JESUS y EL ESPIRITU
JESUS y EL ESPIRITU JESUS y EL ESPIRITU
562 Jesús y el Espíritu entusiásticos, precursor del montanismo, que amenazó a la Iglesia tan profundamente a finales del siglo II 22. Como quiera que fuera, el hecho es que al autor de las Pastorales le pareció que el único modo de mantener en pie el cristianismo era mediante la formalización de la fe y la institucionalización de la Iglesia. Pero al proceder así ¿no es verdad que cayó en el mismísimo error ante el que nos pone en guardia: el mantener la forma exterior de la piedad negando su poder interior (2 Tm 3, 5)? Uno tiene la impresión que la gran peculiaridad paulina referente a la experiencia religiosa ha desaparecido casi por completo. Quizás sean, pues, las Pastorales el primer ejemplo de esa institucionalización progresiva que parece abatirse sobre tantos movimientos de renovación espiritual en las generaciones segunda y tercera, cuando la flexibilidad de una experiencia religiosa nueva comienza a petrificarse en formas inalterables. A medida que la gente de la segunda (o tercera) generación se siente menos capaz de vivir creadoramente a partir de su propia experiencia de Dios, tanto más fuerte es su tendencia a tratar la fe de la época fundacional como «la fe». El enseñar 10 que fue la expresión viviente de la experiencia espiritual de la primera generación, se convierte en palabra sagrada, en herencia santa que hay que conservar, guardar, transmitir, pero no reinterpretar. Las fuentes de la religión actual se limitan casi totalmente al pasado, mientras que el presnte se reduce, de hecho, a un mero canal por el que la religión del pasado se puede transmitir al futuro ordenadamente. En una palabra: la vitalidad de la experiencia religiosa de la primera generación desaparece en gran medida y la segunda generación comienza a intentar 10 imposible, o sea, vivir en el presente a base de la experiencia religiosa del pasado. No es que esto se dé ya plenamente en las Pastorales; pero ese proceso se encuentra ya en marcha y quizás resulte ya irreversible. 58. La alternativa joánica Si las Pastorales son testigos de la pérdida de la vitalidad y perspectiva paulinas, los escritos joánicos demuestran, por su parte, que durante los años 80 y 90 del siglo primero hubo cristianos y comunidades cristianas en las que seguía brillando podero- 22. J. M. FORD, A Note on Proto-Montanism in tbe Pastoral Bpistles, NTS 17 (1970-71) 338·46.
Conc/usi6n 563 samente la llama y en las que la experiencia del Espíritu creaba una visión nueva. La vitalidad de la experiencia religiosa se demuestra, por ejemplo, en el hecho de que términos como «vida», «amor», «conocimiento», «creer» aparecen con mucha frecuencia tanto en el evangelio como en las cartas, hasta con más frecuencia que en Pablo; piénsese incluso en textos como Jn 3, 5-8; 3, 34(?); 4, 10-14; 6, 63; 7, 37-39; 14, 17; 1 Jn 2, 20. 27; 3, 24; 4, 13; 5, 6_10 23. Si estos términos, especialmente las vigorosas metáforas, significan algo, están indicando la existencia de una experiencia religiosa viva, que la comunidad joánica no podía atribuir sino al Espíritu. Examinando más de cerca el material al respecto, se ve que Juan reafirmaba algunos de los rasgos distintivos de la concepción paulina; pero que, al mismo tiempo, el concepto propiamente joánico de la experiencia religiosa tenía sus rasgos peculiares y distintivos. 58.1. El Espíritu es el Espíritu de Jesús, o sea, continúa la obra de Jesús o, dicho aún con más fuerza, perpetúa la presencia de Jesús. Juan expresa esto de muchas maneras. Se contiene en 1, 32 s.: el Espíritu descendió sobre Jesús y permaneció sobre él (émeinen ep'autón), es decir, la unión de Jesús y el Espíritu continuó durante su ministerio y después de su exaltación 24. Se incluye en 6, 62 s. y 7, 37 ss., donde está claro que el comer el cuerpo / carne de Jesús y el beber el agua que él ofrece, simboliza la recepción creyente del Espíritu vivificador 25. Es 10 que se viene a decir también con la relación de «tandem» o el paralelismo existente entre el ministerio de Jesús y el del «Paráclito». Por ejemplo, los dos vienen del Padre (15, 26; 16,27 s.); ambos son dados y enviados por el Padre (3, 16 s.; 14, 16. 26); ambos enseñan a los discípulos (6, 59; 7, 14. 28; 8, 20; 14, 26); a ninguno de los dos los reconoce ni acepta el mundo (14, 17; 16, 3)26. Es lo que se viene a decir (probablemente) en 19, 30 y en 20, 22, donde al Espíritu se le presenta corno el espíritu / aliento 23. Véase más detalladamente J. D. G. DUNN, Baptism, cap. 15 y 16. 24. H. SCHLIER, Zum Begriff des Geistes nach dem [ohanneseuangelium, en Neutestamentliche Aujsátze, Festschriit für J. Schmid, ed. J. Blinzler - O. Kuss - F. Mussner, Regensburg 1963, 233. 25. }. D. G. LUNN, [ohn 6 A Eucharistic Discoursei , NTS 17 (1970 71) 336 ss.; también Baptism, 179 s., 184 ss. 26 Véase, además, G. BORNKAMM, Der Paraklet i111 [obannes-eoangelium, en Geschichte und Glaube 1, Munich 1968, 69; R. E. BROWN, Tbe Paraclete in the Fourth Cospel, NTS 13 (1966-67) 126 ss.
