cristianos,<br />

«cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino».<br />

Antes, habrá acontecido «la aniquilación de todo principado,<br />

potestad y fuerza». Liquidación que es liberación<br />

de todas las fuerzas que someten y esclavizan. Sobre ella<br />

el reinado de Cristo como salvación, gracia y verdad... U<br />

reino «que sufre violencia»... «hasta que Dios haga de<br />

sus enemigos estrado de sus pies» y se vea aniquilado el<br />

último enemigo: la muerte.<br />

El reinado de Cristo habrá consistido, pues, en aquel<br />

proceso de gracia que reconduce todo lo creado a la<br />

meta que estuvo también en su origen... Será el momento<br />

final y el gran comienzo: «Dios lo será todo en todos».<br />

Impresionante «recapitulación» de todas las cosas en<br />

Cristo. En él todas ellas retornan al Padre.


3. El juicio del Rey-Pastor<br />

(Mt 25,31-46)<br />

Terminaba el texto de Ezequiei (primera lectura) con el<br />

anuncio del juicio entre oveja y oveja... El evangelio de<br />

Mateo ve ese juicio realizado por Jesús, el Hijo del Hombre<br />

a quien Dios le dio el poder de juzgar.<br />

La escena es impresionante y conmovedora. Impresiona<br />

por su solemnidad; conmovedora por su contenido. La<br />

solemnidad hace de Jesús el Rey que discierne entre los<br />

suyos. Lo sienta en su trono y lo rodea de todos sus ángeles.<br />

Señal y expresión de que algo importante está por<br />

suceder.<br />

Importante es el juicio. Sorprendente, el contenido E<br />

discernimiento se juega en el trato otorgado o negado<br />

a los débiles. El acento sobre el Rey-Pastor de Ezequiei,<br />

buscador de débiles y descarriados, pasa en Mateo a la<br />

oveja débil y necesitada: «Tuve hambre, estaba desnudo,<br />

enfermo y encarcelado, fui forastero...». Es la densidad<br />

que tiene la especial encarnación de Jesús en los pobres.<br />

El trato compasivo a los pobres no es un simple mandato<br />

del Pastor-Rey; es la misma relación con el Pastor<br />

la que está en juego. Identificación que hará decir a Juan<br />

Pablo II que estamos «frente a una página de cristología<br />

y no simplemente de moral».<br />

Lo sorprendente es, en efecto, que uno no se encuentra<br />

con un simple mandato cumplido, sino con una<br />

relación especial con el Señor asumida u omitida. Por<br />

eso, el «estar» futuro con Cristo será también diferente:<br />

«en Cristo», con Dios; «sin Cristo», el castigo eterno.


El redil es tu Reino<br />

¡Ven, ven, Señor Jesús! Tu pueblo espera,<br />

ven a dar plenitud a tu reinado.<br />

El rebaño que el lobo ha dispersado,<br />

husmea los rastros de tu cabañera.<br />

¡Ven, ven, Señor Jesús, pronto a su lado!<br />

Remedia su extravío y su cojera;<br />

condúcelo al festín de tu pradera...,<br />

a la fuente lustral de tu cuidado.<br />

Haz que por la fe vea en lontananza<br />

el soñado redil; guía su esperanza<br />

por rizales, quebradas y recodos...<br />

El redil es tu Reino..., la certeza<br />

de una grey, ensamblada a su Cabeza,<br />

para que Dios lo sea todo en todos.


SOLEMNIDADES<br />

Y FIESTAS<br />

«.Con todos tus santos,<br />

cantamos para ti»


La Presentación del Señor<br />

(2 de febrero)<br />

1. Una entrada purificadora<br />

(Mal 3,1-4)<br />

La entrada del «mensajero» en el santuario es subrayada<br />

con especial intención por el Profeta. Hay una invitación<br />

apremiante: «Miradlo entrar». Porque no es una entrada<br />

cualquiera. El Mensajero llega al templo para purificarlo.<br />

Las imágenes no pueden ser más expresivas. Designan<br />

una purificación a fondo: fuego y lejía. El fuego del<br />

fundidor que separa los metales de la ganga; la lejía del<br />

lavandera que arranca la suciedad más pertinaz.<br />

La finalidad de la entrada es, pues, la purificación del<br />

templo y de su culto. Se habían deteriorado las ofrendas<br />

y quedaba para Dios lo que ya nadie quería ni para su<br />

propio uso. Esa es la preocupación de este profeta posexílico.<br />

Es verdad que ha cambiado «el motivo» de la<br />

preocupación profética por el culto, comparado con la<br />

profecía clásica. Pero, en el fondo, se mantiene la misma<br />

insistencia: a Dios no se le da cualquier cosa,- El pide<br />

siempre «la ofrenda como es debido» (la ofrenda «como<br />

Dios manda»).


2. Jesús, «sumo sacerdote en lo que se<br />

refiere a Dios» (Heb 2,14-18)<br />

La presentación de Jesús en el Templo inaugura su relación<br />

con esta central institución del pueblo judío. Con<br />

fina sensibilidad, la liturgia de la Iglesia introduce en este<br />

contexto la enseñanza de Hebreos sobre el sacerdocio<br />

de Cristo. Sacerdocio y templo son realidades que se<br />

reclaman mutuamente.<br />

Pero, con la lectura de Hebreos, se quiere subrayar la<br />

originalidad de esa relación en el caso de Cristo. Entra al<br />

Templo quien dirá de sí mismo ser el nuevo templo de<br />

Dios. Se somete a un acto de culto quien inaugurará el<br />

«culto en espíritu y en verdad».<br />

La indicación va, pues, en la línea del nuevo culto-.<br />

aquella nueva relación con Dios que parte del compartir<br />

solidario con los hermanos que han de ser relacionados:<br />

«Tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser<br />

un sumo sacerdote compasivo y fiel». La expiación de los<br />

pecados pedía de Jesús solidaridad con los pecadores.<br />

Una solidaridad llevada hasta el extremo. Hasta un<br />

amor entregado y dolorido. Un paso a través del dolor<br />

que es la credencial de Jesús para poder realmente auxiliar...<br />

El Templo y el culto han sido realmente purificados<br />

por el fuego y la lejía de la entrega de Jesús a una muerte<br />

de cruz.<br />

3. «Una espada te atravesará el alma»<br />

(Le 2,22-40)<br />

En el día de la presentación de Jesús en el Templo, la<br />

mirada se nos va también a la Madre. Para ella fue el día


de su «purificación». Y a ella se dirigió también el anciano<br />

Simeón.<br />

De manera sencilla, nos dice Lucas: «Su padre y su<br />

madre estaban admirados por lo que se decía del niño».<br />

Una admiración frecuentemente referida por Lucas en el<br />

evangelio de la infancia Como si nos quisiera expresar<br />

un conocimiento progresivo de sus padres acerca de la<br />

identidad más honda de Jesús. En la Presentación, de su<br />

identidad como luz y salvación para todas las naciones y<br />

para gloria de Israel.<br />

No será, sin embargo, un espectacular camino de<br />

gloria el que le espera. Será una «bandera discutida-» en u<br />

discernimiento de corazones. En muchos, la actitud de<br />

su corazón será tan contraria a lesús que se deja entrever<br />

lo que será su muerte y pasión.<br />

Ese contexto de pasión da una «densidad dolorosa» a la<br />

bendición de Simeón: «Simeón ios bendijo, diciendo a<br />

María: y a ti, una espada te traspasará el alma». Comunión<br />

de la Madre en una luz que alumbra desde la oscuridad<br />

del sufrimiento, transformado en necesario paso a<br />

la gloria.


Llega a su casa mi Señor<br />

Llega a su Cosa mi Señor, ungido<br />

luz de fe para todas las naciones...,<br />

prenda y rescate de los corazones,<br />

que el pecado de Adán había rendido.<br />

Fuego de fundidor enardecido<br />

será el amor que impulse sus acciones...,<br />

lejía de lavandero a borbotones<br />

su sangre, cuando sea suspendido...<br />

Llega a su Cosa mi Señor... Proclama<br />

Simeón el consuelo que derrama<br />

sobre Israel el Hijo prometido<br />

Ana, la profetisa -anciana y rica<br />

en oración y ayunos- testifica<br />

la salvación de Dios, que se ha cumplido.


San ]osé, esposo de la Virgen María<br />

(19 de marzo)<br />

1. Una sencilla expresión de la Adeudad de Dios<br />

(2Sam 7,4-5a.l2-14a.l6)<br />

Dios es fiel y cumple sus promesas. Lo hace, sin embargo<br />

de manera tan sencilla que para muchos son cumplimientos<br />

que pasan desapercibidos. La importante profecía de<br />

Natán sobre la solidez y firmeza del trono de David tiene<br />

en José un eslabón tan importante como sencillo.<br />

Importante, porque a través de José, Jesús queda arraigado<br />

en la historia concreta de su pueblo. Y queda arraigado<br />

«como la descendencia que saldrá de tus entrañas»,<br />

para que la realeza quede definitivamente consolidada.<br />

El futuro Rey esperado; aquel tan cercano a Dios que<br />

se podrá decir de su mutua relación: «Yo seré para él un<br />

padre y él será para mí un hijo». Aquel que hace que «el<br />

trono de David permanezca para siempre».<br />

Sencillo, porque el último eslabón de este arraigo, José,<br />

no tiene la espectacularidad del ensueño. Tiene el cercano<br />

cumplimiento de un humilde carpintero. Sencillez<br />

que causa extrañeza, y corrige expectativas grandiosas.<br />

De la «descendencia anhelada» se preguntarán muchos<br />

con escepticismo: «Pero, ¿no es este el hijo de José, el<br />

carpintero?».


