Etnias y árboles - Escuela de Historia

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alemán, discípulo de esta mirada humboldtiana, Germán Burmeister, creaba en Argentina una afición de jóvenes dispuestos a elevar los espacios catalogados de "inferiores" hacia la superioridad de lo multifacético e ignoto. Rechazar los juicios temporales, los esquemas de valor, los a priori subjetivos sobre el gran territorio e iniciar su visión orgánica de mundo cerrado. Lo que se había dicho de Chaco era para ellos poco menos que nada. Se formó un sentimiento de naturalistas pioneros, herederos de la sabiduría moderna, de las mentes tensas pero sin exaltación, de los que estudiaban y gozaban toda la naturaleza viviente. Un redescubrimiento cuatro siglos más tarde. Adoptar los modos y las poses de la revolución industrial recientemente inaugurada. Medir, comprobar, describir. Los más jóvenes se contagiaban de los librepensadores europeos eufóricos de naturaleza, de voces ancestrales de civilizaciones perdidas en los bosques, de ríos inagotables, selvas excitadas, centelleo del cielo, plantas resplandecientes, colorido de pájaros, de la salud ecológica del espacio. A cargo del Museo Público de la Nación, el ex profesor de la Universidad prusiana G. Burmeister, publica Los Anales, ilustrados por él mismo con dibujos maravillosos, al tiempo que arma las colecciones como paleontólogo, ornitólogo, mastozoólogo, botánico y geólogo. 338 Se intentaba construir un país con tradición científica inmediata, y Nicolás Avellaneda había comparado al sabio alemán con Empédocles, el que comenzara su obra con un Escribo sobre el Universo. 339 Se diseñaba un tipo de joven investigador/militar, utilizado por el Estado en la guerra contra el Chaco, pero que en la generalidad de los casos postulaba un tratamiento científico cuidadoso, ético de las etnias, y del espacio tratado como superior. Escritores de ocio de campamentos, marcados por la energía de la ilustración científica europea. Fontana, que había sido soldado en la Patagonia, discípulo de Burmeister en el Museo y secretario de la gobernación del territorio del Chaco desde 1875, anotaba que un aborigen de doce años en la Patagonia ya era un hombre, sabiendo todo lo que había que saber para la existencia de un modo independiente. Pero advertía que en Chaco, con la misma edad, y de hallarse solo, se moriría. El conocimiento era aquí mucho más largo y penoso, porque el espacio era multiforme y versátil, intrincado y extraordinariamente diverso. La irregularidad, el enmarañamiento de la vida y la geografía ejercitaban en los niños una sagacidad de observadores. Pero nunca parecía suficiente; y requería tantísimo tiempo y esfuerzo. Y esto mucho antes de lo que acontecía entre "los hombres civilizados". Esta conclusión etnográfica ponía en evidencia a un tipo de cultura que debía afrontar el conocimiento e inserción en