JESUS y EL ESPIRITU
JESUS y EL ESPIRITU JESUS y EL ESPIRITU
54 Jesús y el Espiritu La cuestión, pues, se convierte en un problema de relación entre Jesús y sus discípulos. Dado que Jesús anima a sus discípulos a dirigirse a Dios como «Abba», ¿pensó que podían disfrutar verdaderamente de la misma relación con Dios como él mismo, o consideró su propia relación como algo exclusivo? Bornkamm se inclina por la última alternativa: «aunque encontramos numerosos pasajes donde Jesús dice «mi Padre» (en los cielos)» y «tu Padre» o «vuestro Padre», no existe ningún pasaje donde El mismo se una a sus discípulos en un «nuestro Padre». No hay razón para dudar que este uso fue realmente característico de Jesús mismo, y ciertamente fue una expresión de su misión» 68. Por otro lado, sabemos por Rm 8, 15 y Ga 4, 16, que Jesús no conservó para sí mismo la forma «abba» de dirigirse, si no que más bien animó a sus discípulos a usarla (Le 11, 2) 69. En consecuencia, debemos preguntar: ¿Jamás se unió Jesús en la oración comunitaria a sus disdpulos, usando una forma «abba», como el «Padre nuestro»? Es una cuestión a la que nuestras fuentes no aportan respuesta alguna. Pero ciertas consideraciones aconsejan no concederle demasiada importancia, cualquiera que sea la solución. 1) Si fue sólo a sus discípulos a los que Jesús animó a decir «abba», entonces la deducción es que el uso de «abba» en ellos fue algo dependiente de su relación con Jesús; que su «abba» fue derivación del «abba» de Jesús. 2) Nosotros no aceptaríamos demasiado rápidamente que la «diferencia básica entre «mi Padre» y «vuestro Padre» es una consecuencia del estilo cristológico de la comunidad» (Conzelmann). Pues la comunidad fue completamente capaz de mantener la distancia cristológica entre Jesús y sus seguidores, sin quitar ningún elemento tradicional que colocara a Jesús y a sus discípulos en el mismo nivel. Así, en concreto, la tradición según la cual el Jesús terrestre llama a los discípulos «hermanos» (Me 3, 34 s. y par.) no originó entonces ninguna dificultad o turba- 68. G. BORNKAMM, ]esus 128 S.; véase también VAN IERSEL 108. Así antes G. DALMAN, The Words 01 [esus, ET T. & T. Clark 1902, 190: «Jesús hace una distinción neta entre él mismo y sus discípulos prescindiendo de la formulación común entre los judíos: 'Padre nuestro que estás en los cielos', cuando se trata de sí mismo, pero mandando a sus discípulos que la usen (Mt 6, 9)>>. 69. H. CONFELMANN, Outline 103. 105.
La experiencia de Jesús acerca de Dios. La filiación 55 ción, aunque, en otra parte, es solamente el glorificado, el único que habla así (Mt 25, 40; 28, 10; Jn 20, 17). También, de esta manera, Rm 8, 15 Y Ga 4, 6 ponen ambos de relieve y reducen la distancia cristológica entre Jesús y los cristianos de un modo sorprendente. Por una parte, hay un reconocimiento de que la filiación de ellos depende y procede de la filiación de Jesús (el Espíritu del Hijo). Sin embargo, al mismo tiempo, el Espíritu que clama «Abba» hace del creyente, no sólo un hijo (como si estuviera separado de Jesús), sino un ca-heredero con Cristo (Rm 8, 17; Ga 4, 7). De hecho, el deliberado distanciamiento cristológico en este punto sólo aparece realmente evidente en el evangelio de Juan con la restricción que hace el cuarto evangelista de lúas (hijo) para Jesús sólo. Existen muchos «hijos de Dios» (lekna tbeou, Jn 1, 12; Jn 3, 1 s. 10; 5, 2), mas un solo «Hijo ele Dios» (uios theou). 