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EL ZELOSO ESTREMEÑO 237<br />

a llamarlo, la dexó, y se entró donde estaba, no menos<br />

confuso que todas, esperando las nuevas de lo que<br />

hacía el desdichado viejo, pero como le aseguró la se-<br />

ñora González que dormía a más y mejor, sosegó el<br />

pecho, y atendió a mili palabras amorosas que la buena<br />

dueña le decía, de las quales coligió luego la intención<br />

suya, y propuso ansí de ponerla por anzuelo para pes-<br />

car a Isabela.<br />

Y estando los dos en sus pláticas, las demás mozas,<br />

que estaban huidas y escondidas por diversas partes 10<br />

de la casa, cada una volvió a ver y a sentir si era ver-<br />

dad que había dispertado su señor, y con pasos quedos<br />

y atentos oídos y ojos alertos, quál por una parte, quál<br />

por otra, escuchaban por ver lo que pasaba; y viendo<br />

que todo estaba sepultado en silencio, se fueron lie- 15<br />

gando a la sala donde habían dexado a Isabela, y hallán-<br />

dola sola y sabiendo de ella que aun dormía su amo, le<br />

preguntaron por González y por el músico, la qual les<br />

üxo dónde estaban, y todas, con mayor silencio que<br />

habían venido, se llegaron a mirar por entre las puer- ^<br />

tas lo que González con el músico hacía, y no faltó de<br />

la junta Guiomar la negra; el negro sí, porque así como<br />

oyó que su amo se había dispertado, se abrazó con su<br />

íjuitarra y se fué a esconder en su pajar, cerrando tras<br />

al la puerta, que no le sacaran de allí, como suele de- 25<br />

drse, con perros y hurones; y con estar con más miedo

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