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Etnias y árboles - Escuela de Historia

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<strong>árboles</strong>". Uno <strong>de</strong> ellos, al que los guaraníes llamaban caberá, podía ser barrenado en el tronco por quince días luego <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>sabrocharse en flores, y servir el líquido para curar heridas profundas. Era la tipa <strong>de</strong> la gobernación <strong>de</strong>l Tucumán.<br />

3.2 El Martirio <strong>de</strong> los Insectos<br />

Pero nada más terrible para la vida <strong>de</strong> los primeros europeos en el Chaco que los insectos. Se trataba <strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r <strong>de</strong> su<br />

sentido <strong>de</strong> orientación para volverlo contra las propias plagas. La vuelta <strong>de</strong> las hormigas hacia los hormigueros gigantes; el camino <strong>de</strong><br />

regreso <strong>de</strong> las arañas. Nadie o algunos locos hablaban <strong>de</strong>l Edén. Las mangas <strong>de</strong> langostas que talaban los sembradíos, podían abarcar<br />

una extensión <strong>de</strong> cincuenta kilómetros. 61 En pocos minutos pelaban un monte espeso. La hormiga tahiro, negra y muy pequeña, salía<br />

antes <strong>de</strong> la lluvia y subía a las camas <strong>de</strong> los españoles teniendo que mudarse éstos <strong>de</strong> habitación. Había muy pocas posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />

vencerlas en la noche. 62 La yzan, en guaraní, pasaba por tres estados. Las recién salidas <strong>de</strong> los huevos atacaban la planta <strong>de</strong> los pies<br />

<strong>de</strong> los indios <strong>de</strong>scalzos hasta sangrarlos. El escozor por las ronchas <strong>de</strong> picaduras <strong>de</strong> mosquitos enfermaba <strong>de</strong> los nervios a más <strong>de</strong> un<br />

español. Burlaban los primitivos mosquiteros y cuando ya se volvían insoportables se encendía humo que resultaba a veces peor que<br />

los insectos. 63 Los piques o niguas eran una especie <strong>de</strong> pulgas, más pequeños, negros o blanquecinos, "más mordaces, y <strong>de</strong> acrimonia<br />

más eficaz". 64 Por su pequeñez se introducían fácilmente en la piel y en cuatro o cinco días "fabrican una overa, cubierta <strong>de</strong> una<br />

túnica blanca y <strong>de</strong>lgada, llena <strong>de</strong> pulgoncillos, con una abertura por don<strong>de</strong> sacan los pies y la boca: los pies para aferrar-se<br />

fuertemente a la carne, y la boca para chupar incesantemente la sangre". 65 Cuando la overa llegaba al estado <strong>de</strong> reventar, los<br />

pulgoncillos se extendían rápidamente por el cuerpo, y empezaban a insinuarse entre piel y tejido, formando bolsitas llenas <strong>de</strong> huevos,<br />

con la misma brevedad que la primera nigua. El cuerpo se encendía en una comezón que terminaba a veces con la vida <strong>de</strong>l atacado. La<br />

operación <strong>de</strong> extraer la nigua se hacía <strong>de</strong>scarnando con una aguja la bolsita y pulgón, sin reventarlo, quitando todas las raíces que la<br />

unían a los tejidos.<br />

3.3 La Vida en lo Alto <strong>de</strong> las Ramas<br />

En lo alto <strong>de</strong> las ramas <strong>de</strong> la floresta, don<strong>de</strong> hay luz y alimento, los recién llegados observaban una pléya<strong>de</strong> <strong>de</strong> animales<br />

adaptados al abrigo seguro y la facilidad <strong>de</strong> la fuga. Sujetos <strong>de</strong>ndrícolas con fisonomías comunes, patas prensiles relativamente<br />

alargadas, cuerpos más o menos esbeltos y facilidad para el salto. Los iguánidos, con especies <strong>de</strong> agresivas crestas espinosas hasta los<br />

camaleones <strong>de</strong> colas larguísimas. En todos cola prensil, enroscándose a las ramas, lo que volvía más segura la marcha por el hábitat.<br />

Por lo general las especies venenosas no se acostumbraban a la vida <strong>de</strong>ndrícola. Ello comunicaba a los conquistadores<br />

la certeza <strong>de</strong> la bondad <strong>de</strong> las alturas. Soportaba toda prueba la evi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> que la ponzoña, la traición, la perversidad vivía<br />

arrastrándose, escondida en cuevas, oculta <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> las piedras, satisfecha en los troncos podridos a punto <strong>de</strong> pasar a polvo. El ras <strong>de</strong><br />

la selva comunicaba directamente con el infierno. Las alturas en cambio, aspiraban a un escalón <strong>de</strong> la benignidad. Pero no porque<br />

arriba estuviese el sol, sino Dios. En la cosmovisión, psicología e imaginería occi<strong>de</strong>ntal, el sol estaba <strong>de</strong>masiado comprometido con los<br />

ritos paganos, heréticos, apóstatas, los perjurios, la incredulidad y la barbarie, como para po<strong>de</strong>r confiar en él. A ras ciempiés,<br />

escorpiones, arañas <strong>de</strong> picadura venenosa, víboras <strong>de</strong> mor<strong>de</strong>dura letal. Las formas <strong>de</strong> cuevas escondrijos sombríos tenía una vasta<br />

literatura europea que fue <strong>de</strong> inmediato diseminada entre los aborígenes.<br />

De los ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> mamíferos terrestres sudamericanos, sólo los ungulados no prefieren la vida en las ramas, teniendo<br />

como compañeros en el suelo a los tatús, a los roedores subungulados y a los perros. 66 Frecuentando los varios pisos <strong>de</strong> la floresta, los<br />

recién llegados observaban a los gatos salvajes, el puma, el yaguar, que en los campos buscaban reses y aves domésticas, y trepados a<br />

61<br />

Guevara. Op. cit., 616.<br />

62<br />

I<strong>de</strong>m, 617.<br />

63<br />

I<strong>de</strong>m, 620.<br />

64<br />

I<strong>de</strong>m, 621.<br />

65<br />

I<strong>de</strong>m, 621.<br />

66<br />

Mello-Leitao: Op. cit., 137.

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