JESUS y EL ESPIRITU
JESUS y EL ESPIRITU JESUS y EL ESPIRITU
76 Jesús y el Espíritu aunque sólo a sus discípulos la manifestó de un modo explícito. Con los demás, en un caso (Mc 12, 6), la misma expresión fue velada, bajo una forma parabólica. 6.3. Jesús creyó que se había centrado particularmente en él este amor y autoridad paternales, puesto que parece que se consideró a sí mismo como hijo de Dios en un sentido diferente. Aunque enseñó a sus discípulos a dirigirse también a Dios como «Abba», probablemente comprendió su filiación como algo dependiente de sí mismo: la naturaleza distintiva del «mi Padre» se mantuvo incluso cuando animó a los otros a decir «nuestro Padre». Este sentido de algo característico en su relación con Dios, en lo que también sus discípulos podían participar, se expresa igualmente en Lucas 22, 29 y muy (¿demasiado?) vigorosamente en Mateo 11, 27. 6.4. La conciencia que tuvo Jesús de ser hijo de Dios fue una convicción existencial, no una creencia meramente intelectual !". El experimentó una relación de filiación; sintió una intimidad tal con Dios, una aprobación por Dios, una dependencia de Dios y responsabilidad ante Dios, que las únicas palabras adecuadas para expresarla eran las de «Padre» e «Hijo». La cristalización de esta conciencia, totalmente posible, volvió a experimentarla en el Jordán, si no fue antes (ver algo más adelante, § 10), aunque no tenemos pruebas seguras que nos permitan trazar un desarrollo psicológico de Jesús 145. La cuestión que debe ser subrayada es que «hijo» expresa aquí una relación existencial, no una relación metafísica en sí misma. Aunque, ciertamente, sea posible exigir una relación metafísica situándose más allá de la conciencia de filiación propia de Jesús, las pruebas únicamente nos permiten hablar del conocimiento de Jesús de una relación íntima con Dios, no de un conocimiento de filiación metafísica, ni tampoco de un «conocimiento divino» 146 (mucho menos la conciencia de ser la segunda persona de la Trinidad! ) 147. Incluso 144. Cf. T. W. MANSON, Teaching 105 ss.; V. TAYLOR, Person 174: «La conciencia de Filíación se adquirió más bien por experiencia que por argumento y deducción». 145. En contra de V. TAYLOR, Person 172 ss. 146. En contra de V. TAYLOR, Person 156 ss. Por supuesto que uno puede decir que Mt 11, 27 «implica una Filía.ción que, en definitiva, es por naturaleza y ser» (p. 168), pero este argumento se tiene que fundamentar en otras consideraciones y pruebas. 147. Cf. R. H. FULLER, Mission 85.
La experiencia de Jesús acerca de Dios. La filiaci6n 77 es erróneo hablar de una conciencia de «filiación divina». Y es claro que referirse a una conciencia de preexistencia está más allá de lo que se puede probar 148. Después de todo, el concepto total de filiación en Israel era de adopción más bien que de creación 149. Y el rey de Israel podía ser saludado como hijo de Dios (Salmo 2, 7); pero el hijo nunca era considerado como poseyendo una naturaleza divina, y a los profetas, quienes con frecuencia criticaron a los reyes, nunca parece habérseles acusado de exigir la divinidad 150; mientras que impugnaron ciertamente a los reyes de las naciones vecinas por este motivo (Is 14, 12 ss.; Ez 28, 1-10) 151. De modo semejante, el hombre justo de la Sabiduría 2, citando anteriormente (p. 61), no sería acusado de exigir la «filiación divina». Por supuesto, el título «Hijo de Dios» y últimamente el dogma de una filiación esencial y sustancial, «nacido del Padre antes de todos los siglos», desarrolló la comprensión de Jesús en sí mismo como hijo de Dios 152. El proceso se inició ya en los documentos del Nuevo Testamento, añadiendo el título pleno de divinidad en diversas narraciones evangélicas 153, particularmente en la presentación joánica de Jesús. Además, y es lo más importante, como hemos visto, Jesús creyó que su filiación fue algo diferente (incluso único en el caso de que Mt 11, 27, pudiera ser aceptado como una palabra auténtica de Jesús). Sin embargo, no está nada claro lo que podemos entender de aquel sentido de distinción, y tendremos que volver al tema, desde la luz de nuestra 148. Cf. G. DALMAN, Words 287; en contra O. CULLMANN, Cbristology 288, citando a A. SCHWEITZER, Cbrist 91; véase también en B. M. F. VAN IERSEL 161. 149. T. W. MANSON, Teaching 91; B. M. F. VAN IERSEL 105. 150. G. DALMAN, Words 272; A. A. ANDERSON, The Psalms, Olíphants 1972, 68; véase, además, H. RINGGREN, Israelite Religion, ET SPCK 1966, 232 s. 151. Una posible excepción es Sal 45, 6. Pero véase A. R. JOHNSON, Sacral Kingship in Ancient Israel, Cardiff 1955, 27; J. A. EMERToN, Tbe Svntactical problem 01 Psalm 45, 7, JSS 13 (1968), 58-63. Debo estas referencias a mi compañero G. l. Davies. 152. La relación entre «Hijo de Dios» e «Hijo-Padre» es probablemente más directa de lo que F. HAHN, Titles 313, admite y puede muy bien basarse en las palabras de Mc 1, 11: «Tú eres mi hijo», expresión que puede hacer pensar en el mesianismo real pero que, de hecho, tiene más que ver con la actitud del abba que con el título «Hijo de Dios»; d. W. BOUSSET, Kyrios Cbristos 95, y lo que diremos después, párrafo 10. 153. En especial Mt 14, 33 (d. Mc 6, 51 s.); Mt 16, 16 (d. Mc 8, 29) Y Mc 15, 39 / Mt 27, 54 (d. Le 23, 47).
