Etnias y árboles - Escuela de Historia

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Dos mil setecientos vehículos llegados al monte 734 que deben pagar a la Iglesia por el "estacionamiento". La institución también arrienda los retretes. Lo bajo se opone a lo alto. Para llegar a Adonai la Iglesia necesita dinero. "Me impresionó la cola silenciosa, inagotable, un poco como la sangre en una vena, toda dirigiéndose hacia la Cruz... como un corazón de la esperanza de todos". 735 El tema de las metáforas y su estética llenan el vacío del bosque ausente. El lenguaje general del milagro convertido en una fiesta, se traduce en cuatro símbolos apretados e inconfundibles: Señor, árbol, misa y feria. Indican a su turno, cuatro movimientos: subida hacia el crucifijo, llegada al árbol, entrada a la Iglesia con participación en los actos litúrgicos, y circulación por la feria. Los tres últimos movimientos son más o menos libres, pero siempre constituyen un descenso. Se llega al árbol varias veces y en cualquier momento, se pueden escuchar misas y sermones a todo instante durante los días o las noches, la feria permanece abierta. Pero al Padre se puede acceder una sola vez, después de esperar horas. Por lo demás, el milagro es un acto puramente individual. Cada uno va por "su" milagro. Pero para llegar al Padre además, se pierde la libertad. Para subir hasta Adonai se debe transitar por humillación y presidio. Antes de escalar la rampa, se creó un sistema arquitectónico de ocho pasarelas metálicas en zig zag, por las que cada promesante transitará en hilera, en una fila de prisioneros. Una y otra vez el hombre vuelve al mismo lugar, aunque aproximándose a la rampa, y reconociendo las caras de enfrente que marchan en sentido contrario y a las que volverá a ver un momento después en el otro sentido...Una suerte de purgatorio oprimente que prepara para la presencia del Señor. Allí los hombres, amontonados y con paso de presidio, se tornan insignificantes, absolutos sin poder, corderos que desfilan a un corral. Una prisión es la más intensa de las devastaciones ecológicas. Se introduce a la especie homo sapiens a una construcción artificial, y se la somete a la pérdida de la libertad, es decir a su vinculación psíquica con el universo. Se lo desocializa, desnaturaliza, desecologiza. De pronto la rampa: la libertad hacia arriba, hasta el Señor. El milagro es la libertad. El efecto espacial del contenido místico es aquí fortísimo. Se recupera el cosmos. Y aunque ello sea un sólo instante, de todos modos la memoria de ese acto es omnipresente. El movimiento en la feria es libre sólo a medias. Se puede transitar de día y noche pero entre apretujones y golpes. Por lo demás no es posible sino consumir una insignificante parte de sus mercancías. Episodio suburbano montado en el desierto, en los puestos de comida no aparecen los platos regionales ni la cultura rural. El choripán cordobés -una suerte de Mc Donals periférico-, desplazó totalmente al cabrito santiagueño. No se ven sino excepcionalmente artesanías. Los artesanos muestran sus productos con vergüenza. Se perciben como dinosaurios de la posmodernidad. El escenario cuentapropista extendido hasta lo imposible les hace ver, les insinúa mensajes que deberían ser decodificados de la siguiente forma: "Pertenecéis al parque jurásico". De allí que nadie en la feria se atreva a hablar en quechua. Una cultura antigua no puede tener éxito, es decir ser vencedora. El estilo debería mostrarse televisivo para ser. La música, en los puestos de comida se transmite desde radiograbadores, ello impide cantar a los clientes. Las pascanas no son de caña y paja, sino de chapas de zinc y polietileno. Lo que no sirve en ninguna parte se vende en Mailín. Mailín reproduce rasgos de la posmodernidad periférica ensamblados, yuxtapuestos y esterilizados de antiguos procederes culturales. El aspecto no participativo es notable. La gente se suma a hechos que no ha organizado ni puede, ni está a su alcance conducir. Desde los bailes a las misas, desde la música al tipo de objetos en venta, todo aparece organizado por otros. El hombre de Mailín es un ser pasivo que forma colas, y se apretuja. Deambula, busca algo y no sabe qué. Se sienta a escuchar grabaciones de música elegida por los mercaderes. La chacarera santiagueña no se oye, pero los peregrinos tampoco la exigen. Los mercaderes suburbanos, frecuentemente marginales, hacen lo imposible para demostrar su superioridad, y pregonan sus artículos con sorna evidente. Se estampa aquí y allá una ironía sórdida frente al "estúpido" hombre del monte. Es una guerra posicional/cultural entre excluidos que han aprendido los códigos de la desfachatez urbana, y pobres rurales que no pueden salir de su anonadamiento. El lenguaje marginal de la fiesta, aparece como una explosión de resentimiento. Muchos de los vendedores son seres que empujados por la pobreza rural, alcanzan las puntas de las ciudades convertidos en excluidos, conocen sin embargo, y lo retraducen a cada instante al lenguaje rural del que provienen. Al discurso de la feria le importa un comino cualquier otro lenguaje que no sea el propio; ni siquiera el de la liturgia. Hasta cierto punto podría comulgar con el lenguaje pagano del árbol. Pero tampoco lo respeta demasiado. Es un texto a veces explosivo, otras integrado a la dominación. En perpetua rebelión y asimilación al sistema. Un discurso de sobrevivientes que buscan llegar más alto, pero no hasta el Señor. En el emparedado, las expresiones de la cultura del monte desaparecen. Sólo al amanecer, el 734 "El Liberal". Santiago del Estero, 28/5/1990. 735 Sacerdote Claudio Pucci, "El Liberal", 28/5/1990.

