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Etnias y árboles - Escuela de Historia

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tal que se los pescaba a mano 188 , y entonces la playa, la iglesia <strong>de</strong> Santiago, sus calles, todo olía a pescado, como si se tratara <strong>de</strong> un<br />

puerto <strong>de</strong>l mar. Por eso Noayi entre los abipones significaba pez en general, pero también sábalo. 189<br />

En los alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> Santiago, encomiendas <strong>de</strong> indios exterminadas por la viruela, el hambre y la<br />

miseria 190 ; fantasmas <strong>de</strong> las otrora gigantes concentraciones <strong>de</strong> aborígenes matará, salabina, moppa, lasco, silipica, lindongasta,<br />

manogasta, guanugasta, soconcho. A los aserra<strong>de</strong>ros no los movía el agua, sino la fuerza humana aborigen, lo que a Dobrizhoffer le<br />

parecía un gasto inútil, colosal, "acre fatiga". 191 Era una relación <strong>de</strong>predatoria; una explotación <strong>de</strong> fuerza <strong>de</strong> trabajo inscrita en una<br />

transferencia <strong>de</strong> materiales y energía <strong>de</strong> un nivel trófico a otro. Un vínculo <strong>de</strong>predador/presa. No se trataba <strong>de</strong> una interacción <strong>de</strong><br />

parasitismo, don<strong>de</strong> una población "chupa" materiales y energías <strong>de</strong> la otra sin <strong>de</strong>struir la presa, una forma en este caso <strong>de</strong> coexistencia.<br />

Ni tampoco una antibiosis, interacción dañina para una <strong>de</strong> las poblaciones e inocua para la otra. La explotación <strong>de</strong>l aborigen que había<br />

magnificado la encomienda, <strong>de</strong>struía a los vencidos y empobrecía moral y existencialmente a los vencedores. Era una <strong>de</strong>predación<br />

integral.<br />

A pesar <strong>de</strong> las excelentes tierras para vi<strong>de</strong>s, los españoles no podían combatir contra los ejércitos <strong>de</strong> hormigas que las<br />

<strong>de</strong>voraban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las raíces. Si fuesen eliminadas por algún medio artificial, los jesuitas reconocían que <strong>de</strong> todas maneras llegarían<br />

nubes <strong>de</strong> loros y avispas a comerse las uvas. El poco vino se traía <strong>de</strong> Chile, pero se consumía aguardientes <strong>de</strong> caña <strong>de</strong> azúcar, <strong>de</strong><br />

limones, naranjas, membrillos y duraznos.<br />

Por los ríos corría la civilización hacia la selva. Caminos <strong>de</strong> circulación, fuentes <strong>de</strong> agua, arterias <strong>de</strong> la apropiación.<br />

No era ocioso preguntarse entonces por el color y el sabor <strong>de</strong> sus aguas. En el XVIII estaba claro que el río Pilcomayo no admitía la<br />

navegación, salvo en algunas partes y épocas. A casi ochenta leguas <strong>de</strong> su <strong>de</strong>sembocadura en el Paraguay, se dividía en dos brazos, y<br />

por ellos formaba una isla <strong>de</strong> igual longitud. El primer brazo, que el Paraguay recibía cerca <strong>de</strong> Asunción, se llamaba entre los<br />

guaraníes Araguray, el río sabio. 192 Para los clanes el río tenía vida propia. El era en sí mismo sabio, se conocía, reconocía, no<br />

aceptaba intrusos o los ben<strong>de</strong>cía. Pero llevaba agua "inmunda".<br />

El río Salado nacía en la sierra <strong>de</strong> Salta, y cambiaba su cuenca como su nombre cada tanto. Río Arias, luego Río<br />

Pasaje, cerca <strong>de</strong> fortín <strong>de</strong> Valbuena se llamaba río Salado, en cuanto había pasado Santa Fe río Coronda, bajo cuyo nombre se unía al<br />

Paraná. Llevaba agua dulce y "muy sana", pero luego por arroyos y lagos se veía tan amarga y salada que ni el ganado podía<br />

beberla. 193 Paralelo corría el río Dulce, que <strong>de</strong>saguaba en la laguna <strong>de</strong> los Porongos. Entre el Dulce y el Salado la frontera móvil,<br />

tierras <strong>de</strong> nadie y ocupaciones blancas <strong>de</strong> riesgo. Al Norte ríos <strong>de</strong> traición y ríos cambiantes (Pilcomayo), plenos <strong>de</strong> curvaturas<br />

torsiones, pan<strong>de</strong>os y nódulos, combaduras, cortinajes e inflexiones. Ríos que envejecían y ramificaban durante el trayecto,<br />

contorsionaban, arrufaban y morían. En las orillas <strong>de</strong>l Salado arbustos a los que los españoles llamaban la vidriera. Su ceniza<br />

calcinada era empleada para manufacturar vidrios. Los abipones la utilizaban para salar sus comidas. En Santiago se lo llamaba Jume<br />

y era empleado para manufacturar jabón. Vidrio, sal y jabón. El mundo natural era una estampida <strong>de</strong> conocimientos diversos,<br />

adversos, contiguos, multiformes. La <strong>de</strong>scripción española <strong>de</strong> inmediato universalizaba la materia: parecido al enebro, en lugar <strong>de</strong><br />

ramas y hojas poseía pequeños nudillos alargados y ver<strong>de</strong>s. Para Dobrizhoffer cuando el agua <strong>de</strong> lluvia caía sobre estas hierbas<br />

comunicaba el sabor salobre al río; las palmeras caranday formaban sal nitro como el jume. Si a orillas <strong>de</strong>l río había jume o caranday<br />

el agua no podía beberse: "el río Salado tiene también un agua clara aunque amarga, y en ella se distingue en el fondo a los peces más<br />

hermosos". No servía para la navegación excepto en los alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> Santa Fe. En el Chaco los arroyos eran innumerables, y en<br />

ocasiones sin nombre. Cuando no llovía por mucho tiempo quedaban secos. Pero cuando llovía crecían hasta hacerse ríos "y éstos<br />

mares inundan toda la región" Para los españoles Chaco era un infierno; internalizaban <strong>de</strong> hecho un imaginario abismal cuando <strong>de</strong>bían<br />

andar durante semanas va<strong>de</strong>ando agua, barro y pantanos sin po<strong>de</strong>r hallar un lugar seco. Subían a los <strong>árboles</strong> y dormían allí, y<br />

calentaban agua haciendo un fuego en las alturas. 194 Otras veces inmensas distancias sin un sólo arbusto para encen<strong>de</strong>r fuego, sin agua<br />

188 Í<strong>de</strong>m, 139.<br />

189 Cuando en el río Dulce se abrió un lecho nuevo, ello dio pábulo para que confluyeran los <strong>de</strong>signios <strong>de</strong> la provin<strong>de</strong>ncia con los <strong>de</strong> la naturaleza. Hubo indicios<br />

ciertos <strong>de</strong> que San Francisco Solano había hecho admonición <strong>de</strong>l cambio <strong>de</strong>l curso.<br />

190 I<strong>de</strong>m, 142.<br />

191 I<strong>de</strong>m, 143.<br />

192 I<strong>de</strong>m, 218.<br />

193 I<strong>de</strong>m, 219.<br />

194 Í<strong>de</strong>m, 221.

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