2. La promesa asegurada para la descendencia<br />

(Rom 4,13.16-18.22)<br />

El texto de la Carta a los romanos sirve para situar a José<br />

en el contexto de la promesa gratuita de Dios a Abrahán.<br />

Uno de los aspectos de la promesa fue la descendencia.<br />

recuerda Pablo, «no sólo para la descendencia legal, sino<br />

también de la que nace de la fe de Abrahán».<br />

Paternidad, descendencia, promesa, gracia, fe... es el<br />

contexto en que se mueve la respuesta del creyente. La<br />

paternidad por la fe y la descendencia de gracia son el<br />

específico de José... También él «creyó contra toda esperanza»,<br />

superando las dudas de su paternidad singular.<br />

No según la carne, pero sí según la fe, puede ver losé<br />

realizada en su historia personal la promesa hecha a<br />

Abrahán: «Así será tu descendencia».<br />

3. Los reparos de losé y su fidelidad obediente<br />

(Mt 1,16.18-21.24a)<br />

No disimula Mateo la zozobra de ]osé ante un hecho inesperado<br />

y, para él, inexplicable: «Antes de vivir juntos,<br />

resultó que ella esperaba un hijo». Hasta ahí, la experiencia<br />

de (osé. Que fuera «del Espíritu Santo» se le revelará<br />

después.<br />

Desde una duda real, toma la decisión (osé: «Decidió repudiarla<br />

en secreto». Una delicadeza humana del esposo<br />

que Mateo atribuye a su integridad: «Como era justo y no<br />

quería denunciarla...». Con justicia bondadosa supera la<br />

legalidad. Le interesa más su esposa que la ley.<br />

Y en la misma duda se hace la luz. Mediante el sueño<br />

revelador le llega la claridad. No se encuentra ante una


falta que se merezca el repudio; está ante el misterio que l<br />

pide adoración: «La criatura que hay en ella viene del Espí<br />

ritu Santo».<br />

Y, desde entonces, a él se le encargan las funciones de<br />

padre Le corresponderá a él ponerle el nombre. Un nombre<br />

que le es dado; fosé recibe una orden: «Y tú le pondrás<br />

por nombre Jesús». Pero le tocará a él como padre<br />

aquel acto importante de dar nombre al recién nacido,<br />

losé acogió, nombró y acompañó desde una fidelidad<br />

obediente. Así lo llama nuestro soneto: «¡losé! Luz de<br />

silencio clamoroso/ Fidelidad tallada en la obediencia./<br />

Atalaya de fe. Flor de paciencia».<br />

Custodio fiel<br />

¡José! Luz de silencio clamoroso.<br />

Fidelidad tallada en la obediencia.<br />

Atalaya de fe. Flor de paciencia.<br />

Chortal de amor continuo y pudoroso.<br />

Regostadero del dolor gozoso.<br />

Abrigo en el acoso y la inclemencia.<br />

Sin par testigo de la trascendencia.<br />

Artesano del gozo doloroso.<br />

Honesto hasta dejárselo de sobra,<br />

oye en sueños a Dios y al punto obra,<br />

ahogando en la piedad su lucha interna...<br />

Ni una de sus palabras hizo historia;<br />

bastaba su impecable ejecutoria...<br />

¡Custodio fiel de la Palabra eterna!


Anunciación del Señor<br />

(25 de marzo)<br />

1. La virgen está encinta<br />

(Is 7,10-14; 8,10)<br />

Prevaleció en la liturgia de occidente el tiempo biológico<br />

de la concepción y engendramiento de Jesús (25 de<br />

marzo: nueve meses hasta el 25 de diciembre) sobre el<br />

sentido de celebración de adviento que conserva en la<br />

liturgia oriental.<br />

Sea cual sea su colocación temporal, la celebración<br />

tiene un hondo sentido y arraiga de una manera definitiva<br />

al Verbo de Dios en la carne humana de la Virgen.<br />

El oráculo de Isaías al desconfiado rey Acaz es sólo<br />

una señal. Aquella señal que el rey no quería pedir, pero<br />

que el mismo Señor se da: el nacimiento de un niño, con<br />

fuerza salvadora, que su nombre es ya una descripción<br />

de su misión: «Le pondrá por nombre Enmanuel, que<br />

significa "Dios con nosotros"».<br />

La angustia de saber si realmente Dios estaba con su<br />

pueblo acompañó siempre la experiencia histórica de<br />

Israel. Nacido como pueblo de Dios, no fue siempre el<br />

pueblo fiel que mereciera su presencia. Pero, en medio<br />

incluso de la infidelidad y por la fuerza salvadora de


su promesa, Dios va a estar «llegando» continuamente<br />

en todas las etapas de su historia. Isaías refleja una de<br />

esas llegadas, en tiempos de la monarquía, y anuncia<br />

una descendencia salvífica próxima. Pero la profecía qued<br />

abierta a una descendencia salvadora más plena, a través<br />

del engendramiento de una doncella-virgen y de un Hijo<br />

que será en verdad «Dios con nosotros», por ser el Verbo<br />

encarnado.<br />

2. La carne del Verbo: el nuevo sacrificio<br />

(Heb 10,4-10)<br />

Desde la encarnación misma, jesús es el nuevo u definitiv<br />

sacrificio. Él es sacerdote, víctima y altar. De su


meras reflexiones de los Santos Padres se afirmaba.- «Caro<br />

salutis est cardo» («la carne es el quicio de la salvación»).<br />

3. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo<br />

(Le 1,26-38)<br />

«Concebir, engendrar y dar a luz»: misterio de una maternidad<br />

real, de un hijo de carne y hueso como nosotros.<br />

Concebido, sin embargo, al estilo de la grandeza y omnipotencia<br />

de Dios: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la<br />

fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra».<br />

Anuncio de la encarnación del Verbo que se da entre<br />

la alegría, la zozobra, la promesa, la certeza y la esperanza.<br />

La alegría del saludo del ángel; la zozobra de la tími<br />

Virgen que se atreve, no obstante, a «pedir explicaciones»;<br />

la promesa de una intervención especial de Dios en<br />

el seno virginal de la doncella; la certeza de que Dios cumple<br />

su promesa; y la esperanza encerrada ya en el mismo<br />

nombre de lesús: «Yavé salva».<br />

La Anunciación es fiesta de cumplimiento: «Dios está<br />

con nosotros»; es «Enmanuel», compartiendo la misma<br />

carne y viviendo la misma historia de los hombres; «Dios<br />

está con nosotros» porque «es uno de los nuestros»,<br />

«de nuestra carne y sangre», dirá el autor de Hebreos. El<br />

«hágase en mí» de la Virgen y la omnipotencia de Dios<br />

realizaron el misterio. Un misterio de «llamada/respuesta/misión»<br />

que nos hizo a Dios tan cercano. Nos lo hizo<br />

para siempre uno de los nuestros.


Siempre hay una señal<br />

Siempre hay una señal: no la que niega<br />

querer pedir a Dios tu cobardía...;<br />

siempre hay una señal: la que querría<br />

lograr en el aprieto tu fe ciega.<br />

Enmanuel, que se ofrece..., que se entrega,<br />

es la señal de Dios, la garantía<br />

de que al cargar tu cruz de cada día,<br />

tendrás el Cireneo que siempre llega.<br />

«Sé realista y cree lo imposible...».<br />

Si un Arcángel afirma lo indecible,<br />

una Virgen será doncella y Madre.<br />

El Verbo que hizo todo de la nada,<br />

al tiempo de buscarse una posada,<br />

podrá elegir la que mejor le cuadre.


Natividad de san ]uan Bautista<br />

{misa de vigilia y del día)<br />

(24 de junio)<br />

1. «En las entrañas maternas, pronunció mi<br />

nombre» (Jer 1,4-10 -vigilia-; Is 49,1-6 -día-)<br />

La vocación de Jeremías y la vocación del Siervo dan el<br />

contexto bíblico a la Natividad de Juan, el Bautista.<br />

El «antes de nacer» es insistencia en la gratuidad de l<br />

elección: elección, consagración y misión (en las dos primeras<br />

lecturas): llamada-. «Antes de formarte en el vientre<br />

te escogí» (Jeremías); «estaba yo en el vientre, y el Señor<br />

me llamó» (Siervo). Misión: «Te nombré profeta de los<br />

gentiles» (Jeremías); «me nombró siervo suyo... para que<br />

trajese a Jacob, para que reuniese a Israel» (Siervo).<br />

En los dos casos, también el temor. «Ay, Señor, mira<br />

que no sé hablar, que soy un muchacho» (Jeremías); «en<br />

vano me he cansado: en viento y nada he gastado mis<br />

fuerzas» (Sierva)... Y, en los dos casos, la confianza que<br />

procede de la presencia salvadora de Dios: «Yo estoy<br />

contigo para librarte» (Jeremías); «mi derecho lo llevaba<br />

el Señor, mi salario lo tenía mi Dios..., mi Dios fue mi<br />

fuerza» (Siervo).<br />

Hermoso contexto bíblico para encuadrar la aparición<br />

del Bautista. La absoluta iniciativa de Dios en la elección


Jeremías y del Siervo abre el horizonte para «atender» a<br />

la acción de Dios, «.apartando para sí» y para el anunc<br />

de la presencia del «Cordero de Dios» al «más grande de<br />

nacido de mujer», ya desde el vientre mismo de Isabel,<br />

su madre.<br />

2. El tema que investigaron y escrutaron<br />

los profetas<br />

(1 Pe 1,8-12 -vigilia-; He 13,22-26 -día-)<br />

La primera Carta de Pedro se dirige «a los que no vieron<br />

a Jesús, y lo aman; a los que no lo ven ahora y creen en<br />

él». El apoyo de su amor y de su fe: la gozosa experienc<br />

de la salvación.<br />

Una salvación anunciada, investigada y escrutada (los<br />

profetas); una salvación esperada y ansiada para el propio<br />

tiempo; pero una salvación realizada sólo en Cristo Jesús.<br />

Y por tanto, «no para su tiempo» (el de los profetas), sino<br />

para el nuestro; una salvación predicada por quienes son<br />

heraldos del Evangelio. En todo ese proceso de salvación<br />

anunciada y realizada, encaja la figura de Juan el Bautista<br />

(Vigilia).<br />

En esta «sincronización de tiempos», la figura de Juan<br />

el Bautista, anunciador, pero testigo de la realización: «Y<br />

no soy quien pensáis; viene uno detrás de mí a quien no<br />

merezco desatarle las sandalias».<br />

Él es ya el precursor del cumplimiento: «A vosotros -a<br />

través de Juan- se os ha enviado este mensaje de salvación».<br />

Comienza ya el «tiempo vuestro», contrapuesto al<br />

de aquellos que simplemente lo esperaron con no menor<br />

intensidad (Día).


