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EL ZELOSO ESTREMEÑO 191<br />

como entró, abrazó a el buen discípulo y [le] besó en su<br />

negro rostro, y luego le puso una gran bota de vino en<br />

las manos, una caxa de conserva y otras cosas dulces,<br />

de que llevaba unas alforjas bien proveídas; y dexando<br />

las muletas, como si no tuviera mal alguno, comenzó<br />

a andar y decir:<br />

"Sabed, hermano Luis, que mi cojera no nace de en-<br />

fermedad, sino de industria, con la qual gano de comer<br />

pidiendo por Dios, y, ayudándome de ella y de la mú-<br />

sica, paso la mejor vida del mundo, como lo verás en 10<br />

el discurso de nuestra amistad,.<br />

"Ello dirá., dixo el negro, "pero, por ahora, demos<br />

orden de clavar esta cerradura, de modo que mi amo<br />

no eche de ver en ello.„<br />

"En buen hora„, dixo Loaisa; y luego, sacando cía- 15<br />

vos de las alforjas, en un momento volvieron a poner<br />

la chapa tan bien como estaba de antes, de que quedó<br />

muy satisfecho el discípulo, y subiéndose al aposento<br />

que estaba encima de la caballeriza, donde el negro<br />

dormía, se acomodó lo mejor que pudo con unas man- 20<br />

tas del negro, y encendiendo luego un toral de cera, sin

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