Etnias y árboles - Escuela de Historia
Etnias y árboles - Escuela de Historia Etnias y árboles - Escuela de Historia
Paraguay, a la vista de la ciudad de Asunción. Los hombres de la etnia se perforaban el labio inferior y colocaban una varilla de madera o metal que les llegaba hasta el pecho; en una oreja un ala de buitre grande. Untaban sus cabellos con un líquido rojo que tenía aspecto de sangre de toro. Se pintaban el cuerpo enteramente, de la cabeza a los pies. La ciudad de Asunción utilizó esta extremada especialización tribal del agua, haciéndolos servir como pescadores, y retribuyéndoles el producto con espejos, maní, etc. Cada familia payaguá era dueña de una canoa larga y angosta. Navegaban con un sólo remo adelante, muy puntiagudo. Las canoas, rapidísimas, apenas tenían tres palmas de mano de profundidad. Resultaban vehículos extraordinarios, que incluso podían navegarse volcados, y encima los remeros a la manera de jinetes. Un payaguá jamás se ahogaba. Construían las canoas con fuego y hachas de piedra, sobre troncos de maderas especiales. Las pequeñas eran usadas para la pesca y viajes cotidianos, las más grandes para la guerra. El jesuita Dobrishoffer estaba convencido -como la mayoría de los europeos- que los payaguás se parecían a los animales, en este caso a los "anfibios". 251 Se discutió largamente en algunos círculos de la época si había que considerarlos seres humanos o bestias. Navegaban hasta cuatrocientas leguas al Sur de Asunción -en los límites de Buenos Aires- en expediciones contra los barcos mercantes españoles y luego portugueses. La extremada especialización payaguá entraba en colisión con la preparación mercantil/conquistadora, que las ciudades del Chaco oriental daban a los ríos. La clave de la conquista eran precisamente los ríos, y allí estaban los payaguás desarrollando una politécnica del agua. Pero no podían ni sabían moverse en la tierra. La especialización payaguá, expresión de un desarrollo organizacional, comportaba también inhibición y sometimiento, anulación o atrofia de cualidades terrestres. La especialización extrema implica en sí misma una lateralidad no especializada. Cuando los payaguás comenzaron a asaltar los barcos hispanoportugueses porque éstos violaban su territorialidad, al tiempo que desde ellos se capturaba a sus mujeres e hijos, el curso de la guerra fue inevitable. Las ciudades decidieron "cazar" a los clanes anfibios en tierra. Allí estarían desguarnecidos. Una civilización polivalente como la europea con un menor grado de especialización al hábitat natural, pero con un más alto grado de complejidad interior, reunía condiciones para barrer con las etnias hiperespecializadas. La organización de la división del trabajo de las ciudades comportaba una clave. Las especializaciones demasiado perfectas o completas no resisten el tiempo, el cual aporta siempre modificación de las condiciones de adaptación de la especialización. 252 El desarrollo evolutivo de las ciudades era una mezcla que oscilaba y cambiaba de especializaciones, poli-especializaciones, desespecializaciones, anti especializaciones e interacciones complejas. El desarrollo multilateral de las ciudades se efectuaba como una regresión de adaptaciones en provecho de las policompetencias. La clave de la sobrevivencia étnica -pero ya no como etnias sino como bandas- estaba en romper con las especializaciones y fugarse. Ello quebraba la estrategia de dominación, que era siempre la misma: rodear a los especializados para atacarlos en la no especialización, allí donde la debilidad se mostrara interpósita. Comportaba por lo mismo una versatilidad de caras y movimientos urbano-sociales. Un hacendado de Asunción trataba de conseguir indios de las selvas de Mbaeverá, para que los jesuitas no pudiesen captarlos. Los clanes, comprendiendo que ya estaban en la mira de los españoles, quemaron sus chozas y huyeron como fugitivos. Permaneció como un enigma hacia dónde lo habían hecho. Dobrizhoffer partió con cuarenta indios cristianos a buscarlos, pero fue inútil. 253 El jesuita realizaba un viaje a la selva de Mbaeverá, enterado de que allí había indios. Pero sólo descubría una anciana con su hijo e hija. La anciana contaba que ya no existían aborígenes en estas selvas. El hijo no podía encontrar mujer aunque recorría la floresta una y otra vez. 254 Dobrizhoffer invita a la vieja a viajar a la reducción de San Joaquín: "Le prometí días más felices". 