JESUS y EL ESPIRITU

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220 Jesús y el Espiritu en las cuales, los implicados en ellas, creyeron que Jesús se les había aparecido. Nosotros no toleraríamos que nuestra familiaridad con la fe cristiana en la resurrección de Jesús mitigara u ocultara la extraordinaria intrepidez de esta exigencia. Para estar seguros, la «resurrección de Jesús» fue una metáfora (Pannenberg), un modo de interpretar su experiencia (Marxsen) 148. Pero la interpretación nos dice algo acerca de la experiencia interpretada; y una experiencia que condujo a los judíos del siglo 1 a la conclusión de que un individuo sólo había anticipado ya la resurrección general de los muertos, aunque por un pequeño intervalo, debió haber sido una experiencia verdaderamente apremiante; una experiencia que orientó muy fuertemente hacia aquella interpretación. El principio visionario y subjetivo de su experiencia deja abierta, por supuesto, su interpretación, su fe, a una posible cuestión. La posibilidad de que estas experiencias fueran solo visiones subjetivas no puede ser rechazada. Pero también es posible que Jesús viviera nuevamente después de la muerte en una dimensión y modo de existencia que sólo podía manifestarse en alguna forma de percepción visionaria. Ciertamente es significativo que los estratos más primitivos de la tradición testimonien la dificultad de conceptualizar las manifestaciones (ambigüedad, «cuerpo espiritual», ¿qué es eso? l. Con todo, permanece el hecho de que la conclusión a la que ellos llegaron es que fue Jesús mismo quien les salió al encuentro. El opbtbe de 1 Co 15, 5-8 no necesitó especificar un modo uniforme de manifestación, lo cual implica que, a pesar de todas las ambigüedades y diferencias de conceptualización, todos los mencionados estaban convencidos que la realidad que todos ellos habían experimentado era la misma; un encuentro con alguien superior y cercano a ellos; y este fue Jesús mismo, crucificado, muerto y sepultado algunos días o semanas antes. 23.2. En muchas de las experiencias la parte más apremiante de la manifestación no fue el elemento visionario, sino la vocación que acompañaba a la visión. En la mayor parte de las ocasiones la manifestación implicaba la solicitud de comunicar 148. W. PANNENBERG, [esus 74; W. MARXSEN, The Resurrection 01 Jesusas a Historical and Theological Problem, en The Significance of the Message of the Resurrection for Faith in jesus Christ, ed. C. F. D. Mou­ LE, ET SCM Press 1968, 31.

Manifestaciones de la Resurrecaán 221 algo a los demás. Así muchos de los grandes profetas experimentaron una vocación visionaria que determinó toda su vida posterior. Esto sucedió con Pedro, «los doce», y «todos los apóstoles», incluyendo a Pablo. Sólo aquí, de un modo especial, el Jesús que se apareció fue él mismo la buena noticia que debía de ser proclamada. La experiencia de Jesús resucitado tuvo tal fuerza apremiante que en lo sucesivo él y la experiencia se convirtieron en la fuerza que condujo sus vidas, la clave de su hermenéutica, la forma de su evangelio. Fue la combinación de estos dos elementos en su conversión (visión y misión), lo que condujo a Pablo a la conclusión de que la manifestación a él fue de la misma categoría que las manifestaciones primitivas a todos los apóstoles. Y, consiguientemente, la falta de estos elementos en su propia experiencia o en la experiencia de los demás le llevó a la conclusión de que su encuentro con Jesús resucitado en las afueras de Damasco fue algo distintivo en su propia experiencia y llevó a término la serie (irrepetibie) de las manifestaciones de la resurrección. 23.3. Dos comentarios finales brotan del último párrafo. Primero, el hecho de que Pablo distinguiera claramente su experiencia de conversión de todas sus experiencias posteriores, sin excluir visiones, manifestaciones carismáticas y la experiencia del «Cristo en mí», tiene una consecuencia importante para el tratado moderno sobre la resurrección de Jesús. Pablo no hubiera aceptado que su experiencia era simplemente una «visión subjetiva» (Strauss, etc... ), o que «Jesús ha resucitado» pudiera ser expresado de nuevo y adecuadamente como: «Jesús ha resucitado dentro del kerigma» (Bultmann), o como «él todavía viene hoy» (Marxsen) 149. Pablo no fue extraño a las experiencias sugeridas por estas fórmulas. El conoció suficientemente bien el impacto de las visiones, del kerigma, del Espíritu. Y así sucesivamente. Con todo, fue importante para él acentuar que las manifestaciones de la resurrección fueron repetidamente algo diferente; Jesús eligió darse a conocer a sí mismo de una forma particularmente distinta y de una vez por todas. Las distinciones de Pablo pueden rechazarse, pero no pueden ser ignoradas en esta consideración. Nosotros no estamos en actitud de evaluarlas a esta distancia temporal, pero el hecho de que Pablo pudiera distinguir su primera 149. R. BULTMANN, Tbe Primitiue Christian Kerygma and tbe Historical [esus 42; W. MARXSEN, Resurrection 126.