3. La promesa y el cumplimiento<br />

del nacimiento de Juan<br />

(Le 1,5-17-vigilia-; Le 1,57-66.80-día-)<br />

Al nacimiento de fuan le precede su «anunciación». El<br />

anuncio lo recibe Zacarías, su padre, mientras oficiaba en<br />

el Templo. Como en la anunciación de Jesús (en la casa<br />

y no en el templo), el miedo y la turbación. Es la reacción<br />

ante la intensa presencia de lo divino presente (expresado<br />

en la presencia del ángel). Y frente a ese miedo,<br />

la confianza-. «No temas, Zacarías». Y el anuncio-. «Tu m<br />

Isabel, te dará a luz un hijo».<br />

El ambiente se llena de júbilo y esperanza. Para el propi<br />

Zacarías y para todo el pueblo: «Te llenará de alegría y<br />

muchos se alegrarán de su nacimiento». Con ocasión de<br />

la imposición del nombre, al anuncio de la misión-, convertir<br />

a muchos israelitas al Señor... Ir delante del Señor,<br />

«preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto».<br />

Juan es señal y referencia del que viene (Vigilia).<br />

El evangelio del Día se detiene en el nacimiento y el<br />

nombre del Bautista. Con gran sencillez, anuncia Lucas el<br />

nacimiento como «da gran misericordia» que Dios había<br />

cho con Isabel. Y con una cercanía que tiene el sabor de<br />

los acontecimientos del pueblo: «Todos la felicitaban».<br />

Pero el relato se centra en el nombre: no es cuestión<br />

de simple denominación externa; se trata de «resumir<br />

en el nombre la misión». Por eso la reiteración de que se<br />

llamará Juan («Dios se compadece»).<br />

Como el de Jesús, era ya un nombre dado. Por eso Isabel<br />

y Zacarías insisten: «Juan es su nombre». Poco importa<br />

que nadie en la familia se haya llamado así. Hay figuras,<br />

como Juan, que no son un simple acontecimiento familiar.<br />

Está de por medio la misión-. El «anuncio de la com-


pasión de Dios». De aquel Dios, que ya desde el vientre<br />

materno, «estaba con él». El Dios que lo elegía como<br />

precursor.<br />

Testigos como Juan<br />

Si el que en la eternidad te conocía<br />

antes de que estuvieras concebido<br />

te nombra su profeta, de corrido<br />

acude a la misión que te confía.<br />

Si tus ojos no han visto todavía<br />

su rostro, no le cierres el oído;<br />

si para el sacrificio te ha elegido,<br />

une tu sangre con su Eucaristía.<br />

Anega tu corazón en sus razones,<br />

si quieres convertir los corazones<br />

a la luz de tu propio atestamiento.<br />

Juan, que anuncia a Jesús en su bautismo,<br />

ofreció el holocausto de sí mismo<br />

aunque era justo ya en su nacimiento.


San Pedro y san Pablo<br />

{vigilia y día)<br />

(29 de junio)<br />

1. «Te doy lo que tengo»<br />

(He 3,1-10 -vigilia-; He 12,1-11 -día-)<br />

Los apóstoles han salido a cumplir la misión encomendada<br />

por Jesús. Pedro declara lo que sabe tener para<br />

poderlo transmitir: no es ni oro ni plata. No es tan sólo<br />

una doctrina. Es salvación viva y total: «En el nombre d<br />

Jesús Nazareno, echa a andan>. La transmisión de Jesús<br />

fue y sigue siendo salvadora, liberadora de todos los impedimentos<br />

que impiden al hombre caminar. Una salvación<br />

que produce la alegría-, el paralítico sanado entró con<br />

ellos en el templo: «Dando brincos y alabando a Dios»<br />

(Vigilia).<br />

Salvación integral experimentada por el propio Pedro<br />

liberado de la cárcel. La narración relata su dinámica;<br />

casi todo se hace corriendo: «Levántate, échate el manto...<br />

sigúeme». Tan aprisa que tan sólo después reflexiona<br />

Pedro sobre lo ocurrido: «Era verdad; el Señor ha enviado<br />

a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de la<br />

expectación de los judíos» (Día).<br />

Liberado, para seguir él liberando en el nombre de Jesú<br />

con el anuncio del Evangelio y con las señales que a ese


anuncio acompañan. Llamada a cumplir la dinámica de<br />

la misión: Liberados, para liberar; evangelizados, para<br />

evangelizar... Es verdad..., «El Señor nos ha liberadorapostólicamente,<br />

lo ha realizado para hacernos instrumentos<br />

de salvación para los demás.<br />

2. Me envió el que me escogió<br />

desde el seno de mi madre<br />

(Gal 1,11-20 -vigilia-; 2Tim 4,6-8.17-18 -día-)<br />

La liturgia de la Vigilia y del Día de la solemnidad de hoy<br />

centran la segunda lectura en la figura de Pablo; en la<br />

primera lo hacen en la de Pedro.<br />

En la Carta a los gálatas, Pablo hace una especie<br />

de confesión, centrada en su elección como apóstol. C<br />

evidente cuño profético, remonta su vocación hasta el<br />

seno de su madre. Subrayada así la iniciativa divina, ech<br />

una mirada a su pasado personal y señala sin ambages:<br />

«Perseguía a la Iglesia de Dios y la asolaba»: Y, además,<br />

lo hacía «con saña».<br />

La descripción de su pasado no puede ser más sombría<br />

por su parte. Reconocido su error y su maldad, prepara<br />

lo admirable del cambio. De perseguidor se convie<br />

en misionero. ¿Cuál es la clave del cambio? La vocación<br />

reveladora: «El que me llamó, se dignó revelar a su Hijo en<br />

mí». El mismo Pablo será revelación del Hijo para los demás<br />

en su actividad misionera... Porque no podía faltar:<br />

a la vocación sigue la misión-. «Para que yo lo anunciara a<br />

los gentiles» (Vigilia).<br />

El comienzo y el final. En la Carta a Timoteo, una especie<br />

de testamento de Pablo. Entre los dos momentos,<br />

la vida dura y entregada del Apóstol «a los trabajos del


Evangelio». Ahora, se siente ya en la meta. Y resume la<br />

experiencia de su apostolado: «He combatido bien el<br />

combate..., he mantenido la fe». Parecería una «auto alabanza».<br />

Pablo se da cuenta, y apunta al origen y sustento<br />

de toda su experiencia misionera: «El Señor me ayudó y<br />

me dio fuerzas». Y ahora, la mirada hacia el futuro: un<br />

premio que es liberación total y definitiva: «El Señor me s<br />

vará y me llevará a su Reino del cielo» (Día).<br />

3. El primero, desde el amor<br />

(Jn 21,15-19 -vigilia-; Mt 16,13-19 -día-)<br />

Las lecturas evangélicas vuelven a centrarse en la figura<br />

de Pedro. La del cuarto evangelio es de gran calado ministerial<br />

respecto a la figura de Pedro... A él se le encomienda<br />

de una manera especial el pastoreo del rebaño... Y<br />

significativa la insistencia de Jesús en que este ministerio<br />

sea un «amoris officium», un ministerio de amor.<br />

Antes de la triple encomienda, jesús saca del corazó<br />

de Pedro una triple confesión de amor... La tercera insiste<br />

te pregunta pone en el rostro de Pedro la tristeza y las<br />

lágrimas en sus ojos... Es tristeza de arrepentimiento...<br />

Recuerdo seguro de las tres veces de las negaciones...<br />

Percibía ahora el contraste. Él negando, y Jesús amando...<br />

Pero, también él, desde la negación, pasa ahora<br />

a un incondicional amor: «Tu sabes que te quiero»... en<br />

el aire queda: «A pesar de aquello». Sólo entonces, una<br />

reiteración de la llamada-. «Sigúeme» (Vigilia).<br />

El destino de Pedro lo había ya predicho jesús, cuando<br />

la confesión de Cesárea. Si en el cuarto evangelio la confesión<br />

se refiere al amor, en Mateo se centra en el cabal<br />

conocimiento de la identidad de jesús-, ni Juan Bautista,


Elias, ni un simple profeta: «Tú eres el Mesías, el Hijo de<br />

Dios vivo». Confesión que, también en Mateo, prepara la<br />

encomienda. En el cuarto evangelio, el pastoreo; en Mateo,<br />

la firmeza a la construcción de la Iglesia naciente. Para<br />

ella, Pedro será roca y, en ella, podrá cerrar y abrir, porque<br />

se le entrega «el poder de las llaves».<br />

Pero ni el pastoreo del cuarto Evangelio, ni el cimiento<br />

de la construcción en Mateo, describiendo el «oficio<br />

de Pedro», suprimen la insustituible presencia de }esús e<br />

Iglesia: Jesús seguirá siendo siempre el Buen Pastor que<br />

conduce al rebaño; y la piedra angular que da consistencia<br />

a la construcción de la Iglesia (Día).<br />

Proclamar el mensaje<br />

Proclama el firmamento tu mensaje<br />

e inunda su pregón la tierra entera.<br />

Habla cada profeta a su manera<br />

y da Dios eficacia a su mensaje.<br />

Susurra el viento, el agua y el paisaje...,<br />

grita el día su luz al día y se entera...,<br />

cada noche en su noche es pregonera<br />

con los mudos destellos de su encaje...<br />

Llora Pedro sus torpes negaciones<br />

y su dolor golpea en los rincones<br />

de cada corazón arrepentido.<br />

Ciega Pablo sus ojos a la ciencia<br />

de su origen y extiende la presencia<br />

de Jesús por un mundo pervertido.


