JESUS y EL ESPIRITU

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11.04.2013 Views

232 Jesús y el Espíritu tiempo en cuestión cada vez está menos clara; sucede como en los estudios equivalentes sobre el mito del Redentor Gnóstico y sobre el «hombre divino» del Helenismo. Entonces, la prueba de un determinado estímulo de la tradición judía carece de fundamento 23. En consecuencia, debido a argumentaciones internas es completamente probable que Lucas fechara los acontecimientos de Hechos 2 en Pentecostés, porque esa era la fecha llegada a él a través de los relatos más antiguos de la efusión del Espíritu (por prosaica que pueda parecer tal solución). Es sorprendente, en algún sentido, que tanto Haenchen como Conzelman recojan también la sugerencia de Bauernfeind, quien dice que la elección de Pentecostés estuvo determinada por la tradición, probablemente ya establecida, de los cuarenta días de las manifestaciones de la resurrección 24. Con todo, es probable, por el contrario, que la elección de los cuarenta días estuviera ::leterminada por la tradición ya establecida de la efusión del Espíritu en el día de Pentecostés 25. La razón más obvia para la elección de los cuarenta días es que es la cifra categórica y «sagrada» más cercana por debajo de la cincuentena, que permitió a Lucas también dar importancia al intervalo entre la ascensión y Pentecostés. Finalmente, sobre la cuestión de los presupuestos teológicos, no basta simplemente citar a In 20, 19-2.3, en contra de la fecha de Lucas sobre la efusión del Espíritu. La presentación de Juan del don del Espíritu está inspirada casi completamente en consideraciones teológicas; en particular su deseo de ofrecer la unidad teológica en el misterio de Jesús como centro de los acontecimientos de la salvación 26. La fecha de Lucas debe ser juzgada como fundada en una exigencia superior de historicidad 27. b) En la medida que es posible una reconstrucción histórica de los primeros días del cristianismo, la veracidad de la fecha de Pentecostés cobra más fuerza, porque si podemos asumir que las manifestaciones más primitivas, a Pedro y a los doce, tuvieron lugar en Galilea, como parece muy probable, entonces el tiempo 23. Véase también H. W. SCHMIDT, Pjingsterzáblung 27; N. ADLER, Piingstíest 46-58. :!4. E. HAENCHEN, Acts 174; H. CONZELMANN, Apg 25. 25. C. WILSON, Ascension 270 ss.; d. LOHFINK 176-86. 26. J. D. G. DUNN, Baptism, cap. 14. 27. Contra A. RICHARDSON, An Introduction to the Theology 01 the New Testament, SCM Press 1958, 116 s.

Pentecostés 233 y ocasión de la vuelta a Jerusalén llega a ser un resultado adecuado. El motivo para el retorno a Jerusalén fue posiblemente la importancia escatológica de Jerusalén, ciudad de Dios, centro esperado de las manifestaciones últimas de Dios (d. § 29). La ocasión más obvia para volver sería el tiempo de la próxima gran fiesta de peregrinación (Pentecostés) 28; y puesto que Pentecostés parece ya haber llegado a ser considerada como la fiesta de la alianza renovada (ef. nota anterior 17), los discípulos pudieron haber esperado la intervención escatológica decisiva de Dios en esa fecha. Esto es lo más probable ante el hecho de que Pentecostés señalaba el final de la fiesta iniciada con la Pascua; Pentecostés era considerada como la fiesta última de la Pascua 29. Sería muy normal, si los discípulos alimentaron alguna esperanza en que la serie de acontecimientos comenzados en la Pascua terminarían en el día de Pentecostés, que el último día de la fiesta caracterizada por la muerte y resurrección de Jesús, fuera en sí misma el último gran día del Señor. La afluencia numérica de discípulos, mencionada en los Hechos 1-2, el anhelo creciente y la preparación sicológica que posiblemente les condujo a la experiencia del Espíritu y a la glosolalia, ciertamente, lo hacen más que posible, pues la culminación se alcanzó en el mismo día de la fiesta; las esperanzas del tiempo último comenzaron a cumplirse con la efusión del Espíritu. e) Quizá fuera razonable mencionar otras dos consideraciones mes ligeras, de poca consistencia en sí mismas. Primera, en Hechos 20, 16 tenemos un versículo donde se refiere el deseo de Pablo de llegar a Jerusalén a tiempo para Pentecostés, si fuera posible. Esto sugiere que Pablo deseaba celebrar la fiesta con la comunidad cristiana en Jerusalén 30, lo cual puede sugerir a su vez que Pentecostés tenía una importancia particular para los cristianos de Jerusalén. Segunda, las comunidades cristianas parecen haber sido carismáticas desde el principio (cf. nota 1). Ciertamente Pablo da totalmente por hecho que la posesión del Espíritu es la señal del cristiano (Rm 8, 9). Ello estaría completamente de acuerdo con nuestro conocimiento de los movimientos carismáticos en general, si el lenguaje usado por aquellos, adqui- 28. cr. c. F. D. MOULE, The Post-resurrection Appearances in tbc Light 01 Festival Pilgrimages, NTS 4 (1957-8) 58.61; L. GOPPELT, Apostolie Times 21. 29. E. LOIISE, TDNT 6, 45-48. 30. H. VON BAER 90, nota 3.

