JESUS y EL ESPIRITU
JESUS y EL ESPIRITU JESUS y EL ESPIRITU
158 Jesús y el Espíritu dición de Moisés y de los profetas; pero su cualidad inmediata y numinosa trascendió a todos los que vinieron anteriormente, y le colocó aparte como alguien sin paralelo cercano. Y como fue capaz de compartir algo de esa autoridad y poder carismático con sus discípulos (Le 10, 19), y, precisamente, él buscó compartir algo de su relación con el Padre (Le 22, 29 Yanteriormente), nuestras fuentes son unánimes al afirmar que fue precisamente su autoridad y poder y su relación lo que ellos compartieron. En resumen, Jesús mismo parece haber reconocido claramente un elemento distintivo e incluso único en su propia experiencia de Dios. Tan pronto como conocemos esto las cuestiones dogmáticas de una cristología más amplia se agolpan ante nosotros. En particular, la peculiaridad de su experiencia, ¿fue cualitativa o cuantitativa? ¿Fue la experiencia de alguien no-humano, o sobrehumano, o precisamente la de un hombre auténtico, hombre perfecto? La relación subyacente en esta conciencia, ¿es meramente existencial o también metafísica? ¿Es esto fundamentalmente a lo que el dogma cristiano se refiere cuando habla de la divinidad de Jesús? Hasta donde llega nuestra argumentación, es ciertamente posible interpretar algo de ello en términos de una distinción cualitativa: Mt 12, 28 (sus exorcismos no tienen comparación con respecto a su importancia escatológica); Mc 1, 22 (enseñó con autoridad, es decir, no simplemente mejor que los escribas, sino en ningún sentido como los escribas; el incomparable «Amén», yo os digo»); y, por supuesto, ante todo Mt 11, 27 (nadie conoce al Padre fuera de él mismo; sólo él puede revelar al Padre). Pero una tal interpretación sería arriesgada; la prueba sería interpretada alternativamente en términos de un alto grado insólito de inspiraci6n. Entonces, ¿se convierte a la «divinidad» meramente en inspiración a un nivel máximo? El problema está en que la historia ha sido narrada s6lo a medias, la prueba es incompleta. La reflexi6n cristológica no puede limitarse, en sí misma, sólo a la experiencia de Jesús acerca de Dios, o a sus exigencias, o a su ministerio. Debe incluir, quizás comenzar, con la proclamación pascual y la fe particularmente, como tan correctamente ha argumentado W. Pannenberg siguiendo a U. Wilckens. Las exigencias de Jesús contienen también un elemento profético. Jesús mismo buscó una confirmación y verificación en el
¿Fue [esús carismático? 159 futuro 122. El hecho es que nosotros no podemos analizar el contenido de la propia conciencia de Jesús en cada detalle. Nosotros no podemos responder con toda precisión a la siguiente pregunta: Jesús, ¿quién pensó que era? Como ya hemos señalado, su propia conciencia fue mucho menos estructurada, y más incipiente de lo que con frecuencia se reconoce (cf. § 6, 6). Cualesquiera títulos y conceptos que El tomaba del Antiguo Testamento no configuraban su experiencia de Dios, sino que, como mucho, fueron objeto de remodelación y de interpretación por El, no en alguna medida, sino en grado máximo. Todo lo que podemos decir es que vivió con una conciencia de filiación y poder, de misión y autoridad, que parece haber trascendido la ordinaria experiencia profética de inspiración. Pero no podemos decir en qué medida él trascendió la experiencia humana normal (no podemos decir en qué medida cualitativa o cuantitativamente, metafísica o existencialmente). Estas cuestiones sólo pueden ser contestadas a la luz de la primera Pascua, e incluso entonces las respuestas son exclusivamente una pequeña tentativa. Lo que nosotros podemos y debemos decir es que sin este elemento peculiar en la experiencia de Jesús acerca de Dios el espacio entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe se convertiría en un inabarcable abismo abierto. Puede ser cierto, como dice P. Althaus, que «Jesús fue lo que