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04.04.2013 Views

Teatro Diez Negritos Tenía esta obra en la mente desde hacía dos años. Había leído la novela y visto distintas adaptaciones de ella y me parecieron interesantes por la trama, el suspense, la locura... Me costó mucho encontrar el texto adaptado a Teatro; es más, casi tiro la toalla. Fue María Salto la que, el mismo día de finalizar la representación del genial “Mercader de Venecia” me dijo que quizá podría encontrarla y, justo al día siguiente, me envío un enlace de una Biblioteca de la Comunidad de Madrid en la que tenían un ejemplar (solo había dos en todo Madrid). ¡Casi me muero de la alegría!. Pero luego vino la decepción. El texto era simplísimo y vacío. Pero ví un atractivo genial en la obra y no era otro que sus personajes. Poder explotar, 18 más si cabe, el talento de todos los actores, sin que ninguno de ellos fuera el protagonista durante toda la representación, aunque en la obra claramente hubiera uno al final, el Juez. Quería que los personajes tuvieran su propia esencia. Que el público no se olvidara de ninguno de ellos aunque fueran muriendo. Que cada actor se metiera en la piel de cada personaje, disfrutara como personaje, sintiera como personaje, viviera la vida que ese personaje había tenido y, en definitiva, fuera el personaje (no hiciera que es el personaje). Y que cada uno fuera protagonista de sí mismo. Entonces vino la votación y salió ganadora por un voto. Estuve a punto de volver a tirar la toalla cuando el mismo día nos quedamos sin equipo para la escenografía y me dije “hay que seguir adelante… ya se nos ocurrirá algo…” Después vinieron las largas tardes de Julio, Septiembre y

también algunas de Octubre en las que Lola y yo, nos reuníamos en un coffee de Diego de León esquina General Pardiñas, para tirar a la basura todo el texto del que se podía prescindir (que era mucho) y, crear uno nuevo para las partes imposibles (que también eran muchas). Muchas horas invertimos pero, a la vista del resultado, merecieron la pena. Lo más difícil fueron los movimientos en la escena, que nos costaron más de un disgusto. Pero eran importantísimos al ser el desarrollo de toda la obra en el mismo salón de una casa. Había que insistir necesariamente en ellos. Creo también que todo ese esfuerzo mereció la pena. Empezamos a perfilar los personajes para que, antes de aprender texto, cada uno supiera cómo tenía que ser y por qué. Y el milagro fue surgiendo cada día. ¡Me emocionaba cada vez que veía que alguien se sentía claramente el personaje!, aunque no lo hice ver. Siempre quería más. Pero ahora lo digo. Alabo el trabajo del gran Blore, José Luis Buitrón, que se lo ha currado desde el principio y con mucho esfuerzo ¡olé y olé!; de la sensual Vera, Nuria Morera, que ella misma pensaba que no podía ser sexy ¡qué descubrimiento!, del fiel Rogers, Miguel Pato, al que al principio no le gustaba su personaje pero que al final se enamoró de él ¡qué grande!; de la Dra. Armstrong, Cristina Martorell que, aunque siempre más técnica, como dice ella, creo que ha visto el otro lado y lo ha sentido ¡eso es teatro!, del encantador Marston, Jorge Avilés, que se ha metido al público en el bolsillo por su frescura ¡imposible para mí verlo ya como otro personaje!; del surrealista General Mckenzie, Jaime Alcubilla que sin hablar lo decía todo ¡impresionante!; del canalla del Capitán Lombard, Jesús Rubio, que se despistó un poco con su personaje, pero que al final le dio la chulería que necesitaba ¡el público femenino estaba anonadado!; 19

Teatro<br />

Diez Negritos<br />

Tenía esta obra en la mente desde hacía dos años. Había<br />

leído la novela y visto distintas adaptaciones de ella y me<br />

parecieron interesantes por la trama, el suspense, la locura...<br />

Me costó mucho encontrar el texto adaptado a Teatro; es<br />

más, casi tiro la toalla. Fue María Salto la que, el mismo día<br />

de finalizar la representación del genial “Mercader de Venecia”<br />

me dijo que quizá podría encontrarla y, justo al día siguiente,<br />

me envío un enlace de una Biblioteca de la Comunidad de<br />

Madrid en la que tenían un ejemplar (solo había dos en<br />

todo Madrid).<br />

¡Casi me muero de la alegría!. Pero luego vino la decepción.<br />

El texto era simplísimo y vacío. Pero ví un atractivo genial<br />

en la obra y no era otro que sus personajes. Poder explotar,<br />

18<br />

más si cabe, el talento de todos los actores, sin que ninguno<br />

de ellos fuera el protagonista durante toda la representación,<br />

aunque en la obra claramente hubiera uno al final, el Juez.<br />

Quería que los personajes tuvieran su propia esencia. Que<br />

el público no se olvidara de ninguno de ellos aunque fueran<br />

muriendo. Que cada actor se metiera en la piel de cada<br />

personaje, disfrutara como personaje, sintiera como personaje,<br />

viviera la vida que ese personaje había tenido y, en definitiva,<br />

fuera el personaje (no hiciera que es el personaje). Y que<br />

cada uno fuera protagonista de sí mismo.<br />

Entonces vino la votación y salió ganadora por un voto.<br />

Estuve a punto de volver a tirar la toalla cuando el mismo<br />

día nos quedamos sin equipo para la escenografía y me dije<br />

“hay que seguir adelante… ya se nos ocurrirá algo…”<br />

Después vinieron las largas tardes de Julio, Septiembre y

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