232 Jesús y el Espíritu<br />

tiempo en cuestión cada vez está menos clara; sucede como en<br />

los estudios equivalentes sobre el mito del Redentor Gnóstico y<br />

sobre el «hombre divino» del Helenismo. Entonces, la prueba<br />

de un determinado estímulo de la tradición judía carece de fundamento<br />

23. En consecuencia, debido a argumentaciones internas<br />

es completamente probable que Lucas fechara los acontecimientos<br />

de Hechos 2 en Pentecostés, porque esa era la fecha llegada<br />

a él a través de los relatos más antiguos de la efusión del Espíritu<br />

(por prosaica que pueda parecer tal solución).<br />

Es sorprendente, en algún sentido, que tanto Haenchen como<br />

Conzelman recojan también la sugerencia de Bauernfeind, quien<br />

dice que la elección de Pentecostés estuvo determinada por la<br />

tradición, probablemente ya establecida, de los cuarenta días de<br />

las manifestaciones de la resurrección 24. Con todo, es probable,<br />

por el contrario, que la elección de los cuarenta días estuviera<br />

::leterminada por la tradición ya establecida de la efusión del Espíritu<br />

en el día de Pentecostés 25. La razón más obvia para la<br />

elección de los cuarenta días es que es la cifra categórica y<br />

«sagrada» más cercana por debajo de la cincuentena, que permitió<br />

a Lucas también dar importancia al intervalo entre la ascensión<br />

y Pentecostés.<br />

Finalmente, sobre la cuestión de los presupuestos teológicos,<br />

no basta simplemente citar a In 20, 19-2.3, en contra de la fecha<br />

de Lucas sobre la efusión del Espíritu. La presentación de Juan<br />

del don del Espíritu está inspirada casi completamente en consideraciones<br />

teológicas; en particular su deseo de ofrecer la unidad<br />

teológica en el misterio de Jesús como centro de los acontecimientos<br />

de la salvación 26. La fecha de Lucas debe ser juzgada<br />

como fundada en una exigencia superior de historicidad 27.<br />

b) En la medida que es posible una reconstrucción histórica<br />

de los primeros días del cristianismo, la veracidad de la fecha de<br />

Pentecostés cobra más fuerza, porque si podemos asumir que<br />

las manifestaciones más primitivas, a Pedro y a los doce, tuvieron<br />

lugar en Galilea, como parece muy probable, entonces el tiempo<br />

23. Véase también H. W. SCHMIDT, Pjingsterzáblung 27; N. ADLER,<br />

Piingstíest 46-58.<br />

:!4. E. HAENCHEN, Acts 174; H. CONZ<strong>EL</strong>MANN, Apg 25.<br />

25. C. WILSON, Ascension 270 ss.; d. LOHFINK 176-86.<br />

26. J. D. G. DUNN, Baptism, cap. 14.<br />

27. Contra A. RICHARDSON, An Introduction to the Theology 01 the<br />

New Testament, SCM Press 1958, 116 s.

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