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EL ZELOSO ESTREMEÑO 251<br />

•Hacedme placer, señora, que luego luego embiéis<br />

con alguna persona a llamar a vuestros padres, porque<br />

siento no sé qué en el corazón, que me da grandísima<br />

fatiga, y temo que ha de llegar a tanto, que me ha de<br />

quitar la vida en breve, y queríales ver antes que me 5<br />

muriese..<br />

Sin duda creyó Isabela que era verdad lo que su es-<br />

poso decía, y pensó que el ungüento y la fortaleza del<br />

le tenía de aquella manera, y respondió que si haría.<br />

Mandó a González que luego inviase el negro a llamar 10<br />

a sus padres, y, abrazándose con su marido, le hacía<br />

las mayores caricias que jamás le había hecho, preguntándole<br />

qué era lo que sentía, con tan tiernas y amo-<br />

rosas palabras, como si él fuera la cosa que en este<br />

mundo más amara. Él la miraba con el ahincamiento 15<br />

que he dicho, siéndole cada palabra una lanzada que<br />

le atravesaba el alma.<br />

Había ya dicho González a la demás gente de casa,<br />

y a Loaisa ni más ni menos, la indisposición de su amo,<br />

encareciéndoles que debía de ser de momento, pues se<br />

le había olvidado de mandar cerrar las puertas de la<br />

calle quando el negro, que había ido a llamar a sus pa-<br />

dres de Isabela, salió; de la qual embaxada asimesmo<br />

se admiraron, por no haber entrado alguno de ellos,<br />

después que a la hija casaron, en aquella casa. En fin,<br />

todos callaron, o andaban callados en la casa, y no da-<br />

20<br />

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