JESUS y EL ESPIRITU

Jesús y el Espíritu
según dos sentidos positivos. Todos están de acuerdo, en primer
lugar, en que puede tener el sentido de «delegado, enviado o
mensajero» (2 Co 8, 23; Flp 2, 25). Indudablemente éste no es
el sentido que se le da en 1 Co 12, 28, puesto que la autoridad
del delegado es autoridad para representar a su comunidad en
otro lugar, mientras que en 1 Co 12, 28 estamos hablando de
apóstoles puestos en la Iglesia, la comunidad local (d. p. 262 s.).
En segundo lugar, en otros textos, omitiendo por ahora 2 Co
10-13, «apóstol» siempre se refiere a lo que podríamos llamar
apóstol en la 1 Co 15, 7-9, apóstoles de Cristo, y no tanto delegados
de una Iglesia. Es decir, Pablo piensa en un círculo limitado
de individuos (aunque mucho más amplio que «los doce»):
un círculo escogido que pronto se cerró, aunque no antes de que
Pablo se agregara a él gracias a su conversión (d. § 18, 3).
Si es que podemos tomar a Pablo como un caso típico 73, nuestras
conclusiones del capítulo IV se pueden elaborar ligeramente y la
lista de los rasgos típicos de un apóstol (en el segundo sentido)
quedaría como sigue: 1) los apóstoles recibieron su misión personalmente
del Jesús resucitado mediante una manifestación de
resurrección (l Co 9, 1; 15, 7; Ga 1, 1. 15 s.; 1 Ts 2, 6-7,
«apóstoles de Cristo»); 2) fueron misioneros y fundadores de
Iglesias (Rm 1, 5; 11, 13; 15, 20; 1 Co 3, 5 s.; 10; 9, 2;
16, 9 ss.; Ga 1, 15 s.); 3) el papel que desempeñaron fue específico
y decididamente escatológico (Rm 11, 13 ss.; 15, 15 s.; 1
Co 4, 9; 15, 8; El 3, 5). Notemos que los tres elementos forman
parte integrante de la idea que Pablo tenía del apostolado
(en el segundo sentido). De ello se deduce la distinción que se
observa entre los colaboradores de Pablo, entre Bernabé y Silvano,
por una parte, y personas como Timoteo y Epafras, por la
otra. No hay duda que uno u otro del último grupo había colaborado
con Pablo, como Bernabé y Silvano, en la fundación de
nuevas Iglesias, y quizás hasta había fundado Iglesias independientemente
de Pablo. Sin embargo, no se les da el título de
«apóstol» (piénsese especialmente en 2 Co 1, 1; Col 1, 1; d.
Flp 1, 1), y la razón es indudablemente que su misión no se podía
73. Es muy probable que sea a Pablo a quien debamos el sentido
específicamente cristiano de «apóstol», como apóstol de Jesucristo; véase
especialmente J. MUNCK, Paul, the Apostles and tbe Tuieloe, StThe 3
(1949) 96-110; E. LOHSE, Ursprung, 259-75. Para el debate véase J.
ROLOFF, Apostles, cap. 1.