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Etnias y árboles - Escuela de Historia

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nidos. Las chicharras aturdían el espacio a la aurora y al atar<strong>de</strong>cer. Los aullidos <strong>de</strong>sesperados <strong>de</strong>l gran mono araguato o carayá, <strong>de</strong><br />

pelo largo y espeso, negro en los machos, y que lanzaba a los intrusos su propia materia fecal, habían sido <strong>de</strong>finidos como siniestros,<br />

similares al bramido ronco <strong>de</strong>l león. Los naturalistas <strong>de</strong>scubrían que el sonido <strong>de</strong>l carayá se <strong>de</strong>bía a una manzana <strong>de</strong> Adán<br />

"monstruosa" que servía a su vez <strong>de</strong> caja <strong>de</strong> resonancia. 58 La selva se apagaba con el bochorno <strong>de</strong>l mediodía.<br />

Para los conquistadores el ver<strong>de</strong> ofuscante <strong>de</strong>l follaje selvático podía ser la atmósfera <strong>de</strong> una <strong>de</strong>sgracia. Para los jesuitas<br />

la tonalidad <strong>de</strong>l Demonio. En el Chaco Gualamba el Diablo era ver<strong>de</strong>. Los sonidos <strong>de</strong> las criaturas llenaban el alma <strong>de</strong> misterios.<br />

Volaban aves y mariposas en un caos que se pensaba contenedor <strong>de</strong> algún or<strong>de</strong>n secreto. Los recién llegados no se acostumbraban a no<br />

ver el cielo. La luz tamizaba los objetos creando un universo diferente. Para escapar <strong>de</strong>l mundo irreal había que llegar a los ríos. Los<br />

macizos <strong>de</strong> hojas y <strong>de</strong> ramas, armados <strong>de</strong> dardos, espinas, garras, janas, impedían la marcha a cada paso. El aire era <strong>de</strong>nso, húmedo,<br />

caliente, enervante, saturado <strong>de</strong> olores pútridos y violentos perfumes. Troncos <strong>de</strong>rribados; soplos <strong>de</strong> vientos y silencios profundos<br />

súbitamente oídos como rumores extraños, estallidos sorpresivos, crujidos, crepitaciones, suspiros repentinos, gemidos ahogados. La<br />

selva era el epicentro <strong>de</strong>l pavor.<br />

La psicología <strong>de</strong> la guerra étnica no pue<strong>de</strong> enten<strong>de</strong>rse sin la impronta <strong>de</strong> la floresta. La historia <strong>de</strong>l Chaco Gualamba <strong>de</strong>l<br />

Padre Lozano está inundada <strong>de</strong> episodios <strong>de</strong> pánicos sorpresivos en tropas blancas avanzando en la selva. Árboles exudando saludable<br />

o venenosa leche, violetas <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong> naranjas, mirtáceas numerosas y <strong>de</strong> flores efímeras. Millares <strong>de</strong> flores y al día siguiente<br />

ninguna. Leguminosas gigantes. En el Chaco boreal, el árbol curibay, crecía como los pinos europeos, sin embargo sus piñones al ser<br />

comidos causaban una "tormenta interior" con vómitos y evacuaciones continuas. 59 La lengua española aparecía impotente en la<br />

<strong>de</strong>scripción <strong>de</strong> la maraña interminable. No obstante, sacerdotes y cronistas se esforzaban tratando a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> encontrarles la similitud<br />

con Europa. (El botánico belga Spruce escribía a Slater, su colega inglés: "Las más espesas selvas europeas, comparadas con el más<br />

pequeño macizo florífero <strong>de</strong> las regiones ecuatoriales, parecen vacías".) 60 Promiscuidad <strong>de</strong> vegetales. De los altos <strong>árboles</strong> cayendo,<br />

lanzándose en todas las direcciones los bejucos que pen<strong>de</strong>n como cuerdas retorcidas, arrastrándose luego en el suelo cual serpientes<br />

hasta alcanzar nuevos soportes por don<strong>de</strong> retornan a levantarse, se yerguen hasta las ramas más altas y mezclan sus propias<br />

inflorescencias con las <strong>de</strong>l huésped. Contrastes atropellados <strong>de</strong> tonos. A veces, bajo la copa <strong>de</strong> los <strong>árboles</strong> <strong>de</strong> las selvas pluviales, la<br />

