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a Palabra<br />
leditación y poesía (ciclo A)<br />
PEDRO JARAMILLO RIVAS<br />
JOAQUÍN FERNÁNDEZ MARTÍN
La Palabra:<br />
meditación<br />
y poesía<br />
Ciclo A<br />
Pedro Jaramiílo Rivas<br />
Joaquín Fernández Martín<br />
SAN PABLO
Pedro laramillo Rivas, sacerdote de la diócesis de Ciudad Real es doctor<br />
en Teología bíblica por la Universidad Gregoriana y licenciado en Sagrada<br />
Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico de Roma Apenas puesta en marcha<br />
la reforma litúrgica fue el secretario-coordinador de los Comentarios<br />
Bíblicos editados por Coeditores Litúrgicos Su producción bibliográfica se<br />
centró después en todo lo referente a la Pastoral Social por su vinculación a<br />
Cantas en sus diferentes niveles (del Parroquial al Internacional) Son numerosos<br />
sus artículos en revistas especializadas y su intervención en diferentes<br />
congresos y encuentros En la actualidad desarrolla su ministerio pastoral en<br />
una parroquia periférica de la ciudad de Guatemala y es Delegado Episcopal<br />
de Cantas de Guatemala<br />
Joaquín Fernández Martín es sacerdote de la diócesis de Ciudad Real<br />
Fue el primer director de la emisora de la COPE en la diócesis y estuvo<br />
siempre muy cercano al mundo de la radiodifusión Es autor de vanas<br />
obras poéticas Los sonetos de este libro que publicó originariamente en<br />
la Ho)a Diocesana recogen la esencia de las lecturas bíblicas y confieren<br />
originalidad a esta obra<br />
Fruto de su colaboración es en esta misma colección La Palabra meditación<br />
y poesía dedicados a los Ciclo B y C<br />
© SAN PABLO 2007 (Protasio Gómez 11-15 28027 Madrid)<br />
Tel 917 425 113 - Fax 917 425 723<br />
E-mail secretaria editt&sanpablo es<br />
© del texto Pedro laramillo Rivas 2007<br />
© del poemano loaquín Fernández Martín 2007<br />
Distribución SAN PABLO División Comercial<br />
Resina 1 28021 Madrid<br />
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Depósito legal SE-3990-2007 Unión Europea<br />
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Introducción<br />
Metido en la Palabra, a uno le suena bien que «los primeros<br />
sean los últimos»... Así le ha pasado al «Ciclo A».<br />
Siendo el primer Ciclo, ha sido el último en «ver la luz».<br />
Los sonetos ya los tenía confeccionados nuestro poeta,<br />
Joaquín Fernández Martín. Pero el comentario «acaba de<br />
salir del horno».<br />
Y nunca mejor dicho lo del «horno»... Bien se puede decir<br />
que los he hecho «en caliente»... En un barrio periférico<br />
de la ciudad de Guatemala, en donde estoy ayudando a<br />
un venerable monseñor honorífico de 86 años de edad...<br />
Los dos «solos ante el peligro»: 100.000 habitantes empobrecidos<br />
por periféricos y periféricos por pobres...<br />
Los contextos son importantes para el acercamiento<br />
al texto... También cuando el texto forma parte de la<br />
celebración litúrgica. Ese ha sido mi caso... En un primer<br />
momento pensé que me sería imposible «dar cuenta» del<br />
Ciclo A, en medio de tantas complicaciones y urgencias...<br />
¡Peligro de que la «trilogía» quedara sin terminar!<br />
Pero dos factores fundamentales influyeron en ponerme<br />
al trabajo, incluso con más «pasión», si cabe, que en<br />
los Ciclos anteriores. El primero, la cercanía del contexto<br />
social de estas latitudes con muchos de los contextos
íblicos de las lecturas de la Liturgia. Puestos en ambiente<br />
celebrativo, los textos pueden perder su «arraigo».<br />
Aquellas raíces que los hacen expresión escrita de la historia<br />
de un pueblo, también sufriente de muchas de las<br />
calamidades naturales y provocadas por el hombre.<br />
Los contextos se aproximan tantas veces con tal fuerza,<br />
que a uno «le es dado» un criterio hermenéutico con<br />
simplemente «abrir los ojos» a la realidad que lo rodea.<br />
Los «ojos para ver»... son también «ojos para interpretar».<br />
Y la vida de toda esta gente da mucho para la interpretación<br />
bíblica...: parece que se acerca uno mejor al «Dios<br />
de la opción preferencial por los pobres».<br />
El segundo factor, el abundantísimo uso que por esta<br />
tierras se hace de la Escritura. No siempre, sin embargo,<br />
con la debida seriedad que se merece. En el ámbito de<br />
la mayoría de las sectas (tan abundantes en Guatemala)<br />
se puede hablar claramente no de un uso, sino de un<br />
abuso.<br />
De la lectura fundamentalista de la Escritura está<br />
saliendo una «religiosidad práctica», incluso «una religión»<br />
que no tiene ya nada que ver ni con el pueblo de<br />
la antigua Alianza ni con el cristianismo. En muchas de<br />
ellas, incluso, Jesucristo ha dejado de ser la «clave» de<br />
interpretación de las Escrituras antiguas. La ausencia<br />
de «lectura cristológica» del Antiguo Testamento ha colocado<br />
a muchos grupos religiosos en una etapa de la<br />
historia de la salvación, ya superada... Y además, los ha<br />
colocado allí, «en lo antiguo», leído como en una especie<br />
de «arquelogismo», que quita al Antiguo Testamento toda<br />
su fuerza de «promesa» desde la realización cristiana.<br />
Lo malo es cuando los mismos grupos de la Iglesia<br />
católica, fuertemente «condicionados» por las metodologías<br />
bíblicas de las sectas, tienen la «tentación» de hacer
lo mismo, pensando que un uso fundamentalista de la<br />
Biblia «rinde» pastoralmente.<br />
¡Qué bien viene insistir en las dos dimensiones de la<br />
lectura bíblica, hecha a través de los tres Ciclos del Leccionario<br />
dominical! La dimensión comunitaria. Una lectur<br />
hecha en el seno de la comunidad para la comunidad,<br />
reunida en torno a la «mesa de la Palabra». Y la «homilía»<br />
como la actualización del mensaje para el aquí y el<br />
ahora, cuando es realmente una homilía que «saca» el<br />
sentido de los textos para hoy, en una especie de «exégesis»<br />
pastoral. Desde ella, «lo que dice el texto», como<br />
palabra de Dios en lenguaje humano, es previo a «lo que<br />
me/nos dice el texto», como aplicación y estímulo en el<br />
aquí y en al ahora.<br />
Y la dimensión unitaria de los dos Testamentos. La<br />
relación que, especialmente en los domingos del tiempo<br />
ordinario, se establece entre la primera lectura, del<br />
Antiguo Testamento, y el texto evangélico, va progresivamente<br />
formando una espiritualidad bíblica que, desde<br />
la experiencia de la correlación, de la matización y hasta<br />
de la misma «corrección» que Cristo, como culmen de<br />
la revelación del Padre, supone para el conjunto de las<br />
Escrituras. La «clave» de lectura, de comprensión y de<br />
apropiamiento espiritual de la Palabra, se encuentra así<br />
en Cristo Jesús. «En el principio», en efecto, no existía la<br />
Escritura; «en el principio, existía la Palabra».<br />
He tenido mucho interés en que esta relación entre<br />
primera lectura y texto evangélico quede, hoy, subrayada<br />
en los comentarios. Me parece, en efecto, un aspecto<br />
fundamental de la «construcción» del Leccionario, que no<br />
puede pasar desapercibida. Ya los mismos títulos que se<br />
dan a cada uno de los comentarios tienen esta finalidad.<br />
Como he repetido, sin embargo, en las introducciones
a los otros dos ciclos, no se trata, en realidad, de unos<br />
comentarios «formales»... Yo los he llamado «ecos». Fundados<br />
en una lectura seria del texto, pero con toda la<br />
subjetividad que los «ecos» tienen en la interioridad de<br />
cada uno, también en la mía.<br />
Se trata, por tanto, de compartir «interioridad». No<br />
intimismo. Y para ese compartir he intentado subrayar<br />
aspectos reales del texto, con la intención, sin embargo,<br />
de «hacer cómplices» de la misma mirada. Los lectores/<br />
meditadores (que de eso se trata, de ayudar a meditar y<br />
asimilar el texto bíblico), verán que hay una gran reiteración<br />
del tema de la confianza. Cada vez que el texto lo<br />
permitía, casi me salía espontáneo hasta el subrayado<br />
material de la palabra. Estoy convencido, en efecto, de<br />
que la confianza (en Dios, en Jesús, en el Evangelio y en<br />
los hombres y mujeres de hoy) es presupuesto imprescindible<br />
para una pastoral de la esperanza. De ella necesitam<br />
todos. Los unos, por todo aquello que les sobra y no<br />
les sacia; los otros por todo aquello que les falta aún y<br />
saben y quieren «esperar contra toda esperanza».<br />
Como en los Ciclos anteriores, los sonetos de Joaquín<br />
Fernández eran anteriores (una especie de «comentario<br />
en poesía»). En verdad, ellos son fuente de inspiración<br />
para muchos subrayados.<br />
¡Ojalá que este acercamiento a la Palabra, servida «en<br />
la mesa» para preparar la «mesa de la Eucaristía» nos<br />
introduzca a todos en el misterio de la entrega de Jesús<br />
por nosotros y en la urgencia de nuestra entrega, en Jesús,<br />
para la salvación de todos!<br />
Guatemala, 10 de mayo de 2007,<br />
festividad de san Juan de Ávila<br />
Pedro Jaramillo Rivas
ADVIENTO<br />
«De las espadas forjarán arados-,<br />
de las lamas, podaderas»
Primer domingo de Adviento<br />
1. Un camino abierto a la utopía<br />
(Is 2,1-5)<br />
La esperanza en el pórtico de Adviento. No podía ser<br />
de otro modo. La esperanza no colmada de los tiempos<br />
anteriores no pudo con la mirada ilusionada hacia el futuro.<br />
Desde las mismas ruinas, la mirada del profeta se<br />
proyecta hacia delante: hacia «el final de los días».<br />
«Al final de los días», la firmeza de todo lo que, al presente,<br />
es tan sólo debilidad y miseria: un monte de Sión<br />
firme, en la cima de las montañas.<br />
«Al final de los días», un camino universal, abierto a t<br />
dos los peregrinos, venidos de los pueblos numerosos<br />
de la tierra.<br />
«Al final de los días», una nueva enseñanza con una<br />
nueva obediencia. Enseñanza acerca de los caminos que<br />
salvan y obediencia de recorrido fiel que aboca a la salvación.<br />
«Al final de los días», la llegada a la meta de la paz. Lo<br />
instrumentos de guerra, hechos medios de labranza. La<br />
enemistad entre pueblos fuera de toda enseñanza: no<br />
habrá más entrenamiento para guerras.
«Al final de los días», un camino conjuntado con la luz<br />
y hacia la luz que procede del Señor. La luz del Señor que<br />
recrea los ojos y corazones, acercando la utopía.<br />
2. Una noche abierta a la mañana<br />
(Rom 13,11-14)<br />
El hombre viejo se recrea con las tinieblas, en un mundo<br />
oscuro de simple satisfacción de los instintos más bajos.<br />
Es ¡a engañosa quimera de obtener la salvación a baj<br />
precio. Se une Pablo a una denuncia bíblica que venía ya<br />
de lejos: la vida licenciosa adormece la esperanza y la<br />
vigilia. Produciendo la inconsciencia, distrae al hombre<br />
de su propia plenitud y lo hace insensible al camino de<br />
los otros.<br />
Esa noche ya termina. Desde dentro le nace la mañana<br />
porque tiene en su entraña una salvación en crecimiento:<br />
«Ya es hora de espabilarse». Ya apunta la luz de la<br />
mañana. Se precisan ya las «armas de la luz» y el vestido<br />
nuevo de meter la propia vida en la de Cristo: «Dejemos<br />
las tinieblas a la zaga/ y, revestidos de la luz que amaga/<br />
velemos, listos, mientras caminamos».<br />
3. Una vida abierta a la vigilia<br />
(Mt 24,37-44)<br />
Es preciso mantener tensa la espera, ¡que no todo acaba<br />
con la muerte! La muerte es un momento de encuentro<br />
para quien espera vigilante. Aquellos que de la vida hacen<br />
una dormida en la ausencia, no descubrirán el gozo<br />
de adivinar y acoger la presencia.
La vigilia preocupada de Noé lo salvó cuando el diluvio<br />
inesperado. Los hechos y las personas que no se<br />
anuncian sólo encuentran preparados a aquellos que lo<br />
están siempre.<br />
«Estad en vela». Es permanente advertencia, para ver<br />
cumplido el gozo. El encuentro con quien llega se prepara<br />
sólo en la vida que se abre en permanente vigilia.<br />
Vayamos al encuentro<br />
Vayamos jubilosos al encuentro<br />
universal por sendas y caminos...<br />
En Sión confluyen todos los destinos<br />
y es la Morada del Señor su centro.<br />
La santa Ley de Dios refulge dentro,<br />
ilustrando a los pueblos peregrinos<br />
que llegan, rastreando los divinos<br />
preceptos, correctores del descentro.<br />
La noche está avanzada; apunta el día<br />
del Nacimiento..., de la Parusía...,<br />
del Reino de los cielos que anhelamos...<br />
Dejemos las tinieblas a la zaga<br />
y, revestidos de la luz que amaga,<br />
velemos, listos, mientras caminamos.
Segundo domingo de Adviento<br />
1. El anhelo de utopía<br />
(Is 11,1-10)<br />
Para Israel fue la esperanza un continuo aprendizaje. En<br />
el fondo de la espera, la seguridad de la promesa y la co<br />
fianza en el Dios fiel de su historia. A los momentos de<br />
duda suceden los de certeza. Duda en la guía de Dios,<br />
cuando se inicia la monarquía: ¿no será el rey un intruso<br />
que suplante el único cayado de Dios? Certeza de la<br />
misión del monarca: será el lugarteniente de Dios en ¡a<br />
defensa del pobre. Duda que entra en los huesos al comprobar<br />
la ineptitud de los reyes. Certeza de la llegada d<br />
rey-mediador que cumpla los anhelos de Dios y los del<br />
pueblo. Es la certeza que mantiene tensa la espera.<br />
«Brotará un renuevo del tronco de Jesé; un vastago<br />
florecerá de su raíz». Y, desde esa certeza, la descripción<br />
de sus dotes personales y de la situación de su reino. Un<br />
descripción de lo que sería el reinado mismo de Dios a<br />
través del mediador. Entre Dios y el nuevo rey, el Espíritu<br />
del Señor, posándose y llenando al rey con sus dones.<br />
La posesión del Espíritu es la fuente de toda gracia. Sin<br />
Espíritu, la mediación se diluye y deteriora.
Con el Espíritu del Señor, habrá defensa del pobre y<br />
desamparado, y derrota del violento y del impío. Con<br />
justicia y fidelidad, el rey-mediador inaugura un mundo<br />
nuevo. Un mundo de retorno al «paraíso perdido».<br />
El mundo de la armonía expresada en la unión de los<br />
contrarios. No se trata de una paz que se quedara en lo<br />
externo; es tan honda, que procede de un «país que está<br />
lleno de la ciencia del Señon>. Tan lleno «como las aguas<br />
colman el mar».<br />
Una realidad así es la meta de los pueblos: «La buscarán<br />
los gentiles, y será gloriosa su morada». Un renuevo<br />
y un vastago florecidos para todos.<br />
2. La utopía realizada<br />
(Rom 15,4-9)<br />
Eso quiere Pablo que sea aquella comunidad de Roma:<br />
una sencilla expresión de la utopía realizada. Una comunidad<br />
llamada a vivir la armonía pregustada como anticipo<br />
de los tiempos del Mesías. Hacer realidad sencilla<br />
y humana el sueño del paraíso que transita por el texto de<br />
Isaías.<br />
También lo considera Pablo como una dádiva de Dios.<br />
Una dádiva acaecida entre paciencia y consuelo-, paciencia<br />
porque la nueva comunidad no acontece de repente;<br />
consuelo, porque, una vez acaecida, se convierte en<br />
fuente inagotable de gozo.<br />
El «acuerdo» entre cristianos que se expresa en acogida<br />
y servicio. Con un modelo y estímulo: la acogida y<br />
el servicio de Jesús. Expresión de la acogida ilimitada del<br />
Padre: a judíos y a gentiles.<br />
Y una alabanza «unánime»: la que hace de la viz de
todos la sola voz que proclama fidelidad y perdón misericordioso.<br />
Alabanza al Salvador que realiza la utopía de la<br />
comunión con Dios y de la unión gozosa entre todos.<br />
3. Una utopía que pide conversión<br />
(Mt 3,1-12)<br />
Si todo lo que vale, cuesta, la utopía tampoco es barata.<br />
Cierto que es un regalo. Pero un regalo que pide la<br />
acogida.<br />
La utopía se concentra en el Reino que es ofrecido.<br />
Un Reino que es tan de Dios que es «el Reino de los<br />
cielos». Es tan grande la promesa que su anuncio, en<br />
los labios del Bautista, pide ya la conversión: «Convertios<br />
porque está cerca el Reino de los cielos».<br />
Juan es la voz que lo predica y lo anuncia. Pero es una<br />
voz exigente que pide
Retoño salvador<br />
Del tocón de Jesé brota un renuevo,<br />
prenda de la utopía del Paraíso,<br />
clamor -como en el páramo el narcisodel<br />
Reino que inaugura un tiempo nuevo.<br />
El Verbo se hace carne. Es el relevo<br />
del hombre envanecido. A Dios sumiso,<br />
ganó su Nombre en la obediencia: quiso<br />
y dijo «¡aquí estoy!». Se hizo coevo<br />
de cada Adán, gustando cada muerte...;<br />
así cambió el sentido de la suerte<br />
que al hombre le dictó el primer pecado...<br />
¡Haz presente a Enmanuel en tus hermanos!<br />
Colma de amor el cuenco de tus manos,<br />
y en tu entrega cabal serás salvado.
Tercer domingo de Adviento<br />
1. Lo nuevo que va a germinar<br />
(Is 33,1 -6a. 10)<br />
El anuncio seguro de lo nuevo tiene arraigo en la visión esperanzada<br />
del profeta. La confianza en el Dios que salva<br />
es más grande que todas las trabas y tropiezos.<br />
Esperanza que se expresa en la transformación de l<br />
naturaleza y del ser humano. El yermo y el desierto,<br />
llamados a alegrarse con el regocijo de una floración<br />
inesperada. Una belleza tal que abrirá los corazones a la<br />
belleza misma de Dios: «Verán la gloria de Dios, la belleza<br />
de nuestro Dios».<br />
Y unos seres humanos deprimidos que se abren a la<br />
nueva fortaleza. Ni debilidad ni vacilación ni cobardía: «Sed<br />
fuertes, no temáis». Incluso aquellos que experimentan el<br />
deterioro físico reciben el anuncio de gozar en plenitud<br />
de la función de sus órganos atrofiados: los ojos, los<br />
oídos, las piernas y la lengua. No más ciegos ni sordos<br />
ni cojos ni mudos.<br />
Todos vienen «rescatados» por el Señor. Una gran<br />
peregrinación de hombres renovados, guiados por «la<br />
alegría perpetua»; flanqueados en su camino por «el gozo<br />
y la alegría». Al resguardo de toda «pena y aflicción».
Novedad maravillosa que, en medio del sufrimiento,<br />
estimula y anima la esperanza.<br />
2. Esperando con firmeza<br />
(Sant 5,7-10)<br />
Esperando, como lo hace el labrador que aguarda la<br />
cosecha, con una paciencia inquieta y activa. Se sabe el<br />
brador llamado a trabajar su parcela, pero ha aprendido<br />
a mirar al cielo en espera de las lluvias. Las necesita y<br />
anhela, pero no puede causarlas, «ni las tempranas ni las<br />
tardías». Las espera. Y lo hace con inquietud y paciencia,<br />
pero siempre con una segura firmeza.<br />
Cuando las lluvias se tardan, apuntan la desesperanza<br />
el cansancio de tanto trabajo frustrado. Lo mismo pasa en<br />
la vida, cuando se teme que el Señor se ha ocultado y retrasa<br />
su venida: la «venida» en el final; y las «venidas» en<br />
cada momento de nuestra historia, tantas veces reseca<br />
y agostada como la tierra en sequía.<br />
Pero, en los momentos duros, es cuando crece la esperanza.<br />
Esperanza tantas veces dolorida por el retraso<br />
y silencio de quien tiene que venir y no acaba de llegar.<br />
En la paciencia esperanzada está también la firmeza: «La<br />
venida del Señor está cerca... Él está ya a la puerta».<br />
3. Lo nuevo que ha germinado<br />
(Mt 11,2-11)<br />
¿Se cumplió ya la promesa o sigue el tiempo de espera?<br />
Dos períodos se entrecruzan: el de Juan que se pregunta:<br />
«¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a
otro?». Y el de Jesús que responde con la promesa cump<br />
da. La promesa de Isaías y los profetas se hace en Jesús<br />
realidad: Con Él llega la salvación que, abrazando a enfermos<br />
y marginados, llega hasta a los mismos muertos,<br />
llamados a resucitar.<br />
Esta síes Buena Noticia. Noticia de salvación, que tiene<br />
en todos los pobres sus primeros destinatarios: «A los<br />
pobres se les anuncia la Buena Noticia». Se habían mezclado<br />
en la espera otros muchos intereses, que viciaron<br />
lo más hondo de la esperanza: Aguardar desde la pobre<br />
Cuando no existe el despojo, es difícil la esperanza. Uno<br />
cree tenerlo todo, incluso la mejor idea de la misión del<br />
Mesías. Y de ahí la advertencia de Jesús: «Y dichoso el<br />
que no se sienta defraudado por mí».<br />
No fue Juan uno de los defraudados. L,a firmeza de su<br />
arraigo de profeta en el desierto, y no «en los palacios,<br />
donde habitan los que visten de lujo», lo hizo mensajero<br />
y preparador del camino. Grandeza de misión y de respue<br />
ta. Una singular grandeza que está al alcance de todos:<br />
«El más pequeño en el Reino de los cielos es más grande<br />
que él».
El Señor está cerca<br />
i Cómo emulan al Líbano su gloria<br />
el páramo y la estepa! ¡Cómo arde<br />
el vigor en el pecho del cobarde!<br />
¡Cómo pronuncia el Salvador su historia!<br />
No pongáis la esperanza en vuestra noria.<br />
Siempre llega el Señor, aunque se tarde...<br />
Al tempero o tardía..., sin alarde<br />
cae la lluvia en la tierra promisoria...<br />
Salta el cojo su júbilo. Se alerta<br />
el oído del sordo. Está a la puerta<br />
el Juez que impartirá misericordia...<br />
¡Haz tuya la belleza del Carmelo<br />
y tu pecho una estancia de su cielo<br />
donde vivan los hombres en concordia!
Cuarto domingo de Adviento<br />
1. «Dios-con-nosotros»: la promesa<br />
(Is 7,10-14)<br />
Tener a Dios junto a él en su camino: no hay otra certeza<br />
en la vida que dé al ser humano más gozo.<br />
Caminar acompañado por Dios-. Ahí descubre el creye<br />
la más honda trama de toda la historia de la salvación.<br />
La íntima seguridad que a todos los personajes bíblicos<br />
los hubiera debido llevar a la más grande confianza. Pero<br />
no siempre fue así. No lo fue en el caso de! rey Acaz que,<br />
a su desconfianza, añadía la búsqueda de sus propios<br />
medios para salvar a su pueblo de la guerra.<br />
Una desconfianza tal que llega a «cansar a Dios», por no<br />
querer ni siquiera pedir al cielo señales. Ni confianza ni<br />
oración. Por eso, el propio Señor irrumpe, tomando la<br />
iniciativa: «El Señor, por su cuenta, os dará una señal».<br />
Tan sencilla y tan cercana, que hace falta ahondar en ella<br />
para no pasar de largo: una doncella preñada y el hijo<br />
dado a la luz.<br />
El nombre va hacia el hondón del sentido: «Y le pone<br />
por nombre Enmanuel, que significa Dios-con-nosotros».
2. «Dios-con-nosotros»:<br />
el Hijo de Dios humanado (Rom 1,1-7)<br />
Ahonda san Pablo en la Buena Nueva de Dios, el Evangelio<br />
del Padre. La señal es también un Hijo: «Su Hijo»,<br />
el mismo Hijo de Dios. Y es señal, porque es un Hijo<br />
humanado-. «Nacido, según lo humano, de la estirpe de<br />
David». Y es señal, porque apunta a su futuro; de nuevo<br />
en el lugar mismo de Dios: «Constituido, según el Espíritu<br />
Santo, Hijo de Dios, con pleno poder, por la resurrección<br />
de la muerte».<br />
«Jesucristo, nuestro Señor» es «Dios-con-nosotros» y<br />
Dios para nosotros. Llamados por él, somos nosotros de<br />
Dios y para Dios. Ese es el mayor don recibido y el mayor<br />
don que ofrecemos a todos: «Que todos los gentiles respondan<br />
a la fe», a la filiación compartida en adopción.<br />
3. «Dios-con-nosotros»: el cumplimiento<br />
(Mt 1,18-24)<br />
«Nunca tan adentro tuvo al sol la tierra». Jamás hubiera<br />
podido pensarse en un Dios en-carnado, metido en la<br />
carne del hombre, para ser hombre «semejante en todo a<br />
nosotros, menos en el pecado».<br />
La sencillez del relato nos aboca al misterio de un<br />
«ser-Dios-con-nosotros» siendo uno de los nuestros. Al<br />
mejor estilo bíblico, a través del «sueño» de José se revela<br />
la hondura del misterio: María y la criatura en su seno,<br />
pero el Espíritu Santo como el definitivo sustento del<br />
misterio allí encerrado: «Ella esperaba un hijo por obra<br />
del Espíritu Santo».<br />
El honesto repudio decidido por José se convierte
en acogida: «Se llevó a su casa a su mujer», y en tarea:<br />
«Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su<br />
pueblo de sus pecados».<br />
Y, salvando, cumple la profecía: El «Dios-con-nosotros»,<br />
que es el Hijo de María, no es como un Dios ocioso<br />
para la vida del hombre y de la historia. Él es el Dios<br />
que nos salva desde la cercanía acompañante.<br />
La Virgen está encinta<br />
Por su infidelidad, Acaz, indigno<br />
del empeño y el don de la realeza,<br />
rehuye la palabra de certeza<br />
que le brinda el profeta fidedigno:<br />
una virgen puérpera es el signo<br />
del Señor, que es poder y fortaleza...;<br />
un niño hará visible la terneza<br />
y la proximidad del Dios benigno...<br />
José vence la duda en el empeño<br />
de su amor, que se afirma con un sueño<br />
en que la fe por la palabra crece.<br />
Abre tu corazón a la aventura<br />
de fiarte de Dios..., y a la locura<br />
de creer que aconteció lo que acontece.
NAVIDAD<br />
«Un niño nos ha nacido-,<br />
un hijo se nos ha dado»
Navidad<br />
(Misa de medianoche)<br />
1. «Un niño nos ha nacido»<br />
(Is 9,1-3.5-6)<br />
En medio de las tinieblas alumbra la esperanza En medio<br />
de la opresión germina la liberación Todo se inunda<br />
de la luz y del gozo que brotan de la presencia de Dios<br />
Todos «se gozan en tu presencia» (en metáfora agrícola<br />
«Como gozan al segar», en metáfora guerrera «Como se<br />
alegran al repartirse el botín»)<br />
La presencia de Dios destruye la opresión Dios mism<br />
quebranta la vara, el yugo, el bastón del opresor Una<br />
opresión ejercida hace, estrépito y empapa de sangre los<br />
vestidos Y una opresión castigada «Serán combustible,<br />
pasto del fuego»<br />
En medio de tanta violencia, es entrañable la señal «U<br />
niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado» Un niño<br />
con atributos de Dios, porque lo es Un niño con misión<br />
Salvador para sostener y consolidar el Reinado nuevo de<br />
David «con la justicia y el derecho», en cumplimiento de<br />
promesas que tienen a Dios por autor «El celo del Señor<br />
lo realizará»
2. «Ha aparecido la gracia de Dios»<br />
(Tit 2,11-14)<br />
La gracia de Dios aparece en-carnada y en pleno dinamismo:<br />
«Trae la salvación para todos los hombres». El<br />
nacimiento de Jesús es el más logrado momento de una<br />
historia de gracia y de gracias. La gracia que jamás nadie<br />
hubiera pensado. Pero ha aparecido. Ha tenido historia y<br />
un destino concretos. Su aparición se hace nacimiento<br />
visible de un niño. Se hace historia real y concreta de un<br />
hombre. Se hace entrega generosa que lleva a la muerte.<br />
Se hace rescate de resurrección y de vida. Y se hace promesa<br />
de vuelta en comunión solidaria con todos.<br />
No puede el hombre olvidar su inmersión en esta histo<br />
de gracia. La espera de «la aparición gloriosa del gran<br />
Dios y Salvador nuestro, Jesucristo» da al conjunto de la<br />
vida una tensión salvadora.<br />
Y al gozo entrañable del recuerdo del nacimiento del<br />
Niño se une la gracia de una existencia nueva: «Llevar ya<br />
desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa». Una<br />
vida en espera: el Señor vino y vendrá. Venidas de Dios<br />
la historia del hombre. Expresión permanente de su gran<br />
amor que nos lleva a re-nacer y a esperar.<br />
3. «Os ha nacido un Salvador»<br />
(Le 2,1-14)<br />
Promesa (primera lectura) y cumplimiento (evangelio)<br />
lleno de desconcierto. La espera mesiánica había engrandecido<br />
las señales de la aparición. El cumplimiento<br />
ahonda la realidad que se muestra y envuelve las señales<br />
en una chocante pobreza.
A la normalidad del nacimiento: A María «le llegó el<br />
tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito y lo<br />
envolvió en pañales» (como hacen todas las madres), se<br />
añade una sobria anotación de marginación y pobreza-.<br />
lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la<br />
posada».<br />
Y el anuncio no se hace a los grandes; se reserva a los<br />
sencillos, a los pastores, también ellos marginados.<br />
A la grandeza del don: «Os ha nacido un Salvador, el<br />
Mesías, el Señor» corresponde también la pobreza en<br />
la señal: «Encontraréis a un niño envuelto en pañales y<br />
acostado en un pesebre». Es preciso ahondar en la ley<br />
que hace a Dios revelarse en lo sencillo. Muchas veces,<br />
el miedo al encuentro el que oscurece la visión de las<br />
señales. Uno las quisiera grandes y espectaculares, para<br />
evitar así el camino que desentraña el misterio.<br />
Pero la paz y alegría se encuentran tan sólo allí donde<br />
Dios se manifiesta desconcertando esquemas prefabricados.
Envuelto en pañales<br />
Fueron cuarenta y dos generaciones<br />
caminando por sombras de esperanza...<br />
El tiempo llegó al fiel de su balanza<br />
y la Luz encendió los corazones.<br />
Se inundaron los últimos rincones<br />
de silencio con himnos de alabanza...<br />
Un Niño trajo al hombro la Alianza<br />
de paz y amor a todas las naciones...<br />
Un Hijo que es el centro de la historia...,<br />
que inscribe de un pesebre la memoria<br />
en el rol de los tronos singulares,<br />
que, ceñido en pañales de caricia,<br />
confirma a los pastores la Noticia<br />
que los ángeles dicen a millares.
La Sagrada Familia<br />
1. Una autoridad que es amor<br />
(Si 3,2-6.12-14)<br />
La mirada a la Familia de Nazaret le trae a la liturgia<br />
recuerdos sapienciales del Antiguo Testamento. El lug<br />
principal de la reflexión lo ocupan el padre y la madre.<br />
El origen de su «oficio» está en el mismo Dios, que es el<br />
sujeto de toda la exhortación.<br />
Un movimiento de los padres a los hijos, y de estos<br />
hacia aquellos. Dios es el que hace al padre digno de<br />
respeto y el que da autoridad a la madre. Puesta esta<br />
premisa, derivan como a raudales las consecuencias de la<br />
actitud de los hijos: La relación con sus padres es filialm<br />
regeneradora: perdón de los pecados, acumulación de<br />
tesoros (no sólo materiales), alegría en los propios hijos<br />
venideros, seguridad de oraciones escuchadas, una vida<br />
larga y confiada.<br />
La condición es la incondicionalidad del amor y del re<br />
No sólo cuando los padres son aún jóvenes y de ellos<br />
puede aún esperarse... También, y sobre todo, cuando,<br />
ya ancianos, pueden ser considerados como estorbo, y<br />
acecha siempre la tentación de arrinconarlos: «No los
abandones mientras vivas». Para que la familia sea de<br />
verdad paradigma de «un tiempo venidero».<br />
2. En torno al amor, las virtudes familiares<br />
(Col 3,12-21)<br />
Lo que Pablo afirma de manera general, tiene una aplicación<br />
concreta e insuperable para la familia. Contra una<br />
tendencia a ser mejores fuera (en la calle y en relación<br />
con otras personas) que dentro (en el propio hogar),<br />
hay que agarrarse al amor «que es ceñidor de la unidad<br />
consumada».<br />
Y en torno al amor, todas aquellas virtudes que lo hacen<br />
cercano y concreto: «La misericordia entrañable, la bondad,<br />
la humildad, la dulzura, la comprensión...». Pablo es, sin<br />
embargo, realista y da una importancia especial al perdón,<br />
entendido como capacidad de sobrellevar los defectos<br />
del otro. El ejemplo de perdón es Cristo: «El Señor os ha<br />
perdonado, haced vosotros lo mismo»... También la paz familiar<br />
está forjada con el perdón. Sin él, es impensable una<br />
reconciliación que llegue a producir «la paz en Cristo».<br />
También para la familia el origen y manantial de la vida<br />
es la Eucaristía, «vínculo de unidad y signo de caridad». Y<br />
la oración, en sus múltiples manifestaciones: una oración<br />
comunitaria, abierta a la súplica y vida de toda la comunidad<br />
que «canta a Dios de corazón con salmos, himnos<br />
y cánticos inspirados».<br />
Desde una recia espiritualidad familiar, las relaciones<br />
funciones de los distintos miembros no son consideradas<br />
como cargas; son expresión de una honda experiencia de<br />
amor: el respeto, el afecto, la dulzura, la obediencia... se<br />
traban en una vivencia de relación singular.
3. El cuidado paterno, manifestación de amor<br />
(Mt 2,13-15.19.23)<br />
¡Difícil descubrir tras ciertas decisiones paternas el cuidado<br />
amoroso de Dios! Momentos difíciles para decisiones<br />
durasl<br />
La huida a Egipto tiene en José al protagonista de<br />
la decisión. Tras ella, una expresa voluntad de Dios... Y<br />
tras una situación difícil, el cumplimiento de la promesa<br />
salvadora: «De Egipto llamé a mi hijo». La dura experiencia<br />
de la «salida» (el Éxodo) del pueblo de Israel, «hijo<br />
de Dios», que se cumple en esta nueva salida del Hijo,<br />
dejando atrás para siempre la tierra de la opresión y de<br />
la esclavitud. En la lectura de los acontecimientos que<br />
Mateo hace para judeo-cristianos, transmite toda una<br />
«lectura» de la acción de Dios que «escribe derecho con<br />
renglones torcidos».<br />
¡Mirada serena a acontecimientos cercanos que pued<br />
torcer la andadura familiar! ¡Quién sabe la justeza de<br />
cumplimientos que puede esconderse en momentos<br />
humanamente apurados; de decisiones difíciles! «Mis<br />
caminos no son vuestros caminos...».
Amor de esmero<br />
Os desveláis por un trabajo estable,<br />
una vivienda con holgura y lujo,<br />
un lugar bajo el sol de gran influjo<br />
y una cuenta corriente respetable.<br />
¿Es esa vuestra vida perdurable...,<br />
vuestra seguridad...? Pobre garujo<br />
incapaz de aguantar el recio flujo<br />
del tiempo, que lo bate infatigable...!<br />
Hay otra perspectiva...; otro cemento...:<br />
la aventura vivida en el adviento<br />
de una fidelidad que no termina...<br />
Jesús, María y José... Amor de esmero,<br />
paradigma de un tiempo duradero,<br />
que en el carel del tiempo se reclina...
Santa María, Madre de Dios<br />
1. Bendecidos en el Hijo<br />
(Núm 6,22-27)<br />
Bendición de salvación, realizada en el envío del Hijo.<br />
Bendición de salvación, realizada en las entrañas maternales<br />
de María. Bendición de salvación que se acompasa<br />
también con el tiempo cronológico, encontrando en él<br />
una pauta de su ritmo: un año nuevo de gracia salvadora<br />
que comienza.<br />
Aquella fórmula de bendición «israelita» se hace realidad<br />
de bendición «cristiana»: la protección permanente<br />
Dios, «a la sombra de las alas» del Hijo; la iluminación<br />
de su rostro en una revelación definitiva de la paternidad<br />
de Dios y de nuestra filiación; la concesión del favor, q<br />
es «gracia» definitiva de favores compartidos; la mirada<br />
de Dios, hecha desde los ojos humanos de Jesús; la paz<br />
como don esperado de Cristo, nuestra paz definitiva.<br />
En verdad nuestro tiempo es tiempo de salvación,<br />
porque «este niño que nos ha nacido es mucho más que<br />
un sueño.../ es el latido de eternidad injerta en nuestro<br />
tiempo».
2. ... nacido de una mujer<br />
(Gal 4,4-7)<br />
Siempre inmersos en el misterio dei tiempo, pero ahora<br />
es su cumplimiento-. «Cuando se cumplió el tiempo...». Y<br />
que el tiempo no es una realidad plana; el tiempo tiene<br />
sus relieves, y tuvo el relieve decisivo cuando «Dios envió<br />
a su Hijo, nacido de una mujer». Nacido de una mujer<br />
como nacimos nosotros; de unas entrañas creadas para<br />
concebir, engendrar y dar a luz, dando la vida.<br />
Y nacido como nosotros en una concreta sociedad:<br />
«Nacido bajo la ley»... Una sociedad que precisa redención:<br />
«Para rescatar a los que estaban bajo la ley». Nacimiento<br />
salvador; entrañas maternales que engendran<br />
filiación: a través del fruto de las entrañas de María,<br />
recibimos el «ser hijos por adopción»; hijos en el Hijo,<br />
desde una paternidad común: la de Dios.<br />
En el Hijo, nacido de una mujer, acabó para siempre<br />
nuestra condición de esclavos de Dios. Aquel Dios de libertad<br />
que se manifestó espectacularmente en el Éxodo,<br />
se manifiesta ahora en la humanidad de quien, confesán<br />
«esclava» es, también ella, «hija»; pero es, sobre todo,<br />
«madre»: la mujer de cuyas entrañas nació verdaderamente<br />
el Hijo enviado.<br />
3. ... y anunciado a los sencillos<br />
(Le 2,16-21)<br />
Los pastores reciben el anuncio, se ponen en camino,<br />
y ellos mismos se hacen heraldos de su desconcertante<br />
experiencia. Encuentran el hecho anunciado: «A María,<br />
a José y al Niño acostado en un pesebre». Aquel ver,
les hace anunciar: «Contaron lo que les habían dicho<br />
de aquel Niño». El anuncio del Ángel era solemne: en<br />
el pesebre iban a encontrar al Salvador de Israel. No es<br />
extraña la admiración de quienes les oyeron semejante<br />
grandeza en tan gran humildad.<br />
Entre todos los humildes y sencillos que saben escuchar,<br />
señala Lucas a una oyente especial: «María escuchaba<br />
todas estas cosas, meditándolas en su corazón».<br />
Oyente singular no sólo por la maternidad; también por<br />
el modo con que escucha. María no se limita a oír. Su<br />
escucha se hace contemplación interior.<br />
Ver, oír y contemplar se entrecruzan ante el acontecimiento<br />
que cumple las promesas: los pastores alaban<br />
a Dios «por lo que han visto y oído»; María lo conserva<br />
todo en su corazón... Los sencillos israelitas ya entrevén<br />
la salvación en aquel recién nacido... Por eso, el nombre<br />
en la circuncisión: Jesús, que significa «Yavé salva».
Latido de eternidad<br />
Cronos saca hoy del fondo de su arca<br />
un día, un mes, un año, que su andanza<br />
desigual inauguran... Sin tardanza<br />
rendirán su periplo ante la Parca.<br />
Con todo el fluir del tiempo marca<br />
un final, recamado de esperanza,<br />
el corazón se arriesga sin tardanza<br />
a cuanto sueño la ilusión abarca...<br />
Pero este Niño que nos ha nacido<br />
es mucho más que un sueño..., es un latido<br />
de eternidad injerta en nuestro tiempo...<br />
La Paz indefectible que florece...;<br />
la Bendición perenne que acontece<br />
más allá del temor al contratiempo...
Segundo domingo de Navidad<br />
1. La sabiduría de Dios arraiga en su Pueblo<br />
(Si 24,1-4.12-16)<br />
Interesante la querencia de Dios por echar raíces en<br />
medio de los suyos. Una querencia experimentada con<br />
tal fuerza por el pueblo de Israel que hasta le lleva a «revisar»<br />
su monoteísmo sin fisuras... Nunca pensará Israel<br />
en muchos dioses, pero ya en el Antiguo Testamento se<br />
abre una concepción de Dios que no se cierra celosamen<br />
en su propia intimidad.<br />
Se perfila ya el Dios que envía su Sabiduría a «poner<br />
su morada entre los elegidos, a habitar en Jacob, a tener<br />
a Israel como heredad». Aún no se describe la relación<br />
de la Sabiduría con el Dios Creador..., pero, en ella, algo<br />
muy de Dios comparte ya la suerte de los hombres.<br />
Se diría que en esta Sabiduría, «incardinada» en medio<br />
de su Pueblo, se expresa con fuerza la querencia de l<br />
encamación, que atraviesa toda la historia de la salvación.<br />
Aquella voluntad de Dios de «unir a su elección nuestro<br />
destino de ser hijos, pueblo sagrado, pan de su pan y<br />
vino de su vino».
2. Bendecidos antes de la creación del mundo<br />
(Ef 1,3-6.15-18)<br />
En el tiempo de Navidad, lo eterno y lo temporal se entrecruzan,<br />
se complementan y mutuamente se explican.<br />
Nuestra elección en Cristo sucedió en el tiempo,<br />
pero, en realidad, «aconteció ya antes de la creación del<br />
mundo». En el tiempo sucede el que «en Cristo seamos<br />
"hijos de Dios"», pero, en realidad, siéndolo, hoy, revelamos<br />
la eterna «gloria de su gracia»... Admirable intercamb<br />
que arranca de aquella pre-existencia de la Palabra que<br />
proclamará Juan en su prólogo.<br />
Sólo así, Jesús en su historia con nosotros, puede<br />
ser «el mediador de toda clase de bienes espirituales»,<br />
objeto de la bendición de Dios. Y sólo así, y también en<br />
Él, podemos nosotros «ser santos e irreprochables ante<br />
Dios por el amor».<br />
Nada de extraño que Pablo pida a Dios para nosotros<br />
«el espíritu de sabiduría y revelación» para conocer la<br />
profundidad y la hondura del misterio de Jesús, y la «iluminación<br />
de los ojos del corazón para comprender» el<br />
destino final de tanta riqueza encarnada: «La gloria que<br />
da en herencia a los santos».<br />
3. La palabra de Dios habita entre nosotros<br />
(Jn 1,1-18)<br />
Lo que en el Antiguo Testamento era «querencia de Dios»<br />
(«tener sus delicias en estar entre los hombres») se hace<br />
en Cristo realidad de encarnación. El prólogo del cuarto<br />
evangelio combina admirablemente los dos grandes momentos<br />
de la existencia del Verbo: la eterna, junto a Dios,
«desde el principio»; y la histórica, entre los hombres,<br />
desde su entrada real en la carne (en-carnación).<br />
La en-carnación da a la carne de Jesús todo su valor<br />
teológico: «A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único<br />
de Dios que está en el seno del Padre, es quien nos lo<br />
ha dado a conocer». La «carne de Jesús» (sus raíces humanas,<br />
su historia, la totalidad de su existencia) son para<br />
siempre revelación de Dios.<br />
La en-carnación da a la carne de Jesús todo su valor<br />
salvador: «A cuantos la recibieron les da poder de ser<br />
hijos de Dios»... «De su plenitud todos hemos recibido<br />
gracia tras gracia».<br />
Pero, la en-carnación da también a la carne de Jesús<br />
toda la carga escandalosa del Dios humanado. Y por eso,<br />
quedará siempre abierta la posibilidad del rechazo: «Vino<br />
a su casa y los suyos no la recibieron». ¡Que nos contemos<br />
entre «los que hemos contemplado su gloria»!
Germinó la Palabra<br />
Germinó la Palabra..., echó raíces<br />
en Sión su ancestral sabiduría...<br />
resplandecientes cual luz del día,<br />
brillan en Israel sus directrices...<br />
Más allá de abandonos y deslices<br />
profetizó a su Pueblo la amnistía,<br />
sació el hambre y la sed de su ardentía<br />
con maná, agua de roca y codornices...<br />
Antes que el mundo fuera pronunciado,<br />
decía la Palabra su divino<br />
designio de habitar a nuestro lado,<br />
de unir a su elección nuestro destino<br />
de ser hijos de Dios, pueblo sagrado,<br />
pan de su pan y vino de su vino.
I. Todos vienen a ti<br />
(Is 60,1-6)<br />
Epifanía del Señor<br />
Se va cumpliendo la manifestación del en-carnado. En<br />
la Navidad fueron los padres de Jesús y los pastores, los<br />
sencillos de Israel, quienes vieron, oyeron y contemplaro<br />
Contempló, sobre todo, la Madre, «guardando todo<br />
aquello en su corazón».<br />
Pero no podía quedar allí encerrado, ni podían ser las<br />
fronteras de Israel los límites de la «contemplación de su<br />
gloria».<br />
Isaías, el profeta que ve en Jerusalén la morada de<br />
Dios, la abre con fuerza decidida a todos los pueblos. Recib<br />
Jerusalén la luz que le viene de su Dios, y por eso brilla.<br />
Recibe Jerusalén la aurora de la gloria del Señor, convirtiéndose<br />
así para todos los pueblos en un glorioso amanecer...<br />
Ha amanecido el Señor, quitando la oscuridad de<br />
los pueblos.<br />
Y los pueblos responden con una peregrinación hacia<br />
la señal levantada por Dios, atraídos por la luz y por la<br />
aurora. Hay multitud de caminantes y abundancia de<br />
riqueza y de dones. Cuando se divisa la meta, el camino<br />
se hace ligero y jubiloso.
2. Coherederos de la promesa<br />
(Ef 3,2-3a.5-6)<br />
Muchos judíos se consideraban herederos exclusivos de las<br />
promesas de Dios. Compartirlas con los gentiles les parecía<br />
renegar de su propia identidad de pueblo elegido. Una<br />
elección que consideraban como privilegio incondicional.<br />
En este contexto particularista, Pablo desvela «el misterio».<br />
No se refiere Pablo tanto al misterio de la identidad<br />
de Jesús como al destino universal de su misión-. «Q<br />
también los gentiles son coherederos».<br />
Las promesas no son propiedad de unos pocos. En<br />
la multitud de miembros del único cuerpo de Cristo, los<br />
gentiles no son extraños o advenedizos. Lo que no era<br />
privilegio (la elección) jamás puede convertirse en exclusión.<br />
Y todo por un Evangelio que es Buena Noticia para<br />
todos: Los cercanos y lejanos-, los de siempre y los de últim<br />
hora; los justos y los pecadores... En Cristo Jesús, todos<br />
podemos ser coherederos.<br />
3. ...para adorar al que ha nacido<br />
(Mt 2,1-12)<br />
En el relato evangélico, los magos juegan de símbolo,<br />
como de símbolo jugaron los pastores en la primera manifestación<br />
del recién nacido a los sencillos.<br />
Se trata ahora de una manifestación del en-carnado<br />
a los de lejos-, «unos magos de oriente». No toman ellos la<br />
iniciativa... Hacen camino, siguiendo a una estrella. La<br />
señal les viene de arriba: «hemos visto salir su estrella»...<br />
Cuando el tiempo se ha cumplido, despunta su estrella y<br />
se convierte en señal del acontecimiento.
La peregrinación de los magos no es de simple verifica<br />
astronómica. Es una peregrinación religiosa: «venimos a<br />
adorarlo». Los gentiles son llamados a la común adoración,<br />
con los judíos..., en la extraña sencillez del origen<br />
del Mesías: Belén, la pequeña aldea de Judá, hecha grande<br />
por la cuna del Mesías.<br />
Hacia aquella humilde cuna ¡es guía la estrella... Y aco<br />
pañan la adoración con multitud de dones... Comienza a<br />
cumplirse la visión universalista de Isaías. Desde aquella<br />
pequeña aldea de Belén brilla la estrella, convirtiéndose<br />
en luz para todas las naciones... En respuesta, una buena<br />
súplica de todos: «¡No me otorgues, Señor, otro tesoro<br />
que contemplar la gloria de tu nombre!».
Caminar tras la estrella<br />
Ni el perfume oriental que embriaga al hombre,<br />
ni el destellar hipnótico del oro...<br />
¡No me otorgues, Señor, otro tesoro<br />
que contemplar la gloria de tu nombre!<br />
No ambiciono riqueza... ni renombre...,<br />
ni un marchamo de público decoro...;<br />
sólo habitar tu casa sin desdoro,<br />
contemplando una estrella que me asombre...<br />
¡Tolera el roncear de mi jumento...,<br />
la terca voluntad que no se rinde<br />
al ver que sólo da cuanto prescinde!<br />
¡Ciega eí orgullo de mi entendimiento,<br />
con la fecunda antorcha del misterio,<br />
que trueca en esperanza el cautiverio!
