JESUS y EL ESPIRITU

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564 Jesús y el Esptritu de Jesús TI. Ante todo se enseña que el Espíritu es el de Jesús, cuando a aquél se le presenta expresamente como el «otro Paráclito» o consejero, lo que quiere decir naturalmente que Jesús es el primer Paráclito (1 Jn 2, 1) 28. Lo mismo se enseña por el hecho de que la venida del Espíritu no hay duda de que cumple la promesa de Jesús de volver y habitar en sus discípulos (14, 15-26) 29. En resumen, «el Paráclito es la presencia de Jesús cuando [esús está ausente» 30. Dos comentarios hay que hacer: 1) al relacionar de este modo al Espíritu con Jesús, Juan está haciendo lo que Pablo hizo: el «otro Paráclito» de Juan es el «Espíritu de Jesús» en Pablo. Tanto para Juan como para Pablo el Espíritu ha dejado de ser un poder divino impersonal; la experiencia de una vida nueva, solamente, no basta para especificar suficientemente la actividad del Espíritu (3, 5-8; 4, 10-14; 6, 63; 7, 37 ss.; 20, 22). El Espíritu ha adquirido un carácter más pleno y más concreto, el carácter de Jesús. La personalidad de Jesús se ha convertido en la personalidad del Espíritu. Así como el Lagos de la revelación (y la Sabiduría) se ha identificado con el Jesús terreno y ha recibido la impronta de su persona (1, 1-18), de la misma manera ha ocurrido con el Espíritu de la revelación, el cual ha sido relacionado con el Jesús celeste y lleva la impronta de su personalidad 31. 2) La importancia de esta ecuación consiste en que comporta y posibilita una continuidad inmediata y directa entre los creyentes y Jesús. La creciente separación temporal entre Juan y el Jesús histórico y la continua dilación de la parusía no significan un distanciamiento cada vez mayor entre cada generación de cristianos y Cristo. Al contrario, cada generación está tan cerca de Jesús como la última (y como la primera), porque el Paráclito es el enlace inmediato entre Jesús y sus discípulos en 27. Cf. J. D. G. DUNN, Baptism, 177. 180 (N. del Tr.: Talavero, Pasi6n, 135-26. 146. 214·15). 28. Sobre el trasfondo y el significado de parákletos véase especialmente R. E. BROWN, Paraclete, 113-32; G. JOHNSTON, Tbe Spirit-Paraclete in the Gospel 01 [obn, Cambridge 1970, cap. 7. 29. R. BULTMANN, Theology n. 90; H. SCHLIER, Begriff, 235 s.; R. E. BROWN, [obn, 644 s. 30. R. E. BROWN, Paraclete, 128. 31. G. JOHNSTON, Spirit-Paraclete, 114 (véase también 95), pone la objeción de que «habría sido absurdo que Juan hubiera presentado a un espíritu como el sucesor del Logos encarnado en Jesús». Pero es que no se trata precisamente de «un espíritu» cualquiera.

Condusián 565 cada generación. Es decir, el enlace y la continuidad se da, no a base de sacramentos, oficios o figuras humanas, sino mediante el Espíritu 32. La vitalidad de la experiencia cristiana no cesa porque el Jesús histórico se haya sumergido en el pasado y la venida de Jesús se haya perdido en el futuro. Esa experiencia mantiene su vitalidad porque el Espíritu actúa aquí y ahora en cuanto el otro Paráclito. 58.2. El Espíritu y la tradición kerigmática. Relacionando estas dos realidades dinámicamente es como Pablo consiguió un nuevo control sobre el Espíritu carismático sin sacrificar el presente en aras del pasado ni éste en aras del presente (d. 459­ 471 s.). Mientras que en las Pastorales el equilibrio parece que se inclinó en favor de la tradición del pasado, estando el Espíritu casi totalmente subordinado a ella, una de las aportaciones más positivas de Juan al cristianismo es que no sigue en esta dirección, sino que más bien pone todavía más de relieve la dialéctica existente entre el Espíritu y su evangelio original. En el evangelio de Juan esto se expresa del modo más claro en el papel atribuido al Paráclito en 14, 26 Y 16, 12 ss. Hay que fijarse en el equilibrio que se consigue en estos versículos entre la revelación permanente por parte del Espíritu y la que ya ha tenido lugar. En 14, 26 leemos: «El os enseñará todo»; esto tiene que abarcar la doctrina que Jesús no tuvo tiempo de transmitir a sus discípulos mientras estuvo en la tierra (cf. 16, 12). Y sigue el mismo versículo: «y os recordará todo lo que yo os he dicho» (d. 15, 15), es decir, la revelación nueva se encuentra con el permanente criterio de la revelación original 33. En 16, 12 ss. leemos: «El os guiará hacia u os introducirá en 34 toda la verdad» (nueva revelación, v. 12), lo que tiene su contrapeso en: «no hablará por su propia cuenta...» (Jesús es la verdad, [n 14, 6). Y se sigue diciendo: «El os anunciará (anaggelei) lo que ha de venir», expresión que encuentra su contrapeso en: «él me glorificará puesto que tomará de lo mío y os lo anunciará» (anaggelei)>>. La dialéctica del concepto joánico de revelación se resume en el término anaggelei, porque puede implicar la fuerza de «re-anunciar», «reclamar»; pero tanto en 16, 13 como en 4, 25 tiene que incluir 32. Cf. R. E. BROWN, Paraclete, 128 ss.; J. D. G. DUNN, Baptism, 194. 33. Cí, S. SCHULZ, Das Eoangelium nacb [obannes, NTD 1972, 192. 34. La crítica textual no está clara y no se sabe si hay que leer eis o en. Véase para más detalles, por ejemplo, BROWN, [obn, 707.

