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De libros electrónicos,<br />

agua seca y otras<br />

quimeras<br />

Federico Heinz*<br />

"Nomen est omen"<br />

Rápido: antes de seguir leyendo, pensá en un libro.<br />

Lo más probable es que ante ese pedido, hayas pensado en<br />

algún título, algo al estilo de “Cien Años de Soledad”, “El Capital”<br />

o incluso “Manual Práctico de Electricidad del Automotor”. Estas,<br />

y muchas otras, son respuestas tan razonables como incorrectas:<br />

esos no son libros sino, respectivamente, una novela, un tratado y<br />

un manual. Estamos confundiendo a la obra con el libro, dos entes<br />

de naturaleza y finalidad completamente distintos. Esta confusión<br />

es útil a algunos intereses, por lo que vale la pena<br />

despejarla y aclarar la relación entre estos términos.<br />

Las obras son producciones intelectuales, intangibles, distintas<br />

entre sí, elaboradas en forma individual y artesanal. Su principal<br />

insumo es el tiempo de quien la escribe, a menudo de un<br />

único autor (sin contar, por supuesto, el de los que éste leyó). La<br />

obra está íntimamente atada a sus autores, y sirve como vehículo<br />

para comunicar ideas al público lector.<br />

La naturaleza de los libros es muy distinta. Son objetos tangibles<br />

producidos en serie, industrialmente, en tiradas de miles o<br />

millones de ejemplares idénticos, que requieren una importante<br />

inversión de capital para financiar una compleja cadena de producción,<br />

logística y mercadeo. El libro y su comercialización son<br />

ajenos al autor, que a menudo ve cómo su editorial permite que<br />

su obra caiga en el olvido con tal de maximizar su retorno de inversión.<br />

La finalidad del libro no es otra, en fin, que servir como<br />

vehículo para comercializar obras al público consumidor.<br />

En realidad, esa es su finalidad en principio. La naturaleza<br />

industrial, intensiva en capital de la producción y comercialización<br />

de libros, llevó a una distorsión importante de esta idea, al<br />

punto que hoy las obras son más un vehículo de venta para los libros<br />

que al revés: la obra es la excusa para venderle al público

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