255 Pero la anciana se negaba arguyendo tener que cuidar tres chanchos del monte amansados desde pequeños. No conocían la arcilla. La hamaca tejida de hilos gruesos servía de noche como cama, y de día como vestido. Se vestían con la cama, y amansaban animales salvajes. Cuando el nivel arcaico de fuerzas materiales se combinaba con una escasa especialización, el barrido étnico era total. El agua la sacaban de los pantanos y la depositaban en grandes zapallos. El sacerdote alcanzó una toalla a la india joven para que se cubriera la "desnudez" (es decir el pubis), pero ella se la colocó en la cabeza para protegerse del sol. Fueron convencidos del traslado desde la selva a la reducción, pero una inmensa tristeza se apoderó de ellos luego. La vieja empezó a repudiar los alimentos de la misión, se debilitaba y una tuberculosis la fulminó. A "la niña que llegó llena de hermosura y vigor juvenil a nuestra localidad" le ocurrió otro tanto. Su hermano, con buena salud, no podía dormir porque de noche 251 Dobrizhoffer, op. cit, 215. 252 Morin, 1993, op. cit, 359. 253 Dobrizhoffer, op. cit, 179. 254 Idem, 183. 255 Idem, 184.
lo visitaban su hermana y madre muertas. Falleció sin enfermedad alguna de inmediato. 256 Sus psiquis no estaban especializadas para las rupturas de los vínculos clánicos. Los españoles del Chaco boreal perfeccionaban el método de "limpiar" de clanes a las selvas allí donde se encontraren árboles de yerba mate. A fines del XVIII no quedaban sino unos cuantos clanes malbalas -eximios jinetes-, matarás, palomos, mogosnas, orejones, aquilotes, churumates, opotades, tanos, quemalcas. 257 Pero sobrevivían exitosamente aún los abipones, natekebit (en español tobas), amokebit, mocobíes, yapitalakas, oaekakalot o lenguas. Los mbayas que habitaron en la orilla oriental del Paraguay se llamaban a sí mismos los eyiquayegis; en la orilla occidental los quetiadegodis. Los clanes lules, ysistines, oxistines que hablaban la misma lengua tonocoté, habían permanecido al margen de la cultura del equino. Los homoampas vilelas, chunipies, yook ocoles, pazaines, en su mayor parte habían sido cristianizados. Se tenía a los mataguayos o ychibachi como siempre indóciles. Pero también a los payaguás, los quanas (que algunos llamaban chanás o niyololas). Los chiquitos habían aceptado el bautismo. Por lo demás zamucos, caupotades, ygaroños. Las tribus chiriguanas eran las cuantitativamente más extensas. Para Dobrizhoffer no estaban en el propio Chaco sino en la periferia de Tarija y el Perú. Hablaban guaraní en un dialecto algo cambiado. Se decía de ellas que habrían migrado desde las márgenes australes del Paraná- Paraguay para escapar a la venganza de los portugueses. Estos aborígenes habrían asesinado a Alejo García. Otros rechazaban esta idea, cien años antes de García habrían combatido contra el Inca Yupanqui, sin haber sido vencidos. 258 Decididamente fuera del Chaco, los guaraníes, reducidos y convertidos en treinta y dos grandes pueblos jesuíticos. Hacia la cara externa también, los dos pueblos ytatinquas en el bosque de Taruma. Los tobatinguas, tapes, caayguas permanecían escondidos en las selvas más profundas. 259 Los quayaki constituían una etnia numerosa y de piel blanca. Recorrían las orillas del Monday quazu, y saltaban "como monos" a los árboles cuando buscaban miel u otros alimentos. Desnudos, no tenían paraderos fijos. A un paso del Chaco los abaporú o caribes para los españoles, comían carne humana, y vagaban por las selvas entre los ríos Paraná y Uruguay junto al Monday quazu y Acaray. De otros clanes el propio Dobrizhoffer relata que sólo quedan sus nombres en los mapas: caracarás, hastores, ohomás, timbus, caracoas, itapurus, urtueses, perabazones, frentones, aquilotes, etc. 260 Entre 1665-66 un gran levantamiento o espíritu de tal estalló en Paraguay-Chaco. El gobernador Alfonso Sarmiento, de la Asunción, marchó con un destacamento contra las tribus. Pero los indios los asaltaron en el mismo pueblo. Los heridos se refugiaron en la iglesia, donde empezaron a sufrir hambre y sed. Se tomaron el agua bendita. 261 Los clanes guaraníes fueron utilizados en particular como soldados en la guerra contra el Chaco. Para los jesuitas estaba claro que ellos salvaron a los españoles de ser vencidos, y los clanes del Chaco empezaron a odiarlos. Se trató de una especialización colonial. Un artilugio de dominación en la guerra de fronteras. 19. ALIENACIÓN Y NATURALEZA No puede entenderse el Chaco sin el tema de la alienación en la relación hombre-naturaleza, problema aparecido, aunque no tempranamente, en Rousseau. En el Emilio la civilización corrompe a los hombres. El haber vuelto la espalda a la naturaleza conducía a la decadencia del género humano. El hombre se convertía en esclavo de las instituciones que había creado. Las ciudades y necesidades artificiales ejercían un influjo pernicioso. 262 256 Idem, 190. 257 Idem, 222. 258 Idem, 222-23. 259 Idem, 224. 260 Ídem, 230. 261 Ídem, 232. 262 Adam Schaff: La Alienación como Fenómeno Social. Barcelona, Crítica, 1979, 49.