oscuridad se volvía completa. La <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l suelo empapado <strong>de</strong>l humus <strong>de</strong> millones <strong>de</strong> hojas pudriéndose entre gritos heridos,<br />

generaba en los hombres <strong>de</strong> las entradas una melancolía inacabable. Ellos anhelaban entonces una "ciudad", cualquier ciudad. Los<br />

rancheríos a los que frecuentemente llamaban ciuda<strong>de</strong>s, como Concepción <strong>de</strong>l Bermejo, tenían la función <strong>de</strong> convertir a la palabra en<br />

un bálsamo contra la opresión <strong>de</strong>l paisaje infinito y la soledad inabarcable. Llamar ciudad a un grupo insignificante <strong>de</strong> casas y ranchos,<br />

aumentaba la seguridad <strong>de</strong> vidas absolutamente inciertas, vagas, titubeantes.<br />

El sol abrasador daba al follaje un brillo metálico. La elevada transpiración amenazando la <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> los<br />

cloroplástidos, esas maravillosas granulaciones que presi<strong>de</strong>n la formación <strong>de</strong> la substancia orgánica, llevaría a secar el suelo<br />

rápidamente <strong>de</strong> no existir un dispositivo compensador, una cutícula espesa en las hojas que retarda los trueques. Y en la cara expuesta<br />

al sol <strong>de</strong> ellas, una mayor reflexión <strong>de</strong> los rayos lumínicos a través <strong>de</strong> la aparición <strong>de</strong> pelos ramificados o barnices cerosos. La cutícula<br />

<strong>de</strong> las dos caras <strong>de</strong> las hojas las impermeabiliza, refracta la luz y reduce la transpiración, evitando la pérdida <strong>de</strong> agua <strong>de</strong>l subsuelo. El<br />

estuche impermeable está perforado en la cara inferior <strong>de</strong> las hojas por miríadas <strong>de</strong> estomas, a través <strong>de</strong> los cuales se producen los<br />

cambios <strong>de</strong> gases con el mundo exterior. Boca por don<strong>de</strong> el agua, en forma <strong>de</strong> vapor abandona las hojas. Para que el estado<br />

higrométrico <strong>de</strong>l aire se conserve elevado junto a las hojas y disminuya asimismo la pérdida <strong>de</strong> agua, innumerables especies poseen en<br />

lugar <strong>de</strong> estomas, criptas estomáticas que con<strong>de</strong>nsan el vapor <strong>de</strong> agua. Cuando sobrevenían los aguaceros, generalmente cotidianos en<br />

el verano <strong>de</strong>l Chaco central y boreal, los observadores europeos anotaban la modificación radical <strong>de</strong>l ambiente. El agua se precipitaba<br />

en enorme cantidad afluyendo continuamente a las raíces, el aire y el suelo se saturaban, la transpiración se volvía imposible. Se<br />

abrían entonces en los bor<strong>de</strong>s foliados <strong>de</strong> las hojas como válvulas <strong>de</strong> seguridad que trasudaban el exceso <strong>de</strong> líquido.<br />

En las profundida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l Chaco, al Norte <strong>de</strong>l Bermejo, no existía el largo sueño invernal <strong>de</strong> la naturaleza cuyo<br />

imaginario venía implantado en los hombres <strong>de</strong>l mar. Los vegetales ahora podían nacer y morir el mismo día. No había protección <strong>de</strong><br />

las yemas, por lo que éstas brotaban <strong>de</strong>rramándose. A principios <strong>de</strong> la estación lluviosa la rapi<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l crecimiento <strong>de</strong> los nuevos brotes<br />

es formidable. En pocos días pen<strong>de</strong>n <strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong> los <strong>árboles</strong> ramas flexibles <strong>de</strong> metro <strong>de</strong> largo. Los españoles tomaban "jugo <strong>de</strong><br />

58 Ángel Cabrera Latorre: Los Envíos <strong>de</strong> Félix <strong>de</strong> Azara al Real Gabinete <strong>de</strong> <strong>Historia</strong> Natural <strong>de</strong> Madrid. En Anales <strong>de</strong> la Asociación Española para el Progreso<br />

<strong>de</strong> las Ciencias, T. I, Madrid, 1934, 98-100.<br />

59 Padre Guevara: Op. cit., 570.<br />

60 En Cándido <strong>de</strong> Mello-Leitao: La Vida en la Selva. Ministerio <strong>de</strong> Educación <strong>de</strong> la Nación, Buenos Aires, 1949,19-20.

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