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Etnias y árboles - Escuela de Historia

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SOCIEDAD NATURALEZA<br />

La <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong>l Chaco santiagueño por un viajero inglés tiene este efecto visual <strong>de</strong> un espacio horrendo que es<br />

necesario <strong>de</strong>jar atrás o vulnerar.<br />

"Este camino, <strong>de</strong>scien<strong>de</strong> <strong>de</strong> nuevo a los dominios <strong>de</strong> la tuna, el cardo, y el jume, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> esto (...) entramos a (...) un espeso<br />

monte <strong>de</strong> quebrachos y algarrobos. Por la noche pasamos en Mailin, miserable al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> algunas pobres chozas. Aquí encontramos <strong>de</strong> nuevo el<br />

viejo cauce <strong>de</strong>l Río Salado. Nuestro viaje hoy, enero 21, es por entre montes <strong>de</strong> algarroba amarga, cuyas espinas tienen seis pulgadas <strong>de</strong> largo.<br />

Las gentes <strong>de</strong> la provincia <strong>de</strong> Santiago creen que la corona colocada sobre la cabeza <strong>de</strong>l Creador fue <strong>de</strong> esta ma<strong>de</strong>ra". 266<br />

Si criollos y mestizos observaban a esta naturaleza torturando la cabeza <strong>de</strong> Cristo, es que ya la veían como una cosa<br />

distinta, extraña al hombre, como si éste no fuera naturaleza. Como si el espíritu <strong>de</strong>l hombre saliera <strong>de</strong> sí y <strong>de</strong>viniera una cosa<br />

distinta, extraña a su esencia, castigo <strong>de</strong>l mensajero <strong>de</strong> Dios.<br />

El siglo XVIII había aportado al Chaco la peste como una alienación imaginativa. Los españoles estaban seguros que se<br />

trataba <strong>de</strong> un castigo celestial a los infieles, y los clanes rápidamente afectados por brotes contagiosos, se autopercibían inferiores a los<br />

blancos. Las etnias no habían tenido experiencias con enfermeda<strong>de</strong>s como la viruela, sarampión, difteria, tracoma, tos ferina,<br />

varicela, peste bubónica, fiebre tifoi<strong>de</strong>a, cólera, fiebre amarilla, escarlatina, disentería amébica, gripe. La viruela se conocía en<br />

Europa con gravedad <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el XVI, pero alcanzó su apogeo a inicios <strong>de</strong>l XVIII. Causaba <strong>de</strong> un diez a un quince por ciento <strong>de</strong> todas<br />

las muertes <strong>de</strong> entonces en el Viejo Mundo. Fiebre, dolor y pronta aparición <strong>de</strong> pústulas que a veces <strong>de</strong>struían la piel y convertían a la<br />

víctima en un horror ensangrentado. La mortalidad india iba <strong>de</strong> un 25% a un 50%. Casi todas las personas expuestas <strong>de</strong>l clan caían<br />

enfermas, quedando muy pocos capaces <strong>de</strong> cuidar a los infectados. Se <strong>de</strong>tenía la producción <strong>de</strong> alimentos. El Chaco sufría oleadas <strong>de</strong><br />

enfermeda<strong>de</strong>s nuevas, en un proceso similar al <strong>de</strong> los guanches <strong>de</strong> las islas Canarias ante la ocupación española. 267<br />

En el XVIII estaba claro que el primer problema <strong>de</strong>l Chaco era haber quedado fuera <strong>de</strong>l dominio <strong>de</strong> los vientos, es <strong>de</strong>cir<br />

<strong>de</strong>l litoral oceánico y su hinterland. Aquí no había alisios, ni monzones, ni claves para la navegación, no había clavo, canela, mecis<br />

o nuez moscada. Era como una naturaleza enajenada <strong>de</strong> la imagen ecuatorial pródiga y bajo control, o <strong>de</strong> la andina perfeccionada en la<br />

producción agrícola e irrigación en escala. El segundo gran problema fue la inexistencia <strong>de</strong> población que produjera exce<strong>de</strong>ntes. Es<br />

<strong>de</strong>cir un espacio enajenado <strong>de</strong>l imaginario <strong>de</strong> explotación colonial por excelencia. Por lo <strong>de</strong>más, los españoles temían a un Chaco<br />

atestado <strong>de</strong> fiebres. Hombres, plantas y animales habían evolucionado allí durante siglos con gérmenes, gusanos, insectos, mohos,<br />

hongos. Las víctimas se habrían adaptado razonablemente a sus atacantes. Sólo que no eran conscientes totalmente <strong>de</strong> ello o no lo<br />

sabían usar como un motivo psicológico en la guerra. Pronto los europeos <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> tener miedo. Calificaron a un extremo -tal vez<br />

por su experiencia <strong>de</strong> os marinheiros-, que el agua era central. Un buen agua. Cuidaban su vida a través <strong>de</strong>l agua. En esto no había<br />

alienación alguna, <strong>de</strong>mostraban ser sorpren<strong>de</strong>ntemente ecológicos para sus vidas individuales.<br />

El sistema <strong>de</strong>l capitalismo estuvo en condiciones <strong>de</strong> capturar Chaco, alienándose a un extremo <strong>de</strong> su naturaleza, recién<br />

en la segunda mitad <strong>de</strong>l XIX. Las herramientas fueron: vías férreas, quinina y fusiles <strong>de</strong> repetición. Pero también con una fe<br />

laicizada. La autorrepresentación <strong>de</strong> su propio po<strong>de</strong>r sistémico como invulnerable. Acaso una extraña somatización entre esta fe y la<br />

salud. ¿Cómo no infectarse en un medio embebido en fiebres o en una sopa zoológica <strong>de</strong> parásitos? Tal vez la mente creaba reservas<br />

allí don<strong>de</strong> no existían. Pero es cierto también que si los organismos portadores <strong>de</strong> enfermeda<strong>de</strong>s proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong>l Viejo Mundo,<br />

eliminaron a la mayoría <strong>de</strong> los amerindios en las tierras bajas, las islas y la Paracuaria jesuítica, los agentes patógenos específicamente<br />

africanos trataron a los europeos casi con igual severidad. Mientras ello había acelerado la empresa colonial en Indias, en África pudo<br />

paralizarla. 268<br />

La alienación entre naturaleza y producción apareció con súbita intensidad a mediados <strong>de</strong>l XIX, entre las ondas<br />

periféricas <strong>de</strong> la revolución industrial. 1. Búsqueda <strong>de</strong> recursos naturales no renovables, creando instrumentos técnicos que calificasen<br />

266 Hutchinson, op. cit, 216. Ver el capítulo <strong>de</strong> a<strong>de</strong>lante: "El Señor <strong>de</strong> Mailin, entre aleluyas, lambadas y <strong>de</strong>siertos".<br />

267 Alfred W. Crosby: Imperialismo Ecológico. La Expansión Biológica <strong>de</strong> Europa, 900-1900. Barcelona, Crítica, 1988, 109.<br />

268 Crosby, op. cit, 159.

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