JESUS y EL ESPIRITU

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118 Jesús y el Espíritu 10.2. Relación entre Espíritu y Filiación. Debemos advertir cómo el modo según el cual descendió el Espíritu está asociado en este episodio con la palabra de filiación. En los relatos, tal como se conservan, las palabras de la proclamación están dirigidas obviamente a explicar el descendimiento del Espíritu: el Espíritu unge a Jesús como Hijo. La alusión, dado que no es completa la cita del Salmo 2, 7 (Lc 3, 22D) 121, sugiere que el don del Espíritu fue comprendido como la adopción filial de [esús. «Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy» 122. Sin embargo, es muy dudoso si seríamos o no capaces de intentar algún análisis más amplio sobre el conocimiento por parte de Jesús del Espíritu y de la filiación como la base de este relato. La tradición está lejos de adaptarse a favorecer cualquier especulación, como si está lejos de adaptarse a favorecer cualquier especulación, como si esta experiencia de Jesús hubiera sido el clímax o el «argumento» decisivo para una experiencia de sentirse Dios, o si fue algo repentinamente nuevo y totalmente inesperado. Después de todo, la Q conserva la expresión de Jesús donde él compara la oración a una súplica filial: «Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre, que está en los cielos, dará cosas buenas (Lucas = Espíritu Santo) a quien se las pida» (Mt 7, 11 / Le 11, 13). Y no podemos excluir la posibilidad de que esta seguridad de Jesús estaba fundada, parcialmente al menos, en su propia experiencia del Jordán. El pudo haberse acercado ya al Bautista con alguna conciencia del cuidado y vocación paternales de Dios; su bautismo pudo haber manifestado su voluntad de responder a aquella lIa- 121. Véase aquí cap. 2, nota 73. 122. A pesar de que los estudiosos se inclinan por admitir como original únicamente la referencia a Is 42, 1 (uiás se derivarla de país. véase cap. 2, nota 72), me parece más probable que 10 primitivo es "hijo": de hecho no existe ejemplo claro alguno de que país se sustituyera por uiás, Q (Mt 4, 3. 6 I Le 4, 3. 9) presupone uiás, la idea del Siervo parece que no jugó un papel importante en la cristología de las primitivas comunidades (d. Schweizer, TDNT 8, 368) y el sentido de filiación de Jesús parece haber sido más decisivo que la idea del Siervo en la conciencia que Jesús tenía de sí y de su tarea misionera. Más detalladamente al respecto 1. H. MARsHALL, Son 01 God 326·36. En el Evangelio de los Hebreos es el Espíritu mismo el que habla a Jesús: «y aconteció que cuando el Señor salió del agua, toda la fuente del Espíritu Santo bajó sobre él, se posó sobre él y le dijo: 'Hijo mío, en todos los profetas te estaba esperando... tú eres mi Hijo primogénito que reinas para siempre'» (E. HENNEcKE, Apoerypha I 163 s.).

La experiencia de Jesús acerca de Dios. El Espiritu 119 mada, y que su petición de cosas buenas sería necesariamente escuchada 123. De todos modos, haríamos mejor tratando la conciencia de filiación y la conciencia del Espíritu como las dos caras de la misma moneda. No podemos afirmar que uno procedió del otro; y construir conclusiones dogmáticas sobre la prioridad de uno o del otro es movernos sobre arena, sin fundamento alguno. Lo más que podemos afirmar sobre la base de la perícopa del Jordán es que, muy desde el principio (más o menos), del ministerio de Jesús, él fue consciente de Dios Padre y del poder de Dios. Del mismo modo, tampoco podemos conceder prioridad a uno o a otro aspecto en la misión de Jesús, en 10 referente a su experiencia de Dios. El hijo obedece la voluntad del Padre. El Espíritu le conduce hacia él. Las dos expresiones describen el mismo innegable apremio interior, que se manifestaría en palabras y en hechos. Entonces, no es extraño que en el relato de las tentaciones de Jesús en el desierto (

La experiencia de Jesús acerca de Dios. El Espiritu 119<br />

mada, y que su petición de cosas buenas sería necesariamente<br />

escuchada 123. De todos modos, haríamos mejor tratando la conciencia<br />

de filiación y la conciencia del Espíritu como las dos caras<br />

de la misma moneda. No podemos afirmar que uno procedió del<br />

otro; y construir conclusiones dogmáticas sobre la prioridad de<br />

uno o del otro es movernos sobre arena, sin fundamento alguno.<br />

Lo más que podemos afirmar sobre la base de la perícopa del<br />

Jordán es que, muy desde el principio (más o menos), del ministerio<br />

de Jesús, él fue consciente de Dios Padre y del poder de<br />

Dios.<br />

Del mismo modo, tampoco podemos conceder prioridad a<br />

uno o a otro aspecto en la misión de Jesús, en 10 referente a su<br />

experiencia de Dios. El hijo obedece la voluntad del Padre. El<br />

Espíritu le conduce hacia él. Las dos expresiones describen el<br />

mismo innegable apremio interior, que se manifestaría en palabras<br />

y en hechos. Entonces, no es extraño que en el relato de las<br />

tentaciones de Jesús en el desierto (

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