Bautismo del Señor<br />
1. La investidura del Siervo<br />
(Is 42,1-4.6-7)<br />
Poco importa la misteriosa identidad del Siervo para poder<br />
calibrar la sobria solemnidad de su investidura. En<br />
su misterio, se trata de una identidad abierta. Segurament<br />
estamos ante una pretendida intención del profeta: Un<br />
Siervo identificable en su perfil y misión, pero pretendidamente<br />
no identificado en su nombre y concreción.<br />
Siervo elegido, sostenido y preferido por Dios. Lleno<br />
de su Espíritu, para una misión universal: «traer el derecho<br />
a las naciones». Pero, lo hará «al estilo de Dios»:<br />
sin gritos ni algarabías, sin espectáculos ni clamores...<br />
Colmará, más bien, la esperanza de los débiles: «La<br />
caña cascada no la quebrará; el pabilo vacilante no lo<br />
apagará». Para los sencillos y con ellos, cumple la misión<br />
recibida de su Dios: «Implantar el derecho en la tierra».<br />
A la misión ha precedido la vocación-. «Te he llamado..<br />
te he tomado de la mano, te he formado». Llamado para<br />
los demás («alianza de un pueblo»; «luz de las naciones»),<br />
actuará al dictado de los preferidos de Dios: «Para que<br />
abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de
la prisión, y de las mazmorras a los que habitan en las<br />
tinieblas». Un Siervo llamado e investido para una misión<br />
liberadora.<br />
2. La investidura de lesús<br />
(He 10,34-38)<br />
La recuerda Pedro en el libro de los Hechos. Es para él la<br />
acción fundamental del Espíritu sobre lesús: «Ungido por<br />
Dios con la fuerza del Espíritu Santo». Aquello aconteció<br />
con ocasión del bautismo predicado por luán y recibido<br />
por Jesús.<br />
Subraya Pedro la fuerza del Espíritu. Por ella, «Dios e<br />
taba con él»; y por ella, el misterio de Jesús es también<br />
liberador: «Pasó... curando a los oprimidos por el diablo».<br />
Un mesianismo sanante de todo lo que interna o externamente<br />
oprime al hombre.<br />
Con la sencillez de quien «pasa entre los hombres<br />
haciendo el bien». Se trata de una descripción de la vida<br />
pública de Jesús que sobrecoge por su sencilla austeridad.<br />
Sin aspavientos ni alardes, simple y sencillamente<br />
«.haciendo el bien-» para vencer la fuerza del mal con<br />
múltiples expresiones... ¡Qué hermosa descripción para<br />
toda vida de un bautizado! Pasó haciendo el bien y liberando...<br />
3. «Se presentó a luán para que lo bautizara»<br />
(Mt 3,13-17)<br />
El bautismo de Jesús cierra el ciclo de «presentaciones».<br />
Después del largo período de la vida oculta, esta ma-
nifestación/investidura arranca la «vida pública»... En el<br />
fondo, el misterio y el respaldo de Dios, revelando su<br />
identidad: «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto».<br />
La proclamación/investidura viene de Dios. De él viene<br />
también el Espíritu que se posa sobre él. Jesús se había<br />
agregado a la fila de cuantos venían a recibir el bautismo<br />
de Juan «para la conversión y el perdón de los pecados».<br />
Así de sencillo y así de solidario. ¿Escandaloso también<br />
para aquella comunidad primitiva que lo comparaba con<br />
Juan? Mateo intenta arreglar delicadamente el problema,<br />
y pone en los labios del Bautista: «Yo soy el que necesita<br />
que tú me bautices, ¿y tú vienes a mí?». La respuesta de<br />
Jesús lo justifica: «Déjalo ahora. Está bien que cumplamos<br />
así todo lo que Dios quiere».<br />
Bautismo histórico de Jesús en el Jordán que desvela,<br />
a través del Espíritu y la voz, la importancia mesiánica del<br />
momento. Jesús ya «oficialmente presentado/investido»<br />
va a iniciar la tarea con la fuerza del Espíritu y el respaldo<br />
amoroso e incondicional del Padre.
El siervo es el Hijo<br />
Llega la Navidad a la otra orilla...<br />
¡Mirad al Siervo convertido en Hijo!<br />
No es el juego verbal de un acertijo...,<br />
es una misteriosa maravilla.<br />
En el dolor humilde de su arcilla<br />
late la majestad del Crucifijo;<br />
tras la muerte, a la luz del regocijo<br />
florecerá el vigor de la semilla...<br />
No hace Dios con los hombres distinciones,<br />
el Siewo es rey de todas las naciones,<br />
que hacen la paz, obrando la justicia.<br />
Ungido con la fuerza de lo alto,<br />
roborará lo débil y lo falto<br />
con su gran compasión, siempre propicia.
CUARESMA<br />
«SÍ?/ de tu tierra y de la casa de tu padre<br />
hacia la tierra que te mostraré»
Miércoles de Ceniza<br />
1. «La bendición del Señor, nuestro Dios»<br />
(112,12-18)<br />
Con el miércoles de ceniza iniciamos la Cuaresma. Pero<br />
ya desde el comienzo, incluso cuando en nuestras cabezas<br />
se impone un símbolo de penitencia y conversión,<br />
con el profeta Joel apuntamos ya a un término de plenitu<br />
de gloria: «La bendición y la ofrenda» a un Dios que se<br />
muestra «compasivo y misericordioso».<br />
Porque ese es el término, podemos recorrer el camino<br />
de la conversión con esperanza. Y porque se trata de<br />
una conversión del corazón, «rasgad los corazones, no<br />
las vestiduras», la asamblea penitencial, convocada por<br />
el profeta, se encamina, a través de los ritos, a la santificación:<br />
«santificad la asamblea».<br />
La santidad de la asamblea es una gracia. No sería pos<br />
ble sin el perdón generoso que Dios ofrece y otorga. Por<br />
eso, el perdón se hace súplica en labios de los sacerdotes:<br />
«Perdona, Señor, perdona a tu pueblo». Un perdón<br />
personal, pero también comunitario. Es toda la comunidad<br />
la que, mediante el perdón de Dios, es sacada del<br />
oprobio y puede dar testimonio de tener en medio a su<br />
Dios, como salvación para todo el mundo.
2. «Ahora es el tiempo de la gracia»<br />
(2Cor 5,20-6,2)<br />
También la lectura de Pablo orienta todo el camino cuaresmal<br />
en positivo: «tiempo de gracia, día de salvación».<br />
Hacia ahí marcha la reconciliación con Dios-, hacia la ex<br />
periencia de la salvación personal y comunitaria. En la I<br />
exhortación de Pablo a reconciliarnos con Dios, la experiencia<br />
religiosa se nos hace cercana y favorable. No es el<br />
«Dios enemigo» que necesitara estrategias a la defensiva, .<br />
es el «Dios amigo», que ofrece y actúa en nosotros la<br />
plenitud.<br />
La oferta de Dios fue y sigue siendo seria y definitiva:<br />
Todo el misterio de la redención a través de la entrega ,<br />
del Hijo, «para que nosotros, unidos a él, recibamos la<br />
justificación de Dios», fustificación que es plenitud de i<br />
salvación gratuita. ¿Cómo considerar adversario a quien \<br />
se ofrece para plenificar? ¿Cómo pensar en un Dios ]<br />
vengativo, cuando, en Cristo, se abre a nosotros como<br />
salvación? Verdaderamente, «ahora es tiempo de gracia,<br />
ahora es día de salvación».<br />
3. La salvación, recompensa del Padre<br />
(Mt 6,1-6.16-18)<br />
También Mateo apunta en el evangelio de hoy a la «recompensa<br />
del Padre», que es la salvación. Su instrucción<br />
es acerca del camino para conseguirla.<br />
No la alcanzamos como recompensa a prácticas externas<br />
que no cambian el corazón. La limosna, el ayuno<br />
y la oración se pueden quedar, en efecto, en puros ritos,<br />
sin vida. No es lo mismo dar limosna que ser persona
entregada; ni nacer ayuno que ser persona solidariamente<br />
austera; ni hacer oración que ser persona que vive permanentemente<br />
su existencia desde y dentro del misterio de<br />
Dios. No es lo mismo.<br />
Hacia esas dimensiones positivas y hondas apuntan<br />
las advertencias del Señor. En definitiva, él quiere que<br />
evitemos engañarnos a nosotros mismos...<br />
Con nuestro poeta, pedimos lo mismo para comprender<br />
el signo de la ceniza en nuestras cabezas: «Que avive<br />
mi memoria olvidadiza/, como signo final de la caída.../<br />
de la fe y la esperanza trascendida / que cubrirá de carne<br />
mi caliza».<br />
La ceniza no es muerte<br />
Concédeme, Señor, que esta ceniza<br />
centre mi condición en su medida:<br />
Ni fuera de razón, ni confundida<br />
con una humildad torpe y enfermiza;<br />
que avive mi memoria olvidadiza<br />
como signo final de la caída...,<br />
de la fe y la esperanza trascendida,<br />
que cubrirá de carne mi caliza...<br />
Quiero en su levedad ver la importancia<br />
del ayuno, la entrega y la fragancia<br />
de la oración, que no deviene en muerte...;<br />
comprender en la fuerza de su nada<br />
la condición cabal de esta posada<br />
hasta que de la nada me despierte...
Primer domingo de Cuaresma<br />
1. «Se dieron cuenta de que estaban desnudos»<br />
(Gen 2,7-9; 3,1-7)<br />
Relato de la tentación y del pecado de origen. Narración<br />
sencilla y popular, de fina observación y de realista mens<br />
je. Al hombre, modelado con cariño de alfarero, lo cuida<br />
el mismo Creador con mimos de jardinero. Todo está<br />
abierto al disfrute. Todo aquello que era bueno y que<br />
había sido creado para el hombre.<br />
Pero, es el mismo Dios el que quiere que el hombre<br />
«se merezca» este regalo. Y es así como media el cumplimiento<br />
de su querer, expresado en el mandato: «Del<br />
fruto del árbol que está en medio del jardín, nos ha dicho<br />
Dios: "No comáis ni lo toquéis, bajo pena de muerte"».<br />
Acaba de ponerse en marcha la psicología de lo prohib<br />
La sospecha que corroe y nos lleva al autoengaño: «Se<br />
os abrirán los ojos y seréis como Dios». La atracción y el<br />
apetito de aquello que, por prohibido, se hace aún más<br />
deseable. Y, en el fondo, la soberbia negación de todo<br />
tipo de de-pendencia con relación al Creador. En realidad<br />
la experiencia de la propia desnudez. El paso de una relación<br />
amorosa a una desnudez sin asideros. La conciencia
de estar desnudos por dentro es una buena introducción<br />
al camino cuaresmal<br />
2. «No hay proporción entre la culpa y el don»<br />
(Rom 5,13-17)<br />
El pecado y su presencia universal Aquella desobedienc<br />
primera, propagada y repetida «Y la muerte se propagó<br />
a todos los hombres, porque todos pecaron» El panorama<br />
es sombrío El uno y los muchos agarrados por el<br />
pecado ¿Una situación definitiva?<br />
San Pablo nos presenta a otro uno y a los muchos<br />
inmersos en una justicia nueva Con Jesús se despeja el<br />
horizonte en apertura desbordante ]esús, la cabeza solida<br />
de la nueva humanidad, abre un camino más ancho en<br />
Él, «la benevolencia y el don de Dios desbordaron para<br />
todos», porque «no hay comparación entre la culpa y el<br />
don»<br />
Dos entronques en la vida el que nos une a la experien<br />
de Adán, haciéndonos pecadores, y el que nos une a la<br />
experiencia de Cristo, constituyéndonos justos Se nos<br />
abre el corazón a la justicia primera, descubriendo en<br />
Dios al padre amigo y cercano Ante Él nos situamos no<br />
en de-pendencia humillante Es de-pendencia amorosa q<br />
se vive en el mutuo amor y la entrega<br />
3. «Al Señor, tu Dios, adorarás»<br />
(Mt 4,1-11)<br />
También Jesús tuvo que «entroncar» su mesianismo<br />
Habían crecido en Israel concepciones de la misión del
Mesías que, en el fondo, hacían de éi una figura independiente,<br />
sin referencia ninguna al Dios de quien era<br />
enviado y mediador.<br />
lesús tiene que enfrentarse a la tentación de ser el<br />
Mesías desde el éxito material: «Di que estas piedras se<br />
conviertan en panes». El pan absolutizado cierra el corazón<br />
del hombre a percibir otras hambres: «No sólo de<br />
pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la<br />
boca de Dios».<br />
Tampoco puede ser el Mesías desde el éxito milagrero<br />
El milagro fácil y espectacular, el realizado para gloria<br />
personal y no para cuidarse de los demás, se le presenta<br />
a Jesús como una tentación a Dios, como una especie de<br />
juego que utiliza a la divinidad.<br />
¿Un Mesías de poder? El poder que le hace a uno sentirse<br />
dueño del mundo. La tentación es enorme: realizar<br />
la misión sin que nadie pueda oponerse. Y, embebido en<br />
el poder, cortar toda referencia. La adoración a Dios es<br />
reconocimiento vital de que sólo hay un entronque en la<br />
vida: el que nos sumerge en Dios, para, desde él, ser los<br />
hombres y ¡as mujeres de su designio de amor.
Vivir en el desierto<br />
Saltar al suelo desde los fastigios...,<br />
poseer cuantos reinos ven tus ojos<br />
y, a cambio del poder, caer de hinojos...,<br />
ser como Dios..., brillar..., hacer prodigios...<br />
He aquí del pecado los vestigios:<br />
Muerte, exilio, fatigas, duelo, abrojos...,<br />
esconderse de Dios por los sonrojos...,<br />
cambiar las venturanzas por prestigios.<br />
¡Proclama con David tu «miserere»!<br />
Besa la mano que de amor te hiere<br />
y vive en el desierto tu condena.<br />
Cristo pagó tu culpa con su pena,<br />
para que, nuevo Adán por la obediencia,<br />
goces resurrección por penitencia...
Segundo domingo de Cuaresma<br />
1. La llamada «original»<br />
(Gen 12,1-4a)<br />
El momento es decisivo para el conjunto de la historia<br />
de la salvación. Es el comienzo originante que pone la<br />
historia en camino. La amplitud del escenario del relato<br />
de creación se concentra y se concreta en una llamada<br />
personal. Abrahán sale, respondiendo a una invitación de<br />
Dios. Señalará el autor de la Carta a los hebreos que es<br />
una salida «sin saber a dónde iba, guiado tan sólo por<br />
la fe». La fe y la confianza puesta en la promesa y en la<br />
fidelidad de Dios para cumplirla.<br />
La llamada y la respuesta engendran fecundidad: «Haré<br />
de ti un gran pueblo». Con el pueblo y desde el pueblo,<br />
germinada en la llamada personal, Abrahán abrirá de nuevo<br />
la escena. Todo se hace de nuevo universal en forma<br />
de bendición. Abrahán y el pueblo que de él nace «serán<br />
una bendición para todas las familias del mundo». ¡Que<br />
no cierra la vocación en los propios intereses! Abre a «los<br />
intereses de Dios», que abarcan a todos los pueblos.<br />
Nunca se podrá cerrar la llamada universal que Dio<br />
hace a cada uno. ¡Qué hermoso es percibirse convertido
en bendición para todas aquellas personas que encontramos<br />
caminando por la vida!<br />
2. «Nos llamó a una vida santa»<br />
(2Tim 1,8b-10)<br />
La bendición originaria de Abrahán se repite en la historia<br />
personal de cada uno de los creyentes. No por méritos<br />
nuestros, sino por su pura gracia, «nos llama Dios a una<br />
vida santa». Nos llamó y nos salvó. Todo es misterio de<br />
gracia. Un designio inmemorial: La misma vida de Dios<br />
que se dona en Jesucristo.<br />
Y, en Jesucristo, se dona, salvando. La mayor esclavitud<br />
es para el hombre la muerte. Destruirla en su raíz y<br />
sacar a la luz una vida en plenitud es la obra de Jesús y<br />
la entraña misma de su Evangelio.<br />
La invitación de san Pablo a «tomar parte en los<br />
duros trabajos del Evangelio» es apremiante llamada a<br />
una apuesta por la vida. Acogerla es emprender la march<br />
por el camino que lleva a una meta, y nos salva. Como<br />
Abrahán, también nosotros somos peregrinos de la fe,<br />
en la confianza.<br />
3. Una llamada con meta: la transfiguración<br />
(Mt 17,1-9)<br />
En el camino de la llamada, Jesús se muestra a lo suyos,<br />
anticipando la meta: «Se transfiguró delante de ellos». Les<br />
revela una identidad de luz-, la expresada en los vestidos<br />
la infundida en los apóstoles para la comprensión cabal<br />
de su misterio. En la hondura del misterio del Señor, el
ser se inunda de gozo-. «¡Qué hermoso es estar aquí!»,<br />
disfrutando la intimidad del Señor transfigurado.<br />
En Jesús, el hombre queda inundado de Dios, que lo<br />
cubre con su sombra y le deja oír su voz, remitiéndolo de<br />
nuevo a la intimidad de Cristo: «Este es mi Hijo, el amado,<br />
mi predilecto». Y, desde la identidad divina, el mandato:<br />
úEscuchadloh. Una escucha que se va a realizar de<br />
nuevo en la vida corriente con Jesús. A él se encuentran<br />
de nuevo remitidos: «Al alzar los ojos no vieron a nadie<br />
más que a Jesús solo». Tienen, sin embargo, ahora un<br />
nuevo criterio para escuchar a Jesús. Desde la experiencia<br />
de la transfiguración, podrán decir de verdad al Jesús<br />
de la llamada y del camino: «Tú solo tienes palabras de<br />
vida eterna».
Desde Ur al Tabor<br />
¡Transfigurar la realidad humana!<br />
Encontrarse con Dios y, de ese encuentro,<br />
dar sentido a la vida desde dentro,<br />
abrevando en su pródiga fontana.<br />
Nunca dice el Señor palabra vana.<br />
Él dicta las partidas y el recuento.<br />
Si de su voluntad haces tu centro,<br />
al punto brotará tu carne sana.<br />
Creyó Abrán, y al final de su camino<br />
cuajó en un mar de estrellas su destino,<br />
Pueblo de Dios..., arenas incontables...<br />
Ser en el mundo recia levadura,<br />
acompañar a Pablo en la locura<br />
de transmitir palabras inefables.
Tercer domingo de Cuaresma<br />
1. El agua de la roca<br />
(Éx 17,3-7)<br />
Dureza de la vida en el desierto. El fantasma de la muerte,<br />
causada por la sed: «¿Nos has hecho salir de Egipto<br />
para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y<br />
a nuestros ganados?». Una queja que encierra en lo más<br />
hondo el dolor de la pregunta: «¿Está o no está Dios en<br />
medio de nosotros?». El hombre, herido de muerte por<br />
la sed, y profundamente dolido por el silencio de Dios.<br />
y silencio. Necesidades de vida y silencios de muerte.<br />
Camino doloroso de una vida nunca fácil.<br />
Angustia en la pregunta en los labios del mediador<br />
amenazado: «¿Qué puedo hacer por este pueblo?». Volver<br />
a Dios la mirada y confiar en su constante compañía<br />
salvadora. Es el mismo cayado que, en las aguas del río,<br />
abrió un nuevo camino, el que va a golpear la roca para<br />
que brote de ella «el agua para que beba el pueblo-».<br />
mismo Dios salvador, acompañante incansable de los<br />
caminos del hombre, aunque, a veces, pese y cueste su<br />
silencio.
2. «La esperanza no defrauda»<br />
(Rom 5,1-2.5-8)<br />
Las razones más hondas de la espera suelen ir siempre<br />
por dentro. Desde ellas, cualquier desierto puede tornarse<br />
en vergel. Son las aguas abundantes que brotan d<br />
corazón y riegan toda la vida, y la fecundan<br />
Hechos justos por la fe, a la medida de Dios, por medio<br />
de Jesucristo, recibimos como modo propio de ser el<br />
vivir en esperanza-. Lo que ya somos tendrá que manifest<br />
se, para nuestro propio gozo y para el gozo de aquellos<br />
con quienes vivimos nuestra vida cotidiana.<br />
Tenemos en el corazón para manifestarlo en la vida el<br />
mismísimo amor de Dios: «El amor de Dios ha sido derramado<br />
en nuestros corazones con el Espíritu Santo que<br />
se nos ha dado». Teniendo semejante don, ¿cómo puede<br />
defraudarnos o defraudar a otros la esperanza? Hermosa<br />
es la paradoja de esperar lo que tenemos-. Lo que ya lleva<br />
por dentro, aún no manifestado del todo. Lo que se nos<br />
va mostrando y nosotros revelamos en el camino creyente<br />
y en la meta que, como don, nos aguarda. El amor de<br />
Dios ya manifestado en Cristo. El amor real de Cristo que<br />
no «pesa» nuestros méritos: «La prueba de que Dios nos<br />
ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores,<br />
murió por nosotros».<br />
3. El agua que salta hasta la vida eterna<br />
(Jn 4,5-42)<br />
El agua de la roca, para abrevar desde fuera, se hace<br />
agua en el corazón para saciarse por dentro, bebiendo<br />
del manantial de la vida. De la roca que da el agua por
la fuerza del cayado (primera lectura) a Cristo, la nueva<br />
roca, que da el agua como don, compartiendo su propio<br />
ser: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te<br />
pide de beber...».<br />
Todo empieza por comulgar eñ la sed. La misma sed<br />
en la mujer que llega al pozo y en Jesús que le pide de<br />
beber. La comunión en la necesidad abre al diálogo y<br />
al don. Desde una necesidad real lesús pide agua a la<br />
mujer samaritana: «Jesús, cansado del camino, estaba<br />
allí, sentado, junto al manantial», sin cubo para sacar el<br />
agua del pozo hondo. Jesús se nos presenta necesitado<br />
de alguien que pueda calmar su sed.<br />
Jesús, necesitado de agua y en comunión de necesidad<br />
con una mujer marginada -por mujer y por samaritana-,<br />
se hace ofertador de otra agua-. «El que beba del<br />
agua que yo le daré, nunca más tendrá sed». La oferta<br />
de lo que no se ve: «El surtidor de agua que salta hasta<br />
la vida eterna», desde la necesidad palpada y compartida<br />
de beber. Desde la necesidad al don. Desde la pobreza<br />
a la gracia. Del vacío a la plenitud. De la carencia a la<br />
abundancia.<br />
Jesús se presenta a la mujer como agua, como profeta,<br />
como único lugar para el culto verdadero, superando los<br />
espacios «reservados» por el hombre para el encuentro<br />
con Dios. Con la samaritana también confesamos: «Sabemos<br />
que él es de verdad el Salvador del mundo».
El agua que no cesa<br />
\ laz brotar de tu roca el agua que no cesa<br />
ele remediar sequías y sanar arideces;<br />
el agua saltarina, Señor, con la que acreces<br />
el hambre de saciarnos con el pan de tu mesa...;<br />
el agua que nos lava la suciedad espesa<br />
cié la ambición sin tino, las taimadas dobleces,<br />
la soberbia crecida, las torpes estrecheces,<br />
el corazón de piedra y la intención aviesa...;<br />
el agua cristalina y tersa, que refleja<br />
la brizna de lo eterno que, a ciegas, tanteamos<br />
y el fulgor de tu luz, para que más creamos...;<br />
el agua primigenia, activa, que no deja<br />
de batir con sus olas la voluntad inerte,<br />
cié fecundar el ansia de vida tras la muerte...
Cuarto domingo de Cuaresma<br />
1. Ver con los ojos de Dios<br />
(ISam 16,lb.6-7.10~13a)<br />
Se puede decir con verdad que «las apariencias engañan».<br />
También para personajes bíblicos de la talla de Samuel.<br />
El momento relatado en la lectura tiene toda la importancia<br />
que se da a la unción del rey. Con el rey cambia, e<br />
efecto, el modo mismo de guiar Dios a su pueblo.<br />
No es extraño que Samuel, mirando con sus propios<br />
ojos, se fijara en la apariencia, resumida en una gran estatura.<br />
Un hombre corpulento y fuerte, le hace pensar a<br />
Samuel: «Sin duda está ante el Señor, su ungido». Pero,<br />
recibe la primera gran lección, vista desde los ojos de<br />
Dios. Un criterio repetido en los relatos de vocación:<br />
«La mirada de Dios no es como la mirada del hombre,<br />
hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón».<br />
La mirada humana no repara en lo pequeño. Con afanes<br />
de grandeza, había hecho Samuel pasar a los hijos<br />
de Jesé ante el Señor. Y, extrañado, recibe la pregunta:<br />
«¿No quedan más muchachos?». Y es que faltaba por pasar<br />
el pequeño. A él lo habían enviado a cuidar el rebaño,
porque no estaba previsto que entrara en el «desfile». Y<br />
sin embargo, «dijo el Señor, levántate, porque este es».<br />
¡Cuánta teología de lo pequeño encierran los relatos<br />
vocación!..., como para andar buscando apariencias de<br />
grandeza...<br />
2. Las tinieblas y la luz<br />
(Ef 5,8-14)<br />
Las tinieblas y la luz no son sólo realidades externas al<br />
hombre. Son también metáfora y referencia de situaciones<br />
internas. El hombre mismo puede ser tiniebla o<br />
puede ser luz. Nuestra tendencia espontánea nos lleva a<br />
la oscuridad («en otro tiempo erais tinieblas»); somos luz<br />
por conversión («ahora sois luz en el Señor»).<br />
Y como «el movimiento se demuestra andando», la luz<br />
ilumina el camino y se puede y se debe caminar «como hi<br />
jos de la luz». La luz engendra bondad, justicia y verdad.<br />
Un camino que es agradable a Dios y realiza al caminante.<br />
Situaciones de plenitud en la luz, que contrastan<br />
con la esterilidad: esa sensación vacía que acompaña,<br />
invariable, a las obras de la maldad.<br />
La conversión de «las obras estériles de las tinieblas»<br />
es la mayor obra de la luz, aunque sea una obra dolorid<br />
Porque todo lo descubierto es luz, aunque sean las propias<br />
tinieblas. Cuando dejamos nuestro propio pecado<br />
inmerso en nuestras oscuridades, le estamos impidiendo<br />
a Dios que, desde su misma luz, pueda «sacar bienes<br />
de los males»..., «incluso del pecado», como le gustaba<br />
apostillar a san Agustín.
3. «Era ciego y ahora veo»<br />
(Jn 9,1-41)<br />
El ciego es acosado. Y lo es por quienes, en su curación<br />
han visto sólo infidelidad y pecado. Pero él se aferra con<br />
toda su fuerza a lo que ha sido su experiencia. Desde ella<br />
defiende a Jesús: «Sólo sé que yo era ciego, y ahora veo».<br />
Los fariseos «sabían» que Jesús era pecador. ¿Su pecado?:<br />
haber curado en sábado. En ellos no había experiencia;<br />
sólo había un aferrarse legalista a los preceptos de la<br />
ley.<br />
El ciego de nacimiento ahora ve. El cuarto evangelio<br />
une el agua y la iluminación en el relato milagroso: «V<br />
lávate en la piscina de Siloé (que significa Enviado).<br />
Él fue, se lavó y volvió con vista». En el fondo está la<br />
experiencia de la iluminación bautismal. La fe ilumina<br />
corazón e ilumina el camino de quien ahora puede ver.<br />
La ignorancia del ciego acerca de Jesús y de su ámbito<br />
se va progresivamente convirtiendo en confesión: «Creo,<br />
Señor, y se postró ante él».<br />
En contraste del camino que lleva de la ceguera a la<br />
fe, se da el camino inverso: ¡De/ saber a la ceguera] Los f<br />
seos que «sabían» (desde la «ciencia de la ley») que Jesús<br />
era un pecador, se convierten ahora en ciegos, incapaces<br />
de mirar desde los ojos de Dios. Los ojos eternos de Dios<br />
hechos ojos históricos y carnales en los ojos de Jesús,<br />
convertidos en ojos decisivos para ver la realidad: «Para<br />
un juicio he venido yo a este mundo: para que los que<br />
no ven vean; y los que ven, se queden ciegos».<br />
En el fondo, se aplica el criterio de la primera lectura:<br />
«La mirada de Dios no es como la mirada del hombre,<br />
pues el hombre mira las apariencias, pero Dios mira el<br />
corazón».
De la noche a la luz<br />
Juzga Tú mi pecado y mi ceguera,<br />
Señor, que no valoras la apariencia...,<br />
que conoces a fondo mi conciencia,<br />
mi endeblez, mi apatía, mi cansera...<br />
Purifica los cienos de mi albuhera<br />
con el agua lustral de tu clemencia<br />
pues me ungiste mi torpe inexperiencia<br />
con el óleo sacral de tu aceitera.<br />
Quiero ser luz, brillando en las oscuras<br />
tinieblas, que extravían los corazones,<br />
bondad en las sangrantes desventuras,<br />
verdad frente a las necias sinrazones,<br />
como hijo de la luz, que sus locuras<br />
sepultó en la justicia de tus dones.
Quinto domingo de Cuaresma<br />
1. «Os infundiré mi espíritu y viviréis»<br />
(Ez 37,12-14)<br />
En situación de abatimiento, Dios apuesta por la vida. E<br />
el fondo, está el poder del Señor que levanta la débil<br />
esperanza de su pueblo.<br />
La mayor debilidad la experimenta el hombre en el<br />
drama de su muerte. En Ezequiel hay un atisbo seguro d<br />
esperanza: «Os infundiré mi espíritu y viviréis». El pueblo<br />
abatido se parece, en efecto, a los muertos que yacen<br />
en sus sepulcros.<br />
La esperanza de una vida triunfadora de la muerte s<br />
perfilando poco a poco en el Antiguo Testamento. Lo<br />
hace desde la antropología que le es propia. No sólo<br />
se abrirá camino la idea de la inmortalidad del alma (de<br />
cuño más griego), sino de la resurrección que incluye<br />
también el cuerpo. En la entraña del progresivo desarrollo<br />
de esa fe está la confianza en el Señor-, el «sabréis q<br />
yo soy el Señor, lo digo y lo hago» (que recuerda la obra<br />
de la creación) amplía progresivamente su ámbito, en la<br />
línea de la re-creación.<br />
También el poder creador de Dios podrá definitiva-
mente contra la muerte y «vuestra tierra» donde seréis<br />
colocados, no será sólo esta tierra, perteneciente a este<br />
pueblo, sino el mismo Dios como tierra y patria definitiva.<br />
La lectura de Ezequiel marcha por este camino. Aún<br />
no ha llegado a la meta. Pero su apuesta por la vida y su<br />
confianza en el poder de Dios marcan un hito importante,<br />
abierto al anuncio de la resurrección.<br />
2. Dios «vivificará también vuestros cuerpos<br />
mortales» (Rom 8,8-11)<br />
San Pablo reflexiona sobre el futuro personal y colectivo,<br />
más allá de la muerte, ya desde la resurrección de Cristo.<br />
Y, en su apuesta por la vida, apunta a la comunión en el<br />
mismo Espíritu de Dios (el «espíritu» de Ezequiel se ha<br />
convertido ya en «el Espíritu» de la revelación de la intimidad<br />
de Dios), para atribuir igual suerte a Cristo y a los<br />
cristianos. El Espíritu une tan estrechamente al cristiano<br />
con Cristo que lo hace propiedad suya.<br />
Si «el que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo»,<br />
el que lo tiene, lo tiene de tal manera que se hace<br />
uno con Él. Y para Cristo, el Espíritu es la fuente de su<br />
resurrección y su vida. Lo mismo para el cristiano que,<br />
aun muerto, «vive para la justicia» y será «vivificado por<br />
el mismo Espíritu que en él habita».<br />
Toca el Apóstol el eje fundamental de la vida creyente.<br />
Sin la resurrección y la vida para siempre en el Señor,<br />
nada en la vida cristiana alcanzaría su meta ni su sentido.<br />
Todo quedaría a mitad de camino, si la esperanza que<br />
tenemos nos defrauda.
3. «Yo soy la resurrección y la vida»<br />
(Jn 11,1-45)<br />
La resurrección de Lázaro no es sólo un gesto de entrañable<br />
amistad por parte de Jesús, Es, ante todo, un signo<br />
que abre los ojos para ahondar más sobre la identidad<br />
del Maestro: «Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros<br />
de que no hayamos estado allí, para que creáis».<br />
Creer en Jesús como resurrección y vida para siempre<br />
se contenta Jesús con que Marta confiese que espera<br />
la resurrección de su hermano que acontecerá cuando<br />
llegue «el último día». No se trata, en efecto, de una<br />
resurrección anónima. La resurrección tiene un nombre,<br />
Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida». La fe en él es ya<br />
germen de lo nuevo que está naciendo para vivir: «El que<br />
cree en mí no morirá para siempre».<br />
La resurrección de Lázaro es un signo de la vida que n<br />
acaba. Él revivió, para volver a morir. Pero, en esa vida<br />
mortal, regalada otra vez al amigo por Jesús, él se manifiesta<br />
como Señor de la vida, capaz de hacerla nacer en<br />
la entraña misma de la muerte, como un nuevo y definitivo<br />
nacimiento. Es la expresión más cabal de que él es<br />
el Enviado: «Te doy gracias porque me has escuchado...,<br />
para que crean que tú me has enviado».
La esperanza enamorada<br />
Desde el calcáreo osar de la existencia<br />
mi súplica te grita confiada,<br />
porque sabe que el polvo de su nada<br />
tiene amparo, Señor, en tu clemencia.<br />
Como el vigía atisba con paciencia<br />
el lívido rumor de la alborada,<br />
aguarda mi esperanza enamorada<br />
el cenital fulgor de tu presencia...<br />
Resucitar no es cosa de futuro,<br />
es invertir el tiempo en el seguro<br />
de crecer al amor en cada instante...,<br />
vivir la eternidad ya en esta vida,<br />
pues no hay muerte, distancia ni partida,<br />
que separe al amado del amante.
SEMANA SANTA<br />
«Me amó y se entregó por mí»
1. La ayuda del Señor<br />
(Is 50,4-7)<br />
Domingo de Ramos<br />
La misión del Siervo es «decir al abatido una palabra de<br />
aliento». Desde la experiencia de la palabra de ánimo que<br />
él mismo recibe del Señor en sus propios sufrimientos.<br />
Él los ofrece y acepta en expiación por todos-. «Ofrecí la<br />
palda»... «no oculté mi rostro».<br />
En la entraña de esta entrega total está la más radica<br />
confianza-, la escucha sencilla y acogedora, hecha posible,<br />
porque Dios mismo interviene en la decisión de la<br />
obediencia: «El Señor Dios me ha abierto el oído». Dios<br />
mismo lleva la iniciativa de la obediencia. Al iniciado le<br />
toca responder: «Yo no me he rebelado ni me he echado<br />
atrás».<br />
La obediencia lleva al Siervo por caminos desconcertantes.<br />
Humanamente, incomprensibles. Pero, en su<br />
interior habita una inquebrantable confianza-. El Señor<br />
ayuda... no quedaré confundido». Inspiración veterotestamentaría<br />
para adentrarse y describir el misterio de Jesús,<br />
Siervo sufriente en rescate por muchos.
2. «Dios lo levantó sobre todo»<br />
(Flp 2,6-11)<br />
También para Jesús, el sufrimiento está teñido de una<br />
confiada esperanza. El himno de la Carta a los filipenses t<br />
ne los dos movimientos: el de bajada hasta lo más hondo<br />
de la experiencia humana- «Se rebajó hasta someterse a<br />
una muerte de cruz» -no sólo hombre; en su humanidad,<br />
«varón de dolores, conocedor de todos los quebrantos»-.<br />
Encarnación llevada hasta las últimas consecuencias: la<br />
experiencia de la extrema debilidad de la carne.<br />
Pero está también el movimiento de subida. No buscado,<br />
sino recibido en la confianza: «Por eso, Dios lo levantó<br />
sobre todo». Es el misterio insondable de la Pascua. El<br />
grano que muere y germina; el anonadado y rebajado a<br />
quien es concedido «el Nombre-sobre-todo-nombre»; el<br />
Siervo, convertido en Señor, «ante quien toda rodilla se<br />
dobla»; el Crucificado que es el Exaltado, del que toda la<br />
comunidad confiesa: «Jesucristo es el Señor»; la más explícita<br />
confesión de su divinidad (el Kyrios griego -Señor-,<br />
que traduce en los LXX al Yavé hebreo).<br />
El himno vuelve así a su comienzo: «la condición divina»,<br />
de la que Cristo «no hizo alarde»... Como en el caso<br />
del Siervo, una obediencia voluntaria.<br />
3. ¿No ha confiado en Dios?<br />
(Mt 26,14-27,66)<br />
La burlona pregunta de los sacerdotes, letrados y senadores<br />
frente al Crucificado revela el desconcierto que<br />
produce el primer movimiento de la Pascua: el de la bajada<br />
hasta el fondo de la debilidad de la carne. . Y no sólo
es pregunta burlona de enemigos , es también súplica<br />
desconcertada de Jesús «Dios mío, Dios mío, cpor qué<br />
me has abandonado?»<br />
En el pretendido desarrollo temporal que la liturgia<br />
hace de las Pascua, en la Semana Santa, el relato de la<br />
pasión se queda en ese primer movimiento del acontecimiento<br />
pascual Quiere la Iglesia que también nosotros<br />
nos adentremos en el desconcierto humano, en esas cont<br />
dicciones escandalosas que hacen tambalear los mismos<br />
cimientos de la confianza Tantos «por qué » que no<br />
son arrogancia frente a la omnipotencia de Dios, sino<br />
cuestionamientos desconcertados de quienes aún no<br />
hemos comprendido que «sus caminos no son nuestros<br />
caminos»<br />
«Quiso Dios llevarlo a la perfección por la cruz» La<br />
liturgia de hoy nos de]a sólo en el camino la cruz La perfección,<br />
que es acabamiento y plenitud, la reserva para<br />
la Vigilia de la resurrección<br />
Pero, incluso en el mismo relato del camino desconcertante<br />
(«por la cruz a la luz»), Mateo introduce ya<br />
la mejor de las pistas para entrever que en la cruz no<br />
está el final es la confesión del centurión, testigo de la<br />
muerte de jesús «Realmente, este era Hi¡o de Dios» Ya<br />
se apunta a otra dimensión, que recoge nuestro poeta<br />
«Palabra fiel afronta su destino/ de dar al hombre la esperanza<br />
cierta»
¡Callen las piedras!<br />
¡Callen las piedras, que los niños cantan<br />
hosannas de alabanzas y victoria!<br />
Llega a Sión el Rey de la Gloria<br />
y las viejas compuertas se levantan...<br />
¡Hablan los mudos y los cojos saltan,<br />
la Promesa florece en la memoria,<br />
los anhelos de ayer se hacen historia,<br />
ceden las leyes, que la Ley quebrantan...!<br />
Huele a incienso y espliego la mañana,<br />
Jerusalén se apresta y engalana.<br />
¡El Hijo de David está a la puerta!<br />
Rey humilde, cabalga en un pollino.<br />
Palabra fiel, afronta su destino<br />
de dar al hombre la esperanza cierta...
jueves Santo<br />
{en la Cena del Señor)<br />
1. «Celebraréis la fiesta del Señor»<br />
(Éx 12,1-8.11-14)<br />
A la celebración de la Cena del Señor llegamos, cuando<br />
ya hemos celebrado la Eucaristía de la consagración de l<br />
óleos, signos sacramentales que brotan del manantial de<br />
la Pascua: «Cambiad vuestra tristeza en alegría/ vuestro<br />
luto, en perfumes y en canciones».<br />
La tarde del Jueves Santo tiene el fondo veterotestamentaño<br />
de la celebración de la Pascua judía, «la fiesta<br />
del Señor». Aquella cena ritual (la lectura nos ofrece los<br />
detalles de su celebración) era, sin embargo, un auténtico<br />
memorial: el recuerdo actualizado del «paso» del pueblo<br />
de Dios desde la esclavitud de Egipto al servicio filial a<br />
su Dios, en la Tierra Prometida.<br />
La sangre del cordero fue para los israelitas señal de<br />
protección: «Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo ante<br />
vosotros». Es fácil la transposición a la «sangre de la nueva<br />
alianza»: La vida de Cristo entregada (la sangre, como<br />
expresión de entrega sacrificial) por todos. Así nos lo<br />
recuerda nuestro poeta: «Jesús, testigo fiel, en su porfía,/<br />
con su muerte asedia los bastiones.../ todos los pueblos,<br />
islas y naciones degustarán la gracia y la amnistía».
Contexto pascual liberador. Objeto de celebración y<br />
ta para siempre, la comida pascual es el memorial que<br />
actualiza el acontecimiento fundante del pueblo de la<br />
antigua Alianza. Comida pascual antigua que establece<br />
el marco para la que será la nueva y definitiva «cena del<br />
cordero».<br />
2. «Pronunciando la Acción de Gracias»<br />
(ICor 11,23-26)<br />
La «acción de gracias» pronunciada por Jesús es acción de<br />
gracias por la liberación, don de Dios experimentado en<br />
Éxodo y actualizado en cada cena de Pascua...<br />
Sólo que va a cambiar el cordero. Ya no será un anim<br />
ni su holocausto sangriento el que salve... Será la misma<br />
vida entregada de Jesús hasta una muerte de cruz... De<br />
ella surgirá el nuevo pueblo de Dios: «Los que fuimos tinieblas<br />
y pecado,/ seremos reino..., pueblo consagrado,/<br />
sacerdotes de Dios -Alfa y Omega-».<br />
Aquella cena pascual de Jesús se convierte en anticipo<br />
de su muerte. En la cruz, él será el nuevo cordero que<br />
salva con su sangre (su vida entregada en sacrificio): «mi<br />
cuerpo que se entrega..., mi sangre que se derrama...». Es<br />
también memorial, recuerdo y actualización permanente<br />
hasta que el Señor vuelva: «Haced esto en memoria de<br />
mí».<br />
«Acción de gracias» (Eucaristía), en el centro y culm<br />
de la vida de la Iglesia, en todos los tiempos y en todos<br />
los rincones del mundo... Invitación a una permanente<br />
alabanza, a la que nos invita nuestro poeta: «Cantad la<br />
compasión eternamente/ del que estuvo, estará y está<br />
siempre presente/ en el triunfo del Hijo que se entrega».
3. «Los amó hasta el extremo»<br />
(Jn 13,1-15)<br />
Tal misterio de entrega no puede tener otro fundamento<br />
que el amor; un amor «en exceso»: «hasta el extremo». Un<br />
amor que se hace servicio... La muerte de Jesús en la cruz e<br />
su «gran servicio»: redención salvadora para todos («en<br />
rescate por muchos»).<br />
Pero el servicio es también cotidiano y sencillo: el lavatorio<br />
de los pies Juan lo presenta con una introducción solemne...,<br />
tanto que hace de él paradigma de la condición<br />
servidora del discípulo y de la comunidad A imitación del<br />
maestro, el discípulo y la comunidad «no han venido para<br />
que les sirvan, sino para servir y entregar su vida...».<br />
En la Última Cena, quedaron para siempre unidos Eucaristía<br />
y servicio fraterno. No podrán separarse nunca. Par<br />
los dos, el mismo mandamiento: «Haced vosotros lo<br />
mismo». Conciencia, para siempre, de que la Eucaristía<br />
no termina con su celebración, se prolonga en toda la<br />
vida..., «una misa que no acaba», hace que toda la vida<br />
sea «vida eucarística», permanente entrega en constante<br />
acción de gracias.
Ungidos del Señor<br />
¡Cambiad vuestra tristeza en alegría,<br />
vuestro luto en perfumes y canciones!<br />
¡Elevad al Señor los corazones<br />
afligidos, que llega vuestro día!<br />
Jesús, testigo fiel, en su porfía<br />
con la muerte asedia sus bastiones...<br />
Todos los pueblos, islas y naciones<br />
degustarán la gracia y la amnistía...<br />
Los que fuimos tinieblas y pecado,<br />
seremos reino..., pueblo consogrado...,<br />
sacerdotes de Dios -Alfa y Omega-.<br />
¡Cantad la compasión eternamente<br />
del que estuvo, estará y está presente<br />
en el triunfo del Hijo, que se entrega...!
1. Varón de dolores<br />
(Is 52,13-53,12)<br />
Viernes Santo<br />
De nuevo, los Cánticos del Siervo, para dar fondo bíblico<br />
a la narración de la Pasión y muerte de Jesús. El texto<br />
de Isaías subraya la magnitud del sufrimiento y el «por<br />
demás» y «en lugar de los demás», que es tema central<br />
en la teología de la redención.<br />
Las expresiones, los verbos, toda la terminología del<br />
sufrimiento del Siervo es sobrecogedora. Algo «inaudito»,<br />
afirma el profeta...; tanto que hasta parece increíbl<br />
«¿Quién creyó nuestro anuncio?».<br />
Impresiona la manara en que nace y crece el Siervo<br />
ante Dios: «Como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza».<br />
Un crecimiento en medio del desierto de «nuestras<br />
rebeliones y nuestros crímenes». Una solidaridad admirable<br />
con la debilidad dolida de todas las víctimas de la historia-<br />
«Soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros<br />
dolores».<br />
Ahí está el otro gran tema: el «por nosotros»... «en<br />
lugar nuestro»: «Nuestro castigo saludable vino sobre él;<br />
sus cicatrices nos han curado. . El Señor cargó sobre él
todos nuestros crímenes...». ¡Qué lejos de las tentaciones<br />
mesiánicas del domingo primero de cuaresma!<br />
La actitud interior del Siervo es de obediencia confiada:<br />
una humillación voluntaria. La actitud pretendidamente<br />
enmudecida de quien no abre la boca para la queja o la<br />
defensa. La disponibilidad a ser tratado y contado entre<br />
los malhechores..., «aunque no había cometido crímenes,<br />
ni hubo engaño en su boca».<br />
Pero, en él se cumple anticipadamente la fecundidad<br />
del grano que se pudre en la tierra: «Verá su descendencia,<br />
prolongará sus años..., justificará a muchos».<br />
Su sufrimiento ha sido fecundo. Y por eso, Dios mismo<br />
proclama: «Le daré parte entre los grandes».<br />
2. El acceso confiado al trono de la gracia<br />
(Heb 4,14-16; 5,7-9)<br />
Nos hemos adentrado en la obra del Sirvo. Desde ella<br />
nos sentimos llamados a vivir y expresar la confianza ilimi<br />
tada en un amor que nos sobrepasa y nos sobrecoge. El<br />
Siervo toma nuevo rostro en Jesús, el Hijo, presentado<br />
por la Carta a los hebreos como «el Sumo Sacerdote que<br />
ha atravesado el cielo». Se ha realizado en él la profecía<br />
de Isaías: «el lugar adquirido entre los grandes».<br />
Pero, siendo esa la meta, el autor de Hebreos describe<br />
el camino de Jesús desde la experiencia real de una<br />
debilidad solidaria-. «Probado en todo, igual que nosotros<br />
menos en el pecado». En el contexto de una teología de<br />
la exaltación, impresiona la mirada del autor a la verdadera<br />
«lucha» de Jesús frente a su propio sufrimiento. No<br />
es Jesús el personaje estoico que no se inmuta. Al contrario,<br />
«en los días de su vida mortal presentó oraciones
y súplicas a quien podía salvarlo de la muerte»... Pero, el<br />
plan de Dios, incluso para él, era desconcertante: «A pesa<br />
de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer».<br />
Se trata también de un sufrimiento salvador: «Se h<br />
convertido para todos los que le obedecen en autor de<br />
salvación eterna».<br />
3. «Todo está cumplido»<br />
(Jn 18,1-19,42)<br />
Con razón puede, en su agonía, hablar Jesús de «cumplimiento».<br />
Dios mismo lo había llevado a la «consumación»<br />
para salvarnos. Lo expresa así nuestro soneto: «Carga<br />
el Siervo la cruz de mi locura/ hacia el Calvario de su<br />
amor sin tasa/ un amor tan intenso que rebasa/ la razón<br />
y trasciende la cordura». Es verdad: «Habiendo amado a<br />
los suyos..., los amó hasta el extremo».<br />
En aquel sublime «exceso» llegaba a su término «la<br />
consumación y el cumplimiento». Después de proclamar<br />
cumplido el proyecto de amor que se le había encomendado,<br />
relata el evangelista con austera sencillez: «E,<br />
inclinando la cabeza, entregó el espíritu». Consumación<br />
y cumplimiento en una cabeza inclinada y en un espíritu<br />
entregado.<br />
Comienza ya a entreverse que tampoco en Cristo va<br />
a tener la muerte la última palabra..., en él, de quien el<br />
Siervo y su descendencia son sólo figura.<br />
La «entrega del espíritu» y el agua y la sangre que brotan<br />
del costado «traspasado» comienzan ya a anunciar<br />
un futuro glorioso. Llega al colmo la amargura: «Y..., por<br />
acaso fue la sangre escasa/ un soldado feroz el trance<br />
apura/ y con su lanza el corazón traspasa»... Pero, mira-
án al que traspasaron con los ojos nuevos de la visión<br />
del Resucitado.<br />
Sin aspecto ni figura<br />
Carga el Siervo la cruz de mi locura<br />
hacia el Calvario de su amor sin tasa...,<br />
un amor tan intenso que rebasa<br />
la razón y trasciende la cordura...<br />
Colgado, sentirá la mordedura<br />
de una sed espantosa, que lo abrasa...,<br />
la arremetida de un dolor sin tasa...,<br />
abandono..., ludibrios..., noche oscura...<br />
¡Mirad la más hermosa criatura!<br />
¡Cómo se espanta todo aquel que pasa,<br />
al verlo sin aspecto ni figura!<br />
Y..., por si acaso fue la sangre escasa,<br />
un soldado feroz el trance apura<br />
y con su lanza el corazón traspasa...
Vigilia Pascual<br />
1. Noche de vela (el recorrido por la historia de la<br />
salvación en la extensa liturgia de la Palabra)<br />
La liturgia de la Palabra de la Vigilia Pascual es extensa<br />
y rica un recorrido por la historia de la salvación Justamente<br />
en la noche en que esta historia «culmina» Desde<br />
la creación «en el principio» hasta la mueva creación-»<br />
cuerpo resucitado del Señor, primicias de un mundo<br />
nuevo, «sin llanto ni dolor», un mundo de plenitud de<br />
vida sin fin<br />
La Iglesia nos pone en esta noche en una vela contemplativa<br />
Es preciso acostumbrarse al «estilo de Dios»,<br />
para verlo cumplido en la resurrección de Jesús<br />
El «estilo de Dios» lo recordamos y acogemos en la<br />
liturgia de la Palabra de esta noche el Dios creador, qu<br />
quiere expandir libre y gratuitamente su ser, dando vida<br />
a todas las criaturas y dejando su «imagen y semejanza»<br />
en el hombre y la mujer, encargados de «contemplar» al<br />
mismo Creador en su obra<br />
El Dios que llama a Abrahán, para iniciar con él la av<br />
tura de una salvación, encarnada en un pueblo concreto,<br />
pero destinada a todas las naciones, para las que<br />
Abrahán será una bendición
El Dios liberador, que saca a su pueblo de la esclav<br />
tud de Egipto, compartiendo para siempre su causa de<br />
pueblo pobre y oprimido: «He visto... me he fijado... he<br />
bajado a liberarlos».<br />
Is 54,5-14 (cuarta lectura) es una invitación a la meditación.<br />
La mirada al Dios creador y salvador sosiega el alma<br />
«Con misericordia eterna te quiere el Señor, tu redentor».<br />
La relación entre Creador y criatura se estrecha y se hace<br />
esponsal la nueva relación liberadora: «El que te hizo, te<br />
tomará por esposa». En oposición a la dura experiencia<br />
de Egipto, «estarás lejos de la opresión, y no tendrás que<br />
temer; y lejos del terror, que no se te acercará».<br />
Y es que entre Dios y el pueblo se ha establecido una<br />
alianza eterna (Is 55,1-11: quinta lectura): Dios se hace<br />
manantial inagotable, para saciar por siempre la sed de<br />
todos los sedientos, y alimento que da vida: «Escuchadme<br />
y viviréis». Alianza perpetua, búsqueda del Señor,<br />
invocación de su nombre salvador, confesión y perdón,<br />
confianza en caminos misteriosos, pero seguros; Palabra<br />
que constantemente desciende y empapa la tierra y la<br />
fecunda.<br />
Permanente fidelidad de Dios, no siempre correspondida<br />
por el pueblo. Baruc (3,9-15.32-44: sexta lectura) le recuerda<br />
el origen de su deportación y destierro: «Abandona<br />
la fuente de la sabiduría»... Seducido en tierra extranjera,<br />
al pueblo le invadió el olvido, el hecho de que «él es nuestro<br />
Dios y no hay otro frente a él».<br />
Pero Dios sigue dispuesto a la misericordia y al perdón<br />
36,16-28: séptima lectura): va a derramar un agua pura y<br />
purificadora. Viva y vivificadora. El corazón del hombre y<br />
del pueblo podrá ser un corazón nuevo y en permanente<br />
renovación. El agua que limpia, fecunda y da alegría a la<br />
vida tiene en Dios su manantial inagotable.