3} Si aceptamos la tradición que Jesús eligió un grupo íntimo de doce discípulos durante su ministerio, lo cual parece muy probable 70, entonces la importancia se fundamenta en el hecho de que él escogió doce y no precisamente once. Jesús mismo no era el duodécimo; el grupo estaba completo sin él. Esto quiere decir que el Israel del final de los tiempos (d. Mt 19, 28b) se simbolizaba no en él mismo más los otros once, sino en los doce en cuanto tales. El papel propio de Jesús era otro y diferente. Hay grandes fundamentos, por consiguiente, para mantener que Jesús fue consciente, en algún grado, de 10 peculiar en su relación con Dios, justo frente a aquélla de sus discípulos, y que la diferencia «mi Padre», «vuestro Padre» es un reflejo de aquella conciencia que llegó a expresarse en la enseñanza de Jesús, más bien que algo impuesto más tarde por la tradición sobre Jesús. Aquí hallamos una conclusión de gran importancia, 70. Véase, por ejemplo, E. MEYER, Ilrsprung und Anjáng« des Christentums 1, Stuttgart 1921, 291 ss. 296 ss. 299; K. H. RENGSTORF, TDNT 325 S.; TAYLOR, Mark 619-23; B. RIGAUX, Die 'Zuiol]' in Geschichte und Kerygma, en Der historische [esus und der Kerygmatische Christus, ed. H. Rístow-V. K. Matthiae, Berlín 1961, 468-86; L. GOPPELT, Apostolic and Post-Apostolic Times, 1962, ET A. & C. Black 1970, 28 s.: J. Ro !.OH, Apostolat-Verkündigung-Kirche, Gütersloh 1965, cap. 3; F. HAHN (con A. Strobel y E. Schweizer), The Beginnings of the Church in tbe New Testament, ET St Andrew 1970, 31; R. P. MEYE, [esus and the Twelve, Eerdmans 1968, cap. 8; C. K. BARRETT, The Signs of an Apostle, Epworth 1970, 23-33; P. STUHLMACHER, Eoangelium-Apostolat-Gemeinde, KUD 17 (1971) 31.
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La cuestión, pues, se convierte en un problema de relación<br />
entre Jesús y sus discípulos. Dado que Jesús anima a sus discípulos<br />
a dirigirse a Dios como «Abba», ¿pensó que podían disfrutar<br />
verdaderamente de la misma relación con Dios como él<br />
mismo, o consideró su propia relación como algo exclusivo?<br />
Bornkamm se inclina por la última alternativa: «aunque encontramos<br />
numerosos pasajes donde Jesús dice «mi Padre» (en los<br />
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donde El mismo se una a sus discípulos en un «nuestro Padre».<br />
No hay razón para dudar que este uso fue realmente característico<br />
de Jesús mismo, y ciertamente fue una expresión de su<br />
misión» 68.<br />
Por otro lado, sabemos por Rm 8, 15 y Ga 4, 16, que Jesús<br />
no conservó para sí mismo la forma «abba» de dirigirse, si no<br />
que más bien animó a sus discípulos a usarla (Le 11, 2) 69. En<br />
consecuencia, debemos preguntar: ¿Jamás se unió Jesús en la<br />
oración comunitaria a sus disdpulos, usando una forma «abba»,<br />
como el «Padre nuestro»? Es una cuestión a la que nuestras<br />
fuentes no aportan respuesta alguna. Pero ciertas consideraciones<br />
aconsejan no concederle demasiada importancia, cualquiera que<br />
sea la solución.<br />
1) Si fue sólo a sus discípulos a los que Jesús animó a decir<br />
«abba», entonces la deducción es que el uso de «abba» en ellos<br />
fue algo dependiente de su relación con Jesús; que su «abba» fue<br />
derivación del «abba» de Jesús.<br />
2) Nosotros no aceptaríamos demasiado rápidamente que la<br />
«diferencia básica entre «mi Padre» y «vuestro Padre» es una<br />
consecuencia del estilo cristológico de la comunidad» (Conzelmann).<br />
Pues la comunidad fue completamente capaz de mantener<br />
la distancia cristológica entre Jesús y sus seguidores, sin quitar<br />
ningún elemento tradicional que colocara a Jesús y a sus discípulos<br />
en el mismo nivel. Así, en concreto, la tradición según<br />
la cual el Jesús terrestre llama a los discípulos «hermanos» (Me<br />
3, 34 s. y par.) no originó entonces ninguna dificultad o turba-<br />
68. G. BORNKAMM, ]esus 128 S.; véase también VAN IERS<strong>EL</strong> 108. Así<br />
antes G. DALMAN, The Words 01 [esus, ET T. & T. Clark 1902, 190:<br />
«Jesús hace una distinción neta entre él mismo y sus discípulos prescindiendo<br />
de la formulación común entre los judíos: 'Padre nuestro que<br />
estás en los cielos', cuando se trata de sí mismo, pero mandando a sus<br />
discípulos que la usen (Mt 6, 9)>>.<br />
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