Santiago, apóstol<br />

(25 de julio)<br />

1. Cuando las prohibiciones no valen<br />

(He 4,33; 5,12.27-33; 12,2)<br />

El libro de los Hechos subraya de la vida de los apóstoles,<br />

«el valor», la «parresía» con la que estos hombres,<br />

transformados por la fuerza del Espíritu, «daban testimonio<br />

de la resurrección del Señor»... Y su testimonio iba<br />

acompañado de señales; aquellas que el Señor ponía en<br />

sus manos, para confirmar su doctrina.<br />

Pero hay una señal mayor, la del martirio. En ella,<br />

anuncio se convierte en «martiría»: cuando la vida, ya<br />

hecha ofrenda y entrega en la misión apostólica, se da<br />

incluso materialmente. Se ha llegado hasta el límite: «perderla»,<br />

para recuperarla sin reservas.<br />

Y en medio de la entrega y el martirio, una obediencia<br />

a Dios. Frente a ella no valen las cortapisas, aunque<br />

vengan de los que tienen poder para hacer callar a los<br />

profetas: «Hay que obedecer a Dios antes que a los<br />

hombres», por muy importantes que estos sean. La<br />

obediencia a Dios es aquí proclamación: «Dios resucitó<br />

a Jesús»..., y es acusación: «A quien vosotros matasteis,<br />

colgándolo de un madero», y es salvación: «Haciéndolo


jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con<br />

el perdón de los pecados».<br />

Santiago, que con Juan y Pedro, se había adentrado<br />

con frecuencia en la intimidad de Jesús, es el primero<br />

que convierte la intimidad en testimonio público y martiri<br />

«Herodes lo hizo pasar a cuchillo».<br />

2. La fuerza de Dios y no nuestra<br />

(2Cor 4,7-15)<br />

Una alabanza de Pablo al ministerio apostólico. Una ins<br />

tencia del Apóstol: es la fuerza de Dios la que le da consis<br />

tencia dentro de la debilidad de la propia vasija, que en<br />

su debilidad expresa la fuerza que ha recibido (el martirio<br />

de Santiago). El martirio en la debilidad se convierte en<br />

expresión de la mayor fortaleza.<br />

El martirio final y el martirio de cada día: el de la pe<br />

secución y el acoso que van dejando en el apóstol las<br />

huellas de la misma muerte de Cristo. Pero el apóstol lo<br />

sabe: la participación en su muerte será también comunión<br />

en su gloria. El «ser entregado continuamente a la<br />

muerte» no es el final. Su fe y su predicación se fundamentan<br />

en la resurrección del Señor... Y en ella está la<br />

fuerza de su vida... Es un fundamento con fuerza salvadora<br />

«Quien resucitó a Jesús, también con Jesús nos resucitará<br />

a nosotros».<br />

Testigo de la Resurrección para poder ser apóstol,<br />

Santiago lo es también desde su propio martirio. A su vid<br />

muerte se aplica la dinámica del misterio de la Pascua: el<br />

grano de trigo que muere para llevar mucho fruto.


3. El puesto y el cáliz<br />

(Mt 20,20-28)<br />

En el martirio de Santiago se cumple la inversión que<br />

hizo Jesús, cuando le fue presentado por su madre, el<br />

puesto de honor se convierte en comunión de sufrimiento<br />

y dolor.<br />

Los hermanos habían dado una respuesta decidida:<br />

«Somos capaces de beber el cáliz». Sólo que el honor<br />

que de ahí se derive no lo otorga Jesús; se lo reserva el<br />

Padre. Con Jesús, el apóstol es sufriente-. «El cáliz que yo<br />

de beber». Es acompañante dolorido de su «via crucis». La<br />

«via lucis», tanto Jesús como su apóstol la reciben de su<br />

Padre. La reciben como recompensa y premio que nunca<br />

se marchitará.<br />

No vale la indignación del resto de apóstoles, porque<br />

tampoco ellos habían entendido. También andaban<br />

pensando en lo del «puesto» y poco les importaba lo del<br />

«cáliz que habían de beber». Aquella falta de comprensió<br />

arranca de Jesús la hermosa exhortación sobre la mueva-»<br />

autoridad. No será ya la autoridad de «los puestos»; será<br />

para siempre la autoridad del «servicio»... El servicio a<br />

los otros, expresión de la nueva autoridad. Y, de nuevo,<br />

la referencia al ejemplo: «Igual que el Hijo del Hombre».<br />

Al estilo de Jesús, que no vino «para que le sirvan, sino<br />

para servir y dar la vida en rescate por muchos»


¡Abre España, Santiago!<br />

¡Abre España, Santiago, a los valores,<br />

no a las lacras y errores de otras gentes...;<br />

llévala de tu mano hasta las fuentes<br />

que apagaron tu sed y tus ardores!<br />

Apacienta su fe con los mejores<br />

pastos de su doctrina..., los patentes<br />

ejemplos de tu vida..., los fluentes<br />

cuidados de tu celo y tus amores...<br />

Abre esta España, Apóstol -que cerrada<br />

al Islam, siguió el brillo de tu espada<br />

por la calzada real del Cristianismo-,<br />

a la misión, sin tregua ni frontera,<br />

de alumbrar una nueva primavera<br />

de su fe ante el creciente paganismo.


Transfiguración del Señor<br />

(6 de agosto)<br />

1. Miles y miles le servían<br />

(Dan 7,9-10.13-14)<br />

La Transfiguración es anticipo de la gloria del Resucitado.<br />

Aquel «entreven) lo definitivo de quien estaba conviviendo<br />

con los suyos, en la asumida condición de «ser uno<br />

de tantos».<br />

Se nos presenta la visión de Daniel. Aquella figura misteriosa,<br />

como hijo de hombre, como ser humano elevado<br />

a la gloria del Altísimo, no es una figura en solitario. La<br />

escena tiene sabor y expresión de multitud. Todo da a<br />

entender que alguien «adviene» al lugar que le es propio,<br />

en medio de una multitud de redimidos.<br />

El poder y la gloria se le otorgan en medio de los<br />

miles y millones que servían y adoraban al anciano en e<br />

momento de celebrar Consejo. Y el poder no será solamente<br />

sobre aquellos; lo será sobre «todos los pueblos,<br />

naciones y lenguas». Se inaugura el Reino universal y sin<br />

fin de quien está llamado a dominar las naciones.<br />

Más allá del lenguaje imaginativamente apocalíptico<br />

de Daniel, se adivina la llegada del Hombre (el hijo del<br />

hombre) a la morada de Dios, en un acontecimiento de<br />

comunión divino-humana.


2. El anuncio de la última venida<br />

(2Pe 1,16-19)<br />

La mirada del autor de la segunda Carta de Pedro se<br />

orienta a la última venida del Señor. La venida en gloria,<br />

distinta de aquella venida humana, que al mismo Verbo<br />

de Dios lo había hecho «uno de tantos, pasando como<br />

un hombre cualquiera».<br />

La confesión de la gloria vivida (Resurrección), y de<br />

la gloria esperada (Parusía) formó parte de la experiencia<br />

apostólica del Jesús de la historia: al hablar de la venida<br />

en gloria, dice la Carta, «no nos fundábamos en fábulas<br />

fantasiosas, sino que habíamos sido testigos oculares de<br />

su grandeza».<br />

El autor recurre a la transfiguración, y no a la resurrección,<br />

para poner a )esús en la lista de testigos que<br />

confirman las palabras de los profetas. Es a él, con su<br />

humanidad aún terrena y no glorificada, a quien «Dios<br />

Padre le da honra y gloria», proclamándolo Hijo.<br />

Se cumple así el anhelo profético ya en el hombre-Jesús.<br />

Él es ya luz de lámpara..., pero será pleno día, «cuan<br />

el lucero nazca en vuestros corazones». Cuando la humanidad<br />

glorificada y exaltada del Verbo encarnado haga<br />

nuevas todas las cosas.<br />

3. «Levantaos, no temáis» (Mt 17,1 -9)<br />

La experiencia de la gloria de Jesús produce en los apóstoles<br />

la experiencia bíblica del miedo. El miedo que no<br />

habían tenido ante Jesús transfigurado, lo tienen ahora<br />

ante la voz que los invita a entrar en el misterio: «Este es<br />

mi Hijo, el amado».


Jesús, transfigurado, había provocado en los apóstoles<br />

testigos una alegría no exenta de ingenuidad. La refleja<br />

la reacción de Pedro: «Señor, ¡qué bien se está aquí!; si<br />

quieres, haré tres tiendas». Quiere buscar albergue para<br />

Jesús y para Moisés y Elias... (en los tres personajes: la<br />

experiencia del Antiguo Testamento culminada). ¿Ellos?<br />

En realidad, no cuentan, son más espectadores que actores<br />

(no necesitan la choza).<br />

Lo que les provoca turbación es la voz que viene de l<br />

nube (imagen de la presencia de lo alto) y el imperioso<br />

«Escuchadlo»: «Los discípulos cayeron de bruces, llenos<br />

de espanto». De nuevo, es Jesús quien se acerca, para<br />

«aproximar» lo divino en la realidad de lo humano comp<br />

do: «Al alzar los ojos no vieron a nadie más que a Jesús,<br />

solo». Su palabra no es aterradora. Es la palabra cercana<br />

de quien ha humanizado el misterio: «Levantaos, no temáis».


Al bajar del Tabor<br />

¡Subir al monte de la Eucaristía,<br />

contemplarte en el trigo y en el vino,<br />

unir a tu misterio mi destino<br />

como anticipo de la Parusía...!<br />

Séame tu Palabra norte y guía,<br />

antorcha en las tinieblas del camino,<br />

mientras rastreo tus huellas, peregrino,<br />

antes de despuntar la luz del día.<br />

La realidad es gris y rutinaria...<br />

Quiero mostrar, Señor, la luminaria<br />

de tu presencia en signos salvadores.<br />

Y, al bajar del Tabor de cada Misa,<br />

ofrecer a los hombres tu sonrisa,<br />

ya que no tus gloriosos resplandores.