2. Una resurrección «compartida»<br />
(Rom 6,3-11)<br />
Subraya Pablo la dimensión salvadora del acontecimien<br />
decisivo de la historia de Jesús: la resurrección. Jesús<br />
no se apropia la vida nueva de resucitado, la comparte:<br />
por el bautismo, con-sepultados en su muerte, «para<br />
que también nosotros andemos en una vida nueva». La<br />
afirmación paulina es tajante y esperanzadora: «En una<br />
resurrección como la suya».<br />
El proceso es el de la criatura nueva; dos condicione<br />
que se contraponen para crear una nueva identidad: la<br />
«vieja condición, crucificada con Cristo», una «personalidad<br />
de pecadores» que muere con Cristo, dando paso a<br />
la vida en libertad.<br />
Se entrecruzan las afirmaciones confesantes de la vida<br />
y resurrección de Jesús con las referidas a nuestra propia<br />
resurrección y vida para siempre (la cristología y la soteriología):<br />
la muerte «ya no tiene dominio sobre Cristo».<br />
Pero también nosotros la podemos desafiar: «¿Dónde<br />
está, muerte, tu victoria?»... Nosotros «estamos vivos<br />
para Dios en Cristo Jesús, nuestro Señor».<br />
3. «Impresionadas y llenas de alegría»<br />
(Mt 28,1-10)<br />
Según Mateo, así quedan las mujeres después de hallar<br />
el sepulcro vacío y del anuncio divino que lo explica: «N<br />
está aquí, porque ha resucitado». Ha resucitado el mismo<br />
que había sido crucificado... A su sepulcro se dirigían las<br />
mujeres con el ánimo de hacer los necesarios servicios<br />
funerarios. Nos lo recuerda el soneto: «Purgan sus ojos
cuantos ojos vieron/ morir al Siervo... Emprende la jornada/<br />
un sol, que va cautivo de su nada/ porque callan los<br />
labios que lo hicieron».<br />
Entre aquel silencio apesadumbrado y el asombro y<br />
la alegría de las mujeres, la resurrección de Jesús y su<br />
anuncio: «Ha resucitado de entre los muertos y va por<br />
delante de vosotros a Galilea».<br />
María Magdalena y la otra María, en camino para compartir<br />
el anuncio, son las primeras en «ver al Señor»... Lo<br />
ven en el «camino del anuncio». Las palabras del Resucitad<br />
terminan con el miedo de la impresión misteriosa: «No<br />
tengáis miedo», y les infunde la alegría interior: «¡Alegraos!»...<br />
Sólo desde la alegría podrán hacer el «camino del anuncio»:<br />
«Id a comunicar a mis hermanos -hermosa denominación<br />
de los discípulos- que vayan a Galilea». Es un<br />
camino con meta: «Allí me verán». Un camino de toda la<br />
creación en palabras de nuestro poeta: «Mientras la tierra<br />
gira sin demora/ y ansia llegar al punto y a la hora/ de dar<br />
a luz al Sol que lleva dentro».
Soledad y silencio<br />
Soledad y silencio... Enmudecieron<br />
los recios trenos de la tierra airada.<br />
El Cuerpo yace, muerto, en su posada.<br />
Lloraron las tinieblas y se fueron.<br />
Purgan su asombro cuantos ojos vieron<br />
morir al Siervo... Emprende la jornada<br />
un sol, que va cautivo de la nada,<br />
porque callan los labios que lo hicieron...<br />
Soledad y silencio... Todo espera<br />
esa definitiva primavera,<br />
en que la creación vuelva a su centro.<br />
Mientras, la tierra gira sin demora<br />
y ansia llegar al punto y a la hora<br />
de ciar a luz al Sol que lleva dentro.
TIEMPO PASCUAL<br />
El solemne testimonio<br />
de que }esús está vivo
Domingo de Resurrección<br />
1. «Nos lo hizo ver y nos encargó predicar»<br />
(He 10,34a.37-43)<br />
El discurso de Pedro contiene el «kerigma apostólico»:<br />
anuncio de la vida, muerte y resurrección de }esús. La<br />
proclamada parte del bautismo: «Ungido por Dios con la<br />
fuerza del Espíritu Santo», y se resume de manera admirablemente<br />
sencilla: «Pasó haciendo el bien y curando a<br />
los oprimidos por el diablo». El alma de la vida y la obra<br />
de Jesús.- «Dios estaba con él». Por esta presencia de<br />
Dios, será la suya «una vida no abandonada a la muerte».<br />
La muerte hace alusión al modo concreto de su ejecución:<br />
«Lo mataron, colgándolo de un madero». Y la resurrección<br />
apunta a la acción de Dios que no abandona:<br />
«Pero Dios lo resucitó de entre los muertos».<br />
Pedro insiste en la experiencia de las apariciones. El m<br />
Dios que lo resucitó concede esta «gracia» a los suyos.<br />
En efecto, no dice Pedro: «Lo vimos», sino: «Dios nos lo<br />
hizo ver». La visión se realiza en el contexto de las comidas<br />
pascuales con el Resucitado: «A los que comimos con<br />
él después de la resurrección». Prepara ya la lectura de<br />
Hechos el entrañable relato de la «comida» de Emaús.
«justificados por su resurrección», dirá san Pablo El<br />
solemne testimonio de Pedro se une al testimonio unánime<br />
de los profetas en toda la historia de la salvación «Los que<br />
creen en él reciben en su nombre el perdón de los pecados»<br />
En el Resucitado, se abre para todos la posibilidad<br />
de la vida nueva<br />
2. «Buscad los bienes de allá arriba»<br />
(Col 3,1-4)<br />
Pablo saca la consecuencia de haber resucitado con Cristo<br />
De nuevo, la insistencia en una resurrección «compart<br />
Una vida nueva no sólo para Él, sino para todos los que<br />
crean en Él En palabras de nuestro soneto «Buscar<br />
bienes, ocultos a los OJOS/ más allá de tus lábiles anto-<br />
]os ,/ saber que estás muerto y que tu vida/ en Dios -sin<br />
fin- con Cristo está escondida»<br />
«Buscad los bienes de allá arriba» ¿.Por qué se apunta<br />
tan alto 9 Allá «está Cristo sentado a la derecha del Padre»<br />
La unión bautismal con Cristo suscita ¡a «querencia»<br />
de estar con él y vivir como él Vivir una vida que pueda<br />
ser también, un día, resucitada Lo será en la medida en<br />
que -como la vida de Cristo- haya sabido adherirse «a<br />
los bienes de arriba, no a los de la tierra» No se trata de<br />
«ausentarse», se trata de la nueva presencia en el mundo<br />
desde Dios «Vuestra vida está con Cristo escondida en<br />
Dios»<br />
Y con Cristo, en Dios, está la vida resucitada para la sal<br />
vación del mundo Pablo apunta al futuro «Cuando aparezca<br />
Cristo» La segunda venida en gloria transformante,<br />
que será una gloria compartida «Apareceréis, justament<br />
con él en la gloria»
3. La primera testigo: María Magdalena<br />
(Jn 20,1-9)<br />
Para el cuarto evangelio, María Magdalena es la primera<br />
testigo de la Resurrección..., y la primera encargada del<br />
anuncio. Bien se la ha podido llamar «apostóla apostolorum»<br />
(«apóstola» de los apóstoles).<br />
Es verdad que en la escena del texto evangélico de<br />
hoy, en María Magdalena sólo existe el desconcierto ante<br />
el sepulcro vacío; es un primer «anuncio negativo»; «Se<br />
han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo<br />
han puesto». Pero, más adelante, recibirá el encargo del<br />
propio Resucitado: «Vete a mis hermanos y diles...».<br />
El cuarto evangelio presenta, sin embargo, la resurrección<br />
«creída» por los apóstoles como el primer eslabón<br />
de toda la cadena de testimonios: frente al sepulcro vacío,<br />
el desconcierto de María Magdalena y la extrañeza<br />
de Pedro... Frente al mismo signo desconcertante, la fina<br />
intuición del «otro discípulo a quien el Señor quería»:<br />
«Vio y creyó». Para Pedro y para Juan; para la Magdalena y<br />
para toda la comunidad, la nueva comprensión de las Escr<br />
turas antiguas: «Hasta entonces no habían entendido las<br />
Escrituras». Desde su profundización -como la que hace<br />
el propio Jesús con los discípulos de Emaús- se imponía<br />
una «evidencia de fe»: «Que él había de resucitar de entre<br />
los muertos».
Los bienes de allá arriba<br />
Pasar haciendo el bien. Seguir la estela,<br />
que nos marcó su humano itinerario:<br />
curar al ciego, al mudo, al perdulario...,<br />
descerrajar el hambre y la cancela.<br />
Despabilar la llama de tu vela,<br />
ceñirte a tu papel en tu escenario,<br />
abrazarte a tu cruz en tu calvario<br />
y amar a tu enemigo, aunque te duela;<br />
buscar bienes, ocultos a los ojos,<br />
más allá de tus lábiles antojos...;<br />
saber que estás muerto y que tu vida<br />
en Dios -sin fin- con Cristo está escondida.<br />
Eso es resucitar..., sentirte amado,<br />
al ver el monumento abandonado.
Segundo domingo de Pascua<br />
1. Una comunidad de vida<br />
(He 2,42-47)<br />
En los domingos de Pascua, la primera lectura de los<br />
Hechos de los Apóstoles nos lleva, de la mano de Lucas,<br />
a la comunidad de los discípulos, «tocados» por la resur<br />
ción del Señor. En los textos evangélicos del Ciclo C, el<br />
mismo Lucas se había centrado en «lo que Jesús hizo y<br />
enseñó»... La segunda parte de su obra (los Hechos) la<br />
centra en la comunidad de los discípulos, continuadora<br />
de la vida de Jesús y de su estilo salvador.<br />
Hoy, aparece la comunidad encarnando el que había<br />
sido también ideal en la vida de Jesús: la relación con<br />
pobres; la creación de una verdadera fraternidad. Una<br />
concreción «cristiana» final de la exhortación de Dt 15:<br />
«No habrá pobres entre vosotros».<br />
La comunidad de vida lo abarca todo-, la enseñanza<br />
comunión interna (koinonía), la fracción del pan, la oración...,<br />
y la comunión de bienes (diakonia), que pretendidamente<br />
Lucas no sólo enuncia, sino que la desarrolla<br />
más: no sólo vivían unidos, «lo tenían todo en común»...,<br />
y no sólo los bienes espirituales, tan fáciles de compartir;<br />
también los bienes materiales: «Vendían posesiones
y bienes y los repartían entre todos según la necesidad<br />
de cada uno».<br />
Los detalles pueden estar idealizados, pero dan buena<br />
razón de una comunidad unida, aíegre, atrayente por<br />
testimonial.<br />
2. Un nuevo nacimiento y una esperanza viva<br />
(IPe 1,3-9)<br />
La novedad y la vida son típicos temas pascuales. La pri<br />
mera Carta de Pedro nos va a adentrar en esa novedad<br />
y vida que, en la comunidad, son signos de la presencia<br />
del Resucitado. Nos lo dice bellamente nuestro poeta:<br />
«Cristo se hace presente en la esperanza/ cuando la cota<br />
del amor alcanza/ la fe latente de la noche oscura».<br />
La novedad se llama re-nacer. Un tema típico de la catequesis<br />
bautismal. Se encuentra en el cuarto evangelio.<br />
En el diálogo de Jesús con Nicodemo. Lo nuevo en la primera<br />
de Pedro es la relación explícita que establece entre<br />
resurrección y bautismo: «Por ía resurrección de Jesús de<br />
entre los muertos nos ha hecho nacer de nuevo».<br />
La resurrección de Jesús es causa también de una «esperanza<br />
viva», una herencia de hijos. De ahí, el ambiente de<br />
alegría que respira esta catequesis bautismal: «alegraos»<br />
de la herencia.<br />
La alegría es realista. Cuenta con momentos duros en<br />
la vida: «De momento, tenéis que sufrir un poco»..., pero,<br />
en la cadena de la vida cristiana: creer en Jesucristo, aun<br />
sin verlo; amarlo, aun sin tocarlo..., la alegría es el final:<br />
«Os alegraréis con un gozo inefable y transfigurado». El<br />
motivo no puede ser más pleno: se ha alcanzado «la<br />
meta de vuestra fe: vuestra propia salvación».
3. Una comunión de experiencia<br />
(Jn 20,19-31)<br />
Los textos evangélicos del tiempo de Pascua nos ponen<br />
en comunión de experiencia con la vivencia apostólica de<br />
Resucitado. El «Dios nos lo hizo ver» del discurso de<br />
Pedro se va a ir desglosando en los relatos de apariciones.<br />
El día de la aparición es «el primero de la semana».<br />
Fuerza tuvo la experiencia como para poder con «el sábado»,<br />
haciendo del «día del Señor» (dies dominica=domingo)<br />
el día consagrado al Señor.<br />
La paz, el envío, la donación del Espíritu, el perdón<br />
de los pecados..., las grandes experiencias de la vida<br />
cristiana puestas en los mismos labios del Resucitado.<br />
Y la experiencia que se realiza en medio de la comunidad. Los<br />
que intentan realizarla fuera de ella, por su cuenta, están<br />
simbolizados en Tomás, que «no estaba allí cuando<br />
vino Jesús». No vio y dudó: «Tomás que por amor está<br />
sufriendo/ afirma no creer... y está creyendo/ en la noche<br />
abismal de su amargura».<br />
Le bastó, en efecto, estar de nuevo en la comunidad,<br />
para no necesitar de las evidencias que exigía como condiciones<br />
de su fe solitaria: «Señor mío y Dios mío» es su<br />
confesión ante el Señor Resucitado... Y, en comunión de<br />
experiencia, la dicha de la fe en el Resucitado se extiende<br />
en el tiempo: «Dichosos los que crean sin haber visto».
Presente en la esperanza<br />
Hay que buscar las pautas y los modos<br />
de poner en común la fe y la vida,<br />
de orar una alabanza compartida,<br />
de lograr que lo tuyo sea de todos...;<br />
de anunciar la palabra sin recodos,<br />
que atenúen su verdad comprometida;<br />
de asumir que el camino a la Manida<br />
no se mide por días ni por codos...<br />
Cristo se hace presente en la esperanza,<br />
cuando la cota del amor alcanza<br />
la fe latente de la noche oscura...<br />
Tomás, que por amor está sufriendo,<br />
afirma no creer... i y está creyendo<br />
en la noche abismal de su amargura...!
Tercer domingo de Pascua<br />
1. Un resurrección «atestiguada»<br />
(He 2,14.22-33)<br />
El texto de Hechos está tomado del discurso de Pedro,<br />
el día de Pentecostés. Tiene el sabor de inicio de una<br />
nueva etapa en la historia de la salvación. En ella, la obra<br />
lucana concede un valor especial al Espíritu y al testimon<br />
de los Doce. A la circunstancia del día de Pentecostés, s<br />
añade la relación expresa del Resucitado con el Espíritu<br />
Santo: «Ha recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba<br />
prometido, y lo ha derramado».<br />
Como en todo el kerigma apostólico, subraya Pedro la<br />
identidad entre el Señor resucitado y Jesús de Nazaret. Por<br />
eso recuerda su vida, «acreditada por Dios con milagros,<br />
signos y prodigios». Aquellos que anticipaban ya la «gran<br />
acreditación»: la resurrección de entre los muertos.<br />
La vida y la muerte de Jesús quedan iluminadas por l<br />
resurrección en gloria. La misma cruz no queda fuera de<br />
designio divino de gloria: «Conforme al designio previsto<br />
y sancionado por Dios, os lo entregaron... y vosotros lo<br />
matasteis en una cruz». El «per crucem ad lucem» (por la<br />
cruz a la luz) es la entraña del misterio de la Pascua.
La «acreditación» por parte de Dios y la «atestiguación<br />
parte de los Doce pertenecen al núcleo mismo del discurso<br />
de Pedro: «Dios resucitó a Jesús, y nosotros somos<br />
testigos de ello». Iluminación del Espíritu que alcanza<br />
también a una mayor penetración en las antiguas Escrituras:<br />
cuando David afirmó que «Dios no lo entregaría a<br />
la muerte, hablaba previendo la resurrección del Mesías».<br />
El Espíritu da la clave de lectura que les faltaba a los discípulos<br />
de Emaús (lectura cristológica de las Escrituras<br />
del Antiguo Testamento).<br />
2. Una resurrección «creída»<br />
(IPe 1,17-21)<br />
La primera Carta de Pedro se dirige ya a cristianos que no<br />
tuvieron el contacto directo con el Resucitado; a aquellos<br />
que se encuentran dentro de la bienaventuranza proclamada<br />
por Jesús: «Dichosos los que sin ver han creído».<br />
Lo mismo que el corazón de la confesión veterotestamentaria<br />
es «el Dios que sacó a Israel de la esclavitud<br />
de Egipto», la del Nuevo Testamento se concentra en «el<br />
Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos».<br />
En ambos casos, una confesión salvadora. No por los p<br />
pios méritos- «Por Cristo, vosotros creéis en Dios, que lo<br />
resucitó y le dio gloria». Este es el mensaje fundamental<br />
de esta segunda lectura, hecha en contexto pascual. Lo<br />
demás, son consecuencias: la fe y la esperanza (no sólo l<br />
fe), puestas en Dios, la conciencia de haber sido rescatados<br />
de un proceder inútil y vacío a precio de la sangre de<br />
Cristo, el nuevo estilo de vida derivado de la confesión<br />
de Dios como Padre. Novedad y plenitud que tienen en<br />
la resurrección de Jesús su origen y meta.
3. Una resurrección «experimentada»<br />
(Le 24,13-35)<br />
Lo había dicho Pedro en Hechos: las comidas se hicieron<br />
lugar de encuentro con el Resucitado. Las que siguieron<br />
a aquellas otras comidas de la vida histórica de Jesús:<br />
Comidas de integración y cercanía, de convivencia y de f<br />
ternidad, expresión de un Reino abierto a los excluidos<br />
y marginados, a todos aquellos a quienes era negado un<br />
lugar en la mesa. Y las comidas que van a continuar en<br />
la comunidad de los discípulos, cuando también ellos<br />
compartan el pan de la fraternidad y realicen el mandato<br />
Jesús, perpetuando su memoria y su presencia.<br />
Como modelo y síntesis del múltiple valor de las comidas<br />
de Jesús, la comida de Emaús. Precedida por un prim<br />
encuentro anónimo en el camino. Jesús no se da a conocer,<br />
pero encuentra a sus discípulos en su situación real:<br />
el desconcierto después de lo sucedido en Jerusalén. Su<br />
esperanza estaba por los suelos: «Nosotros esperábamos<br />
que él fuera el libertador de Israel»... Y, para colmo, los<br />
que de ellos se habían acercado al sepulcro, soliviantados<br />
por las mujeres, «a él no lo vieron». De repente,<br />
todo se les ha convertido en oscuridad. El acompañante<br />
desconocido da una razón: «Su necedad y torpeza»; solamente<br />
deberían haber abierto las Escrituras... Lo que<br />
había ocurrido a Jesús, había sido, en efecto, «según las<br />
Escrituras».<br />
El atardecer cronológico («quédate con nosotros que<br />
atardece») coincide con un amanecer anímico («¿no ardía<br />
nuestro corazón mientras nos explicaba las Escrituras?»).<br />
Pero no se hace luz plena sino en la mesa, cuando Jes<br />
«toma el pan, pronuncia la bendición, lo parte y se lo
da». La rememoración es intensa: aquella Última Cena,<br />
anticipo de la muerte y de la nueva comida en el Reino.<br />
Fue sólo entonces «cuando se les abren los ojos y lo<br />
reconocen» de nuevo vivo y entre ellos. Alusión eucarís<br />
tica como lugar privilegiado de encuentro como el que<br />
está vivo en medio de la comunidad de discípulos. Ellos<br />
confesaron y nosotros confesamos: «Era verdad, ha resucitado<br />
el Señor»... y lo seguimos experimentando «en<br />
la fracción del pan».<br />
¡Camina con nosotros!<br />
Comemos y bebemos en tu mesa<br />
algunos cada día, otros de tarde en tarde<br />
y aún somos ese fuego que no arde,<br />
aunque tu vino embriaga y tu maná no cesa.<br />
¡Señor Jesús! Cumpliste tu promesa<br />
pero de tu victoria sólo hacemos alarde.<br />
¡Camina con nosotros cualquier tarde<br />
y prende en nuestro pecho tu llamarada espesa!<br />
¡Muéstranos el sendero de la vida<br />
y enséñanos de noche tu Ley internamente<br />
desde el ocaso hasta la amanecida!<br />
Y, pues llamamos nuestro al Padre providente,<br />
fiador de tu Iglesia renacida,<br />
seguiremos tus pasos de día, dignamente...
Cuarto domingo de Pascua<br />
1. La apertura de la comunidad del Resucitado<br />
(He l,14a.36-41)<br />
En la liturgia de hoy, quiere la Iglesia mirar al Resucitado<br />
como al Buen Pastor, que reúne a cercanos y lejanos en<br />
un mismo rebaño.<br />
El constituido por la resurrección «Señor y Mesías»<br />
es el mismo crucificado que «ha entregado su vida en<br />
rescate por muchos». Viviente en Dios y en medio de la<br />
comunidad, Jesús es «el Pastor y guardián de nuestras<br />
vidas». Él es la puerta para llegar a Dios y la puerta para<br />
entrar a la comunidad.<br />
La conversión y el bautismo, predicados por Pedro,<br />
significan la vida nueva en el Espíritu, recibida «en nombre<br />
de Jesucristo». Con él y desde él nos ha quedado abie<br />
el acceso al Padre. Y ha quedado abierto «para todos lo<br />
que llame el Señor, Dios nuestro, aunque estén lejos»....<br />
Lejos por condición religiosa (los gentiles) y lejos por<br />
el pecado... Así nos recuerda el soneto esta lejanía.- «El<br />
desapego de mi lejanía/ no te impidió, Señor Jesús, llamarme/<br />
tender praderas para recostarme/ surtir la mesa<br />
de la Eucaristía».
2. «El Pastor y guardián de vuestras vidas»<br />
(lPe2,20b-25)<br />
Todo el proceso de vuelta (conversión) lo fija la primera<br />
Carta de Pedro en la mirada ai rostro sufriente de Cristo<br />
su sangre había dicho que era «el precio de nuestro rescate».<br />
Así, el ejemplo del Señor ilumina la vida nada fácil<br />
del discípulo. El discípulo comparte dificultades con los<br />
hombres y mujeres que lo rodean. No le quita la fe la<br />
dureza de la vida. Pero sí da a sus ojos una mirada nueva:<br />
Mirada a «Cristo que padeció su pasión por vosotros,<br />
dejándoos un ejemplo, para que sigáis sus huellas».<br />
Resuena de nuevo la figura del Siervo: «Cargado con<br />
nuestros pecados..., para que, muertos al pecado, vivamos<br />
para la justicia. Sus heridas nos han curado».<br />
Y la curación se ha convertido en seguimiento-. Por<br />
crucificado al resucitado. Por la cruz («da la vida por las<br />
ovejas») a la gloria («constituido Señor y Mesías»). Jesús<br />
se convierte así en «pastor y guardián de nuestras vidas».<br />
A él volvemos desde nuestros descarríos. De nuevo en<br />
la voz del soneto: «El desamor de mis lejanos días/ te<br />
ató de pies y manos en un leño.../ Gracias por tu pasión,<br />
Señor Mesías».<br />
3. Jesús, «puerta de las ovejas»<br />
(Jn 10,1-10)<br />
Todo el capítulo 10 del cuarto evangelio está dedicado<br />
a jesús, buen pastor de su rebaño. Una imagen entraña<br />
representada ya desde las sencillas pinturas de las catacumbas.<br />
El núcleo de esta hermosa imagen es la afirmación<br />
nada metafórica con que termina el texto escogido
para la liturgia de hoy: «Yo he venido para que tengan<br />
vida, y la tengan en abundancia».<br />
Porque se trata de venidas y de entradas en la vida y en la<br />
historia personal y colectiva. Muchos son los que quieren<br />
entrar en nuestra vida, para poder hacerla o deshacerla a<br />
su antojo... Son todos los que «no entran por la puerta»,<br />
tienen que «asaltar» nuestra existencia, metiéndose abusivamente<br />
por encima de las tapias de nuestra intimidad<br />
personal... Son «ladrones y bandidos».<br />
Sólo al pastor se le abre la puerta del rebaño. La<br />
puerta física y la puerta interior: sólo en su pastor se<br />
reconocen las ovejas: «Atienden su voz..., las llama por<br />
su nombre». Todos necesitamos al Pastor en quien reconocernos,<br />
para que salve nuestro ser y nuestra historia.<br />
Pastor y puerta para entrar a lo hondo de la vida, y para<br />
salir, fortificados, al mundo que aguarda el anuncio de su<br />
guía. «Solícito Pastor de tu rebaño,/ no permitas que el<br />
lobo le haga daño/ dejándote la vida en el empeño».
El buen pastor<br />
El desapego de mi lejanía<br />
no te impidió, Señor Jesús, llamarme,<br />
tender praderas para recostarme,<br />
surtir la mesa de la Eucaristía...;<br />
guiar mi senda, darle a mi sequía...<br />
fuentes tranquilas en las que abrevarme,<br />
lavarme en el Bautismo, perfumarme<br />
con óleos de verdad y de alegría...<br />
Solícito Pastor de tu rebaño,<br />
no permitas que el lobo le haga daño,<br />
dejándote la vida en el empeño.<br />
El desamor de mis lejanos días<br />
te ató de pies y manos en un leño.<br />
¡Gracias por tu perdón, Señor..., Mesías!
Quinto domingo de Pascua<br />
1. Los nuevos compañeros de misión<br />
(He 6,1-7)<br />
La expansión geográfica y cultural del mensaje de Jesús<br />
requiere nuevos misioneros. En la visión de la obra lucan<br />
aceptado como un hecho el retraso de la Parusía, la nueva<br />
venida de Jesús en gloria, el tiempo de la Iglesia ahon<br />
en la nueva presencia salvadora de Jesús en la comunidad<br />
de los discípulos.<br />
Pero, una comunidad anclada en la historia y llamada<br />
a responder a los problemas nuevos que se dan en su<br />
seno y en su servicio a la misión; o, más precisamente:<br />
se dan en su seno a causa de su servicio a la misión.<br />
La lectura de hoy refleja el inicio de una de aquellas<br />
grandes cuestiones de los primeros pasos del cristianismo:<br />
La relación mutua entre cristianos procedentes del ám<br />
bito geográfico-cultural palestino, en torno a Jerusalén; y<br />
los procedentes del ámbito geográfico-cultural helenista,<br />
en torno a Antioquia: «Las tensiones que la Iglesia libera<br />
en andadura/ son signos de la humana catadura/ que no<br />
empece la fuerza de los dones».<br />
Lucas da una importancia especial al ministerio de
los Doce, en el tiempo de la continuidad: «Los apóstoles<br />
convocaron al grupo de los discípulos». Pero de aquella<br />
reunión, convocada por los apóstoles, emerge un nuevo<br />
ministerio, más lanzado a la misión: ¡os siete elegidos, que<br />
lo son, no sólo para el «servicio de las mesas», sino como<br />
auténticos nuevos misioneros para ambientes culturalmen<br />
nuevos.<br />
2. Todos somos piedras de un único edificio<br />
(IPe 2,4-9)<br />
Parece que el «elitismo vocacional» aparece pronto en<br />
las comunidades primitivas: ¿sólo algunos...., o todos?<br />
Si, como parece, la primera Carta de Pedro es una catequesis<br />
bautismal, la respuesta es: todos los bautizados: «<br />
piedras vivas entráis en la construcción del templo del<br />
Espíritu». Piedras vivas para la construcción de una comunidad<br />
que toda ella es «un sacerdocio sagrado», con<br />
una finalidad: «Ofrecer sacrificios espirituales» y con una<br />
seguridad: que «Dios los acepta por Jesucristo».<br />
En un tono más directo, un apunte sobre la identidad d<br />
todos: «Vosotros sois una raza elegida, una nación consagrada,<br />
un pueblo adquirido por Dios»... Y la misión común<br />
«Para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de<br />
las tinieblas y a entrar en su luz maravillosa».<br />
Toda la comunidad, ministros y pueblo, con un solo<br />
apoyo: la piedra angular que es Cristo. La aceptación o e<br />
rechazo tienen siempre a Cristo como término. Entrar<br />
en su construcción es una gracia; el rechazarlo, un tropiezo.
3. En Jesús, camino, verdad y vida<br />
(Jn 14,1-12)<br />
La comunidad de los discípulos se expande Requiere<br />
nuevas respuestas (primera lectura) y estar siempre repensando<br />
su propia identidad (segunda lectura) , pero<br />
en medio de su movimiento expansivo, no olvida jamás<br />
la referencia que la construye Cristo-Jesús, resucitado pie<br />
angular del edificio del Espíritu (segunda lectura), y, para<br />
cada creyente «camino, verdad y vida» «Piedra angular,<br />
Palabra poderosa/ Verdad, camino, Vida desbordada /,<br />
Jesús, luz cenital, maravillosa»<br />
I^a meta del camino el Padre En Él está Jesús y hacia É<br />
quiere conducir a los suyos Revelador del Padre, Jesús<br />
no sólo lo manifiesta, posibilita el acceso a Él «Con-vivir»<br />
con Jesús es tener «la propia estancia» en el misterio<br />
mismo de Dios Jesús «está en el Padre y el Padre está en<br />
él» Él es «mediador de una fe tan laboriosa/ que construye<br />
en el cielo mi morada»
Camino, verdad y vida<br />
Dios anda entre pucheros... Las tensiones<br />
que la Iglesia libera en su andadura,<br />
son signos de la humana catadura,<br />
que no empece la fuerza de los Dones.<br />
Tomás... Felipe... purgan sus pasiones:<br />
la lógica -virtud de la cordura-...;<br />
la experiencia sensible..., ¡tan segura<br />
que descarta la fe y las mediaciones...!<br />
Piedra angular, Palabra poderosa,<br />
Verdad, Camino, Vida desbordada...<br />
Jesús, luz cenital, maravillosa,<br />
que triunfa del pecado y de la nada...,<br />
Mediador de una fe tan laboriosa<br />
que construye en el cielo mi morada.
Sexto domingo de Pascua<br />
1. Se rompen las fronteras<br />
(He 8,5-8.14-17)<br />
Eran vecinos, pero no se trataban: samaritanos y judíos<br />
estaban enfrentados. Pero uno de los Siete (Felipe) comienza<br />
la misión con los samaritanos. La fe en Cristo comienza<br />
su expansión-. «El gentío escuchaba con aprobaci<br />
lo que decía Felipe». Y es que la palabra y los signos se<br />
entrecruzan en su «evangelización», como había ocurrido<br />
con los Doce, repitiéndose en toda la Iglesia naciente el<br />
estilo mismo de Jesús.<br />
Resultado de aquella acogida: la alegría (tema especialmente<br />
lucano): «Samaría había recibido la palabra de<br />
Dios». Y la había recibido con toda legitimidad. La expansión<br />
de la fe, más allá del grupo inicial, no era un abuso.<br />
Detrás de ella estaban los mismos apóstoles (de nuevo<br />
el tema lucano de los Doce), que envían a Pedro y a Juan,<br />
en una visita de verificación evangelizadora...<br />
La imposición de las manos de los apóstoles sobre<br />
los samaritanos que habían creído les otorga la plenitud:<br />
plenitud de fe y plenitud de Espíritu: «Aún no había bajado<br />
sobre ninguno, estaban sólo bautizados en el nombre<br />
del Señor Jesús».
2. El Espíritu y la vida<br />
(IPe 3,15-18)<br />
La glorificación que la primera Carta de Pedro pide a los<br />
creyentes se dirige directamente a Jesucristo. Es una consecuencia<br />
del misterio de la Pascua: «Como era hombre,<br />
lo mataron: pero como poseía el Espíritu fue devuelto<br />
a la vida». Se trata de la raíz misma de la esperanza del<br />
cristiano, aquella de la que «tiene que estar siempre<br />
pronto a dar razón».<br />
El «dar razón de la esperanza» no será siempre fácil.<br />
Acontece muchas veces entre sufrimientos. Para dar una<br />
explicación de estas «trabas» procedentes de los que<br />
«denigran vuestra conducta en Cristo», recurre el autor a<br />
la Pascua del Señor.<br />
Para el cristiano pide las mismas actitudes del Cristo<br />
sufriente: «mansedumbre, respeto y buena conciencia»,<br />
cuando llega la prueba: «Mejor es padecer haciendo el<br />
bien... que padecer haciendo el mal».<br />
La última palabra la tendrá la vida: el sufrimiento de<br />
cristiano, como el de Cristo, es también «para conducirnos<br />
a Dios», y «ser devueltos a la vida» como lo fue el Resucitado,<br />
por medio del Espíritu. Así canta esa seguridad<br />
nuestro poeta: «Tolera la calumnia..., el sufrimiento . / si<br />
tu carne se inmola en el tormento/ surgirá, de la muerte,<br />
vencedora».<br />
3. El desamparo y la vuelta<br />
(Jn 14,15-21)<br />
Los apóstoles tuvieron la tentación de sentirse desamparados.<br />
La nueva presencia de Jesús se realizaba de un
modo diferente a la que habían experimentado cuando<br />
lo acompañaban por los caminos de Galilea. Se les pide<br />
ahora otro seguimiento-, desde la fe y desde la observancia<br />
del mandamiento. Tendrán que llegar a saborear «que el<br />
Mandamiento no es cadena/ sino amor, que redime la<br />
condena/ y fuerza que el Espíritu robora».<br />
La nueva presencia del Señor está, en efecto, ligada al<br />
«Espíritu de la verdad», el «otro Defensor». Cuando Jesús<br />
caminaba con ellos, él mismo los defendía, como Pastor,<br />
como Guardián... con el mismo cuidado de la gallina que<br />
cubre con sus alas a los polluelos.<br />
Ahora, el Defensor será el Espíritu. Con él tienen los<br />
discípulos cierta connaturalidad, expresada en el conocimiento<br />
cercano: «Lo conocéis, porque vive con vosotros<br />
y está con vosotros»... Él les da la seguridad de poder seguir<br />
viendo a Jesús, de una forma completamente nueva.<br />
Y no sólo de verlo; también de poder vivir con él y como<br />
él. Jesús es el Viviente que los sumerge en la misma vida<br />
del Padre, como en una progresión en cascada: «Yo estoy<br />
en el Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros».<br />
Una atmósfera nueva de Espíritu y de Amor. Su expresión<br />
es la fidelidad en el seguimiento: «Aceptar sus manda<br />
mientos y guardarlos». Eso es amor a Cristo. Desde ese<br />
amor, se recibe como hijos el amor mismo del Padre. Hay<br />
reciprocidad con el mismo amor de Cristo y verdadero<br />
conocimiento del Señor: «Yo también lo amaré y me revelaré<br />
a él».
La fuerza del Espíritu<br />
Se hace visible el «don» en Samaría...,<br />
-Ha fe que no es, Felipe, una quimera,<br />
ha derribado la ancestral frontera!y<br />
la ciudad se llena de alegría.<br />
Convierte tu esperanza en luz de día<br />
y cuantos te contemplen desde fuera<br />
verán en el respeto y la manera<br />
la verdad que les da tu profecía.<br />
Sabrán que el Mandamiento no es cadena,<br />
sino amor que redime la condena<br />
y fuerza que el Espíritu robora.<br />
Tolera la calumnia..., el sufrimiento...<br />
si tu carne se inmola en el tormento,<br />
surgirá de la muerte vencedora.
1. Misión y testimonio<br />
(He 1,1-11)<br />
Ascensión del Señor<br />
Aun celebrada en el domingo, la Ascensión no pierde<br />
su referencia a los cuarenta días después de la Pascua.<br />
Referencia intencionada de quien quiere subrayar el<br />
«éxodo pascual» de Jesús, librado definitivamente de «las<br />
ataduras de la muerte» por la resurrección de entre los<br />
muertos.<br />
De esa resurrección liberadora, la ascensión subraya el<br />
carácter definitivo y único: La exaltación para siempre de<br />
Jesús a la derecha del Padre, y su presencia salvadora y<br />
viva en medio de los suyos «hasta el fin del mundo». Por<br />
estar vivo y haber sido exaltado, Jesús puede enviar su<br />
Espíritu como «bautismo de agua y fuego», de purificación<br />
y ardor misionero.<br />
Porque la ascensión se convierte en acontecimiento d<br />
misión. Otra «presencia física» del Señor. Ya no será su humanidad<br />
glorificada la que vemos, por mucho que hacia<br />
ella nos lleve la nostalgia: «¿Qué hacéis ahí plantados,<br />
mirando al cielo?». Lo vemos ahora a través de la misión<br />
de los testigos: con la fuerza del Espíritu, y en la carne d
su cuerpo y de su historia, harán presente a Jesús «hasta<br />
los confines del mundo». Lo harán siempre con la certeza<br />
de la «vuelta del Señor» en gloria, como «omega» y recapitulación<br />
de la creación entera.<br />
2. La Iglesia es su cuerpo<br />
(Ef 1,17-23)<br />
Nos decía la primera lectura: «Lo vieron levantarse, hasta<br />
que una nube se lo quitó de la vista». Sentido hondo de<br />
ausencia. Jesús ya no es visible como lo era en su historia,<br />
porque ha recibido del Padre su humanidad gloriosa<br />
e inaccesible a los ojos de la carne.<br />
Conscientemente, Pablo pide para los Efesios «espíritu<br />
de sabiduría y de revelación para conocerlo». Sin ello, ni<br />
el misterio de Cristo ni el misterio de la experiencia cristiana<br />
(«la riqueza de la gloria desplegada en la resurrección<br />
de Jesucristo») podrían ser acogidos y vividos.<br />
Ni mucho menos podría acogerse y vivirse la nueva<br />
presencia visible del Resucitado: la Iglesia, de la que él es<br />
Cabeza viva. El «cuerpo eclesial» de Cristo como sacramento<br />
primero de una eficacia salvadora que no acaba.<br />
Grandeza y responsabilidad sin límites: ser cuerpo visible<br />
del Resucitado. Un misterio de «ausencia/presencia» que<br />
estimula la identidad y misión de la Iglesia.<br />
3. La misión hasta el ñn del mundo<br />
(Mt 18,16-20)<br />
Fiesta misionera, la ascensión abre las puertas de la Iglesia<br />
hasta los confines del mundo, animada y sostenida
por una seguridad inquebrantable: «Yo estoy con vosotros».<br />
La palabra de confianza ante el miedo y la dureza<br />
de la misión, se la apropia el mismo Cristo, poniéndose<br />
en el lugar mismo del que envía...<br />
¡Cuántas veces la había pronunciado Dios en la vocación<br />
y en la misión en el Antiguo Testamento!: «No<br />
temas, yo estoy contigo». Y es que a Cristo «se le ha<br />
dado el poder en el cielo y en la tierra». Por eso, puede<br />
llamar y enviar... y, por eso, no es baldía la confianza en su<br />
presencia acompañante.<br />
La misión es para el bautismo, el que hace discípulos de<br />
todos los pueblos. Una «consagración al Padre, al Hijo y<br />
al Espíritu Santo» que no se queda en un rito. Creando<br />
el discipulado, el bautismo inicia el seguimiento como<br />
un nuevo estilo de vida, abierto a una realización eterna: «<br />
realidad de lo que fue desvelo/ se encarna en Enmanuel.<br />
Su poderosa/ presencia da sentido a cada cosa/ y asocia<br />
al hombre a su crecido vuelo».
Vivir en la misión<br />
Subir..., ser como Dios..., tocar el cielo...<br />
no es hoy una utopía pretenciosa.<br />
La unidad hace al pétalo ser rosa,<br />
aupado en el aroma de su anhelo...<br />
La realidad de lo que fue desvelo<br />
se encarna en Enmanuel. Su poderosa<br />
presencia da sentido a cada cosa<br />
y asocia al hombre a su crecido vuelo...<br />
Unido al Enmanuel resucitado<br />
puede mi afán llegar al otro lado,<br />
subiendo en la medida en que se humilla...<br />
Convivir la injusticia y la pobreza,<br />
la soledad, el duelo y la flaqueza<br />
es la «ascensión» más cierta y más sencilla.
Pentecostés<br />
1. Las maravillas de Dios en la propia lengua<br />
(He 2,1-11)<br />
Con la solemnidad de Pentecostés culminan los acontecimientos<br />
de la Pascua, termina «el día en que actuó el<br />
Señor» a favor de Jesús y de la comunidad de los discípulos.<br />
A ellos se lo dio Dios como Pastor y Cabeza del<br />
nuevo Pueblo, construido con la fuerza del Espíritu.<br />
El ruido del fuerte viento..., las llamaradas de fuego<br />
sobre las cabezas..., todas son imágenes para describir lo<br />
inefable, la honda realidad interior: «Se llenaron todos de<br />
Espíritu Santo». Todos los que estaban reunidos en aquel<br />
mismo lugar, con «María, la Madre de Jesús»..., y todos<br />
los que acudieron tienen la misma experiencia: «Escuchar<br />
las maravillas de Dios en la propia lengua».<br />
El contraste con Babel es pretendido: en Babel, confusión<br />
de lenguas; en Pentecostés, comunión de idioma,<br />
«con-vocación», una llamada común a gentes dispersas y<br />
distantes geográfica y culturalmente. Y ocurre una nueva<br />
maravilla de Dios: su Espíritu comienza a formar en torno<br />
a Cristo un nuevo Pueblo de toda raza, legua y nación.<br />
Es preciso escuchar las maravillas de Dios en «la
propia lengua», en la propia situación, en el propio am- \<br />
biente, en el lenguaje en que cada cual entiende y se j<br />
expresa. El Espíritu «diversifica» para unir, se expande ¡<br />
para convocar.<br />
;<br />
2. Diversidad de dones, pero un mismo Espíritu<br />
(ICor 12,3b-7.12-13)<br />
También en la Iglesia, el Espíritu es fuente de diversidad<br />
y de unidad. La diversidad de carismas, de dones y servicios<br />
es una riqueza que el Espíritu regala a la Iglesia...<br />
Como ricos son los diferentes miembros que componen<br />
la única realidad del cuerpo. Somos muchos y diferente<br />
No está en la diversidad el pecado; el pecado es «la algarabía»<br />
desordenada que produce la diversidad sin la<br />
conciencia de la unidad que la origina: «Un solo Espíritu;<br />
un solo Señor; un solo Dios».<br />
Como al cuerpo le son necesarios todos los miembros,<br />
así todos los dones, ministerios y carismas son<br />
necesarios a la Iglesia. Su unidad no significa uniformidad.<br />
No se trata, en efecto, en el ser una sola cosa, de tener<br />
una misma «forma externa»... No somos «uniformados».<br />
Se trata de la unidad de corazones en la misma confesión:<br />
un solo cuerpo.<br />
Y también, como en el cuerpo, son diversas las funcion<br />
pero son complementarias. No todos hacemos lo mismo<br />
pero todo lo hacemos en función de lo mismo; de que el<br />
cuerpo esté completo, de que en él desarrolle la plenitud<br />
de la vida en el Espíritu.
3. Resurrección y Pentecostés<br />
(Jn 20,19-23)<br />
El cuarto evangelio no separa Resurrección y Pentecostés.<br />
El Espíritu que da la vida y la gloria al Resucitado<br />
pasa de él a los discípulos, en continuidad de vida y de<br />
experiencia.<br />
La experiencia del Resucitado es la experiencia de su<br />
Espíritu entregado y recibido. El envío que hace posible<br />
el Espíritu recibido acontece «el primer día de la semana»,<br />
cuando Jesús resucitado se aparece a los discípulos,<br />
deseándoles la paz y mostrándoles sus manos y costado<br />
con las heridas de gloria: «Como el Padre me ha enviado...,<br />
así os envío yo... Recibid el Espíritu Santo».<br />
El Espíritu para el envío, con la fuerza del perdón que<br />
regenera y hace nuevas las cosas y cambia los corazones:<br />
«A quienes les perdonéis los pecados, les quedan<br />
perdonados».<br />
Con Pentecostés se pone en marcha la Iglesia, para<br />
hacer posible en cada hombre y mujer de toda la historia<br />
la experiencia de la Pascua; la experiencia nueva de<br />
la Pascua del Señor: «En el Pentecostés de la concordia/<br />
encontró, al fin, el hombre el buen camino,/ que en la<br />
esperanza y la misericordia/ lo lleva -dios con Dios- a<br />
su destino».
De Babel a Pentecostés<br />
Sinaar es una historia de egoísmo...,<br />
de no querer poblar la tierra entera,<br />
de hacerse el hombre Dios a su manera,<br />
rizando, necio, el rizo del autismo...<br />
(Escalar el empíreo de sí mismo,<br />
vivir en suficiencia pordiosera,<br />
confundir la razón con la quimera,<br />
el laurel de la gloria y el abismo...).<br />
Sinaar fue la Babel de la discordia.<br />
Así pudo cumplirse el plan divino.<br />
En el Pentecostés de la concordia<br />
encontró, al fin, el hombre el buen camino,<br />
que en la esperanza y la misericordia<br />
lo lleva -dios con Dios- a su destino...
La Santísima Trinidad<br />
1. Dios, compasivo y misericordioso<br />
(Éx 34,4b-6.8-9)<br />
Impresiona la familiaridad con que Dios trata a Moisés:<br />
«El Señor bajó... y se quedó con él»... La iniciativa de<br />
darse a conocer parte de Dios. Pero esa iniciativa gratuita,<br />
descrita como «un paso», introduce al Señor en un<br />
misterio. Los atributos que el mismo Dios se arroga son<br />
entrañablemente cercanos: «Compasivo y misericordioso,<br />
lento a la ira y rico en piedad y lealtad». Es un atisbo de<br />
la intimidad de Dios, que se irá desplegando en una reve<br />
lación progresiva.<br />
Un Dios que, desde la hondura de su misterio, es así<br />
de cercano, se convierte en un Dios querido y apetecid<br />
Con un Dios así, uno está dispuesto a caminar: «Que<br />
mi Señor vaya con nosotros», le pide Moisés, ansiando<br />
cercanía misteriosa.<br />
Esta cercanía de Dios queda truncada por el pecado<br />
del hombre. Por la dureza interior tan bien descrita por<br />
Moisés, hablando de su pueblo: «Es un pueblo de dura<br />
cerviz». Pero, habiendo conocido ya las entrañas de misericordia,<br />
Moisés puede invocar el perdón, como condi-
ción primera de la mayor de las gracias-, que un Dios así,<br />
«nos tome como heredad suya».<br />
2. El Dios del amor está con nosotros<br />
(2Cor 13,11-13)<br />
Sumergido en la intimidad de Dios, también Pablo lo<br />
descubre como amor. Pablo invoca al Dios del amor, ansiando<br />
su compañía en el camino de la propia santificación:<br />
«trabajad por vuestra perfección»... Un «parecerse<br />
a Dios» que se realiza en el corazón reconciliado: «Tened<br />
un mismo sentir y vivid en paz».<br />
Bien le podríamos decir con nuestro poeta: «Quiero<br />
que me acompañes en todos mis caminos/ gustar en la<br />
oración de tu amistad sabrosa/ y encadenar mi suerte<br />
a los claros destinos/ que a Israel otorgó tu salvación<br />
graciosa».<br />
Pablo da un paso más, y con la sencillez de un saludo<br />
personal, formula el despliegue del misterio trinitario-. «L<br />
gracia de nuestro Señor Jesucristo; el amor del Padre y<br />
la comunión del Espíritu Santo estén siempre con vosotros».<br />
Casi nos sale «y con tu espíritu»... Es, en efecto,<br />
el saludo litúrgico al iniciar la Eucaristía. Es hermoso<br />
comenzarla, reconociendo que «Dios es uno solo, pero<br />
no solitario».<br />
3. El Dios que ama al mundo<br />
(Jn 3,16-18)<br />
Adentrarse en el misterio de Dios es sumergirse en el<br />
amor. El amor en la intimidad misma de la Trinidad y el
amor que se expande en la creaoón y llega a su extremo<br />
en la salvación<br />
El amor dentro de la Trinidad es tan misteriosamente intenso<br />
que, dándose eternamente entre el Padre y el Hijo,<br />
genera una relación «personal» entre ambos el Espíritu<br />
Santo, «que procede del Padre y del Hi|0» (confesamos<br />
en el Credo)<br />
Y el amor de la Trinidad hacia fuera es un amor tan gran<br />
de al mundo «que Dios le entregó a su propio HIJO para<br />
que lo salvara»<br />
Sólo desde la experiencia del amor nos adentramos<br />
en el misterio de Dios Con nuestro poeta, le pedimos<br />
«Concédeme, Señor, vivir el misterio/ de tu misericordia ,<br />
de tu amor compasivo ,/ tu lealtad sublime , tu talante<br />
afectivo »<br />
Y sólo desde el amor podemos entender la encarnación<br />
y la redención el Hi]o de Dios, enviado en la carne,<br />
para que el mundo se salve por Él Hacia Él se dirige la<br />
confesión de fe que nos salva «Creer en el nombre del<br />
Hijo único de Dios» «Mientras el gozo aguarda mi pobre<br />
entendimiento/ de verte cara a cara en su justo momento»
Vivir en tu misterio<br />
Concédeme, Señor, vivir en el misterio<br />
de tu misericordia..., de tu amor compasivo...,<br />
tu lealtad sublime..., tu talante afecto<br />
al aire de las normas que marcó tu criterio.<br />
Llévame hasta tu nube desde mi cautiverio;<br />
inunda con tu amor mi corazón esquivo;<br />
con la gracia del Hijo, el desierto en que vivo,<br />
y el Fuego mi desvío sane con su cauterio.<br />
Quiero que me acompañes por todos<br />
mis caminos,<br />
gustar en la oración de tu amistad sabrosa<br />
y encadenar mi suerte a los claros destinos,<br />
que a Israel otorgó tu salvación graciosa,<br />
mientras el gozo aguarda mi pobre<br />
entendimiento<br />
de verte cara a cara en su justo momento.