564 Jesús y el Esptritu<br />

de Jesús TI. Ante todo se enseña que el Espíritu es el de Jesús,<br />

cuando a aquél se le presenta expresamente como el «otro Paráclito»<br />

o consejero, lo que quiere decir naturalmente que Jesús<br />

es el primer Paráclito (1 Jn 2, 1) 28. Lo mismo se enseña por el<br />

hecho de que la venida del Espíritu no hay duda de que cumple<br />

la promesa de Jesús de volver y habitar en sus discípulos (14,<br />

15-26) 29. En resumen, «el Paráclito es la presencia de Jesús cuando<br />

[esús está ausente» 30.<br />

Dos comentarios hay que hacer: 1) al relacionar de este<br />

modo al Espíritu con Jesús, Juan está haciendo lo que Pablo<br />

hizo: el «otro Paráclito» de Juan es el «Espíritu de Jesús» en<br />

Pablo. Tanto para Juan como para Pablo el Espíritu ha dejado<br />

de ser un poder divino impersonal; la experiencia de una vida<br />

nueva, solamente, no basta para especificar suficientemente la<br />

actividad del Espíritu (3, 5-8; 4, 10-14; 6, 63; 7, 37 ss.; 20,<br />

22). El Espíritu ha adquirido un carácter más pleno y más concreto,<br />

el carácter de Jesús. La personalidad de Jesús se ha convertido<br />

en la personalidad del Espíritu. Así como el Lagos de la<br />

revelación (y la Sabiduría) se ha identificado con el Jesús terreno<br />

y ha recibido la impronta de su persona (1, 1-18), de la misma<br />

manera ha ocurrido con el Espíritu de la revelación, el cual ha<br />

sido relacionado con el Jesús celeste y lleva la impronta de su<br />

personalidad 31. 2) La importancia de esta ecuación consiste en<br />

que comporta y posibilita una continuidad inmediata y directa<br />

entre los creyentes y Jesús. La creciente separación temporal entre<br />

Juan y el Jesús histórico y la continua dilación de la parusía no<br />

significan un distanciamiento cada vez mayor entre cada generación<br />

de cristianos y Cristo. Al contrario, cada generación está tan<br />

cerca de Jesús como la última (y como la primera), porque el<br />

Paráclito es el enlace inmediato entre Jesús y sus discípulos en<br />

27. Cf. J. D. G. DUNN, Baptism, 177. 180 (N. del Tr.: Talavero,<br />

Pasi6n, 135-26. 146. 214·15).<br />

28. Sobre el trasfondo y el significado de parákletos véase especialmente<br />

R. E. BROWN, Paraclete, 113-32; G. JOHNSTON, Tbe Spirit-Paraclete<br />

in the Gospel 01 [obn, Cambridge 1970, cap. 7.<br />

29. R. BULTMANN, Theology n. 90; H. SCHLIER, Begriff, 235 s.; R. E.<br />

BROWN, [obn, 644 s.<br />

30. R. E. BROWN, Paraclete, 128.<br />

31. G. JOHNSTON, Spirit-Paraclete, 114 (véase también 95), pone la<br />

objeción de que «habría sido absurdo que Juan hubiera presentado a un<br />

espíritu como el sucesor del Logos encarnado en Jesús». Pero es que no<br />

se trata precisamente de «un espíritu» cualquiera.

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