Irak-bush-bajo-la-lupa
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Pentágono". Muchos generales jubilados que se han portado convenientemente son recompensados con la integración a las PMC. Las fronteras entre lo militar estatal y lo trasnacional privado han sido borradas con la privatización paramilitar. De hecho, no existe una trasnacional estadunidense que se respete que no sea una genuina empresa paramilitar. De allí que en EU sea muy común ver el incesante y reversible intercambio bidireccional entre funcionarios del Pentágono y del Departamento de Estado al más alto nivel con puestos ejecutivos en las trasnacionales paramilitarizadas. En realidad, las PMC se volvieron indispensables para el Pentágono que se despliega así subrepticiamente detrás de la cobertura honrosa de la privatización y la deslocalización (outsourcing). Se desprende por sus declaraciones, al menos, que no se encuentran comprometidos hasta la médula en transacciones bursátiles metastáticas, solamente la triada tan traída del salinismo-zedillismo-foxismo, con sus empleados de pacotilla, no se percata que las privatizaciones, en particular las energéticas, representan un genuino modelo de ocupación paramilitar, como documenta soberbiamente Peter Singer, quien detecta que desde 1994, precisamente en el acmé de la globalización, el Pentágono intervino en 3 mil contratos con trasnacionales estadunidenses con un valor estimado de 300 mil millones de dólares (¡la mitad del PIB de México!). Los rubros "deslocalizados" incluyen justamente áreas cruciales para las misiones militares de EU. Por arte de magia y sin licitación de por medio, de los 3 mil contratos, 2 mil 700 fueron descolgados por las dos "mejores": KBR, la filial de Halliburton, donde sigue cobrando sin nula rubicundez Dick Cheney, y la insigne consultora tecnológica Booz Alien Hamilton (donde labora el controvertido James Woolsey, el ex director de la CÍA, para quien ya nos encontramos de lleno en la "cuarta guerra mundial" contra el terrorismo global, que suena a coartada para otros fines aviesos y traviesos). Dejaremos de lado la reciente adquisición por Microsoft de los invaluables servicios del general Tommy Franks, encargado de inicial la guerra de Irak y quien acaba de asustamos al haber insinuado, en la revista Cigar Aficionado de diciembre, un golpe de Estado militar en caso del empleo de "armas de destrucción masiva" en suelo estadunidense. La "industria militar privatizada" representa un enorme negocio de más de 100 mil millones de dólares de ingresos al año, de acuerdo con el magistral reporte del Center for Public Integrity: Un exitoso asesinato: El negocio de la guerra. ¿No existe inocencia entonces en las privatizaciones energéticas como firmaron y afirmaron en Washington en el documento entreguista Nuevos horizontes, patrocinado por el Centro Internacional de Estudios Estratégicos (CSIS, por sus siglas en inglés), los "reformistas" Jesús Reyes-Heroles González Garza, el venezolano naturalizado mexicano Andrés Rozental Gutman (por cierto, con un presunto cadáver en el clóset), Rafael Fernández de Castro (en nombre del ITAM), Jaime Sena Puche (por Córdoba, Salinas y Zedillo), et al!
Lo más extraño es que el Pentágono no conozca el número de los contratados para su "guerra moderna" y de acuerdo con un reporte preliminar al Congreso en abril de 2002, se adivinaba una amplia oscilación entre 124 mil y 605 mil personas, todo un ejército en sí, como fenómeno de su mundo borroso y borrascoso que confunde los límites de las operaciones de combate con las de no combate. Lo cierto es que no pocas veces las PMC, que no son obligadas a seguir el código militar de guerra -"el nuevo rostro del negocio de la guerra", como los llama The New York Times-, son empleados por el gobierno de EU para desempeñar actividades que la opinión pública desaprobaría. Lo más grave es que su carácter "privado" los exime de cualquier escrutinio público, lo cual representa un desastre para las instituciones democráticas. Con nula rendición de cuentas, las compañías privadas operan en el mayor secreto y lo peor es que el Pentágono ya no puede librar una guerra sin su colaboración al mantener 28 por ciento de la operatividad de todos los sistemas de armas. En un soberbio artículo reciente (The Boston Globe 19.10.03), Peter Singer fustiga que la privatización de la guerra lleva a las mismas consecuencias que Enron (la gasera mafiosa texana que burló todas las leyes escritas y no escritas y fincó su imperio en los paraísos fiscales por medio de una contabilidad fraudulenta, estimulada por el gobierno de Bush); la "industria militar privatizada" opera en más de 50 países, pero su cliente principal es el contribuyente estadunidense: en la década anterior el gobierno de EU ha firmado más de 3 mil contratos con las firmas militares privadas. En estos momentos, en la región del Golfo Pérsico, la proporción es de 10 a uno entre el personal militar y los contratistas privados: "en lugar de llamar a más reservas, la asistencia privada ha ayudado (a EU) a cumplir nuevos compromisos globales sin precedente". Global Risk Management, una empresa militar privatizada de Gran Bretaña, mantiene a un "contingente" civil de mil 100 personas. Al igual que en el modelo de la globalización, el objetivo principal se centra en la reducción de los costos mediante la competencia -que no siempre se da, como sucede con la ausencia de licitaciones en favor de Halliburton y su subsidiaria KBR, o la gran negociación geopolítica tras bambalinas con Francia, Alemania y Rusia que emprende el texano James Baker III, "enviado personal" del presidente número 43, para la "reconstrucción" de Irak, es decir, el reparto global del vellocino de oro negro-. Con nula vigilancia ciudadana, "Irak se ha vuelto la gran bonanza de las empresas con una gran pérdida en la rendición de cuentas y la contabilidad públicas". ¿Qué pasa con las empresas privadas militares que no cumplen? Hace poco, el Pentágono pegó el grito en el cielo debido a las inmundicias que proveía como alimentos la muy mancillada KBR a los soldados en Irak (Asia Times 20.12.03). El estallido del megaescándalo de un contrato del Pentágono por 18 mil millones de dólares con la poderosa empresa Boeing, que llevó a la defenestración de su director, arrojó más gasolina a la
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Lo más extraño es que el Pentágono no conozca el número de los contratados<br />
para su "guerra moderna" y de acuerdo con un reporte preliminar al Congreso en abril de<br />
2002, se adivinaba una amplia osci<strong>la</strong>ción entre 124 mil y 605 mil personas, todo un ejército<br />
en sí, como fenómeno de su mundo borroso y borrascoso que confunde los límites de <strong>la</strong>s<br />
operaciones de combate con <strong>la</strong>s de no combate. Lo cierto es que no pocas veces <strong>la</strong>s<br />
PMC, que no son obligadas a seguir el código militar de guerra -"el nuevo rostro del<br />
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gobierno de EU para desempeñar actividades que <strong>la</strong> opinión pública desaprobaría. Lo<br />
más grave es que su carácter "privado" los exime de cualquier escrutinio público, lo cual<br />
representa un desastre para <strong>la</strong>s instituciones democráticas. Con nu<strong>la</strong> rendición de cuentas,<br />
<strong>la</strong>s compañías privadas operan en el mayor secreto y lo peor es que el Pentágono ya no<br />
puede librar una guerra sin su co<strong>la</strong>boración al mantener 28 por ciento de <strong>la</strong> operatividad<br />
de todos los sistemas de armas.<br />
En un soberbio artículo reciente (The Boston Globe 19.10.03), Peter Singer<br />
fustiga que <strong>la</strong> privatización de <strong>la</strong> guerra lleva a <strong>la</strong>s mismas consecuencias que Enron (<strong>la</strong><br />
gasera mafiosa texana que burló todas <strong>la</strong>s leyes escritas y no escritas y fincó su imperio<br />
en los paraísos fiscales por medio de una contabilidad fraudulenta, estimu<strong>la</strong>da por el<br />
gobierno de Bush); <strong>la</strong> "industria militar privatizada" opera en más de 50 países, pero su<br />
cliente principal es el contribuyente estadunidense: en <strong>la</strong> década anterior el gobierno de<br />
EU ha firmado más de 3 mil contratos con <strong>la</strong>s firmas militares privadas. En estos momentos,<br />
en <strong>la</strong> región del Golfo Pérsico, <strong>la</strong> proporción es de 10 a uno entre el personal militar y los<br />
contratistas privados: "en lugar de l<strong>la</strong>mar a más reservas, <strong>la</strong> asistencia privada ha ayudado<br />
(a EU) a cumplir nuevos compromisos globales sin precedente". Global Risk<br />
Management, una empresa militar privatizada de Gran Bretaña, mantiene a un<br />
"contingente" civil de mil 100 personas. Al igual que en el modelo de <strong>la</strong> globalización, el<br />
objetivo principal se centra en <strong>la</strong> reducción de los costos mediante <strong>la</strong> competencia -que<br />
no siempre se da, como sucede con <strong>la</strong> ausencia de licitaciones en favor de Halliburton<br />
y su subsidiaria KBR, o <strong>la</strong> gran negociación geopolítica tras bambalinas con Francia,<br />
Alemania y Rusia que emprende el texano James Baker III, "enviado personal" del<br />
presidente número 43, para <strong>la</strong> "reconstrucción" de <strong>Irak</strong>, es decir, el reparto global del<br />
vellocino de oro negro-. Con nu<strong>la</strong> vigi<strong>la</strong>ncia ciudadana, "<strong>Irak</strong> se ha vuelto <strong>la</strong> gran bonanza<br />
de <strong>la</strong>s empresas con una gran pérdida en <strong>la</strong> rendición de cuentas y <strong>la</strong> contabilidad públicas".<br />
¿Qué pasa con <strong>la</strong>s empresas privadas militares que no cumplen? Hace poco, el Pentágono<br />
pegó el grito en el cielo debido a <strong>la</strong>s inmundicias que proveía como alimentos <strong>la</strong> muy<br />
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megaescándalo de un contrato del Pentágono por 18 mil millones de dó<strong>la</strong>res con <strong>la</strong> poderosa<br />
empresa Boeing, que llevó a <strong>la</strong> defenestración de su director, arrojó más gasolina a <strong>la</strong>