El Cuerpo y la Sangre de Cristo<br />
1. El pan para el camino<br />
(Dt 8,2-3.14b-16a)<br />
El Deuteronomio pone en boca de Moisés reflexiones<br />
sobre el desierto y su duro recorrido hacia la tierra de la<br />
libertad: un camino largo, arduo y, en ocasiones, doloroso.<br />
Un camino de purificación: «El camino que el Señor<br />
Dios te ha hecho recorrer, para ponerte a prueba y conocer<br />
tus intenciones». El camino de la vida, el camino que,<br />
tantas veces, se hace cuesta arriba... El camino recorrido<br />
con el resto de los hombres, teniendo en el Señor su<br />
meta, «si guardas sus preceptos».<br />
El texto del Deuteronomio subraya el carácter de<br />
aflicción y de prueba que el desierto significa. El tono de<br />
discernimiento-. «Si guarda sus preceptos o no» hace del de<br />
sierto la gran imagen de la vida del hombre, probado tantas<br />
veces en el crisol del sufrimiento, externo e interno.<br />
En ese contexto, resalta con más fuerza el maná como<br />
alimento para un camino duro. Un maná/alimento inesperado,<br />
que se funde con el don de la Palabra. Porque<br />
es un alimento que recuerda y que remite a otro tipo de<br />
comida: «Que no sólo de pan vive el hombre, sino de<br />
toda palabra que sale de la boca de Dios».
Alimento del maná, gratuito y memorial. Recuerdo p<br />
manente de la acción liberadora del Señor. Al comerlo,<br />
«no te olvides del Señor tu Dios, que te sacó de la esclavitud<br />
de Egipto».<br />
2. El nuevo pan para construir la unidad<br />
(ICor 10,16-17)<br />
El antiguo maná era imagen del pan nuevo, ofrecido y<br />
recibido desde la dimensión personal: Jesucristo mismo,<br />
entregado y recibido por todos en el pan y el vino de la<br />
Eucaristía.<br />
De ese nuevo alimento compartido, subraya Pablo su<br />
fuerza de comunión: Comunión con Cristo: el cáliz nos<br />
todos en la sangre de Cristo; el pan nos une a todos con<br />
el cuerpo del Señor. Y comunión de unos con otros en el<br />
ñor: «Formamos un solo cuerpo, porque comemos todos<br />
del mismo pan».<br />
Ya no vale expresar distancias con quien hemos<br />
comulgado, con aquel duro refrán español: «Tú y yo,<br />
¿cuándo hemos comido en el mismo plato?». La Eucaristía<br />
compartida quita sentido a esa pregunta En cada<br />
celebración y en las celebraciones de todo el mundo,<br />
muchos, muchísimos, «comemos el mismo pan»... Permanece<br />
una pregunta inquietante: ¿Formamos un mismo cue<br />
po, el cuerpo eclesial del Señor?... Y, machaconamente,<br />
la Eucaristía nos recuerda que en ella alimentamos la<br />
unidad de la Iglesia y de que, por ella, la Iglesia/comunión<br />
no deja de crecer y fortalecerse.
3. El pan para la vida eterna<br />
(Jn 6,51-58)<br />
El cuarto evangelio ensancha los horizontes del camino<br />
y le da un nuevo sentido a la meta: ya no es sólo el paso<br />
por el desierto caminando hacia la tierra, para asegurar<br />
un «pedazo de subsistencia».<br />
La vida es un camino más largo, porque su meta supera<br />
un puro destino terreno. Se trata ahora, en Cristo, de<br />
vivir con Dios para siempre. Vida eterna ofrecida como<br />
para todo el mundo.- «Mi carne para la vida del mundo».<br />
Un camino que precisa de extraordinario alimento:<br />
«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo»...: «Si duro<br />
es el lenguaje, sabroso es el consuelo/ de saber por la fe<br />
lo que no ven nuestros ojos». Jesús, ofrecido y recibido<br />
como pan y como vino. «La carne y la sangre», la vida<br />
entera del Hijo, entregada en sacrificio y ofrecida ahora a<br />
todo aquel que la comulga. Comer y beber a Cristo como<br />
alimento de vida eterna-. «Mi carne es verdadera comida y<br />
sangre es verdadera bebida».<br />
Pablo subrayaba (segunda lectura) la comunión eclesia<br />
derivada de Jesús-Eucaristía; el cuarto evangelio insiste<br />
en la unión personal: «El que come mi carne y bebe mi san<br />
gre habita en mí y yo en él». Unión llamada a transformar<br />
la vida entera en vida nueva de Cristo: «El que come mi<br />
carne vivirá por mí».<br />
El maná, en el desierto, queda sólo como imagen de<br />
este nuevo alimento: «Vuestros padres lo comieron y<br />
murieron; el que come de este pan (quien come la Eucaristía)<br />
vivirá para siempre».
La fuerza del pan vivo<br />
El Pan de la Palabra..., la elocuencia del Trigo<br />
y del Vino que alegra el corazón humano...<br />
¡Qué claridad restalla la sombra del arcano<br />
en la mesa que nutre el corazón amigo!<br />
Aquí allega valor la sangre del testigo,<br />
la virgen acicala su corazón lozano,<br />
aguza el confesor su lenguaje galano<br />
y la piedad encuentra acomodo y abrigo...<br />
«Jesús es el pan que ha bajado del cielo...».<br />
Si duro es el lenguaje, sabroso es el consuelo<br />
de saber por la fe lo que no ven los ojos...<br />
Corre certero el Verbo al corazón abierto,<br />
transformando en oasis su inhóspito desierto<br />
y en flores de virtud sus punzantes abrojos...
TIEMPO<br />
ORDINARIO<br />
El humilde caminar junto al Señor
Segundo domingo<br />
1. Presentación del Siervo y de su misión<br />
(Is 49,3.5-6)<br />
Las enseñanzas de Isaías sobre el misterioso Siervo de<br />
Dios y su misión sirvieron de inspiración, en la Iglesia<br />
apostólica, para describir a Jesús y su tarea de enviado.<br />
Se describe la complacencia de Dios en su Siervo: «Tú<br />
eres mi Siervo de quien estoy orgulloso». Y a ella sigue<br />
un breve apunte sobre su llamada-. «Desde el vientre me<br />
formó Siervo suyo». Subraya la pre-cedencia de Dios y<br />
una iniciativa, siempre gratuita, que parte del Señor. La<br />
vocación no se gana, en efecto, a fuerza de puños, sino<br />
escuchando con humilde docilidad la llamada.<br />
Siguen unas indicaciones sobre su misión. Misión particular:<br />
la reunificación de Israel; misión universal: «Te hago<br />
luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta<br />
el confín de la tierra».<br />
El Antiguo Testamento es ya testigo del querer de Dios<br />
de salvar a todos. Quedó, sin embargo, recortado por una<br />
visión particularista de un pueblo a quien gustaban más<br />
los privilegios que la gracia. La gracia era la de saberse<br />
luz para alumbrar a todas las naciones.
2. La hondura de un saludo<br />
(ICor 1,1-3)<br />
Nuestros saludos se nos han hecho formalistas y rutina- 1<br />
rios, los saludos escritos y aquellos con los que celebra- I<br />
mos personales encuentros.<br />
Pero, no hay rutina en el saludo de Pablo a la Iglesia d<br />
Corinto. Es, más bien, un «concentrado» de la eclesio- '<br />
logia que va a desarrollar en su carta. Frente a quienes<br />
cuestionaban su apostolado, se auto presenta como<br />
«apóstol por voluntad de Dios»; y a Sostenes, incorporado<br />
a la escritura de la carta, lo presenta sencillamente<br />
como hermano, desde la intensa experiencia de fraterni- \<br />
dad de los discípulos del Señor. '<br />
Escriben «a la Iglesia de Dios en Corinto», comunidad<br />
de discípulos concreta, establecida en un preciso lugar<br />
que es, sin embargo, Iglesia de Dios, en la que se realiza<br />
el plan salvador de Dios en Cristo Jesús. Sus miembr<br />
son «consagrados» por Jesucristo. Su procedencia poco<br />
importa, porque todos han sido llamados. Jesucristo, en<br />
efecto es «Señor nuestro y de ellos».<br />
Es un saludo que nos sabe a liturgia. Los dones del<br />
Padre y del Hijo asociados en una misma acción salvadora:<br />
la gracia y la paz son del Padre y de su Hijo, Jesús<br />
Deseadas a los de Corinto, son prenda del amor, la confianza<br />
y la plenitud.<br />
3. Presentación de Jesús y de su misión<br />
(Jn 1,29-34)<br />
El cuarto evangelio pone la presentación de Jesús en labios<br />
de Juan el Bautista. Y lo presenta, «cumpliendo» en
su identidad y misión la misteriosa figura del Siervo. Juan<br />
presenta a Jesús como «Cordero que quita el pecado del<br />
mundo». Las resonancias del Siervo de Isaías saltan a la<br />
vista la designación de «cordero» y aquel sufrir y dolerse,<br />
asociando a los suyos en el sufrimiento y por todos<br />
ofreciendo su vida.<br />
En la presentación de Juan hay, además, una indicación<br />
de pre-existencia: «Existía antes que yo», y de relación<br />
de tareas: «He salido a bautizar, para que él (no yo)<br />
sea manifestado a Israel». Con relación a Jesús, Juan es<br />
indicación y referencia.<br />
La presentación adquiere solemnidad con la categoría<br />
del testimonio. Para darlo, incluye Juan la presencia<br />
especial del Espíritu, señalando la identidad («ese es») y la<br />
misión encaminada a un nuevo bautismo.- «No sólo con<br />
agua, sino con Espíritu Santo». Espíritu repartido, para<br />
formar la comunidad de los discípulos. El Bautista, que<br />
ha visto cómo se realiza en Jesús la figura del Siervo,<br />
ahonda ahora su testimonio: «Doy testimonio de que<br />
este es el Hijo de Dios».
Luz de las naciones<br />
Ya está el «Siervo» dispuesto a la batalla:<br />
vibra en la voz tonante del profeta,<br />
alienta en la arpillera del asceta<br />
y chasca con los avisos de la tralla...<br />
Empuña, firme, el asta de la dalla,<br />
sus ojos queman, su palabra inquieta...,<br />
reprueba el disimulo y la careta,<br />
aparta la basura y la morralla...<br />
Pero, en el fondo, sólo es un «Cordero».<br />
Rociará con su sangre el mundo entero,<br />
para arruinar la muerte y el pecado.<br />
Será «luz» para todas las naciones,<br />
retornará al Señor los corazones<br />
y la gloria de un pueblo renovado.
Tercer domingo<br />
1. La «sospechosa» Galilea de los gentiles<br />
(Is 8, 23b-9,3)<br />
En todas partes la opinión popular «reparte suertes». Y la<br />
mala suerte había caído sobre Galilea, en comparación<br />
con el resto de las regiones de Palestina. Comparada<br />
con las ortodoxas tribus del sur, aparecía Galilea como<br />
heterodoxa y hereje: «.la Galilea de los gentiles-». De G<br />
no se podía esperar nada bueno.<br />
Pero, los caminos de Dios desconciertan y, muchas<br />
veces, no se atienen a la lógica de las expectativas humanas.<br />
La Galilea de los gentiles será ahora ensalzada<br />
¡Escándalo para los bienpensantes de la época! Pero,<br />
será lugar de salvación para un Dios que desconcierta: l<br />
tinieblas se convierten en luz; las tierras sombrías, en<br />
tierras fulgurantes.<br />
Desde esa nueva mirada de Dios, termina la opresión:<br />
el opresor y su yugo, junto con su orgulloso bastón de<br />
mando serán quebrados por la acción liberadora de<br />
Dios.<br />
Desborda la alegría y el gozo. De lo inesperado y sospec<br />
so brota una situación nueva, de alegría cumplida: «Se go
en tu presencia como se gozan al segar» (metáfora agrícola);<br />
«como se gozan al repartir el botín» después de la<br />
batalla (metáfora bélica). Ambas, expresiones de un gozo<br />
inesperado y completo, en la Galilea de los gentiles.<br />
2. El «acuerdo comunitario»<br />
(ICor 1,10-13.17)<br />
La división en las comunidades viene de lejos. A Pablo le<br />
duele la que se da en la Iglesia de Corinto, que él mismo<br />
ha fundado. Casi inconscientemente, aquellos cristianos<br />
se han ido agrupando en torno a algunos líderes, incluido<br />
el mismo Pablo... Y desde los líderes, ellos mismos se<br />
han puesto la «etiqueta»: «cristianos de Pablo», «cristianos<br />
de Apolo», «cristianos de Pedro»... ¡Cómo se repite<br />
la historia! Cada uno «intentando llevarse el agua a su<br />
molino», robando un pedazo de algo (mejor, de Alguien)<br />
que es indivisible: «¿Está dividido Cristo?».<br />
El cristiano es un bautizado, un «consagrado» no a su l<br />
der, sino a Cristo. Y es Cristo el único salvador de todos...<br />
Para no ofender a los otros líderes, Pablo pregunta a los<br />
corintios en primera persona: «¿Ha muerto Pablo en la<br />
cruz por vosotros? ¿Habéis sido bautizados en el nombre<br />
de Pablo?». Pablo y todos los líderes son sólo mensajeros<br />
del Evangelio cuyo único centro es Cristo.<br />
El Apóstol quiere ver reflejada en la comunidad esta<br />
eclesiología-. hay que ponerse de acuerdo u no andar divi<br />
Y no se trata de una simple estrategia externa. La unidad<br />
ahonda en el interior-. «Estad bien unidos con un mismo<br />
pensar y sentir».
3. «La cosa empezó en Galilea»<br />
(Mt 4,12-23)<br />
Subrayar el inicio del ministerio público de Jesús en<br />
Galilea no significa una simple información geográfica.<br />
Fstá cargado de sentido. Mateo ve cumplida la profecía<br />
de la primera lectura. Jesús «se retiró a Galilea» después<br />
del arresto de Juan, para que «en la Galilea de los gentiles»<br />
de donde nadie esperaba nada bueno, se iluminara<br />
la duz grande-» que brilla para todas las naciones... Es e<br />
choque entre los caminos de Dios y los caminos del hom<br />
El hombre, organizando el camino de la Salvación en<br />
Jerusalén..., y Dios, «despistando» una vez más, haciéndola<br />
venir de la sospechosa Galilea.. A algunos, Dios les<br />
pone la fe difícil; a la mayoría, les abre la esperanza de<br />
tenerla.<br />
En Galilea comienza Jesús la predicación, que Mateo<br />
centra en la conversión; un cambio de dirección de la pro<br />
pia vida, porque «ya se acerca el Reino de los cielos» que<br />
invita a la adhesión de la fe.<br />
L^a invitación la concreta el texto evangélico de hoy en<br />
la llamada: «Venid y seguidme»; en la misión-. «Os haré p<br />
cadores de hombres»; y en la respuesta: «Inmediatamente<br />
dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron»... Con ellos<br />
va iniciando Jesús el camino de la salvación en «la Galilea<br />
de los gentiles»: «Recorría toda Galilea». Va desarrollando<br />
con sencillez lo que había sido toda la historia de la<br />
salvación: hechos y palabras: «Proclamando el Evangelio<br />
y curando las enfermedades y dolencias del pueblo»: el<br />
Reino, proclamado y realizado.
Una luz les brilló<br />
Siempre hay alguna angustia, alguna pena,<br />
algún rincón del hombre sojuzgado...,<br />
alguna mordedura del pecado,<br />
en que amenaza el pus o la gangrena.<br />
Siempre hay una tinaja medio llena,<br />
la sombra de un mensaje, mutilado<br />
por la voz del heraldo, que ha velado<br />
la claridad de la palabra plena.<br />
Pero hay siempre una estrella en cada trance<br />
un criterio de fe viva al alcance<br />
del corazón que hacia la luz camina...<br />
¡Espera en el Señor y sé valiente!<br />
¡Ten ánimo! Un brazo omnipotente<br />
acompaña a la iglesia peregrina.
Cuarto domingo<br />
1. La dicha de caminar humildemente<br />
junto al Señor<br />
(Sof 2,3; 3,12-13)<br />
Hoy vamos de dichas, de bienaventuranzas. En el fondo,<br />
se trata de los auténticos valores con los que se construye<br />
la vida. En ese nivel es donde el hombre percibe<br />
más la paradoja. En ese fondo, se dan las mayores contradicciones<br />
entre los proyectos propios y aquellos que<br />
son acogidos con la humildad de quien ha escogido a<br />
Otro como fuente de su dicha: «Un pueblo humilde que<br />
confiará en el nombre del Señor».<br />
La raíz de la dicha es la confiama: saberse dejar y apoyarse<br />
en quien puede ofrecer felicidad «desconcertante».<br />
En la confianza está el apoyo para el cumplimiento de lo<br />
mandatos. Arranca, incluso cuando la dificultad arrecia y la<br />
contradicción se siente, de una convicción: «Sé de quién<br />
me he fiado»... como la oveja que pasta y se siente sin<br />
sobresaltos, desde el «instinto confiado» de que hay un<br />
pastor que siempre vela.
2. La dicha de poner la gloría en el Señor<br />
(ICor 1,26-31)<br />
Pablo va, hoy, también en la línea de la sencilla humildad<br />
Lo recoge muy bien en el texto escriturístico que emplea<br />
al final de la lectura: «La gloria del hombre es la gloria de<br />
Dios». Justamente, porque «la gloria de Dios es la gloria<br />
del hombre».<br />
Ese admirable intercambio de «.glorias» sólo se realiza<br />
el creyente y la comunidad que reconocen su pobreza:<br />
«No hay en ella muchos sabios a lo humano ni muchos<br />
poderosos ni muchos aristócratas».<br />
Lo que somos lo podemos ser «a lo humano» o «Í¡ l<br />
divino-»-, según los criterios de los hombres o según lo<br />
criterios de Dios. Que buscamos «ser» es incuestionable.<br />
Que intentamos «ser felices» no necesita demostración.<br />
Lo importante es dar con el camino. Ahí es donde la<br />
mente se oscurece y los criterios se entrecruzan... Y es<br />
ahí donde se da la paradoja. Toda una provocación: lo<br />
necio, lo bajo, lo despreciable, lo que no cuenta... como<br />
cauce de salvación.<br />
El modelo es el mismo (esús: «Se abajó a sí mismo».<br />
La meta.- «Ser en Cristo Jesús». Sólo él es para nosotros<br />
«sabiduría, justicia, santificación y redención». No estamos<br />
llamados a «no ser», sino a «ser de otra manera».<br />
3. La dicha de la otra manera de ser<br />
(Mt 5,1-12a)<br />
En esa «otra manera de ser» está el núcleo de las Bienaven<br />
turanzas. Son, en efecto otra manera de ser felices. «Ser<br />
un pobre integral de prima a nona...,/ compasivo, sufrido,
justo honesto;/ ser humilde, pacífico y modesto/ en la<br />
breve estrechez de una persona», dice nuestro soneto.<br />
Las bienaventuranzas recogen la humilde sencillez d<br />
caminar junto al Señor (primera lectura). La recogen, la<br />
radicalizan y la hacen «nueva ley». Que Mateo ponga las<br />
Bienaventuranzas en el sermón del «monte» no es una<br />
simple indicación de geografía. Más bien se trata de una<br />
clara indicación de teología: un nuevo Moisés y una nueva<br />
Ley. Un nuevo legislador y un nuevo camino.<br />
En las bienaventuranzas destacan la felicidad y la parad<br />
ja del camino para conseguirla. La meta es la dicha... Y n<br />
sólo como un final que reivindica sólo para el «más allá»,<br />
mira también a la situación de desastre de un «más acá»<br />
mísero y pobre. Es la felicidad que se encuentra ya aquí<br />
en «el ser de otra manera». Un buen refrán nos puede<br />
ayudar a entenderlo: «No es oro todo lo que reluce». El<br />
relucir es externo; el oro se mide en quilates de interior.<br />
Las bienaventuranzas no son una ley para superficiales;<br />
lo son para quienes se planearon en serio «buscar ser<br />
de otra manera». El «ser en Cristo» paulino, enseñado por<br />
el mismo Jesús.
La pobreza integral<br />
El «resto» cié Israel... ¿Quién ambiciona<br />
ser élite en el seno de ese «resto»?<br />
¿Quién tiene el corazón tan bien dispuesto<br />
que sueñe con tal cruz y tal corona?<br />
Ser un pobre integral de prima a nona...,<br />
compasivo, sufrido, justo, honesto,<br />
ser humilde, pacífico y modesto<br />
en la breve estrechez de una persona...<br />
¿Demasiado? No hay «pobre» que sea ajeno<br />
a las ocho divinas venturanzas,<br />
que en la Montaña dijo el Nazareno.<br />
Si tienes una, las demás alcanzas.<br />
Toda razón de amor está integrada<br />
en la oblación de un alma despojada.
Quinto domingo<br />
1. Una luz que alumbra hacia abajo<br />
(Is 58,7-10)<br />
Hay luces que alumbran hacia arriba y no nos permiten<br />
ver la realidad que nos rodea..., aunque sean luces fuertes.<br />
Peo las hay que, aun no siendo fuertes, como no<br />
es fuerte la aurora, alumbran hacia abajo, haciéndonos<br />
descubrir la realidad y la vida cotidiana.<br />
La lectura de Isaías está escogida para hoy por el<br />
tema de la luz-. «Entonces romperá tu luz como la aurora<br />
¿Cómo le parece al profeta que alguien pueda iluminar y<br />
sentir sana su propia carne? Apunta hacia abajo. Y en ese<br />
abajo hacia los más «abajados»: hambrientos, sin techo,<br />
desnudos... Todo, sin embargo, parte de «la propia carne»,<br />
a la que sería absurdo cerrarse. La luz se expande<br />
desde la solidaridad. Se genera con la aurora que «rompe»<br />
la oscuridad del egoísmo... y se va haciendo pleno<br />
día en la donación.<br />
«Iluminar las tinieblas», hacer que la «propia oscuridad<br />
se vuelva pleno día»... pasa, en el profeta, por el ejercicio<br />
de una caridad fraterna, no sólo de acciones, sino de<br />
auténtica conversión del corazón: «Desterrar la opresión,
el gesto amenazador y la maledicencia». Sólo desde ahí<br />
se puede compartir el pan. Y del compartir surge la luz.<br />
2. La debilidad y el miedo<br />
(ICor 2,1-5)<br />
Por raro que parezca, son también «.cualidades» de la<br />
apostólica... Cuando pensamos en el apóstol, nos viene<br />
a la mente con más facilidad la «valentía», Pero, la vida<br />
apostólica está hecha de paradojas. La experiencia de<br />
Pablo le llevará a confesar que «la fuerza se realiza en la<br />
debilidad». Y es que valentía no puede confundirse con<br />
arrogancia.<br />
El arrogante se apega a su «sublime elocuencia o sabiduría».<br />
El arrogante va por la vida intentando lucirse...<br />
Pero, la cruz de Cristo daba para poco lucimiento. Ella es,<br />
sin embargo, el orgullo de Pablo. En medio de lucimien<br />
arrogantes, él no se precia sino en Cristo Crucificado...<br />
Pablo es el apóstol del Resucitado; en una «experiencia<br />
gloriosa» comienza su cambio... Pero, la vida cristiana<br />
le enseña a agarrarse a la cruz como estilo y camino de<br />
predicación.<br />
Contra «la persuasiva sabiduría humana», la cruz se<br />
convierte paradójicamente en confesión del poder de Dios<br />
El poder es gloria manifestada en Cristo resucitado. Pero<br />
el camino lo traza el crucificado, rompiendo los esquemas<br />
de llegada a la gloria.
3. Una luz que alumbra a todos<br />
(Mt 5,13-16)<br />
Que era luz lo dijo Jesús de sí mismo, cumpliendo el oráculo<br />
profético de «ser luz para todas las naciones». Pero,<br />
Jesús también aplicó la metáfora a los discípulos, junto<br />
con la sal.<br />
De la utilidad de ambas y de su mal uso saca Jesús<br />
consecuencias prácticas para el estilo del discipulado. De<br />
la sal, la necesidad de «saber» a Cristo que tiene nuestro<br />
mundo... Se trata de una sal esparcida que, a través de<br />
cada insignificante grano, llega a salar el conjunto... Y<br />
una sal que es inútil, cuando se ha vuelto sosa, cuando<br />
ya no puede dar sabor. Su destino es «ser tirada» y tratada<br />
sin respeto: «Tirarla fuera y que la pise la gente». Nos<br />
recuerda nuestro soneto: «Haz de tu sal sabor y garantía./<br />
Verás cómo a tu zaga irá la gloria/ del Señor, pregonando<br />
tu victoria/ y el fulgor de un intenso mediodía».<br />
De la luz se derivan también consecuencias para el<br />
discipulado. Debe estar en un sitio visible... La visibilidad<br />
que al discípulo le da el testimonio. La cima del monte y<br />
el candelera no son lugares de altura soberbia; lo son de<br />
altura servicial: la ciudad, para ser divisada desde lejos;<br />
las lámpara «para que alumbre a todos los de casa». El<br />
discípulo se hace visible y alumbra con sus obras...<br />
Pero la gloria va también a lo alto; es «para el Padre q<br />
está en los cielos». Nos advierte también nuestro poeta:<br />
«Tú que buscas la luz, haz de tu vida/ luz que encienda<br />
los vidrios de la aurora...,/ que transforme tu carne pecadora/<br />
en arcilla de amor recién nacida...».
Sal y luz del servicio<br />
Tú, que buscas la «Luz», baz de tu vida<br />
luz que encienda los vidrios de la aurora...,<br />
que transforme tu carne pecadora<br />
en arcilla de amor recién nacida...;<br />
que alumbre el caminar de su seguida<br />
-sin condiciones de lugar ni horatras<br />
la justicia redistribuidora<br />
de tu pan..., tus vestidos..., tu acogida...<br />
No fíes de oratoria o escenario,<br />
que no sean la sangre y el calvario.<br />
Haz de tu «sal» sabor y garantía.<br />
Verás cómo a tu zaga irá la gloria<br />
del Señor, pregonando tu victoria,<br />
y el fulgor de tu intenso mediodía.
i. La libertad y la ley<br />
(Si 15,16-21)<br />
Sexto domingo<br />
Así comienza la lectura: «si quieres...». ¡Que Dios no obliga<br />
a nadie! Sólo llama a la conciencia. Sólo quiere que el<br />
hombre vaya descubriendo que es humano el mandato:<br />
«Es prudencia cumplir su voluntad». Es el hombre quien<br />
decide. El mandato sólo pretende alumbrar su decisión. H<br />
cerle caer en la cuenta de que no son iguales ni le aprovechan<br />
lo mismo todos los caminos: «Al hombre le darán<br />
lo que él escoja». Lo importante es que él sepa qué es lo<br />
que tiene delante. ¡Que no es lo mismo llenar las manos<br />
de agua que meterlas en el fuego; ni es indiferente escoger<br />
la muerte o la vida como último y como presente<br />
destino! Obedecer el mandato es un acto de confiada ele<br />
«Es grande la sabiduría de Dios, es inmenso su poder»...<br />
Puesto en su presencia, el hombre no es un ser librado<br />
al miedo; está más bien remitido a poder desenterrar lo<br />
que es su propia mentira: «No deja inmunes a los mentirosos»,<br />
porque se engañaron a sí mismos, a pesar de que<br />
el mandato ayudaba su elección.<br />
¡Lástima que este hondo sentido de la ley en libertad
quedara luego tan solamente metido en lo externo y lo<br />
legal! El hombre no quedó, en efecto, confrontado con<br />
la ley en lo que es su verdad o su mentira.<br />
2. La libertad y la sabiduría<br />
(1 Cor 2,6-10)<br />
Ahondar el propio misterio y la razón del obrar no es<br />
posible para el hombre sin una sabiduría nueva que procede<br />
de Dios. Aquella que «si la hubieran conocido los<br />
príncipes de este mundo, no habrían crucificado al Señor<br />
de la gloria».<br />
Para conocerse en hondura, el hombre necesita de Di<br />
«Una sabiduría divina, misteriosa, predestinada por Dios<br />
antes de los siglos para nuestra gloria». Una sabiduría<br />
que, asumiendo ya perfiles personales en el Antiguo<br />
Testamento, apunta ya hacia jesús, revelador del ser y<br />
del querer del Padre.<br />
Aquel misterio de salvación que abarca a todos y no<br />
acaba con el tiempo: «Ni el ojo vio ni el oído oyó, ni el<br />
hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para<br />
los que lo aman». Tampoco nuestros ojos podrían ver ni<br />
nuestros oídos escuchar. Ha sido obra de la manifestación<br />
de Dios a través del Espíritu, porque «el Espíritu lo<br />
penetra todo, hasta las profundidades de Dios». Ha sido<br />
el don de Cristo a la comunidad de sus discípulos. El<br />
Espíritu de sabiduría e inteligencia.
3. La libertad y el corazón<br />
(Mt 5,17-35)<br />
Cuando la ley no se queda en lo externo y llega al corazón,<br />
se produce el misterio de «la espontaneidad». No<br />
se cumple simplemente la letra, se llega al espíritu de la<br />
Ley. Es un camino de libertad consentida. Se trata del<br />
mismo núcleo de la relación de Jesús con la Ley. Su enfrentamiento<br />
con el legalismo no significa anomía: «No<br />
creáis que he venido a abolir la ley o los profetas», sino<br />
plenitud acabada: «No he venido a abolir la ley, sino a<br />
dar plenitud».<br />
La plenitud de la ley no está tanto en su extensión,<br />
sino en el nivel de la intensidad. La plenitud es la ley<br />
que descubre estar escrita en el corazón y, espontáneamente,<br />
«se excede» en el cumplimiento hacia niveles<br />
que el legalismo no puede percibir, porque crecen en la<br />
interioridad.<br />
La Ley evangélica toca el corazón, transformándolo.<br />
No lleva cuenta de actos, sino de actitudes; no mide por<br />
el tamaño externo, sino por el ahondamiento interior.<br />
Queda siempre la advertencia de Jesús: «Si no sois mejores<br />
que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino<br />
de los cielos».<br />
Cuan el corazón se ha forjado en el discipulado del<br />
Maestro, ¡que nadie tema a la libertad del corazón! Habrá<br />
un «exceso de cumplimiento», de plenitud y, además,<br />
se tratará de un «exceso espontáneo».
Saber elegir<br />
¡La libertad! Ese vital dilema,<br />
humana concreción del «don» divino...<br />
Ni el oído oyó jamás, ni el ojo indino<br />
contempló su esencial categorema.<br />
¡La libertad! Preciosa diadema<br />
del hijo de adopción. Mesura y tino<br />
del buen obrar. Baquiana del camino.<br />
De la razón cabal motor y emblema.<br />
Con ella quiero, lejos del pecado,<br />
hacer lo más perfecto y acabado,<br />
sabiduría que en Dios está escondida,<br />
y saber elegir entre agua y fuego,<br />
eludir el fatal destino ciego,<br />
optando ante la muerte por la vida.
Séptimo domingo<br />
1. Amar al prójimo «amigo»<br />
(Lev 19,1-2.17-18)<br />
El amor al prójimo no es una innovación de Jesús. Ya estaba<br />
prescrito en el Antiguo Testamento. En el texto del<br />
Levítico aparece una formulación negativa del precepto:<br />
«No odiarás de corazón a tu hermano», y otra positiva:<br />
«Amarás a tu prójimo como a ti mismo». El ámbito,<br />
sin embargo, es la propia familia o el propio pueblo.<br />
Se repite por dos veces los que son destinatarios: «Tu<br />
pariente»/«tus parientes». Y es verdad que los de la propia<br />
familia son los más cercanos «próximos», pero no son<br />
los únicos.<br />
Tampoco es nueva en el Nuevo Testamento, la motivación<br />
teológica de este amor. El mismo Levítico apunta<br />
la razón más profunda de este amor: la participación y<br />
la imitación por parte del creyente de la santidad misma<br />
de Dios: «Seréis santos, porque yo, el Señor vuestro Dios<br />
soy santo». El modo más hondo del precepto: la imitación<br />
de Dios... A imitación de Dios, amar al prójimo.
2. Los creyentes, nuevo templo de Dios,<br />
son santos (ICor 3,16-23)<br />
De la realidad del templo material como morada de lasantidad<br />
de Dios arranca Pablo la exhortación con la que<br />
va a dibujar el perfil del predicador del Evangelio.<br />
Del templo material da el paso a un templo nuevo y<br />
existencial. La morada de Dios en el templo de piedras<br />
se hace inhabitación del Espíritu Santo en los creyentes<br />
la exigente santidad del templo material se convierte en<br />
exigencia de vida renovada: «Porque el templo de Dios es<br />
santo, y ese templo sois vosotros».<br />
El templo se construye y se destruye. Material y espiritualmente.<br />
Y destruir el templo es acarrear la destrucción<br />
de uno mismo: «Si alguno destruye el templo de Dios,<br />
Dios lo destruirá a éh>.<br />
Y vuelve de nuevo Pablo al tema de la sabiduría verda<br />
ra, insistiendo en la paradoja: a los necios y a los sabios<br />
no los mide Dios con la misma vara con que lo hacemos<br />
nosotros. Ahí reside la «sorpresa» de la sabiduría evangélica.<br />
Su inspiración es siempre la incomprensible sabiduría,<br />
manifestada en la Pascua: «A la luz por la cruz».<br />
«Enganchar» y «engancharse» al liderazgo, aun dentro<br />
de la Iglesia, por motivos humanos es una «vana-gloria»<br />
«Que nadie se gloríe en los hombres». El hombre es<br />
punto de partida, pero, en una sucesiva cadena de pertenencias,<br />
el punto de llegada es Dios: «Todo es vuestro,<br />
vosotros, de Cristo; Cristo, de Dios».
3. Amar al prójimo «enemigo»<br />
(Mt 5,38-48)<br />
Ahí sí que hay novedad y contraposición «Habéis oído,<br />
pero yo os digo » Contraposición exigente en el tema<br />
del amor, que es núcleo del mensaje evangélico Aquí<br />
se difuminan las fronteras familiares, tribales o sociales<br />
Inspirándose en la moral evangélica se ha podido afirmar<br />
como lema «Todo hombre es mi hermano» Frente a<br />
todas las tendencias restrictivas del amor el Evangelio<br />
tiende a ampliar cHasta dónde? Hasta llegar a los mismos<br />
enemigos<br />
Así de tajante «Amad a vuestros enemigos», y así de<br />
concreto «Haced el bien a los que os aborrecen y orad<br />
por los que os calumnian o persiguen» ¿La razón de un<br />
comportamiento tan a contracorriente 7 La imitación misma<br />
de Dios (primera lectura), hecha providencia cercana<br />
y amorosa para todos el sol nace tanto para buenos<br />
como para malos, y el agua no distingue entre los justos<br />
e in|ustos<br />
Y es que en la vida hay simple «cumplimiento», pero hay<br />
también «perfección» Ese «estar hechos por completo» a<br />
golpe de acciones contraculturales frente a la «cultura de<br />
la reciprocidad» («te amo para que me ames, te doy para<br />
que me des»), la «cultura evangélica de la gratuidad», que<br />
es regalo de la perfección del Padre<br />
En la raíz de este cambio, la meta de la perfección<br />
cristiana «Sed perfectos, como vuestro Padre celestial<br />
es perfecto» Tan «bien y completamente hechos» como<br />
el mismo Dios Sólo de ahí brota el comportamiento que<br />
supera la venganza del «ojo por ojo y diente por diente»<br />
Y sólo desde ahí se llega a una generosidad «desmedida»<br />
La que multiplica el don más allá de lo pedido
La razón del amor<br />
El odio es Satanás. Dios es la vida,<br />
la fuerza original que crea y perdona,<br />
la razón del amor que no razona<br />
la venganza, aunque sea merecida...<br />
La santidad de Dios vive escondida<br />
en el templo de tu alma peleona...,<br />
¡busca en ella la fuerza que condona<br />
el daño de la ofensa y de la herida!<br />
Surte la necedad sabiduría,<br />
cuando el hombre, venciendo su agonía,<br />
ama de corazón a su enemigo<br />
y en lugar de exigir diente por diente,<br />
hace la salvación de Dios presente<br />
con su veraz perdón como testigo.
Octavo domingo<br />
1. El abandono en manos de Dios<br />
(Is 49,14-15)<br />
No se puede decir más y mejor en tan sólo dos versículos.<br />
En el fondo, la búsqueda de apoyo para vivir con dign<br />
dad. Es en esa búsqueda donde arraiga el misterio de la<br />
fe, pero es también en ella donde tiene sus raíces todo<br />
tipo de idolatría... Al final, la pregunta será siempre en<br />
dónde busco yo el fundamento de mi propia vida.<br />
Isaías llega a la altura mística del «sólo Dios basta».<br />
Y pide esa confianza para momentos de «noche oscura»:<br />
«Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado».<br />
Desde la perspectiva religiosa, la más tormentosa de todas<br />
las preguntas: el pesado silencio de Dios.<br />
Y es, por eso, más hondo el nivel de la confianza. El<br />
apoyo confiado no sólo se hace maternal: «Como niño en<br />
brazos de su madre»; se abandona aún mucho más... Con<br />
la madre, podría darse el olvido; pero, al contrario de la<br />
madre olvidadiza, «yo nunca te olvidaré». Una ternura<br />
maternal en Dios que toca los límites mismos del apoyo<br />
ofrecido y pide un «sin límites» de abandono confiado.
2. La alabanza de Dios, respuesta a la fidelidad<br />
(1 Cor 4,1-5)<br />
Supone Pablo una tarea encomendada. La que recibe<br />
cada creyente al ser llamado y enviado como «servidores<br />
de Cristo y administradores de los misterios de Dios».<br />
Un tesoro que no es propio («administradores», no propietarios)<br />
y que es llevado, además, en nuestras vidas<br />
de barro.<br />
Un motivo mayor para insistir en la fidelidad que se<br />
pide a todo administrador. Una fidelidad tan exquisita<br />
que no termina en el bien hacer: «La conciencia no me<br />
remuerde». Avanza mucho más allá: ponerse, con libertad,<br />
bajo la luz que Cristo mismo proyecta en la vida.<br />
«Sólo él iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá<br />
al descubierto los designios del corazón». Una fidelidad<br />
exquisita que no se mide en balanza alguna de tribunales<br />
humanos. Únicamente está abierta a «recibir la alabanza<br />
de Dios»: «Ven, siervo bueno y fiel, entra en el banquete<br />
de tu Señor».<br />
3. ¿A quién me he abandonado?<br />
(Mt 6,24-34)<br />
La respuesta del Señor: «A aquel en quien hayas puesto tu<br />
confianza». En cuestión de abandono confiado no valen,<br />
en efecto, componendas: «Nadie puede estar al servicio<br />
de dos amos... No podéis servir a Dios y al dinero».<br />
La invitación de Jesús es a abandonarse en Dios. Inclu<br />
cuando las necesidades apremian y hay que darles respuesta,<br />
el agobio no se puede convertir en una especie<br />
de «angustiosa agonía».
Las sencillas comparaciones que hace Jesús no son<br />
invitación a la pereza o a dejarse. Son aviso contra el<br />
angustioso agobio que nos invade y atenaza. El agobio<br />
consumista que va poniendo confianza en las cosas adquiridas.<br />
Lo importante en nuestra vida es alcanzar a<br />
«ser»: «Vale más la vida que el alimento; y el cuerpo que<br />
el vestido».<br />
Los pájaros, los lirios, la naturaleza, gratuitamente<br />
revestida y regalada, son parábola de confianza, que intenta<br />
profundizar el abandono sencillo en las manos fuertes<br />
del Padre. Cuando nuestra dimensión pagana crece, nos<br />
afanamos y ponemos nuestro deseo de lucro por encima<br />
de todos nuestros anhelos. Cuando nuestra dimensión<br />
creyente crece, confiamos y, en el centro de la búsqueda,<br />
ponemos el Reino y su justicia. ¿Y las cosas? Hay que<br />
atenderlas, pero son añadidura. Contra todo agobio enfermizo<br />
por buscar seguridad, Jesús nos sale al encuentro<br />
con una «seguridad» abandonada sencillamente en las<br />
generosas manos del Padre.
La angustia del mañana<br />
Cierto. Es un poderoso caballero<br />
que abre puertas y rinde voluntades...,<br />
consigue poderío..., seguridades...<br />
¿Quién se hurta al atractivo del dinero?<br />
Pero, escucha a Jesús: hay un primero<br />
y un tocio lo demás de realidades...<br />
¡Olvídate de las necesidades<br />
y hallarás el tesoro verdadero!<br />
Vive en la libertad de la esperanza.<br />
Es tu desprendimiento lo que alcanza<br />
la anuencia de Aquel en quien confías...<br />
Más que el celo instintivo de una madre<br />
la tierna providencia de Dios-Padre<br />
velará tus trabajos y tus días.
Noveno domingo<br />
1. «Poner por obra todos los mandamientos<br />
de Dios» (Dt 11,18.26-28)<br />
¿Una ética sin religiosidad? Así acusan los hombres «religiosos»<br />
a quienes, en su relación con Dios, sólo piensan<br />
en el compromiso. ¿Una religiosidad sin ética? Es la extrañeza<br />
de los que subrayan el compromiso contra todo<br />
espiritualismo que encarnan muchos creyentes.<br />
La primera lectura de hoy nos centra en la necesidad<br />
de cumplir la voluntad de Dios, para que la fe no quede<br />
mera palabrería. La insistencia de Moisés es expresiva:<br />
«Meteos mis palabras (mis mandatos) en el corazón y en<br />
el alma»... Y, como signo de que han calado hasta dentro,<br />
«atadlas a la muñeca..., ponedlas de señal en vuestra<br />
frente» (¡Lástima que el signo se convirtiera en meta, y la<br />
voluntad del Señor quedara sólo materialmente «colgada»<br />
como señal en la frente..., quedando el corazón vacío de<br />
voluntad de Dios!).<br />
La metáfora del camino, para expresar la andadura con<br />
su Dios tuvo éxito en Israel. Es expresiva en su significado:<br />
está en juego la meta a la que los caminos llevan.<br />
Los hay que llevan a «ninguna parte»; o llevan a «la
mentira» (designación de los falsos dioses), meta de «la<br />
maldición»... Y hay caminos que tienen la meta en Dios,<br />
aquel que por ser «verdad» es fuente de «bendición».<br />
Les preceptos son camino. Quien humildemente lo re<br />
corre está caminando a la meta; desviarse es andar de<br />
vagabundos en busca de cualquier meta idolátrica que<br />
satisfaga el momento. Sería bueno confesar con nuestro<br />
soneto: «¡Lo sé, Señor, lo sé! Hay dos caminos/ que rinden<br />
en distinto paradero/ el que conoces Tú, no el que<br />
yo quiero/ me llevará a los últimos destinos».<br />
2. Una salvación sin distinciones<br />
(Rom3,21-25a.28)<br />
Comienza la Carta de Pablo a los romanos. Y lo hace con<br />
la afirmación central de su doctrina: la salvación de Dios<br />
no depende de las obras de la Ley. No es una cuestión<br />
de méritos, sino de gracia.<br />
«La justicia de Dios-» no es el atributo divino que estu<br />
viera en el origen del castigo. En sentido bíblico, «la justicia»<br />
es misericordia, fidelidad y perdón. Por eso, Dios es<br />
justo cuando salva, porque cumple así su promesa. Para<br />
evitar confusiones, empleamos la expresión de justicia<br />
salvadora.<br />
Se trata de aquella justicia que, más allá de la Ley, se<br />
ha manifestado en Cristo para todos, sin ninguna distinción.<br />
Todos, también ios judíos, necesitan del perdón;<br />
y todos, también los gentiles, «son justificados gratuitamente<br />
por la gracia». La justificación (la acción que nos<br />
hace justos) no es cuestión de privilegios o de méritos.<br />
Sólo hay un modo de alcanzarla, que es igual para todos<br />
(sean judíos o gentiles): «La redención en Cristo Jesús».
Redención que, sin distinciones, alcanza a todo aquel<br />
que, en y desde la fe, responde con apertura a la llamada<br />
de Dios.<br />
3. «Obras son amores, y no buenas razones»<br />
(Mt 7,21-27)<br />
«Escuchar la Palabra y ponerla en práctica» es la dinámica<br />
que ¡esús pide a sus discípulos. Una respuesta de meras p<br />
labras, aunque sean tan sagradas como el Nombre del Señor,<br />
no vale para nada. Se precisa la respuesta de las obra<br />
«Cumplir la voluntad del Padre que está en el cielo».<br />
De una buena armonización de estas dos dimensiones<br />
depende la consistencia de la construcción creyente. No<br />
«haber profetizado en nombre de Jesús, de haber echado<br />
demonios en su nombre, o en su nombre haber hecho<br />
milagros». Los que simplemente se quedan en eso, escuchan<br />
palabras duras de labios de Jesús: «¡Malditos, no<br />
os conozco!».<br />
La casa sobre roca y la casa sobre arena son imágene<br />
cuentes. Está, en efecto, en juego la consistencia madura<br />
del creyente. Sólo escuchando y practicando, puede<br />
el creyente considerarse en camino. La escucha sin la<br />
práctica es construcción sobre arena («pan para hoy y<br />
hambre para mañana»).<br />
¡Qué bueno sería cumplir el propósito al que nuestro<br />
soneto invita!: «Endereza mis pasos peregrinos/y..., pues<br />
decir "Señor" no es lo certero,/ haré de tu voluntad con<br />
todo esmero/ tratando de encauzar mis descaminos».
Los dos caminos<br />
¡Lo sé, Señor, lo sé! Hay dos caminos<br />
que rinden en distinto paradero;<br />
el que conoces Tú, no el que yo quiero,<br />
me llevará a los últimos destinos...<br />
Endereza mis pasos peregrinos<br />
y.., pues decir ¡Señor! no es lo certero,<br />
haré tu voluntad con todo esmero,<br />
tratando de encauzar mis descaminos.<br />
Sé que tu bendición me ahorra el cuidado,<br />
pues la justicia se ha manifestado<br />
en Cristo sin tarifa ni medida.<br />
Con la fidelidad como bandera<br />
iré tras tus palabras, a la espera<br />
de entregarte mi alma agradecida.
Décimo domingo<br />
1. «Misericordia quiero y no sacrificios»<br />
(Os 6,3-6)<br />
Lo que se ventila es el conocimiento del Señor y el esfuerzo<br />
del hombre por conseguirlo El Señor está permanentemente<br />
llegando «Su amanecer es como la aurora<br />
y su sentencia surge como la luz» Él viene, pues, como<br />
aurora y como luz Bastaría sólo dejarse iluminar Su bajada<br />
es tan segura como la lluvia, bastaría sólo con dejarse<br />
empapar y fecundar<br />
Bastaría , pero, ¿dónde está el tropiezo? tPor qué,<br />
a pesar de la llegada de Dios, el encuentro con el hombre<br />
resulta tantas veces fallido? El profeta apunta a la<br />
sequedad del corazón Y es que a Dios se le conoce y se<br />
encuentra con el corazón Un corazón abierto a la misericordia<br />
y al perdón Pero, la misericordia de los hombres de<br />
Judá ha sido intermitente e inconsistente «Como nube<br />
mañanera, como rocío de madrugada que se evapora»<br />
Una misericordia sin arraigo Más de apariencia que de<br />
hondura estimulante<br />
Pero Dios se ofrece siempre para poder ser conocido<br />
desde el corazón entregado No se contenta con el cul
(«sacrificios y holocaustos»). Él pide el conocimiento que<br />
arraiga de manera cómplice en una misericordia compartida.<br />
2. La fe se hace confianza<br />
(Rom 4,18-25)<br />
Apoyar la vida en Dios es arraigar la fe en el acto más<br />
vital: la propia construcción personal. Y es optar por Dios<br />
como sólido cimiento.<br />
La lección la concreta Pablo, recordando el camino de<br />
Abrahán, entendido como ejemplo: «También está escrito<br />
por nosotros». El itinerario de Abrahán es una verdadera<br />
«carrera de obstáculos»..., no el plácido paseo mañanero<br />
o vespertino... Y es que la vida se le va constantemente<br />
presentando como una tenaz negación de lo que se le<br />
había prometido, pero aún él no había visto.<br />
Dios abre su horizonte a la paternidad: será padre de<br />
una multitud de naciones. Pero «las evidencias» están en<br />
contra: «Su cuerpo estaba ya medio muerto y estéril el<br />
seno de Sara».. Pero, surge, gigantesca, una confianza sin<br />
límites, que se hace humilde fidelidad. Se hace fiel en la<br />
oscuridad a lo que había visto claro en la luz. «Que Dios<br />
es capaz de hacer lo que promete».<br />
Aparece la fidelidad, cuando la confianza está sometida<br />
a la prueba... Sólo así es una fidelidad válida para<br />
«hacer justo a Abrahán» y para hacernos justos a nosotros.<br />
Por aquella fe fiel, desde una esperanza probada,<br />
participó Abrahán de la justicia de Dios que lo llamaba,<br />
una justicia salvadora. Nuestra fe fiel tiene nuevas metas:<br />
a Jesús, «resucitado de entre los muertos, para hacernos<br />
justos a nosotros».
3. La misericordia en la mesa compartida<br />
(Mt 9,9-13)<br />
)esús expresa misericordia en la mesa compartida con<br />
quienes, por ley, estaban excluidos y sentían sobre sus<br />
hombros el peso de una marginación injusta.<br />
Con Mateo, uno de ellos, comparte ]esús la mesa despu<br />
de haberlo llamado al seguimiento. ¡Había que celebrar<br />
la vocación y la respuesta! ¡Había que celebrar lo inesperado!...<br />
El ambiente se hace propicio para ensanchar<br />
horizontes: «Muchos publícanos y pecadores, que habían<br />
acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos».<br />
La enseñanza de Jesús la va realizando con hechos. Uno<br />
hechos que se ven y que no dejan a nadie indiferente. La<br />
pregunta de los fariseos es más bien afirmación de dura<br />
crítica: Jesús, «come con los publícanos y pecadores».<br />
Y, ahora con la palabra, Jesús da la explicación del<br />
hecho. Son los enfermos los que tienen necesidad de<br />
médico; así son también los pecadores quienes tienen<br />
necesidad de perdón... Y, para más evidencia expositiva,<br />
les cita la Escritura que comparten: «Misericordia quiero<br />
y no sacrificios» (primera lectura). La llamada de Mateo<br />
se hace ejemplo de llamadas: «No he venido a llamar a<br />
los justos, sino a los pecadores».
