JESUS y EL ESPIRITU

El cuerpo de Cristo 421
influjo uniíicante de una accion ritual. En contra de los comentaristas
que remiten sin la menor duda a este versículo entendiéndolo
como del sacramento del bautismo 9, yo sigo convencido
que, sea cual sea su conexión con este sacramento, lo primordial
del contenido de 12, 13a es la experiencia del Espíritu, como
se ve con certeza en los vv. 11 y 13c (d. Ca 3, 26 ss.) 10. Lo
que Pablo escribe no es: «un solo bautismo, así que un solo
cuerpo», sino: «un solo Espíritu, así que un solo cuerpo». Los
corintios sabían que eran miembros de un solo cuerpo, pues
sentencias como: «bautizados en un solo Espíritu» y «sumergidos
en un solo Espíritu», eran realidades vivas en la experiencia y
memoria comunes («de todos»),
De Ef 4, 3 s. se deduce lo mismo, aunque con menos claridad.
La unidad de la Iglesia es primariamente la unidad del Espíritu 11
y en lo que se piensa es en la fuerza uniíicante de una experiencia
común del Espíritu. Es muy sintomático el verbo escogido
por Pablo térein (mantener, conservar): la unidad del Espíritu
no es algo que haya que crear, aun menos es algo que ellos
mismos tuvieran que crear. No. Todo lo que los efesios pueden
hacer es o mantenerla o destruirla. Ello se debe a que la unidad
del Espíritu es algo que se da: el punto de partida y la base de
la comunidad los constituye la experiencia de la gracia compartida
por todos aquellos que alcanzaron la fe en Cristo 12.
No faltará gente a la que esto les parezca algo manido y
obvio, pero hoyes difícil acentuar demasiado que, según Pablo,
lo fundamental para la comunidad cristiana era la experiencia
compartida del Espíritu / de la gracia. Sin esta comunión (koil1onía)
no se tiene contenido alguno; sin ello lo que queda son
frases bonitas o meros deseos pero sin que jamás se llegue a
una realidad existencial. La unidad se apoya también en esta
experiencia común. Puede existir unidad estructural o unidad
formal, pero sin la experiencia común de la gracia (y el énfasis
se pone en las dos realidades, «experiencia» y «gracia») la unidad
jamás puede ser una realidad viviente. Por supuesto que en el
9. C. K. BARRETT, 1 Ca 288 s.; H. CONZELMANN, 1 Kar 250; E. DINKtER,
Die Taufaussagen des Neuen Testaments, en Zu Karl Barths Lehré
van der Tauie, ed. K. Viering, Gütersloh 1971, 87 s.
10. ]. D. G. DuNN, Baptism, 109-13. 129 ss.
11. Cf. SCOTT, Epbesians, 203; H. SCHLIER, Epbeser, 184; O. Kuss,
Romerbrie], 567.
12. Cf. H. RlESENFELD, TDNT 8, 143.