JESUS y EL ESPIRITU

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264 Jesús y el Espíritu fondo. (el entusiasmo escatológico) hace que la comunidad de bienes parezca más bien una aventura descuidada e irreflexiva, olvidando lo que realmente fue. Estas consideraciones diversas aclaran completamente tanto el hecho como el carácter del entusiasmo escatológico que embelesaba a la comunidad más primitiva de Jerusalén. Este entusiasmo fue una manifestación directa de su experiencia del Espíritu. La unión entre el entusiasmo y la expectación de una parusía próxima es una característica repetida en la historia del cristianismo, desde el Montanismo, o más bien desde Pentecostés, al Pentecostalismo (d. cap. IV, nota 150). La huella inmediata del poder divino y la conciencia de la presencia inmanente de Dios se han transmitido, regularmente, junto con la certeza del retorno inminente de Cristo. Así fue en Pentecostés. Su experiencia fue, si podemos completar nuestra comprensión de la experiencia desde la historia del entusiasmo (cf. p. 257), la de ser elevados por encima de sí mismos, la propia trascendencia, la inspiración, el bienestar en el momento de alabanza (

Los comienzos entusiásticos... en Lacas 265 bable: la experiencia de Jesús fue tal que él formuló su esperanza en términos de referencia propia, ya del «Hijo del Hombre» (algún otro) que confirmaría sus palabras, ya de sí mismo como el Hijo del Hombre (Mc 8, 38; Lc 12, 8 s.). La experiencia de los primeros cristianos, sin embargo, les llevó a fundar su esperanza, no en sí mismos, sino en Jesús glorificado. Parece, entonces, como si el encuentro de los primeros discípulos con Jesús resucitado de entre los muertos hubiera comenzado muy pronto a influenciar la interpretación de su experiencia del Espíritu; su' experiencia de Jesús empezó a reflejarse en experiencias muy parecidas a aquellas saboreadas por el mismo Jesús. El paralelo más próximo a la experiencia de los primeros cristianos y su expresión comunitaria es la comunidad de Qumrán (IQS 1, 11-13; 5, 2 s.; 6, 18-23; CD 16). Parece que también ellos pensaban hallarse en los últimos días 21 en el final inminente 22. Incluso pudieron haber creído en la vuelta 23 del Maestro de la justicia. Pero existe una diferencia llamativa: el entusiasmo escatológico de los primeros cristianos encontró una manifestación espontánea en la vida comunitaria y en la participación de los bienes, mientras que la comunidad de Qumrán fue algo más pensado y estructurado; más parecido a la comunidad aferrada que aparece en Hch 1, que a la comunidad carismática que hallamos en Hch 2 ss. 24. 21. 1QSa 1. 1; 4Qpls' 10; 4QFlor 1, 2; véase A. DUPONT-SOMMER, Tbe Essene \Vritings Iram Qumran, ET Blackwell 1961, 264, nota 6; 311, nota 2; F. M. GROSS, Jr .. The Ancient Library 01 Qumran, Duckworth 1958, 82 s.; y especialmente H. W. KUHN, Enderwartung und gegentodrtiges Heil: Untersuchungen zu den Geneindeliedern van Qumran, Gottingen 1966. 22. 1QpHab 2, 5; 9, 6; 4 Qpls" A 8; 4Qlsb 1, 11 (?); 4QFlor 1, 19. 23. Cd 6, 11; 4QFlo Ir, 11 s.; 4QpIs' D 1 (?). 24. Cf. los ensayos de O. CULLMANN y S. E. JOHNSON en K. STEN­ DAIIL, The Scrolls and tbe New Testament, SCM Press 1958, 21. 131 ss.; también M. H. SCHARLEMANN, Qumran and Corintb, New York 1962; J. A. FITZMEYER, [eunsb Cbristianity in Acts in the Ligbt 01 tbe Qumran Scrolls, en Studies in Luke Acts, ed. L. E. KEcK -J. L. MARTYN, Abingdon 1966, 242 ss.

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Jesús y el Espíritu<br />

fondo. (el entusiasmo escatológico) hace que la comunidad de<br />

bienes parezca más bien una aventura descuidada e irreflexiva,<br />

olvidando lo que realmente fue.<br />

Estas consideraciones diversas aclaran completamente tanto<br />

el hecho como el carácter del entusiasmo escatológico que embelesaba<br />

a la comunidad más primitiva de Jerusalén. Este entusiasmo<br />

fue una manifestación directa de su experiencia del Espíritu.<br />

La unión entre el entusiasmo y la expectación de una parusía<br />

próxima es una característica repetida en la historia del cristianismo,<br />

desde el Montanismo, o más bien desde Pentecostés, al<br />

Pentecostalismo (d. cap. IV, nota 150). La huella inmediata del<br />

poder divino y la conciencia de la presencia inmanente de Dios<br />

se han transmitido, regularmente, junto con la certeza del retorno<br />

inminente de Cristo. Así fue en Pentecostés. Su experiencia fue,<br />

si podemos completar nuestra comprensión de la experiencia<br />

desde la historia del entusiasmo (cf. p. 257), la de ser elevados<br />

por encima de sí mismos, la propia trascendencia, la inspiración,<br />

el bienestar en el momento de alabanza (

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