Su lluvia siempre llega<br />
Como la aurora, como el mediodía<br />
amanece el Señor y nos entrega<br />
todo su amor..., su lluvia siempre llega<br />
a tiempo, la temprana y la tardía...<br />
Abrahán en la oscurana de su día<br />
creyó a la luz de la esperanza ciega...,<br />
¡que, al fin, sabe de Dios, la humildad lega<br />
más que la cultual sabiduría!<br />
Mira a Jesús, por obediencia humano,<br />
compartir mesa con el publicano<br />
que en obediencia inmola su telonio.<br />
El amor, que es la ley de la concordia,<br />
hace culto agradable el testimonio<br />
de la amistad y la misericordia.
Undécimo domingo<br />
1. «Vosotros seréis mi propiedad personal»<br />
(Éx 19,2-6a)<br />
La vocación de todo un pueblo: «Ser propiedad personal<br />
del Señor... un reino de sacerdotes y una nación santa».<br />
Así se entendía Israel ante Dios y así lo retrotrajo hasta<br />
el momento fundante del Éxodo.<br />
A la vocación, como quien intenta provocar asentimien<br />
to, precede una hermosa descripción de los cuidados y<br />
desvelos de quien llama. Llama el Señor a Israel, pero<br />
no le impone la respuesta; solamente le pide un recuerdo<br />
agradecido a su guía por el desierto, expresada en metáfora<br />
conmovedora: «A vosotros os he llevado sobre las<br />
alas de águila»..., para que se dé un encuentro personal:<br />
«Os he traído a mí».<br />
Una vez con el Señor, la elección no es incondicional.<br />
Dios quiere que Israel entienda siempre la realidad de<br />
su vida como una respuesta fiel: «Si de veras escucháis m<br />
voz y guardáis mi alianza...». De nuevo, la escucha de la<br />
Palabra y el compromiso de vida de una Alianza que mira<br />
hacia Dios y a los hermanos. iLástima que el pueblo no<br />
entendiera siempre su elección! Muchas veces, su his-
toria lo cerró sobre sí mismo, impidiéndole conocer y,<br />
sobre todo, ejercer, su misión universal.<br />
2. Poner el orgullo en Dios<br />
(Rom 5,6-11)<br />
«Hacernos justos» con su justicia es una expresión concreta<br />
de la «.lógica» de Dios... Hoy reflexiona Pablo sobre<br />
mensaje central del domingo pasado: Dios no llama a los<br />
justos, sino a los pecadores... Más aún, son los pecadores<br />
los primeros en recibir la gracia de la muerte redentora<br />
de Jesús... Por un justo, por un hombre de bien, se<br />
entiende la disponibilidad de dar la vida (esa es la lógica<br />
humana), pero según la «ilógica-» de Dios, la muerte de J<br />
no fue por los justos, sino por los pecadores.<br />
Y en el pecado, Pablo nos mete «afortunadamente»<br />
(felix culpa) a todos. Para poder experimentar la miserico<br />
desde dentro y «ser hechos justos» por su sangre. No con<br />
nuestra propia justicia. Con la justicia salvadora de Dios.<br />
Pero, con ella y por ella, realmente justos y salvos, a pesar<br />
de nuestra condición pecadora.<br />
Una nueva relación desde la realidad de la nueva vida<br />
concedida por su gracia. Ahora- amigos, reconciliados y<br />
salvos..., actuando en todos nosotros la vida misma del<br />
Resucitado.<br />
Con semejante camino para llegar a la meta, no costaría<br />
demasiado «poner el orgullo en Dios». «Nuestro<br />
Señor Jesucristo» ha sido el mediador «por quien hemos<br />
obtenido ahora la reconciliación». En verdad, somos obra<br />
de su gracia.
3. La nueva propiedad personal:<br />
elección y misión de los Doce (Mt 9,36-10,8)<br />
El contexto es de compasión y acompañamiento, de<br />
cuidado y pastoreo... Actitudes que le salen a Jesús de<br />
las entrañas al ver que las gentes «estaban extenuadas<br />
y abandonadas como ovejas que no tienen pastor». Necesidad<br />
de un nuevo pueblo mediador, construido sobre<br />
pilar de los Doce (evocación de las Doce tribus de Israel<br />
del antiguo Pueblo de Dios)... Los Doce y sus continuadores,<br />
la nueva «propiedad personal» para una misión<br />
que es inmensa: «Rogad al dueño de la mies que mande<br />
trabajadores a su mies».<br />
Nombres propios y misión para renovar la «propiedad<br />
personal» del Señor. La «.autoridad» de los Doce es<br />
liberadora: expulsión de demonios, curación de enfermos,<br />
resurrección de muertos, curación de leprosos... Una<br />
heredad nueva, construida desde el realismo de una huma<br />
nidad dolorida.<br />
Restaurado el redil de las ovejas descarriadas de Israel,<br />
la misión puede de nuevo comenzar: «Id y proclamad que<br />
el Reino de los cielos está cerca»..., y llega como «regalo<br />
de Dios». Por eso, la misión es gratuita: «Lo que habéis<br />
recibido gratis, dadlo gratis». Gratuita la «autoridad»<br />
para restaurar, gratuita ha de ser también la restauración<br />
ofrecida.
Ungidos, salvados, enviados<br />
Pueblo de Dios, ovejas del rebaño<br />
sobre alas de águilas traído<br />
desde Egipto..., por Cristo redimido<br />
del pecado de Adán y de su daño.<br />
Reino de sacerdotes, que en el baño<br />
del Bautismo nació a su cometido:<br />
ser rostro del Pastor y su silbido<br />
en el lueñe rincón de cada extraño...;<br />
curar, resucitar, echar demonios,<br />
rendir la oposición con testimonios<br />
de caridad gratuita y persuasiva...;<br />
dar razón de la fe con alegría,<br />
prenda de una gozosa Parusía<br />
que la cautividad hará cautiva.
Duodécimo domingo<br />
1. Confianza: «El Señor está conmigo»<br />
(Jer 20,10-13)<br />
La vida de Jeremías no fue fácil El delicado momento<br />
histórico de su profecía le hace, incluso, aparecer como<br />
traidor Exhorta, en efecto, a «acostumbrarse» al destierro,<br />
percibido como voluntad de Dios Y le toca la suerte<br />
del profeta la verdad que proclama suscita reacciones<br />
fuertes contra él Rodeado por el «pavor» que le causa<br />
la gente, sale de su boca dolorida una de sus «confesiones»<br />
Le duele en el alma la traición de sus propios<br />
amigos «Mis amigos acechaban mi traspiés», ellos son<br />
los que organizan la traición Violación y venganza<br />
En medio de un cerco de insidias tan descarado y<br />
violento, impresiona la confianza del profeta «El Señor e<br />
conmigo» Asimila ahora vitalmente la que había sido<br />
promesa del Señor, cuando la llamada «No les tengas<br />
miedo, yo estoy contigo» Siente la fuerza del Señor que lo<br />
defiende, presintiendo así el fracaso de quienes son sus<br />
adversarios<br />
Confiadamente, él ha puesto su causa en las manos<br />
del Señor, «que examina al justo y sondea lo íntimo del
corazón». La seguridad le viene de su adentramiento en<br />
el estilo salvador de Dios. Siempre, el Señor «libró la vida<br />
del pobre de mano de los impíos». Un estilo que espera,<br />
confiado, que se cumpla en su propia vida amenazada.<br />
2. La desproporción entre el pecado y la gracia<br />
(Rom 5,12-15)<br />
La confrontación muerte/vida no es sólo cuestión de<br />
biología. Es también una cuestión interior que tiene en<br />
la relación o separación respecto a Dios su criterio de<br />
apreciación.<br />
El pecado es muerte. Rompe, en efecto, en el hombre<br />
su unión con «la fuente de la vida». Pablo descubre esta<br />
situación de muerte extendida a todos. «Todos pecaron<br />
en el pecado de Adán». Un «pecado de origen» del que<br />
procede una situación general de pecado y de muerte, «i<br />
sobre los que no habían pecado con un delito como el<br />
de Adán». Un misterio de implicación solidaria negativa<br />
en quien es representado como «cabeza» de toda la<br />
humanidad pecadora: «Por la culpa de uno, murieron<br />
todos».<br />
Pero, en su condición de «cabeza», Adán era sólo una<br />
imagen de quien lo iba a ser a título propio. Adán era<br />
«figura» de quien había de venir. Pero jesús es «.cabezauna<br />
solidaridad nueva y positiva: en él se origina la vida<br />
de todos. Y se origina con una abundancia tal «que no<br />
hay proporción entre el delito y el don»..., porque «donde<br />
abundó el pecado, sobreabundó la gracia».<br />
Venido para que «tengan vida abundante», inaugura<br />
Jesús un «ministerio de gracia» que se expande por todo<br />
lo creado como esperanza de vida y de gloria.
3. Confianza: «No tengáis miedo»<br />
(Mt 10,26-33)<br />
Ante situaciones de agobio, la insistencia de Jesús: «No<br />
tengáis miedo». Una nueva exhortación a la confianza (primera<br />
lectura).<br />
«No tengáis miedo» a la mentira. La mentira que en Jeremías<br />
terminó en traición, y en la historia personal de<br />
mucha gente se traduce en las sospechas y calumnias,<br />
en abiertas acusaciones y en martirio. En algún momento,<br />
la verdad resplandecerá: «Nada hay cubierto que no<br />
llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue<br />
a saberse».<br />
«No tengáis miedo» a los que matan... Matando, no<br />
podrán destruir a la persona. No se destruye la persona<br />
con la muerte física. Su verdadero «malogro» es la condenación;<br />
el no haber llegado nunca a poseer la vida en<br />
plenitud. El «humano temor» se vence desde la comprensión<br />
total de lo que somos. El «santo temor de Dios»<br />
nos lleva a estar siempre alerta para no perder la vida en<br />
plenitud.<br />
«No tengáis miedo»-, el Dios que cuida providentemente<br />
de los pájaros del cielo, mucho más cuidará de la vida de<br />
los hombres: «No hay comparación entre vosotros y los<br />
gorriones».<br />
Providencia de Dios manifestada en Jesucristo. La confesión<br />
de su nombre es apertura total al Dios de la vida;<br />
su negación abre el camino hacia la muerte: «Me pondré<br />
de su parte..., también yo lo negaré».
Más que los gorriones<br />
No sé si por tu amor o mi pecado<br />
me acecha el cuchicheo..., la venganza...,<br />
y el aguijón de la desesperanza<br />
que se clava en mi pecho atribulado.<br />
Pero el miedo no turba mi cuidado,<br />
aplicado al quehacer de tu alabanza,<br />
pues me anima, Señor, la confianza<br />
de sufrir en tu cruz resucitado.<br />
En tus manos sopesas mis acciones,<br />
que valen más que un par de gorriones...,<br />
más que la más frondosa cabellera.<br />
Si antaño lejos, ahora estoy contigo.<br />
Libra mi corazón del enemigo<br />
y colma mi esperanza a tu manera.
Decimotercer domingo<br />
1. La generosidad se hace fecunda<br />
(2Re 4,8-11.14- 16a)<br />
Eliseo y la mujer sunamita: caso concreto de la fecundidad<br />
engendrada en una generosa comunión de bienes.<br />
La mujer sunamita es rica, pero sabe compartir con el<br />
profeta y su criado. Comparte no sólo la comida, comparte<br />
la acogida hogareña, abriéndole su casa: «Cuando<br />
venga a visitarnos, se hospedará aquí». Se abre el corazón<br />
en la hospitalidad.<br />
En el corazón de Eliseo, «ese santo hombre de Dios»,<br />
nace el deseo de responder, que ¡amor con amor se<br />
paga! Pero es la mujer sunamita la que ha desencadenado<br />
todo este intercambio de dones. Es ella y su com<br />
portamiento hospitalario y generoso los que hacen que<br />
Eliseo se pregunte: «¿Qué podemos hacer por ella?». La<br />
insinuación viene de Guiezi, el criado de Eliseo. Él ha<br />
intuido una necesidad fundamental en aquella mujer rica<br />
y anciana: su esterilidad.<br />
En el intercambio de dones, la esterilidad se hace fecun<br />
«El año que viene, por estas fechas, abrazarás un hijo». El<br />
profeta necesitaba el alimento para continuar el camino;
aquella anciana y rica mujer de Sunén necesitaba al hijo<br />
que diera sentido a su seno, arrancándole la esterilidad...<br />
Y es la mutua acogida la que produce «el milagro del<br />
don».<br />
2. Del bautismo recibido al bautismo<br />
existencialmente vivido (Rom 6,3-4.8-11)<br />
El bautismo entraña todo un misterio de incorporación- a<br />
muerte de Cristo y a su vida; a la totalidad del misterio de<br />
su Pascua. El bautizado con-muere con Cristo y con-vive<br />
con él. Por el agua y el Espíritu, es Cristo mismo quien<br />
realiza esta misteriosa y real incorporación a su destino<br />
personal.<br />
La existencia histórica de todo bautizado bien pudiera<br />
definirse como eí despliegue existencial diario de ía vid<br />
nueva recibida: «Que también nosotros andemos en una<br />
vida nueva»<br />
Lo nuevo y lo viejo preocupaban a Pablo. Entusiasmado<br />
con la novedad de Cristo Jesús, tuvo siempre el temor de<br />
que sus comunidades recayeran en «lo viejo», que ya se<br />
había quedado atrás, crucificado con Cristo. Es como si<br />
ya no existiera.<br />
Esa «nueva» situación reclama de todo bautizado una<br />
traducción existencial: «Consideraos muertos al pecado».<br />
Muertos al pecado por el bautismo; y muriendo cada dí<br />
pecado por la actualización de aquello que aconteció<br />
como un verdadero, re-nacer a una vida distinta.<br />
Con la muerte al pecado, Pablo no lo ha dicho, sin<br />
embargo, todo; más aún, no ha dicho lo principal: «Lo<br />
que importa es la criatura nueva». E importa la novedad<br />
de vida que la criatura nueva genera en el día a día de su
existencia: «Consideraos vivos para Dios en Cristo Jesús»,<br />
haciendo actual cada día la nueva condición recibida:<br />
«Andando, día a día, en una vida nueva».<br />
3. La generosidad se hace don<br />
(Mt 10,37-42)<br />
El evangelio de Mateo tiene un claro subrayado de vida<br />
eclesial. Lo que sucede o debiera suceder en una comunidad<br />
que ha sido iluminada por el hacer y enseñar del<br />
Señor.<br />
En este texto, es importante para el discípulo la<br />
«aprobación del examen»-, la renuncia a la propia familia,<br />
cargar con la cruz de cada día con estilo, el tomar como<br />
pauta de la propia vida aquel «ser en la entrega», tan bellamente<br />
expresados en la exhortación de jesús: «El que<br />
encuentra su vida la perderá, y el que pierda su vida por<br />
mí, la encontrará».<br />
En consonancia con la primera lectura, subraya la<br />
liturgia de hoy la acogida del discípulo. En una predicación<br />
aún itinerante, el evangelista señala la hospitalaria acogida<br />
que merece el predicador de la Palabra. Y apunta al<br />
«acogido invisible» que resulta ser el mismo Dios, según<br />
una cadena de envíos: «El que os recibe a vosotros, me<br />
recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me ha<br />
enviado».<br />
Dios mismo que envía es el mayor don que se entrega<br />
a quien recibe al enviado. Poco importa la sencillez de<br />
los gestos. Un simple vaso de agua no quedará sin respuesta.<br />
Una experiencia de compartir generoso que recoge así<br />
nuestro soneto: «¿Cuándo comprenderemos que acogida/
significa ceder, perder la vida,/ ser agua en cada sed que<br />
Cristo pena?/ Dejaré de estar solo, si acompaño;/ amando,<br />
haré imposible el desengaño,/ pues cuanto más da el<br />
alma, está más llena»<br />
Ser agua en cada sed<br />
Nos dolemos -me duelo- con frecuencia<br />
de soledad, olvido, desapego...<br />
Nuestro llar no crepita con el fuego<br />
del diálogo que engendra convivencia.<br />
Al buscar los porqués de tal carencia,<br />
dejamos siempre a salvo nuestro «ego»...;<br />
para ponerle enmienda, surge un «luego»<br />
o la muralla de una inconveniencia...<br />
¿Cuándo comprenderemos que acogida<br />
significa ceder, perder la vida,<br />
ser agua en cada sed que Cristo pena...?<br />
Dejaré de estar solo, si acompaño;<br />
amando, haré imposible el desengaño,<br />
pues cuanto más da el alma, está más llena.
Decimocuarto domingo<br />
1. Por los caminos de la sencillez<br />
(Zac 9,9-10)<br />
Canto de Zacarías a la sencillez y a los sencillos. La senci<br />
de su propio rey produce la alegría de Sión; la modestia<br />
de su soberano arranca el canto de Jerusalén. La elección<br />
de una borrica para la entrada gloriosa después de<br />
la victoria deja atrás los carros y las caballerías. Aquella<br />
escena desconcertante produce la alegría y el gozo.<br />
Pero, la sencillez no es, sin embargo, simpleza. Sencillamente,<br />
con el estilo de quien no busca el estruendo, el<br />
rey modesto y sencillo realiza con eficacia su tarea liberadora,<br />
destruyendo los símbolos de opresión: los carros y<br />
los caballos, los arcos de los guerreros. Todos los medios<br />
violentos pensados para «imponer» la paz. Sin ellos, por<br />
haberlos destruido, el rey manso y sencillo «dictará la paz<br />
a las naciones y dominará hasta el confín de la tierra».<br />
Un reino de sencillos y modestos al servicio de una aut<br />
paz, no impuesta con la violencia. Una paz acogida como<br />
don y construida con el tesón de quien cree en la sencilla<br />
bondad del corazón.
2. Nuestra deuda es con el Espíritu<br />
(Rom 8,9.11-13)<br />
Somos deudores con quien nos ha dado, con quien ha<br />
puesto a nuestro alcance el don de la vida nueva. Más<br />
que deber, nos debemos, porque no podemos responder<br />
tan sólo con unos bienes externos: «No estáis sujetos a<br />
la carne, sino al Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita<br />
en vosotros».<br />
La «carne y el Espíritu» significan en Pablo dos estilos de<br />
vida-, la fundada en la debilidad de nuestra propia condición<br />
humana (la carne); la misma vida de Dios, participada<br />
en nosotros de manera personal (el Espíritu).<br />
La vida en el Espíritu ya no está sometida a la debilidad<br />
humana ni a su más dramática expresión, «la<br />
muerte»: «Dios vivificará también vuestros cuerpos por<br />
el mismo Espíritu que habita en vosotros». Frente a toda<br />
debilidad caduca, la promesa de una vida en plenitud.<br />
Demasiado horizonte para una vida tan pequeña. A<br />
quien se lo debamos como don, nos debemos nosotros<br />
mismos. No es ciertamente la carne la que nos abre este<br />
horizonte de vida. No podemos contentarnos con una<br />
vida camal, acostumbrándonos a nuestra propia debilidad<br />
y de ella haciendo la ley. Nuestra deuda es con el Espíri<br />
Una deuda paradójica, pues ella misma redunda en paga<br />
para nosotros: «Si con el Espíritu dais muerte a las obras<br />
del cuerpo, viviréis».
3. Los sencillos conocen el misterio de Dios<br />
(Mt 11,25-30)<br />
¡Un ]esús para sencillos*. Llegar a la sencillez para po<br />
comprender el misterio íntimo de Dios. No es la sencillez<br />
un punto de partida perezoso para evitar recorrer<br />
el camino que tan sólo poco a poco nos adentra en el<br />
arcano. Es, más bien, un punto maduro de llegada de<br />
quienes han hecho el recorrido, abandonándose a la<br />
gracia, lejos de confianzas pretenciosas en el poder y la<br />
fuerza de los propios argumentos: «Has escondido estas<br />
cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a<br />
la gente sencilla». Los sencillos se dejan acompañar por l<br />
revelación del misterio.<br />
Sencilla revelación del misterio de Dios en la carne de J<br />
sús. Tan sencilla que a muchos escandaliza, como escandalosa<br />
resultaría para muchos aquella sencilla entrada de<br />
un rey después de celebrar su victoria (primera lectura).<br />
Jesús, manso y humilde de corazón, nos invita a<br />
acercarnos a él. Con una promesa de alivio para las vida<br />
cansadas, a pesar de la confianza puesta en las propias<br />
fuerzas. La construcción personal en solitario nos abruma<br />
y nos agobia..., dejando esa extraña sensación de no<br />
conseguirla nunca.<br />
Jesús, ofreciendo «un yugo y una carga», pero como<br />
ley nueva de amor, que introduce en el descanso, en aque<br />
gozo inefable de haber definitivamente encontrado el<br />
descanso tan buscado. Aquel tan difícil de hallar desde un<br />
corazón «entendido y sabio» tan sólo a nivel humano.
Un rey manso y humilde<br />
El Rey de Paz, jinete en un pollino,<br />
llega manso hasta ti en la Eucaristía,<br />
bebida y pan candeal que, cada día,<br />
es vianda celestial para el camino.<br />
Al hacerse, gozoso, tu inquilino,<br />
asume como suya la agonía<br />
que el Espíritu libera en su porfía<br />
con la carne, rebelde a su destino.<br />
Acude a su llamada generosa<br />
y carga con su yugo llevadero,<br />
pues su peso es más leve que tu pena.<br />
Él, que le dio quicio a cada cosa,<br />
te señaló el remedio verdadero<br />
al pagar con su muerte tu condena...
1. Una Palabra eficaz<br />
(Is 15,10-11)<br />
Decimoquinto domingo<br />
Un breve texto de Isaías, centrado en la palabra de Dios.<br />
Una cualidad destacada.- su eficacia: «No volverá a mí vacía,<br />
sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo».<br />
Una imagen agrícola sugerente: la lluvia. De la Palabra,<br />
la imagen de la lluvia sugiere origen y destino: el cielo;<br />
sugiere su arraigo: la tierra; sugiere su proceso: «Empaparla,<br />
fecundarla, hacerla germinar»; sugiere su provechosa<br />
finalidad: «Dar semilla al sembrador y pan para el<br />
que come».<br />
Son todos ellos rasgos que, de la imagen, pasan a<br />
la Palabra: Viene de Dios y a Dios retorna, una vez que<br />
ha cumplido su misión. Unos destinatarios que, «como<br />
tierra reseca, agostada y sin agua» están a la espera de<br />
ser también empapados por una lluvia abundante. No es<br />
ajena la lluvia de la Palabra a la sequedad del corazón del<br />
hombre que ansia «ser llovida». Llegada de la Palabra a la<br />
tierra del corazón. Realización de un misterio de germinaci<br />
u crecimiento.<br />
La Palabra en el corazón-. Alimento para preguntas q
sin ella, quedarían en el misterio de un hambre humana<br />
insaciada. Se da la mutua atracción entre corazón humano<br />
y Palabra. La Palabra-lluvia para el corazón-sequía... Gozoso<br />
anuncio de un cabal cumplimiento. Mutua atracción<br />
así descrita en nuestro soneto: «En el silencio de mi noche<br />
oscura/ atisbo la palabra de tu boca,/ que hace tu<br />
encarno y nunca se equivoca,/ sembrando de prodigios<br />
su andadura».<br />
2. Todos y todo, salvados<br />
(Rom 8,18-23)<br />
La salvación del Señor es universal: su destino son todos<br />
y todo. Toda la humanidad y la creación entera. Una<br />
salvación cósmica que tiene trazado el camino en la<br />
comunidad sufriente de los discípulos. Unos «trabajos,<br />
sin embargo, que no pesan tanto como la gloria que se<br />
revelará».<br />
Porque esa gloria no se limita a ser una recompensa<br />
moral por los trabajos sufridos. Es una gloria/meta del<br />
conjunto de la creación, que asume en su caminar los<br />
trabajos realizados y sufridos por los hombres. Será «la<br />
plena manifestación de los hijos de Dios» la que colmará<br />
la expectativa de toda la creación. Una especie de regoc<br />
cósmico por una humanidad salvada.<br />
Pero hay aún más. La creación no es sólo testigo de la<br />
salvación humana; es testigo, pero es ella también sujeto:<br />
«Sometida a la frustración, con la esperanza de verse<br />
libre de la esclavitud de la corrupción». Los horizontes<br />
se ensanchan hacia un futuro plenamente liberado. El<br />
final no será aniquilamiento; será plenificación. El destino<br />
de todo lo creado es «entrar en la libertad gloriosa de los
hijos de Dios». Creación y salvación unidas en el designio<br />
de Dios.<br />
El camino hacia esa meta es de engendramiento doloroso<br />
Una «creación entera, gimiendo toda ella con dolores de<br />
parto». Una creación incompleta e imperfecta tendiendo<br />
dolorosamente a su plenitud; una creación inacabada<br />
con señales escandalosas de imperfección... Pero, «una<br />
creación aguardando», acompañando a los redimidos en<br />
el gemido interior. Costará, pero, por la fuerza del Espíritu,<br />
también será redimido el cuerpo, esa parte de una creación<br />
material, toda ella expectante. Una creación dinámica,<br />
en camino permanente hacia la plenitud de Dios.<br />
3. La palabra eficaz y la tierra buena<br />
(Mt 13,1-23)<br />
Inicio de la sección de las parábolas en Mateo: el sembrador.<br />
Una especie de contrapunto a la eficacia de la Palabra<br />
en la imagen de Isaías. Isaías, puesto del lado de la<br />
Palabra, la compara con ¡a lluvia; Mateo, puesto del lado<br />
del creyente, la compara con la tierra. La semilla, la lluvia<br />
y la tierra..., y, en medio la sementera.<br />
En el caso de Isaías, el proceso es fulminante: «No<br />
volverá a mí vacía»; en caso de Mateo, el proceso es<br />
lento y laborioso, como el de una sementera, a la que<br />
acecha el fracaso del vacío.<br />
En las dos lecturas, la Palabra. Cuando ha caído en<br />
tierra buena, fecundada por la lluvia, produce el ciento<br />
por uno. Es la Palabra que se ha tornado eficaz, produciendo<br />
la alegría de la cosecha.<br />
No basta con que haya sembrador y haya semilla,<br />
y la lluvia no niegue su presencia... El crecimiento de
la Palabra no se encuentra asegurado de una manera<br />
automática. Es preciso contar con la suerte de la tierra.<br />
En ella existen tropiezos para el natural crecimiento: las<br />
piedras de los caminos, los zarzales sofocantes, las malas<br />
hierbas tenaces... ¡Que la tierra puede impedir la eficacia<br />
de la Palabra! No estamos frente a un crecimiento que<br />
fuera incondicional. Sólo en la tierra que es buena alcanz<br />
la sementera la abundancia de sus frutos... ¡Que «no es<br />
lo mismo predicar que dar trigo»!<br />
La semilla del Reino<br />
En el silencio de mi noche oscura<br />
atisbo la palabra de tu boca,<br />
que hace tu encargo y nunca se equivoca,<br />
sembrando de prodigios su andadura.<br />
Ella sacó a Israel de su presura,<br />
hizo brotar el agua de la roca<br />
y hará que mi esperanza, tibia y poca,<br />
sea colmada, Señor, por tu largura<br />
Sé que el mundo en tensión aguarda<br />
el ciento<br />
por uno de mi humilde labrantío,<br />
pendiente de tu lluvia y de tu nieve.<br />
Si del dolor depende el rendimiento,<br />
en vez de sol y lluvia, dale frío<br />
y sequedad, para que el ciento lleve...
Decimosexto domingo<br />
1. Dar lugar al arrepentimiento<br />
(Sab 12,13.16-19)<br />
Dos conclusiones saca el texto de la Sabiduría del concreto<br />
proceder de Dios con el hombre pecador: a) que<br />
«el justo debe ser humano»; b) que Dios «da a sus hijos<br />
la esperanza de que, en el pecado, hay lugar para el<br />
arrepentimiento».<br />
Dios da tiempo al pecador, porque es paciente y porq<br />
obra desde «un juicio hecho con moderación y un gobierno<br />
realizado con indulgencia». En la raíz de este clemente<br />
proceder está «la soberanía universal de Dios que le hace<br />
perdonar a todos» («muestra su poder con la misericordia<br />
y el perdón»). Ante nadie tiene que justificar su poder<br />
misericordioso: «Porque puede hacer cuanto quiere».<br />
La únclinaciónn) de Dios al perdón y la indulgencia inf<br />
en el piadoso israelita dos actitudes: a) debe parecerse a<br />
su Dios: Debe «ser humano» como su Dios es «humano».<br />
Sus entrañas deben estar inclinadas a la misericordia y<br />
no a la venganza; b) se mira a sí mismo como un ser perdo<br />
nado, porque Dios está abierto a su arrepentimiento.<br />
Nosotros decimos del pecador: «En su pecado lleva la
penitencia»; con la Sabiduría, deberíamos decir: «En su<br />
pecado lleva el arrepentimiento». La primera sentencia es<br />
castigadora; la segunda, esperanzadora.<br />
2. El Espíritu y nuestra debilidad<br />
(Rom 8,26-27)<br />
La experiencia de su debilidad es siempre dolorosa para<br />
el hombre. Llega, en efecto, a tocar dimensiones hondas<br />
de su ser, confrontándolo con la expresión más grande<br />
de su débil condición: la muerte.<br />
Frente a los esfuerzos titánicos por superarla, introduce<br />
Pablo una fuerza externa de superación que es, sin<br />
embargo, «don» para la interioridad del creyente: el Espíritu.<br />
Su ayuda a nuestra debilidad la concreta el Apóstol<br />
en la hondura de la oración.<br />
Por lógica, la experiencia de la debilidad se convierte<br />
en súplica. La certeza interior es que Alguien pueda remediarla.<br />
Pero, incluso nuestra súplica es débil por humana:<br />
«No sabemos lo que nos conviene». Nos es difícil<br />
llegar al nivel de nuestras hondas necesidades. Cuando<br />
pedimos, creemos pedir lo que nos conviene..., pero sólo<br />
lo creemos.<br />
El Espíritu se convierte en nuestro intérprete. Él conoc<br />
los deseos más íntimos de nuestro propio corazón. Con<br />
«gemidos inefables» da forma a nuestros débiles gemidos.<br />
Ahondando en nosotros mismos el manantial de<br />
nuestros clamores. Hacer coincidir nuestros deseos con<br />
los deseos del Espíritu sólo lo puede hacer quien conoce<br />
el corazón humano en su mayor y mejor hondura... En<br />
esa profunda y misteriosa dimensión en la que el deseo<br />
humano se identifica con el de Dios.
3. Frente al pecado: la espera de Dios<br />
y la impaciencia del hombre (Mt 13,24-43)<br />
La parábola de la cizaña contrapone dos actitudes: la<br />
impaciencia y la espera. Ambas, ante un hecho de evidencia:<br />
el mal moral que existe en el mundo.<br />
Presentado como campo para la siembra, la semilla<br />
que se siembra en este mundo tiene importancia decisiva...<br />
Cuando la tierra está bien cultivada, la semilla echa<br />
raíces, crece y fructifica... El mundo va alcanzando así,<br />
progresivamente, su meta.<br />
Pero es preciso contar con el misterio del mal. La pa<br />
rábola lo refiere a una mala intención personal: «Un<br />
enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo, y se<br />
marchó»... El mal también germina, y se desarrolla, y se<br />
concreta en personas, instituciones y realidades que lo<br />
encarnan. Situación diferente y contradictoria: el trigo y<br />
la cizaña. Dos diferentes sementeras y dos concreciones<br />
de enfrentado crecimiento.<br />
Más allá de una simplista oposición maniquea entre el<br />
bien y el mal, distinción que no conoce matices, se abre<br />
ya un contraste de actitudes: la de Dios, intentando dar<br />
lugar al arrepentimiento (primera lectura); la del hombre,<br />
deseoso de establecer diferencias, «tomando la justicia<br />
por su mano».<br />
Llegará el momento del discernimiento final, que sól<br />
toca a Dios... Mientas tanto, hay lugar para la misericordia<br />
y el perdón- la cizaña puede ser tocada por el trigo...,<br />
y el trigo se puede malograr, convirtiéndose en cizaña...<br />
Mientras tanto, «este es el tiempo de la misericordia».
¡Esperad a la siega!<br />
Si con el pecador eres humano,<br />
Señor..., si no te rindes en la espera,<br />
dame tiempo de llevar hasta tu era<br />
las postrimeras garbas del verano...<br />
Esparcí la cizaña con mi mano<br />
en cada noche de tu sementera...;<br />
la gracia hizo crecer la espiga entera...;<br />
-superando mi empeño- grano a grano.<br />
Sumido en el hondón de mi horizonte,<br />
no encuentra mi problema otro remonte<br />
que el poder salvador de tu justicia.<br />
Gima por mí el Espíritu inefable,<br />
pues no hay desvío yerro ni malicia<br />
que ante tus ojos sea imperdonable.
Decimoséptimo domingo<br />
1. Donde está tu tesoro...<br />
(IRe 3,5.7-12)<br />
La «fantasiosa» pregunta de Dios a Salomón nos la<br />
hemos hecho y la hemos hecho con frecuencia: «Si te<br />
dejaran pedir ío que quieras, ¿qué pedirías?». Y nos ha<br />
corroído la envidia de quien sí lo puede realizar, «porque<br />
le tocó la lotería».<br />
Salomón responde desde la «ambición» de quien «es<br />
un muchacho y no sabe aún desenvolverse». Su ambición<br />
es, sin embargo, sana-. «Gobernar a un pueblo numeroso,<br />
incontable, innumerable». Entender y vivir el gobierno<br />
como un servicio a su pueblo.<br />
Pero, como no todo gobierno sirve, Salomón pide «un<br />
corazón dócil para discernir el bien y el mal». Sin este<br />
tipo de discernimiento, sería imposible el gobierno. En la<br />
respuesta de Dios, «el tesoro» del discernimiento incluye<br />
«saber escuchar». El que sabe discernir es porque ha<br />
aprendido a escuchar. Una escucha paciente y dócil.<br />
Salomón ha sabido pedir. Se olvidó de las cosas materiales:<br />
«vida larga .., riquezas», incluso la victoria sobre los<br />
enemigos, y centró su corazón en suplicar discernimiento. Y
aquella actitud fue del agrado del Señor: un muchacho,<br />
frente a una responsabilidad, que sabe el lugar de su<br />
tesoro. Y de ahí, la recompensa-. «Un corazón sabio e int<br />
ligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después<br />
de ti».<br />
2. Una salvación en cascada<br />
(Rom 8,28-30)<br />
Breve texto de Pablo. Pero, hermosa descripción de quiénes<br />
son los que, por saber amar a Dios, «todo les sirve<br />
para el bien».<br />
Han sido llamados..., y no de casualidad. Lo han sido,<br />
según el plan salvador de Dios. En su vocación concreta<br />
y temporal se ha realizado un designio eterno.<br />
Llamados y escogidos, han sido predestinados. No se<br />
refiere aquí Pablo a la predestinación de cada uno; es,<br />
más bien, el destino al que se aboca el plan salvador de<br />
Dios: a reproducir la imagen de su Hijo. Hechos «hijos en<br />
el Hijo», podemos llamar a jesús «hermano».. Desde esa<br />
filiación participada y compartida, es él el primogénito de<br />
todos.<br />
Sólo en la comunión con Cristo hay llamada, realización<br />
del designio de Dios, justificación y glorificación...<br />
La mirada se nos va a la resurrección de lesús con quien,<br />
por su bautismo, el llamado y escogido ha con-resucitado<br />
ya. Explícita Pablo, casi en cascada, una cadena salvadora<br />
que termina siendo con Cristo en la gloria.
3. ...allí está tu corazón<br />
(Mt 13,44-52)<br />
La relación con la primera lectura, hace de las dos pequeñas<br />
parábolas de Jesús el eje del relato La enseñanza<br />
es la misma saber elegir La elección, ilógica a primera<br />
vista tiene toda la fortaleza de quien sabe llegar a lo<br />
esencial<br />
Vender todo lo que se tiene aparece, a primera vista,<br />
como locura y derroche Así se percibe, con frecuencia,<br />
la renuncia se trata de ir contracorriente sin enca]ar en<br />
la lógica de quien pone en «el tener» el afán de su corazón<br />
En la compra del campo del tesoro y de la perla preciosa<br />
no se alaba simplemente al labrador y al negociante<br />
por haber hecho un buen negocio La parábola intenta,<br />
más bien, señalar diferentes niveles de valores Es posible<br />
contrar valores por los que «quemar las naves», aquellos<br />
que agarran el corazón y lo lanzan<br />
Los valores se «singularizan» frente a los abundantes<br />
bienes vendidos, «UH tesoro», «una perla» el Reino de<br />
los cielos se adueña del corazón En comparación con<br />
él, que nos hace «ser de otro modo», de poco valen<br />
las riquezas ¿.Será que no sabemos caminar a lo esencial^<br />
¿.Será que andamos perdidos en tantos afanes sin<br />
meta' 5<br />
Llegados a nuestro final, desearíamos encontrarnos<br />
entre el «pescado escogido» Sólo el pensar en poder ser<br />
«arro]ados» por inútiles y malos, nos asusta en lo más<br />
hondo Pero es justo ese final el que vamos preparando,<br />
sabiendo escoger en la historia
Discernimiento<br />
Tú, que llamas, Señor, a los que quieres,<br />
los justificas y les das tu gloria,<br />
haz de mi corazón grata memoria,<br />
grata alabanza de mis menesteres.<br />
Dame, Señor, constancia en los deberes,<br />
tino y sagacidad sin vanagloria,<br />
para mostrarme al hilo de mi historia<br />
imagen fiel del Hijo, que Tú eres...<br />
Enséñame a inclinarme hacia lo bueno,<br />
a discernir la triaca del veneno,<br />
a negociar la perla y el tesoro,<br />
a vencer, convenciendo, a mi enemigo,<br />
a no saber vivir, si no es contigo<br />
y a ser pez en las redes de tu aforo.
1. Algo más que pan<br />
(Is 55,1-3)<br />
Decimooctavo domingo<br />
Una serie de pequeñas «incongruencias» ofrecen al profeta<br />
la forma literaria para hablar del pan como alimento,<br />
y de «otro alimento» significado con el pan<br />
La oferta de agua y de pan es gratuita Son llamados<br />
a comprarlos los que no tienen dinero «Comed sin pagar<br />
vino y leche de balde» Se enumeran los elementos<br />
fundamentales para una buena comida el agua, el pan,<br />
la leche, el vino<br />
Porque los alimentos pagados, son alimentos sin más,<br />
de los que uno compra en el mercado La abundancia y<br />
la gratuidad apuntan a un nuevo modo de alimentarse, el<br />
que no puede comprarse, porque es de otra catadura<br />
De este tipo de alimentos se dice que «no alimentan»,<br />
que «no dan hartura» ¿Merece la pena gastar dinero en<br />
unas compras semejantes? El nuevo alimento procede de<br />
la escucha atenta de la palabra de Dios «Escuchad atenta<br />
mente y comeréis bien» la escucha será vuestro alimento<br />
Escuchar para «saborear» lo que de veras alimenta y<br />
satisface
La escucha de la Palabra alimenta para dar vida: «Escuchadme<br />
y viviréis»... Y se aboca a ratificar la alianza para<br />
siempre. El banquete festivo de la Alianza como signo de<br />
la comunión personal producida por el pacto.<br />
2. El amor seguro<br />
(Rom 8,35.37-39)<br />
La inseguridad en el amor entre personas es verdadero<br />
tormento. El mismo tormento sufre el creyente, pensando<br />
en el amor de Cristo.<br />
Con preguntas retóricas comienza Pablo a subrayar<br />
una dimensión del amor de Jesucristo: es un amor inquebrantable-.<br />
Ni aflicción ni hambre, ni angustia ni persecución,<br />
ni desnudez ni peligro. . y ni siquiera la espada del<br />
martirio nos podrán algún día separar del amor de Jesucristo.<br />
¿No es confiar demasiado en nosotros mismos?<br />
¿Lo podría yo afirmar así del amor que tengo a Jesús?<br />
Pablo nos lleva a otra seguridad: no se trata de qu<br />
estemos confiados..., hasta en el amor a Cristo nos sentimos<br />
inseguros. Esa fácil victoria y perseverancia en el<br />
amor nos vienen «por Aquel que nos ha amado». Se trata<br />
de ahondar en mi amor como respuesta y aceptar en el<br />
difícil día a día que «amor con amor se paga».<br />
De esta seguridad, que es gracia, le viene a Pablo el co<br />
vencimiento: nada ni nadie nos podrá separar del amor<br />
de Dios, que se nos ha manifestado en Cristo. En Jesús,<br />
en su vida y en el misterio de su entrega. Dios se nos<br />
ha dicho como amor hasta el extremo y ha puesto en el<br />
corazón el anhelo de dar nosotros también un «exceso<br />
de amor».
3. El pan de la abundancia salvadora<br />
(Mt 14,13-21)<br />
Comió una gran multitud y sobró... Y la escena había<br />
comenzado con cinco panes y dos peces...<br />
En el relato de la multiplicación de los panes se mezclan<br />
muchos temas salvíficos: la satisfacción gratuita («de<br />
balde»), que une con la primera lectura; la iniciativa de<br />
dar el «pan de la compasión» a los que le siguen sin importarles<br />
su comida material; les importa el seguimiento:<br />
«La gente lo siguió por tierra desde los pueblos»; la conjunción<br />
entre lo poco que los discípulos pueden ofrecer<br />
u lo mucho que recibe la multitud; el tono eucarístico del<br />
relato de multiplicación: acción de gracias, bendición,<br />
mirada al cielo, fracción del pan...<br />
Estamos ante una narración que trasciende el simple<br />
relato de una acción prodigiosa... Es una invitación a profundizar<br />
en el significado del «pan de la compasión», re<br />
entre los hambrientos, para calmar el hambre: «Comieron<br />
hasta que quedaron todos satisfechos».<br />
La satisfacción apunta no sólo al pan material... Se<br />
adivina ya la existencia de «otro pan» que sacia para<br />
siempre. Importante, sin embargo, que «el otro pan» esté<br />
significado en un compartir «este pan» que es material, y<br />
en hacerlo como fruto de la compasión.
Panes y peces<br />
Te afanas por el pan, la leche, el vino<br />
y gastas tu salario sin hartura...<br />
No remedia el dinero la presura<br />
ni la tristeza el caldo del barquino...<br />
No moltura ambiciones el molino<br />
ni avenía el huracán la desventura...<br />
Si dejas de buscar la «añadidura»,<br />
te sentirás saciado de continuo.<br />
Escucha al que de gracia da la vida<br />
y firma con su sangre la alianza<br />
de no dar ni una oveja por perdida.<br />
Aplica a lo que importa la esperanza<br />
y dedica tu tiempo y tu partida<br />
en modelar en ti su semejanza.
Decimonoveno domingo<br />
1. La presencia de Dios en el susurro<br />
(IRe 19,9a.l l-13a)<br />
El Señor pasa. Como a Elias, se nos invita: «Sal y aguarda<br />
al Señor en el monte, que el Señor va a pasar». Una<br />
seguridad que contrasta con la incertidumbre de los signo<br />
de su paso.<br />
Intentando leer los signos del paso del Señor, nos<br />
vamos como Elias tras lo espectacular: el viento huracanado,<br />
el terremoto, el fuego... Todos son símbolos bíblicos<br />
que guardan su relación con la dimensión «tremenda» de la<br />
experiencia del misterio de Dios.<br />
El relato nos quiere llevar, sin embargo, a la dimensión<br />
«fascinante»: aquel leve «susurro» en que el Señor se hace<br />
el encontradizo. Como signo de estar en su presencia,<br />
Elias «se cubrió el rostro con el manto y salió a la entrada<br />
de la cueva». Ha pasado la noche, y Elias puede<br />
volver a caminar tranquilo con su Dios... «Solo, pero no<br />
de Dios».
2. Las raíces del Mesías<br />
(Rom 9,1-5)<br />
El texto de la Carta a los romanos está lleno de una<br />
cierta añoranza teológica. El Mesías, lesús, tiene raíces<br />
humanas. Aunque Pablo nos dice poco de la vida de Jesús<br />
(ilógico, dado el tiempo de su adhesión a la fe!) sí que<br />
refiere y repite su arraigo humano.<br />
El arraigo del Mesías en la historia concreta lo lleva,<br />
en la lectura de hoy, a repasar los grandes hitos que jalona<br />
el acompañamiento de Dios a! pueblo de su heredad. Lo<br />
hace como judío, y la añoranza le arranca sentimientos<br />
conmovedores. Su sinceridad tiene la garantía del Espíritu:<br />
«Mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me<br />
asegura que no miento».<br />
Su pena y su dolor por la obstinación judía frente a Jesús<br />
son auténticos. Y son tan intensos que preferiría ser él<br />
mismo un proscrito, lejos de Jesús (¡dura afirmación de<br />
Pablo, el gran evangelizador!) con tal de que los judíos<br />
aceptaran a Jesús. Lo está diciendo quien confiesa en<br />
otro lugar: «Para mí la vida es Cristo».<br />
Ellos, ios judíos, son las raíces-, tienen todo-, la adopc<br />
filial, la presencia del Dios de la alianza, la ley, el culto,<br />
las promesas..., tienen a los patriarcas, «de quienes, según<br />
lo humano, nació el Mesías». Tienen todas las raíces,<br />
pero no reconocieron el fruto.
3. La presencia de Dios en la calma<br />
y el silencio (Mt 14,22-23)<br />
Grande tuvo que ser la tormenta y más sobrecogedora<br />
aún la calma silenciosa para que el texto evangélico de<br />
hoy termine con una confesión de fe: «Realmente tú eres<br />
el Hijo de Dios».<br />
Detrás de la confesión de fe, se puede adivinar una<br />
lectura teológica del milagro, concentrada en las espontáne<br />
reacciones de Pedro. La experiencia de la tormenta es de<br />
todos: «La barca iba ya muy lejos, sacudida por las olas,<br />
porque el viento era contrario». En aquel viento tormentoso<br />
no está Jesús (primera lectura), ¡esús se acerca sereno, má<br />
allá de la tormenta. Una llegada tan silenciosa que los<br />
confunde y asusta: «Creyeron que era un fantasma». La<br />
presencia de Jesús es una exhortación a la calma («Ánimo,<br />
soy yo, no tengáis miedo») en medio de una situación<br />
tormentosa.<br />
¿Se puede creer que en medio de la tormenta, alguien<br />
se acerque dominando aquellos elementos naturales adversos?<br />
Pedro lo duda y lo quiere constatar... De nuevo,<br />
una alusión a
Caminar sobre el agua<br />
Escala hasta el Horeb, pues Dios se entrega<br />
al hombre en el silencio de la altura...;<br />
el viento, el sismo, el fuego... son figura,<br />
pero es en el susurro como llega...<br />
La viva fe que hervía en su bodega,<br />
dio a Elias su peculiar investidura...,<br />
no el arrojo verbal ni la bravura<br />
de un celo, disfrazado de ira ciega.<br />
Escala hasta el Horeb. Ora y espera...<br />
Pon en manos de Dios tu sementera,<br />
pues suyos son la lluvia y el tempero.<br />
Templa el alma en la llama de su fragua...<br />
y mientras tú caminas sobre el agua,<br />
se llenará de trigo tu granero.
Vigésimo domingo<br />
1. Un Dios, abierto al extranjero<br />
(Is 56,1.6-7)<br />
Más que «abierto», mejor decir-, un Dios también de los<br />
extranjeros. No hay en efecto, nada ni nadie extraño<br />
para quien a todos los creó. La apertura de Dios es su<br />
creación. Quien debe abrirse al extranjero es el pueblo<br />
de Israel. El pueblo había entendido la elección como un<br />
privilegio y no como mediación para todas las naciones. De<br />
hecho, lo que desarrolla Israel es el particularismo.<br />
La pauta de comportamiento que el Señor les ofrece<br />
(«guardad el derecho; practicad la justicia») es verdadera<br />
para todos. La revelación de «la victoria de Dios» alcanza<br />
también a las naciones. Lo que se pide al extranjero,<br />
como se pide al judío, es «que se entregue al Señor para<br />
servirlo».<br />
Un servicio cultual («guardad el sábado»), pero, sobre<br />
todo, un servicio existencial: «Amar el nombre del Señor...;<br />
perseverar en su alianza»)... Y un templo abierto para<br />
todos los pueblos, como casa común de oración.
2. La misericordia de Dios es para todos<br />
(Rom 11,13-15.29-32)<br />
La última frase de la lectura de hoy da la pista para entender<br />
todo el texto: «Todos encerrados en desobediencia,<br />
para ser todos objeto de la misericordia de Dios».<br />
Históricamente la mediación de esa misericordia pasó de<br />
los judíos a los gentiles... Pero, sean quienes sean los<br />
mediadores, la misericordia del Señor está destinada a<br />
todos.<br />
Pablo escribe este trozo de su carta desde el «lado<br />
gentil», pero con la intención de «despertar la emulación<br />
en los de su raza y salvar a alguno de ellos»... Su convicción<br />
respecto a la salvación de los judíos es firme: «Los<br />
dones y la llamada de Dios son irrevocables».<br />
A través de la obediencia de los judíos, la salvación<br />
estaba destinada a todos; lo mismo ahora: a través de la<br />
obediencia de los gentiles, la salvación llegará también a<br />
judíos. Y lo hará de manera extraordinaria: «Si su reprobación<br />
es salvación del mundo», ¿qué será su reintegración<br />
sino un volver de la muerte a la vida?<br />
Dejando aparte los «cálculos» de la conversión del<br />
pueblo judío a la fe cristiana, lo importante aquí es<br />
subrayar su universalidad. A alcanzar misericordia están<br />
convocados los judíos y los gentiles. Todos alejados de<br />
Dios, pero todos llamados a su cercanía entrañable.<br />
3. Enviado a Israel, para salvación de todo el<br />
que cree (Mt 15,21-28)<br />
La lectura evangélica de hoy se sitúa en el paso, nada<br />
fácil, del particularismo judío al universalismo cristiano. L
primeras comunidades necesitaban luz para discernir una<br />
evangelización que se hacía universal.<br />
Mateo responde, presentando a un Jesús «judío» (su<br />
evangelio va destinado a judeocristianos): «Sólo me han<br />
enviado a las ovejas descarriadas de Israel», pero que<br />
atiende a la llamada de compasión que le hace una mujer<br />
extranjera («una mujer cananea»). Lo que conmueve<br />
a lesús de aquella mujer es que quiera compartir el pan de<br />
la mesa de ¡a salvación, aunque sólo sea comiéndose las<br />
migajas (en la designación de los gentiles, hay reminiscencias<br />
de designaciones judías: guardaban el título de<br />
«hijos» para los judíos, y no era infrecuente designar a los<br />
gentiles como «perros»).<br />
Pero la fe rompe barreras. Se está llevando hasta el<br />
tiempo de Jesús, lo que fue práctica de la Iglesia primitiva:<br />
«Dios no hace distinción de personas, salva a todos<br />
los que creen en él, sean de la nación que sean». La<br />
apelación de Jesús a la fe de la cananea para romper definitivamente<br />
la barrera: «Mujer, ¡qué grande es tu fe!». Es<br />
la fe la que «hace milagros».
