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JESUS y EL ESPIRITU

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452 Jesús y el Espíritu<br />

48.1. Profetas. De 1 Co 12, 28 Y (probablemente) 14, 29 ss.<br />

se deduce muy claramente que en Corinto, al menos, había un<br />

grupo bastante concreto de profetas reconocidos 107. Basados en<br />

esto, en Rm 12, 6 Y en el papel central que Pablo reconoce a la<br />

profecía respecto de la fundación de una comunidad (l Co 14),<br />

podemos colegir que dentro de cada comunidad paulina o de la<br />

mayoría de ellas existía un número de profetas. Es verdad que<br />

la producción paulina no nos ofrece prueba alguna convincente<br />

en favor de la idea de Harnack en el sentido de que los profetas<br />

de 1 Co 12, 28 eran itinerantes, gente que iba de comunidad en<br />

comunidad 108; pero el que no tenga pruebas de ello no quiere<br />

decir que haya que descartar tal posibilidad (cf. Hch 11, 27;<br />

15, 32) 109. Es posible que en el grupo de Corinto hubiera<br />

mujeres (1 Co 11, 5), pero aquí Pablo piensa probablemente solo<br />

en una actividad profética esporádica y no en algo corriente 110.<br />

¿Qué autoridad tenían los profetas? ¿De dónde la hacían<br />

derivar y cómo la ejercitaban? Las pocas pruebas que tenemos,<br />

son sin embargo, bastante explícitas. La autoridad del profeta era<br />

una autoridad dirigida a profetizar bajo inspiracián: su autoridad<br />

era la autoridad de su inspiración y no iba más allá de ésta.<br />

Por eso, la orden de que la profecía siempre debería estar de acuerdo<br />

con el canon de la fe del profeta (Rm 12, 6), es decir, que<br />

no debería hablar más allá de los límites de su inspiración, sin<br />

la confianza / fe (otorgada por la divinidad) de que sus palabras<br />

eran palabras de Dios (cf. § 39, 4). De ello se deduce también<br />

que un profeta tiene que dejar lugar a la inspiración de otro (l<br />

107. Véase especialmente H. GREEVEN, Propbeten, 4-8; de otro modo<br />

J. HAINZ, 87 s.<br />

108. A. HARNACK, Expansion 01 Cbristianity, ET Williams & Norgate<br />

1904, 1 417-44, quien sin razón tomó como norma a la Didacbé.<br />

109. J. REILING, Hermas, 7-12. 122-54-175, piensa que las tres formas<br />

de profecía (profecía ocasional de la congregación, la de los profetas<br />

locales, la de los profetas itinerantes), siguieron varias en el cristianismo<br />

hasta probablemente los montanistas.<br />

110. Así H. GREEVEN, Propbeten, 7; G. G. BWM, Das Amt der Frau<br />

im Neuen Testament, NovTes 7 (1964-65) 148 s.; K. KERT<strong>EL</strong>GE, Gemeinde,<br />

131. Nótese, sin embargo, la preeminencia de Prisca (1 Co 16, 19; Rm<br />

16, 3; Hch 18, 2. 18. 26) Y especialmente la precedencia de que goza<br />

frente a su marido Aquila en Rm 16,3; Hch 18, 18. 26. Sobre 1 Co 14,<br />

33b-36, véase luego nota 115. Es improbable que 1 Co 11, 1·16 se refiera<br />

sólo al culto privado y no más bien al comunitario (contra J: LEIPOLDT,<br />

Die Frau in der antiken Welt und im Ilrcbristentum, Gütersloh 1962,<br />

114).

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