La hsunción de la Virgen<br />

{vigilia y día)<br />

(15 de agosto)<br />

1. Arca de la nueva Alianza<br />

(ICrón 15,3-4.15-16; 16,1-2 -vigilia-;<br />

Ap 11,19a; 12,1.3-6a.lO-día-)<br />

Las dos primeras lecturas (Vigilia y Día) hacen referencia<br />

al arca. Encerrada en su interior, la voluntad expresada<br />

por Yavé para su pueblo. Algo tan propio del Señor, sus<br />

«quereres», en el seno de aquella arca venerada.<br />

No fue difícil encontrar el paralelismo entre el arca y su<br />

contenido con María y la fecundidad divina de su seno. En<br />

la piedad popular, así la llamamos en las letanías: «Arca<br />

de la nueva alianza».<br />

El traslado del arca al lugar que Dios le había asignad<br />

es causa de una especial alegría-, cantos festivos, instru<br />

mentos, arpas, cítaras, platillos... Y el arca fue colocada<br />

en el centro de la tienda. Se nos va la mirada hacia el defi<br />

tivo lugar: María, colocada como arca de la nueva alianza<br />

en el corazón mismo de la morada de Dios, el cielo<br />

(Vigilia).<br />

Ligada con el arca de la alianza, la mujer, «figura portentosa»,<br />

rodeada de todos los atributos de majestad y<br />

belleza: vestidos, diademas... Lo creado está a su servi-


ció: su vestido, el sol; su corona, doce estrellas; como<br />

pedestal, la luna.<br />

Pero el Apocalipsis subraya más la misión de la mujer.<br />

Dar a luz un niño. Niño esperado, pero amenazado; niño,<br />

suyo, pero entregado: «Arrebataron al niño y lo llevaron<br />

junto al trono de Dios». Una vez en su lugar, la mujer<br />

desaparece discretamente, huyó al desierto, después de<br />

haber dejado para todos el fruto de sus entrañas.<br />

2. «La muerte ha sido absorbida en la victoria»<br />

(ICor 15,54-57-vigilia-; ICor 15,20-27a -día-)<br />

Dos textos de la primera Carta a los corintios girando en<br />

torno a la misma temática: la resurrección de ]esús. Y es qu<br />

la asunción de María no es sino una participación anticipad<br />

en la gloria del Resucitado. El marco de la Asunción es la<br />

Resurrección de Jesús.<br />

Para María, «esto corruptible» se «ha revestido ya de<br />

inmortalidad» y se ha cumplido en ella de manera definitiva<br />

la afirmación de san Pablo: «La muerte ha sido<br />

absorbida en la victoria».<br />

Una victoria que nos es dada a todos: «Dios nos da la<br />

victoria por nuestro Señor Jesucristo». Por él también se<br />

la dio a María Sin él nada hubiera sido posible. Ella es la<br />

primera incorporada al triunfo total de Jesús. Pero, nosotro<br />

no somos meros espectadores y cantores de aquella<br />

obra de la gracia. Somos también «implicados»: «Dios nos<br />

da la victoria». Con sus ritmos, pero la asunción de María<br />

es también «nuestra victoria» (Vigilia).<br />

Porque, igual que para María, también para nosotros,<br />

Cristo resucitado es primicias. En esas primicias ya estamos<br />

todos consagrados. María ya ha obtenido la pleni-


tud; nosotros estamos aún en camino hacia la meta. Pero<br />

lo que en ella ya se dio como fruto, es en cada uno de<br />

nosotros semilla de una cierta esperanza. Para nosotros<br />

y para la entera humanidad tenemos una seguridad: «El<br />

último enemigo aniquilado será la muerte». Será ciertamente<br />

el último, pero será aniquilado (Día).<br />

3. Una dicha que es la nuestra<br />

(Le 11,27-28 -vigilia-; Le 1,39-56 -día-)<br />

Respecto a María recorre en el Evangelio una permanente<br />

dialéctica: Ella es, pero ella es remitida. Incluso<br />

su propia maternidad es remitida a todos los creyentes:<br />

«Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y<br />

la cumplen». Y es que, en la escucha y cumplimiento de<br />

la Palabra, ocurre una verdadera maternidad espiritual. M<br />

ternidad ésta tan importante que María misma es antes<br />

Madre en la fe que en la biología; tan participada que en<br />

el proceso de nuestra respuesta de fe encarnamos una<br />

«especial maternidad» respecto a Jesús (Vigilia).<br />

Por eso, la bendición de Isabel a María se hace bendición<br />

para quienes «escuchan la palabra de Dios y la<br />

cumplen». Cumpliéndola, «engendran y dan a luz» a Jesús<br />

para el mundo. Un agraciamiento de maternidad indecible<br />

De su maternidad, arranca el canto de María a la grande<br />

za de Dios y a su desconcertante intervención salvadora.<br />

Un canto que se convierte en nuestro propio canto. Co<br />

María, somos testigos de que «el Poderoso hace obras<br />

grandes en nosotros». No «para» nosotros, sino «a favor<br />

de Abrahán y su linaje para siempre». A favor de todos<br />

los hombres y mujeres (la numerosa descendencia del<br />

Patriarca) que pueden así ver que los creyentes «damos


a luz» a Jesús Hay un testimonio, en efecto, que tiene<br />

toda la fuerza de la maternidad (Día).<br />

Da de lo que te falta<br />

Contemplas la Asunción de la Señora,<br />

envidiando su cuerpo en gloria plena...,<br />

acontecer final de tu condena<br />

cuando el final del tiempo sea un «ahora»;<br />

porque el tiempo que pasa y se desflora<br />

de intento en decepción, de gozo en pena,<br />

dejará en ese «ya» de ser cadena<br />

y se transformará en perenne aurora.<br />

Entre tanto, prepara tu arribada<br />

sueño a sueño, jornada tras jornada<br />

con una vida fértil y espartana...<br />

Da de lo que le falte a tu pobreza<br />

y notarás al punto cómo empieza<br />

a brotar en tu cuerpo carne sana.


Exaltación de la santa Cruz<br />

(14 de septiembre)<br />

1. El desierto y la muerte<br />

(Núm2l,4b-9)<br />

El desierto es símbolo de la aridez de la muerte. Inmerso<br />

en su experiencia extenuante, aflora en labios de los<br />

hebreos una queja dolorida: «¿Por qué nos has sacado<br />

de Egipto?». Se produce el «miedo a la libertad», cuando<br />

conseguirla se hace una tarea difícil.<br />

Pero, también es el desierto lugar privilegiado de prese<br />

salvadora del Señor. En ei fondo, ei reproche: «¿Por qué<br />

teméis?» y la apremiante llamada a la confianza: «Yo estoy<br />

con vosotros». Esta vez la presencia tiene una señal,<br />

símbolo de la futura señal de una cruz que será elevada<br />

como enseña para todas las naciones.<br />

Elevada en medio del campamento, la serpiente de<br />

bronce, es señal de salvación: «Los mordidos de serpiente<br />

quedarán salvos al mirarla». Mirada que es una petición<br />

suplicante, que nos recuerda, de nuevo, la mirada al<br />

«traspasado»: «Mirarán al que traspasaron».<br />

«Mirar a la serpiente de bronce», signo de curación y<br />

restablecimiento exterior. «Mirar a la cruz», para reflexionar<br />

con san Pablo: «Me amó y se entregó a la muerte


por mí». ¡Cuántas mordeduras de serpientes venenosas<br />

curadas en esa mirada serena y confiada!<br />

2. «... y una muerte de cruz»<br />

(Flp 2,6-11)<br />

El himno del «abajamiento del Verbo», lo lleva hasta el<br />

fondo del compartir humano: hacerse solidario no sólo<br />

con el hecho «natural» de la muerte...; la solidaridad llega<br />

hasta «una muerte de cruz». Muerte en comunión con<br />

todas las víctimas de la violencia y del odio. Con la cruz,<br />

el abajamiento llega solidariamente hasta el fondo.<br />

En la encarnación del Verbo existen dos movimientos:<br />

el tomar realmente la carne (en-carnarse) y el tomar la<br />

condición de esclavo («fue contado entre los malhechores»).<br />

No sólo hacerse hombre, sino colocarse, como<br />

hombre, en la fila de los últimos. Y con los últimos, llegar<br />

hasta el fondo de la miseria: una muerte de cruz.<br />

Después de siglos de venerarla, la cruz es para todos<br />

nosotros no sólo el signo que nos distingue; es también<br />

orgullo y hasta ornato. La «cruz a secas» fue para Jesús<br />

instrumento de suplicio y de humillación. Pero, ¡qué paradoja!<br />

La cruz es el nuevo leño de donde brota la salvación.<br />

En contraste con aquel primer árbol del paraíso de<br />

donde vino la condena... ¡Los caminos irrastreables de<br />

Dios!


3. «Tanto amó Dios al mundo...»<br />

(Jn 3,13-17)<br />

Comenta san Pablo acerca de la cruz que es locura. Es<br />

verdad, pero una «.locura de amor-». La locura de un<br />

enamorado de su mundo: «Tanto amó Dios al mundo<br />

que entregó a su único Hijo». Y una vez «entregado» (la<br />

«entrega» es sacrificial), todo va discurriendo según la<br />

«lógica» de la donación, tan contraria a la lógica del acaparamiento<br />

de sí mismo.<br />

Jesús no acapara su vida, para hacer de ella un «disfrute<br />

personal»; la da y, dándola, la comunica en abundancia:<br />

«Para que tengan vida abundante».<br />

La cruz es un misterio de donación. Un darse que susc<br />

la alegría de la fe: el Hijo del Hombre «elevado», «para<br />

que todo el que cree en él tenga vida eterna».<br />

Elevado en la doble perspectiva de Juan: clavado en<br />

alto, en la cruz, como la antigua serpiente de bronce en<br />

el desierto; pero «elevado» como exaltado por el Padre<br />

que da así razón al estilo de vida entregada de Jesús.<br />

La comunión de esa vida no puede dejar de ser eterna,<br />

la plenitud de quien la «encuentra justamente en la medida<br />

en que la ha ofrecido». La cruz como camino hacia<br />

la vida en plenitud- «.per crucem ad lucem».


Señal en cada encrucijada<br />

El Árbol de la cruz es la bandera<br />

del triunfo del Señor sobre el pecado,<br />

de su presencia viva a nuestro lado,<br />

del dichoso final de nuestra espera.<br />

En la nobleza fiel de su madera<br />

tuvo lecho nupcial el Hijo amado,<br />

patíbulo cabal nuestro pasado,<br />

aurora original nuestra ceguera.<br />

Señal en cada humana encrucijada,<br />

acompaña el anhelo y la jornada<br />

de nuestro corazón por el destierro<br />

del mundo hacia la Tierra Prometida<br />

y es prenda de perdón y de acogida<br />

tras el pesar veraz de cualquier yerro.