Los hijos y los perros<br />
«Porque riges la tierra con justicia,<br />
proclaman su alegría las naciones...».<br />
Sahuma el incienso de sus oraciones<br />
tu casa de oración, siempre propicia...<br />
El día al día le pasa la noticia<br />
y la noche a la noche tus sermones<br />
le susurra... ¡Saltad los corazones!<br />
¡La salvación de Dios es gentilicia!<br />
¡Atiende mi oración, Señor! Que crea<br />
como creyó la humilde cananea<br />
tras oír tus palabras rigurosas...<br />
¡Que mi esperanza aguarde tu clemencia<br />
amorosa, tu tierna providencia,<br />
que cuida de la vida y de las cosas!
Vigesimoprimer domingo<br />
1. El poder de las llaves<br />
(Is 22,19-23)<br />
La primera lectura de hoy es una explicación de lo que<br />
significan las llaves como signo del ortorgamiento de<br />
un poder. Un infiel mayordomo de palacio, Sobná, es<br />
destituido de su cargo. Y es reemplazado por Eliacín. La<br />
lectura relata los símbolos de la investidura; a la túnica<br />
y la banda, se le añaden las llaves-. «Colgué de su hombro<br />
la llave del palacio de David», y el poder que esas llaves<br />
significan: «Lo que él abra, nadie lo cerrará; Jo que él<br />
cierre, nadie lo abrirá».<br />
El resultado de esta encomienda es la firmeza en el<br />
oficio: «Lo hincaré como un clavo en sitio firme», la finalidad<br />
de su tarea-. «Será padre para todos los habitantes de<br />
Jerusalén» y la segundad de su fuluw. «Un trono glorioso a<br />
la casa paterna».<br />
El texto de Isaías no es una profecía sobre el «ministerio<br />
de Pedro». La liturgia de la Iglesia lo escoge para que<br />
los símbolos de la encomienda que da Jesús a Pedro, pue<br />
ser entendidos en el contexto bíblico en que se sitúan,<br />
especialmente el que después se conocerá como «el poder<br />
de las llaves», referido al «ministerio petrino».
2. Dios: origen, guía y meta del universo<br />
(Rom 11,33-36)<br />
Dios ante todo y sobre todo: «¿Quién le ha dado primero<br />
para que él le devuelva?». Un Dios gratuito; no está recompensando<br />
favores de nadie; él se está haciendo gracia y<br />
favor para todos.<br />
Este alarde de generosidad, expresada en la universa<br />
gratuita salvación, hace exclamar al Apóstol: «¡Qué insondables<br />
sus decisiones y qué irrastreables sus caminos!».<br />
Un Dios gratuitamente participado por los que son obra<br />
sus manos.<br />
Dios, guía y sustentador permanente de las cosas que<br />
existieron por el acto de su amor. Dios, «que no odia<br />
nada de lo que ha creado». Lo sostiene, lo guía y lo conduce<br />
hacia la meta.<br />
Dios, meta y futuro del mundo, que en él tiene el punt<br />
de llegada. Él está en el origen y en el fin..., sin abandonar<br />
nunca la obra de sus manos; sin abandonar nada, no<br />
sólo al hombre. Su relación es con todo lo creado.<br />
3. Las llaves del Reino<br />
(Mt 16,13-20)<br />
La «composición» bíblica que hoy hace la liturgia de la<br />
Iglesia (cf primera lectura) nos hace poner la mirada en<br />
el ministerio de Pedro dentro de la comunidad de los dis<br />
pulos.<br />
Las «.llaves del Reino», prometidas a Pedro son símbo<br />
lo de su posición de primacía entre los apóstoles. Él es<br />
la roca de la nueva construcción. Por eso, cambiará su<br />
nombre; de Simón a «kefas», que significa «piedra». La
«piedra» que de una manera especial va a representar<br />
al que es la única piedra angular de toda la edificación:<br />
Cristo, Jesús.<br />
Por eso, a la promesa del Señor a Pedro, ha precedido<br />
la confesión de Pedro sobre el Señor: «Tú eres el<br />
Mesías, el Hijo de Dios vivo». Un Mesías insustituible<br />
como «piedra angular» de la construcción eclesial... Pero<br />
la confesión de Pedro, hecha por revelación del Padre,<br />
hace que jesús lo elija para re-presentar la dimensión de<br />
firmeza y confirmación en la fe, que hace afirmar al Señor:<br />
«El poder del infierno no la derrotará».<br />
Es verdad que todos y siempre somos interrogados<br />
por nuestra confesión de fe en Jesús. Es verdad que<br />
esa confesión está llamada a transformar nuestras vidas<br />
(transformación indicada por el cambio de nombre),<br />
pero, hoy, la lectura litúrgica nos centra en la principalidad<br />
que, en la Iglesia, Jesús otorga al Pedro confesante en la<br />
Iglesia. Se utilizan para ello los símbolos ofrecidos por la<br />
tradición bíblica (primera lectura).<br />
Desde esa misión, nuestra misión: «Diles quién es Jesús.<br />
El mundo espera/ en el espejo de tu vida entera/ ver<br />
el rostro invisible del Mesías».
Las llaves del Reino<br />
¿Quién dices que es Jesús? Habla sin miedo.<br />
Busca en el hondón de tu conciencia,<br />
pues, si hallas su figura y su presencia<br />
harás verdad la letra de tu Credo.<br />
Decía «su figura»..., no el remedo<br />
de un «poster» a tu humana conveniencia:<br />
«su figura»..., la clara referencia<br />
al misterio, afrontado con denuedo...<br />
Y «su presencia», en gracia substanciada,<br />
motor de tus afanes, anudada<br />
al discurrir fecundo de tus días...<br />
Diles quién es Jesús. El mundo espera<br />
en el espejo de tu vida entera<br />
ver el rostro invisible del Mesías.
Vigesimosegundo domingo<br />
1. El camino difícil del profeta: la Palabra,<br />
oprobio y desprecio (Jer 20,7-9)<br />
Otra de las conmovedoras «confesiones» del profeta Jeremías.<br />
Dios le ha probado de tal modo en su vida que él<br />
mismo llega a sentirse como «un profeta a la fuerza»: «Me<br />
forzaste y me pudiste». En el fondo, una crisis tentadora;<br />
echarlo todo por la borda, «tirar la toalla». Siente como<br />
un dardo que se clava la reacción hostil de la gente: «Se<br />
burlaban todos de mí».<br />
A Jeremías, persona sensible y de delicadas reacciones,<br />
le toca, sin embargo, un ministerio profético du<br />
anunciar violencia y destrucción para quienes habían<br />
«disfrutado» la seguridad en el refugio de la sombra del<br />
templo.<br />
Tan grande y difícil es el peso, que el profeta se propone<br />
a sí mismo el abandono: «No me acordaré más de<br />
él; no hablaré más en su nombre». La respuesta le viene<br />
de muy dentro; de la Palabra misma que, en su adentro<br />
ha llegado a ser nueva entraña y huesos consistentes<br />
para una existencia nueva. Una imposibilidad interna de<br />
darse ya por vencido: «Intentaba contenerla y no podía».
La respuesta comienza a hacerse fiel, cuando proviene<br />
de una vida tan probada que se torna en respuesta dolo<br />
rosamente forzada: le toca ser profeta, y lo acepta, muy<br />
su pesar.<br />
2. La vida, ofrecida como culto<br />
(Rom 12,1-2)<br />
La cuestión del culto preocupaba a la Iglesia primitiva. M<br />
chas manifestaciones externas, tan queridas al Antiguo<br />
Testamento, habían ido desapareciendo, cuando el culto<br />
cristiano se centra en «la fracción del pan», que tanto<br />
tiene que ver con la vida de cada día.<br />
San Pablo apunta a la vida misma como el lugar privilegiado<br />
de culto. Se hace eco de una larga y exigente<br />
tradición profética. Los profetas, en efecto, no podían<br />
concebir un culto que no contuviera vida. Pero, Pablo<br />
avanza más: no concibe una vida cristiana que, al mismo<br />
tiempo, no sea culto: «Vuestros cuerpos como hostia<br />
viva, santa, agradable a Dios». Este es el culto debido, e<br />
realizado «como Dios manda»; el «culto razonable».<br />
Un culto nuevo que tiene estos ecos en nuestro poeta:<br />
«Sed culto razonable, no ostentosa/ y vana complacencia...,<br />
lucrativo/ afán de merecer..., obrar cautivo/ de<br />
una fe cicatera o pretensiosa».<br />
La «renovación de la mente» es aquella «metanoia»<br />
que significa la conversión y que centra en quien la acoge<br />
su capacidad de discernir; es el juzgar desde Dios la vida,<br />
para transformarla de acuerdo con su querer.
3. El camino difícil de Jesús<br />
(Mt 16,21-27)<br />
En el contexto de la inspirada confesión de Pedro, una<br />
confesión sincera de Jesús acerca de su propio destino.<br />
¡Semejante identidad y tal destino] Un final humaname<br />
impropio de quien ha sido confesado como «el Hijo del<br />
Dios vivo».<br />
Pero Jesús, sin hacer ningún tipo de concesiones,<br />
presenta, contundente y clara, la suerte que a él le aguar<br />
«Ir a Jerusalén y padecer mucho hasta ser ejecutado»...<br />
El anuncio de la resurrección queda como un poco acallado.<br />
Al menos, no es percibido por Pedro. Él, que había<br />
sido el confesante no se aviene a la incoherencia de un<br />
Mesías ejecutado, y protesta con toda contundencia.<br />
Como respuesta recibe de Jesús una de sus más duras<br />
sentencias: «Quítate de mi vista, Satanás». La razón es<br />
que Pedro está juzgando «a lo humano» lo que sólo desde<br />
Dios puede ser aceptado y realizado.<br />
El programa de Jesús es humanamente poco atrayente.<br />
Pero, aun así, lo propone él como programa al<br />
discipulado; un caminar de cruz-, una vida de renuncias, o<br />
mejor, una vida renunciada que, paradójicamente será en<br />
contrada en plenitud. Así dice nuestro soneto: «Caminar<br />
tras Jesús es despojarse/ renovar los criterios, entregarse/<br />
y cargar con la cruz a la medida».
Negarse a sí mismo<br />
¡Acoged la palabra poderosa<br />
de Dios, si dulce miel o fuego vivo;<br />
haced del cuerpo víctima y testigo,<br />
ofrenda y cáliz que su don rebosa!<br />
Sed culto razonable, no ostentosa<br />
y vana complacencia..., lucrativo<br />
afán de merecer..., obrar cautivo<br />
de una fe cicatera o pretenciosa.<br />
Caminar tras Jesús es despojarse,<br />
renovar los criterios, entregarse<br />
y cargar una cruz a la medida.<br />
De nada sirve conquistar el mundo,<br />
pues nada hay para el hombre tan fecundo<br />
que darlo todo por ganar la vida.
Vigesimotercer domingo<br />
1. El profeta: atalaya para el pueblo de Israel<br />
(Ez 33,7-9)<br />
Misión del profeta es anunciar y denunciar. La valentía d<br />
la denuncia es una de las características de la profecía<br />
verdadera. No extrañan, pues, sus consecuencias: hostilidad,<br />
confrontación y hasta muerte.<br />
Ezequiel ha sido puesto de atalaya para el pueblo de<br />
rael. La «altura» necesaria para ver y discernir la conducta<br />
de su pueblo, no le viene de sus propias fuerzas. Allí<br />
está dando voz a las palabras de Otro-. «Cuando escuc<br />
palabras de mi boca -dice el Señor- les darás la alarma<br />
de mi parte». El profeta no puede callar. No es él «un perr<br />
mudo que sea incapaz de ladrar».<br />
La corrección es personal y se hace en nombre de Dios<br />
Hay que advertir al malvado que rectifique sus caminos.<br />
Su reacción podrá ser positiva (escuchar) o negativa<br />
(hacer oídos sordos). Pero, una vez advertido, de su actitud<br />
depende su salvación... Sea cual fuere el resultado, se<br />
imposible que el profeta calle.<br />
Por ser
nuestro soneto: «El profeta no puede dar la mano,/<br />
traicionando su recto ministerio,/ ni enarbolar la ira o el<br />
dicterio/ al corregir el yerro de un hermano».<br />
2. Amar es cumplir la ley entera<br />
(Rom 13,8-10)<br />
La apremiante exhortación de Pablo a poner en el amor<br />
el centro mismo de la ley, la coloca la liturgia de la Iglesia<br />
en medio de la necesaria corrección (primera lectura y<br />
Evangelio).<br />
El Apóstol nos da, hoy, el mejor criterio para discernir<br />
el conjunto de la moral cristiana-. «El que ama tiene cum<br />
plido el resto de la ley». En cada uno de los preceptos<br />
descubre Pablo la entraña que los valida: «Amarás a tu<br />
prójimo como a ti mismo». Por eso, el amor no es sólo<br />
centro, sino resumen de toda la ley.<br />
Es atrevida la doctrina de Pablo. Desenmascara de una<br />
vez todo cumplimiento hipócrita de los preceptos. Aleja<br />
al creyente de las puras apariencias. En ellas no puede<br />
poner el cristiano la medida de su propio cumplimiento.<br />
La medida del comportamiento del creyente es otra:<br />
«Amar es cumplir la ley entera»<br />
Cuando hay amor, se destierra el miedo. Y los preceptos<br />
no sólo se «cumplen», se viven desde su más honda<br />
finalidad: «Uno que ame a su prójimo no le hace daño».<br />
«No hacer daño» por amor, no por una simple y externa<br />
obligación.
3. El cristiano: guardián de su hermano<br />
(Mt 18,15-20)<br />
El despecho de Caín, alejándose del cuidado de su<br />
hermano («¿acaso soy yo guardián de mi hermano?») es<br />
totalmente ajeno a lo que pide Jesús en la comunidad de<br />
sus discípulos: la corrección fraterna.<br />
Una corrección que procede de la responsabilidad de<br />
cuidado fiel: «Todos somos responsables de todos» (Juan<br />
Pablo II, Sollicitudo rei socialis). Todos estamos llamados<br />
prestarnos mutuamente un «.cuidado fraterno».<br />
Jesús hace una delicada gradación-, a solas, con otro h<br />
mano, en el seno de la Iglesia... La finalidad de este proceso<br />
es única: es preciso «salvar al hermano». Acercarse<br />
a él con humildad significa reconocer la propia necesidad<br />
de salvación; acercarse con sinceridad es señal del querer<br />
discernir en común; acercarse con «teclesialidad» signifi<br />
la confianza de encontrar siempre abierto el seno de la<br />
comunidad para acoger. «Decírselo a la comunidad» no<br />
es inmadura acusación. Es la seguridad de quien sabe<br />
que en el seno de la Iglesia se encuentran y se disfrutan<br />
espacios de reconciliación.
La corrección fraterna<br />
El amor es la norma del cristiano,<br />
ajustada a unas pautas, a un criterio.<br />
Amar es ejercer el magisterio<br />
frente a los usos del vivir pagano.<br />
El Profeta no puede dar la mano,<br />
traicionando su recto ministerio,<br />
ni enarbolar la ira o el dicterio<br />
al corregir el yerro de un hermano.<br />
La comprensión y la misericordia<br />
llevará al pecador a la concordia<br />
consigo y con la Iglesia lastimada.<br />
Sea el amor la luz de la conciencia,<br />
para la autoridad y la obediencia,<br />
que en Cristo fue asumida y encarnada.
Vigesimocuarto domingo<br />
1. El imposible perdón, sin humana compasión<br />
(Si 27,33-28,9)<br />
Querer entenderse directamente con Dios ha sido siempre<br />
tentación de la experiencia religiosa. Dar un «rodeo<br />
interior» para no encontrar al hermano.<br />
La sabiduría de Israel había avanzado ya mucho, para<br />
evitar esos espiritualismos desencarnados. Para relacionarse<br />
con Dios, hay que contar con el prójimo. Para obte<br />
el perdón, es preciso aprender a perdonar. «Del vengati<br />
se vengará el Señor y llevará estrecha cuenta de sus culpas».<br />
Para dar escalofrío al echar una mirada cada uno a<br />
su propio corazón.<br />
La medida del perdón ya estaba dada por los sabios d<br />
Israel: «Perdona y se perdonará». Fuera de esta lógica<br />
del perdón que se recibe en la medida en que se otorga,<br />
todo es absurdo: pedir la salvación, guardando rencor<br />
a los demás; querer expiar los propios pecados, manteniendo,<br />
a un tiempo, la ira.<br />
Y una serie de saludables recuerdos: del propio final, p<br />
que cese el enojo (todo se hace relativo, mirado desde el<br />
propio término); de los mandamientos, para no enojarse
con el hermano; de la alianza, para perdonar siempre el<br />
error.<br />
Con tino lo dice el soneto: «Perdonar el error..., ser<br />
perdonado/ ¡qué cabal es el fiel de la justicia!/ y hay<br />
quien se obstina, necio, en la estulticia/ de esperar, sin<br />
piedad, ser indultado».<br />
2. Vivir y morir para el Señor<br />
(Rom 14,7-9)<br />
Con un breve texto de la carta a los Romanos terminamos<br />
su recorrido por la lectura dominical del tiempo<br />
ordinario. Un mensaje que nos proyecta hacia el final, aun<br />
en medio del diario caminar. El dilema es vivir y morir<br />
para uno mismo, o vivir y morir para el Señor.<br />
Pablo, que ha desarrollado en la carta una teología<br />
de la salvación, lo tiene claro: «Ninguno de nosotros viv<br />
para sí mismo y ninguno muere para sí mismo». Vivimos<br />
y morimos para el Señor. Como creyentes, y aun como<br />
criaturas, somos seres «des-centrados». Nuestro centro<br />
está en Otro.<br />
La pertenencia al Señor es muy honda. Está arraigada<br />
en el creyente de manera sacramental: el bautismo<br />
es una consagración tan fuerte al Señor que resulta en<br />
morir-con y resucitar-con Él. Entre el creyente y su Señor<br />
hay una comunión de destino. Desde la estrecha unió<br />
personal, afirma categóricamente el Apóstol: «En la vida<br />
y en la muerte somos del Señor».<br />
Somos «del» Señor para ser «como» el Señor. Es la<br />
razón fundamental que da Pablo en esta última parte<br />
exhortativa de su carta: «Actuemos como el Señor» (exhortación),<br />
porque «somos del Señor» (teología).
3. Quien no perdona no puede ser perdonado<br />
(Mt 18,21-35)<br />
La última frase de la lectura evangélica de hoy «pone el<br />
dedo en la llaga»: «Lo mismo hará con vosotros mi Padre<br />
del cielo, si cada cual no persona de corazón a su hermano».<br />
Sin otorgar el perdón, no podemos esperar perdón.<br />
Es, por otra parte, la enseñanza del padrenuestro:<br />
«Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a<br />
que nos ofenden». La medida del perdón que nosotros<br />
pedimos, se la damos a Dios en la cantidad y calidad del<br />
perdón que somos capaces de dar.<br />
¿La cantidad? La indica el Señor respondiendo a Pedro,<br />
que estaba dispuesto a llegar hasta siete veces. Es<br />
preciso llegar hasta «setenta veces siete». ¿La calidad? Se<br />
refleja en la parábola que sigue. El perdón es cuestión de<br />
generosidad agradecida. Sólo quien siente el agradecimie<br />
por el perdón recibido es capaz de perdonar con generosidad:<br />
«Se le ha perdonado mucho, porque ha amado<br />
mucho».<br />
Así lo recuerda nuestro soneto: «Setenta veces siete<br />
son la tasa/ de la gracia... Si el malo las rebasa/ podrá el<br />
justo emularle en la subida».
Perdonar... Ser perdonado<br />
Perdonar el error..., ser perdonado...<br />
¡Qué cabal es el fiel de la justicia!<br />
¡Y hay quien se obstina, necio, en la estulticia<br />
de esperar, sin piedad, ser indultado!<br />
Es perdiendo el sentido del pecado<br />
como el hombre renuncia a la franquicia<br />
de sus yerros, y cae en la injusticia<br />
de exigir el error contra el malvado.<br />
Setenta veces siete son la tasa<br />
de la gracia... Si el malo las rebasa,<br />
podrá el justo emularle en la subida...<br />
¡Qué inútil es vivir para sí mismo!<br />
¡Qué fecunda es la muerte..., el heroísmo<br />
de ganar al encono la partida!
Vigesimoquinto domingo<br />
1. Nuestro Dios es rico en perdón<br />
(Is 55,6-9)<br />
Apemia la búsqueda del Señor. Todos son llamados a<br />
invocarlo. La cercanía de Dios estimula a recorrer el camino.<br />
¿Todos son llamados? ¿Lo son también los malvados?<br />
son, cuando recorren el camino del arrepentimiento («un<br />
corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias,<br />
Señor»). Desandar el propio camino y cambiar los propios<br />
proyectos es lo que Dios espera de nosotros, pecadores.<br />
Aunque nos cueste reconocer que habíamos errado el<br />
tino, al intentar recorrer nuestra particular andadura. Y<br />
aunque sea duro pensar que comenzamos a recorrer el<br />
camino que nos ha trazado Otro.<br />
Cuando el cambio realmente se da, queda en el corazón<br />
la gozosa convicción de que «Dios tiene piedad», porqu<br />
Él es «rico en perdón». Se trata de una experiencia de hon<br />
dura-, comparada con la ruindad y egoísmo de nosotros,<br />
Dios mismo tiene que «justificar» su camino tan distinto.<br />
Caminos de gratuidad generosa: «Mis caminos no son<br />
vuestros caminos... ni mis planes son vuestros planes».
2. El dilema de partir o de quedarse<br />
(Flp l,20c-24.27a)<br />
Comenzamos, hoy, con un primer texto de la Carta de<br />
san Pablo a los cristianos de Filipos. El tono de todo el<br />
escrito es entrañable y personal.<br />
En la lectura de hoy, nos quiere demostrar san Pablo<br />
una «santa indiferencia»: «Sea por mi vida, sea por mi<br />
muerte»..., lo importante es que Cristo sea glorificado.<br />
No es pequeña la meta: Des-centrarse de uno mismo,<br />
niendo la propia satisfacción en la gloria que es de Otro.<br />
Pero ahí se da la paradoja: una gloria que es de Otro y<br />
termina siendo la propia: «Para mí, la vida es Cristo».<br />
Identificación reiteradamente afirmada por san Pablo:<br />
«No yo, Cristo en mí». De alguna manera, «un Yo cristifica<br />
don>.<br />
Si ese «ser en Cristo» se hace más fuerte después de<br />
esta vida, Pablo no duda en considerar la muerte como<br />
auténtica ganancia. En ese anhelo místico de la unión d<br />
finitiva con quien es vida en plenitud, una sola variante:<br />
el trabajo por quienes considera «suyos»; todos aquellos<br />
que Dios mismo le ha encomendado. Sólo esta encomienda<br />
de Dios es capaz de frenarle su deseo de estar,<br />
ya muerto, plenamente con Cristo.<br />
Más que su propio camino hacia Cristo, le importa al<br />
apóstol Pablo la andadura cristiana de los fieles de Fil<br />
«Lo importante es que vosotros llevéis una vida según el<br />
evangelio de Cristo». Espiritualidad de evangelizador que<br />
se alimenta acompañando con fidelidad a todos aquellos<br />
a quienes anuncia el Evangelio.
3. Los hay que no quieren «que Dios sea bueno»<br />
(Mt 20,1-16)<br />
«Los de toda la vida» y los de última hora. Quienes iniciaro<br />
pronto el seguimiento tienen un evidente peligro: pensar<br />
que recibirán más, porque empezaron primero. Y llegan<br />
hasta enfadarse con el mismo Dios porque da la misma<br />
suerte a quienes se acercaron a él en el mismo ocaso<br />
de su vida. Se portan como quienes han «soportado un<br />
peso» y consideran injusta la paga a quienes no soportaron<br />
nada.<br />
Pero, ¿es que puede ser considerado el seguimiento<br />
como carga? ¿Puede la vida cristiana entenderse como<br />
«obligación externa» que se lleva con desgana resignada?<br />
Muchos así lo pensaron y lo piensan. Creen haberse<br />
ganado el salario a base de cumplimiento; y se enojan<br />
con el amo que, con su amor, recompensa con la misma<br />
paga a los últimos. No se han acostumbrado a la extraña<br />
gratuidad de los caminos y planes de Dios.<br />
Nuestro soneto recoge bien la «.ilógica» del Dios bue<br />
«Quiero ser en tu viña jornalero/ desde el amanecer hasta<br />
el ocaso,/ aunque premie igualmente tu dinero/ el tiempo<br />
breve y el trabajo escaso/ pues no busco otra cosa en el<br />
salario/ que el amor contenido en tu denario».<br />
Los planes de Dios desconciertan, en efecto, cuando<br />
uno se ha salido de la «ilógica del amor»..., cuando no se<br />
percibe ya que el amor es capaz de llegar hasta el extremo.
Un denario de amor<br />
¡Regresar a la Tierra prometida,<br />
gustando en el deseo tu cercanía...,<br />
otear la aurora de la Parusía...<br />
ganar tu intimidad, perder la vida...!<br />
Porque en Ti mi esperanza está escondida,<br />
vivo, mientras te busco, la alegría<br />
de la misericordia y la amnistía<br />
que tu largueza eroga sin medida...<br />
Quiero ser en tu viña jornalero<br />
desde el amanecer hasta el ocaso,<br />
aunque premie igualmente tu dinero<br />
el tiempo breve y el trabajo escaso,<br />
pues no busco otra cosa en el salario<br />
que el amor, contenido en tu denario.<br />
i
Vigesimosexto domingo<br />
1. Conversión y salvación<br />
(Ez 18,25-28)<br />
El perdón de Dios es tan «ilógico» que a muchos escandaliza<br />
«No es justo el proceder de Dios» Y es que hay<br />
gente que no puede tolerar a un Dios perdonador que, recreándolo,<br />
iguala al pecador con el justo<br />
Pero, ni santidad ni pecado son dos realidades estáticas,<br />
como fijas Puede la vida seguir un progresivo camino<br />
positivo (santidad) o un camino negativo (pecado)<br />
Pero estos caminos que parecen tan trillados, pueden<br />
sufrir un cambio de dirección «Cuando el justo se aparta<br />
su justicia, comete la maldad, y muere» Es buen aviso<br />
para navegantes «Quien se cree seguro, tenga cuidado,<br />
no sea que caiga» Y «cuando el malvado se convierte<br />
de la maldad que hizo, y practica el derecho y la justicia,<br />
él mismo salva su vida» Un buen panorama de esperanz<br />
«Volved al Señor y viviréis»<br />
El contexto de la enseñanza de Ezequiel es la responsabilidad<br />
personal No puede uno refugiarse en el comporta<br />
miento del grupo El grupo ayuda para bien o para mal,<br />
pero no sustituye el camino Puede, sin embargo, hacerse
una opción personal para el bien desde una conciencia clar<br />
de la propia vida de injusticia: «Si el malvado recapacita y<br />
se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá<br />
y no morirá»: Dios trabaja en lo íntimo del corazón el<br />
camino que lleva hacia él.<br />
2. Despojarse del rango<br />
(Flp 2,1-11)<br />
Al deseo de «ensalzarse» por encima de los otros, «endiosándose»;<br />
al afán de aparentar un rango que no se<br />
tiene; a la codicia de estar encumbrado por todos... se<br />
contrapone la actitud de Jesucristo. Es un himno primitivo<br />
al abajamiento del Verbo que Pablo encontró ya hecho<br />
Pero es muy ilustrativo el contexto en que lo inserta,<br />
escribiendo a los filipenses.<br />
El Apóstol les ha pedido una vida de humildad: «No<br />
obréis por envidia ni por ostentación; dejaos llevar por la<br />
humildad y considerad siempre superiores a los demás»,<br />
justo todo lo contrario de lo que es tendencia humana.<br />
Una vida alternativa, como alternativo es no andar buscan<br />
do el propio interés, sino el interés de los demás.<br />
¿Es de locos este salir radical de uno mismo? Es el<br />
llegar a tener en nosotros «los mismos sentimientos de<br />
una vida en Cristo Jesús». El ser y el obrar «en Cristo<br />
Jesús» trastocó la vida del Apóstol y trastoca la vida del<br />
creyente.<br />
Y modelo no le falta a san Pablo: El «despojarse del<br />
rango» es la entraña de la encarnación de quien tiene l<br />
condición divina. Un despojo que al Verbo le hace «pasar<br />
por uno de tantos». Un despojo que lo lleva hasta la expropiación<br />
de la muerte. Y para más abajamiento, hasta
una muerte de cruz Un auténtico «descenso» hasta la<br />
miseria humana Pero un abajamiento fecundo hay un «p<br />
eso» que une «el despo]0 de su rango» con la exaltación<br />
de su nombre «Por eso, Dios lo exaltó sobre todo y le<br />
concedió el Nombre-sobre-todo-nombre»<br />
3. Conversión en las obras<br />
(Mt 21,28-32)<br />
«De buenas intenciones están los infiernos llenos», dice<br />
nuestro refrán Y no le falta razón las bonitas palabras y<br />
las buenas intenciones no tocan el corazón<br />
La parábola de Jesús no puede ser más sencilla y<br />
expresiva cumple la voluntad del padre quien hace realmente<br />
lo mandado, a pesar de su espontánea y negativa<br />
respuesta Y se queda sin cumplirla quien todo lo dejó<br />
en palabras Fueron realmente «de las que se llevó el<br />
viento», porque no hizo lo mandado<br />
El ambiente que la parábola deja es un contexto excelente<br />
para que Jesús proclame quién tiene la preceden<br />
en el Reino Los publícanos y prostitutas, que creyeron<br />
el mensaje de Juan, llevan la delantera en el camino hacia<br />
el Reino Es en verdad paradójico A pesar de haber<br />
dicho «no» ellos, al final, sí acudieron, mientras que los<br />
que habían dicho «sí», no dieron nunca después el paso<br />
definitivo «Vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis»<br />
Ya nos lo había dicho Ezequiel ni la santidad ni el<br />
pecado son realidades estáticas Y ahora añade Jesús<br />
Tampoco son realidades de palabras, se trata de realidades<br />
de obras
¿Vas o no vas al tajo?<br />
Tú eres quien peca y quien se arrepiente,<br />
pues sólo la persona es responsable;<br />
la razón de tu obrar abominable<br />
no está en los avatares o en la gente.<br />
Para Dios la mejor «cuenta corriente»<br />
no es tu mérito ruin y deleznable:<br />
lo pasado no es bien ni mal contable,<br />
le importa tu actitud en el presente.<br />
¿Vas o no vas al tajo de la viña?<br />
Es el ir no el decir lo decisivo.<br />
Si en la mentira asientas la rapiña<br />
de tu bien parecer, serás un «vivo»,<br />
pero no lo estarás..., pues solamente<br />
resurge, tras morir, el obediente.
Vigesimoséptimo domingo<br />
1. Los cuidados..., y la ingratitud de la viña<br />
(Is 5,1-7)<br />
Una deliciosa alegoría..., y una lección magistral sobre la<br />
ingratitud. Un labrador íntimamente afectado por la poca<br />
relación entre el cuidado ofrecido y los frutos cosechados.<br />
Una imagen certera de «/a frustración de Dios» frente a<br />
la ingratitud del pecado.<br />
Una descripción detallada de los cuidados-, el lugar de<br />
plantación, el cuidado de la tierra y su labranza, el guarda<br />
para vigilarla y el lagar ya preparado a la espera de unos<br />
frutos que se convirtieran en vino...; los detalles del cuida<br />
aumentan la frustración- «Esperó que diera uvas, pero d<br />
agrazones». El corazón destrozado de un viñador cuidadoso...<br />
Se le agolpan en su mente los «porqués» hasta que<br />
llega a una dolorosa decisión-. «Quitar la valla para que<br />
viña sirva de pasto..., destruir su tapia para que la pisoteen».<br />
En lugar de frutos, desolación y sequedad, zarzas<br />
y cardos... Y, sin embargo, el labrador esperaba, porque<br />
«la había cuidado»<br />
Era fácil adivinar en la alegoría la relación de Dios con
pueblo. Pero Isaías la explícita: «La viña es la casa de Israel...,<br />
los hombres de Judá, su plantón preferido»... Una<br />
preferencia mostrada en toda la historia de la salvación.<br />
Por eso, por la ingratitud, impresiona la constatación del<br />
profeta: «Esperó de ella derecho, y ahí tenéis: asesinatos;<br />
esperó justicia, y ahí tenéis: lamentos».<br />
2. Confiados, en las manos de Dios<br />
(Flp 4,6-9)<br />
Intento de Pablo de llevar a los filipenses a la raíz misma<br />
del abandono en las manos de Dios-. «Nada os preocup<br />
(podría añadir santa Teresa: «Sólo Dios basta»).<br />
Con la vida puesta en la presencia de Dios (la oración,<br />
las súplicas, la acción de gracias...), podemos esperar,<br />
seguros, el don de la paz. Una paz tan fuera de serie que<br />
«sobrepasa todo juicio», todo aquello que pudiéramos<br />
pensar o esperar.<br />
Una paz que hará de «.guardián-» en la vida. Guardi<br />
para no dejar entrar la agitación en el corazón o la turbación<br />
en el pensamiento... Una paz, arbitro de comportamientos,<br />
para realizarla con los demás, haciéndonos sus<br />
artífices. Una paz que, desde el corazón, se vuelca hacia<br />
toda situación de violencia y de guerra, empujando fuerte<br />
hacia la fraternidad.<br />
Puede así obrar el creyente, incluso con quienes no<br />
comparten su fe. Dentro de su corazón ha ahondado un<br />
humanismo profundo-. «Lo verdadero, lo noble, lo justo,<br />
amable, lo laudable, todo lo que es virtud o mérito» no<br />
le puede ser ajeno a un cristiano .. Es el «nada humano<br />
lo considero ajeno».<br />
Y no le asusta a Pablo ponerse él mismo de modelo
para su comunidad de Fiüpos. Parecería una osadía, pero<br />
es un sencillo acto de fidelidad paterna: «Lo que aprendisteis,<br />
recibisteis, oísteis y visteis en mí, ponedlo por<br />
obra».<br />
3. Unos viñadores ingratos (Mt 21,33-43)<br />
El tema de la viña une la lectura evangélica con la primera<br />
lectura. Sólo que allí la referencia es la viña como<br />
conjunto del pueblo, aquí son los viñadores, sus jefes,<br />
arrendatarios (que no propietarios) del pueblo. En las dos<br />
lecturas también el tema de la ingratitud: la viña misma (e<br />
pueblo) es ingrata; los viñadores arrendatarios (sus jefes)<br />
llevan la ingratitud al extremo-, la muerte del hijo-herede<br />
La viña que es Israel no tiene más amo que a Dios.<br />
Él es quien la ha confiado en arriendo... y, siempre, a la<br />
espera de los frutos. A recoger esos frutos mandó Dios<br />
sus mediadores en toda la historia del pueblo. Los profetas<br />
sobre todo, exigieron con vehemencia a aquellos arrendatarios<br />
los frutos que no eran suyos... La historia se repetía:<br />
hacerlos desaparecer, para apropiarse del pueblo.<br />
Es tentación permanente para quien cambia su vocación<br />
de servicio por la opresión y el dominio.<br />
La parábola culmina con el envío del «/u/o»; él ya no es<br />
emisario; por derecho, es heredero. ¿Cambiarían así las<br />
cosas en el nivel de los frutos? Así lo esperaba el «padre».<br />
Y así lo esperaba el «Padre»: que el envío de Jesús cambiara<br />
el corazón de los viñadores ingratos y, finalmente,<br />
rindieran la cuenta de los frutos esperados...<br />
El Padre «esperaba» ..; pero la reacción de aquellos<br />
arrendatarios es llevada hasta el extremo del linchamiento<br />
del Hijo. Los dirigentes que oían a lesús entendieron hacia
quien iba la parábola. Entendieron, pero no reaccionaron,<br />
pretendiendo continuar en posesión de la viña. Sólo<br />
que, desde entonces, pesó sobre sus cabezas la sentencia<br />
de ]esús: «Se os quitará a vosotros e\ reino de Dios, y<br />
se dará a un pueblo que produzca sus frutos»<br />
La viña del Señor<br />
¡Señor! dale a mi viña de agrazones<br />
el cultivo tenaz de tu paciencia;<br />
llueve el agua lustral de tu clemencia,<br />
que empape la aridez de sus raigones;<br />
cólmala de tus mimos y atenciones:<br />
el cálido fluir de tu querencia<br />
ablandará el rigor de su conciencia,<br />
trocando en gratitudes las traiciones.<br />
La cepa que tu diestra poderosa<br />
plantó y cavó hasta hacerla vigorosa,<br />
se olvidó de tu amor entre amoríos...<br />
Desciende desde el cielo a visitarla,<br />
porque, si Tú te cansas de cuidarla<br />
tornará a sus antojos y desvíos.
Vigesimoctavo domingo<br />
1. Un banquete «a lo grande»<br />
(Is25,6-I0a)<br />
¿El motivo?: «Festejar y gozar la salvación». El banquete es,<br />
por lo tanto, festivo, sin lágrimas, sin duelos y sin muerte,<br />
que ya estará aniquilada para siempre. Es un festín de<br />
alegría encima mismo del monte Sión.<br />
Es banquete de abundancia de manjares y de vinos de<br />
solera. «Enjugadas las lágrimas de todos los rostros», la<br />
abundancia del gozo de la salvación.<br />
Es banquete de presencia-. «Aquí está nuestro Dios». E<br />
poder de su mano salvadora sobre el monte: «La mano<br />
del Señor se posará sobre este monte». Y el mismo Señor<br />
que prepara el banquete, como generoso anfitrión. En<br />
aquella comida da Dios todo lo que tiene y lo que es. La<br />
comida, acercando a Dios y a su pueblo en experiencia<br />
gozosa de salvación.<br />
Es banquete abierto a las naciones. Quitado su oprobio,<br />
el Israel del banquete de Dios volverá a ser la medicación<br />
para su acción salvadora. Todos los pueblos podrán sentarse<br />
a la mesa, en una comunión universal: el Señor «arrancará<br />
el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa<br />
a todas las naciones».<br />
Se rompen las barreras que mantenían a los gentiles
apartados de la salvación. Se abre generosamente el<br />
círculo de los invitados: no unos pocos privilegiados; es<br />
un banquete abierto para todo el que quiera saciar su<br />
hambre en la mesa preparada por el Señor.<br />
2. Un buen entrenamiento<br />
(Flp 4,12-14.19-20)<br />
La evangelización exige siempre entrenamiento. Lo exigió<br />
a Pablo, lo ha exigido en la historia y lo exige hoy: estar<br />
bien entrenados para todo u en todo.<br />
Desde una nueva jerarquía de valores, la ofrecida por<br />
vida de Jesús y su evangelio, todo se hace relativo. Y llega<br />
a que dé lo mismo estar hartos que hambrientos, nadar<br />
en la abundancia o estar privados de todo. La tendencia<br />
natural nos lleva a la satisfacción, que quisiéramos colmada.<br />
Pero la experiencia diaria es distinta. El evangelizar<br />
cada día nos confronta con frecuencia con una insatisfacción<br />
marcada por la propia debilidad y por la debilidad<br />
humana del evangelio ofrecido.<br />
Pablo apunta hacia fuera de sí mismo, cuando habla<br />
del origen de su fuerza-. «Todo lo puedo en aquel que me<br />
conforta». En Él experimenta el fundamento de la gracia<br />
que sostiene. Pero, los propios filipenses no son tampoco<br />
ajenos a esta fortaleza del Apóstol: «Hicisteis bien en<br />
compartir mi tribulación». En el mutuo compartir los «duro<br />
trabajos del evangelio» se expresa la fortaleza en la misma<br />
debilidad.<br />
Así lo expresa nuestro soneto de hoy: «Sobrevivir en<br />
copia y en pobreza./ Me dio tu providencia gozo y duelo/<br />
yo te di la pobreza de mi celo/ y el mezquino calor de mi<br />
tibieza».
3. Un banquete para todos<br />
(Mt 22,1-14)<br />
Los israelitas se consideraban los únicos comensales del<br />
banquete del Señor. El resto de las naciones había quedado<br />
excluido de la mesa. No consideró Israel su oficio<br />
de mensajero, escogido para invitar. Le pareció y defendió<br />
que sólo él era el invitado.<br />
Tomando pie de la tradición bíblica (primera lectura),<br />
Jesús compara la realidad consumada del Reino con un<br />
banquete de bodas. Pero es un banquete extraño. Y en<br />
extrañeza, encierra el banquete la lección.<br />
Los convidados no quisieron asistir. Y sin embargo, habían<br />
sido ellos los primeros llamados-. «Mandó criados pa<br />
que avisaran a los convidados». La invitación se hace<br />
insistente: «Mandó a enviar criados para comunicarles:<br />
"Todo está a punto, venid a la boda"»... Toda una historia<br />
de llamadas a su pueblo, que culmina con la invitación a<br />
este banquete final, el banquete del Mesías... Pasada la<br />
preparación, ha llegado la etapa final: «Venid», son las<br />
bodas del Cordero.<br />
Pero Israel busca pretextos para no incorporarse al<br />
banquete. Y desde ese rechazo y la cólera del rey («son<br />
un pueblo de dura cerviz») se produce la apertura a la<br />
invitación universal. Una invitación que llega a todos lo<br />
excluidos. Los primeros invitados no fueron dignos de<br />
la gratuita invitación. Habrá, ya desde ahora, otros nuevos<br />
invitados con otro «merecimiento», el fundado en la gratuidad<br />
de la llamada y no en los méritos propios para<br />
ser los invitados: «A todos los que encontréis, invitadlos<br />
a la boda». Por los caminos del mundo invitando, por la<br />
gracia, hasta que el salón de bodas se llene de comensales.
Sólo hay un traje de fiesta. El traje de quien es invitado<br />
por la gracia. El traje de los méritos propios es un traje<br />
tan indigno que no vale para sentarse en la mesa de invitados.<br />
Banquete universal<br />
¡Invítame al festín ele tu largueza<br />
y que la salvación colme mi anhelo;<br />
arranca de mis ojos este velo,<br />
que les hurta el color de tu belleza!<br />
Supe vivir en copia y en pobreza.<br />
Me dio tu Providencia gozo y duelo.<br />
Yo te di la torpeza de mi celo<br />
y el mezquino calor de mi tibieza.<br />
Mi traje no es lujoso ni adecuado,<br />
pero mi corazón se ha despojado<br />
de cualquier apetencia o atadura...<br />
Pon Tú lo que le falta a mi atalaje,<br />
pues no tengo otro hatillo o equipaje<br />
que el afán de gozar de tu ventura...
Wigesimonoveno domingo<br />
1. Ciro, instrumento de Dios<br />
(Is 45,1.4-6)<br />
El mensaje bíblico de hoy gira en torno a la «.división d<br />
poderes-»-, lo del César y lo de Dios.<br />
Pero la primera lectura quiere subrayar que «el poder<br />
del César» no ocurre al margen de Dios. De ahí la reflexión<br />
de Isaías sobre la relación del Dios de Israel con<br />
un monarca extranjero. Nunca a ningún rey de afuera se<br />
le había dado el título de «ungido», que era título mesián<br />
co. Y nunca, con ningún rey extranjero, se había «aliado»<br />
Dios de tal modo que llegase a considerar sus hazañas<br />
como propias.<br />
Ciro es el monarca del retorno del exilio. Su nueva<br />
política con los desterrados, les permitió volver a la tierra<br />
que dejaron. Aquella acción del monarca, que se tradujo<br />
en su beneficio, hace que, en todo Israel, Ciro disfrute<br />
de una especial estima. Se da la llamada-. «Te llamé por<br />
tu nombre». Una llamada extraña: «Aunque tú no me<br />
conocías». Expresión de una soberanía de Dios, que se<br />
extiende a las naciones. Y una extraña entronización-. «<br />
pondré la insignia, aunque no me conoces». Es frecuente
en la teología del Antiguo Testamento: Dios cumple sus<br />
designios, sirviéndose de instrumentos ajenos a la mediación<br />
propia de Israel. El Dios de Israel no es un Dios<br />
confinado.<br />
Pero, tampoco la vida de los pueblos gentiles es ajena<br />
a la providencia de Dios. Incluso sin saberlo ni confesarlo,<br />
todos los pueblos y sus dirigentes no son ajenos a<br />
los proyectos de Dios sobre la historia de los hombres y,<br />
muy en concreto, sobre la historia del Israel de la alianza.<br />
2. Palabras y convicciones<br />
(ITes 1,1 -5b)<br />
Comienza, hoy, la lectura de la primera Carta de Pablo a<br />
los tesalonicenses. Nos va introduciendo ya en la dimensión<br />
escatológica de los últimos domingos de este tiemp<br />
ordinario.<br />
Es una comunicación cercana y entrañable con los<br />
cristianos de Tesalónica: «Damos gracias por vosotros y<br />
os tenemos presentes en nuestras oraciones». Una descripción<br />
de la vida cristiana de la comunidad fundada por<br />
Pablo. En torno a las tres virtudes teologales, un breve, p<br />
significativo apunte: una fe activa, un amor esforzado y<br />
esperanza con aguante. En el cuerpo de la carta, desarroll<br />
Pablo lo que aquí sólo enuncia. Y, sobre todo, desarrollará<br />
el tema de la esperanza-, ella será la clave de la esper<br />
de la segunda venida del Señor.<br />
Recuerda a los tesalonicenses su elección. No son una<br />
comunidad formada por casualidad. Ellos se deben a un<br />
designio amoroso de Dios que llama. La construcción de<br />
la comunidad tuvo una base-, la proclamación del Evange
Interesante la descripción paulina de la acción evangelizados,<br />
origen de la comunidad: palabras y convicci<br />
profunda. Y en ambas, la fuerza del Espíritu Santo. Un<br />
ciado breve de todo esfuerzo evangelizador.<br />
3. Dios y el César<br />
(Mt 22,15-21)<br />
Astuta tentación para poner a prueba a Jesús. Intento de<br />
que confronte a los dos poderes en juego: el de Dios con<br />
del César; el del César con el de Dios.<br />
La respuesta de Jesús se ha utilizado siempre para<br />
distinguir esferas-, la civil y la religiosa. Cuando no hay t<br />
distinción, se siguen las confusiones y funcionan los<br />
atropellos. Las dos esferas son independientes. Pero, es<br />
Dios mismo quien instituye a la autoridad civil, incluso<br />
en el caso de aquellos que aún no lo reconocen (primera<br />
lectura). Pero, aun procedente de Dios, tiene esta autoridad<br />
su ámbito y sus propios fines, que es preciso respet<br />
«Dad al César ¡o que es del Cesan).<br />
Pero tampoco puede el César invadir el espacio que co<br />
rresponde a Dios-. «Dad a Dios lo que es de Dios». Dios n<br />
puede quedar arrinconado. Ni la historia puede cortar el<br />
«cordón umbilical» que la une al origen y a la meta de las<br />
cosas.<br />
Los caminos son distintos, y ambos gozan de su justa<br />
autonomía. Pero ambos tienen en Dios el origen, dirigién<br />
dose los dos a una única meta.<br />
En un lenguaje actual, podríamos hablar de que es<br />
preciso no confundir secularidad con secularismo, ni<br />
laicidad con laicismo. Y con el Concilio, hablaríamos de<br />
la legítima autonomía de las realidades temporales -in-
cluida la política-. Pero una autonomía -diríamos- que<br />
no corta el cordón umbilical que a toda realidad humana<br />
la liga con el Creador.<br />
Dios y el César<br />
Entre el César y Dios no hay competencia.<br />
Tiene cada nivel su autonomía.<br />
Todo en la creación es armonía,<br />
que condice poder y omnipotencia.<br />
La fe no invade el campo de la ciencia,<br />
pues el valor no quita cortesía;<br />
no humilla a ningún ser la jerarquía<br />
ni empaña el albedrío de la obediencia.<br />
Ciro es ungido, pese a ser pagano,<br />
y el mismo Dios lo lleva de la mano<br />
-liberando a Israel- a la victoria.<br />
No le importa la fe en ningún momento:<br />
lo elige como dócil instrumento<br />
de su amor en el curso de la historia.
Trigésimo domingo<br />
1. «Los» preceptos del amor<br />
(Éx 22,20-26)<br />
Gran parte del Código legal del Éxodo se refiere a las relaciones<br />
interhumanas. Una aplicación concreta de la rela<br />
horizontal que produce la alianza. La alianza con su Dios<br />
no hace que el pueblo mire tan sólo hacia arriba, para<br />
ser fiel a lo pactado. La alianza le hace también mirar<br />
hacia el prójimo. En el hombre se defiende o se maltrata l<br />
causa del mismo Dios.<br />
Ni opresión ni vejación al forastero..., subrayando la<br />
zón: «También vosotros fuisteis forasteros en Egipto».<br />
Gratuitamente recibieron la mirada y la visita del Dios<br />
liberador. Ahora les toca a ellos expresar la misma actitud<br />
liberadora.<br />
Nada de explotar a las viudas y a los huérfanos (exp<br />
para señalar a las clases más débiles del pueblo) ¡Que<br />
no se puede repetir hacia dentro la humillación que ellos<br />
mismos sufrieron causada por los de fuera!<br />
Nada tampoco de usura ni cualquier aprovechamient<br />
de la debilidad económica del prójimo. No se puede<br />
«comprar» al débil, aprovechando sus necesidades para<br />
el interés personal.