Manifestaciones de la Resurrecaán 221<br />

algo a los demás. Así muchos de los grandes profetas experimentaron<br />

una vocación visionaria que determinó toda su vida posterior.<br />

Esto sucedió con Pedro, «los doce», y «todos los apóstoles»,<br />

incluyendo a Pablo. Sólo aquí, de un modo especial, el<br />

Jesús que se apareció fue él mismo la buena noticia que debía<br />

de ser proclamada. La experiencia de Jesús resucitado tuvo tal<br />

fuerza apremiante que en lo sucesivo él y la experiencia se convirtieron<br />

en la fuerza que condujo sus vidas, la clave de su hermenéutica,<br />

la forma de su evangelio.<br />

Fue la combinación de estos dos elementos en su conversión<br />

(visión y misión), lo que condujo a Pablo a la conclusión de que<br />

la manifestación a él fue de la misma categoría que las manifestaciones<br />

primitivas a todos los apóstoles. Y, consiguientemente, la<br />

falta de estos elementos en su propia experiencia o en la experiencia<br />

de los demás le llevó a la conclusión de que su encuentro<br />

con Jesús resucitado en las afueras de Damasco fue algo distintivo<br />

en su propia experiencia y llevó a término la serie (irrepetibie)<br />

de las manifestaciones de la resurrección.<br />

23.3. Dos comentarios finales brotan del último párrafo. Primero,<br />

el hecho de que Pablo distinguiera claramente su experiencia<br />

de conversión de todas sus experiencias posteriores, sin excluir<br />

visiones, manifestaciones carismáticas y la experiencia del<br />

«Cristo en mí», tiene una consecuencia importante para el tratado<br />

moderno sobre la resurrección de Jesús. Pablo no hubiera<br />

aceptado que su experiencia era simplemente una «visión subjetiva»<br />

(Strauss, etc... ), o que «Jesús ha resucitado» pudiera ser<br />

expresado de nuevo y adecuadamente como: «Jesús ha resucitado<br />

dentro del kerigma» (Bultmann), o como «él todavía viene hoy»<br />

(Marxsen) 149. Pablo no fue extraño a las experiencias sugeridas<br />

por estas fórmulas. El conoció suficientemente bien el impacto de<br />

las visiones, del kerigma, del Espíritu. Y así sucesivamente. Con<br />

todo, fue importante para él acentuar que las manifestaciones de<br />

la resurrección fueron repetidamente algo diferente; Jesús eligió<br />

darse a conocer a sí mismo de una forma particularmente distinta<br />

y de una vez por todas. Las distinciones de Pablo pueden rechazarse,<br />

pero no pueden ser ignoradas en esta consideración. Nosotros<br />

no estamos en actitud de evaluarlas a esta distancia temporal,<br />

pero el hecho de que Pablo pudiera distinguir su primera<br />

149. R. BULTMANN, Tbe Primitiue Christian Kerygma and tbe Historical<br />

[esus 42; W. MARXSEN, Resurrection 126.

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