JESUS y EL ESPIRITU

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156 ]esús y el Espíritu esto, permanece el dato que la experiencia de Jesús acerca de Dios abarcaba elemetos no racionales tanto como elementos racionales (dynamis para curar tanto como exousía para proclamar) 120 Y consideró ambos como válidas e importantes manifestaciones del Espíritu de Dios. 16.3. La conciencia de Jesús acerca del Espíritu explica en gran medida 10 que con tanta frecuencia ha confundido a los comentadores, la tensión entre su comprensión del reino como presente y su proclamación del reino como futuro inminente. La proclamación de la proximidad de la plenitud de los tiempos no fue nada nuevo; fue la proclamación de su presencia lo que fue tan extraño. ¿Qué pudo hacer pensar a Jesús sobre la tierra que el reino ya había llegado, cuando su reclamación era contrariada bajo todos los aspectos? La respuesta está en la presencia de un elemento, una característica clave de la plenitud de los tiempos, la plenitud del poder del Espíritu. El sentido de poder en Jesús fue tan abrumador en su conciencia y tan manifiesto en su ministerio, que no pudo llegar a ninguna otra conclusión que aquélla: las profecías de la plenitud de los tiempos se estaban cumpliendo ya en su ministerio; el reino ya había llegado. Además, su convicción de la inminencia de la plenitud surgió más desde su fuente que de cualquiera otra parte, pues si la plenitud de los tiempos ya había llegado, el final no podía dilatarse mucho (ciertamente no más allá del final de la vida de su propia generación, Mc 13, 28s. y par.; d. 9,1; 13,30; Mt 10,23)121. La tensión ya-pero todavía no en la proclamación de Jesús arranca inmediatamente de su conciencia del Espíritu. 16.4. Este reconocimiento de la conciencia de Jesús acerca del Espíritu perfecciona el retrato liberal de Jesús, en algo de 10 que carecía. Si nosotros indicamos la propia experiencia religiosa de Jesús, su experiencia de Dios, únicamente en términos de filiación, interpretamos casi completamente mal a Jesús. La experiencia de Jesús fue también experiencia de Dios como Espíritu. y por el «Espíritu» yo no me refiero al «espíritu de la época» del idealismo liberal, sino al «Espíritu» como Gunkel 10 redes- 120. Entre ellas no se debería hacer una distinción demasiado neta; véase aquí p. 136. 121. W. G. KÜMMEL, Promise 20 s.; d. W. MANSON, [esus 50; R. BULTMANN, Theology 1 22 s. Véase también aquí cap. 3, nota 34.

¿Fue Jesús carismático? 157 cubrió (Espíritu como poder; la misma fuerza primitiva que cayó sobre Sansón e inspiró a Ezequiel; el Espíritu carismático que inspiró el ministerio de Jesús; el Espíritu apocalíptico que llenó a Jesús del conocimiento de la plenitud). La conciencia de Jesús acerca del Espíritu es la dimensión escatológica en el ministerio de Jesús que el liberalismo despreció. 16.5. Es importante que no volvamos a caer, por la dirección contraria, en el fallo del liberalismo, es decir, ignorar la conciencia de Jesús acerca de su filiación, acentuando demasiado su conciencia del Espíritu. Este fue el error de la investigación del Jesús carismático. Debemos mantener estrechamente unidos estos dos aspectos de la propia comprensión de Jesús. Del mismo modo que él encontró a Dios como Padre en la oración, así él encono trá a Dios como poder en la misión; pero se trata de dos aspectos de una misma realidad, de una experiencia de Dios. En esta doble experiencia de Jesús vemos estrechamente entrecruzados ambos aspectos, el ético y el carismático, la obediencia del Hijo y la libertad del profeta. Jesús no puede ser presentado sencillamente como un moralista, ni como un extático. La acción recíproca de filiación y del Espíritu es lo que concede al ministerio de Jesús su carácter distintivo. 16.6. En cada etapa de nuestro estudio, con una consistencia notable, la argumentación nos ha obligado a reconocer un elemento distintivo, a veces incluso único, en la experiencia de Jesús acerca de Dios. La costumbre de dirigirse a Dios como «Abba» fue tan extraña en su tiempo como característica de su propia oración; y aunque él enseñó a sus discípulos a orar del mismo modo, nunca parece haber unido su voz con la de sus discípulos, sino más bien conservó la peculiaridad de su propia relación con el Padre. El se consideró a sí mismo como hijo de Dios, y posiblemente pudo haber considerado su misión como un compartir su (¿único?) conocimiento de Dios con sus discípulos ( ¿Mt 11, 27?). Sus exorcismos fueron para él algo único; como manifestaciones distintivas del Espíritu demostraron la presencia escatológica del reino (Mc 3, 28 s.; Mt 12, 28/ Lc 11, 20). La profecía de Is 61, 1 s. se cumplió en su ministerio; él mismo fue el centro de la importancia escatológica (Mt 11, 5 s.). El buscó fe en los demás; pero, al parecer, se consideró a sí mismo como una «manifestación de la gracia» más que como «testigo de la Ie», Su sentido de autoridad e inspiración 10 situó en la tra-