Todos los Santos<br />

{1 de noviembre)<br />

1. «De toda nación, raza, pueblo y lengua...»<br />

(Ap 7,2-4.9-14)<br />

La universalidad de la santidad La proclama el Apocalip<br />

sis como signo de un Dios que no hace distinciones<br />

Ha subrayado el autor la «inmensa multitud que nadie<br />

podría contar» iLástima que algunos se queden y especulen<br />

con los ciento cuarenta y cuatro mil' Quienes<br />

así piensan hacen de la bonita hipérbole que ve a Dios,<br />

rodeado «de todos sus santos» una reducción matemática<br />

Nada que ver con el Dios que «quiere que todos<br />

los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la<br />

verdad»<br />

La abundancia de santidad es «una victoria de nuestr<br />

Dios» A pesar de todo, es verdad que «donde abundó<br />

el delito, sobreabundó la gracia» La gracia que hace el<br />

pequeño milagro de una bondad encarnada en hombres<br />

y mujeres de todos los tiempos y de todas las condiciones<br />

En medio de «la gran tribulación» son, en efecto,<br />

muchos «los que han lavado y blanqueado sus vestiduras<br />

en la sangre del Cordero»<br />

Ellos merecen, hoy, nuestro recuerdo agradecido Para


sotros, ellos son el testimonio y también signos de bondad<br />

Podemos ser contados entre «la multitud que nadie<br />

podría contar» Anónimos pero «nombrados» «Vuestros<br />

nombres están inscritos en el cielo»<br />

2. «Lo veremos tal cual es»<br />

(Un 3,1-3)<br />

«Ver a Dios» en el Antiguo Testamento equivalía a morir<br />

La presencia de lo divino provocaba aquel interior respeto<br />

y miedo que provocaba una pretendida lejanía<br />

San luán, sin embargo, pone en la «visión cara a cara<br />

de Dios» la meta del camino «Lo veremos tal cual es»<br />

Y la razón no puede ser más «escandalosa» «Porque seremos<br />

semejantes a él» Lo que en el relato del pecado<br />

original había sido tentación y caída «Seréis como Dios»,<br />

se convierte en Cristo nuestra meta de la gracia «Ser<br />

semejantes a Dios» Una restauración de la intención orig<br />

naria de Dios Creador «A semejanza de él los creó»<br />

Con la salvación en Cristo, la semejanza adquiere hondura<br />

No se trata solamente de la relación criatura-creador<br />

Con Cristo y en Cristo, media la filiación «iQué amor<br />

nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues<br />

lo somos'» Y ¿.qué alegría mayor que «parecerse al Padre»?<br />

Ese es el camino de la santidad parecerse al Padre-Dios<br />

3. El parecido, por caminos desconcertantes<br />

(Mt 5,1- 12a)<br />

En la redacción de Mateo, el camino de las bienaventuran<br />

es el programa de vida del discípulo para «parecerse a su


Dios». Bienaventuranzas transmitidas ya por Mateo en un<br />

ambiente eclesial.<br />

Quien quiera «parecerse a Dios» debe tener un proyecto:<br />

el de Jesús, nuevo Moisés, proclamando «las leyes»<br />

de la Nueva Alianza. Unas leyes «desconcertantes». Atrás<br />

queda todo espíritu de revancha; todo deseo de «pagar<br />

con la misma moneda». El discípulo que resulta de la vivencia<br />

de las bienaventuranzas, se convierte en hombre<br />

o mujer «de otra manera».<br />

En definitiva, la santidad es una vida alternativa. Se c<br />

bian «los valores», para «gozan> los nuevos (gozarlos, porque<br />

de dicha se trata). En ese contraste vital, se ofrece<br />

al mundo un nuevo modo de ser «dichosos»; la pobreza,<br />

el sufrimiento, la limpieza de corazón, la misericordia, la<br />

paz... Valores nuevos para una esperanza nueva: «Estad<br />

alegres y contentos, porque vuestra recompensa será<br />

grande en el cielo».


Candelas de verdad<br />

¡Santos de Dios, esencia de su tarro,<br />

excerpta de prolíferos amores,<br />

encarnación gozosa de valores<br />

frente a los viles ídolos de barro!<br />

¡Santos de Dios, gracioso despilfarro<br />

el bien obrar! ¡Legión de perdedores!<br />

¡Espejo de prudentes soñadores!<br />

¡Pauta elocuente del vivir bizarro!<br />

Fueron en cada tiempo y cada trance<br />

candela de verdad, vida al alcance<br />

de cuantos la esperanza tiene alerta.<br />

Fueron sabios, labriegos, menestrales,<br />

pobres, ricos, artistas, industriales...,<br />

mujeres y hombres con la fe despierta.


Todos los Fieles Difuntos 1<br />

(2 de noviembre)<br />

1. «Aniquilará la muerte para siempre»<br />

(Is25,6-10a)<br />

El gozo es el fondo para medir las dimensiones más difíciles<br />

del «tránsito». Así lo muestra la relación que establece<br />

Isaías entre la aniquilación de la muerte para siempre y<br />

la alegría del banquete de la salvación... Alusión velada<br />

al banquete de la Eucaristía y la vida eterna que en él se<br />

genera.<br />

La certeza de la salvación arranca todos los signos d<br />

duelo y de dolor. Certeza fundada en una presencia dinámica:<br />

«Aquí está el Señor, de quien esperábamos que<br />

nos salvara».<br />

Sin esa esperanza, es vano cualquier intento de explicar<br />

«razonablemente» la muerte. Las resistencias internas<br />

a «terminar para siempre» son el suelo nutricio de la esperanza<br />

anunciada: «Aniquilará la muerte para siempre».<br />

En la promesa se juntan el anhelo y la realización. Anhe<br />

de no terminar en «el absurdo de la fosa». Realización de<br />

quien «tiene poder para resucitar a los muertos».<br />

La muerte no será la «pesadilla» en el banquete de la<br />

1 De entre las lecturas que se pueden escoger para este día, se han<br />

elegido estas dos Pueden elegirse otras


vida. Aniquilada, «el Señor enjugará las lágrimas de todos<br />

los rostros». ¿Utopía? ¿Ilusiones proyectadas? Jesucristo<br />

Resucitado es la garantía y quien ha abierto el camino.<br />

2. «¡Que los que me confiaste estén conmigo!»<br />

(Jn 17,20-26)<br />

El deseo de Jesús es garantía de esperanza. Una esperanza<br />

metida en el discurso de despedida. Jesús lo está preparando<br />

antes de su partida al Padre. Extiende su mirada<br />

a todos los que creerán, afectando también a nosotros:<br />

«Los que crean en mí por la palabra de ellos».<br />

Para todos quiere Jesús la unidad de vida y la unidad<br />

de destino final: Dios en el origen y en la meta-. «Yo en ello<br />

y tú en mí, para que sean completamente uno». El amor<br />

mismo del Padre como origen de esta unidad: «Los has<br />

amado como me has amado a mí».<br />

Desde ese amor, ninguno de los discípulos queda<br />

fuera de ese retorno al Padre. Todos llamados a «contemplar<br />

la gloria que Jesús recibió del Padre». No sólo para<br />

contemplarla, también para participarla: «Les he dado a<br />

conocer y les daré a conocer tu nombre». Conocimiento<br />

del nombre de Dios que es entrada en su intimidad de<br />

amor: «Para que el amor que me tienes esté en ellos,<br />

como también yo estoy en ellos».


No pidas no morir<br />

No pidas no morir, porque la muerte<br />

te hermana al Redentor que te ha salvado.<br />

Pide volver a ver resucitado<br />

a Quien cambió el sentido de tu suerte.<br />

Pide que el lastre de tu carne inerte,<br />

cómplice en la aventura del pecado,<br />

se quede, vuelta al polvo, de este lado<br />

y ocupe su lugar otra más fuerte.<br />

En la añoranza de los que se fueron<br />

envidia la alegría que tuvieron,<br />

al pisar los umbrales de la gloria,<br />

pues no hay muerte, aguijón, aprieto o duelo<br />

capaces de privarte de ese cielo,<br />

que conquistó el Señor con su victoria.


La Inmaculada Concepción<br />

(8 de diciembre)<br />

1. «Me he escondido»<br />

(Gen 3,9-15.20)<br />

El pecado es un «esconderse» de Dios y «esconderse d<br />

uno mismo». El pecado nos deja «desnudos». Pone así<br />

de manifiesto lo peor que llevamos dentro. El pecado y<br />

la desnudez. La desnudez y la inmadurez de quien no le<br />

ha sacado a la vida todo lo que ella ofrece para cubrir y<br />

enriquecer.<br />

Aquel percibir «la desnudez» desencadena la huida y<br />

el hombre intenta esconderse de su Dios. Así es la realidad<br />

del pecado: desnudos y avergonzados. ¿El futuro?<br />

La posibilidad de un nuevo «enriquecimiento», de una<br />

nueva vestidura desde la que pueda el hombre, cubierta<br />

su desnudez, ser interlocutor de Dios.<br />

Entre presente y futuro, el camino de una nueva descendencia.<br />

La que vestirá de gracia a quien el pecado había<br />

dejado en su vergonzosa desnudez. Y, para la realidad<br />

de la prometida descendencia, la mirada hacia una nueva<br />

mujer. Ella dará un fruto bendito de su vientre. La descendencia<br />

en la que, de nuevo, serán benditas todas las<br />

generaciones.


2. «Nos eligió en la persona de Cristo»<br />

(Ef 1,3-6.11-12)<br />

El proto-evangelio del Génesis (primera lectura) había<br />

dejado abierta la elección y los momentos. La seguridad<br />

era cierta: la promesa habría de cumplirse. En la tensión<br />

entre promesa y cumplimiento, la elección y la misión. Tam<br />

bién, y de modo principal, la elección de María, la primera<br />

entre los creyentes. En ella se cumple de una manera<br />

especial «el intento»: «Para que fuéramos santos e irreprochables<br />

ante él por el amor».<br />

María-madre y María-hija, destinada, como todos los<br />

creyentes, «en la persona de Cristo, por pura iniciativa<br />

suya, a ser sus hijos». Hijos de Dios en el Hijo lesús... Y<br />

tan buenos hijos que pudiéramos ser «gloria de su gracia».<br />

La «llena de gracia» es la mayor gloria de Dios en<br />

la humanidad redimida. Ella es verdadera «alabanza de<br />

Dios». La heredera fiel del querer salvífico del Padre.<br />

Pero, como María, todos. Ella es de nuestra raza de<br />

creyentes. Y «la alabanza de la gloria de Dios», que es<br />

su vida, es también la vocación de todos los que creemos.<br />

Ser también nosotros «inmaculados y santos por el<br />

amor».<br />

3. «No temas, María»<br />

(Le 1,26-38)<br />

El esquema bíblico de llamada y de misión se cumple<br />

también en el anuncio del ángel. Así como se cumple<br />

también la turbación, que se traduce en el miedo. También<br />

necesita María la seguridad de la confianza-. «No temas,<br />

María».