ecosistemas con unidades extrañas, enemigas, organizaciones biosféricas secretas, alimentadas de extrañeza e intimidad. Una totalidad múltiple, única y despedazada. Subregiones cambiantes. Pluralidad, división y diáspora. Una unidad viviente profundamente indeleble, dispersa y centrífuga. La relación entre la parte y el todo era más tornadiza que en la Pampa. Por lo demás en Fontana, la mística del Estado, las tareas patrióticas y el reconocimiento postrero. Se creía en la gloria o la posteridad como algo indeleblemente fundido al Estado/Nación. Al presidente de la República giraba uno de sus telegramas: "Estoy en Rivadavia. Queda el Chaco reconocido. He perdido el brazo izquierdo en un combate con los indios, pero me queda otro para firmar el plano del Chaco que he completado en esta excursión. Luis Jorge Fontana". Al regresar de los trópicos y de los virreinatos agónicos, Humboldt fijaba por muchas generaciones la imagen de una América rica en vigor físico y pródiga en espectacularidad. Pero Hegel, que deberá incluir al continente en sus tríadas dialécticas de tendencia eurocéntricas, sentencia sobre la América física la condena de inmadurez. 340 Dialectiza y polariza todo, las partes del mundo, las diferencias de clima y de fauna, las plumas de los pájaros americanos, los destinos de sus aborígenes, porque es necesaria una ley que explique la naturaleza de los dos hemisferios. En este sentido continúa la tentativa de Buffon, pero llevando sus tesis a los extremos. 341 Los aborígenes americanos serían para él una raza débil, mal coloreada y en proceso de desaparición. Culturas de calidad inferior y el salvajismo como la resultante acabada de la falta de civilización. Sólo América mostraría salvajes tan torpes e idiotas como los fueguinos, y en el Chaco los jesuitas debieron tratarlos como a niños incapaces. En el otro extremo, las ciencias naturales se emancipaban de los esquemas volumétricos y de las rigideces de las teorías climáticas. El desarrollo social y político de los EE.UU. de una parte, y la vitalidad turbulenta de los países hispanoamericanos de reciente estrechez colonial por otra, hacían percibir otro cuadro del mundo y de sus relaciones internas. Hegel mismo, que observaba a América como impotente en lo físico y lo moral, también la veía como sujeto del Porvenir, es decir una síntesis de la "potencia". Surgía en viajeros, naturalistas y arqueólogos la fascinación por América. Era lógico que parte de estos impulsos se fijaran en el Chaco. En un siglo se pasaba de descripciones anodinas en un espacio que había dejado de ser monstruoso, esto es, exploraciones sin 338 Max Biraben: Germán Burmeister. Su Vida. Su Obra. Buenos Aires, Secretaría de Estado de Cultura y Educación, Ediciones Culturales Argentinas, 1968, 28-39. 339 "Prólogo de Nicolás Avellaneda". En Fontana, 1881, op. cit, 28. 340 Gerbi, op. cit, 385. 341 Ídem, 385.