En todo comportamiento con el prójimo es Dios mismo<br />
quien está puesto en causa.- «Si gritan a mí, yo los escucharé,<br />
porque soy compasivo».<br />
2. La alegría de la Palabra acogida y anunciada<br />
(ITes 1,5c-10)<br />
Continúa el diálogo de Pablo con la Iglesia de Tesalónica.<br />
La mayor alabanza del Apóstol, que acogieron la Palab<br />
Una acogida que se realiza en medio de dificultades:<br />
«Entre tanta lucha». Pero también la actitud imprescindible<br />
para acogerla como Buena Nueva: «Con alegría del<br />
Espíritu Santo».<br />
La Palabra acogida se convierte en los tesalonicenses<br />
en Palabra anunciada. Y anunciada, ante todo, con la vid<br />
«Llegasteis a ser un modelo para todos los creyentes». Es<br />
toda la comunidad la que se ha hecho misionera... ¡y a lo<br />
grande! «Desde vuestra comunidad, la palabra del Señor<br />
ha resonado no sólo en Macedonia y en Acaya, sino en<br />
todas partes».<br />
Ha sido una tarea misionera cercana-. Pablo no tiene<br />
explicar nada, «porque su fe en Dios ya ha corrido de<br />
boca en boca». Y ha sido una evangelización testimoni<br />
Ellos han contado su propia experiencia a los demás:<br />
Han abandonado los ídolos para seguir al Dios vivo y<br />
verdadero.<br />
Marcada por la esperanza escatológica, la comunidad<br />
de Tesalónica añade a su predicación su mirada hacia e<br />
futuro: viven «aguardando la vuelta de jesús, el Hijo, desde<br />
el cielo». Apertura a la Parusía, fundada en el núcleo de<br />
la fe: aguardan «a que se manifieste quien ha resucitado<br />
a Jesús de entre los muertos».
3. «El» precepto del amor<br />
(Mt 22,34-40)<br />
Gracias a aquel fariseo que quiso poner a prueba a Jesús,<br />
tenemos de sus propios labios el resumen de todos sus<br />
preceptos.<br />
A Jesús le preguntaron por el precepto primero y el más<br />
fundamental del conjunto de la Ley. Responde con la<br />
recitación cotidiana de todo piadoso israelita: «Amarás<br />
al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma,<br />
con todo tu ser». El mismo Jesús recitaría a diario el<br />
«shema», el «escucha, Israel», con el que se introduce el<br />
mandamiento del amor a Dios.<br />
Pero, en labios de Jesús, hay otro mandamiento que,<br />
aunque segundo, «es semejante al primero». Tanta es la semejanza<br />
que no se puede dar el uno sin el otro. «Estos<br />
diez mandamientos se encierran en dos», aprendimos ya<br />
desde niños en el catecismo, que se inspiraba en esta<br />
respuesta de Jesús.<br />
La semejanza de amores eleva el amor al prójimo, dándole<br />
un rango teológico... Las expresiones de este amor enunciadas<br />
en la primera lectura, las que jalonaron la vida<br />
de Israel y han embellecido la vida de la Iglesia son, en<br />
definitiva, expresiones de un mismo amor a Dios, unido<br />
por voluntad expresa de él de manera indisoluble al amor<br />
a nuestro prójimo.<br />
Lo resume así nuestro soneto: «Amar es convivir sin<br />
hacer daño,/ dialogar sin trastienda y sin engaño,/ rendir<br />
con humildad las sinrazones.../ compartir la escasez o<br />
la abundancia/ y dejar a tu paso la fragancia, de la Ley<br />
encarnada en tus acciones».
Ama y haz lo que quieras<br />
«Ama y haz lo que quieras...». ¡Qué evidencia<br />
suma san Agustín al Mandamiento!<br />
Porque el amor es más que sentimiento...,<br />
es fuego que transforma la querencia.<br />
Amar es eficacia, no apariencia<br />
o ensoñación sin quicio ni cimiento...,<br />
es obrar con sentido y argumento<br />
a la luz cenital de la conciencia.<br />
Amar es convivir sin hacer daño,<br />
dialogar sin trastienda y sin engaño,<br />
rendir con humildad las sinrazones...,<br />
compartir la escasez o la abundancia<br />
y dejar a tu paso la fragancia<br />
de la Ley, encarnada en tus acciones.
Trigésimo primer domingo<br />
1. La ley convertida en un tropiezo<br />
(Mal I,l4b-2,2b.8-l0)<br />
Puestos para guiar, los sacerdotes se convierten en<br />
tropiezo. Acusación de Malaquías de una dureza implacable.<br />
A los sacerdotes de Jerusalén les falta obediencia y<br />
disponibilidad ante el nombre del Señor. Recibirán de Él l<br />
maldición.<br />
Los guías se han apartado del camino; los acompañantes<br />
hacen tropezar a muchos; los custodios de la<br />
alianza, la invalidan... ¡Sombrío panorama! Los pecados<br />
de los sacerdotes se resumen en «no haber guardado mi<br />
caminos». Pero se destaca uno de ellos: «Os fijáis en las<br />
personas al aplicar la Ley». La injusta acepción de perso<br />
que tanto sufrimiento y dolor causó siempre en los humildes.<br />
Y es que, con la acepción de personas, se ofende al P<br />
de todos. La pregunta retórica de Dios a estos parciales<br />
sacerdotes es convincente y tierna: «¿No tenemos todos<br />
a un mismo Padre?». Ya apuntaba Malaquías a la común<br />
filiación para urgir fraternidad. La imagen y semejanza<br />
impresas por el Creador a todos nos alcanza, sin exclu-
siones parciales: «¿No nos creó el mismo Señor?»,<br />
Y la impresionante implicación de Dios en las ofensa<br />
al prójimo. Es el mismo nombre de Dios el que queda<br />
profanado, «cuando un hombre despoja a su prójimo».<br />
2. El rostro materno de la acción pastoral<br />
(lTes2,7b-9.I3)<br />
Desahogo personal de Pablo con la Iglesia de Tesalónica...<br />
Un desahogo realizado con exquisita ternura. Los ha<br />
tratado, en efecto, «como una madre cuida de sus hijos».<br />
Un «oficio materno» que subraya toda la fuerza oblativa<br />
del cariño. Él es el motor de una entrega sin reservas. E<br />
un cariño tan grande, «que deseábamos entregaros no<br />
sólo el evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias<br />
personas» (¡qué diferencias con «los guías» de la primera<br />
lectura).<br />
Y es un cariño acreditado por las obras: los trabajos<br />
Evangelio. A los esfuerzos y fatigas, añade Pablo el gesto<br />
de la gratuidad: «Trabajando día y noche, para no serle<br />
gravoso a nadie».<br />
El cariño es recíproco. Pablo ve recompensado su<br />
trabajo por una respuesta generosa por parte de los tésal<br />
nicenses «que le habían ganado su amor».<br />
La respuesta tiene que ver con la acogida de la Palab<br />
En medio de tanto y tan fiel recíproco cariño, la acogida<br />
no se refiere a la palabra de Pablo («no la acogisteis<br />
como palabra de hombre»), sino a la misma palabra de<br />
Dios (la acogisteis, «tal cual es en verdad, como palabra<br />
de Dios»).<br />
El recíproco cariño entre Pablo y la comunidad encuent<br />
una referencia última: «La palabra de Dios que permane-
ce operante en vosotros, los creyentes»... Una Palabra<br />
que es más grande que Pablo y que la comunidad de<br />
Tesalónica.<br />
3. La ley convertida en fardo<br />
(Mt 23,1-12)<br />
No es menos dura la denuncia de Jesús contra los líderes,<br />
comparada con la de Malaquías (primera lectura).<br />
Ambas tienen en común una queja. Ponen ambas en el<br />
punto de su mira a aquellos que agobian a los demás<br />
con cumplimiento de leyes, quedándose ellos al margen:<br />
«Dicen, pero no hacen». Estos no se merecen la escucha:<br />
«Porque no hacen lo que dicen». «No hagan lo que ellos<br />
hacen».<br />
Son muchos los motivos de la queja de jesús-, imponen a<br />
otros las cargas que ellos mismos no están dispuestos a<br />
llevar; obran por ostentación: «Para que los vea la gente»;<br />
les gusta hacer las cosas con boato y son ambiciosos a<br />
la hora de escoger los puestos: «Les gustan los primeros<br />
puestos en los banquetes y los puestos de honor en las<br />
sinagogas»; disfrutan con que otros se humillen ante<br />
ellos: «Que les hagan reverencias por las calles y que la<br />
gente los llame "maestros"».<br />
No deben de ser nunca así los líderes cristianos. Su calidad<br />
es de hermanos y no de padres ni jefes... Del propio<br />
Jesús han aprendido la norma: «El primero entre vosotros<br />
sea vuestro servidor». Podemos rogar con nuestro soneto:<br />
«Guarda mi alma, Señor, de la arrogancia,-/ de la ambición<br />
mezquina y traicionera;/ que la unción, entendida<br />
a tu manera,/ me aleje del boato y la jactancia».
Predicar y dar trigo<br />
Guarda mi alma, Señor, de la arrogancia,<br />
de la ambición mezquina y traicionera;<br />
que la unción, entendida a tu manera,<br />
me aleje del boato y la jactancia.<br />
Ayúdame en cualquiera circunstancia<br />
a henchir de su presencia cada espera,<br />
a encender con tu luz cada ceguera<br />
y aliviar la escasez con tu abundancia.<br />
Que al decir con rigor el Padrenuestro,<br />
te aclame como el jefe y el maestro,<br />
situado al nivel de mis hermanos.<br />
Que en senda abrupta o en jornada larga<br />
ayude a todos a llevar su carga<br />
hasta dejar sus vidas en tus manos...
Trigésimo segundo domingo<br />
1. La vela y la madrugada<br />
para encontrar la Sabiduría (Sab 6,12-16)<br />
Cercanos ya al final del año litúrgico, la liturgia nos<br />
confronta con la espera vigilante. Una vigilia y espera qu<br />
tienen su recompensa en el encuentro anhelado.<br />
En la primera lectura es la Sabiduría la que nos sale<br />
al encuentro: «La ven fácilmente los que la aman, y la<br />
encuentran los que la buscan». Ella misma toma la iniciativa...<br />
y se muestra. Y espera, paciente, a todos los que<br />
la buscan<br />
Hay quienes la desean y hasta madrugan por ella. Allí «<br />
encuentran, sentada a la puerta». Los hay que velan por<br />
ella y, en su vigilia, «pronto se ven libres de preocupaciones»<br />
Aunque no todos velan ni madrugan... Pero, también<br />
para ellos, ella misma se convierte en buscadora del encuentro<br />
«Va de un lado para otro, buscando»; eso sí,<br />
buscando «a quienes la merecen». Con benignidad, ella<br />
anda por los caminos, «y les sale al paso en cada pensamiento»<br />
Una hermosa descripción de la «.inquieta Sabiduría»
toda costa, quiere el encuentro para comunicar todo<br />
aquello que ella es y todo lo que posee. Hacemos la<br />
súplica de nuestro soneto: «¡Oh Dios, Tú eres mi Dios,<br />
por ti madrugo!/ Anhela mi alma tu Sabiduría./ Llueve sus<br />
aguas sobre mi sequía...,/ pon sabor en mis labios con su<br />
jugo».<br />
2. La «suerte» de los difuntos<br />
(ITes 4,13-17)<br />
Lo que toca a los difuntos es su «suerte». ¿Mirarla con<br />
aflicción y honda desesperanza? Es duro el que nuestra<br />
vida venga a acabar en la tumba. Una brecha queda abier<br />
en lo más hondo del hombre. Para cerrar esa brecha escribe<br />
Pablo a los cristianos de Tesalónica. No los quiere<br />
afligidos ni desesperados ante el misterio de la muerte,<br />
como ocurría con tantos a su alrededor. Como ocurre y<br />
ocurrirá siempre: confrontados con el misterio del fin.<br />
La clave hay que buscarla en la resurrección de jesú<br />
Creída por la fe, la resurrección no es un «acontecimiento»<br />
que afecte tan sólo a Jesús. Ella abarca mucho más:<br />
«A los que han muerto en Jesús, Dios los llevará con él».<br />
Nuestra unión sacramental en el bautismo con Jesús crucificado<br />
es también una unión con jesús resucitado-. «Un<br />
con él con una resurrección como la suya»<br />
Queda fuera de lugar la preocupación por la «suerte»<br />
de los muertos. Se trata de una «buena suerte»: ser los<br />
primeros en estar con el Señor, aventajando a los que<br />
quedamos vivos. Llegar antes a la meta; ser, por tanto,<br />
los primeros vencedores.
3. La vela para encontrar al Señor<br />
(Mt 25,1-13)<br />
La exhortación final da el tono a todo el texto: «Velad,<br />
porque no sabéis ni el día ni la hora». Se trata también<br />
de un encuentro. Un encuentro que es seguro, pero incierto.<br />
Su espera puede producir pereza y hasta sueño.<br />
Dos actitudes frente a la espera, reflejadas en dos gru<br />
de doncellas. La parábola sólo se fija en su vela. No se<br />
trata de juzgar si las doncellas sensatas fueron poco<br />
generosas con las necias. Es una imagen sencilla con la<br />
simple intención de comparar un encuentro logrado con u<br />
encuentro fallido.<br />
El secreto está en el aceite sobrante. En el aceite llevad<br />
por si la espera era larga. Las unas se proveyeron; las<br />
otras se descuidaron. La previsión o el descuido de llenar<br />
buenas obras el largo tiempo de espera.<br />
E! encuentro se realiza, si es que el aceite rebosa; pe<br />
cuando el aceite falta no puede lucir la lámpara que permita<br />
el poder reconocerse: «Os aseguro, no os conozco».<br />
No puede darse una mayor frustración para quien esperaba<br />
el encuentro. Les vino a faltar aceite para poder<br />
«alumbrarlo».
Cuando llegue el Esposo<br />
«¡Oh Dios, Tú eres mi Dios, por ti modrugo!».<br />
Anhela mi alma tu Sabiduría.<br />
¡Llueve sus aguas sobre mi sequía...,<br />
pon sabor en mis labios con su jugo!<br />
Quiero nutrir mi fe con un mendrugo<br />
de su pan suculento, cada día...,<br />
vocear por las plazas su valía<br />
tras rumiarla en la sombra de mi ostugo...;<br />
ir a su luz urdiendo la esperanza<br />
y el amor radical con que se alcanza<br />
la vida en la fontana de su centro...,<br />
y aderezar con su óleo generoso<br />
mi lámpara, aguardando a que el Esposo<br />
llegue, resucitado, hasta mi encuentro.
Trigésimo tercer domingo<br />
1. Para saber trabajar en la espera<br />
(Prov 31,10-13.19-20.30-31)<br />
Un canto al trabajo honrado y bien hecho. Se concreta<br />
en el ejemplo de una mujer hacendosa y con gracejo.<br />
Una cascada de alabanzas que vienen a terminar en un<br />
verdadero canto «por el éxito de su trabajo».<br />
Ese canto al trabajo resuena en la primera lectura de<br />
la liturgia de este domingo. La espera en la venida del<br />
Señor nunca podrá convertirse en una esperanza pasiva<br />
Para una esperanza activa, esta mirada a la exaltación de<br />
trabajo en el Antiguo Testamento.<br />
Más allá de la referencia utilitarista que la mujer trabajadora<br />
reporta a su marido, hay en el texto afirmaciones<br />
hermosas sobre el trabajo, concretado en este ejemplo<br />
de una mujer hacendosa.<br />
Es un trabajo que da a la persona más valor que las<br />
perlas. Y es de más consistencia que el gracejo y la hermosura.<br />
Es fruto del temor de Dios, y da lugar para poder<br />
compartir: «Abre sus manos al necesitado y extiende el<br />
brazo al pobre». Es causa de la mejor pública alabanza<br />
de la gente: «Sus obras se alaban en la plaza».
Retenemos este valor del trabajo con el que el ser hu<br />
mano (hombre/mujer) multiplica los bienes recibidos para<br />
ser administrados, los comparte y, por su gran actividad,<br />
recibe la alabanza.<br />
2. Como un ladrón en la noche<br />
(ITes 5,1-6)<br />
Las especulaciones sobre la venida gloriosa del Señor hacían<br />
las delicias de muchos en la Iglesia primitiva (...y la<br />
siguen haciendo en grupos religiosos cristianos de cuño<br />
apocalíptico). Tesalónica fue testigo de muchas de estas<br />
especulaciones. El anuncio de una llegada inminente del<br />
Señor desactiva la esperanza activa. Introduce al creyent<br />
o a la entera comunidad en una pasividad perezosa y<br />
culpable.<br />
Pablo apela a lo que los tesalonicenses «saben perfectamente».<br />
Él lo habría repetido con frecuencia: «Que el<br />
día del Señor llegará como un ladrón en la noche». Y saca<br />
las consecuencias: será un día repentino y de improviso.<br />
Es inútil hacer cálculos. Y a muchos los sorprenderá desprevenidos...<br />
Pero hay otro tipo de espera: quien no vive en la noche<br />
ni en las tinieblas no debe temer nada... Para ese,<br />
no hay sorpresas de los ladrones nocturnos, porque ha<br />
hecho toda su vida una experiencia del día. Y en el día<br />
ha establecido su existencia. Una permanente vigilia co<br />
una preparación que nunca el sueño interrumpe. Así lo<br />
recuerda nuestro soneto: «Alejado de necias fantasías/<br />
realiza tu deber aquí y ahora/ como si al sol de la siguiente<br />
aurora/ fuera a ocurrir la vuelta del Mesías».
3. La encomienda de un trabajo permanente<br />
(Mt 25,14-30)<br />
La parábola de los talentos cierra el pequeño ciclo de los<br />
últimos domingos del tiempo ordinario. Y nos fija la mirada<br />
en el compromiso con la tierra. Son domingos de sa<br />
escatológico. Pero, bien lo sabemos ya, la escatología no<br />
nos saca de ¡a historia.<br />
No importa lo que hayamos recibido. Lo que importa<br />
es recibirlo «con gratitud» y trabajarlo «.con empeño-». N<br />
tros bienes no son nuestros. Nos han sido encomendados.<br />
Pero están en nuestras manos. No para ser cautelosamente<br />
guardados; lo están para ser multiplicados;<br />
y aumentados en un serio compromiso, ser de nuevo<br />
devueltos a las manos que los dieron.<br />
¡Que no podemos ser en la vida «empleados negligentes<br />
y holgazanes»! Quedarnos sin realizar la tarea<br />
significa no llenar nuestra existencia de la obediencia a<br />
la herencia y al mandato: «Llamó a sus empleados y los<br />
dejó encargados de sus bienes». Nos viene a la memoria<br />
el encargo del cuidado de la tierra que, al principio, hiz<br />
Dios a los humanos... Y la espera se nos llena así de un<br />
empeño permanente en devolver al Señor los bienes mult<br />
plicados.
Negociar los talentos<br />
¡Vendrá el Señor! No gastes energías<br />
especulando el cómo, el día o la hora...<br />
Vendrá sin adelanto ni demora.<br />
¡Negocia los talentos y los días!<br />
Alejado de necias fantasías,<br />
realiza tu deber aquí y ahora<br />
como si al sol de la siguiente aurora<br />
fuera a ocurrir la vuelta del Mesías.<br />
Teme al Señor y sigue su camino:<br />
te nutrirá, sabroso el pan y el vino<br />
de tu trabajo y de su Eucaristía.<br />
Medrarás en los hijos..., y tu esposa<br />
será parra fecunda y vigorosa<br />
en al cálido hogar de la alegría.
1. El Rey-Pastor<br />
(Ez 34,11-12.15-17)<br />
Cristo, rey del universo<br />
Culmina el año litúrgico con la solemnidad de Cristo Rey.<br />
La gloria universal que supone su Reinado realiza la profe<br />
cía de Ezequiel sobre un futuro pastoreo universal de Di<br />
Frente a la ineficacia de todos los reyes-pastores de<br />
su pueblo, el mismo Señor se auto presenta como el futuro<br />
Rey-Pastor: «Yo mismo en persona buscaré mis ovejas,<br />
siguiendo su rastro». La iniciativa es una búsqueda<br />
que parte de Dios. Una búsqueda que es liberadora: «La<br />
libraré, sacándolas de todos los lugares donde se dispersaron».<br />
Dispersión y alejamiento son un mal para las ove<br />
Acontecieron en «un día de oscuridad y nubarrones».<br />
El Señor ofrecerá también nuevos pastos, y con sus cui<br />
dados podrán las ovejas descansar. Un pastoreo ideal que<br />
en Israel, esperaba al mediador que algún día lo hiciera<br />
realidad.<br />
En el pastoreo de Dios hay una preferencia: los débil<br />
y perdidos, los enfermos y descarriados...; todas aquellas<br />
ovejas que los reyes-pastores de Israel no habían sabido<br />
o no habían querido cuidar.
Tal cuidado de Dios engendra responsabilidad. No pue<br />
den las ovejas quedarse indiferentes. Ya no pueden poner<br />
el pretexto de estar abandonadas, como si no tuvieran<br />
pastor. Por eso, el Rey-pastor va a pedir la respuesta:<br />
«Voy a juzgar entre oveja y oveja; entre carnero y macho<br />
cabrío».<br />
2. «Cristo tiene que reinar»<br />
(ICor 15,20-26.28)<br />
La resurrección de Jesús como «primicias-» desencaden<br />
una corriente de resurrección y de vida que alcanza a<br />
todo el universo. En las primicias, en efecto, ya quedaba<br />
consagrado el conjunto de la cosecha. Hubo una<br />
«primicia» de muerte en el primer hombre, Adán; y hay<br />
una «primicia de vida, en Cristo», el hombre nuevo y<br />
definitivo.<br />
El primero, por tanto, Cristo. Con él, todos los cristianos,<br />
«cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino».<br />
Antes, habrá acontecido «la aniquilación de todo principado,<br />
potestad y fuerza». Liquidación que es liberación<br />
de todas las fuerzas que someten y esclavizan. Sobre ella<br />
el reinado de Cristo como salvación, gracia y verdad... U<br />
reino «que sufre violencia»... «hasta que Dios haga de<br />
sus enemigos estrado de sus pies» y se vea aniquilado el<br />
último enemigo: la muerte.<br />
El reinado de Cristo habrá consistido, pues, en aquel<br />
proceso de gracia que reconduce todo lo creado a la<br />
meta que estuvo también en su origen... Será el momento<br />
final y el gran comienzo: «Dios lo será todo en todos».<br />
Impresionante «recapitulación» de todas las cosas en<br />
Cristo. En él todas ellas retornan al Padre.
3. El juicio del Rey-Pastor<br />
(Mt 25,31-46)<br />
Terminaba el texto de Ezequiei (primera lectura) con el<br />
anuncio del juicio entre oveja y oveja... El evangelio de<br />
Mateo ve ese juicio realizado por Jesús, el Hijo del Hombre<br />
a quien Dios le dio el poder de juzgar.<br />
La escena es impresionante y conmovedora. Impresiona<br />
por su solemnidad; conmovedora por su contenido. La<br />
solemnidad hace de Jesús el Rey que discierne entre los<br />
suyos. Lo sienta en su trono y lo rodea de todos sus ángeles.<br />
Señal y expresión de que algo importante está por<br />
suceder.<br />
Importante es el juicio. Sorprendente, el contenido E<br />
discernimiento se juega en el trato otorgado o negado<br />
a los débiles. El acento sobre el Rey-Pastor de Ezequiei,<br />
buscador de débiles y descarriados, pasa en Mateo a la<br />
oveja débil y necesitada: «Tuve hambre, estaba desnudo,<br />
enfermo y encarcelado, fui forastero...». Es la densidad<br />
que tiene la especial encarnación de Jesús en los pobres.<br />
El trato compasivo a los pobres no es un simple mandato<br />
del Pastor-Rey; es la misma relación con el Pastor<br />
la que está en juego. Identificación que hará decir a Juan<br />
Pablo II que estamos «frente a una página de cristología<br />
y no simplemente de moral».<br />
Lo sorprendente es, en efecto, que uno no se encuentra<br />
con un simple mandato cumplido, sino con una<br />
relación especial con el Señor asumida u omitida. Por<br />
eso, el «estar» futuro con Cristo será también diferente:<br />
«en Cristo», con Dios; «sin Cristo», el castigo eterno.
El redil es tu Reino<br />
¡Ven, ven, Señor Jesús! Tu pueblo espera,<br />
ven a dar plenitud a tu reinado.<br />
El rebaño que el lobo ha dispersado,<br />
husmea los rastros de tu cabañera.<br />
¡Ven, ven, Señor Jesús, pronto a su lado!<br />
Remedia su extravío y su cojera;<br />
condúcelo al festín de tu pradera...,<br />
a la fuente lustral de tu cuidado.<br />
Haz que por la fe vea en lontananza<br />
el soñado redil; guía su esperanza<br />
por rizales, quebradas y recodos...<br />
El redil es tu Reino..., la certeza<br />
de una grey, ensamblada a su Cabeza,<br />
para que Dios lo sea todo en todos.
SOLEMNIDADES<br />
Y FIESTAS<br />
«.Con todos tus santos,<br />
cantamos para ti»
La Presentación del Señor<br />
(2 de febrero)<br />
1. Una entrada purificadora<br />
(Mal 3,1-4)<br />
La entrada del «mensajero» en el santuario es subrayada<br />
con especial intención por el Profeta. Hay una invitación<br />
apremiante: «Miradlo entrar». Porque no es una entrada<br />
cualquiera. El Mensajero llega al templo para purificarlo.<br />
Las imágenes no pueden ser más expresivas. Designan<br />
una purificación a fondo: fuego y lejía. El fuego del<br />
fundidor que separa los metales de la ganga; la lejía del<br />
lavandera que arranca la suciedad más pertinaz.<br />
La finalidad de la entrada es, pues, la purificación del<br />
templo y de su culto. Se habían deteriorado las ofrendas<br />
y quedaba para Dios lo que ya nadie quería ni para su<br />
propio uso. Esa es la preocupación de este profeta posexílico.<br />
Es verdad que ha cambiado «el motivo» de la<br />
preocupación profética por el culto, comparado con la<br />
profecía clásica. Pero, en el fondo, se mantiene la misma<br />
insistencia: a Dios no se le da cualquier cosa,- El pide<br />
siempre «la ofrenda como es debido» (la ofrenda «como<br />
Dios manda»).
2. Jesús, «sumo sacerdote en lo que se<br />
refiere a Dios» (Heb 2,14-18)<br />
La presentación de Jesús en el Templo inaugura su relación<br />
con esta central institución del pueblo judío. Con<br />
fina sensibilidad, la liturgia de la Iglesia introduce en este<br />
contexto la enseñanza de Hebreos sobre el sacerdocio<br />
de Cristo. Sacerdocio y templo son realidades que se<br />
reclaman mutuamente.<br />
Pero, con la lectura de Hebreos, se quiere subrayar la<br />
originalidad de esa relación en el caso de Cristo. Entra al<br />
Templo quien dirá de sí mismo ser el nuevo templo de<br />
Dios. Se somete a un acto de culto quien inaugurará el<br />
«culto en espíritu y en verdad».<br />
La indicación va, pues, en la línea del nuevo culto-.<br />
aquella nueva relación con Dios que parte del compartir<br />
solidario con los hermanos que han de ser relacionados:<br />
«Tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser<br />
un sumo sacerdote compasivo y fiel». La expiación de los<br />
pecados pedía de Jesús solidaridad con los pecadores.<br />
Una solidaridad llevada hasta el extremo. Hasta un<br />
amor entregado y dolorido. Un paso a través del dolor<br />
que es la credencial de Jesús para poder realmente auxiliar...<br />
El Templo y el culto han sido realmente purificados<br />
por el fuego y la lejía de la entrega de Jesús a una muerte<br />
de cruz.<br />
3. «Una espada te atravesará el alma»<br />
(Le 2,22-40)<br />
En el día de la presentación de Jesús en el Templo, la<br />
mirada se nos va también a la Madre. Para ella fue el día
de su «purificación». Y a ella se dirigió también el anciano<br />
Simeón.<br />
De manera sencilla, nos dice Lucas: «Su padre y su<br />
madre estaban admirados por lo que se decía del niño».<br />
Una admiración frecuentemente referida por Lucas en el<br />
evangelio de la infancia Como si nos quisiera expresar<br />
un conocimiento progresivo de sus padres acerca de la<br />
identidad más honda de Jesús. En la Presentación, de su<br />
identidad como luz y salvación para todas las naciones y<br />
para gloria de Israel.<br />
No será, sin embargo, un espectacular camino de<br />
gloria el que le espera. Será una «bandera discutida-» en u<br />
discernimiento de corazones. En muchos, la actitud de<br />
su corazón será tan contraria a lesús que se deja entrever<br />
lo que será su muerte y pasión.<br />
Ese contexto de pasión da una «densidad dolorosa» a la<br />
bendición de Simeón: «Simeón ios bendijo, diciendo a<br />
María: y a ti, una espada te traspasará el alma». Comunión<br />
de la Madre en una luz que alumbra desde la oscuridad<br />
del sufrimiento, transformado en necesario paso a<br />
la gloria.
Llega a su casa mi Señor<br />
Llega a su Cosa mi Señor, ungido<br />
luz de fe para todas las naciones...,<br />
prenda y rescate de los corazones,<br />
que el pecado de Adán había rendido.<br />
Fuego de fundidor enardecido<br />
será el amor que impulse sus acciones...,<br />
lejía de lavandero a borbotones<br />
su sangre, cuando sea suspendido...<br />
Llega a su Cosa mi Señor... Proclama<br />
Simeón el consuelo que derrama<br />
sobre Israel el Hijo prometido<br />
Ana, la profetisa -anciana y rica<br />
en oración y ayunos- testifica<br />
la salvación de Dios, que se ha cumplido.
San ]osé, esposo de la Virgen María<br />
(19 de marzo)<br />
1. Una sencilla expresión de la Adeudad de Dios<br />
(2Sam 7,4-5a.l2-14a.l6)<br />
Dios es fiel y cumple sus promesas. Lo hace, sin embargo<br />
de manera tan sencilla que para muchos son cumplimientos<br />
que pasan desapercibidos. La importante profecía de<br />
Natán sobre la solidez y firmeza del trono de David tiene<br />
en José un eslabón tan importante como sencillo.<br />
Importante, porque a través de José, Jesús queda arraigado<br />
en la historia concreta de su pueblo. Y queda arraigado<br />
«como la descendencia que saldrá de tus entrañas»,<br />
para que la realeza quede definitivamente consolidada.<br />
El futuro Rey esperado; aquel tan cercano a Dios que<br />
se podrá decir de su mutua relación: «Yo seré para él un<br />
padre y él será para mí un hijo». Aquel que hace que «el<br />
trono de David permanezca para siempre».<br />
Sencillo, porque el último eslabón de este arraigo, José,<br />
no tiene la espectacularidad del ensueño. Tiene el cercano<br />
cumplimiento de un humilde carpintero. Sencillez<br />
que causa extrañeza, y corrige expectativas grandiosas.<br />
De la «descendencia anhelada» se preguntarán muchos<br />
con escepticismo: «Pero, ¿no es este el hijo de José, el<br />
carpintero?».
2. La promesa asegurada para la descendencia<br />
(Rom 4,13.16-18.22)<br />
El texto de la Carta a los romanos sirve para situar a José<br />
en el contexto de la promesa gratuita de Dios a Abrahán.<br />
Uno de los aspectos de la promesa fue la descendencia.<br />
recuerda Pablo, «no sólo para la descendencia legal, sino<br />
también de la que nace de la fe de Abrahán».<br />
Paternidad, descendencia, promesa, gracia, fe... es el<br />
contexto en que se mueve la respuesta del creyente. La<br />
paternidad por la fe y la descendencia de gracia son el<br />
específico de José... También él «creyó contra toda esperanza»,<br />
superando las dudas de su paternidad singular.<br />
No según la carne, pero sí según la fe, puede ver losé<br />
realizada en su historia personal la promesa hecha a<br />
Abrahán: «Así será tu descendencia».<br />
3. Los reparos de losé y su fidelidad obediente<br />
(Mt 1,16.18-21.24a)<br />
No disimula Mateo la zozobra de ]osé ante un hecho inesperado<br />
y, para él, inexplicable: «Antes de vivir juntos,<br />
resultó que ella esperaba un hijo». Hasta ahí, la experiencia<br />
de (osé. Que fuera «del Espíritu Santo» se le revelará<br />
después.<br />
Desde una duda real, toma la decisión (osé: «Decidió repudiarla<br />
en secreto». Una delicadeza humana del esposo<br />
que Mateo atribuye a su integridad: «Como era justo y no<br />
quería denunciarla...». Con justicia bondadosa supera la<br />
legalidad. Le interesa más su esposa que la ley.<br />
Y en la misma duda se hace la luz. Mediante el sueño<br />
revelador le llega la claridad. No se encuentra ante una
falta que se merezca el repudio; está ante el misterio que l<br />
pide adoración: «La criatura que hay en ella viene del Espí<br />
ritu Santo».<br />
Y, desde entonces, a él se le encargan las funciones de<br />
padre Le corresponderá a él ponerle el nombre. Un nombre<br />
que le es dado; fosé recibe una orden: «Y tú le pondrás<br />
por nombre Jesús». Pero le tocará a él como padre<br />
aquel acto importante de dar nombre al recién nacido,<br />
losé acogió, nombró y acompañó desde una fidelidad<br />
obediente. Así lo llama nuestro soneto: «¡losé! Luz de<br />
silencio clamoroso/ Fidelidad tallada en la obediencia./<br />
Atalaya de fe. Flor de paciencia».<br />
Custodio fiel<br />
¡José! Luz de silencio clamoroso.<br />
Fidelidad tallada en la obediencia.<br />
Atalaya de fe. Flor de paciencia.<br />
Chortal de amor continuo y pudoroso.<br />
Regostadero del dolor gozoso.<br />
Abrigo en el acoso y la inclemencia.<br />
Sin par testigo de la trascendencia.<br />
Artesano del gozo doloroso.<br />
Honesto hasta dejárselo de sobra,<br />
oye en sueños a Dios y al punto obra,<br />
ahogando en la piedad su lucha interna...<br />
Ni una de sus palabras hizo historia;<br />
bastaba su impecable ejecutoria...<br />
¡Custodio fiel de la Palabra eterna!
Anunciación del Señor<br />
(25 de marzo)<br />
1. La virgen está encinta<br />
(Is 7,10-14; 8,10)<br />
Prevaleció en la liturgia de occidente el tiempo biológico<br />
de la concepción y engendramiento de Jesús (25 de<br />
marzo: nueve meses hasta el 25 de diciembre) sobre el<br />
sentido de celebración de adviento que conserva en la<br />
liturgia oriental.<br />
Sea cual sea su colocación temporal, la celebración<br />
tiene un hondo sentido y arraiga de una manera definitiva<br />
al Verbo de Dios en la carne humana de la Virgen.<br />
El oráculo de Isaías al desconfiado rey Acaz es sólo<br />
una señal. Aquella señal que el rey no quería pedir, pero<br />
que el mismo Señor se da: el nacimiento de un niño, con<br />
fuerza salvadora, que su nombre es ya una descripción<br />
de su misión: «Le pondrá por nombre Enmanuel, que<br />
significa "Dios con nosotros"».<br />
La angustia de saber si realmente Dios estaba con su<br />
pueblo acompañó siempre la experiencia histórica de<br />
Israel. Nacido como pueblo de Dios, no fue siempre el<br />
pueblo fiel que mereciera su presencia. Pero, en medio<br />
incluso de la infidelidad y por la fuerza salvadora de
su promesa, Dios va a estar «llegando» continuamente<br />
en todas las etapas de su historia. Isaías refleja una de<br />
esas llegadas, en tiempos de la monarquía, y anuncia<br />
una descendencia salvífica próxima. Pero la profecía qued<br />
abierta a una descendencia salvadora más plena, a través<br />
del engendramiento de una doncella-virgen y de un Hijo<br />
que será en verdad «Dios con nosotros», por ser el Verbo<br />
encarnado.<br />
2. La carne del Verbo: el nuevo sacrificio<br />
(Heb 10,4-10)<br />
Desde la encarnación misma, jesús es el nuevo u definitiv<br />
sacrificio. Él es sacerdote, víctima y altar. De su
meras reflexiones de los Santos Padres se afirmaba.- «Caro<br />
salutis est cardo» («la carne es el quicio de la salvación»).<br />
3. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo<br />
(Le 1,26-38)<br />
«Concebir, engendrar y dar a luz»: misterio de una maternidad<br />
real, de un hijo de carne y hueso como nosotros.<br />
Concebido, sin embargo, al estilo de la grandeza y omnipotencia<br />
de Dios: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la<br />
fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra».<br />
Anuncio de la encarnación del Verbo que se da entre<br />
la alegría, la zozobra, la promesa, la certeza y la esperanza.<br />
La alegría del saludo del ángel; la zozobra de la tími<br />
Virgen que se atreve, no obstante, a «pedir explicaciones»;<br />
la promesa de una intervención especial de Dios en<br />
el seno virginal de la doncella; la certeza de que Dios cumple<br />
su promesa; y la esperanza encerrada ya en el mismo<br />
nombre de lesús: «Yavé salva».<br />
La Anunciación es fiesta de cumplimiento: «Dios está<br />
con nosotros»; es «Enmanuel», compartiendo la misma<br />
carne y viviendo la misma historia de los hombres; «Dios<br />
está con nosotros» porque «es uno de los nuestros»,<br />
«de nuestra carne y sangre», dirá el autor de Hebreos. El<br />
«hágase en mí» de la Virgen y la omnipotencia de Dios<br />
realizaron el misterio. Un misterio de «llamada/respuesta/misión»<br />
que nos hizo a Dios tan cercano. Nos lo hizo<br />
para siempre uno de los nuestros.
Siempre hay una señal<br />
Siempre hay una señal: no la que niega<br />
querer pedir a Dios tu cobardía...;<br />
siempre hay una señal: la que querría<br />
lograr en el aprieto tu fe ciega.<br />
Enmanuel, que se ofrece..., que se entrega,<br />
es la señal de Dios, la garantía<br />
de que al cargar tu cruz de cada día,<br />
tendrás el Cireneo que siempre llega.<br />
«Sé realista y cree lo imposible...».<br />
Si un Arcángel afirma lo indecible,<br />
una Virgen será doncella y Madre.<br />
El Verbo que hizo todo de la nada,<br />
al tiempo de buscarse una posada,<br />
podrá elegir la que mejor le cuadre.
Natividad de san ]uan Bautista<br />
{misa de vigilia y del día)<br />
(24 de junio)<br />
1. «En las entrañas maternas, pronunció mi<br />
nombre» (Jer 1,4-10 -vigilia-; Is 49,1-6 -día-)<br />
La vocación de Jeremías y la vocación del Siervo dan el<br />
contexto bíblico a la Natividad de Juan, el Bautista.<br />
El «antes de nacer» es insistencia en la gratuidad de l<br />
elección: elección, consagración y misión (en las dos primeras<br />
lecturas): llamada-. «Antes de formarte en el vientre<br />
te escogí» (Jeremías); «estaba yo en el vientre, y el Señor<br />
me llamó» (Siervo). Misión: «Te nombré profeta de los<br />
gentiles» (Jeremías); «me nombró siervo suyo... para que<br />
trajese a Jacob, para que reuniese a Israel» (Siervo).<br />
En los dos casos, también el temor. «Ay, Señor, mira<br />
que no sé hablar, que soy un muchacho» (Jeremías); «en<br />
vano me he cansado: en viento y nada he gastado mis<br />
fuerzas» (Sierva)... Y, en los dos casos, la confianza que<br />
procede de la presencia salvadora de Dios: «Yo estoy<br />
contigo para librarte» (Jeremías); «mi derecho lo llevaba<br />
el Señor, mi salario lo tenía mi Dios..., mi Dios fue mi<br />
fuerza» (Siervo).<br />
Hermoso contexto bíblico para encuadrar la aparición<br />
del Bautista. La absoluta iniciativa de Dios en la elección
Jeremías y del Siervo abre el horizonte para «atender» a<br />
la acción de Dios, «.apartando para sí» y para el anunc<br />
de la presencia del «Cordero de Dios» al «más grande de<br />
nacido de mujer», ya desde el vientre mismo de Isabel,<br />
su madre.<br />
2. El tema que investigaron y escrutaron<br />
los profetas<br />
(1 Pe 1,8-12 -vigilia-; He 13,22-26 -día-)<br />
La primera Carta de Pedro se dirige «a los que no vieron<br />
a Jesús, y lo aman; a los que no lo ven ahora y creen en<br />
él». El apoyo de su amor y de su fe: la gozosa experienc<br />
de la salvación.<br />
Una salvación anunciada, investigada y escrutada (los<br />
profetas); una salvación esperada y ansiada para el propio<br />
tiempo; pero una salvación realizada sólo en Cristo Jesús.<br />
Y por tanto, «no para su tiempo» (el de los profetas), sino<br />
para el nuestro; una salvación predicada por quienes son<br />
heraldos del Evangelio. En todo ese proceso de salvación<br />
anunciada y realizada, encaja la figura de Juan el Bautista<br />
(Vigilia).<br />
En esta «sincronización de tiempos», la figura de Juan<br />
el Bautista, anunciador, pero testigo de la realización: «Y<br />
no soy quien pensáis; viene uno detrás de mí a quien no<br />
merezco desatarle las sandalias».<br />
Él es ya el precursor del cumplimiento: «A vosotros -a<br />
través de Juan- se os ha enviado este mensaje de salvación».<br />
Comienza ya el «tiempo vuestro», contrapuesto al<br />
de aquellos que simplemente lo esperaron con no menor<br />
intensidad (Día).
3. La promesa y el cumplimiento<br />
del nacimiento de Juan<br />
(Le 1,5-17-vigilia-; Le 1,57-66.80-día-)<br />
Al nacimiento de fuan le precede su «anunciación». El<br />
anuncio lo recibe Zacarías, su padre, mientras oficiaba en<br />
el Templo. Como en la anunciación de Jesús (en la casa<br />
y no en el templo), el miedo y la turbación. Es la reacción<br />
ante la intensa presencia de lo divino presente (expresado<br />
en la presencia del ángel). Y frente a ese miedo,<br />
la confianza-. «No temas, Zacarías». Y el anuncio-. «Tu m<br />
Isabel, te dará a luz un hijo».<br />
El ambiente se llena de júbilo y esperanza. Para el propi<br />
Zacarías y para todo el pueblo: «Te llenará de alegría y<br />
muchos se alegrarán de su nacimiento». Con ocasión de<br />
la imposición del nombre, al anuncio de la misión-, convertir<br />
a muchos israelitas al Señor... Ir delante del Señor,<br />
«preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto».<br />
Juan es señal y referencia del que viene (Vigilia).<br />
El evangelio del Día se detiene en el nacimiento y el<br />
nombre del Bautista. Con gran sencillez, anuncia Lucas el<br />
nacimiento como «da gran misericordia» que Dios había<br />
cho con Isabel. Y con una cercanía que tiene el sabor de<br />
los acontecimientos del pueblo: «Todos la felicitaban».<br />
Pero el relato se centra en el nombre: no es cuestión<br />
de simple denominación externa; se trata de «resumir<br />
en el nombre la misión». Por eso la reiteración de que se<br />
llamará Juan («Dios se compadece»).<br />
Como el de Jesús, era ya un nombre dado. Por eso Isabel<br />
y Zacarías insisten: «Juan es su nombre». Poco importa<br />
que nadie en la familia se haya llamado así. Hay figuras,<br />
como Juan, que no son un simple acontecimiento familiar.<br />
Está de por medio la misión-. El «anuncio de la com-
pasión de Dios». De aquel Dios, que ya desde el vientre<br />
materno, «estaba con él». El Dios que lo elegía como<br />
precursor.<br />
Testigos como Juan<br />
Si el que en la eternidad te conocía<br />
antes de que estuvieras concebido<br />
te nombra su profeta, de corrido<br />
acude a la misión que te confía.<br />
Si tus ojos no han visto todavía<br />
su rostro, no le cierres el oído;<br />
si para el sacrificio te ha elegido,<br />
une tu sangre con su Eucaristía.<br />
Anega tu corazón en sus razones,<br />
si quieres convertir los corazones<br />
a la luz de tu propio atestamiento.<br />
Juan, que anuncia a Jesús en su bautismo,<br />
ofreció el holocausto de sí mismo<br />
aunque era justo ya en su nacimiento.
San Pedro y san Pablo<br />
{vigilia y día)<br />
(29 de junio)<br />
1. «Te doy lo que tengo»<br />
(He 3,1-10 -vigilia-; He 12,1-11 -día-)<br />
Los apóstoles han salido a cumplir la misión encomendada<br />
por Jesús. Pedro declara lo que sabe tener para<br />
poderlo transmitir: no es ni oro ni plata. No es tan sólo<br />
una doctrina. Es salvación viva y total: «En el nombre d<br />
Jesús Nazareno, echa a andan>. La transmisión de Jesús<br />
fue y sigue siendo salvadora, liberadora de todos los impedimentos<br />
que impiden al hombre caminar. Una salvación<br />
que produce la alegría-, el paralítico sanado entró con<br />
ellos en el templo: «Dando brincos y alabando a Dios»<br />
(Vigilia).<br />
Salvación integral experimentada por el propio Pedro<br />
liberado de la cárcel. La narración relata su dinámica;<br />
casi todo se hace corriendo: «Levántate, échate el manto...<br />
sigúeme». Tan aprisa que tan sólo después reflexiona<br />
Pedro sobre lo ocurrido: «Era verdad; el Señor ha enviado<br />
a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de la<br />
expectación de los judíos» (Día).<br />
Liberado, para seguir él liberando en el nombre de Jesú<br />
con el anuncio del Evangelio y con las señales que a ese
anuncio acompañan. Llamada a cumplir la dinámica de<br />
la misión: Liberados, para liberar; evangelizados, para<br />
evangelizar... Es verdad..., «El Señor nos ha liberadorapostólicamente,<br />
lo ha realizado para hacernos instrumentos<br />
de salvación para los demás.<br />
2. Me envió el que me escogió<br />
desde el seno de mi madre<br />
(Gal 1,11-20 -vigilia-; 2Tim 4,6-8.17-18 -día-)<br />
La liturgia de la Vigilia y del Día de la solemnidad de hoy<br />
centran la segunda lectura en la figura de Pablo; en la<br />
primera lo hacen en la de Pedro.<br />
En la Carta a los gálatas, Pablo hace una especie<br />
de confesión, centrada en su elección como apóstol. C<br />
evidente cuño profético, remonta su vocación hasta el<br />
seno de su madre. Subrayada así la iniciativa divina, ech<br />
una mirada a su pasado personal y señala sin ambages:<br />
«Perseguía a la Iglesia de Dios y la asolaba»: Y, además,<br />
lo hacía «con saña».<br />
La descripción de su pasado no puede ser más sombría<br />
por su parte. Reconocido su error y su maldad, prepara<br />
lo admirable del cambio. De perseguidor se convie<br />
en misionero. ¿Cuál es la clave del cambio? La vocación<br />
reveladora: «El que me llamó, se dignó revelar a su Hijo en<br />
mí». El mismo Pablo será revelación del Hijo para los demás<br />
en su actividad misionera... Porque no podía faltar:<br />
a la vocación sigue la misión-. «Para que yo lo anunciara a<br />
los gentiles» (Vigilia).<br />
El comienzo y el final. En la Carta a Timoteo, una especie<br />
de testamento de Pablo. Entre los dos momentos,<br />
la vida dura y entregada del Apóstol «a los trabajos del
Evangelio». Ahora, se siente ya en la meta. Y resume la<br />
experiencia de su apostolado: «He combatido bien el<br />
combate..., he mantenido la fe». Parecería una «auto alabanza».<br />
Pablo se da cuenta, y apunta al origen y sustento<br />
de toda su experiencia misionera: «El Señor me ayudó y<br />
me dio fuerzas». Y ahora, la mirada hacia el futuro: un<br />
premio que es liberación total y definitiva: «El Señor me s<br />
vará y me llevará a su Reino del cielo» (Día).<br />
3. El primero, desde el amor<br />
(Jn 21,15-19 -vigilia-; Mt 16,13-19 -día-)<br />
Las lecturas evangélicas vuelven a centrarse en la figura<br />
de Pedro. La del cuarto evangelio es de gran calado ministerial<br />
respecto a la figura de Pedro... A él se le encomienda<br />
de una manera especial el pastoreo del rebaño... Y<br />
significativa la insistencia de Jesús en que este ministerio<br />
sea un «amoris officium», un ministerio de amor.<br />
Antes de la triple encomienda, jesús saca del corazó<br />
de Pedro una triple confesión de amor... La tercera insiste<br />
te pregunta pone en el rostro de Pedro la tristeza y las<br />
lágrimas en sus ojos... Es tristeza de arrepentimiento...<br />
Recuerdo seguro de las tres veces de las negaciones...<br />
Percibía ahora el contraste. Él negando, y Jesús amando...<br />
Pero, también él, desde la negación, pasa ahora<br />
a un incondicional amor: «Tu sabes que te quiero»... en<br />
el aire queda: «A pesar de aquello». Sólo entonces, una<br />
reiteración de la llamada-. «Sigúeme» (Vigilia).<br />
El destino de Pedro lo había ya predicho jesús, cuando<br />
la confesión de Cesárea. Si en el cuarto evangelio la confesión<br />
se refiere al amor, en Mateo se centra en el cabal<br />
conocimiento de la identidad de jesús-, ni Juan Bautista,
Elias, ni un simple profeta: «Tú eres el Mesías, el Hijo de<br />
Dios vivo». Confesión que, también en Mateo, prepara la<br />
encomienda. En el cuarto evangelio, el pastoreo; en Mateo,<br />
la firmeza a la construcción de la Iglesia naciente. Para<br />
ella, Pedro será roca y, en ella, podrá cerrar y abrir, porque<br />
se le entrega «el poder de las llaves».<br />
Pero ni el pastoreo del cuarto Evangelio, ni el cimiento<br />
de la construcción en Mateo, describiendo el «oficio<br />
de Pedro», suprimen la insustituible presencia de }esús e<br />
Iglesia: Jesús seguirá siendo siempre el Buen Pastor que<br />
conduce al rebaño; y la piedra angular que da consistencia<br />
a la construcción de la Iglesia (Día).<br />
Proclamar el mensaje<br />
Proclama el firmamento tu mensaje<br />
e inunda su pregón la tierra entera.<br />
Habla cada profeta a su manera<br />
y da Dios eficacia a su mensaje.<br />
Susurra el viento, el agua y el paisaje...,<br />
grita el día su luz al día y se entera...,<br />
cada noche en su noche es pregonera<br />
con los mudos destellos de su encaje...<br />
Llora Pedro sus torpes negaciones<br />
y su dolor golpea en los rincones<br />
de cada corazón arrepentido.<br />
Ciega Pablo sus ojos a la ciencia<br />
de su origen y extiende la presencia<br />
de Jesús por un mundo pervertido.
