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Etnias y árboles - Escuela de Historia

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5. TECNOLOGÍA ECOLÓGICA DE LA GUERRA<br />

La guerra india estaba encajada en la naturaleza; pero la guerra blancomestiza estaba encajada en la sociedad india.<br />

Cuando la guerra india pasa a bandidaje, se <strong>de</strong>spren<strong>de</strong> <strong>de</strong> la naturaleza para mezclarse ella misma en la sociedad blanca. Allí no podía<br />

competir. No alcanzaba a imaginar el corazón <strong>de</strong> las relaciones <strong>de</strong> producción <strong>de</strong>l enemigo. La guerra natural india formaba casi un<br />

eslabón <strong>de</strong> la ca<strong>de</strong>na trófica. Las luchas intertribales por los espacios <strong>de</strong> caza -surgidos por lo general antes <strong>de</strong> la dispersión <strong>de</strong> los<br />

bovinos por Chaco- tenían mucho <strong>de</strong> <strong>de</strong>strucciones colectivas que no atentaban en general al fondo reproductivo <strong>de</strong> la colonia humana.<br />

En el conjunto cíclico, cada etnia era un nicho ecológico que se alimentaba y regulaba. Su capacidad tecnológica la condicionaba para<br />

no ir más allá <strong>de</strong> un simbionte, esto es parásito, explotador y consumidor a un tiempo. 73<br />

Las chuzas o lanzas <strong>de</strong> casi tres metros <strong>de</strong> largo, construidas en coligüe o tacuara con moharra en el extremo, al que<br />

ataban un poco por <strong>de</strong>bajo un manojo <strong>de</strong> plumas <strong>de</strong> color como distintivo <strong>de</strong> los grupos <strong>de</strong> jinetes, era el arma <strong>de</strong> la distancia cuerpo,<br />

naturaleza en acecho. A poco más <strong>de</strong> un metro <strong>de</strong> su extremo inferior o regatón, los clanes aseguraban un tiento doble para pasar la<br />

mano y por allí <strong>de</strong>jar la chuza unida a la muñeca. Se evitaba así la caída <strong>de</strong> la caña en un mal movimiento, pero también se lograba así<br />

voltear la lanza con su moharra contra el suelo y llevarla arrastrando, asegurada por la muñeca. En el Chaco austral las lanzas<br />

conducidas a rastra <strong>de</strong>jaban miles <strong>de</strong> huellas en los pastos o la tierra. Los yaguaretés no reconocían esas señales, pero sí las tropas<br />

hispanocriollas.<br />

La primera carga la realizaban los grupos guerreros con la lanza en ristre, sujetada entre el brazo y el torso, enhiesta<br />

hacia a<strong>de</strong>lante con el cuerpo echado sobre ese lado para afirmar el golpe con el peso. La cabalgadura a toda rienda y los alaridos<br />

fanáticos. Al producirse el entrevero, variaban la táctica y la esgrima, haciendo molinetes con la lanza a gran velocidad sobre la<br />

cabeza o a los costados <strong>de</strong>l caballo. Frenando el animal, quitaban con la lanza los golpes <strong>de</strong> sable <strong>de</strong>l enemigo. La caballería india<br />

cargaba en compactas escuadras, con una distancia entre jinetes suficiente como para evolucionar y ejecutar con las lanzas las cabriolas<br />

imprescindibles para infundirse ánimo o arrebatar <strong>de</strong> pánico a los enemigos. En la primera fila cargaban los caciques y capitanes, uno<br />

cada veinte o treinta hombres. Mostraban el camino <strong>de</strong> una guerra animal, simbiótica con las fuerzas terrestres. Podían llevar<br />

trompas, cornetas, cuernos y silbatos para estremecer. Vejigas <strong>de</strong> vacuno o yeguarizo infladas y con algunas piedras pequeñas <strong>de</strong>ntro,<br />

atadas a las colas <strong>de</strong> cien o doscientos yeguarizos que al entremezclarse con la caballería hispanocriollas producían un ruidaje<br />

espantoso. El sonajero animal <strong>de</strong>jaba a pie a los enemigos si sus caballadas estaban pastando en el campo. Para la generación máxima<br />

<strong>de</strong> ruido, solían arrastrar cueros atados a los caballos. La guerra empezaba por el ruido. Este, un elemento <strong>de</strong> la naturaleza en<br />

<strong>de</strong>sbor<strong>de</strong>, provocaba un fenómeno irregular y confuso, inarmónico. Para matar era menester antes romper el cuadro natural <strong>de</strong>l<br />

mundo, abrir una grieta en él. Contrastaba ello por lo <strong>de</strong>más, con las formas indias <strong>de</strong> hablar suave, amortiguado. Un tráfico <strong>de</strong><br />

fracturas en el equilibrio <strong>de</strong> las cosas. Se cortaban las emisiones, y el receptor <strong>de</strong> la muerte captaba todo el ruido <strong>de</strong>l espacio. El<br />

conjunto <strong>de</strong> altos sonidos mezclados, <strong>de</strong>bía ocultar la estrategia; silenciar los pensamientos que <strong>de</strong> lo contrario captarían los enemigos,<br />

pero también <strong>de</strong>tener las autovibraciones <strong>de</strong>l temor, suspen<strong>de</strong>r el monólogo interior así como <strong>de</strong>jar sin habla a los intérpretes <strong>de</strong> las<br />

relaciones <strong>de</strong> producción sofisticadas.<br />

El uso <strong>de</strong>l fuego era un arma india <strong>de</strong> alta complejidad. Su conocimiento requería una audacia por momentos<br />

<strong>de</strong>sequilibrada. Suponía el manejo <strong>de</strong> las leyes <strong>de</strong> las fuerzas naturales y en particular las propieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l viento. Al incendiar un<br />

campo, el humo <strong>de</strong>bía cubrir al enemigo, quemarlo incluso si la encerrona, según la velocidad y dirección <strong>de</strong>l viento, estaba bien<br />

dirigida. Hacerse perseguir hasta terrenos fangosos, tembla<strong>de</strong>rales y vizcacherales, tenía la perspectiva <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar al enemigo <strong>de</strong> a pie<br />

para luego exterminarlo. Atraerlo a los hispanocriollos campos <strong>de</strong> romerillo o mío-mío significaba que los caballos cansados y<br />

hambrientos comieran y se envenenaran. 74<br />

La ca<strong>de</strong>na trófica, alimentada por la radiación solar, <strong>de</strong>sarrollada por el agua, estimulada por los microorganismos, las<br />

plantas <strong>de</strong> las que se nutren los herbívoros, a los que <strong>de</strong>voran a su turno los carnívoros, todo <strong>de</strong>bía ser incendiado para dar "caza" a los<br />

intrusos. El bucle moriniano que se cierra sin cesar y sin cesar se abre a la radiación, a las aguas, a las materias, a la repetición e<br />

irreversibilidad, al eterno retorno y nacimiento, <strong>de</strong>bía interrumpirse con el fuego. La guerra era superior a la naturaleza. Pero ello<br />

implicaba energías sobrehumanas, y la línea conducía a un abismo. Al colapsarse el pensamiento ecológico, y romperse la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong><br />

73 Morin: Op. cit., 1993, 40-41.<br />

74 Guillermo Alfredo Terrera: Caciques y Capitanejos en la <strong>Historia</strong> Argentina. Buenos Aires, Plus Ultra, 1986, 41-42.

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