ningún valor ecológico, étnico, cuadranguladas y sin categoría científica como la de Don Juan Adrián Fernández Cornejo 342 , a la visión geoétnica de Jorge Fontana en 1881. En el medio, Darwin que había viajado en el Beagle a América del Sur, trabajando en El origen de las especies durante veintidós años, convertía a su libro en un gran éxito de librería; los sabios Hooker y Huxley se adherían a sus teorías de inmediato, y el mundo científico tenía que debatir ya en otro terreno sobre el contenido de tres afirmaciones revolucionarias: a) el mundo vivo proviene de una evolución; b) esta evolución se realiza por medios estrictamente materiales; c) el hombre es un producto de esta evolución, y por consecuencia, es también de origen puramente material. 343 Era evidente que estos principios tenían que crear en los jóvenes estudiosos otra dimensión filosófica de lo étnico, y ello se instaló incluso en exploradores militares como Fontana. Hacia 1864, Herbert Spencer publicaba la obra Génesis de la ciencia, iniciando la crítica a la clasificación de las ciencias de Comte. Autorrepresentado evolucionista, su esquema apareció luego de El origen de las especies (1859) de Darwin. La división spenceriana más amplia, resultó la de las ciencias que estudiaban las relaciones abstractas y las que lo hacían sobre los fenómenos mismos. Las ciencias que investigan las formas en las cuales se presentan a los hombres los fenómenos, estaban cargadas de abstracción, y eran por definición la lógica y las matemáticas. Las ciencias que, en cambio, estudian los fenómenos mismos, en sus elementos y en su conjunto, eran abstracto-concretas (mecánica, física, química) y concretas (astronomía, geología, biología, psicología, sociología). Este era el cuadro de las ciencias que se instalaban en los gabinetes argentinos de fines del XIX y que analizarían el "problema" Chaco. Entre lo abstracto y lo concreto de Spencer se abría un abismo. De allí que las observaciones concretas del mundo natural y social, y sus interacciones en el espacio gualamba chaqueño, quedarán al margen de conclusiones abstractas y especulaciones filosóficas. Había que medir, describir, reseñar, detallar, inventariar, especificar. Pero era imposible avanzar en una síntesis y en generalizaciones. A lo sumo las ciencias abstracto-concretas como la química, física y mecánica podían soportar algún examen desde la lógica y las matemáticas. En el cuadro spenceriano no se reflejaban las sucesiones históricas ni el desarrollo de los objetos (fenómenos). Las relaciones recíprocas quedaban privadas de todo historicismo. Los fenómenos coexisten, pero el paso de un grupo de éstos desde una de las tres clases de ciencias a la otra, era imposible. Las abstracto-concretas y concretas servían como objeto y material para las abstractas, así como las concretas sólo soporte material para las abstracto-concretas. Al mismo tiempo ninguna de las verdades de las más abstractas podían utilizarse para resolver los problemas de las menos abstractas. El intelecto iba de las relaciones concretas a las relaciones abstractas, y de las menos abstractas a las más abstractas. El progreso mismo en el descubrimiento de las leyes estaría subordinado a una ley. Las primeras ciencias que se organizaron en la Argentina fueron las naturales y la astronomía: fauna, flora, gea y astros. 344 Las ciencias naturales encontraron su hábitat científico en dos instituciones, el museo de Buenos Aires y el museo de La Plata. El primero adquiría rango de congregación científica al asumir su dirección G. Burmeister en 1862. Por entonces ya era un sabio mundialmente conocido por sus trabajos paleontológicos y zoológicos. Y si bien no fue un maestro, sus dotes de organizador científico resultaron encomiables. 345 Dirigió el Museo por treinta años, sucediéndole el naturalista de origen ruso Carlos Berg y posteriormente Florentino Ameghino. La atención por Chaco como un gran espacio natural inexplorado era inevitable. El desarrollo científico del Museo de La Plata estaría vinculado a una primera pléyade de naturalistas argentinos, en este caso Francisco P. Moreno desde 1875. Había tenido por guías intelectuales a Juan M. Gutiérrez y Burmeister. Pero la dirección de sus intereses científicos se enfocaba hacia otro espacio ignoto, la Patagonia. (La otra esfera del desierto). La fundación por E. Zeballos del Instituto Geográfico Argentino (1879-1930) contribuyó, como parte del conocimiento geográfico del país, también al del Chaco. Estimulaba y patrocinaba viajes y exploraciones. Desde 1881 publicará el Boletín del Instituto Geográfico Argentino. En el mismo año de fundación del anterior, el Instituto Geográfico Militar, tal vez la más importante de las instituciones geográficas. Los espacios Chaco y Patagonia se definían de inmediato como regiones de ocupación militar. Había que estudiar fronteras, cuestiones limítrofes, cartas, planos para maniobras del Ejército y estudios de aplicación en la Escuela de Guerra. Proyectos, inspección y dirección de construcciones militares. El instituto comprendía una sección de estudios geodésicos (astronomía, triangulación, nivelación) y otra de estudios cartográficos y topográficos. Desde 1912 publicará su Anuario. Pero el peso de su investigación giraba hacia la Patagonia. Tal vez tenían que ver en ello los intereses ingleses marítimos, de ocupación de 342 Adrián Fernández Cornejo (1789): "Diario de la Primera Expedición al Chaco". En Colección Pedro de Angelis, T VIII, Vol. A, Buenos Aires, Plus Ultra, 1972, 303-365. 343 Marcel Prenant (1940): Darwin y el darwinismo. México, Grijalbo, 1969, 114. 344 José Babini: Historia de la Ciencia en la Argentina. Buenos Aires, Ediciones Solar, 1986, 144. 345 Ídem, 147.

