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JESUS y EL ESPIRITU

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El cuerpo de Cristo 477<br />

se ocupa del peligro contrario: la pérdida de libertad por la despreocupación<br />

egoísta respecto de los demás. En 5, 22 s. traza una<br />

breve semblanza del carácter del hombre del Espíritu y el fruto<br />

que más se prefiere es el amor 195, o sea, que el amor no es tanto<br />

un acto de la voluntad del hombre (d. 1 Co 13, 3) sino más<br />

bien el poder del Espíritu que compromete y modela los sentimientos<br />

y la voluntad del hombre. Así que aquí el hombre de<br />

Espíritu no es el que insiste en su libertad para entregarse a sus<br />

propios deseos, sino quien limita su libertad por amor al prójimo<br />

y quien manifiesta su libertad sirviendo a su hermano 1%. La<br />

lección se aprendió bien por parte de las diferentes Iglesias del<br />

Nuevo Testamento (Mt 7, 15-23; d. Jr 23, 9·15; 29, 15-23;<br />

Didacbé 11, 8; Hermas, Mand 11, 8). La impronta del hombre<br />

de Espíritu, más que un carisma, es el amor 191. Ambos son necesarios<br />

para el individuo (como miembro de la Iglesia) y para la<br />

Iglesia, pero el carisma es bienvenido, y valorado en lo que se<br />

merece, únicamente cuando es expresión del amor al prójimo.<br />

Y, al contrario, cuando el carisma está desprovisto de amor se<br />

convierte en una amenaza para la comunidad y en un peligro<br />

espiritual para el mismo carismático.<br />

e) La prueba de la oikodome (edificación). Una de las metáforas<br />

de que Pablo echa mano con frecuencia es la de que la<br />

Iglesia es como una casa o un templo en proceso de edificación.<br />

Pablo piensa que su tarea propia consiste esencialmente en ser<br />

fundador y edificador de Iglesias (Rm 15, 20; 1 Co 3, 9 s.; 2<br />

Co 10, 8; 12, 19; 13, 10; d. El 2, 21), Y a sus lectores les<br />

recuerda que tienen la obligación de asegurarse de que lo que<br />

hacen ayuda a la mutua edificación en orden a alcanzar el ideal<br />

de una comunidad en la cual la preocupación de los unos por los<br />

otros manifiesta plenamente el Espíritu y el amor de Cristo (Rm<br />

14, 17 ss.; 15, 2 ss.; 1 Ca 10, 24; El 4, 29; Flp 2, 4; 1 Ts<br />

195. «Fruto» en singular y no «frutos», indica la fuente única de la<br />

transformación del carácter y de la coherencia mutua de estas características<br />

en el hombre del Espíritu: Pablo puede que quiera decir también<br />

que las demás características (alegría, paz, etc.) son manifestación y consecuencia<br />

de amor. Véase también H. SCHLIER, Galater, 256 s. Para más<br />

detalles véanse los comentarios; también O. Kuss, Romerbrie], 568 ss.;<br />

W. BARCLAU, Flesh and Spirit, SCM Press 1962, cap. 3.<br />

196. El paralelismo entre 5, 14 Y 6, ls pone en claro que para Pablo<br />

el «hombre espiritual» se ha de definir como aquel que «ama a su prójimo<br />

como a sí mismo». Véase también antes p. 462 ss.<br />

197. Cf. H. BERTRAMS, Wesen, 46-70.

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