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Etnias y árboles - Escuela de Historia

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aymaras, charcas y collas. En tiempos <strong>de</strong> Huayna Cápac, antes <strong>de</strong> la conquista <strong>de</strong> Pizarro, los chiriguanos ya habían atacado la<br />

fortaleza <strong>de</strong>l Cuzco y hecho estragos en la región. El Inka envió tropas contra ellos y los clanes se guarecieron en un arco que iba<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el Sur <strong>de</strong> Santa Cruz <strong>de</strong> la Sierra hasta el Oeste <strong>de</strong> Tarija. 56<br />

3. LA MARAÑA<br />

3.1 El Martirio <strong>de</strong> la Floresta<br />

Des<strong>de</strong> el Chaco central hacia el Norte, don<strong>de</strong> los españoles buscaban las quimeras <strong>de</strong>l Dorado y Paititi, se constituye la<br />

mayor hoya hidrográfica <strong>de</strong>l mundo. Llevando caballos, animales <strong>de</strong> consumo y fardaje, los soldados exponían a los indios guías al<br />

cruce <strong>de</strong> las corrientes y remonte <strong>de</strong> ríos, lo que implicaba siempre exponerlos al ataque <strong>de</strong> anacondas, yacarés y pirañas, <strong>de</strong>scargas<br />

eléctricas <strong>de</strong>l piraqué, o la sorpresa <strong>de</strong>l candirú, pez más breve que la mojarra pero terriblemente atroz. Los caballos se ataban por<br />

medio <strong>de</strong> cables y poleas mediante un sistema llamado tarabita. 57 Las canoas, hechas <strong>de</strong> cortezas <strong>de</strong> <strong>árboles</strong>, resultaban livianas para<br />

transportar, pero volcaban al menor obstáculo. Correntadas <strong>de</strong> treinta a cuarenta kilómetros por hora solían ser frecuentes, pero<br />

remontarlas a la vuelta exigía meses allí don<strong>de</strong> se habían invertido <strong>de</strong> ida algunas jornadas. El Pilcomayo enseñaba entre dientes sus<br />

<strong>de</strong>speña<strong>de</strong>ros. Los recodos estrechos <strong>de</strong> los ríos podían ser objetos <strong>de</strong> emboscadas indias. Cuando el trato pacífico con un clan se<br />

cerraba con regalos, cuchillos, espejos, tijeras y rosarios, ello no impedía que por la noche cayeran sobre el campamento <strong>árboles</strong>,<br />

colmenas <strong>de</strong> avispas y hormigas. Un recordatorio <strong>de</strong> que se apreciaban las visitas breves. El uso por los conquistadores <strong>de</strong> ballestas,<br />

partesanas, espadas, adargas y cotas <strong>de</strong> cuero <strong>de</strong> anta, ropa acolchada, caballos cubiertos en el pecho y protección en la cabeza con<br />

testeras, podía <strong>de</strong>finirse como la tecnología <strong>de</strong> la escafandra. Se entraba a un ecosistema que disparaba, eyectaba males. Los indios<br />

amigos cargaban los equipos y, sus mujeres guisaban, pero nunca se estaba seguro <strong>de</strong>l contenido. Los mosquitos, el pium, el jején,<br />

tábanos y hormigas, enrarecían a veces hasta el paroxismo la vida <strong>de</strong> los recién llegados. Entre las hormigas malditas, no podía <strong>de</strong>jar<br />

<strong>de</strong> hablarse <strong>de</strong> la sunchiron, que cavaba en el palo santo convirtiendo al árbol en una suerte <strong>de</strong> pilar <strong>de</strong> catedral sin ramas ni hojas.<br />

Voraces, mordían a los seres humanos hasta reducirlos a nada. Había que escapar o hundirse en el agua. Las hormigas ecitones<br />

avanzaban como ejércitos, <strong>de</strong>vorando todo lo biológico a su paso. Hasta los osos hormigueros huían a su vista. En el Paraguay, Perú<br />

y Misiones, penetraban en las casas librándolas <strong>de</strong> ratas, cucarachas, garrapatas y todo lo vivo masticable. El cálculo estimado era que<br />

actuaban como una masa <strong>de</strong> dos millones <strong>de</strong> individuos a la vez. Era el más agresivo y temible <strong>de</strong> los insectos conocidos en la tierra.<br />

Los reptiles pegados a los <strong>árboles</strong>, simulando enreda<strong>de</strong>ras, se autocatapultaban con velocidad <strong>de</strong> proyectil sobre la víctima. Cobras y<br />

dormi<strong>de</strong>ras -como la víbora <strong>de</strong> la cruz y el jararaca- se recostaban en la tierra <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> un colchón <strong>de</strong> hojas y hongos. La anaconda<br />

o amaru, que vive en el agua y en tierra, venía a ser el engendro por excelencia <strong>de</strong>l espacio monstruoso. De cinco a veinte metros y<br />

cuero <strong>de</strong> una pulgada <strong>de</strong> espesor, no temía al fuego encendido en un campamento, y enroscada en la víctima le rompía los huesos, lo<br />

reducía hasta la <strong>de</strong>lga<strong>de</strong>z <strong>de</strong> un tubo y se lo tragaba. Cuando se elevaba en el agua podía fracturar una canoa por la mitad. Pero<br />

<strong>de</strong>vorando un cerdito <strong>de</strong> cuarenta kilos dormía plácidamente un mes. Las arañas obsesionaban a los europeos. Siempre anidaban en<br />

los techos <strong>de</strong> las viviendas. Algunas cazaban pájaros, pero su tamaño era tan gran<strong>de</strong> que las perseguían las avispas con éxito.<br />

Tropezar con lianas era provocar la caída <strong>de</strong> insectos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong> los <strong>árboles</strong>. El huaco era un pájaro que atacaba y mataba reptiles.<br />

De él se aprendía el contraveneno, pues, al ser herido, el ave buscaba al bejuco, mascaba hojas y luego retornaba sano a la lucha. En<br />

las tierras húmedas, <strong>de</strong> noche, los chillidos <strong>de</strong> los guacamayos se enredaban con los cantos <strong>de</strong> búhos que lloraban con voz humana,<br />

como el urutaú o kakuy. En el monte <strong>de</strong>l chaco-sudocci<strong>de</strong>ntal (santiagueño) el kakuy abarrotaba la oralidad <strong>de</strong> relatos ya sincréticos.<br />

Ave solitaria, quieta, <strong>de</strong> plumaje mimético y un grito tan fuerte y <strong>de</strong>solador como que indicaba amores frustrados por muertes equívocas<br />

o incestuosas. Murciélagos y vampiros, ante los cuales y para evitar que los caballos amaneciesen "chupados", los conquistadores<br />

hacían velar a éstos toda la noche. Había instantes en que la estri<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la selva se tornaba insoportable. El zumbido <strong>de</strong> enjambres<br />

<strong>de</strong> abejas y avispas, bandadas <strong>de</strong> catas, picaflores consi<strong>de</strong>rados la maravilla aérea <strong>de</strong>l Nuevo Mundo, y el cuchicheo ensor<strong>de</strong>cedor <strong>de</strong> los<br />

56 Según la cartografía <strong>de</strong>l Padre Lozano.<br />

57 Levillier: Op. cit., 1976, 20.

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