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Discriminación y Comunidad Gitana

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<strong>Discriminación</strong> y <strong>Comunidad</strong> gitana 2012<br />

veces sin intención, lo aseguro por lo que conozco a<br />

mis colegas- a todo el grupo por unos pocos. Y eso<br />

hay que aceptarlo por las dos partes: los que escribimos<br />

las noticias, y los que lo leen.<br />

Pero eso no quiere decir que no haya errores de bulto.<br />

Los periodistas no nacen de una burbuja. No llegan a la<br />

profesión virginales de prejuicios. A los 23, 24, 25 años,<br />

que es cuando empiezan a ejercer, ya se han empapado<br />

de lo que se vive en la sociedad (y serían muy malos profesionales<br />

si no lo hubieran hecho). Y solo un férreo control<br />

–o, mejor aún, un arraigado convencimiento- pueden<br />

servir para detectar esas derivas, para impedir que el<br />

estigma se manifieste o, lo que es peor, para contribuir<br />

a consolidarlos. Dejando de lado el debate de qué fue<br />

antes, si el lenguaje discriminador o la discriminación en<br />

sí, hay enfoques y asuntos que no se deben dejar pasar.<br />

Lo he dicho antes: las características que pueden asociarse<br />

a una discriminación pueden ser utilizadas. Pero solo si<br />

ayudan a comprender la noticia. Si no, absolutamente, no<br />

tienen cabida. No voy a entrar en casos concretos porque<br />

mi misión no es juzgar a mis colegas. Pero si una persona<br />

se salta un semáforo o un ceda el paso y atropella<br />

a alguien, atraca a un banco, vende droga o viola a otra<br />

–por poner casos fácilmente identificables-, poco importa<br />

si es gitana, rumana, salvadoreña o de Burgos. Esa es<br />

una línea roja que se enseña en primero de periodismo (o<br />

que debería enseñarse), y que no se debe cruzar. Y que,<br />

lamentablemente, como refleja este informe, muchas veces<br />

se traspasa. Aunque no sea por mala intención. Aunque<br />

solo demuestre una pereza mental, un dejarse llevar, un<br />

acudir al estereotipo para dar una explicación manida sin<br />

profundizar detrás. Algo que debe evitarse, aunque solo<br />

sea por prurito profesional, por dar calidad al trabajo del<br />

periodista. Incluso si no se pretende ayudar a desterrar estereotipos<br />

o a destruir barreras, la propia satisfacción con<br />

el trabajo bien hecho debe llevarnos a ahondar, a ser más<br />

sincero, a buscar las auténticas causas. No se trata -¡faltaría<br />

más!- de renunciar a hacer nuestro trabajo de explicar lo<br />

que pasa. Se trata de dar la verdadera explicación, y no la<br />

fácil, la obvia, y, seguramente, limitada o falsa.<br />

Se trata, además, de un ejercicio sencillo. Y no lleva tiempo.<br />

Basta preguntarse si hay otra manera de definir, de explicar.<br />

La mayoría de las veces, la respuesta va a ser que sí.<br />

En los medios grandes, hay otra ventaja: si un redactor<br />

no se hace esa pregunta, si no tiene esa prevención, alguien,<br />

después (el editor, el redactor jefe, un compañero<br />

que revisa su texto) se dará cuenta de la discriminación<br />

o, por lo menos, de la falta de calidad que implica caer<br />

siempre en el estereotipo. Por eso no me sorprende que<br />

en el informe de la FSG haya tantos casos de mala prácti-<br />

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ca en medios pequeños, donde estos controles son más<br />

limitados. Y, entre ellos, destacan los medios digitales.<br />

Aunque parezca que quiero disculparlos, quienes sabemos<br />

cómo trabajan algunas de estas webs, su falta de<br />

personal y de controles, nos explicamos fácilmente que<br />

sigan cayendo en esos errores, en esas malas prácticas.<br />

Porque evitar el lenguaje discriminador no es algo innato.<br />

Se enseña y se aprende hasta que se interioriza. O,<br />

al menos, solo se enseña y se aprende si se interioriza.<br />

Pero hay otro aspecto que debería ayudarnos a los periodistas<br />

a hacer mejor nuestro trabajo. Desde una visión<br />

de un periodismo social, que quiere contribuir a mejorar<br />

la sociedad de una manera concreta, entendida como una<br />

mejoría en la vida de las personas que la conforman, quizá<br />

sí que puede saltarse la regla que indica que el origen, el<br />

sexo u otros rasgos no importan. Es cuando las noticias<br />

son positivas. Si se marca un gol, se escala el Everest, se<br />

escribe un libro, se salva una vida o se gana un premio,<br />

probablemente el hecho de que se sea gitano, rumano,<br />

salvadoreño o de Burgos –o tantos otros condicionantes-<br />

tampoco sea reseñable, pero puede no sobrar que se diga.<br />

Una visión positiva de grupos que tradicionalmente no la<br />

tienen siempre ayuda y no violenta ningún código ético.<br />

El problema surge en temas fronterizos. ¿Por qué surge<br />

una riña entre dos grupos en la calle? ¿Por qué un padre<br />

somete a mutilación genital a su hija? ¿Por qué la fuerza<br />

a casarse con 15 años? ¿Por qué unos niños se dedican a<br />

la mendicidad?¿Por qué la tasa de fracaso escolar es más<br />

alta que en la media? ¿Por qué en un barrio hay extorsión<br />

o es peligroso? No hay una regla del nueve para saber<br />

cuándo es pertinente mencionar si hablamos de gitanos,<br />

rumanos, subsaharianos, personas con discapacidad,<br />

personas con pocos recursos, enfermos mentales… Pero,<br />

de nuevo, hay un ejercicio que puede ayudar. Y es darle<br />

la vuelta al asunto. ¿Es posible explicarlo sin mencionar<br />

esos rasgos? Seguro que en muchos casos es así.<br />

Reflexionar sobre este asunto no deja de ser desalentador.<br />

Porque los errores son, por así decirlo, de primero<br />

de periodismo. Y no soy optimista al respecto. Metemos<br />

la pata (ya he dicho que algunas informaciones del<br />

informe me causaban vergüenza e irritación) y acrecentamos<br />

los estereotipos, el estigma. Pero yo sé cómo<br />

soy (hombre, gay, madrileño, bajito) y lo que pienso del<br />

aborto, del PP, del PSOE, de la Iglesia, del machismo, de<br />

la homeopatía… Y, por eso mismo, cuando trato estos<br />

temas, tengo especial cuidado. Aunque sé que, a veces,<br />

los otros no lo van a ver así. Cuando todos hagamos el<br />

ejercicio de revisar si esos factores son relevantes para<br />

escribir y para leer, para el que escribe y para el que lee,<br />

estaremos acercándonos a un punto de encuentro.

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