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aspecto <strong>de</strong> sangre <strong>de</strong> toro. Se pintaban el cuerpo enteramente, <strong>de</strong> la cabeza a los pies. La ciudad <strong>de</strong> Asunción utilizó esta extremada<br />
especialización tribal <strong>de</strong>l agua, haciéndolos servir como pescadores, y retribuyéndoles el producto con espejos, maní, etc. Cada<br />
familia payaguá era dueña <strong>de</strong> una canoa larga y angosta. Navegaban con un sólo remo a<strong>de</strong>lante, muy puntiagudo. Las canoas,<br />
rapidísimas, apenas tenían tres palmas <strong>de</strong> mano <strong>de</strong> profundidad. Resultaban vehículos extraordinarios, que incluso podían navegarse<br />
volcados, y encima los remeros a la manera <strong>de</strong> jinetes. Un payaguá jamás se ahogaba.<br />
Construían las canoas con fuego y hachas <strong>de</strong> piedra, sobre troncos <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ras especiales. Las pequeñas eran usadas<br />
para la pesca y viajes cotidianos, las más gran<strong>de</strong>s para la guerra. El jesuita Dobrishoffer estaba convencido -como la mayoría <strong>de</strong> los<br />
europeos- que los payaguás se parecían a los animales, en este caso a los "anfibios". 251 Se discutió largamente en algunos círculos<br />
<strong>de</strong> la época si había que consi<strong>de</strong>rarlos seres humanos o bestias. Navegaban hasta cuatrocientas leguas al Sur <strong>de</strong> Asunción -en los<br />
límites <strong>de</strong> Buenos Aires- en expediciones contra los barcos mercantes españoles y luego portugueses.<br />
La extremada especialización payaguá entraba en colisión con la preparación mercantil/conquistadora, que las ciuda<strong>de</strong>s<br />
<strong>de</strong>l Chaco oriental daban a los ríos. La clave <strong>de</strong> la conquista eran precisamente los ríos, y allí estaban los payaguás <strong>de</strong>sarrollando una<br />
politécnica <strong>de</strong>l agua. Pero no podían ni sabían moverse en la tierra. La especialización payaguá, expresión <strong>de</strong> un <strong>de</strong>sarrollo<br />
organizacional, comportaba también inhibición y sometimiento, anulación o atrofia <strong>de</strong> cualida<strong>de</strong>s terrestres. La especialización<br />
extrema implica en sí misma una lateralidad no especializada. Cuando los payaguás comenzaron a asaltar los barcos<br />
hispanoportugueses porque éstos violaban su territorialidad, al tiempo que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ellos se capturaba a sus mujeres e hijos, el curso <strong>de</strong> la<br />
guerra fue inevitable. Las ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cidieron "cazar" a los clanes anfibios en tierra. Allí estarían <strong>de</strong>sguarnecidos.<br />
Una civilización polivalente como la europea con un menor grado <strong>de</strong> especialización al hábitat natural, pero con un más<br />
alto grado <strong>de</strong> complejidad interior, reunía condiciones para barrer con las etnias hiperespecializadas. La organización <strong>de</strong> la división<br />
<strong>de</strong>l trabajo <strong>de</strong> las ciuda<strong>de</strong>s comportaba una clave. Las especializaciones <strong>de</strong>masiado perfectas o completas no resisten el tiempo, el<br />
cual aporta siempre modificación <strong>de</strong> las condiciones <strong>de</strong> adaptación <strong>de</strong> la especialización. 252 El <strong>de</strong>sarrollo evolutivo <strong>de</strong> las ciuda<strong>de</strong>s<br />
