Etnias y árboles - Escuela de Historia
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transformara a su vez en arma enemiga <strong>de</strong> una contun<strong>de</strong>ncia misteriosa. A los jefes <strong>de</strong> los tres gran<strong>de</strong>s grupos <strong>de</strong> la etnia 77 , los<br />
españoles los llamaban caciques o capitanes. Era el vocablo que más gustaba a estos indios, escribía asombrado el jesuita<br />
Dobrizhoffer, tanto que empezaron a llamar a Dios como capitán latenc. La palabra castellana servía para indicar privilegios, nobleza,<br />
o <strong>de</strong>stacar a quien llevara una vestimenta nueva. A cualquier español bien vestido -"aunque fuese un patán"- le daban el nombre <strong>de</strong><br />
capitán. La apropiación <strong>de</strong> palabras/símbolos sociales enemigos, fijaba en la lengua la incapacidad <strong>de</strong> vencer. Entre los enemigos<br />
había más hombres gran<strong>de</strong>s que entre los propios. La naturaleza se seccionaba en casillas, se partía en estamentos, la flui<strong>de</strong>z social<br />
clánica se dividía en apartados según la ropa. Al reconocerse a sí mismos capitanes, no podían competir con los verda<strong>de</strong>ros capitanes.<br />
La <strong>de</strong>marcación antropológica que hacían los españoles en el interior <strong>de</strong> los clanes, se transformaba en cierta cuando los propios<br />
aludidos asimilaban los vocablos i<strong>de</strong>ntificatorios. Ello ocurría porque en los pueblos orales (sin escritura), la lengua es por lo general<br />
un modo <strong>de</strong> acción, y no sólo un mensaje <strong>de</strong>l pensamiento. La palabra posee un gran po<strong>de</strong>r, y los nombres confieren un status a las<br />
cosas. 78 Si en la cultura oral "uno sabe lo que pue<strong>de</strong> recordar" 79 , al recordar en palabras europeas que suponían una mundivisión<br />
social extraña, se creaba también un proceso <strong>de</strong> pensamiento mixto, que sacaba a la conciencia <strong>de</strong> foco y la integraba a otra realidad.<br />
La cultura oral mostraba en este caso una permeabilidad tal, que se transformaba en arma <strong>de</strong>l enemigo, sin siquiera éste habérselo<br />
propuesto. En una cultura oral ágrafa, el pensamiento sostenido está vinculado con la comunicación. Para retener y recobrar el<br />
pensamiento cuidadosamente articulado, el proceso <strong>de</strong>be seguir pautas mnemotécnicas, formuladas por la propia repetición oral. El<br />
pensamiento entrelazado con sistemas mnemotécnicos 80 , y éstos incluso <strong>de</strong>terminando la sintaxis. El discurso rítmico, la respiración,<br />
gesticulación, ayuda a esa memoria. Pero en cuanto aparecían las palabras <strong>de</strong>l otro, se originaba la memoria <strong>de</strong>l otro. Una memoria<br />
sin naturaleza-Chaco, suponía la génesis <strong>de</strong> una cultura oral con la naturaleza perdida. La totalización se fragmentaba. El discurso <strong>de</strong><br />
la memoria y por lo tanto <strong>de</strong> la comunicación se volvían cada vez más difíciles. En el discurso oral fuera <strong>de</strong> la mente no hay nada a<br />
qué volver, pues el enunciado oral <strong>de</strong>saparece en cuanto es articulado.<br />
Por ello la mente <strong>de</strong>be avanzar con mayor lentitud, conservando cerca <strong>de</strong>l foco <strong>de</strong> atención mucho <strong>de</strong> lo que ya ha<br />
tratado. 81 Al inmiscuirse ahora las categorías <strong>de</strong>l otro sin naturaleza, la memoria se volvía más complicada, los focos varios y no uno.<br />
Un universo atestado <strong>de</strong> capitanes empobrecía <strong>de</strong> manera enigmática a la cultura oral don<strong>de</strong> la naturaleza carecía <strong>de</strong> capitanes.<br />
6. DESECOLOGIZACIÓN, ESCRITURA Y ORALIDAD<br />
El jesuita <strong>de</strong> las misiones José Quiroga (1707-1784), al que se le <strong>de</strong>ben una treintena <strong>de</strong> cartas geográficas sobre las<br />
regiones argentinas, investigaría al río Paraguay. 82 Obras a la manera <strong>de</strong> guías etnológicas, orográficas, hidrográficas, botánicas y<br />
zoológicas, expuestas elementalmente, cuadranguladas en la exposición como un libro <strong>de</strong> cuentos. Los textos como el <strong>de</strong> Quiroga,<br />
eran numerosos y se parecían unos a otros; se completaban y certificaban unos a otros. La <strong>de</strong>secologización <strong>de</strong>l texto provenía <strong>de</strong> una<br />
manera particular <strong>de</strong> reunir los conocimientos. El proce<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la conquista se autoconstituía como acto fundacional <strong>de</strong> la conciencia.<br />
El grado <strong>de</strong> credibilidad atribuido a un registro escrito se presentaba como columna <strong>de</strong> hércules <strong>de</strong>l mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> civilización. Una<br />
manera tangible <strong>de</strong> enfrentar a la mundología cultural étnica, era precisamente la <strong>de</strong> <strong>de</strong>soralizar la cultura española. Volver a todo<br />
episodio ecuación <strong>de</strong> una documentación escrita. Los actos antes <strong>de</strong> ser acción, eran escritura. Como si ésta les otorgasen el soplo<br />
divino <strong>de</strong> su materialidad. El distanciamiento que producía la escritura frente al caótico contexto <strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong> la expresión oral,<br />
generaba en la burocracia colonial la sensación <strong>de</strong> un po<strong>de</strong>r. La escritura era la sabiduría misma. Parecía incluso evi<strong>de</strong>nte que si se<br />
transformara a la cultura aborigen en alfabeta, ésta se volvería testigo <strong>de</strong> su propia impotencia.<br />
En el texto <strong>de</strong>l jesuita Quiroga, al occi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l río Paraguay se hallaba el pluriétnico Chaco. La abreviación <strong>de</strong> este<br />
mundo, las consultas texto sobre texto, fabricaban una percepción <strong>de</strong> imposibilidad <strong>de</strong> los equívocos. La oralidad étnica tenía en<br />
77<br />
Rükahes en las extensas llanuras; nakaigetergehes en los claros <strong>de</strong> los bosques; yaaucanigas, una tribu distinta, pero que diezmada por los españoles en el<br />
XVII, sus restos se unieron a los abipones hasta per<strong>de</strong>r su idioma. Í<strong>de</strong>m, 48.<br />
78<br />
Walter Ong (1982): Oralidad y Escritura. Tecnología <strong>de</strong> la Palabra. Buenos Aires, F.C.E., 1993, 39.<br />
79<br />
Í<strong>de</strong>m, 40.<br />
80<br />
Í<strong>de</strong>m, 41.<br />
81<br />
Í<strong>de</strong>m, 46.<br />
82<br />
P. José Quiroga: Descripción <strong>de</strong>l Río Paraguay <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la Boca <strong>de</strong>l Xauru hasta la Confluencia <strong>de</strong>l Paraná. Buenos Aires, Plus Ultra, T VI, 1970, 65-89.