Santiago, apóstol<br />
(25 de julio)<br />
1. Cuando las prohibiciones no valen<br />
(He 4,33; 5,12.27-33; 12,2)<br />
El libro de los Hechos subraya de la vida de los apóstoles,<br />
«el valor», la «parresía» con la que estos hombres,<br />
transformados por la fuerza del Espíritu, «daban testimonio<br />
de la resurrección del Señor»... Y su testimonio iba<br />
acompañado de señales; aquellas que el Señor ponía en<br />
sus manos, para confirmar su doctrina.<br />
Pero hay una señal mayor, la del martirio. En ella,<br />
anuncio se convierte en «martiría»: cuando la vida, ya<br />
hecha ofrenda y entrega en la misión apostólica, se da<br />
incluso materialmente. Se ha llegado hasta el límite: «perderla»,<br />
para recuperarla sin reservas.<br />
Y en medio de la entrega y el martirio, una obediencia<br />
a Dios. Frente a ella no valen las cortapisas, aunque<br />
vengan de los que tienen poder para hacer callar a los<br />
profetas: «Hay que obedecer a Dios antes que a los<br />
hombres», por muy importantes que estos sean. La<br />
obediencia a Dios es aquí proclamación: «Dios resucitó<br />
a Jesús»..., y es acusación: «A quien vosotros matasteis,<br />
colgándolo de un madero», y es salvación: «Haciéndolo
jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con<br />
el perdón de los pecados».<br />
Santiago, que con Juan y Pedro, se había adentrado<br />
con frecuencia en la intimidad de Jesús, es el primero<br />
que convierte la intimidad en testimonio público y martiri<br />
«Herodes lo hizo pasar a cuchillo».<br />
2. La fuerza de Dios y no nuestra<br />
(2Cor 4,7-15)<br />
Una alabanza de Pablo al ministerio apostólico. Una ins<br />
tencia del Apóstol: es la fuerza de Dios la que le da consis<br />
tencia dentro de la debilidad de la propia vasija, que en<br />
su debilidad expresa la fuerza que ha recibido (el martirio<br />
de Santiago). El martirio en la debilidad se convierte en<br />
expresión de la mayor fortaleza.<br />
El martirio final y el martirio de cada día: el de la pe<br />
secución y el acoso que van dejando en el apóstol las<br />
huellas de la misma muerte de Cristo. Pero el apóstol lo<br />
sabe: la participación en su muerte será también comunión<br />
en su gloria. El «ser entregado continuamente a la<br />
muerte» no es el final. Su fe y su predicación se fundamentan<br />
en la resurrección del Señor... Y en ella está la<br />
fuerza de su vida... Es un fundamento con fuerza salvadora<br />
«Quien resucitó a Jesús, también con Jesús nos resucitará<br />
a nosotros».<br />
Testigo de la Resurrección para poder ser apóstol,<br />
Santiago lo es también desde su propio martirio. A su vid<br />
muerte se aplica la dinámica del misterio de la Pascua: el<br />
grano de trigo que muere para llevar mucho fruto.
3. El puesto y el cáliz<br />
(Mt 20,20-28)<br />
En el martirio de Santiago se cumple la inversión que<br />
hizo Jesús, cuando le fue presentado por su madre, el<br />
puesto de honor se convierte en comunión de sufrimiento<br />
y dolor.<br />
Los hermanos habían dado una respuesta decidida:<br />
«Somos capaces de beber el cáliz». Sólo que el honor<br />
que de ahí se derive no lo otorga Jesús; se lo reserva el<br />
Padre. Con Jesús, el apóstol es sufriente-. «El cáliz que yo<br />
de beber». Es acompañante dolorido de su «via crucis». La<br />
«via lucis», tanto Jesús como su apóstol la reciben de su<br />
Padre. La reciben como recompensa y premio que nunca<br />
se marchitará.<br />
No vale la indignación del resto de apóstoles, porque<br />
tampoco ellos habían entendido. También andaban<br />
pensando en lo del «puesto» y poco les importaba lo del<br />
«cáliz que habían de beber». Aquella falta de comprensió<br />
arranca de Jesús la hermosa exhortación sobre la mueva-»<br />
autoridad. No será ya la autoridad de «los puestos»; será<br />
para siempre la autoridad del «servicio»... El servicio a<br />
los otros, expresión de la nueva autoridad. Y, de nuevo,<br />
la referencia al ejemplo: «Igual que el Hijo del Hombre».<br />
Al estilo de Jesús, que no vino «para que le sirvan, sino<br />
para servir y dar la vida en rescate por muchos»
¡Abre España, Santiago!<br />
¡Abre España, Santiago, a los valores,<br />
no a las lacras y errores de otras gentes...;<br />
llévala de tu mano hasta las fuentes<br />
que apagaron tu sed y tus ardores!<br />
Apacienta su fe con los mejores<br />
pastos de su doctrina..., los patentes<br />
ejemplos de tu vida..., los fluentes<br />
cuidados de tu celo y tus amores...<br />
Abre esta España, Apóstol -que cerrada<br />
al Islam, siguió el brillo de tu espada<br />
por la calzada real del Cristianismo-,<br />
a la misión, sin tregua ni frontera,<br />
de alumbrar una nueva primavera<br />
de su fe ante el creciente paganismo.
Transfiguración del Señor<br />
(6 de agosto)<br />
1. Miles y miles le servían<br />
(Dan 7,9-10.13-14)<br />
La Transfiguración es anticipo de la gloria del Resucitado.<br />
Aquel «entreven) lo definitivo de quien estaba conviviendo<br />
con los suyos, en la asumida condición de «ser uno<br />
de tantos».<br />
Se nos presenta la visión de Daniel. Aquella figura misteriosa,<br />
como hijo de hombre, como ser humano elevado<br />
a la gloria del Altísimo, no es una figura en solitario. La<br />
escena tiene sabor y expresión de multitud. Todo da a<br />
entender que alguien «adviene» al lugar que le es propio,<br />
en medio de una multitud de redimidos.<br />
El poder y la gloria se le otorgan en medio de los<br />
miles y millones que servían y adoraban al anciano en e<br />
momento de celebrar Consejo. Y el poder no será solamente<br />
sobre aquellos; lo será sobre «todos los pueblos,<br />
naciones y lenguas». Se inaugura el Reino universal y sin<br />
fin de quien está llamado a dominar las naciones.<br />
Más allá del lenguaje imaginativamente apocalíptico<br />
de Daniel, se adivina la llegada del Hombre (el hijo del<br />
hombre) a la morada de Dios, en un acontecimiento de<br />
comunión divino-humana.
2. El anuncio de la última venida<br />
(2Pe 1,16-19)<br />
La mirada del autor de la segunda Carta de Pedro se<br />
orienta a la última venida del Señor. La venida en gloria,<br />
distinta de aquella venida humana, que al mismo Verbo<br />
de Dios lo había hecho «uno de tantos, pasando como<br />
un hombre cualquiera».<br />
La confesión de la gloria vivida (Resurrección), y de<br />
la gloria esperada (Parusía) formó parte de la experiencia<br />
apostólica del Jesús de la historia: al hablar de la venida<br />
en gloria, dice la Carta, «no nos fundábamos en fábulas<br />
fantasiosas, sino que habíamos sido testigos oculares de<br />
su grandeza».<br />
El autor recurre a la transfiguración, y no a la resurrección,<br />
para poner a )esús en la lista de testigos que<br />
confirman las palabras de los profetas. Es a él, con su<br />
humanidad aún terrena y no glorificada, a quien «Dios<br />
Padre le da honra y gloria», proclamándolo Hijo.<br />
Se cumple así el anhelo profético ya en el hombre-Jesús.<br />
Él es ya luz de lámpara..., pero será pleno día, «cuan<br />
el lucero nazca en vuestros corazones». Cuando la humanidad<br />
glorificada y exaltada del Verbo encarnado haga<br />
nuevas todas las cosas.<br />
3. «Levantaos, no temáis» (Mt 17,1 -9)<br />
La experiencia de la gloria de Jesús produce en los apóstoles<br />
la experiencia bíblica del miedo. El miedo que no<br />
habían tenido ante Jesús transfigurado, lo tienen ahora<br />
ante la voz que los invita a entrar en el misterio: «Este es<br />
mi Hijo, el amado».
Jesús, transfigurado, había provocado en los apóstoles<br />
testigos una alegría no exenta de ingenuidad. La refleja<br />
la reacción de Pedro: «Señor, ¡qué bien se está aquí!; si<br />
quieres, haré tres tiendas». Quiere buscar albergue para<br />
Jesús y para Moisés y Elias... (en los tres personajes: la<br />
experiencia del Antiguo Testamento culminada). ¿Ellos?<br />
En realidad, no cuentan, son más espectadores que actores<br />
(no necesitan la choza).<br />
Lo que les provoca turbación es la voz que viene de l<br />
nube (imagen de la presencia de lo alto) y el imperioso<br />
«Escuchadlo»: «Los discípulos cayeron de bruces, llenos<br />
de espanto». De nuevo, es Jesús quien se acerca, para<br />
«aproximar» lo divino en la realidad de lo humano comp<br />
do: «Al alzar los ojos no vieron a nadie más que a Jesús,<br />
solo». Su palabra no es aterradora. Es la palabra cercana<br />
de quien ha humanizado el misterio: «Levantaos, no temáis».
Al bajar del Tabor<br />
¡Subir al monte de la Eucaristía,<br />
contemplarte en el trigo y en el vino,<br />
unir a tu misterio mi destino<br />
como anticipo de la Parusía...!<br />
Séame tu Palabra norte y guía,<br />
antorcha en las tinieblas del camino,<br />
mientras rastreo tus huellas, peregrino,<br />
antes de despuntar la luz del día.<br />
La realidad es gris y rutinaria...<br />
Quiero mostrar, Señor, la luminaria<br />
de tu presencia en signos salvadores.<br />
Y, al bajar del Tabor de cada Misa,<br />
ofrecer a los hombres tu sonrisa,<br />
ya que no tus gloriosos resplandores.
La hsunción de la Virgen<br />
{vigilia y día)<br />
(15 de agosto)<br />
1. Arca de la nueva Alianza<br />
(ICrón 15,3-4.15-16; 16,1-2 -vigilia-;<br />
Ap 11,19a; 12,1.3-6a.lO-día-)<br />
Las dos primeras lecturas (Vigilia y Día) hacen referencia<br />
al arca. Encerrada en su interior, la voluntad expresada<br />
por Yavé para su pueblo. Algo tan propio del Señor, sus<br />
«quereres», en el seno de aquella arca venerada.<br />
No fue difícil encontrar el paralelismo entre el arca y su<br />
contenido con María y la fecundidad divina de su seno. En<br />
la piedad popular, así la llamamos en las letanías: «Arca<br />
de la nueva alianza».<br />
El traslado del arca al lugar que Dios le había asignad<br />
es causa de una especial alegría-, cantos festivos, instru<br />
mentos, arpas, cítaras, platillos... Y el arca fue colocada<br />
en el centro de la tienda. Se nos va la mirada hacia el defi<br />
tivo lugar: María, colocada como arca de la nueva alianza<br />
en el corazón mismo de la morada de Dios, el cielo<br />
(Vigilia).<br />
Ligada con el arca de la alianza, la mujer, «figura portentosa»,<br />
rodeada de todos los atributos de majestad y<br />
belleza: vestidos, diademas... Lo creado está a su servi-
ció: su vestido, el sol; su corona, doce estrellas; como<br />
pedestal, la luna.<br />
Pero el Apocalipsis subraya más la misión de la mujer.<br />
Dar a luz un niño. Niño esperado, pero amenazado; niño,<br />
suyo, pero entregado: «Arrebataron al niño y lo llevaron<br />
junto al trono de Dios». Una vez en su lugar, la mujer<br />
desaparece discretamente, huyó al desierto, después de<br />
haber dejado para todos el fruto de sus entrañas.<br />
2. «La muerte ha sido absorbida en la victoria»<br />
(ICor 15,54-57-vigilia-; ICor 15,20-27a -día-)<br />
Dos textos de la primera Carta a los corintios girando en<br />
torno a la misma temática: la resurrección de ]esús. Y es qu<br />
la asunción de María no es sino una participación anticipad<br />
en la gloria del Resucitado. El marco de la Asunción es la<br />
Resurrección de Jesús.<br />
Para María, «esto corruptible» se «ha revestido ya de<br />
inmortalidad» y se ha cumplido en ella de manera definitiva<br />
la afirmación de san Pablo: «La muerte ha sido<br />
absorbida en la victoria».<br />
Una victoria que nos es dada a todos: «Dios nos da la<br />
victoria por nuestro Señor Jesucristo». Por él también se<br />
la dio a María Sin él nada hubiera sido posible. Ella es la<br />
primera incorporada al triunfo total de Jesús. Pero, nosotro<br />
no somos meros espectadores y cantores de aquella<br />
obra de la gracia. Somos también «implicados»: «Dios nos<br />
da la victoria». Con sus ritmos, pero la asunción de María<br />
es también «nuestra victoria» (Vigilia).<br />
Porque, igual que para María, también para nosotros,<br />
Cristo resucitado es primicias. En esas primicias ya estamos<br />
todos consagrados. María ya ha obtenido la pleni-
tud; nosotros estamos aún en camino hacia la meta. Pero<br />
lo que en ella ya se dio como fruto, es en cada uno de<br />
nosotros semilla de una cierta esperanza. Para nosotros<br />
y para la entera humanidad tenemos una seguridad: «El<br />
último enemigo aniquilado será la muerte». Será ciertamente<br />
el último, pero será aniquilado (Día).<br />
3. Una dicha que es la nuestra<br />
(Le 11,27-28 -vigilia-; Le 1,39-56 -día-)<br />
Respecto a María recorre en el Evangelio una permanente<br />
dialéctica: Ella es, pero ella es remitida. Incluso<br />
su propia maternidad es remitida a todos los creyentes:<br />
«Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y<br />
la cumplen». Y es que, en la escucha y cumplimiento de<br />
la Palabra, ocurre una verdadera maternidad espiritual. M<br />
ternidad ésta tan importante que María misma es antes<br />
Madre en la fe que en la biología; tan participada que en<br />
el proceso de nuestra respuesta de fe encarnamos una<br />
«especial maternidad» respecto a Jesús (Vigilia).<br />
Por eso, la bendición de Isabel a María se hace bendición<br />
para quienes «escuchan la palabra de Dios y la<br />
cumplen». Cumpliéndola, «engendran y dan a luz» a Jesús<br />
para el mundo. Un agraciamiento de maternidad indecible<br />
De su maternidad, arranca el canto de María a la grande<br />
za de Dios y a su desconcertante intervención salvadora.<br />
Un canto que se convierte en nuestro propio canto. Co<br />
María, somos testigos de que «el Poderoso hace obras<br />
grandes en nosotros». No «para» nosotros, sino «a favor<br />
de Abrahán y su linaje para siempre». A favor de todos<br />
los hombres y mujeres (la numerosa descendencia del<br />
Patriarca) que pueden así ver que los creyentes «damos
a luz» a Jesús Hay un testimonio, en efecto, que tiene<br />
toda la fuerza de la maternidad (Día).<br />
Da de lo que te falta<br />
Contemplas la Asunción de la Señora,<br />
envidiando su cuerpo en gloria plena...,<br />
acontecer final de tu condena<br />
cuando el final del tiempo sea un «ahora»;<br />
porque el tiempo que pasa y se desflora<br />
de intento en decepción, de gozo en pena,<br />
dejará en ese «ya» de ser cadena<br />
y se transformará en perenne aurora.<br />
Entre tanto, prepara tu arribada<br />
sueño a sueño, jornada tras jornada<br />
con una vida fértil y espartana...<br />
Da de lo que le falte a tu pobreza<br />
y notarás al punto cómo empieza<br />
a brotar en tu cuerpo carne sana.
Exaltación de la santa Cruz<br />
(14 de septiembre)<br />
1. El desierto y la muerte<br />
(Núm2l,4b-9)<br />
El desierto es símbolo de la aridez de la muerte. Inmerso<br />
en su experiencia extenuante, aflora en labios de los<br />
hebreos una queja dolorida: «¿Por qué nos has sacado<br />
de Egipto?». Se produce el «miedo a la libertad», cuando<br />
conseguirla se hace una tarea difícil.<br />
Pero, también es el desierto lugar privilegiado de prese<br />
salvadora del Señor. En ei fondo, ei reproche: «¿Por qué<br />
teméis?» y la apremiante llamada a la confianza: «Yo estoy<br />
con vosotros». Esta vez la presencia tiene una señal,<br />
símbolo de la futura señal de una cruz que será elevada<br />
como enseña para todas las naciones.<br />
Elevada en medio del campamento, la serpiente de<br />
bronce, es señal de salvación: «Los mordidos de serpiente<br />
quedarán salvos al mirarla». Mirada que es una petición<br />
suplicante, que nos recuerda, de nuevo, la mirada al<br />
«traspasado»: «Mirarán al que traspasaron».<br />
«Mirar a la serpiente de bronce», signo de curación y<br />
restablecimiento exterior. «Mirar a la cruz», para reflexionar<br />
con san Pablo: «Me amó y se entregó a la muerte
por mí». ¡Cuántas mordeduras de serpientes venenosas<br />
curadas en esa mirada serena y confiada!<br />
2. «... y una muerte de cruz»<br />
(Flp 2,6-11)<br />
El himno del «abajamiento del Verbo», lo lleva hasta el<br />
fondo del compartir humano: hacerse solidario no sólo<br />
con el hecho «natural» de la muerte...; la solidaridad llega<br />
hasta «una muerte de cruz». Muerte en comunión con<br />
todas las víctimas de la violencia y del odio. Con la cruz,<br />
el abajamiento llega solidariamente hasta el fondo.<br />
En la encarnación del Verbo existen dos movimientos:<br />
el tomar realmente la carne (en-carnarse) y el tomar la<br />
condición de esclavo («fue contado entre los malhechores»).<br />
No sólo hacerse hombre, sino colocarse, como<br />
hombre, en la fila de los últimos. Y con los últimos, llegar<br />
hasta el fondo de la miseria: una muerte de cruz.<br />
Después de siglos de venerarla, la cruz es para todos<br />
nosotros no sólo el signo que nos distingue; es también<br />
orgullo y hasta ornato. La «cruz a secas» fue para Jesús<br />
instrumento de suplicio y de humillación. Pero, ¡qué paradoja!<br />
La cruz es el nuevo leño de donde brota la salvación.<br />
En contraste con aquel primer árbol del paraíso de<br />
donde vino la condena... ¡Los caminos irrastreables de<br />
Dios!
3. «Tanto amó Dios al mundo...»<br />
(Jn 3,13-17)<br />
Comenta san Pablo acerca de la cruz que es locura. Es<br />
verdad, pero una «.locura de amor-». La locura de un<br />
enamorado de su mundo: «Tanto amó Dios al mundo<br />
que entregó a su único Hijo». Y una vez «entregado» (la<br />
«entrega» es sacrificial), todo va discurriendo según la<br />
«lógica» de la donación, tan contraria a la lógica del acaparamiento<br />
de sí mismo.<br />
Jesús no acapara su vida, para hacer de ella un «disfrute<br />
personal»; la da y, dándola, la comunica en abundancia:<br />
«Para que tengan vida abundante».<br />
La cruz es un misterio de donación. Un darse que susc<br />
la alegría de la fe: el Hijo del Hombre «elevado», «para<br />
que todo el que cree en él tenga vida eterna».<br />
Elevado en la doble perspectiva de Juan: clavado en<br />
alto, en la cruz, como la antigua serpiente de bronce en<br />
el desierto; pero «elevado» como exaltado por el Padre<br />
que da así razón al estilo de vida entregada de Jesús.<br />
La comunión de esa vida no puede dejar de ser eterna,<br />
la plenitud de quien la «encuentra justamente en la medida<br />
en que la ha ofrecido». La cruz como camino hacia<br />
la vida en plenitud- «.per crucem ad lucem».
Señal en cada encrucijada<br />
El Árbol de la cruz es la bandera<br />
del triunfo del Señor sobre el pecado,<br />
de su presencia viva a nuestro lado,<br />
del dichoso final de nuestra espera.<br />
En la nobleza fiel de su madera<br />
tuvo lecho nupcial el Hijo amado,<br />
patíbulo cabal nuestro pasado,<br />
aurora original nuestra ceguera.<br />
Señal en cada humana encrucijada,<br />
acompaña el anhelo y la jornada<br />
de nuestro corazón por el destierro<br />
del mundo hacia la Tierra Prometida<br />
y es prenda de perdón y de acogida<br />
tras el pesar veraz de cualquier yerro.
Todos los Santos<br />
{1 de noviembre)<br />
1. «De toda nación, raza, pueblo y lengua...»<br />
(Ap 7,2-4.9-14)<br />
La universalidad de la santidad La proclama el Apocalip<br />
sis como signo de un Dios que no hace distinciones<br />
Ha subrayado el autor la «inmensa multitud que nadie<br />
podría contar» iLástima que algunos se queden y especulen<br />
con los ciento cuarenta y cuatro mil' Quienes<br />
así piensan hacen de la bonita hipérbole que ve a Dios,<br />
rodeado «de todos sus santos» una reducción matemática<br />
Nada que ver con el Dios que «quiere que todos<br />
los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la<br />
verdad»<br />
La abundancia de santidad es «una victoria de nuestr<br />
Dios» A pesar de todo, es verdad que «donde abundó<br />
el delito, sobreabundó la gracia» La gracia que hace el<br />
pequeño milagro de una bondad encarnada en hombres<br />
y mujeres de todos los tiempos y de todas las condiciones<br />
En medio de «la gran tribulación» son, en efecto,<br />
muchos «los que han lavado y blanqueado sus vestiduras<br />
en la sangre del Cordero»<br />
Ellos merecen, hoy, nuestro recuerdo agradecido Para
sotros, ellos son el testimonio y también signos de bondad<br />
Podemos ser contados entre «la multitud que nadie<br />
podría contar» Anónimos pero «nombrados» «Vuestros<br />
nombres están inscritos en el cielo»<br />
2. «Lo veremos tal cual es»<br />
(Un 3,1-3)<br />
«Ver a Dios» en el Antiguo Testamento equivalía a morir<br />
La presencia de lo divino provocaba aquel interior respeto<br />
y miedo que provocaba una pretendida lejanía<br />
San luán, sin embargo, pone en la «visión cara a cara<br />
de Dios» la meta del camino «Lo veremos tal cual es»<br />
Y la razón no puede ser más «escandalosa» «Porque seremos<br />
semejantes a él» Lo que en el relato del pecado<br />
original había sido tentación y caída «Seréis como Dios»,<br />
se convierte en Cristo nuestra meta de la gracia «Ser<br />
semejantes a Dios» Una restauración de la intención orig<br />
naria de Dios Creador «A semejanza de él los creó»<br />
Con la salvación en Cristo, la semejanza adquiere hondura<br />
No se trata solamente de la relación criatura-creador<br />
Con Cristo y en Cristo, media la filiación «iQué amor<br />
nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues<br />
lo somos'» Y ¿.qué alegría mayor que «parecerse al Padre»?<br />
Ese es el camino de la santidad parecerse al Padre-Dios<br />
3. El parecido, por caminos desconcertantes<br />
(Mt 5,1- 12a)<br />
En la redacción de Mateo, el camino de las bienaventuran<br />
es el programa de vida del discípulo para «parecerse a su
Dios». Bienaventuranzas transmitidas ya por Mateo en un<br />
ambiente eclesial.<br />
Quien quiera «parecerse a Dios» debe tener un proyecto:<br />
el de Jesús, nuevo Moisés, proclamando «las leyes»<br />
de la Nueva Alianza. Unas leyes «desconcertantes». Atrás<br />
queda todo espíritu de revancha; todo deseo de «pagar<br />
con la misma moneda». El discípulo que resulta de la vivencia<br />
de las bienaventuranzas, se convierte en hombre<br />
o mujer «de otra manera».<br />
En definitiva, la santidad es una vida alternativa. Se c<br />
bian «los valores», para «gozan> los nuevos (gozarlos, porque<br />
de dicha se trata). En ese contraste vital, se ofrece<br />
al mundo un nuevo modo de ser «dichosos»; la pobreza,<br />
el sufrimiento, la limpieza de corazón, la misericordia, la<br />
paz... Valores nuevos para una esperanza nueva: «Estad<br />
alegres y contentos, porque vuestra recompensa será<br />
grande en el cielo».
Candelas de verdad<br />
¡Santos de Dios, esencia de su tarro,<br />
excerpta de prolíferos amores,<br />
encarnación gozosa de valores<br />
frente a los viles ídolos de barro!<br />
¡Santos de Dios, gracioso despilfarro<br />
el bien obrar! ¡Legión de perdedores!<br />
¡Espejo de prudentes soñadores!<br />
¡Pauta elocuente del vivir bizarro!<br />
Fueron en cada tiempo y cada trance<br />
candela de verdad, vida al alcance<br />
de cuantos la esperanza tiene alerta.<br />
Fueron sabios, labriegos, menestrales,<br />
pobres, ricos, artistas, industriales...,<br />
mujeres y hombres con la fe despierta.
Todos los Fieles Difuntos 1<br />
(2 de noviembre)<br />
1. «Aniquilará la muerte para siempre»<br />
(Is25,6-10a)<br />
El gozo es el fondo para medir las dimensiones más difíciles<br />
del «tránsito». Así lo muestra la relación que establece<br />
Isaías entre la aniquilación de la muerte para siempre y<br />
la alegría del banquete de la salvación... Alusión velada<br />
al banquete de la Eucaristía y la vida eterna que en él se<br />
genera.<br />
La certeza de la salvación arranca todos los signos d<br />
duelo y de dolor. Certeza fundada en una presencia dinámica:<br />
«Aquí está el Señor, de quien esperábamos que<br />
nos salvara».<br />
Sin esa esperanza, es vano cualquier intento de explicar<br />
«razonablemente» la muerte. Las resistencias internas<br />
a «terminar para siempre» son el suelo nutricio de la esperanza<br />
anunciada: «Aniquilará la muerte para siempre».<br />
En la promesa se juntan el anhelo y la realización. Anhe<br />
de no terminar en «el absurdo de la fosa». Realización de<br />
quien «tiene poder para resucitar a los muertos».<br />
La muerte no será la «pesadilla» en el banquete de la<br />
1 De entre las lecturas que se pueden escoger para este día, se han<br />
elegido estas dos Pueden elegirse otras
vida. Aniquilada, «el Señor enjugará las lágrimas de todos<br />
los rostros». ¿Utopía? ¿Ilusiones proyectadas? Jesucristo<br />
Resucitado es la garantía y quien ha abierto el camino.<br />
2. «¡Que los que me confiaste estén conmigo!»<br />
(Jn 17,20-26)<br />
El deseo de Jesús es garantía de esperanza. Una esperanza<br />
metida en el discurso de despedida. Jesús lo está preparando<br />
antes de su partida al Padre. Extiende su mirada<br />
a todos los que creerán, afectando también a nosotros:<br />
«Los que crean en mí por la palabra de ellos».<br />
Para todos quiere Jesús la unidad de vida y la unidad<br />
de destino final: Dios en el origen y en la meta-. «Yo en ello<br />
y tú en mí, para que sean completamente uno». El amor<br />
mismo del Padre como origen de esta unidad: «Los has<br />
amado como me has amado a mí».<br />
Desde ese amor, ninguno de los discípulos queda<br />
fuera de ese retorno al Padre. Todos llamados a «contemplar<br />
la gloria que Jesús recibió del Padre». No sólo para<br />
contemplarla, también para participarla: «Les he dado a<br />
conocer y les daré a conocer tu nombre». Conocimiento<br />
del nombre de Dios que es entrada en su intimidad de<br />
amor: «Para que el amor que me tienes esté en ellos,<br />
como también yo estoy en ellos».
No pidas no morir<br />
No pidas no morir, porque la muerte<br />
te hermana al Redentor que te ha salvado.<br />
Pide volver a ver resucitado<br />
a Quien cambió el sentido de tu suerte.<br />
Pide que el lastre de tu carne inerte,<br />
cómplice en la aventura del pecado,<br />
se quede, vuelta al polvo, de este lado<br />
y ocupe su lugar otra más fuerte.<br />
En la añoranza de los que se fueron<br />
envidia la alegría que tuvieron,<br />
al pisar los umbrales de la gloria,<br />
pues no hay muerte, aguijón, aprieto o duelo<br />
capaces de privarte de ese cielo,<br />
que conquistó el Señor con su victoria.
La Inmaculada Concepción<br />
(8 de diciembre)<br />
1. «Me he escondido»<br />
(Gen 3,9-15.20)<br />
El pecado es un «esconderse» de Dios y «esconderse d<br />
uno mismo». El pecado nos deja «desnudos». Pone así<br />
de manifiesto lo peor que llevamos dentro. El pecado y<br />
la desnudez. La desnudez y la inmadurez de quien no le<br />
ha sacado a la vida todo lo que ella ofrece para cubrir y<br />
enriquecer.<br />
Aquel percibir «la desnudez» desencadena la huida y<br />
el hombre intenta esconderse de su Dios. Así es la realidad<br />
del pecado: desnudos y avergonzados. ¿El futuro?<br />
La posibilidad de un nuevo «enriquecimiento», de una<br />
nueva vestidura desde la que pueda el hombre, cubierta<br />
su desnudez, ser interlocutor de Dios.<br />
Entre presente y futuro, el camino de una nueva descendencia.<br />
La que vestirá de gracia a quien el pecado había<br />
dejado en su vergonzosa desnudez. Y, para la realidad<br />
de la prometida descendencia, la mirada hacia una nueva<br />
mujer. Ella dará un fruto bendito de su vientre. La descendencia<br />
en la que, de nuevo, serán benditas todas las<br />
generaciones.
2. «Nos eligió en la persona de Cristo»<br />
(Ef 1,3-6.11-12)<br />
El proto-evangelio del Génesis (primera lectura) había<br />
dejado abierta la elección y los momentos. La seguridad<br />
era cierta: la promesa habría de cumplirse. En la tensión<br />
entre promesa y cumplimiento, la elección y la misión. Tam<br />
bién, y de modo principal, la elección de María, la primera<br />
entre los creyentes. En ella se cumple de una manera<br />
especial «el intento»: «Para que fuéramos santos e irreprochables<br />
ante él por el amor».<br />
María-madre y María-hija, destinada, como todos los<br />
creyentes, «en la persona de Cristo, por pura iniciativa<br />
suya, a ser sus hijos». Hijos de Dios en el Hijo lesús... Y<br />
tan buenos hijos que pudiéramos ser «gloria de su gracia».<br />
La «llena de gracia» es la mayor gloria de Dios en<br />
la humanidad redimida. Ella es verdadera «alabanza de<br />
Dios». La heredera fiel del querer salvífico del Padre.<br />
Pero, como María, todos. Ella es de nuestra raza de<br />
creyentes. Y «la alabanza de la gloria de Dios», que es<br />
su vida, es también la vocación de todos los que creemos.<br />
Ser también nosotros «inmaculados y santos por el<br />
amor».<br />
3. «No temas, María»<br />
(Le 1,26-38)<br />
El esquema bíblico de llamada y de misión se cumple<br />
también en el anuncio del ángel. Así como se cumple<br />
también la turbación, que se traduce en el miedo. También<br />
necesita María la seguridad de la confianza-. «No temas,<br />
María».
«No temas», porque Dios te ha hecho «la llena de gracia».<br />
Tan llena, que no ha quedado ni una sola dimensión<br />
de tu vida mancillada por el pecado; tan llena, que llevas<br />
en tus entrañas al dador mismo de la gracia; tan llena,<br />
que cuando lo des a luz lo vas a derramar sobre el mundo<br />
como gracia; tan llena, porque «El Espíritu del Señor<br />
te cubrirá con su sombra»; tan llena, porque «el santo que<br />
va a nacer se llamará Hijo de Dios».<br />
«No temas, María». Tu plenitud nos sabe a utopía... Y<br />
nos equivocamos, «porque lo imposible para el hombre<br />
es posible para Dios»... Y esa vocación de una plenitud<br />
de gracia también es vocación que al creyente se propone...<br />
Nosotros vamos aún caminando... Pero imitamos en<br />
nuestra vida el misterio de tu ser madre-, concebimos a J<br />
por la Palabra; lo gestamos, cuando en el corazón va<br />
creciendo; lo damos a luz, mediante nuestro testimonio<br />
cristiano de vida. «Bendita tú, que has creído -benditos<br />
nosotros, que creemos-, porque lo que te ha dicho el<br />
Señor se cumplirá».
Jirón de cielo azul<br />
«¡Jirón de cielo azul!» dijo que eras<br />
un poeta de raza, mi Señora...,<br />
aunque yo te prefiero valedora<br />
del marchito vergel de mis afueras...<br />
¡Blanca flor de infinitas primaveras!,<br />
en Ti se cumplió el tiempo, el día, la hora.<br />
Eres..., fuiste..., serás mi intercesora<br />
en todos mis naufragios y quimeras.<br />
«¡Jirón de cielo azul!». Cabal doncella.<br />
Ideal de santidad. Vivida estrella,<br />
en que prende su luz la luz del día.<br />
Arca de la Palabra y la Alianza.<br />
Torre en que se hace fuerte mi esperanza,<br />
«¡jirón de azul...!» ¡Virgen María!
índice<br />
Págs<br />
Introducción 5<br />
ADVIENTO<br />
Primer domingo de Adviento 11<br />
1 Un camino abierto a la utopía 11<br />
2 Una noche abierta a la mañana 12<br />
3 Una vida abierta a la vigilia 12<br />
Vayamos al encuentro 13<br />
Segundo domingo de Adviento 14<br />
1 El anhelo de utopía 14<br />
2 La utopía realizada 15<br />
3 Una utopía que pide conversión 16<br />
Retoño salvador 17<br />
Tercer domingo de Adviento 18<br />
1 Lo nuevo que va a germinar 18<br />
2 Esperando con firmeza 19<br />
3 Lo nuevo que ha germinado 19<br />
El Señor está cerca 21
Págs<br />
Cuarto domingo de Adviento 22<br />
1 «Dios-con-nosotros» la promesa 22<br />
2 «Dios-con'nosotros» el Hijo de Dios humanado 23<br />
3 «Dios-con-nosotros» el cumplimiento 23<br />
La Virgen está encinta 24<br />
NAVIDAD<br />
Navidad (Misa de medianoche) 27<br />
1 «Un niño nos ha nacido» 27<br />
2 «Ha aparecido la gracia de Dios» 28<br />
3 «Os ha nacido un Salvador» 28<br />
Envuelto en pañales 30<br />
La Sagrada Familia 31<br />
1 Una autoridad que es amor 31<br />
2 En torno al amor, las virtudes familiares 32<br />
3 El cuidado paterno, manifestación de amor 33<br />
Amor de esmero 34<br />
Santa María, Madre de Dios 35<br />
1 Bendecidos en el Hijo 35<br />
2 nacido de una mujer 36<br />
3 y anunciado a los sencillos 36<br />
Latido de eternidad 38<br />
Segundo domingo de Navidad 39<br />
1 La sabiduría de Dios arraiga en su Pueblo 39<br />
2 Bendecidos antes de la creación del mundo 40<br />
3 La Palabra de Dios habita entre nosotros 40<br />
Germinó la Palabra 42
Epifanía del Señor<br />
1 Todos vienen a ti<br />
2 Coherederos de la promesa<br />
3 para adorar al que ha nacido<br />
Caminar tras la estrella<br />
Bautismo del Señor<br />
1 La investidura del Siervo<br />
2 La investidura de lesús<br />
3 «Se presentó a (uan para que lo bautizara»<br />
El siervo es el H¡)o<br />
CUARESMA<br />
Miércoles de Ceniza<br />
1 «La bendición del Señor, nuestro Dios»<br />
2 «Ahora es el tiempo de la gracia»<br />
3 La salvación, recompensa del Padre<br />
La ceniza no es muerte<br />
Primer domingo de Cuaresma<br />
1 «Se dieron cuenta de que estaban desnudos<br />
2 «No hay proporción entre la culpa y el don»<br />
3 «Al Señor tu Dios, adorarás»<br />
Vivir en el desierto<br />
Segundo domingo de Cuaresma<br />
1 La llamada «original»<br />
2 «Nos llamó a una vida santa»<br />
3 Una llamada con meta la transfiguración<br />
Desde Ur al Tabor
Págs.<br />
Tercer domingo de Cuaresma 64<br />
1. El agua de la roca 64<br />
2. «La esperanza no defrauda» 65<br />
3. El agua que salta hasta la vida eterna 65<br />
El agua que no cesa 67<br />
Cuarto domingo de Cuaresma 68<br />
1. Ver con los ojos de Dios 68<br />
2. Las tinieblas y la luz 69<br />
3. «Era ciego y ahora veo» 70<br />
De la noche a la luz 71<br />
Quinto domingo de Cuaresma 72<br />
1. «Os infundiré mi espíritu y viviréis» 72<br />
2. Dios «vivificará también vuestros cuerpos mortales».. 73<br />
3. «Yo soy la resurrección y la vida» 74<br />
La esperanza enamorada 75<br />
SEMANA SANTA<br />
Domingo de Ramos 79<br />
1. La ayuda del Señor 79<br />
2. «Dios lo levantó sobre todo» 80<br />
3. ¿No ha confiado en Dios? 80<br />
¡Callen las piedras! 82<br />
Jueves Santo (en la Cena del Señor) 83<br />
1. «Celebraréis la fiesta del Señor» 83<br />
2. «Pronunciando la Acción de Gracias» 84<br />
3. «Los amó hasta el extremo» 85<br />
Ungidos del Señor 86
Pags<br />
Viernes Santo 87<br />
1 Varón de dolores 87<br />
2 El acceso confiado al trono de la gracia 88<br />
3 «Todo está cumplido» 89<br />
Sin aspecto ni figura 90<br />
Vigilia Pascual 91<br />
1 Noche de vela (el recorrido por la historia de la salvación<br />
en la extensa liturgia de la Palabra) 91<br />
2 Una resurrección «compartida» 93<br />
3 «Impresionadas y llenas de alegría» 93<br />
Soledad y silencio 95<br />
TIEMPO PASCUAL<br />
Domingo de Resurrección 99<br />
1 «Nos lo hizo ver y nos encargó predicar» 99<br />
2 «Buscad los bienes de allá arriba» 100<br />
3 La primera testigo María Magdalena 101<br />
Los bienes de allá arriba 102<br />
Segundo domingo de Pascua 103<br />
1 Una comunidad de vida 103<br />
2 Un nuevo nacimiento y una esperanza viva 104<br />
3 Una comunión de experiencia 105<br />
Presente en la esperanza 106<br />
Tercer domingo de Pascua 107<br />
1 Un resurrección «atestiguada» 107<br />
2 Una resurrección «creída» 108<br />
3 Una resurrección «experimentada» 109<br />
iCamina con nosotros' 110
Págs.<br />
Cuarto domingo de Pascua 111<br />
1. La apertura de la comunidad del Resucitado 111<br />
2. «El Pastor y guardián de vuestras vidas» 112<br />
3. Jesús, «puerta de las ovejas» 112<br />
El buen pastor 114<br />
Quinto domingo de Pascua 115<br />
1. Los nuevos compañeros de misión 115<br />
2. Todos somos piedras de un único edificio 116<br />
3. En lesús, camino, verdad y vida 117<br />
Camino, verdad y vida 118<br />
Sexto domingo de Pascua 119<br />
1. Se rompen las fronteras 119<br />
2. El Espíritu y la vida 120<br />
3. El desamparo y la vuelta 120<br />
La fuerza del Espíritu 122<br />
Ascensión del Señor 123<br />
1. Misión y testimonio 123<br />
2. La Iglesia es su cuerpo 124<br />
3. La misión hasta el fin del mundo 124<br />
Vivir en la misión 126<br />
Pentecostés 127<br />
1. Las maravillas de Dios en la propia lengua 127<br />
2. Diversidad de dones, pero un mismo Espíritu 128<br />
3. Resurrección y Pentecostés 129<br />
De Babel a Pentecostés 130<br />
La Santísima Trinidad 131<br />
1. Dios, compasivo y misericordioso 131<br />
2. El Dios del amor está con nosotros 132
Págs<br />
3 El Dios que ama al mundo 132<br />
Vivir en tu misterio 134<br />
El Cuerpo y la Sangre de Cristo 135<br />
1 El pan para el camino 135<br />
2 El nuevo pan para construir la unidad 136<br />
3 El pan para la vida eterna 137<br />
La fuerza del pan vivo 138<br />
TIEMPO ORDINARIO<br />
Segundo domingo 141<br />
1 Presentación del Siervo y de su misión 141<br />
2 La hondura de un saludo 142<br />
3 Presentación de lesús y de su misión 142<br />
Luz de las naciones 144<br />
Tercer domingo 145<br />
1 La «sospechosa» Galilea de los gentiles 145<br />
2 El «acuerdo comunitario» 146<br />
3 «La cosa empezó en Galilea» 147<br />
Una luz les brilló 148<br />
Cuarto domingo 149<br />
1 La dicha de caminar humildemente junto al Señor 149<br />
2 La dicha de poner la gloria en el Señor 150<br />
3 La dicha de la otra manera de ser 150<br />
La pobreza integral 152<br />
Quinto domingo 153<br />
1 Una luz que alumbra hacia abajo 153<br />
2 La debilidad y el miedo 154
Págs.<br />
3. Una luz que alumbra a todos 155<br />
Sal y luz del servicio 156<br />
Sexto domingo 157<br />
1. La libertad y la ley 157<br />
2. La libertad y la sabiduría 158<br />
3. La libertad del corazón 159<br />
Saber elegir 160<br />
Séptimo domingo 161<br />
1. Amar al prójimo «amigo» 161<br />
2. Los creyentes, nuevo templo de Dios, son santos.. 162<br />
3. Amar al prójimo «enemigo» 163<br />
La razón del amor 164<br />
Octavo domingo 165<br />
1. El abandono en manos de Dios 165<br />
2. La alabanza de Dios, respuesta a la fidelidad 166<br />
3. ¿A quién me he abandonado? 166<br />
La angustia del mañana 168<br />
Noveno domingo 169<br />
1. «Poner por obra todos los mandamientos de Dios» 169<br />
2. Una salvación sin distinciones 170<br />
3. «Obras son amores, y no buenas razones» 171<br />
Los dos caminos 172<br />
Décimo domingo 173<br />
1. «Misericordia quiero y no sacrificios» 173<br />
2. La fe se hace confianza 174<br />
3. La misericordia en la mesa compartida 175<br />
Su lluvia siempre llega 176
Págs<br />
Undécimo domingo 177<br />
1 «Vosotros seréis mi propiedad personal» 177<br />
2 Poner el orgullo en Dios 178<br />
3 La nueva propiedad personal elección y misión de<br />
los Doce 179<br />
Ungidos, salvados, enviados 180<br />
Duodécimo domingo 181<br />
1 Confianza «El Señor está conmigo» 181<br />
2 La desproporción entre el pecado y la gracia 182<br />
3 Confianza «No tengáis miedo» 183<br />
Más que los gorriones 184<br />
Decimotercer domingo 185<br />
1 La generosidad se hace fecunda 185<br />
2 Del bautismo recibido al bautismo existencialmente<br />
vivido 186<br />
3 La generosidad se hace don 187<br />
Ser agua en cada sed 188<br />
Decimocuarto domingo 189<br />
1 Por los caminos de la sencillez 189<br />
2 Nuestra deuda es con el Espíritu 190<br />
3 Los sencillos conocen el misterio de Dios 191<br />
Un rey manso y humilde 192<br />
Decimoquinto domingo 193<br />
1 Una Palabra eficaz 193<br />
2 Todos y todo, salvados 194<br />
3 La palabra eficaz y la tierra buena 195<br />
La semilla del Reino 196<br />
Decimosexto domingo 197
Págs<br />
1 Dar lugar al arrepentimiento 197<br />
2 El Espíritu y nuestra debilidad 198<br />
3 Frente al pecado la espera de Dios y la impaciencia<br />
del hombre 199<br />
i Esperad a la siega 1 200<br />
Decimoséptimo domingo 201<br />
1 Donde está tu tesoro 201<br />
2 Una salvación en cascada 202<br />
3 allí está tu corazón 203<br />
Discernimiento 204<br />
Decimooctavo domingo 205<br />
1 Algo más que pan 205<br />
2 El amor seguro 206<br />
3 El pan de la abundancia salvadora 207<br />
Panes y peces 208<br />
Decimonoveno domingo 209<br />
1 La presencia de Dios en el susurro 209<br />
2 Las raíces del Mesías 210<br />
3 La presencia de Dios en la calma y el silencio 211<br />
Caminar sobre el agua 212<br />
Vigésimo domingo 213<br />
1 Un Dios, abierto al extran]ero 213<br />
2 La misericordia de Dios es para todos 214<br />
3 Enviado a Israel, para salvación de todo el que cree 214<br />
Los hijos y los perros 216<br />
Vigesimoprimer domingo 217<br />
1 El poder de las llaves 217<br />
2 Dios origen, guía y meta del universo 218
Págs<br />
3 Las llaves del Reino 218<br />
Las llaves del Remo 220<br />
Vigesimosegundo domingo 221<br />
1 El camino difícil del profeta la Palabra, oprobio y<br />
desprecio 221<br />
2 La vida ofrecida como cuito 222<br />
3 El camino difícil de lesús 223<br />
Negarse a sí mismo 224<br />
Vigesimotercer domingo 225<br />
1 El profeta atalaya para el pueblo de Israel 225<br />
2 Amar es cumplir la ley entera 226<br />
3 El cristiano guardián de su hermano 227<br />
La corección fraterna 228<br />
Vigesimocuarto domingo 229<br />
1 El imposible perdón, sin humana compasión 229<br />
2 Vivir y morir para el Señor 230<br />
3 Quien no perdona no puede ser perdonado 231<br />
Perdonar Ser perdonado 232<br />
Vigesimoquinto domingo 233<br />
1 Nuestro Dios es rico en perdón 233<br />
2 El dilema de partir o de quedarse 234<br />
3 Los hay que no quieren «que Dios sea bueno» 235<br />
Un denano de amor 236<br />
Vigesimosexto domingo 237<br />
1 Conversión y salvación 237<br />
2 Despojarse del rango 238<br />
3 Conversión en las obras 239<br />
¿Vas o no vas al tajo 9 240
Págs.<br />
Vigesimoséptimo domingo 241<br />
1. Los cuidados..., y la ingratitud de la viña 241<br />
2. Confiados, en las manos de Dios 242<br />
3. Unos viñadores ingratos (Mt 21,33-43) 243<br />
La viña del Señor 244<br />
Vigesimoctavo domingo 245<br />
1. Un banquete «a lo grande» 245<br />
2. Un buen entrenamiento 246<br />
3. Un banquete para todos 247<br />
Banquete universal 248<br />
Vigesimonoveno domingo 249<br />
1. Ciro, instrumento de Dios 249<br />
2. Palabras y convicciones 250<br />
3. Dios y el César 251<br />
Dios y el César 252<br />
Trigésimo domingo 253<br />
1. «Los» preceptos del amor 253<br />
2. La alegría de la Palabra acogida y anunciada 254<br />
3. «El» precepto del amor 255<br />
Ama y haz lo que quieras 256<br />
Trigésimo primer domingo 257<br />
1. La ley convertida en un tropiezo 257<br />
2. El rostro materno de la acción pastoral 258<br />
3. La ley convertida en fardo 259<br />
Predicar y dar trigo 260<br />
Trigésimo segundo domingo 261<br />
1. La vela y la madrugada para encontrar la Sabiduna 261<br />
2. La «suerte» de los difuntos 262
Págs<br />
3 La vela para encontrar al Señor 263<br />
Cuando llegue el Esposo 264<br />
Trigésimo tercer domingo 265<br />
1 Para saber trabajar en la espera 265<br />
2 Como un ladrón en la noche 266<br />
3 La encomienda de un trabap permanente 267<br />
Negociar los talentos 268<br />
Cristo, rey del universo 269<br />
1 El Rey-Pastor 269<br />
2 «Cristo tiene que remar» 270<br />
3 El IUICIO del Rey-Pastor 271<br />
El redil es tu Reino 272<br />
SOLEMNIDADES Y FIESTAS<br />
La Presentación del Señor 275<br />
1 Una entrada punficadora 275<br />
2 Jesús, «sumo sacerdote en lo que se refiere a Dios» 276<br />
3 «Una espada te atravesará el alma» 276<br />
Llega a su casa mi Señor 278<br />
San José, esposo de la Virgen María 279<br />
1 Una sencilla expresión de la fidelidad de Dios 279<br />
2 La promesa asegurada para la descendencia 280<br />
3 Los reparos de José y su fidelidad obediente 280<br />
Custodio fiel 281<br />
Anunciación del Señor 282<br />
1 La virgen está encinta 282<br />
2 La carne del Verbo el nuevo sacrificio 283
Págs.<br />
3. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo 284<br />
Siempre hay una señal 285<br />
Natividad de san Juan Bautista (misa de vigilia y<br />
del día) 286<br />
1. «En las entrañas maternas, pronunció mi nombre». 286<br />
2. El tema que investigaron y escrutaron los profetas 287<br />
3. La promesa y el cumplimiento del nacimiento de<br />
Juan 288<br />
Testigos como Juan 289<br />
San Pedro y san Pablo (vigilia y día) 290<br />
1. «Te doy lo que tengo» 290<br />
2. Me envió el que me escogió desde el seno de mi<br />
madre 291<br />
3. El primero, desde el amor 292<br />
Proclamar el mensaje 293<br />
Santiago, apóstol 294<br />
1. Cuando las prohibiciones no valen 294<br />
2. La fuerza de Dios y no nuestra 295<br />
3. El puesto y el cáliz 296<br />
¡Abre España, Santiago! 297<br />
Transfiguración del Señor 298<br />
1. Miles y miles le servían 298<br />
2. El anuncio de la última venida 299<br />
3. «Levantaos, no temáis» 299<br />
Al bajar del Tabor 301<br />
La Asunción de la Virgen (vigilia y día) 302<br />
1. Arca de la nueva Alianza 302<br />
2. «La muerte ha sido absorbida en la victoria» 303
3 Una dicha que es la nuestra<br />
Da de lo que te falta<br />
Exaltación de la santa Cruz<br />
1 El desierto y la muerte<br />
2 « y una muerte de cruz»<br />
3 «Tanto amó Dios al mundo »<br />
Señal en cada encrucijada<br />
Todos los Santos<br />
1 «De toda nación, raza pueblo y lengua »<br />
2 «Lo veremos tal cual es»<br />
3 El parecido por caminos desconcertantes<br />
Candelas de verdad<br />
Todos los Fieles Difuntos<br />
1 «Aniquilará la muerte para siempre»<br />
2 «iQue los que me confiaste estén conmigo'<br />
No pidas no morir<br />
La Inmaculada Concepción<br />
1 «Me he escondido»<br />
2 «Nos eligió en la persona de Cristo»<br />
3 «No temas, María»<br />
jirón de cielo azul