JESUS y EL ESPIRITU
JESUS y EL ESPIRITU JESUS y EL ESPIRITU
484 Jesús y el Espíritu una dialéctica constante; por una parte, estaban la autoridad más formal del apóstol como apóstol y la tradición kerigmática y, por la otra, la autoridad carismática de todo ministerio dentro de la comunidad y la autorida carismática también de la comunidad misma. Era la dialéctica entre el individuo con su palabra o acción, incluida su autoridad consecuente como carisma, y la comunidad con la responsabilidad que le correspondía de examinar y valorar todos los carismas; se trataba de la dialéctica existente entre los acontecimientos decisivos, ya pasados, de la historia de la salvación (las manifestaciones de la resurrección como misión y la tradición kerigmática) y las situaciones, problemas y exigencias nuevas que estaban pidiendo revelaciones nuevas y una interpretación renovada de la tradición. Este concepto de la mutua interdependencia carismática y la interacción dinámica que se da entre ministerio y autoridad es algo sorprendente. Su realización dependería de la sensibilidad dócil respecto de la dirección del Espíritu, y de un consciente dominio del afán de protagonismo por parte de todos los miembros de la comunidad en todas las circunstancias. ¿Se hizo alguna vez realidad esa concepción paulina? ¿Se encargó la historia de demostrar que no se podía llevar a la práctica? Nos ocuparemos de estas cuestiones en nuestro capítulo final. 50.3. Vamos a concluir esbozando una comparación entre lo que Jesús pensaba sobre el ser discípulo (cf. § 13, 4) Y el concepto paulino de comunidad carismática. La comparación es sumamente clarificadora en tres puntos: 1) Pablo soñaba con una comunidad de carismáticos en la que cada uno dependiera de los demás para su propia edificación y para la edificación del conjunto. Jesús no formó una comunidad propiamente tal; la vida y crecimiento del círculo que le acompañaba dependía únicamente de él respecto de la enseñanza y del ministerio profético. 2) En la comunidad paulina todos podían ejercer autoridad recibida inmediatamente de Dios y la comunidad en su conjunto tenía también una autoridad que desempeñar. Para los discípulos de Jesús la única autoridad que existía era Jesús y toda la autoridad que ellos recibieron provenía de él. En las comunidades paulinas el (los) apóstol(es) era(n) el paralelo de Jesús más al alcance de la mano. Pero su autoridad provenía de la revelación anterior y de la fundación de la comunidad en el pasado, así que no gozaban de primacía o lugar central en lo referente a una nueva revelación. 3) El grupo de los discípulos de Jesús no existía para sí
El cuerpo de Cristo 485 mismo sino para la mision escatológica. Las comunidades paulinas seguían dando relieve a la misión, pero se preocupaban mucho más de sí mismas y de su propia edificación como puntos focales de la variada gracia de Dios. Resumiendo, la presencia de Jesús parece que fue suficiente pra sus propios discípulos, haciendo innecesaria la formación de de una comunidad, mientras que para Pablo la comunidad constituía la única posibilidad de que la gracia escatológica de Dios se manifestara plenamente. Sólo una comunidad carismática funcionando como tal podía tener esperanzas de manifestar adecuadamente la misma gracia que Dios manifestó en el hombre que fue Jesús. Esto nos lleva al capítulo siguiente.
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una dialéctica constante; por una parte, estaban la autoridad más<br />
formal del apóstol como apóstol y la tradición kerigmática y, por<br />
la otra, la autoridad carismática de todo ministerio dentro de<br />
la comunidad y la autorida carismática también de la comunidad<br />
misma. Era la dialéctica entre el individuo con su palabra o<br />
acción, incluida su autoridad consecuente como carisma, y la<br />
comunidad con la responsabilidad que le correspondía de examinar<br />
y valorar todos los carismas; se trataba de la dialéctica existente<br />
entre los acontecimientos decisivos, ya pasados, de la historia<br />
de la salvación (las manifestaciones de la resurrección como<br />
misión y la tradición kerigmática) y las situaciones, problemas y<br />
exigencias nuevas que estaban pidiendo revelaciones nuevas y una<br />
interpretación renovada de la tradición. Este concepto de la mutua<br />
interdependencia carismática y la interacción dinámica que se<br />
da entre ministerio y autoridad es algo sorprendente. Su realización<br />
dependería de la sensibilidad dócil respecto de la dirección<br />
del Espíritu, y de un consciente dominio del afán de protagonismo<br />
por parte de todos los miembros de la comunidad en todas<br />
las circunstancias. ¿Se hizo alguna vez realidad esa concepción<br />
paulina? ¿Se encargó la historia de demostrar que no se podía<br />
llevar a la práctica? Nos ocuparemos de estas cuestiones en nuestro<br />
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50.3. Vamos a concluir esbozando una comparación entre lo<br />
que Jesús pensaba sobre el ser discípulo (cf. § 13, 4) Y el concepto<br />
paulino de comunidad carismática. La comparación es sumamente<br />
clarificadora en tres puntos: 1) Pablo soñaba con una<br />
comunidad de carismáticos en la que cada uno dependiera de los<br />
demás para su propia edificación y para la edificación del conjunto.<br />
Jesús no formó una comunidad propiamente tal; la vida y<br />
crecimiento del círculo que le acompañaba dependía únicamente<br />
de él respecto de la enseñanza y del ministerio profético. 2) En<br />
la comunidad paulina todos podían ejercer autoridad recibida<br />
inmediatamente de Dios y la comunidad en su conjunto tenía<br />
también una autoridad que desempeñar. Para los discípulos de<br />
Jesús la única autoridad que existía era Jesús y toda la autoridad<br />
que ellos recibieron provenía de él. En las comunidades paulinas<br />
el (los) apóstol(es) era(n) el paralelo de Jesús más al alcance de<br />
la mano. Pero su autoridad provenía de la revelación anterior y<br />
de la fundación de la comunidad en el pasado, así que no gozaban<br />
de primacía o lugar central en lo referente a una nueva revelación.<br />
3) El grupo de los discípulos de Jesús no existía para sí