JESUS y EL ESPIRITU

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254 Jesús y el Espíritu inseguridad de los responsables. En particular, es difícil creer que Lucas es responsable de la construcción total del episodio de 8, 14 ss. y 10, 44 ss. En el primer incidente la separación llamativa entre el don del Espíritu, la fe y el bautismo (8, 12 s.) es un paso que difícilmente hubiera sido dado sin un precedente histórico 92. Una reconstrucción más coherente de los orígenes del relato es que se dieron ciertamente manifestaciones extáticas que confirmaron a Pedro y a Juan que el Espíritu había sido concedido a los samaritanos y, en consecuencia, que Dios les había acogido. Del mismo modo ,en el caso de la conversión de Cornelío en Hechos 10, el momento decisivo en el episodio es nuevamente el don del Espíritu, esta vez anterior al bautismo, como señal de la aceptación de Dios que exige la señal de la aceptación de la comunidad. Es evidente que Lucas, con la posibilidad de la mirada retrospectiva, presenta un significado en la historia de la conversión que probablemente no se reconoció en el momento. Sin embargo, parece imposible negar la historicidad del núcleo del relato. Si Lucas, escribiendo en una época de desarrollo eclesial de la propia conciencia fue tan libre con su material como para crear de la nada un suceso donde el Espíritu precedió al bautismo. entonces debe dudarse mucho si este relato hubiera sido aceptado por sus compañeros, miembros de la Iglesia 93. Pero si la tradición original manifestó al Espíritu viniendo sobre los gentiles incircuncisos con el resultado de haber sido recibidos en la comunidad cristiana local, entonces Lucas se justifica viendo aquí una vez más y de una forma decisiva la iniciativa del Espíritu en la ampliación misionera del cristianismo primitivo. En resumen, aparece ahora la solución del problema planteado al principio de esta sección. Las manifestaciones de la resurrección fueron para algunos, aunque no para todos, una realidad que desarrolló la convicción que, vigorizada por algunas experiencias carismáticas y extáticas, se convirtió en una motivación llena de poder evangelizador. De las manifestaciones de la resurrección nació el sentido de la misión obligatoria; pero sólo las experiencias de Pentecostés trajeron el impulso interior para la misión y la confirmación de su mayor ampliación. 92. Cf.]. D. G. DUNN, Baptism 60 ss. 93. Cf. M. DIBELIUS, Studies 109-22; F. HAHN, Mission 52; contra E. HAENCHEN, Acts 335-63. 94. CL L. GOPPELT, Apostolic Times 70.

Pentecostés 27.2. Conclusión. Si se puede decir que una experiencia puso en marcha al cristianismo, esa experiencia fue la de un grupo ampliado de discípulos de Jesús en el día de Pentecostés, después de la muerte de Jesús. Cuando se reunieron en Jerusalén, probablemente para esperar la consumación ya iniciada con la resurrección de Jesús, ellos la percibieron en una experiencia colectiva de adoración extática que se manifestó particularmente en visión y glosolalia. Ellos reconocieron esta experiencia como impacto del Espíritu de Dios, y en ella vieron la mano de Jesús resucitado, atrayéndolos, juntándolos en una comunidad vivificada, a la que se concedió tanto el impulso como la urgencia para dar testimonio de él. Este análisis nos deja con algunas cuestiones claves sin resolver, referentes a la comprensión de los primeros cristianos de su experiencia; en particular, de cómo ellos relacionaron a Jesús resucitado con el Espíritu, como fuente (¿o fuentes?) de su experiencia. Tendremos que recordar esta cuestión, mientras consideramos los comienzos entusiásticos de la comunidad de Jerusalén, después de Pentecostés. Como veremos, Lucas es sólo una ayuda marginal. Y para una respuesta teológica adecuada debemos tratar antes más profundamente q Pablo y a Juan (capítulos IX y X). 255

Pentecostés<br />

27.2. Conclusión. Si se puede decir que una experiencia puso<br />

en marcha al cristianismo, esa experiencia fue la de un grupo<br />

ampliado de discípulos de Jesús en el día de Pentecostés, después<br />

de la muerte de Jesús. Cuando se reunieron en Jerusalén,<br />

probablemente para esperar la consumación ya iniciada con la<br />

resurrección de Jesús, ellos la percibieron en una experiencia colectiva<br />

de adoración extática que se manifestó particularmente<br />

en visión y glosolalia. Ellos reconocieron esta experiencia como<br />

impacto del Espíritu de Dios, y en ella vieron la mano de Jesús<br />

resucitado, atrayéndolos, juntándolos en una comunidad vivificada,<br />

a la que se concedió tanto el impulso como la urgencia para<br />

dar testimonio de él.<br />

Este análisis nos deja con algunas cuestiones claves sin resolver,<br />

referentes a la comprensión de los primeros cristianos de su<br />

experiencia; en particular, de cómo ellos relacionaron a Jesús<br />

resucitado con el Espíritu, como fuente (¿o fuentes?) de su experiencia.<br />

Tendremos que recordar esta cuestión, mientras consideramos<br />

los comienzos entusiásticos de la comunidad de Jerusalén,<br />

después de Pentecostés. Como veremos, Lucas es sólo una ayuda<br />

marginal. Y para una respuesta teológica adecuada debemos tratar<br />

antes más profundamente q Pablo y a Juan (capítulos IX y X).<br />

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