«No temas», porque Dios te ha hecho «la llena de gracia».<br />

Tan llena, que no ha quedado ni una sola dimensión<br />

de tu vida mancillada por el pecado; tan llena, que llevas<br />

en tus entrañas al dador mismo de la gracia; tan llena,<br />

que cuando lo des a luz lo vas a derramar sobre el mundo<br />

como gracia; tan llena, porque «El Espíritu del Señor<br />

te cubrirá con su sombra»; tan llena, porque «el santo que<br />

va a nacer se llamará Hijo de Dios».<br />

«No temas, María». Tu plenitud nos sabe a utopía... Y<br />

nos equivocamos, «porque lo imposible para el hombre<br />

es posible para Dios»... Y esa vocación de una plenitud<br />

de gracia también es vocación que al creyente se propone...<br />

Nosotros vamos aún caminando... Pero imitamos en<br />

nuestra vida el misterio de tu ser madre-, concebimos a J<br />

por la Palabra; lo gestamos, cuando en el corazón va<br />

creciendo; lo damos a luz, mediante nuestro testimonio<br />

cristiano de vida. «Bendita tú, que has creído -benditos<br />

nosotros, que creemos-, porque lo que te ha dicho el<br />

Señor se cumplirá».


Jirón de cielo azul<br />

«¡Jirón de cielo azul!» dijo que eras<br />

un poeta de raza, mi Señora...,<br />

aunque yo te prefiero valedora<br />

del marchito vergel de mis afueras...<br />

¡Blanca flor de infinitas primaveras!,<br />

en Ti se cumplió el tiempo, el día, la hora.<br />

Eres..., fuiste..., serás mi intercesora<br />

en todos mis naufragios y quimeras.<br />

«¡Jirón de cielo azul!». Cabal doncella.<br />

Ideal de santidad. Vivida estrella,<br />

en que prende su luz la luz del día.<br />

Arca de la Palabra y la Alianza.<br />

Torre en que se hace fuerte mi esperanza,<br />

«¡jirón de azul...!» ¡Virgen María!