alemán, discípulo <strong>de</strong> esta mirada humboldtiana, Germán Burmeister, creaba en Argentina una afición <strong>de</strong> jóvenes dispuestos a elevar<br />

los espacios catalogados <strong>de</strong> "inferiores" hacia la superioridad <strong>de</strong> lo multifacético e ignoto. Rechazar los juicios temporales, los<br />

esquemas <strong>de</strong> valor, los a priori subjetivos sobre el gran territorio e iniciar su visión orgánica <strong>de</strong> mundo cerrado. Lo que se había dicho<br />

<strong>de</strong> Chaco era para ellos poco menos que nada. Se formó un sentimiento <strong>de</strong> naturalistas pioneros, here<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> la sabiduría mo<strong>de</strong>rna,<br />

<strong>de</strong> las mentes tensas pero sin exaltación, <strong>de</strong> los que estudiaban y gozaban toda la naturaleza viviente. Un re<strong>de</strong>scubrimiento cuatro<br />

siglos más tar<strong>de</strong>. Adoptar los modos y las poses <strong>de</strong> la revolución industrial recientemente inaugurada. Medir, comprobar, <strong>de</strong>scribir.<br />

Los más jóvenes se contagiaban <strong>de</strong> los librepensadores europeos eufóricos <strong>de</strong> naturaleza, <strong>de</strong> voces ancestrales <strong>de</strong> civilizaciones<br />

perdidas en los bosques, <strong>de</strong> ríos inagotables, selvas excitadas, centelleo <strong>de</strong>l cielo, plantas resplan<strong>de</strong>cientes, colorido <strong>de</strong> pájaros, <strong>de</strong> la<br />

salud ecológica <strong>de</strong>l espacio. A cargo <strong>de</strong>l Museo Público <strong>de</strong> la Nación, el ex profesor <strong>de</strong> la Universidad prusiana G. Burmeister,<br />

publica Los Anales, ilustrados por él mismo con dibujos maravillosos, al tiempo que arma las colecciones como paleontólogo,<br />

ornitólogo, mastozoólogo, botánico y geólogo. 338<br />

Se intentaba construir un país con tradición científica inmediata, y Nicolás Avellaneda había comparado al sabio alemán<br />

con Empédocles, el que comenzara su obra con un Escribo sobre el Universo. 339 Se diseñaba un tipo <strong>de</strong> joven investigador/militar,<br />

utilizado por el Estado en la guerra contra el Chaco, pero que en la generalidad <strong>de</strong> los casos postulaba un tratamiento científico<br />

cuidadoso, ético <strong>de</strong> las etnias, y <strong>de</strong>l espacio tratado como superior. Escritores <strong>de</strong> ocio <strong>de</strong> campamentos, marcados por la energía <strong>de</strong><br />

la ilustración científica europea. Fontana, que había sido soldado en la Patagonia, discípulo <strong>de</strong> Burmeister en el Museo y secretario <strong>de</strong><br />

la gobernación <strong>de</strong>l territorio <strong>de</strong>l Chaco <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1875, anotaba que un aborigen <strong>de</strong> doce años en la Patagonia ya era un hombre, sabiendo<br />

todo lo que había que saber para la existencia <strong>de</strong> un modo in<strong>de</strong>pendiente. Pero advertía que en Chaco, con la misma edad, y <strong>de</strong><br />

hallarse solo, se moriría. El conocimiento era aquí mucho más largo y penoso, porque el espacio era multiforme y versátil, intrincado<br />

y extraordinariamente diverso. La irregularidad, el enmarañamiento <strong>de</strong> la vida y la geografía ejercitaban en los niños una sagacidad <strong>de</strong><br />

observadores. Pero nunca parecía suficiente; y requería tantísimo tiempo y esfuerzo. Y esto mucho antes <strong>de</strong> lo que acontecía entre<br />

"los hombres civilizados". Esta conclusión etnográfica ponía en evi<strong>de</strong>ncia a un tipo <strong>de</strong> cultura que <strong>de</strong>bía afrontar el conocimiento e<br />

inserción en ecosistemas con unida<strong>de</strong>s extrañas, enemigas, organizaciones biosféricas secretas, alimentadas <strong>de</strong> extrañeza e intimidad.<br />

