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copiar de cualquier libro hasta hacerte las dichosas líneas
manuscritas.
Yo lo mejor que recuerdo sobre esto de las líneas fue el llegar
a mi casa una tarde y ver a mi hermano José Luís, estirado
cuan largo era entre dos sillones de orejas, tocando la guitarra,
mientras tres de sus compañeros (Fernández Ongil, Pelayo
de la Mata, y Muñagorri) escribían líneas, afanosamente, en
torno a la mesa camilla del cuarto de estar. Al ver mi cara de
asombro, se explicaron con la mayor ingenuidad:
- Es que a José Luís, le han mandado 200 líneas y nosotros
se las estamos haciendo mientras el toca la guitarra y como
lo hace tan bien…
(Luego el tío se escribía la primera hoja y entregaba las demás
debajo, como si fueran todas suyas. Y en honor a la verdad
hay que reconocer que mi hermano tocaba, y toca, la guitarra
admirablemente.)
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Y volviendo al tema de las canciones, nosotros los de segundo
(de 1954) tuvimos un magnífico privilegio: el de disponer de
himno propio.
Nada menos que uno de los mejores poetas contemporáneos:
Rafael Duyos el autor, entre muchísimas y celebérrimas obras,
del inmortal romance a “La Chata” (la Infanta Isabel en un
inolvidable poema que es una de las glorias castizas madrileñas)
nos había regalado una magnífica canción que nosotros los
compañeros de su hijo (¿te acuerdas Luis Manuel de aquello
de: “Duyeta, tu padre es poeta. Duyós, tu padre es escritor)
cantábamos a pleno pulmón mientras desfilábamos en todas
partes. Algo así como:
“Capitanes de segundo
avancemos sin cesar, sin cesar,
llevando por todas partes
la alegría del cantar.
Siempre vencedores
todo lo arrollará
este segundo curso
del Colegio del Pilar.
Somos unos tíos grandes, ¡machotes! (*)
los primeros en lecciones,
nadie nos puede ganar
ni en fútbol ni en excursiones.
¡Viva, viva, segundo
siempre vencedor!
Y así fueron pasando los años hasta que hace unos días, unos
tíos desagradables (entre los que me cuento) se empeñaron