Etnias y árboles - Escuela de Historia
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y al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> morir <strong>de</strong> sed. La <strong>de</strong>smesura era parte <strong>de</strong>l discurso satánico. Por lo mismo también un reto <strong>de</strong> la Provi<strong>de</strong>ncia. Los<br />
blancos consi<strong>de</strong>raban al Chaco "el teatro <strong>de</strong> la miseria; los bárbaros, en cambio, su Palestina". 195<br />
Teatro <strong>de</strong> la miseria, significaba un escenario don<strong>de</strong> no había actores, ni luces, ni guión. Empezaba a articularse la i<strong>de</strong>a<br />
<strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto. Para Dobrizhoffer como para otros jesuitas, el Chaco era también un asilo <strong>de</strong> indios escapados <strong>de</strong> la conquista <strong>de</strong> Pizarro.<br />
No aportaban pruebas suficientes sobre ello. Pero en sus teodiseas no hacían falta pruebas, significaba un "refugio a la libertad".<br />
Bosques intransitables, pantanos a guisa <strong>de</strong> fosas, campos atestados <strong>de</strong> fieras y <strong>árboles</strong> frutales como almacenes. Una fortaleza. 196 La<br />
concepción <strong>de</strong> fortaleza implicaba las <strong>de</strong> asedio militar y <strong>de</strong>strucción, asedio evangélico y conversión.<br />
El Paraná. Sólo con este río era suficiente limitar al Chaco mediante algo <strong>de</strong>scomunal. La anchura "inaudita" hacía <strong>de</strong><br />
su lecho un pariente cercano <strong>de</strong>l mar. Los jesuitas <strong>de</strong>l XVIII estaban convencidos <strong>de</strong> que era el río más gran<strong>de</strong> <strong>de</strong>l mundo. Se<br />
discutía no obstante su origen. Corrían tres siglos <strong>de</strong> dominación y no se había llegado aún a dilucidar su fuente. Los indios <strong>de</strong>l Brasil<br />
hablaban <strong>de</strong> un lago gigante que reunía las aguas surgentes <strong>de</strong>l Perú. 197 Otros incluían al río Amazonas como fuente inagotable <strong>de</strong>l<br />
Paraná. Tenía que ser algo gran<strong>de</strong> para compren<strong>de</strong>r la magnitud. Se sabía sí que recorría ochocientas leguas con todas sus curvas<br />
antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>sembocar en el mar. La ribera oriental era alta; la occi<strong>de</strong>ntal baja y barrienta, expuesta a las inundaciones. De pronto<br />
<strong>de</strong>masiado agua o ninguna. En Chaco una reducción había que crearla a dos o tres leguas <strong>de</strong> la ribera, pero entonces faltaba agua y el<br />
ganado moría porque los afluentes <strong>de</strong>l Paraná se secaban completamente en invierno.<br />
Durante un año el jesuita Dobrizhoffer no pudo casi dormir ni comer. Fue trasladado no lejos <strong>de</strong>l Chaco, a las<br />
reducciones <strong>de</strong> abipones <strong>de</strong> Santa María la Mayor en la costa <strong>de</strong>l río Uruguay. Allí los muchachos cantores <strong>de</strong> la reducción tenían una<br />
voz tan hermosa que sólo podía <strong>de</strong>berse al agua que purificaba el pecho y la garganta. 198 El agua era la matriz <strong>de</strong> la salud <strong>de</strong> los<br />
hombres.<br />
El principal afluente <strong>de</strong>l Paraná, el Paraguay, era un río coronado. 199 El Padre José Sánchez Labrador con sus indios<br />
mbyas hubo viajado por las costas <strong>de</strong>l Paraguay y en 1767 encontraba el camino tantas veces buscado a los Chiquitos. Des<strong>de</strong> el Norte<br />
el río venía por un lecho, luego se abría en brazos; uno el Paraguay miní o chico, otro el Paraguay guazú o gran<strong>de</strong>. En las<br />