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samente la llama y en las que la experiencia del Espíritu creaba<br />
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por ejemplo, en el hecho de que términos como «vida»,<br />
«amor», «conocimiento», «creer» aparecen con mucha frecuencia<br />
tanto en el evangelio como en las cartas, hasta con más frecuencia<br />
que en Pablo; piénsese incluso en textos como Jn 3, 5-8;<br />
3, 34(?); 4, 10-14; 6, 63; 7, 37-39; 14, 17; 1 Jn 2, 20. 27;<br />
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vigorosas metáforas, significan algo, están indicando la existencia<br />
de una experiencia religiosa viva, que la comunidad joánica no<br />
podía atribuir sino al Espíritu. Examinando más de cerca el material<br />
al respecto, se ve que Juan reafirmaba algunos de los rasgos<br />
distintivos de la concepción paulina; pero que, al mismo tiempo,<br />
el concepto propiamente joánico de la experiencia religiosa tenía<br />
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58.1. El Espíritu es el Espíritu de Jesús, o sea, continúa la<br />
obra de Jesús o, dicho aún con más fuerza, perpetúa la presencia<br />
de Jesús. Juan expresa esto de muchas maneras. Se contiene en<br />
1, 32 s.: el Espíritu descendió sobre Jesús y permaneció sobre<br />
él (émeinen ep'autón), es decir, la unión de Jesús y el Espíritu<br />
continuó durante su ministerio y después de su exaltación 24. Se<br />
incluye en 6, 62 s. y 7, 37 ss., donde está claro que el comer el<br />
cuerpo / carne de Jesús y el beber el agua que él ofrece, simboliza<br />
la recepción creyente del Espíritu vivificador 25. Es 10 que se<br />
viene a decir también con la relación de «tandem» o el paralelismo<br />
existente entre el ministerio de Jesús y el del «Paráclito».<br />
Por ejemplo, los dos vienen del Padre (15, 26; 16,27 s.); ambos<br />
son dados y enviados por el Padre (3, 16 s.; 14, 16. 26); ambos<br />
enseñan a los discípulos (6, 59; 7, 14. 28; 8, 20; 14, 26); a<br />
ninguno de los dos los reconoce ni acepta el mundo (14, 17; 16,<br />
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23. Véase más detalladamente J. D. G. DUNN, Baptism, cap. 15 y 16.<br />
24. H. SCHLIER, Zum Begriff des Geistes nach dem [ohanneseuangelium,<br />
en Neutestamentliche Aujsátze, Festschriit für J. Schmid, ed. J.<br />
Blinzler - O. Kuss - F. Mussner, Regensburg 1963, 233.<br />
25. }. D. G. LUNN, [ohn 6 A Eucharistic Discoursei , NTS 17 (1970<br />
71) 336 ss.; también Baptism, 179 s., 184 ss.<br />
26 Véase, además, G. BORNKAMM, Der Paraklet i111 [obannes-eoangelium,<br />
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Paraclete in the Fourth Cospel, NTS 13 (1966-67) 126 ss.