campamento agotado por sí mismo, muestra el atavismo de la persistencia, un desayuno de chipaco y tortillas al rescoldo. 736 Pero no hay rosquetes sino facturas de panadería. 737 36.9 El Desorden Un mundo en extensión y desorden puede ser un símil de la naturaleza. Pero en el caso Mailín no es un desorden creador, ascendente, sino construido. El desbarajuste de una tienda en remate. El desquicio de un bosque vendido. El sacerdote canta, dirige, reprende contra la oscuridad. El promesante repite pasivamente letanías, compra pasivamente, consume sin crítica, y a pesar de las humillaciones, la devoción lo sigue inundando de felicidad. La esperanza es el antimartirio. El propio viaje hasta el Señor es resultado casi siempre de un penoso esfuerzo físico y laboral. Pero ello consolida una antigua imagen mercantil: el milagro también tiene un precio. Tal vez, porque hubo orificio es que hubo un Señor de los Milagros, su criatura. Del agujero al Señor, del Señor a la Iglesia. Del fetiche a Dios. La conciencia recorre la historia de la conciencia. La Iglesia se vio obligada a no abandonar la abertura, so pena del crucifijo perder energías. En el agujero entran las cosas y los seres. Como una vagina monumental. El Señor puede protegerlo a uno, pero el agujero patrocina cosas que luego lo amparan a uno. La mediación, lejos de dificultar la relación mística, la facilita. La protección es visible, objetivada en un paraguas que se amplía con cada viaje. Es la naturaleza misma, su origen físico y biológico. De allí surge la fábrica de talismanes. Si la autopista sensitiva para llegar al padre es la hilera de condenados, el orificio en cambio está exento de sacrificios. Por eso es que allí se encienden las velas, no alrededor del camarín. El acto religioso del monte desfecundado adquiere por lo mismo una fuerza dramática y global: fetiche-milagro-limpieza de pecados. Buena suerte, milagro y perdón. Si a ello se suma el espectáculo del mercado, por el mismo dinero se adquiere todo. El dolor es compensado. Las humillaciones quedan a un lado. Los políticos neoconservadores podrán seguir haciendo lo que quieren. El monte y el desierto pueden imaginar todo un año el próximo viaje a Mailín. 36.10 El Siglo XVIII: El Desquicio del Hombre La zona epicentro del fenómeno místico de Mailín, se sitúa atentando al hombre, uno de los sujetos del ecosistema. Extrañamientos, fugas, y guerras. A inicios del XVIII el fracaso del régimen de encomiendas abría paso al intento de las reducciones jesuíticas, entre el Dulce y el Salado. 738 Los clanes esistiné, toquistiné y oristiné, de la tribu lule, eran reducidos en el segundo decenio del siglo; en tanto que los clanes axostiné, tambostiné, guaxastiné y caustiné, encomendaban para las ciudades vecinas desde el siglo anterior. 739 De los últimos, los guaxastiné se hallarían en el radio próximo a Mailín. Los clanes vilelas habían contactado con los conquistadores a fines del XVII en una de las entradas episódicas. La claridad de la documentación española sobre la identidad vilela en muchos de los clanes es dudosa. 740 Enemigos de tobas y mocobíes, hacia 1710 los vilelas se rendían en el Chaco para ser reducidos. A lo largo del Salado se instalaban misiones de clanes lules y vilelas transplantados. Extrañamiento y fijación con métodos evangélicos. En la zona de Mailín, los maillumpis reducidos, tal vez constituyeran un clan vilela. 736 El chipaco se elabora en forma de torta de 25 cm de diámetro, de corteza morena y muy quebradiza por la cantidad de grasa y chicharrón molido, amasado con harina semita, levadura y sal. Se cuece al horno. La tortilla, más delgada se cocina a la parrilla o sobre las brasas. Oreste Di Lullo: El Folklore de Santiago del Estero. Medicina y Alimentación. Con un apéndice sobre el Paaj: una nueva dermatitis venenata y la colección completa de recetas del célebre Dr. Mandouti. UNT, Santiago del Estero, 1944, 292-93. 737 No se ve el clásico "pan de mujer" con aroma a anís y grasa, ni el "montenacu" o pan de los hombres del monte hechos con miel silvestre y harina de trigo, o las "quisadillas" especie de alfajores de las zonas melíferas. Una tradicional cantidad de viandas preparadas con trigo, tampoco aparecen: el "alcuco", el "trigoapi", el "maja-blanco". Ídem, 289-299. 738 El ensayo jesuítico en la zona se anticipaba en 1629. Documentos para la Historia Argentina. T XIX y XX. Iglesia. UBA Facultad de Filosofía y Letras. Buenos Aires, 1927-29. T XX, 393. 739 Salvador Canals Frau (1953): Poblaciones Indígenas de la Argentina. Buenos Aires, Sudamericana, 1963, 428. 740 Chunupi, pozaine, atalale, omoampe, yeco-noampa, vacaa, ocole, ipa, yooc o guamalca... J. Camaño y Bazán: "Noticia del Gran Chaco". En Revista Sociedad Amigos de la Arqueología, V, Buenos Aires, 1931, 301-308.

