JESUS y EL ESPIRITU
JESUS y EL ESPIRITU JESUS y EL ESPIRITU
496 Jesús y el Espíritu el que 'pocos son los enfermos que deben su vida a Esculapio en vez de a Hipócrates'» y afirma que la crítica de los sueños se remonta a la afirmación de Heráclito, afirmando que «en el sueño cada uno de nosotros se retira a un mundo propio de él» 30. Quizás el mazazo más fuerte contra la superstición religiosa se debió a Luciano de Samosata (s. II d. C.), en especial, por sus ataques a la fe ingenua en los milagros ipbilopseudes, amador de mentiras) y a las técnicas del oráculo profético 31. No hay duda de que uno de los momentos centrales de todo este tiempo fue la «parodia» que Séneca hizo de la deificación oficial del emperador Claudia (a. 54 d. C.) 32. Entre las repercusiones más serias de todo el debate figuraron los efectos sobre la propa· ganda religiosa, como se ve por la innegable tendencia de los apologistas a presentar a sus héroes, ya se trate de Sócrates, de Heracles o de Moisés, como «divinos» más bien por su sabiduría que por su poder de hacer milagros 33. No parece que sea necesario esforzarse en probar que el ataque de Pablo a los gnósticos y «falsos apóstoles» de Corinto se ha de situar en esta perspectiva (l Co 1, 18; 4,21; 2 Co 2,14; 4,6; 10-13); de todas maneras nosotros no podemos ocuparnos del tema más detenidamente 34. Lo ya dicho es de esperar que sea bastante para llegar a estas conclusiones: 1) fuera del cristianismo primitivo se afirmaba largamente la existencia de fenómenos que tienen un paralelismo más o menos cercano con los carismas paulinos; 2) las afirmaciones cristianas sobre experiencias carismáticas muy probablemente se aceptarían sin mayores problemas por parte de gente a nivel popular, comparándolas con fenómenos paralelos de otras religiones; 3) el criticismo filosófico de los milagros no consideraría las afirmaciones cristianas al respecto más aceptable 30. E. R. DODDS, Irrational, 116-18. 31. Alexander the False Propbet. Alejandro de Abonoteico era un profeta de Esculapio que ejerció amplia influencia entre los años 150-70 d. C. Véase también H. D. BETZ, Lukian von Samosata und das Neue Testament, BerHn 1961. 32. The Pumpkinijication 01 Claudius (viene como apéndice en R. GRAVES, Claudius tbe God, 1934, Penguin 1954). Véase también LUCIANO, De morte peregrini, 39-40. 33. Véase D. L. TIEDE, The Charismatic Fgure as Miracle Worker. 34. Las conclusiones de Tiede supusieron un interrogante contra la tesis de Georgi en el sentido de que los oponentes de Pablo en Corinto presentaban a Cristo y a si mismos como «hombres divinos» referente a «signos y prodigios».