Una totalidad múltiple, única y <strong>de</strong>spedazada. Subregiones cambiantes. Pluralidad, división y diáspora. Una unidad viviente<br />

profundamente in<strong>de</strong>leble, dispersa y centrífuga. La relación entre la parte y el todo era más tornadiza que en la Pampa. Por lo <strong>de</strong>más<br />

en Fontana, la mística <strong>de</strong>l Estado, las tareas patrióticas y el reconocimiento postrero. Se creía en la gloria o la posteridad como algo<br />

in<strong>de</strong>leblemente fundido al Estado/Nación. Al presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la República giraba uno <strong>de</strong> sus telegramas: "Estoy en Rivadavia. Queda<br />

el Chaco reconocido. He perdido el brazo izquierdo en un combate con los indios, pero me queda otro para firmar el plano <strong>de</strong>l<br />

Chaco que he completado en esta excursión. Luis Jorge Fontana".<br />

Al regresar <strong>de</strong> los trópicos y <strong>de</strong> los virreinatos agónicos, Humboldt fijaba por muchas generaciones la imagen <strong>de</strong> una<br />

América rica en vigor físico y pródiga en espectacularidad. Pero Hegel, que <strong>de</strong>berá incluir al continente en sus tríadas dialécticas <strong>de</strong><br />

ten<strong>de</strong>ncia eurocéntricas, sentencia sobre la América física la con<strong>de</strong>na <strong>de</strong> inmadurez. 340 Dialectiza y polariza todo, las partes <strong>de</strong>l<br />

mundo, las diferencias <strong>de</strong> clima y <strong>de</strong> fauna, las plumas <strong>de</strong> los pájaros americanos, los <strong>de</strong>stinos <strong>de</strong> sus aborígenes, porque es necesaria<br />

una ley que explique la naturaleza <strong>de</strong> los dos hemisferios. En este sentido continúa la tentativa <strong>de</strong> Buffon, pero llevando sus tesis a los<br />

extremos. 341 Los aborígenes americanos serían para él una raza débil, mal coloreada y en proceso <strong>de</strong> <strong>de</strong>saparición. Culturas <strong>de</strong><br />

calidad inferior y el salvajismo como la resultante acabada <strong>de</strong> la falta <strong>de</strong> civilización. Sólo América mostraría salvajes tan torpes e<br />

idiotas como los fueguinos, y en el Chaco los jesuitas <strong>de</strong>bieron tratarlos como a niños incapaces.<br />

En el otro extremo, las ciencias naturales se emancipaban <strong>de</strong> los esquemas volumétricos y <strong>de</strong> las rigi<strong>de</strong>ces <strong>de</strong> las teorías<br />

climáticas. El <strong>de</strong>sarrollo social y político <strong>de</strong> los EE.UU. <strong>de</strong> una parte, y la vitalidad turbulenta <strong>de</strong> los países hispanoamericanos <strong>de</strong><br />

reciente estrechez colonial por otra, hacían percibir otro cuadro <strong>de</strong>l mundo y <strong>de</strong> sus relaciones internas. Hegel mismo, que observaba<br />

a América como impotente en lo físico y lo moral, también la veía como sujeto <strong>de</strong>l Porvenir, es <strong>de</strong>cir una síntesis <strong>de</strong> la "potencia".<br />

Surgía en viajeros, naturalistas y arqueólogos la fascinación por América. Era lógico que parte <strong>de</strong> estos impulsos se fijaran en el<br />

Chaco. En un siglo se pasaba <strong>de</strong> <strong>de</strong>scripciones anodinas en un espacio que había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> ser monstruoso, esto es, exploraciones sin<br />

338<br />

Max Biraben: Germán Burmeister. Su Vida. Su Obra. Buenos Aires, Secretaría <strong>de</strong> Estado <strong>de</strong> Cultura y Educación, Ediciones Culturales Argentinas, 1968,<br />

28-39.<br />

339<br />

"Prólogo <strong>de</strong> Nicolás Avellaneda". En Fontana, 1881, op. cit, 28.<br />

340 Gerbi, op. cit, 385.<br />

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