Etnias y árboles - Escuela de Historia
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"Yo tenía catorce años y tenía mucho miedo a la raza <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s. Me preguntaban algo y yo creía que me querían pegar y quitar<br />
el cua<strong>de</strong>rno. Y yo tenía catorce años y no habla castilla. Y yo estaba en San Marcos, en el Chaco. Yo no quería ir a buscar yerba cuando me<br />
mandaban. 'Andá a buscar sal', me <strong>de</strong>cían, pero no iba, porque no sabía ni para saludar". 840<br />
Las relaciones capitalistas llegaron hasta el fondo <strong>de</strong> la selva. El aborigen no pudo sustraerse a ellas. Cuando<br />
ingresaba, lo hacía con trabajos <strong>de</strong> <strong>de</strong>smonte y aserra<strong>de</strong>ro. Tenía así que dar cuenta, explicar, culminar hasta cierto punto la ontogenia<br />
<strong>de</strong> la palabra <strong>de</strong>sierto. Se cortan los <strong>árboles</strong> para poblar el espacio <strong>de</strong> edificios. Cargaba con la culpa y la responsabilidad. Para<br />
suicidarse la civilización vencedora le extendía el arma. Y si el frente <strong>de</strong> tala se muda por haber acabado con las especies valiosas, el<br />
aborigen permanecía atado a los efectos negativos <strong>de</strong> esas mismas relaciones. Ya no tenía bosque, pero tampoco trabajo. Su<br />
situación pasaba a ser <strong>de</strong>sesperada. El hombre blanco es malo, "siwewle hwitsah" en wichís, una <strong>de</strong> las frases más pronunciadas.<br />
Pero sus cosas son buenas, apetecibles. Eso torna más dramática la inexistencia <strong>de</strong>l trabajo. 841<br />
La naturaleza <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser cuando la tierra <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> pertenecer. Pero la propiedad es un atributo <strong>de</strong> los discriminadores.<br />
La existencia aborigen es un espacio en blanco, así como la naturaleza es un número <strong>de</strong> lote.<br />
"Blancos dicen que nosotros somos ignorantes. Aborigen elige una tierra que gustamos y cuando habla dice: soy dueño. Va un<br />
blanco y mira el número <strong>de</strong>l lote. Pero nosotros lo hablamos, no anotamos. Y esta es la equivocación más gran<strong>de</strong>. Uste<strong>de</strong>s anotan. Nosotros<br />
<strong>de</strong>cimos nomás: Soy dueño. Si usted quiere ser dueño <strong>de</strong> un lugar y dice "éste me gusta", anota. Va a averiguar en la Dirección <strong>de</strong> Tierras y<br />
solicita. Aborigen está en el lote, pero en la Dirección no está; está en blanco". 842<br />
Para estos wichís el dinero cambia el pensamiento. Y ellos, que forman parte <strong>de</strong> una cultura sin alfabeto ni cuentas,<br />
observan que la raíz <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r blanco se halla en "la venta". "Blanco ven<strong>de</strong> (...) Qué gente el blanco, ¿no?" Observan que así como<br />
ellos viven siempre juntos, los criollos viven siempre separados. Y que ellos viven juntos porque no se ven<strong>de</strong>n entre sí. El corazón<br />
<strong>de</strong> su sociabilidad está en la inexistencia <strong>de</strong>l mercado.<br />
"Nosotros somos diferentes <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s. Si vas a una casa, te convidan harina para que lleves. Nadie ven<strong>de</strong> nada entre paisanos.<br />
Por eso digo, costumbres muy diferentes. Todos reunidos cerca <strong>de</strong> una sola olla. Si hay algún viejito, enseguida dando un poquito <strong>de</strong> yerba y<br />
azúcar. Los blancos carnean y ven<strong>de</strong>n. Y si va un viejito por ahí, ¿vos te crees que va a qué? Y blanco pregunta: '-¿Qué querés? Esta carne<br />
es para ven<strong>de</strong>r, no para regalar'. ¿Es mejor así?". 843<br />
El hacha sigue actuando y para ello nada más eficiente en el capitalismo, que una fuerza <strong>de</strong> trabajo aborigen con<br />
percepción <strong>de</strong> inferioridad en el trato con los blancos. El hacha se <strong>de</strong>sploma sobre la propia comunidad. Pue<strong>de</strong> hacer estragos en la<br />
subjetividad. El trabajo <strong>de</strong>l hacha compara la fuerza <strong>de</strong>l aborigen con la <strong>de</strong> un animal. Todavía ello a fines <strong>de</strong>l XX. El sentimiento<br />
<strong>de</strong> humillación <strong>de</strong>l hachado es formidable. Un cacique entona:<br />
"Mi gente joven necesita trabajo. Ellos usan brazos fuertes y manos, pero no ganan. Sólo hombre blanco (obrajero) gana.<br />
Gente mía trabaja duro, brazo fuerte, voleando hacha todo el día en monte, sacando espinas <strong>de</strong> piernas, sacrificando mucho. Hombre blanco<br />
dice <strong>de</strong>spués: Aborigen flojo. Pero él esperando a la sombrita, esperando y escribiendo, nunca asoleando. Nosotros saca tantos postes que no<br />
sabe cuántos. Pero él (el obrajero) sabe". 844<br />
El hacha <strong>de</strong>stroza al hachador. Cuanto más duro trabaja y su brazo más fuerte, su mundo resulta más astillado. La<br />
categorización <strong>de</strong> aborigen "vago" opera, aunque éste explique una y otra vez que cuando no le pagan lo suficiente no quiere trabajar.<br />
840 Í<strong>de</strong>m, 199.<br />
841 Una mujer aborigen explica: "Para que haya un poquito <strong>de</strong> cambio para nosotros, necesitamos trabajo permanente, porque habiendo trabajo permanente, un<br />
poco <strong>de</strong> trabajo siempre, se pue<strong>de</strong> cambiar la forma <strong>de</strong> vivir y <strong>de</strong> pensar. Po<strong>de</strong>mos quedar aquí y nuestros hijos estudiar y terminar sus estudios, que es lo más<br />
importante". Í<strong>de</strong>m, 201.<br />
842 Í<strong>de</strong>m, 201.<br />
843 Í<strong>de</strong>m, 202.<br />
844 Í<strong>de</strong>m, 204.