Dos mil setecientos vehículos llegados al monte 734 que <strong>de</strong>ben pagar a la Iglesia por el "estacionamiento". La institución<br />

también arrienda los retretes. Lo bajo se opone a lo alto. Para llegar a Adonai la Iglesia necesita dinero. "Me impresionó la cola<br />

silenciosa, inagotable, un poco como la sangre en una vena, toda dirigiéndose hacia la Cruz... como un corazón <strong>de</strong> la esperanza <strong>de</strong><br />

todos". 735 El tema <strong>de</strong> las metáforas y su estética llenan el vacío <strong>de</strong>l bosque ausente.<br />

El lenguaje general <strong>de</strong>l milagro convertido en una fiesta, se traduce en cuatro símbolos apretados e inconfundibles:<br />

Señor, árbol, misa y feria. Indican a su turno, cuatro movimientos: subida hacia el crucifijo, llegada al árbol, entrada a la Iglesia<br />

con participación en los actos litúrgicos, y circulación por la feria. Los tres últimos movimientos son más o menos libres, pero<br />

siempre constituyen un <strong>de</strong>scenso. Se llega al árbol varias veces y en cualquier momento, se pue<strong>de</strong>n escuchar misas y sermones a todo<br />

instante durante los días o las noches, la feria permanece abierta. Pero al Padre se pue<strong>de</strong> acce<strong>de</strong>r una sola vez, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> esperar<br />

horas. Por lo <strong>de</strong>más, el milagro es un acto puramente individual. Cada uno va por "su" milagro. Pero para llegar al Padre a<strong>de</strong>más,<br />

se pier<strong>de</strong> la libertad. Para subir hasta Adonai se <strong>de</strong>be transitar por humillación y presidio. Antes <strong>de</strong> escalar la rampa, se creó un<br />

sistema arquitectónico <strong>de</strong> ocho pasarelas metálicas en zig zag, por las que cada promesante transitará en hilera, en una fila <strong>de</strong><br />

prisioneros. Una y otra vez el hombre vuelve al mismo lugar, aunque aproximándose a la rampa, y reconociendo las caras <strong>de</strong> enfrente<br />

que marchan en sentido contrario y a las que volverá a ver un momento <strong>de</strong>spués en el otro sentido...Una suerte <strong>de</strong> purgatorio oprimente<br />

que prepara para la presencia <strong>de</strong>l Señor. Allí los hombres, amontonados y con paso <strong>de</strong> presidio, se tornan insignificantes, absolutos<br />

sin po<strong>de</strong>r, cor<strong>de</strong>ros que <strong>de</strong>sfilan a un corral. Una prisión es la más intensa <strong>de</strong> las <strong>de</strong>vastaciones ecológicas. Se introduce a la especie<br />

homo sapiens a una construcción artificial, y se la somete a la pérdida <strong>de</strong> la libertad, es <strong>de</strong>cir a su vinculación psíquica con el universo.<br />

Se lo <strong>de</strong>socializa, <strong>de</strong>snaturaliza, <strong>de</strong>secologiza.<br />