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La experiencia de Jesús acerca de Dios. La filiaci6n 77<br />
es erróneo hablar de una conciencia de «filiación divina». Y es<br />
claro que referirse a una conciencia de preexistencia está más<br />
allá de lo que se puede probar 148.<br />
Después de todo, el concepto total de filiación en Israel era<br />
de adopción más bien que de creación 149. Y el rey de Israel<br />
podía ser saludado como hijo de Dios (Salmo 2, 7); pero el<br />
hijo nunca era considerado como poseyendo una naturaleza divina,<br />
y a los profetas, quienes con frecuencia criticaron a los reyes,<br />
nunca parece habérseles acusado de exigir la divinidad 150; mientras<br />
que impugnaron ciertamente a los reyes de las naciones vecinas<br />
por este motivo (Is 14, 12 ss.; Ez 28, 1-10) 151. De modo<br />
semejante, el hombre justo de la Sabiduría 2, citando anteriormente<br />
(p. 61), no sería acusado de exigir la «filiación divina».<br />
Por supuesto, el título «Hijo de Dios» y últimamente el dogma<br />
de una filiación esencial y sustancial, «nacido del Padre antes de<br />
todos los siglos», desarrolló la comprensión de Jesús en sí mismo<br />
como hijo de Dios 152. El proceso se inició ya en los documentos<br />
del Nuevo Testamento, añadiendo el título pleno de divinidad en<br />
diversas narraciones evangélicas 153, particularmente en la presentación<br />
joánica de Jesús. Además, y es lo más importante, como<br />
hemos visto, Jesús creyó que su filiación fue algo diferente<br />
(incluso único en el caso de que Mt 11, 27, pudiera ser aceptado<br />
como una palabra auténtica de Jesús). Sin embargo, no está<br />
nada claro lo que podemos entender de aquel sentido de distinción,<br />
y tendremos que volver al tema, desde la luz de nuestra<br />
148. Cf. G. DALMAN, Words 287; en contra O. CULLMANN, Cbristology<br />
288, citando a A. SCHWEITZER, Cbrist 91; véase también en B. M.<br />
F. VAN IERS<strong>EL</strong> 161.<br />
149. T. W. MANSON, Teaching 91; B. M. F. VAN IERS<strong>EL</strong> 105.<br />
150. G. DALMAN, Words 272; A. A. ANDERSON, The Psalms, Olíphants<br />
1972, 68; véase, además, H. RINGGREN, Israelite Religion, ET<br />
SPCK 1966, 232 s.<br />
151. Una posible excepción es Sal 45, 6. Pero véase A. R. JOHNSON,<br />
Sacral Kingship in Ancient Israel, Cardiff 1955, 27; J. A. EMERToN, Tbe<br />
Svntactical problem 01 Psalm 45, 7, JSS 13 (1968), 58-63. Debo estas<br />
referencias a mi compañero G. l. Davies.<br />
152. La relación entre «Hijo de Dios» e «Hijo-Padre» es probablemente<br />
más directa de lo que F. HAHN, Titles 313, admite y puede muy<br />
bien basarse en las palabras de Mc 1, 11: «Tú eres mi hijo», expresión<br />
que puede hacer pensar en el mesianismo real pero que, de hecho, tiene<br />
más que ver con la actitud del abba que con el título «Hijo de Dios»;<br />
d. W. BOUSSET, Kyrios Cbristos 95, y lo que diremos después, párrafo 10.<br />
153. En especial Mt 14, 33 (d. Mc 6, 51 s.); Mt 16, 16 (d. Mc 8,<br />
29) Y Mc 15, 39 / Mt 27, 54 (d. Le 23, 47).