JESUS y EL ESPIRITU

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126 Jesús y el Espíritu los evangelistas 9. Este contraste se manifiesta con claridad incluso entre los milagros atribuidos en los sinópticos a Jesús adulto y aquellos atribuidos en los evangelios apócrifos al Niño Jesús, y sugiere fuertemente que donde hubo informes de testigos oculares sobre las «obras portentosas» del ministerio de Jesús, sirvieron ellos como una influencia moderadora en la elaboración de la tradición y ofrecieron un obstáculo al desarrollo en plena escala de la apologética del «hombre divino» lO. 12.2. Jesús, taumaturgo carismático. El rasgo principal que podemos anotar es que la reputación de Jesús como taumaturgo llega hasta nosotros en términos explícitamente carismáticos y está claramente presente en nuestras fuentes más antiguas. Aquí la palabra clave es dynámeis (acciones maravillosas). Al menos en los círculos helenísticos la eficacia propia de las dynámeis pertenecía a los charismata, como una manifestación del Espíritu (1 Ca 12, 10. 28 s.) que autenticaba al taumaturgo como un hombre del espíritu (Cá 3, 5; 2 Ca 12, 12) 11. Jesús fue reconocido como una figura carismática en la que las dynámeis fueron una característica de su ministerio. En Hch 2, 22 se describe a Jesús como «un hombre probado... con prodigios», y los oyentes palestinos fueron ellos mismos citados como testigos (

¿Fue Jesús carismático? 127 las dynámeis se presentan como «realizadas por sus manos»; Me 6, 14: las dynámeis se describen como «actuando en él». Me 6, 5 tiene ciertamente una buena tradición: «y no pudo hacer allí (Nazaret) ningún milagro, por su falta de fe». «La ofensa que el añadido del verso 5b y su repetición en Mt 13, 58 intenta mitigar, garantiza la seguridad del relato, el cual presupone que las dynámeis fueron la norma de conducta de Jesús» 13. Especialmente interesante es el singular pasaje Q, Mt 11, 21 (23) / Le 10, 13, ya que es el único lugar donde la tradición manifiesta al mismo Jesús describiendo su ministerio en términos de «obras portentosas». No obstante la opinión de Bultmann, no es fácil rechazar la expresión como «una formulación de la comunidad» 14. La transmisión de la actividad milagrosa de Jesús en la región del Mar de Galilea está fundamentada muy firmemente en las tradiciones, y el tono apocalíptico de Mt 11, 23/ Le 10, 15 es difícilmente inconsistente en relación con las otras expresiones apocalípticas de Jesús. Tampoco poseemos ninguna otra prueba de una primitiva misión cristiana en Corazaín, Betsaida (y Cafarnaún), en la que confiara exclusivamente en las dynameis realizadas allí para su éxito 15. Este es un rasgo singular del logion que, en absoluto, no hace mención alguna de predicación cristiana o precristiana. El juicio sobre Corazaín y Betsaida se determina exclusivamente por su respuesta a los «prodigios» realizados en medio de ellos. Esta característica no tiene paralelo real en la misión judía (palestiniana) de la iglesia antigua y, sin embargo, Jesús consideró la proclamación del evangelio al pobre como su quehacer principal (Mt 11, 50). Con todo, hemos examinado ya la prueba clara de que Jesús mismo consideró sus exorcismos como fundamento evidente del Espíritu (Me 3, 28 s.). Nuestra presente expresión es de la misma clase que aquélla. La prueba justamente revisada, muestra cuán profundamente esta reputación de Jesús como taumaturgo carismático estaba en- 13. J. JEREMIAS, Theology 1 91. 14. R. BULTMANN, Tradition 112; E. HAENCHEN Der Weg [esu, Berlín 1966, 226. 15. Véase también E. PERCY, Botscbait 112 s.; F. MUSSNER, Tbe Miracles 01 [esus, ET Ecclesia 1970, 19-22. 21: «Si se ha de admitir un logion prepascual, indudablemente que lo tenemos en el lamento de Jesús sobre estas tres ciudades de su Galilea natal». Cf. F. HAIIN, Mission in tbe New Testament, ET SCM Press 1965, 34; W. GRUNDMANN, Matthiius 313.

126 Jesús y el Espíritu<br />

los evangelistas 9. Este contraste se manifiesta con claridad incluso<br />

entre los milagros atribuidos en los sinópticos a Jesús adulto<br />

y aquellos atribuidos en los evangelios apócrifos al Niño Jesús,<br />

y sugiere fuertemente que donde hubo informes de testigos oculares<br />

sobre las «obras portentosas» del ministerio de Jesús, sirvieron<br />

ellos como una influencia moderadora en la elaboración<br />

de la tradición y ofrecieron un obstáculo al desarrollo en plena<br />

escala de la apologética del «hombre divino» lO.<br />

12.2. Jesús, taumaturgo carismático. El rasgo principal que<br />

podemos anotar es que la reputación de Jesús como taumaturgo<br />

llega hasta nosotros en términos explícitamente carismáticos y está<br />

claramente presente en nuestras fuentes más antiguas. Aquí la<br />

palabra clave es dynámeis (acciones maravillosas). Al menos en<br />

los círculos helenísticos la eficacia propia de las dynámeis pertenecía<br />

a los charismata, como una manifestación del Espíritu<br />

(1 Ca 12, 10. 28 s.) que autenticaba al taumaturgo como un<br />

hombre del espíritu (Cá 3, 5; 2 Ca 12, 12) 11. Jesús fue reconocido<br />

como una figura carismática en la que las dynámeis fueron<br />

una característica de su ministerio. En Hch 2, 22 se describe a<br />

Jesús como «un hombre probado... con prodigios», y los oyentes<br />

palestinos fueron ellos mismos citados como testigos (

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