inundaciones habituales los brazos crecían a una altura formidable, e invadían la tierra hasta una extensión <strong>de</strong> doscientas leguas. Los<br />
europeos recién llegados creyeron a estas aguas como una laguna, en cuyo centro colocaron una imaginaria isla <strong>de</strong> los orejones, a la<br />
que llamaron isla <strong>de</strong>l Paraíso, porque <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tanto cansancio pudieron por fin allí <strong>de</strong>scansar. 200 Mas no era isla y mucho menos<br />
el Paraíso. Se trataba <strong>de</strong> los espejismos <strong>de</strong> una naturaleza <strong>de</strong>scomunal y mudable. Con tránsitos e inversiones. Impulsos, maniobras,<br />
oscilaciones, compases y mudanzas. Una naturaleza ya ameba, ya dinosaurio. Es que el Paraguay antes <strong>de</strong> reunirse con el Paraná<br />
absorbía al río Gran<strong>de</strong> o Bermejo. Los españoles pudieron llegar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Cádiz en barcos hasta Asunción, tal era la magnitud <strong>de</strong>l<br />
Paraguay. Por los ríos <strong>de</strong>l Este llegaban a aquella ciudad las garandumbas cargadas <strong>de</strong> yerba arrancada a las selvas sobre los ríos<br />
Yeyuy y Caapivary. 201 Pero hacia el XVIII los españoles ya no se atrevían a subir en barco hasta Asunción. Es cierto que el río se<br />
ensanchaba hasta parecer un mar, pero estaba lleno <strong>de</strong> peñascos, bancos <strong>de</strong> arena y raíces. Se contrataban prácticos que navegasen<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l barco en una canoa y fueran midiendo con sondas la profundidad. En las noches había que anclar en sitios seguros. Pero a<br />
pesar <strong>de</strong> todo, el barco frecuentemente varaba. Los marinos <strong>de</strong>bían entonces trasbordar la merca<strong>de</strong>ría a botes. Cargaban<br />
excesivamente a las balandras, y en cuanto se levantaba una tempestad penetraba el agua y los hundía: Dos gran<strong>de</strong>s remolinos existían<br />
don<strong>de</strong> el agua giraba aún sin viento, en círculo. Cuando ocurría una tempestad los marineros consultaban a gritos qué cosa hacer: no<br />
habían visto un río más peligroso que el océano. Eran como serpientes que se retorcían en la selva, y cargadas <strong>de</strong> veneno y fuerza<br />
muscular se <strong>de</strong>scargaban sobre el río coronado <strong>de</strong> plumas, <strong>de</strong> flores y <strong>de</strong> muerte.<br />
El discurso <strong>de</strong>l agua parecía prieto a fuer <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r el aliento. Eran textos que comprobaban una naturaleza imposible.<br />
La magnitud <strong>de</strong> un mundo que podía hallarse entre la Tierra y el Cielo. Un mundo intermedio. En el Paraná las islas parecían nacer,<br />
hundirse, flotar y moverse. El río <strong>de</strong>struía las antiguas y creaba nuevas a partir <strong>de</strong> las inundaciones. Al poco tiempo eran habitadas<br />
195<br />
Í<strong>de</strong>m, 221.<br />
196<br />
Í<strong>de</strong>m, 221.<br />
197<br />
El lago Lauricocha a 11° <strong>de</strong> latitud.<br />
198<br />
Í<strong>de</strong>m, 277.<br />
199<br />
Pará: multicolor, en guaraní; gua: un círculo. De allí que Paraquá era una corona <strong>de</strong> multicolores plumas <strong>de</strong> papagayos; o bien una infinita cantidad <strong>de</strong><br />
flores con que las orillas <strong>de</strong>l río se hallaban plantadas.<br />
200 Í<strong>de</strong>m, 279.<br />
201 Garandumba: canoa gran<strong>de</strong> hecha <strong>de</strong> un sólo árbol ahuecado, en cuyo costado se agregan unas tablas para ensancharla.