De pronto la rampa: la libertad hacia arriba, hasta el Señor. El milagro es la libertad. El efecto espacial <strong>de</strong>l contenido<br />

místico es aquí fortísimo. Se recupera el cosmos. Y aunque ello sea un sólo instante, <strong>de</strong> todos modos la memoria <strong>de</strong> ese acto es<br />

omnipresente.<br />

El movimiento en la feria es libre sólo a medias. Se pue<strong>de</strong> transitar <strong>de</strong> día y noche pero entre apretujones y golpes. Por<br />

lo <strong>de</strong>más no es posible sino consumir una insignificante parte <strong>de</strong> sus mercancías. Episodio suburbano montado en el <strong>de</strong>sierto, en los<br />

puestos <strong>de</strong> comida no aparecen los platos regionales ni la cultura rural. El choripán cordobés -una suerte <strong>de</strong> Mc Donals periférico-,<br />

<strong>de</strong>splazó totalmente al cabrito santiagueño. No se ven sino excepcionalmente artesanías. Los artesanos muestran sus productos con<br />

vergüenza. Se perciben como dinosaurios <strong>de</strong> la posmo<strong>de</strong>rnidad. El escenario cuentapropista extendido hasta lo imposible les hace<br />

ver, les insinúa mensajes que <strong>de</strong>berían ser <strong>de</strong>codificados <strong>de</strong> la siguiente forma: "Pertenecéis al parque jurásico". De allí que nadie en<br />

la feria se atreva a hablar en quechua. Una cultura antigua no pue<strong>de</strong> tener éxito, es <strong>de</strong>cir ser vencedora. El estilo <strong>de</strong>bería mostrarse<br />

televisivo para ser. La música, en los puestos <strong>de</strong> comida se transmite <strong>de</strong>s<strong>de</strong> radiograbadores, ello impi<strong>de</strong> cantar a los clientes. Las<br />

pascanas no son <strong>de</strong> caña y paja, sino <strong>de</strong> chapas <strong>de</strong> zinc y polietileno. Lo que no sirve en ninguna parte se ven<strong>de</strong> en Mailín.<br />

Mailín reproduce rasgos <strong>de</strong> la posmo<strong>de</strong>rnidad periférica ensamblados, yuxtapuestos y esterilizados <strong>de</strong> antiguos<br />

proce<strong>de</strong>res culturales. El aspecto no participativo es notable. La gente se suma a hechos que no ha organizado ni pue<strong>de</strong>, ni está a su<br />

alcance conducir. Des<strong>de</strong> los bailes a las misas, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la música al tipo <strong>de</strong> objetos en venta, todo aparece organizado por otros. El<br />

hombre <strong>de</strong> Mailín es un ser pasivo que forma colas, y se apretuja. Deambula, busca algo y no sabe qué. Se sienta a escuchar<br />

grabaciones <strong>de</strong> música elegida por los merca<strong>de</strong>res. La chacarera santiagueña no se oye, pero los peregrinos tampoco la exigen. Los<br />

merca<strong>de</strong>res suburbanos, frecuentemente marginales, hacen lo imposible para <strong>de</strong>mostrar su superioridad, y pregonan sus artículos con<br />

sorna evi<strong>de</strong>nte. Se estampa aquí y allá una ironía sórdida frente al "estúpido" hombre <strong>de</strong>l monte. Es una guerra posicional/cultural<br />

entre excluidos que han aprendido los códigos <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sfachatez urbana, y pobres rurales que no pue<strong>de</strong>n salir <strong>de</strong> su anonadamiento. El<br />

lenguaje marginal <strong>de</strong> la fiesta, aparece como una explosión <strong>de</strong> resentimiento. Muchos <strong>de</strong> los ven<strong>de</strong>dores son seres que empujados por<br />

la pobreza rural, alcanzan las puntas <strong>de</strong> las ciuda<strong>de</strong>s convertidos en excluidos, conocen sin embargo, y lo retraducen a cada instante al<br />

lenguaje rural <strong>de</strong>l que provienen.<br />

Al discurso <strong>de</strong> la feria le importa un comino cualquier otro lenguaje que no sea el propio; ni siquiera el <strong>de</strong> la liturgia.<br />

Hasta cierto punto podría comulgar con el lenguaje pagano <strong>de</strong>l árbol. Pero tampoco lo respeta <strong>de</strong>masiado. Es un texto a veces<br />

explosivo, otras integrado a la dominación. En perpetua rebelión y asimilación al sistema. Un discurso <strong>de</strong> sobrevivientes que buscan<br />

llegar más alto, pero no hasta el Señor. En el emparedado, las expresiones <strong>de</strong> la cultura <strong>de</strong>l monte <strong>de</strong>saparecen. Sólo al amanecer, el<br />

734 "El Liberal". Santiago <strong>de</strong>l Estero, 28/5/1990.<br />

735 Sacerdote Claudio Pucci, "El Liberal", 28/5/1990.

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