JESUS y EL ESPIRITU

70 Jesús y el Espíritu
po, una relación íntima con lo conocido». En particular, en la
relación Dios-hombre describe: «el amor correspondido y la entrega
confiada, originados por el amor inmerecido de Dios» 123.
Luego aquí hallamos la misma relación Yo-Tú que se advertía
en abba. Jesús conoce a Dios con el calor y la intimidad propia
de un hijo con su padre. Para Jesús, conocer a Dios es conocerlo
como Padre.
2) Jesús bien pudo haber experimentado que su relación con
Dios fue algo diferente. En Mateo 11, 27 la característica de lo
distintivo se convierte en la propiedad de lo único (contrasta la
nota 71, anteriormente): Jesús exige haber sido especialmente
situado aparte por Dios, pues él puede hablar de «todas las cosas»,
habiéndole sido entregado todo por Dios, el cual le ha
hecho único receptor de la divina revelación y canal de la Sabiduría
divina. Todavía más llamativo es que su conocimiento de
Dios sea único: él conoce a Dios como ningún hombre lo conoció
jamás. La relación mutua que él experimentó con Dios no
tiene comparación alguna. Simultáneamente aquél a quien «el Hijo
quisiere revelárselo» (11, nd). Precisamente, en cuanto otros
(sus discípulos) pueden dirigirse a Dios como «Abba».
3) Jesús al decir «Abba» no pretendió huir de la realidad,
sino que más bien manifestó sus deseos de padecer algo demasiado
terrible (Me 14, 36). Por esto en Mateo 11, 27 el conocimiento
de Dios se refiere no a la piedad mística, sino a la aceptación
de la misión (11, 27 d). (Una misión que contenía la característica
de juicio tanto como la de evangelio, 11, 25 s.).
5.3. Me 13, 32;, 12, 6; Le 11, 19 s. Nada puede compensar
el quitar a Mateo 11, 27 de la primera línea, como testigo de la
experiencia de Jesús acerca de Dios. Estos tres pasajes son exclusivamente
los otros que entran en un examen serio como testigos
posibles del conocimiento personal de Jesús acerca de su filiación,
y por ello, merecen alguna atención.
a} Marcos 13, 32 es el paralelo más próximo a Mateo 11, 27:
«Cuanto a ese día, o a esa hora, nadie lo conoce, ni los ángeles
del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre». Aunque se trata de una
frase aislada, pertenece claramente a un contexto apocalíptico y
debe proceder o del ministerio de Jesús o de la Iglesia primitiva.
123. W. EICHRDDT, Theology 01 the Old Testament JI, ET SCM
Press 1967, 292; d. R. BULTMANN, TDNT 1 698.