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PROMOCIONES 88/89
Encuentro conjunto de las
promociones de 1988 y 1989
Dicen siempre los viejos del lugar
que allende los mares y las fronteras
te encontrarás de buenas a primeras
con un antiguo alumno del Pilar.
Es una sorpresa muy predecible,
pero cuando se juntan un montón
para celebrar una promoción
predecir la alegría es imposible.
Pues así sucedió antes de verano.
Fue una gran reunión de más de doscientos,
aflorando miles de sentimientos.
Quien te saludaba era como hermano.
Veinte años después mentira parece
que todos esos años compartidos
hayan superado nuestros olvidos.
Ese Gran Lazo que nos une crece.
Ilustres calvas, felices barrigas,
“camuflaje” que fue inútil del todo,
porque los presentes, de cualquier modo,
reconocimos a amigos y amigas.
Mas una estrofa aparte en esta pieza
reservamos a nuestras compañeras,
pues merecen (y esto no son quimeras)
llevar escrito en la frente “Belleza”.
Y es que el sector de hombres, mal que nos pese,
parece haber sufrido más estragos.
Sin embargo para ellas todo halagos:
- “Voy a saludarla pa que me bese”.
De nostalgia había una borrachera
(de alcohol, para algunos, llegó después),
pues desde la cabeza hasta los pies
nos vino el recuerdo de una gran Era.
Plantados en la entrada cuales setas
y por tener en la memoria taras
costó mucho asociar nombres y caras.
Geniales las benditas etiquetas.
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Ese curioso esfuerzo no fue leve,
pues una dificultad más había,
y es que nos juntamos en ese día
de la ochenta y ocho y la ochenta y nueve.
Dos promociones siempre muy unidas,
manifestando con grandes abrazos
esos invisibles y fuertes lazos
de más valor que el oro del Rey Midas.
Recordamos lo bueno de esos años.
Nadie se acordaba en aquella infancia
(de corazón, no por mera elegancia)
de antiguas afrentas, antiguos daños.
Estábamos llenos, perdón que insista,
de un cariño noble, leal e infinito,
de una fuerza mayor que un mito:
No es más que el Espíritu Pilarista.
Espíritu que se ha hecho realidad
tejido junto a nuestra formación,
con Dios en el alma y el corazón.
Ahora lo vemos con más claridad.
Camaradería que, no forzada,
sorprende por su infinita grandeza.
Por su lealtad, alegría y nobleza
merece el adjetivo de sagrada.
Tras un saludo, un abrazo, una risa,
fuimos en tropel a rendir honores
a Aquel del que somos todos deudores.
Obligado era dar gracias en Misa.
Gran asistencia, me quito el sombrero.
Juntos de nuevo en este Sacramento
tuvimos un cálido sentimiento,
porque quien ofició fue un compañero.
Un recuerdo emotivo desde aquí
a los amigos que nos han dejado,
que crecieron estando a nuestro lado
y que el Señor se llevó para Sí.
Dejaron una huella sin igual,
y para todos nos ha sido duro.
Nos acompañaron, estoy seguro.
Para ellos un recuerdo muy especial.
Tras la Misa, la foto de rigor.
¿Conseguimos ocultar la barriga?
Todos sin respirar (nobleza obliga),
lo exigía un mínimo de pudor.
Tras la foto llegamos al almuerzo.
Al calor de los días recordados
se unió otro: al menos cuarenta grados.
Pero sobrevivimos sin esfuerzo.
Tras la comida, copas en “El Cuento”.
Nos portamos casi como la tuna,
pues con copas a cuatro euros cada una
a la sexta ya era casi un tormento.
Estábamos alegres como potros,
en nostalgia ninguno escatimamos.
Realmente genial cómo congeniamos,
aunque algunos, estooo, un poco más que otros.
Una vez hablados nuestros asuntos
nos fuimos a cenar por nuestra cuenta.
Eso fue como quitar la pimienta,
la próxima vez mejor todos juntos.
Y algo más tarde se acabó este invento
poniendo así fin a un día glorioso,
aunque nuestro estado era algo horroroso.
De verdad que fue algo muy duro “El Cuento”.
Mil recuerdos llenaron la memoria,
un día como ese genial nos sienta.
Dentro de un año, al cumplir los cuarenta,
espero repitamos esta historia.
Viéndoos recordé muchísimas cosas,
sé que por vosotros soy como soy,
y mientras escribo estos versos hoy
ni una espina recuerdo, sólo rosas.