era antes de darse cuenta» 123. Pero a no ser que exista alguna correlación entre las exigencias cristianas de Jesús y la propia conciencia de Jesús, estas exigencias pierden contacto con la realidad 124. La otra realidad trascendente de la experiencia de Jesús acerca de Dios es lo que hace radicar las exigencias de la cristología en la historia. Si la cristología debe de ser «desde abajo», como creo yo, es sólo esta otra realidad trascendente de la conciencia de Jesús acerca de Dios lo que la hace capaz de conectar con las cristologías «desde arriba», las cuales, si podemos decirlo así, permiten a la aproximación «desde abajo» que se llame «cristología». Ciertamente, es totalmente evidente que si nosotros podemos de verdad hablar con propiedad de la «divinidad» del Jesús histórico, únicamente podemos hacerlo a base de su experiencia de Dios: su "divinidad" si?,nifica 122. W. PANNENBERG, [esus God and Man, ET SCM Press 1968, 58-66. 123. P. ALTHAUS, Die christliche Wahrheit, Gütersloh 1962, 440. 124. Cf. EBELING, Word 205. 289; E. KASEMANN, Blind Alleys in the '[esus 01 Ristory'. Controversy, NTQT, 43-50.
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futuro 122. El hecho es que nosotros no podemos analizar el contenido<br />
de la propia conciencia de Jesús en cada detalle. Nosotros<br />
no podemos responder con toda precisión a la siguiente pregunta:<br />
Jesús, ¿quién pensó que era? Como ya hemos señalado, su propia<br />
conciencia fue mucho menos estructurada, y más incipiente<br />
de lo que con frecuencia se reconoce (cf. § 6, 6). Cualesquiera<br />
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configuraban su experiencia de Dios, sino que, como mucho,<br />
fueron objeto de remodelación y de interpretación por El, no en<br />
alguna medida, sino en grado máximo. Todo lo que podemos<br />
decir es que vivió con una conciencia de filiación y poder, de<br />
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experiencia profética de inspiración. Pero no podemos decir en<br />
qué medida él trascendió la experiencia humana normal (no podemos<br />
decir en qué medida cualitativa o cuantitativamente, metafísica<br />
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a la luz de la primera Pascua, e incluso entonces las<br />
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Lo que nosotros podemos y debemos decir es que sin este elemento<br />
peculiar en la experiencia de Jesús acerca de Dios el espacio<br />
entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe se convertiría en<br />
un inabarcable abismo abierto. Puede ser cierto, como dice<br />
P. Althaus, que «Jesús fue lo que era antes de darse cuenta» 123.<br />
Pero a no ser que exista alguna correlación entre las exigencias<br />
cristianas de Jesús y la propia conciencia de Jesús, estas exigencias<br />
pierden contacto con la realidad 124. La otra realidad trascendente<br />
de la experiencia de Jesús acerca de Dios es lo que hace radicar<br />
las exigencias de la cristología en la historia. Si la cristología debe<br />
de ser «desde abajo», como creo yo, es sólo esta otra realidad<br />
trascendente de la conciencia de Jesús acerca de Dios lo que la<br />
hace capaz de conectar con las cristologías «desde arriba», las<br />
cuales, si podemos decirlo así, permiten a la aproximación «desde<br />
abajo» que se llame «cristología». Ciertamente, es totalmente<br />
evidente que si nosotros podemos de verdad hablar con propiedad<br />
de la «divinidad» del Jesús histórico, únicamente podemos hacerlo<br />
a base de su experiencia de Dios: su "divinidad" si?,nifica<br />
122. W. PANNENBERG, [esus God and Man, ET SCM Press 1968,<br />
58-66.<br />
123. P. ALTHAUS, Die christliche Wahrheit, Gütersloh 1962, 440.<br />
124. Cf. EB<strong>EL</strong>ING, Word 205. 289; E. KASEMANN, Blind Alleys in<br />
the '[esus 01 Ristory'. Controversy, NTQT, 43-50.