JESUS y EL ESPIRITU

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196 Jesús y el Espíritu 21.2. La conceptualización más antigua de la resurrección de Jesús. Sabemos que el concepto de una resurrección escatológica fue desarrollándose en la literatura apocalíptica del período intertestamental. Sus raíces 87 pueden remontarse a la adición posterior al libro de Isaías, ce. 24-27 (cuarto o tercer siglo antes de Cristo) y a Daniel 12, 2 (c. 165 antes de Cristo). Isaías 26,19: «Revivirán tus muertos, mis cadáveres se levantarán; despertad y cantad los que yacéis en el polvo... ». 88. Daniel 12, 2: «Las muchedumbres de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la eterna vida, otros para la eterna vergüenza y confusión». Inicialmente el modo de la resurrección no parece haber sido definido muy claramente; una resurrección física concreta no es explícita, ni tampoco se excluye (d. 1s 26, 19c; Dan 12, 3). En algunos escritos apocalípticos posteriores lleva la ventaja un concepto más espiritualizado (cf. por ejemplo, 2 Esdr 2, 39. 45 (

Manifestaciones de la Resurrección 197 ración de la vida y de los órganos físicos (2 M 7, 11. 23; 14, 46) 91. En los Oráculos IV Sibilinos la esperanza se expresa en que «Dios mismo formará de nuevo los huesos y las cenizas de los hombres, y se alzarán los mortales alguna vez como ellos fueron antes» (181 s.), de tal modo que «todos los que son piadosos vivirán nuevamente sobre la tierra» (187) 92; Y en 2 Baruch 50, 2 leemos: «Porque la tierra, entonces, reanimará con seguridad a los muertos... No cambiará ninguno en su forma; pues como fue recibido, así se le reanimará. Y como yo lo dí a luz, así lo resucitaré» 93. En Baruch, al menos, la transformación en una forma de existencia más gloriosa tiene lugar después de la resurrección de los muertos, y no simultáneamente con la muerte (2 Baruch 49-51) 94. Es probable que se tratara de este concepto de la resurrección más imperfecto, menos sofisticado y más directo, que fue aceptado por los primeros discípulos cuando intentaron conceptualizar su comprensión de Jesús vivo después de su muerte. Rasgos de una perspectiva primitiva semejante pueden encontrarse probablemente en Mt 27, 52 s.; Jn 5, 28 s.; Hch 2, 26 s. 31; 13, 36 ss. Mt 27, 52 s.; «Se abrieron los monumentos, y muchos cuerpos de santos que dormían, resucitaron (egérthesan) y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la ciudad santa y se aparecieron a muchos». Se trata, obviamente, de una tradición antigua que Mateo creyó necesario recoger sin integrarla perfectamente en su relato; y puede reflejar bien de una u otra forma la perspectiva cristiana primitiva, que la resurrección de Jesús fue el comienzo (apar;é, 1 Co 15, 20. 23) 91. G. STEMBERGER, Der Leib der Auferstehung, Roma 1972, 16·20, enfatiza excesivamente el paralelismo con la creaci6n en 7, 28 (ede la nada»] y no presta suficiente atenci6n al pálin en estos tres versículos, en especial a su relaci6n con apodíd6mi en 7, 23; 14, 46. 92. D. S. RussELL, Apocalyptic 376 s.; Sternberger no analiza los textos de OrSib. 93. Cf. Enoch 46, 6; 51, 1 s.; 4 s.; 61, 5; Test]ud 25; TestZab 10, 1-3; TestBen 10, 6-8; 1QH 11, 10 ss.; y especialmente la controversia entre Hillel y Shammai en Génesis Rabbah 14, 5. 94. R. LAKE, The Historical Evidence [or the Resurrection of [esus Cbrist, Williams & Norgate 1907, 24 ss.; d. Stemberger 87 ss. Véase también S. H. HOOKE, The Resurrection of Cbrist, Darton, Longman & Todd 1967, 18-22; WILCKENS, Auferstebung 124·27. R. S. FULLER, Resurrection 17 s., examina los textos con demasiada brevedad y de modo unilateral.

Manifestaciones de la Resurrección 197<br />

ración de la vida y de los órganos físicos (2 M 7, 11. 23; 14,<br />

46) 91. En los Oráculos IV Sibilinos la esperanza se expresa en<br />

que «Dios mismo formará de nuevo los huesos y las cenizas de<br />

los hombres, y se alzarán los mortales alguna vez como ellos<br />

fueron antes» (181 s.), de tal modo que «todos los que son piadosos<br />

vivirán nuevamente sobre la tierra» (187) 92; Y en 2<br />

Baruch 50, 2 leemos: «Porque la tierra, entonces, reanimará con<br />

seguridad a los muertos... No cambiará ninguno en su forma;<br />

pues como fue recibido, así se le reanimará. Y como yo lo dí a<br />

luz, así lo resucitaré» 93.<br />

En Baruch, al menos, la transformación en una forma de<br />

existencia más gloriosa tiene lugar después de la resurrección<br />

de los muertos, y no simultáneamente con la muerte (2 Baruch<br />

49-51) 94. Es probable que se tratara de este concepto de la resurrección<br />

más imperfecto, menos sofisticado y más directo, que<br />

fue aceptado por los primeros discípulos cuando intentaron conceptualizar<br />

su comprensión de Jesús vivo después de su muerte.<br />

Rasgos de una perspectiva primitiva semejante pueden encontrarse<br />

probablemente en Mt 27, 52 s.; Jn 5, 28 s.; Hch 2, 26 s.<br />

31; 13, 36 ss.<br />

Mt 27, 52 s.; «Se abrieron los monumentos, y muchos cuerpos<br />

de santos que dormían, resucitaron (egérthesan) y saliendo<br />

de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la<br />

ciudad santa y se aparecieron a muchos». Se trata, obviamente,<br />

de una tradición antigua que Mateo creyó necesario recoger sin<br />

integrarla perfectamente en su relato; y puede reflejar bien de<br />

una u otra forma la perspectiva cristiana primitiva, que la resurrección<br />

de Jesús fue el comienzo (apar;é, 1 Co 15, 20. 23)<br />

91. G. STEMBERGER, Der Leib der Auferstehung, Roma 1972, 16·20,<br />

enfatiza excesivamente el paralelismo con la creaci6n en 7, 28 (ede la<br />

nada»] y no presta suficiente atenci6n al pálin en estos tres versículos, en<br />

especial a su relaci6n con apodíd6mi en 7, 23; 14, 46.<br />

92. D. S. Russ<strong>EL</strong>L, Apocalyptic 376 s.; Sternberger no analiza los textos<br />

de OrSib.<br />

93. Cf. Enoch 46, 6; 51, 1 s.; 4 s.; 61, 5; Test]ud 25; TestZab 10,<br />

1-3; TestBen 10, 6-8; 1QH 11, 10 ss.; y especialmente la controversia<br />

entre Hillel y Shammai en Génesis Rabbah 14, 5.<br />

94. R. LAKE, The Historical Evidence [or the Resurrection of [esus<br />

Cbrist, Williams & Norgate 1907, 24 ss.; d. Stemberger 87 ss. Véase también<br />

S. H. HOOKE, The Resurrection of Cbrist, Darton, Longman & Todd<br />

1967, 18-22; WILCKENS, Auferstebung 124·27. R. S. FULLER, Resurrection<br />

17 s., examina los textos con demasiada brevedad y de modo unilateral.

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