era una mezcla que oscilaba y cambiaba <strong>de</strong> especializaciones, poli-especializaciones, <strong>de</strong>sespecializaciones, anti especializaciones e<br />
interacciones complejas. El <strong>de</strong>sarrollo multilateral <strong>de</strong> las ciuda<strong>de</strong>s se efectuaba como una regresión <strong>de</strong> adaptaciones en provecho <strong>de</strong> las<br />
policompetencias.<br />
La clave <strong>de</strong> la sobrevivencia étnica -pero ya no como etnias sino como bandas- estaba en romper con las<br />
especializaciones y fugarse. Ello quebraba la estrategia <strong>de</strong> dominación, que era siempre la misma: ro<strong>de</strong>ar a los especializados para<br />
atacarlos en la no especialización, allí don<strong>de</strong> la <strong>de</strong>bilidad se mostrara interpósita. Comportaba por lo mismo una versatilidad <strong>de</strong> caras<br />
y movimientos urbano-sociales. Un hacendado <strong>de</strong> Asunción trataba <strong>de</strong> conseguir indios <strong>de</strong> las selvas <strong>de</strong> Mbaeverá, para que los<br />
jesuitas no pudiesen captarlos. Los clanes, comprendiendo que ya estaban en la mira <strong>de</strong> los españoles, quemaron sus chozas y<br />
huyeron como fugitivos. Permaneció como un enigma hacia dón<strong>de</strong> lo habían hecho. Dobrizhoffer partió con cuarenta indios<br />
cristianos a buscarlos, pero fue inútil. 253 El jesuita realizaba un viaje a la selva <strong>de</strong> Mbaeverá, enterado <strong>de</strong> que allí había indios. Pero<br />
sólo <strong>de</strong>scubría una anciana con su hijo e hija. La anciana contaba que ya no existían aborígenes en estas selvas. El hijo no podía<br />
encontrar mujer aunque recorría la floresta una y otra vez. 254 Dobrizhoffer invita a la vieja a viajar a la reducción <strong>de</strong> San Joaquín: "Le<br />
prometí días más felices". 255 Pero la anciana se negaba arguyendo tener que cuidar tres chanchos <strong>de</strong>l monte amansados <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
pequeños. No conocían la arcilla. La hamaca tejida <strong>de</strong> hilos gruesos servía <strong>de</strong> noche como cama, y <strong>de</strong> día como vestido. Se vestían<br />
con la cama, y amansaban animales salvajes. Cuando el nivel arcaico <strong>de</strong> fuerzas materiales se combinaba con una escasa<br />
especialización, el barrido étnico era total. El agua la sacaban <strong>de</strong> los pantanos y la <strong>de</strong>positaban en gran<strong>de</strong>s zapallos. El sacerdote<br />
alcanzó una toalla a la india joven para que se cubriera la "<strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z" (es <strong>de</strong>cir el pubis), pero ella se la colocó en la cabeza para<br />
protegerse <strong>de</strong>l sol. Fueron convencidos <strong>de</strong>l traslado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la selva a la reducción, pero una inmensa tristeza se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> ellos luego.<br />
La vieja empezó a repudiar los alimentos <strong>de</strong> la misión, se <strong>de</strong>bilitaba y una tuberculosis la fulminó. A "la niña que llegó llena <strong>de</strong><br />
hermosura y vigor juvenil a nuestra localidad" le ocurrió otro tanto. Su hermano, con buena salud, no podía dormir porque <strong>de</strong> noche<br />
251 Dobrizhoffer, op. cit, 215.<br />
252 Morin, 1993, op. cit, 359.<br />
253 Dobrizhoffer, op. cit, 179.<br />
254 I<strong>de</strong>m, 183.<br />
255 I<strong>de</strong>m, 184.