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- “… el Hijo y el Espíritu Santo, sean glorificados en todas<br />
partes por la Inmaculada Virgen María. Amén.”<br />
Y he reproducido aquí el momento final o el de comienzo de<br />
una clase, no sólo por evocar una entrañable tradición,<br />
largamente repetida, sino por dar fe de una formación religiosa<br />
en la que nosotros participamos con la mayor naturalidad y<br />
sin ningún tipo de trauma psicológico.<br />
Claro que, nosotros los de la “D”, ya estábamos muy<br />
acostumbrados a cánticos y demás zarandajas latinas. No en<br />
vano habíamos tenido en 2º, como encargado, a D. Fernando<br />
Cano Manuel (hoy de misionero en Brasil). La verdad es que<br />
el hombre tenía su gracia. Fue tan popular que junto con<br />
otros tres colegas formó el “ranking” de los “cuatro grandes”.<br />
(Cumbre política internacional de los primeros años cincuenta.)<br />
Con él aprendimos todos a cantar y a “dar vueltas”.<br />
______________<br />
(*) Por eso las chicas de Filosofía y Letras, al verles, de estudiantes, vestidos de negro riguroso y con<br />
anillo dorado, les llamaban los viudos.<br />
Es posible que sea un momento oportuno para explicar dos<br />
de los castigos clásicos del <strong>Colegio</strong> (el de los domingos de<br />
once a una, era ya otro tema). El de dar vueltas no consistía,<br />
precisamente, en girar alrededor de uno mismo sino el de<br />
marchar en fila de a dos, dando “vueltas” alrededor del<br />
perímetro del patio. Incluso, dando patadas al suelo, al grito<br />
de ¡“pasó”!, claramente influenciados por el Frente de<br />
Juventudes. Aunque bien es verdad que D. Fernando confundía<br />
siempre a los nacionales con los nacionalistas. Pero como él<br />
mismo explicaba: “Yo no se demasiado latín, pero como<br />
ustedes saben menos, pues yo estoy aquí para darles clase”.<br />
También nos explicó una vez que el colegio era baratísimo.<br />
Para ello dibujó un esquema en la pizarra, con todas las clases<br />
que recibíamos, y fue calculando su coste al precio de clases<br />
particulares. Vamos, que parecía un economista del gobierno<br />
actual.<br />
El otro castigo habitual eran las “líneas”. Te pillaban hablando<br />
o soplando al que daba la lección, o haciendo el indio en fila<br />
o cualquier otra “salvajada” semejante, y era como un acto<br />
reflejo: “Fulano, 50 líneas”, o 100, o las que fueran. Y tú a<br />
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