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Etnias y árboles - Escuela de Historia

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<strong>de</strong>l mundo <strong>de</strong> sus cosas materiales y sensibles. Todo acontecimiento lo afectaba. La práctica concreta lo incluía en las ca<strong>de</strong>nas tróficas<br />

y sus movimientos. Se autorrepresentaba como naturaleza apenas hominizada en alguno <strong>de</strong> sus granos, fracturas, protuberancias,<br />

extremida<strong>de</strong>s.<br />

Las narraciones míticas tobas, matacas, chorotes se repiten en sus fórmulas y temas, pero hiladas o poetizadas <strong>de</strong> manera<br />

distinta en cada interpretación, según los acontecimientos, la "entrada" <strong>de</strong> los blancos en el escenario, la disposición <strong>de</strong>l poeta, la<br />

ocasión, la musicalidad adosada a las palabras. Un relato oral toba no se contaba nunca <strong>de</strong> la misma manera, pero utilizando sí una y<br />

otra vez las fórmulas habituales, con giros idiosincrásicos <strong>de</strong> las frases, proezas <strong>de</strong> la memoria oral aunque diferentes en su metodología<br />

y funcionalidad <strong>de</strong> la memorización <strong>de</strong> textos escritos. 867<br />

En la cultura toba -como en las otras <strong>de</strong>l Chaco étnico- el saber no podía manejarse con categorías complicadas, sino<br />

organizándolo mediante historias <strong>de</strong> acciones frecuentemente antropomórficas, es <strong>de</strong>cir guardadas, instauradas y comunicadas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un<br />

cosmos natural don<strong>de</strong> el hombre estaba fundido a él, a veces sin siquiera advertirse como diferencia. En todo caso un esfuerzo supremo<br />

para ser parte y conciencia <strong>de</strong> la parte. Mezcladas con máximas, acertijos y proverbios breves como ayuda memorias, que intercalados<br />

permitían atar un fondo <strong>de</strong> conocimientos populares sustanciales y extensos.<br />

Las plantas tienen su idioma. Cada árbol es la multiformidad <strong>de</strong> todos sus hermanos. Pero aún cuando el toba <strong>de</strong>sentrañe<br />

los misterios <strong>de</strong> la naturaleza, extirpe los temores, <strong>de</strong>scubra como crecen las piedras hasta convertirse en montañas, todavía será<br />

estrecho, primitivo, estereotipado en el juicio sobre sus semejantes. La dialéctica para el mundo, y las etiquetas para la cultura que<br />

no sea propia. Es una visión eco-antropológica rica, original; pero pobre, rigurosamente <strong>de</strong>fensista en cuanto al otro, el ser no<br />

propiamente étnico. A punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>saparecer <strong>de</strong> la historia, todavía los tobas no veían en las otras tribus más que la exterioridad. De la<br />

naturaleza se captaban las complejida<strong>de</strong>s e interacciones, se auscultaba el <strong>de</strong>venir; pero <strong>de</strong> las tribus vecinas no se miraba mucho más<br />

allá <strong>de</strong> la piel y las orejas. 868<br />

¿Cuánto pánico había alojado todavía en el toba? La luna nació por el susto <strong>de</strong> una mujer. A la noche la presi<strong>de</strong> un<br />

resucitado, espantado <strong>de</strong> la tierra por el miedo aglutinado <strong>de</strong> la especie. El temor a la muerte propia se proyecta en los otros como <strong>de</strong><br />

los otros a la muerte <strong>de</strong> uno. Un círculo <strong>de</strong>l engaño. 869<br />

En el relato <strong>de</strong> Nakonakó, el hijo <strong>de</strong> la tinaja, éste se enamora <strong>de</strong> una estrella. Duerme con ella y el hombre se la<br />

cuelga <strong>de</strong> una llica. Tal vez se hable <strong>de</strong> la yica, que en quechua es una bolsa <strong>de</strong> viaje hecha <strong>de</strong> fibra vegetal. Pero también pudo<br />

tratarse <strong>de</strong>l conjunto <strong>de</strong> objetos sin valor <strong>de</strong> cambio que portaban los aborígenes <strong>de</strong>l Chaco. Eran llamados yica: puntas <strong>de</strong> flechas,<br />

restos <strong>de</strong> cenizas, fragmentos <strong>de</strong> cola <strong>de</strong> cáñamo, a veces ensangrentados, gue<strong>de</strong>jo <strong>de</strong> caballo... Los blancos la <strong>de</strong>finían como<br />

