Etnias y árboles - Escuela de Historia
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<strong>de</strong> los seres humanos dormidos. Estos se daban cuenta <strong>de</strong> ello cuando al <strong>de</strong>spertar veían el lecho salpicado <strong>de</strong> sangre. Esto ocurría<br />
frecuentemente en las casas <strong>de</strong> campo que no estuviesen habitadas durante un tiempo.<br />
Era común que la lluvia continuase día y noche por semanas, la planicie se inundaba, los caballos no tenían en parte<br />
alguna un lugar seco don<strong>de</strong> poner el pie, sus cascos se ablandaban tanto que no lograban pisar con firmeza ni buscar alimento y se<br />
morían. Por una lluvia <strong>de</strong> treinta y dos días mudaron la localidad <strong>de</strong> Concepción <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la costa <strong>de</strong>l Narahaguen al río Salado. En un<br />
viaje <strong>de</strong> veintidós días los soldados españoles mataron doscientos caballos por esto. 215 Cuando los caballos pa<strong>de</strong>cían "mal <strong>de</strong> orina"<br />
(no encontraban la manera <strong>de</strong> orinar), el hispanocriollo les colocaba un recado lo espoleaba y hacía galopar hasta que todo el cuerpo se<br />
llenase <strong>de</strong> sudor. Pero con todo, los caballos eran más sanos que en Europa, aún sin veterinarios ni remedios. Ello para los jesuitas era<br />
resultado <strong>de</strong> que vivían en libertad, comían la hierba nueva, y no acarreaban gran<strong>de</strong>s pesos. No se los explotaba y la libertad les<br />
acumulaba existencia.<br />
La producción <strong>de</strong> mulares era la sintonía <strong>de</strong> riqueza entre la población blanca perimetral al Chaco. El XVIII constituía a<br />
Salta como la feria <strong>de</strong> mulares más gran<strong>de</strong> <strong>de</strong>l mundo. 216 Un mular arisco valía tres pesos españoles, pero en Perú diez y catorce.<br />
Millares se cargaban con yerba, para conducirla <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los bosques a las ciuda<strong>de</strong>s. "En esto perecen tropas enteras" por la inclemencia<br />
<strong>de</strong>l camino como por la <strong>de</strong> sus arrieros. A los jesuitas les asombraba el <strong>de</strong>spilfarro <strong>de</strong> centenares <strong>de</strong> miles <strong>de</strong> cabezas <strong>de</strong> mulares por<br />
simple <strong>de</strong>sconsi<strong>de</strong>ración. Había estancias que contaban hasta cuatro mil y más yeguas <strong>de</strong>stinadas sólo a la cría <strong>de</strong> mulares. Pero la<br />
práctica <strong>de</strong> fertilización y partos parecía ser tan <strong>de</strong>scuidada por los españoles, que ello mismo conducía a la elevación <strong>de</strong> los precios.<br />
La dilapidación en la cría <strong>de</strong> mulares era una suerte <strong>de</strong> ley económica. Cuanto menos trabajo humano se invertía más muertes <strong>de</strong><br />
animales en el proceso, y ello hacía subir el valor <strong>de</strong> cambio. Para Dobrizhoffer el método <strong>de</strong> cría <strong>de</strong>l mular es "siempre una obra<br />
artificial y violenta":<br />
En cuanto la yegua paría un potrillo se mataba y cuereaba su cría. En este cuero aún fresco se metía un asno recién<br />
nacido y se lo llevaba a la yegua madre. Al ver sus largas orejas ésta se negaba al principio a reconocerlo como vástago y lo rechazaba.<br />
Pero por el olor dudaba si acaso ese burro no fuera su cría. Se fiaba entonces más <strong>de</strong> su instinto maternal y le permitía mamar. Más<br />
tar<strong>de</strong> se quitaba el cuero <strong>de</strong> equino al burro a quien se lo criaba entre yeguas, colocándole en el campo don<strong>de</strong> pacían éstas, las<br />
<strong>de</strong>stinadas a crianza <strong>de</strong> mulares. Pero ellas no aceptaban ser montadas por los asnos que amamantaban. Por eso se les agregaba un<br />
padrillo retajo que podía comenzar la monta pero no cumplirla (al parecer se le cortaba el miembro pero no los testículos). La monta<br />
la cumplía entonces el burro hechor, creado <strong>de</strong> esta manera entre las yeguas.<br />
En una estancia mediana nacían doscientos o más mulares por año. 217 Cuando los machos mulares montaban a las<br />
yeguas, éstas se volvían estériles ("montan como chivos"). Por eso los mulares jóvenes, al llegar al año <strong>de</strong> edad era menester<br />
separarlos <strong>de</strong> las yeguas. Los más se castraban, y a los dos años se domaban para cargueros o animales <strong>de</strong> silla. Al ser muy ariscos<br />
llevaba tiempo y trabajo a los amansadores. No se podía confiar en un mular jamás. Dobrizhoffer vio multitud <strong>de</strong> jinetes romperse<br />
miembros, per<strong>de</strong>r sus manos al ser arrastrados, o <strong>de</strong>strozadas sus cabezas contra <strong>árboles</strong>. 218 Eran más fuertes que los caballos, casi<br />
nunca chocaban con sus cascos, pero tenían un miedo constante. Como un pánico a per<strong>de</strong>r la vida que ya no podían reproducir. Tal<br />
vez una psicología <strong>de</strong> animales estériles. De engendros artificiales. "Una planta <strong>de</strong>sconocida, un olor peregrino, el gorjeo <strong>de</strong> un<br />
ave, el estridor <strong>de</strong> los <strong>árboles</strong> en las selvas (...), les hace sospechar un tigre, especialmente bajo la luz crepuscular o en la<br />
obscuridad". 219 Se aconsejaba que el que tuviere un caballo no montase un mular por la mañana, pues era la hora cuando había<br />
huellas y exhalaciones <strong>de</strong> los yaguares que durmieron en el campo. A veces, mulares absolutamente mansos que por una vez que un<br />
tigre los asustara se volvían tan ariscos que no admitían ya carga ni jinete. Unos pocos españoles arreaban al Perú diez mil mulares.<br />
Frecuentemente se disparaban asustados. El <strong>de</strong>sban<strong>de</strong> era hacia todas partes resultando difícil luego recogerlos. Una disparada podía<br />
arruinar a un hacendado <strong>de</strong> mulares. Una frase popular sobre la <strong>de</strong>sconfianza era "ni mulas ni mulatos". Pero un mular aguantaba un<br />
viaje para el que no resistían cuatro caballos. Muchos corrían más veloces que un equino ligero; tenían asimismo una vida más larga.<br />
Se conocían mulares <strong>de</strong> treinta años. Cuatro quintales <strong>de</strong> peso podían cargarlos durante meses. Un mular procreado por semental y<br />
burra, resultaba muy manso, y no se diferenciaba <strong>de</strong> los caballos en tamaño, excepto por las orejas.<br />
215 Í<strong>de</strong>m, 343.<br />
216 Concolocorvo (1773): El Lazarillo <strong>de</strong> Ciegos Caminantes, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Buenos Aires hasta Lima. Buenos Aires, Solar, 1942.<br />
217 Todo esto Dobrizhoffer lo <strong>de</strong>scribe pensando en su país natal, para contribuir a que no importase tantos mulares <strong>de</strong> Italia anualmente, í<strong>de</strong>m, 347.<br />
218 Í<strong>de</strong>m, 347.<br />
219 Í<strong>de</strong>m, 348.