índice<br />

Págs<br />

Introducción 5<br />

ADVIENTO<br />

Primer domingo de Adviento 11<br />

1 Un camino abierto a la utopía 11<br />

2 Una noche abierta a la mañana 12<br />

3 Una vida abierta a la vigilia 12<br />

Vayamos al encuentro 13<br />

Segundo domingo de Adviento 14<br />

1 El anhelo de utopía 14<br />

2 La utopía realizada 15<br />

3 Una utopía que pide conversión 16<br />

Retoño salvador 17<br />

Tercer domingo de Adviento 18<br />

1 Lo nuevo que va a germinar 18<br />

2 Esperando con firmeza 19<br />

3 Lo nuevo que ha germinado 19<br />

El Señor está cerca 21


Págs<br />

Cuarto domingo de Adviento 22<br />

1 «Dios-con-nosotros» la promesa 22<br />

2 «Dios-con'nosotros» el Hijo de Dios humanado 23<br />

3 «Dios-con-nosotros» el cumplimiento 23<br />

La Virgen está encinta 24<br />

NAVIDAD<br />

Navidad (Misa de medianoche) 27<br />

1 «Un niño nos ha nacido» 27<br />

2 «Ha aparecido la gracia de Dios» 28<br />

3 «Os ha nacido un Salvador» 28<br />

Envuelto en pañales 30<br />

La Sagrada Familia 31<br />

1 Una autoridad que es amor 31<br />

2 En torno al amor, las virtudes familiares 32<br />

3 El cuidado paterno, manifestación de amor 33<br />

Amor de esmero 34<br />

Santa María, Madre de Dios 35<br />

1 Bendecidos en el Hijo 35<br />

2 nacido de una mujer 36<br />

3 y anunciado a los sencillos 36<br />

Latido de eternidad 38<br />

Segundo domingo de Navidad 39<br />

1 La sabiduría de Dios arraiga en su Pueblo 39<br />

2 Bendecidos antes de la creación del mundo 40<br />

3 La Palabra de Dios habita entre nosotros 40<br />

Germinó la Palabra 42


Epifanía del Señor<br />

1 Todos vienen a ti<br />

2 Coherederos de la promesa<br />

3 para adorar al que ha nacido<br />

Caminar tras la estrella<br />

Bautismo del Señor<br />

1 La investidura del Siervo<br />

2 La investidura de lesús<br />

3 «Se presentó a (uan para que lo bautizara»<br />

El siervo es el H¡)o<br />

CUARESMA<br />

Miércoles de Ceniza<br />

1 «La bendición del Señor, nuestro Dios»<br />

2 «Ahora es el tiempo de la gracia»<br />

3 La salvación, recompensa del Padre<br />

La ceniza no es muerte<br />

Primer domingo de Cuaresma<br />

1 «Se dieron cuenta de que estaban desnudos<br />

2 «No hay proporción entre la culpa y el don»<br />

3 «Al Señor tu Dios, adorarás»<br />

Vivir en el desierto<br />

Segundo domingo de Cuaresma<br />

1 La llamada «original»<br />

2 «Nos llamó a una vida santa»<br />

3 Una llamada con meta la transfiguración<br />

Desde Ur al Tabor


Págs.<br />

Tercer domingo de Cuaresma 64<br />

1. El agua de la roca 64<br />

2. «La esperanza no defrauda» 65<br />

3. El agua que salta hasta la vida eterna 65<br />

El agua que no cesa 67<br />

Cuarto domingo de Cuaresma 68<br />

1. Ver con los ojos de Dios 68<br />

2. Las tinieblas y la luz 69<br />

3. «Era ciego y ahora veo» 70<br />

De la noche a la luz 71<br />

Quinto domingo de Cuaresma 72<br />

1. «Os infundiré mi espíritu y viviréis» 72<br />

2. Dios «vivificará también vuestros cuerpos mortales».. 73<br />

3. «Yo soy la resurrección y la vida» 74<br />

La esperanza enamorada 75<br />

SEMANA SANTA<br />

Domingo de Ramos 79<br />

1. La ayuda del Señor 79<br />

2. «Dios lo levantó sobre todo» 80<br />

3. ¿No ha confiado en Dios? 80<br />

¡Callen las piedras! 82<br />

Jueves Santo (en la Cena del Señor) 83<br />

1. «Celebraréis la fiesta del Señor» 83<br />

2. «Pronunciando la Acción de Gracias» 84<br />

3. «Los amó hasta el extremo» 85<br />

Ungidos del Señor 86


Pags<br />

Viernes Santo 87<br />

1 Varón de dolores 87<br />

2 El acceso confiado al trono de la gracia 88<br />

3 «Todo está cumplido» 89<br />

Sin aspecto ni figura 90<br />

Vigilia Pascual 91<br />

1 Noche de vela (el recorrido por la historia de la salvación<br />

en la extensa liturgia de la Palabra) 91<br />

2 Una resurrección «compartida» 93<br />

3 «Impresionadas y llenas de alegría» 93<br />

Soledad y silencio 95<br />

TIEMPO PASCUAL<br />

Domingo de Resurrección 99<br />

1 «Nos lo hizo ver y nos encargó predicar» 99<br />

2 «Buscad los bienes de allá arriba» 100<br />

3 La primera testigo María Magdalena 101<br />

Los bienes de allá arriba 102<br />

Segundo domingo de Pascua 103<br />

1 Una comunidad de vida 103<br />

2 Un nuevo nacimiento y una esperanza viva 104<br />

3 Una comunión de experiencia 105<br />

Presente en la esperanza 106<br />

Tercer domingo de Pascua 107<br />

1 Un resurrección «atestiguada» 107<br />

2 Una resurrección «creída» 108<br />

3 Una resurrección «experimentada» 109<br />

iCamina con nosotros' 110


Págs.<br />

Cuarto domingo de Pascua 111<br />

1. La apertura de la comunidad del Resucitado 111<br />

2. «El Pastor y guardián de vuestras vidas» 112<br />

3. Jesús, «puerta de las ovejas» 112<br />

El buen pastor 114<br />

Quinto domingo de Pascua 115<br />

1. Los nuevos compañeros de misión 115<br />

2. Todos somos piedras de un único edificio 116<br />

3. En lesús, camino, verdad y vida 117<br />

Camino, verdad y vida 118<br />

Sexto domingo de Pascua 119<br />

1. Se rompen las fronteras 119<br />

2. El Espíritu y la vida 120<br />

3. El desamparo y la vuelta 120<br />

La fuerza del Espíritu 122<br />

Ascensión del Señor 123<br />

1. Misión y testimonio 123<br />

2. La Iglesia es su cuerpo 124<br />

3. La misión hasta el fin del mundo 124<br />

Vivir en la misión 126<br />

Pentecostés 127<br />

1. Las maravillas de Dios en la propia lengua 127<br />

2. Diversidad de dones, pero un mismo Espíritu 128<br />

3. Resurrección y Pentecostés 129<br />

De Babel a Pentecostés 130<br />

La Santísima Trinidad 131<br />

1. Dios, compasivo y misericordioso 131<br />

2. El Dios del amor está con nosotros 132


Págs<br />

3 El Dios que ama al mundo 132<br />

Vivir en tu misterio 134<br />

El Cuerpo y la Sangre de Cristo 135<br />

1 El pan para el camino 135<br />

2 El nuevo pan para construir la unidad 136<br />

3 El pan para la vida eterna 137<br />

La fuerza del pan vivo 138<br />

TIEMPO ORDINARIO<br />

Segundo domingo 141<br />

1 Presentación del Siervo y de su misión 141<br />

2 La hondura de un saludo 142<br />

3 Presentación de lesús y de su misión 142<br />

Luz de las naciones 144<br />

Tercer domingo 145<br />

1 La «sospechosa» Galilea de los gentiles 145<br />

2 El «acuerdo comunitario» 146<br />

3 «La cosa empezó en Galilea» 147<br />

Una luz les brilló 148<br />

Cuarto domingo 149<br />

1 La dicha de caminar humildemente junto al Señor 149<br />

2 La dicha de poner la gloria en el Señor 150<br />

3 La dicha de la otra manera de ser 150<br />

La pobreza integral 152<br />

Quinto domingo 153<br />

1 Una luz que alumbra hacia abajo 153<br />

2 La debilidad y el miedo 154


Págs.<br />

3. Una luz que alumbra a todos 155<br />

Sal y luz del servicio 156<br />

Sexto domingo 157<br />

1. La libertad y la ley 157<br />

2. La libertad y la sabiduría 158<br />

3. La libertad del corazón 159<br />

Saber elegir 160<br />

Séptimo domingo 161<br />

1. Amar al prójimo «amigo» 161<br />

2. Los creyentes, nuevo templo de Dios, son santos.. 162<br />

3. Amar al prójimo «enemigo» 163<br />

La razón del amor 164<br />

Octavo domingo 165<br />

1. El abandono en manos de Dios 165<br />

2. La alabanza de Dios, respuesta a la fidelidad 166<br />

3. ¿A quién me he abandonado? 166<br />

La angustia del mañana 168<br />

Noveno domingo 169<br />

1. «Poner por obra todos los mandamientos de Dios» 169<br />

2. Una salvación sin distinciones 170<br />

3. «Obras son amores, y no buenas razones» 171<br />

Los dos caminos 172<br />

Décimo domingo 173<br />

1. «Misericordia quiero y no sacrificios» 173<br />

2. La fe se hace confianza 174<br />

3. La misericordia en la mesa compartida 175<br />

Su lluvia siempre llega 176


Págs<br />

Undécimo domingo 177<br />

1 «Vosotros seréis mi propiedad personal» 177<br />

2 Poner el orgullo en Dios 178<br />

3 La nueva propiedad personal elección y misión de<br />

los Doce 179<br />

Ungidos, salvados, enviados 180<br />

Duodécimo domingo 181<br />

1 Confianza «El Señor está conmigo» 181<br />

2 La desproporción entre el pecado y la gracia 182<br />

3 Confianza «No tengáis miedo» 183<br />

Más que los gorriones 184<br />

Decimotercer domingo 185<br />

1 La generosidad se hace fecunda 185<br />

2 Del bautismo recibido al bautismo existencialmente<br />

vivido 186<br />

3 La generosidad se hace don 187<br />

Ser agua en cada sed 188<br />

Decimocuarto domingo 189<br />

1 Por los caminos de la sencillez 189<br />

2 Nuestra deuda es con el Espíritu 190<br />

3 Los sencillos conocen el misterio de Dios 191<br />

Un rey manso y humilde 192<br />

Decimoquinto domingo 193<br />

1 Una Palabra eficaz 193<br />

2 Todos y todo, salvados 194<br />

3 La palabra eficaz y la tierra buena 195<br />

La semilla del Reino 196<br />

Decimosexto domingo 197


Págs<br />

1 Dar lugar al arrepentimiento 197<br />

2 El Espíritu y nuestra debilidad 198<br />

3 Frente al pecado la espera de Dios y la impaciencia<br />

del hombre 199<br />

i Esperad a la siega 1 200<br />

Decimoséptimo domingo 201<br />

1 Donde está tu tesoro 201<br />

2 Una salvación en cascada 202<br />

3 allí está tu corazón 203<br />

Discernimiento 204<br />

Decimooctavo domingo 205<br />

1 Algo más que pan 205<br />

2 El amor seguro 206<br />

3 El pan de la abundancia salvadora 207<br />

Panes y peces 208<br />

Decimonoveno domingo 209<br />

1 La presencia de Dios en el susurro 209<br />

2 Las raíces del Mesías 210<br />

3 La presencia de Dios en la calma y el silencio 211<br />

Caminar sobre el agua 212<br />

Vigésimo domingo 213<br />

1 Un Dios, abierto al extran]ero 213<br />

2 La misericordia de Dios es para todos 214<br />

3 Enviado a Israel, para salvación de todo el que cree 214<br />

Los hijos y los perros 216<br />

Vigesimoprimer domingo 217<br />

1 El poder de las llaves 217<br />

2 Dios origen, guía y meta del universo 218


Págs<br />

3 Las llaves del Reino 218<br />

Las llaves del Remo 220<br />

Vigesimosegundo domingo 221<br />

1 El camino difícil del profeta la Palabra, oprobio y<br />

desprecio 221<br />

2 La vida ofrecida como cuito 222<br />

3 El camino difícil de lesús 223<br />

Negarse a sí mismo 224<br />

Vigesimotercer domingo 225<br />

1 El profeta atalaya para el pueblo de Israel 225<br />

2 Amar es cumplir la ley entera 226<br />

3 El cristiano guardián de su hermano 227<br />

La corección fraterna 228<br />

Vigesimocuarto domingo 229<br />

1 El imposible perdón, sin humana compasión 229<br />

2 Vivir y morir para el Señor 230<br />

3 Quien no perdona no puede ser perdonado 231<br />

Perdonar Ser perdonado 232<br />

Vigesimoquinto domingo 233<br />

1 Nuestro Dios es rico en perdón 233<br />

2 El dilema de partir o de quedarse 234<br />

3 Los hay que no quieren «que Dios sea bueno» 235<br />

Un denano de amor 236<br />

Vigesimosexto domingo 237<br />

1 Conversión y salvación 237<br />

2 Despojarse del rango 238<br />

3 Conversión en las obras 239<br />

¿Vas o no vas al tajo 9 240


Págs.<br />

Vigesimoséptimo domingo 241<br />

1. Los cuidados..., y la ingratitud de la viña 241<br />

2. Confiados, en las manos de Dios 242<br />

3. Unos viñadores ingratos (Mt 21,33-43) 243<br />

La viña del Señor 244<br />

Vigesimoctavo domingo 245<br />

1. Un banquete «a lo grande» 245<br />

2. Un buen entrenamiento 246<br />

3. Un banquete para todos 247<br />

Banquete universal 248<br />

Vigesimonoveno domingo 249<br />

1. Ciro, instrumento de Dios 249<br />

2. Palabras y convicciones 250<br />

3. Dios y el César 251<br />

Dios y el César 252<br />

Trigésimo domingo 253<br />

1. «Los» preceptos del amor 253<br />

2. La alegría de la Palabra acogida y anunciada 254<br />

3. «El» precepto del amor 255<br />

Ama y haz lo que quieras 256<br />

Trigésimo primer domingo 257<br />

1. La ley convertida en un tropiezo 257<br />

2. El rostro materno de la acción pastoral 258<br />

3. La ley convertida en fardo 259<br />

Predicar y dar trigo 260<br />

Trigésimo segundo domingo 261<br />

1. La vela y la madrugada para encontrar la Sabiduna 261<br />

2. La «suerte» de los difuntos 262


Págs<br />

3 La vela para encontrar al Señor 263<br />

Cuando llegue el Esposo 264<br />

Trigésimo tercer domingo 265<br />

1 Para saber trabajar en la espera 265<br />

2 Como un ladrón en la noche 266<br />

3 La encomienda de un trabap permanente 267<br />

Negociar los talentos 268<br />

Cristo, rey del universo 269<br />

1 El Rey-Pastor 269<br />

2 «Cristo tiene que remar» 270<br />

3 El IUICIO del Rey-Pastor 271<br />

El redil es tu Reino 272<br />

SOLEMNIDADES Y FIESTAS<br />

La Presentación del Señor 275<br />

1 Una entrada punficadora 275<br />

2 Jesús, «sumo sacerdote en lo que se refiere a Dios» 276<br />

3 «Una espada te atravesará el alma» 276<br />

Llega a su casa mi Señor 278<br />

San José, esposo de la Virgen María 279<br />

1 Una sencilla expresión de la fidelidad de Dios 279<br />

2 La promesa asegurada para la descendencia 280<br />

3 Los reparos de José y su fidelidad obediente 280<br />

Custodio fiel 281<br />

Anunciación del Señor 282<br />

1 La virgen está encinta 282<br />

2 La carne del Verbo el nuevo sacrificio 283


Págs.<br />

3. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo 284<br />

Siempre hay una señal 285<br />

Natividad de san Juan Bautista (misa de vigilia y<br />

del día) 286<br />

1. «En las entrañas maternas, pronunció mi nombre». 286<br />

2. El tema que investigaron y escrutaron los profetas 287<br />

3. La promesa y el cumplimiento del nacimiento de<br />

Juan 288<br />

Testigos como Juan 289<br />

San Pedro y san Pablo (vigilia y día) 290<br />

1. «Te doy lo que tengo» 290<br />

2. Me envió el que me escogió desde el seno de mi<br />

madre 291<br />

3. El primero, desde el amor 292<br />

Proclamar el mensaje 293<br />

Santiago, apóstol 294<br />

1. Cuando las prohibiciones no valen 294<br />

2. La fuerza de Dios y no nuestra 295<br />

3. El puesto y el cáliz 296<br />

¡Abre España, Santiago! 297<br />

Transfiguración del Señor 298<br />

1. Miles y miles le servían 298<br />

2. El anuncio de la última venida 299<br />

3. «Levantaos, no temáis» 299<br />

Al bajar del Tabor 301<br />

La Asunción de la Virgen (vigilia y día) 302<br />

1. Arca de la nueva Alianza 302<br />

2. «La muerte ha sido absorbida en la victoria» 303


3 Una dicha que es la nuestra<br />

Da de lo que te falta<br />

Exaltación de la santa Cruz<br />

1 El desierto y la muerte<br />

2 « y una muerte de cruz»<br />

3 «Tanto amó Dios al mundo »<br />

Señal en cada encrucijada<br />

Todos los Santos<br />

1 «De toda nación, raza pueblo y lengua »<br />

2 «Lo veremos tal cual es»<br />

3 El parecido por caminos desconcertantes<br />

Candelas de verdad<br />

Todos los Fieles Difuntos<br />

1 «Aniquilará la muerte para siempre»<br />

2 «iQue los que me confiaste estén conmigo'<br />

No pidas no morir<br />

La Inmaculada Concepción<br />

1 «Me he escondido»<br />

2 «Nos eligió en la persona de Cristo»<br />

3 «No temas, María»<br />

jirón de cielo azul

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