El Espíritu de Jesús 497 que las provenientes de otros propagandistas religiosos (cf. Hch 17, 32)35. Resumiendo, en los fenómenos carismáticos como tal no se daba nada específicamente cristiano. Colocando al primitivo cristianismo en el contexto de su propio tiempo, sale a la luz toda la ambigüedad que caracteriza a los carismas. Ni siquiera la afirmación de que un carisma es la experiencia y expresión de la gracia, ni aún eso, basta para distinguir a los carismas cristianos de fenómenos parecidos fuera del cristianismo, puesto que toda inspiración viene como experiencia de que se recibe un don del más allá, experiencia de que se trata de algo que se da y no se consigue por el propio esfuerzo. Esto no quiere decir que los carismas dejen de ser algo importante dentro de la comunidad paulina. De ninguna manera. Nada de lo que se ha dicho en los capítulos VII y VIII pierde valor ante la conclusión que ahora sacamos: la ambigüedad de la manifestación de lo divino no implica que esa manifestación sea menos esencial para la vida espiritual y comunitaria. Lo que la conclusión a que hemos llegado sginifica es sencillamente esto: 1) los carismas en cuento tales no se podían tomar como señal de una experiencia específicamente cristiana o de un estado superior de experiencia dentro de la cristiandad (esto en contra de los gnósticos corintios), como tampoco eran señal de una misión especial como servidor de Cristo (en contra de los «falsos apóstoles» corintios). Dicho de otro modo, se confirma y se resalta el peligro de la experiencia carismática y la necesidad de controlar los carismas dentro de la comunidad cristiana (cap. VIII). 2) Puesto que la experiencia carismática como tal no nos lleva al corazón mismo de la experiencia específicamente cristiana, quiere decir que tenemos que seguir ahondando e investigando otros aspectos de la experiencia religiosa de Pablo. 35. Cf. el ataque de Celso contra el cnstrarusmo en el siglo I1, de lo que se ofrece un ejemplo antes (§ 52, 3). Por otra parte deberíamos recordar el auge vigoroso y crudo de lo milagroso en los evangelios apócrifos y en los Hechos de los siglos II y 111; véase E. HENNEcKE, Apocrypha I-II; también los ensayos de G. W. H. LAMPE Y M. F. WILES, en C. F. D. MOULli, Míracles, cap. 13 y 14. 32
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que las provenientes de otros propagandistas religiosos (cf. Hch<br />
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Resumiendo, en los fenómenos carismáticos como tal no se<br />
daba nada específicamente cristiano. Colocando al primitivo cristianismo<br />
en el contexto de su propio tiempo, sale a la luz toda<br />
la ambigüedad que caracteriza a los carismas. Ni siquiera la afirmación<br />
de que un carisma es la experiencia y expresión de la<br />
gracia, ni aún eso, basta para distinguir a los carismas cristianos<br />
de fenómenos parecidos fuera del cristianismo, puesto que toda<br />
inspiración viene como experiencia de que se recibe un don del<br />
más allá, experiencia de que se trata de algo que se da y no se<br />
consigue por el propio esfuerzo. Esto no quiere decir que los<br />
carismas dejen de ser algo importante dentro de la comunidad<br />
paulina. De ninguna manera. Nada de lo que se ha dicho en los<br />
capítulos VII y VIII pierde valor ante la conclusión que ahora<br />
sacamos: la ambigüedad de la manifestación de lo divino no implica<br />
que esa manifestación sea menos esencial para la vida espiritual<br />
y comunitaria. Lo que la conclusión a que hemos llegado<br />
sginifica es sencillamente esto: 1) los carismas en cuento tales<br />
no se podían tomar como señal de una experiencia específicamente<br />
cristiana o de un estado superior de experiencia dentro de la<br />
cristiandad (esto en contra de los gnósticos corintios), como tampoco<br />
eran señal de una misión especial como servidor de Cristo<br />
(en contra de los «falsos apóstoles» corintios). Dicho de otro<br />
modo, se confirma y se resalta el peligro de la experiencia carismática<br />
y la necesidad de controlar los carismas dentro de la<br />
comunidad cristiana (cap. VIII). 2) Puesto que la experiencia carismática<br />
como tal no nos lleva al corazón mismo de la experiencia<br />
específicamente cristiana, quiere decir que tenemos que seguir<br />
ahondando e investigando otros aspectos de la experiencia religiosa<br />
de Pablo.<br />
35. Cf. el ataque de Celso contra el cnstrarusmo en el siglo I1, de<br />
lo que se ofrece un ejemplo antes (§ 52, 3). Por otra parte deberíamos<br />
recordar el auge vigoroso y crudo de lo milagroso en los evangelios apócrifos<br />
y en los Hechos de los siglos II y 111; véase E. HENNEcKE, Apocrypha<br />
I-II; también los ensayos de G. W. H. LAMPE Y M. F. WILES,<br />
en C. F. D. MOULli, Míracles, cap. 13 y 14.<br />
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