"chucherías <strong>de</strong>spreciables", pero a los hombres <strong>de</strong>l clan les recordaba los sucesos principales <strong>de</strong> sus vidas. Reliquias recogidas en las<br />

ocasiones más solemnes. La yica era en este caso una regla mnemotécnica <strong>de</strong> la historia oral. La "vestimenta" más antigua <strong>de</strong>l<br />

lenguaje articulado, una protoescritura que <strong>de</strong>bía resolver la contradicción entre la acumulación <strong>de</strong> material cognitivo empírico, con su<br />

prolongación en el tiempo. Objetos <strong>de</strong> comunicación, premisas para su reconversión en imágenes. La yica reconstruía el hilo <strong>de</strong> una<br />

vida. Ayudaba el relato. Los objetos individuales hacían mención a una sabiduría relacionada con un contexto biótico total y<br />

relativamente inviolable (don<strong>de</strong> el clan era una <strong>de</strong> sus partes). Pero también servía para eliminar incongruencias. Des<strong>de</strong> la yica se abría<br />

el relato. Al oyente se le "mostraban" las palabras elegidas reflexivamente, dotadas <strong>de</strong> nuevos recursos <strong>de</strong> discriminación. El flujo <strong>de</strong><br />

la yica era un flujo <strong>de</strong> pensamientos; una articulación iconográfica como apoyatura <strong>de</strong> la oralidad. Evitar correcciones que volviesen así<br />

poco creíble al relator. Una "escritura" que evitara las interferencias, los titubeos, las tachaduras, mediante una serie <strong>de</strong> palabrasobjetos-cualida<strong>de</strong>s<br />

cuidadosamente diseñadas. Un ábaco que sumaba/multiplicaba/ conjuntaba tiempo humano y naturaleza.<br />

867 Ver en este aspecto Walter Ong: Oralidad y Escritura. Tecnología <strong>de</strong> la Palabra. Buenos Aires, Fondo <strong>de</strong> Cultura Económica, 1993, 62-67.<br />

868 WAKANK. "El cielo era duro. Cuando recién se hizo era amarillo (Kobiyi). Don<strong>de</strong> vive Lapichí era lindo, más lindo que este cielo. Lapichí hizo piedras<br />

chicas, crecieron y ya en el día eran cerros. Las plantas hablaban. Había un sólo árbol, pero con muchas ramas, cada rama una clase; se criaron y formaron<br />

el monte.<br />

Tres hijos, la viejita: Lapichí, Pidinilek, los dos mayores; Pidinki, el mocito menor. Se fueron una noche los tres con el anta. Lloraba la viejita. Y cerca <strong>de</strong><br />

la mañana sintió ruido. Habían llegado los hijos cerca <strong>de</strong>l plato, abrieron la tapa y lo vieron llenito <strong>de</strong> gente, 20 gente en el plato. Primero abrió otro plato;<br />

era gente lindo, blanco. Después otro plato: sale un cabezón, era mataco. Después otro plato: sale gente con orejas con palo, era chorote. Después otro<br />

plato: tenían tembetá, era chahuanco". Í<strong>de</strong>m, 183.<br />

869 HAWOIK (la luna) "Hawoik murió. Le dijo a su mujer que lo tape cuando muera, 'pero cuando yo resucite no hay que asustarse'. Lo tapó con una manta<br />

gran<strong>de</strong>. La mujer tocó la manta golpeándolo. Salió Hawoik y se asustó la mujer. Y Hawoik se fue al cielo. Si la mujer no se hubiera asustado no se habría ido.<br />

Por eso Hawoik se fue, por el susto <strong>de</strong> la mujer". Í<strong>de</strong>m, 183.

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