JESUS y EL ESPIRITU
JESUS y EL ESPIRITU JESUS y EL ESPIRITU
218 Jesús y el Espíritu de la revelación con su audición interior, como quizás en el testimonio de testigos más antiguos, particularmente de Pedro, como clave interpretativa. También hubo diferencias, puesto que en algunos casos la manifestación fue eso y nada más. Dios que abrió los ojos de los discípulos para reconocer a Jesús como presente en medio de ellos. Pero en otros casos, de los cuales el de Pablo es el ejemplo más válido, la impresión abrumadora sufrida por la manifestación no fue simplemente consecuencia de haber visto a Jesús, sino del cometido consiguiente impuesto a ellos en orden a darle a conocer, como resucitado y glorificado, Mesías, Hijo de Dios y Señor que viene. En resumen, las tres características más primitivas de las manifestaciones de la resurrección antes de Pablo fueron las siguientes: un ver imaginario, una realidad de duda y temor, 'Y un sentido de obligación de dar a conocer la visión. Las tres características no están simultáneamente presentes, en absoluto, en todas las manifestaciones de la resurrección dándose ellas en combinaciones diferentes. Pero, en cada caso, se hace constar que la convicción consiguiente es firme y segura: «Jesús ha resucitado; él se apareció a mí/nosotros». Habiendo puesto la atención en la ambigüedad de las manifestaciones, al menos para algunos de los discípulos, es quizá necesario decir algo más. Como en el caso de Pablo es posible que los factores subjetivos y sicológicos jugaran un papel incluso más importante de 10 que yo había concedido anteriormente. (Que las manifestaciones se dieron verdaderamente «todas en la imaginación» desde el prcipio hasta el final). La ambigüedad sugerida por los relatos es parte de la ambigüedad más amplia propia de la experiencia religiosa que a la que nos hemos referido, en páginas anteriores; de tal modo que la posibilidad del propio engaño y de la alucinación masiva no puede ser deseartarda. No obstante, debo confesar que el peso de la probabilidad me parece inclinar la balanza en la otra dirección. Aparte totalmente de otros temas tales como la tumba vacía, el grado de independencia de, al menos, varias de las experiencias de manifestación (Pedro, Santiago y Pablo) y el significado divino tan prontamente atribuido por los monoteístas judíos a uno de sus seguidores 146, permanece como un hecho indiscutible que los 146. Véase C. F. D. MOULE, The Pbenomenon 01 tbe New Tes/ament, SCM Press 1967, especialmente cap. 2.
Manifestaciones de la Resurreccián 219 creyentes más primitivos (incluyendo los dudosos del principio), no menos que Pablo, estuvieron absolutamente convencidos que habían visto a Jesús resucitado de entre los muertos. E incluso, ¿por qué asumieron que lo que ellos vieron era Jesús? ¿Por qué no un ángel? Y ¿por qué concluyeron que fue Jesús resucitado de entre los muertos? ¿Por qué no simplemente una visión del hombre muerto? ¿Por qué no visiones «fuera de la carne» con la ambientación de la expectación apocalíptica, viniendo en nubes de gloria y cosas semejantes (d. Mc 8, 38-9, 8; 14, 62; Mt 28,2-4; Hch 1,9-11; 7,55 s.)? ¿Por qué sacaron la conclusión sorprendente de que la resurección escatológica había tenido ya lugar en el caso de un individuo singular completamente separado de y anterior a la resurrección general? 147. Allí debió suceder algo muy apremiante en relación con las manifestaciones para llegar a sacar una semejante conclusión extravagante, por no decir ridícula e injuriosa. Según mi precer, la explicación más satisfactoria es que fue Jesús a quien ellos vieron; Jesús resucitado de entre los muertos, dándose él mismo a conocer a ellos en un modo de existencia que trascendía las limitaciones del tiempo y del espacio. 23. Conclusiones 23.1. Hemos comenzado este capítulo planteando la cuestión siguiente: ¿cuáles fueron las experiencias espirituales que dieron a luz al cristianismo? Nuestra primera respuesta está en las manifestaciones de la resurección, y no podía ser de otro modo. Al inicio del cristianismo encontramos un número de experiencias 147. Adviértase la falta de paralelismos satisfactorios en la historia de las religiones que pudieran explicar el origen de la fe pascual. S. G. F. BRANDON, A Dictionary of Comparatiue Religion, art. «resurrection», ed. S. G. F. BRANDON, Weidenfeld & Nicolson 1970, 536 s., habla de la resurrección de Jesús como «algo incomparable», por más que tenga ciertos paralelismos fenomenológicos con la resurrección de Osiris. También podríamos referirnos quizás al relato de Paramhansa Yogananda sobre una aparición de dos horas tras la muerte de su guru Sri Yukteswar en la habitación de un hotel de Bombay en 1936; en el curso de esa aparición el sabio resucitado lo instruyó sobre la naturaleza de la realidad cósmica (Autobiography of a Yogi, Rider 1950, cap. 43). Existen ciertas semejanzas con los encuentros de resurrección de los evangelios, pero los paralelismos más estrechos se encuentran en las obras fantásticas procedentes del gnosticismo o de la confrontación con él a partir del siglo II, especialmente la Epistula Apostolorum y la Pistis Sophia.
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no un ángel? Y ¿por qué concluyeron que fue Jesús resucitado<br />
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hombre muerto? ¿Por qué no visiones «fuera de la carne» con<br />
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sorprendente de que la resurección escatológica había tenido ya<br />
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algo muy apremiante en relación con las manifestaciones para<br />
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es que fue Jesús a quien ellos vieron; Jesús resucitado de<br />
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modo de existencia que trascendía las limitaciones del tiempo<br />
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23.1. Hemos comenzado este capítulo planteando la cuestión<br />
siguiente: ¿cuáles fueron las experiencias espirituales que dieron<br />
a luz al cristianismo? Nuestra primera respuesta está en las manifestaciones<br />
de la resurección, y no podía ser de otro modo. Al<br />
inicio del cristianismo encontramos un número de experiencias<br />
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de las religiones que pudieran explicar el origen de la fe pascual. S. G.<br />
F. BRANDON, A Dictionary of Comparatiue Religion, art. «resurrection»,<br />
ed. S. G. F. BRANDON, Weidenfeld & Nicolson 1970, 536 s., habla de la<br />
resurrección de Jesús como «algo incomparable», por más que tenga ciertos<br />
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podríamos referirnos quizás al relato de Paramhansa Yogananda sobre una<br />
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el sabio resucitado lo instruyó sobre la naturaleza de la realidad cósmica<br />
(Autobiography of a Yogi, Rider 1950, cap. 43). Existen ciertas semejanzas<br />
con los encuentros de resurrección de los evangelios, pero los paralelismos<br />
más estrechos se encuentran en las obras fantásticas procedentes<br />
del gnosticismo o de la confrontación con él a partir del siglo II, especialmente<br />
la Epistula Apostolorum y la Pistis Sophia.