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EL ZELOSO ESTREMEÑO 205<br />

alguna cosa, y la noche siguiente vinieron, y haciendo<br />

la señal que entre ellos quedó concertada, llegó Loaisa<br />

por el agujero del quicio, y les dio brevemente cuenta<br />

de todo, y el buen término en que estaba su negocio,<br />

pidiéndoles encarecidamente que buscasen alguna cosa<br />

que diesen de beber a Cañizales para hacerle dormir;<br />

que él habla oído decir que se hacían unos polvos para<br />

este efecto. Ellos dixeron que tenían un médico amigo<br />

que les daría todo remedio, si era verdad que le había<br />

en la medicina. Quedaron de volver otra noche con el 10<br />

recaudo, y animándole a la honrosa empresa, se des-<br />

pidieron.<br />

Vino la siguiente noche, y acudió a el reclamo de la<br />

guitarra la vanda de las palomas, y con ella vino la<br />

buena Isabela, temerosa y temblando de que no disper- 15<br />

tase su anciano marido, porque aunque ella no quería<br />

venir, vencida de este temor, tales cosas le dixeron sus<br />

criadas de la suavidad de la música, de la gallardía y<br />

discreción del pobre músico (que, sin haberle visto, le<br />

alabaron más que a un Absalón y más que a un Orfeo), 20<br />

que la pobre señora, persuadida y convencida de ellas,<br />

hubo de hacer lo que no tenía ni tuviera jamás en la<br />

voluntad.<br />

Lo primero que hicieron, fué hacer un agujero en el<br />

torno, por donde viesen al músico, el qual no estaba ya 25<br />

en hábitos de pobre, sino con unos calzones grandes<br />

de tafetán leonado, y un jubón de lo mismo con trenci-<br />

lla de oro, y una montera de raso de la misma color,<br />

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