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]esús y el Espíritu<br />

esto, permanece el dato que la experiencia de Jesús acerca de<br />

Dios abarcaba elemetos no racionales tanto como elementos racionales<br />

(dynamis para curar tanto como exousía para proclamar)<br />

120 Y consideró ambos como válidas e importantes manifestaciones<br />

del Espíritu de Dios.<br />

16.3. La conciencia de Jesús acerca del Espíritu explica en<br />

gran medida 10 que con tanta frecuencia ha confundido a los<br />

comentadores, la tensión entre su comprensión del reino como<br />

presente y su proclamación del reino como futuro inminente. La<br />

proclamación de la proximidad de la plenitud de los tiempos no<br />

fue nada nuevo; fue la proclamación de su presencia lo que fue<br />

tan extraño. ¿Qué pudo hacer pensar a Jesús sobre la tierra que<br />

el reino ya había llegado, cuando su reclamación era contrariada<br />

bajo todos los aspectos? La respuesta está en la presencia de un<br />

elemento, una característica clave de la plenitud de los tiempos,<br />

la plenitud del poder del Espíritu. El sentido de poder en Jesús<br />

fue tan abrumador en su conciencia y tan manifiesto en su ministerio,<br />

que no pudo llegar a ninguna otra conclusión que aquélla:<br />

las profecías de la plenitud de los tiempos se estaban cumpliendo<br />

ya en su ministerio; el reino ya había llegado. Además, su convicción<br />

de la inminencia de la plenitud surgió más desde su<br />

fuente que de cualquiera otra parte, pues si la plenitud de los<br />

tiempos ya había llegado, el final no podía dilatarse mucho (ciertamente<br />

no más allá del final de la vida de su propia generación,<br />

Mc 13, 28s. y par.; d. 9,1; 13,30; Mt 10,23)121. La tensión<br />

ya-pero todavía no en la proclamación de Jesús arranca inmediatamente<br />

de su conciencia del Espíritu.<br />

16.4. Este reconocimiento de la conciencia de Jesús acerca<br />

del Espíritu perfecciona el retrato liberal de Jesús, en algo de 10<br />

que carecía. Si nosotros indicamos la propia experiencia religiosa<br />

de Jesús, su experiencia de Dios, únicamente en términos de filiación,<br />

interpretamos casi completamente mal a Jesús. La experiencia<br />

de Jesús fue también experiencia de Dios como Espíritu.<br />

y por el «Espíritu» yo no me refiero al «espíritu de la época»<br />

del idealismo liberal, sino al «Espíritu» como Gunkel 10 redes-<br />

120. Entre ellas no se debería hacer una distinción demasiado neta;<br />

véase aquí p. 136.<br />

121. W. G. KÜMM<strong>EL</strong>, Promise 20 s.; d. W. MANSON, [esus 50; R.<br />

BULTMANN, Theology 1 22 s. Véase también aquí cap. 3, nota 34.

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